Granada, Poema Oriental, precedido de la Leyenda de al-Hamar, Tomo 1 - 1

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GRANADA


GRANADA
POEMA ORIENTAL

PRECEDIDO DE LA

LEYENDA DE AL-HAMAR
POR
DON JOSÉ ZORRILLA

TOMO PRIMERO
NUEVA EDICIÓN

MADRID
IMPRENTA Y LITOGRAFÍA DE LOS HUÉRFANOS
Juan Bravo, 5.--_Teléfono 2.198_.
1895


[Ilustración]


Más de cuarenta años hace que salió á luz este POEMA; y aun cuando
su numerosa edición fué bien pronto agotada por el público, no ha
vuelto á imprimirse. Vicisitudes de la vida del autor y vicisitudes
del POEMA mismo, cuyo tercer tomo se anunciaba constantemente aunque
nunca llegara á escribirse, fueron causa de que la obra más extensa de
Zorrilla, y en que él cifraba mayor empeño, sea hoy un libro raro, casi
desconocido de la generación actual.
La viuda del gran poeta deseó reimprimir los bellísimos versos del
GRANADA, en memoria de su amante esposo y como legado que él dejó para
auxilio de una numerosa familia; pero su intento hubiera sido estéril
sin el noble concurso de que la propia interesada da razón más adelante.
Esta obra, pues, no sale nuevamente al público para pedir lauros nuevos
á la crítica, sino para propagar su lectura entre los que sólo conocen
de ella que el peregrino ingenio á quien se debe lleva por sobrenombre
EL CANTOR DE GRANADA.
[Ilustración]


CARTA
AL
EXCMO. SR. D. JOSÉ MARTÍNEZ DE RODA
SENADOR POR LA PROVINCIA DE GRANADA

Madrid 1.° de Junio de 1894.
MI DISTINGUIDO SEÑOR Y AMIGO: No sé cómo manifestar á Ud. mi
agradecimiento por el favor que me hace publicando el POEMA de mi
difunto esposo. Demuestra Ud. con ello ser digno hijo de la hermosa
comarca que él cantó, á la vez que consecuente con la amistad que
Zorrilla le tuvo, y de la cual dejó prueba consignando sus últimos
versos en el Álbum de la Ilustre Señora á quien Ud. ha dado su nombre.
Gracias, pues, de mi parte, así como de las hijas adoptivas del poeta,
favorecidas todas por su generosidad; y aun cuando me consta que Ud.
deseaba ser nuestro protector anónimo, yo creo de rigurosa justicia
hacer pública esta carta en las primeras páginas del libro, como
muestra de un reconocimiento que conservará siempre vivo en su corazón
la que hoy se le ofrece amiga y servidora, q. b. s. m.,
_Juana Pacheco_,
_Viuda de Zorrilla_.


Este Poema es propiedad de la viuda de Zorrilla, sin cuyo
consentimiento no podrá reimprimirse, ni en todo ni en parte.
Queda hecho el depósito que previene la ley.


[Ilustración]


JUICIO ANTICIPADO DE ZORRILLA
SOBRE SU OBRA

Había pensado (escribe) anteponer á mi poema un académico y razonado
discurso en forma de prólogo, obra desde luego de algún amigo mío,
persona de alta reputación literaria y de grande autoridad, para que
le sirviese de escudo y protección y previniera en su favor la opinión
pública, manifestando abiertamente la parcialidad de la suya; pero he
desistido de semejante pensamiento, porque he reflexionado que, si
el poema fuere bueno, no necesitará de protección; y si fuere malo,
no bastarán para protegerle todas las autoridades reconocidas de la
Cristiandad y del islamismo.
El que crea, sin embargo, que con él pretendo realizar la novena
maravilla (dado que el Escorial sea la octava), y asombrar al mundo
con un poema épico, está en un error, y me honra mucho suponiéndome
tan sobrado de alientos. Mi obra, á la cual notará el discreto que
llamo POEMA ORIENTAL, no es más que una enorme leyenda, en la cual otro
ingenio más competente hallará reunidos los materiales necesarios para
construir el clásico edificio de la magnífica epopeya encerrada en la
época de la conquista de Granada. Avergonzado al ver que extranjeros
autores han llamado antes que nosotros á las puertas de la Alhambra,
ya con el grosero aldabón de la novela descabellada é insulsa, como
Florián, ya con el martillo de la juiciosa y galana historia, como
Washington Irving, heme arrojado á abrir el cancel de su misterioso
alcázar al genio feliz á quien sea dado apoderarse de su encantado
recinto.
Tales son, y no otras, las limitadas pretensiones de mi POEMA.
[Ilustración]


FANTASÍA


Bruselas, 21 de Febrero de 1852.

AL SEÑOR
DON BARTOLOMÉ MURIEL
EN PRENDA DE AMISTAD


Fantasía

I
¿Imaginas que son, Muriel amigo,
Barreras para mí tiempo y distancia?
¿Piensas que porque Flandes me da abrigo,
Mientras tú habitas en la inquieta Francia,
Mi voz no puede platicar contigo,
Mi pie no puede visitar tu estancia?
¡Error! Por ti los imposibles puedo,
Y aunque de Francia parto en Francia quedo.
¿No sabes que el poder de los poetas
Es inmenso, Muriel: que cuanto tocan
Hechizan con su magia: que, sujetas
Á su poder, las almas se convocan
Á oirles: que con prácticas secretas
Hablan con el ausente, al muerto evocan,
Reedifican de un soplo las ciudades
Y hacen retroceder á las edades?
¿Sus órdenes no sabes que obedecen
Ejércitos de genios que á millares
Amigos por doquier les favorecen,
Haciéndoles los montes y los mares
Transponer: que doquiera se aparecen
Sin respetar ni tiempos ni lugares:
Para quienes no hay diques, ni barreras,
Policías, aduanas, ni fronteras?
¡Mísero amigo mío! ese medroso
Són que á los pies de tu callado lecho
Percibes con pavor, que tu reposo
Turba agitando tu apenado pecho,
No es del chisporroteo bullicioso
Que alza tu lamparilla, en el estrecho
Círculo ahogada del cubierto vaso:
Es el rumor de mi imprevisto paso.
Soy yo, que los espacios transponiendo
De mi secreta magia con el arte,
En alcázar fantástico pretendo
Tu cairelado lecho transformarte.
Soy yo, Muriel, que, ante tu faz abriendo
Su dorado cancel, voy á guiarte
Á través de una espléndida morada
Por misteriosos seres habitada.
Sí, yo soy quien asalto tu aposento.
Despierta, pues; la inspiración ahora
En mis entrañas inflamarse siento
Con fuego creador que las devora.
Incapaz de guardar mi pensamiento
El tropel de delirios que atesora,
Va á romper impetuoso sus barreras
Y á lanzar en la sombra sus quimeras.
Yo, poeta que al mundo fuí evocado
Del fondo de una abierta sepultura,
Camino de fantasmas rodeado,
Sueños de mi creencia y mi locura.
Manes que sus sepulcros han dejado
Para seguirme por la tierra obscura,
Conmigo van y con mi aliento aspiran,
Doquier me cercan y doquier me inspiran.
Sobre sus alas con errante vuelo
Los antros más recónditos visito,
De la pasada edad levanto el velo,
En sus viejos alcázares habito,
El sueño de sus héroes desvelo,
Sus caballeros á la lid concito,
Y al eco audaz de mi inspirado acento
Acuden cabalgando sobre el viento.
Á veces á la luz de las estrellas,
Por una soledad no conocida
Ni habitada jamás, sigo sus huellas
Escuchando el relato de su vida
En una lengua cuyas frases bellas
Una armonía exhalan nunca oída,
Y sin auxilio de palabra ó letra
En mi encantado corazón penetra.
En aquellas fantásticas regiones
El tesoro riquísimo se encierra
De aquellas misteriosas tradiciones
Que la historia veraz de sí destierra,
Más que de sus recónditos rincones
Tenaz la poesía desentierra,
Y que, al amparo de la fe y del arte,
Forman en su región un mundo aparte.
Allí están las tristísimas bellezas
Que lloraron incógnitos amores:
Los héroes sin prez cuyas proezas
No ensalzaron jamás los trovadores:
Armado el paladín de todas piezas,
Coronadas las vírgenes de flores,
Tendidos los de Oriente sobre chales
Ornados con moriscos almaizales.
Allí están las purísimas mujeres
Que, encerradas en santos monasterios,
Conversaron del cielo con los seres
De la virtud sondando los misterios:
Que oyeron en sus místicos placeres
De los santos Querubes los salterios
Y cuyo corazón, libre de amores,
Se espigó y se secó como las flores.
En medio de estos seres ideales,
Que no están amasados con la escoria
De que fuimos formados los mortales,
La vanidad de la mundana gloria
Despreció y halló bálsamo á los males
De nuestra frágil vida transitoria,
Tejido espeso de miserias largas,
De días de pesar y horas amargas.
Allí es donde, á la luz de las creencias
De nuestra infancia, quemo á las memorias
De nuestra hermosa patria las esencias
De la fragante poesía. Historias
Cuyo relato embarga las potencias
Son las de estas visiones ilusorias,
Compañeras alegres de mis cuitas,
De edad mejor imágenes benditas.
Espíritus que en torno de mi lecho
Velan y por mi bien se multiplican,
La pesadilla ahuyentan de mi pecho,
Mis penosos ensueños dulcifican,
Del corazón en la impureza hecho
Los malignos intentos purifican,
Y transforman el campo de mi mente
En un florido Edén resplandeciente.
Ellos en mis vigilias solitarias
Me distraen con dulcísimas memorias,
Me hechizan con sus himnos y plegarias
Y á que escriba me incitan sus historias:
Por sus regiones vago imaginarias,
Abrazo sus visiones ilusorias,
Y en otra creación, con otros seres
Paso mi vida, parto mis placeres.
Por eso elijo las nocturnas horas
Para hacer el relato de mis cuentos,
Labrando en las tinieblas incoloras
Las torres de mis locos pensamientos.
Por eso de sus sombras protectoras,
Asaltando á favor tus aposentos,
Vengo á hacerte, Muriel, la pobre ofrenda
De esta loca y fantástica leyenda.
Tú que, amigo sincero, mis pesares
Cariñoso y leal has consolado:
Tú que del infortunio en los azares
Apoyo generoso me has prestado:
Tú que con honda fe de mis cantares
El poder misterioso has invocado
Del duelo y el afán como anatema,
Escucharás benigno mi poema.
Tú, que sabes del mundo retirarte,
Sin que pueda el turbión de sus insanos
Delirios en su vértigo arrastrarte:
Que de una noble sociedad de hermanos
Has sabido en tu cámara cercarte
Para escuchar mis cuentos africanos,
Quiero que des tu nombre á la portada
De mi oriental leyenda de GRANADA.
¡Y ojalá dure la memoria mía
Cuanto duren los siglos venideros,
Y corra este papel, famoso un día,
De la tierra los ámbitos enteros:
Para que desde Norte á Mediodía
Vayan nuestros dos nombres compañeros,
Y el tuyo brille en la futura historia
Al resplandor de mi futura gloria!
Óyeme pues, Muriel, antes que vuelen
Las horas de los sueños y visiones:
Antes de que los genios se desvelen
Contrarios de mis vagas creaciones,
Y las parleras auras les revelen
El oculto poder de mis canciones:
Antes, en fin, que el Sol con rayos puros
Disipe mis poéticos conjuros.
Óyeme lejos del tumulto loco
De la revuelta sociedad, y fía
Que no nos faltará, si yo la evoco,
Para escuchar mis versos compañía.
Yo, que á mi voz animo cuanto toco,
Voy á poblar la atmósfera vacía
De multitud de espíritus atentos
Que contigo á la par oigan mis cuentos.
Al soplo de mi aliento poderoso,
Va á circundarnos y á prestarme oído
Ese mundo de sombras vagaroso
Por tus preciosos lienzos repartido.
Ese mundo fantástico en reposo
Mantenido hasta hoy, va desprendido
Del muro á hacer de mi velada parte:
Porque, ¿qué hay imposible para el arte?
Yo amo, Muriel, los lienzos y esculturas
Que tu curiosa cámara guarnecen;
Sus soñadas ó históricas figuras
Amigos de mi infancia me parecen:
De otra vida anterior memorias puras,
Recuerdos que mi sér rejuvenecen,
Genios tal vez de mi existencia guías,
Que la conducen á mejores días.
La causa ignoro, mi razón no alcanza
Por qué ha unido, Muriel, mi loca idea
Á un porvenir de luz y de bonanza
Cuanto el lugar de tu mansión rodea:
Mas cuanto en mis delirios de esperanza
Mi corazón, supersticioso, crea,
Lo veo de tus cuartos y pinturas
Ornado con los muebles y figuras.
Ellos han escuchado los primeros
De mi laüd morisco la armonía,
Y, á crëer en fanáticos agüeros,
Padrinos son de la fortuna mía.
En brazos de esas damas y guerreros
Salen mis versos á la luz del día,
Y yo de su presencia no renuncio,
Crédulo, en mi favor, al fausto anuncio.
Yo, en el campo del arte peregrino,
Doquier del arte adorador profundo,
Que presentado á ser voy imagino
En brazos de las artes en el mundo:
Y pues me trajo entre ellas mi destino
Á desplegar las hojas en que fundo
Mi esperanza á la gloria que ambiciono,
Á ilusión tan dichosa me abandono.
Murillo, Rafaël, Salvator Rosa,
Piombo, Teniers, Tiziano, Stein, Morales,
Cuyas firmas de mano vigorosa
Leo sobre esos lienzos inmortales,
Aunque, viles, no logren otra cosa,
Para mis pobres cantos orientales,
Yo de vuestra presencia los auspicios
Acepto con afán como propicios.
Y tú, dulce y amante Garcilaso,
Cortesano cantor de los pastores,
Que cuenco pastoril el áureo vaso
Hiciste do libaste tus amores:
Tú que entre miel y ámbar á tu paso
Sembraste versos que brotaron flores,
Ve si á los míos tu dulzura inspiras
Desde ese marco en que tenaz me miras.
Y vosotros, bizarros personajes,
Seres faltos de sér, á quien del caos
Para adornar sus fondos y paisajes
Sacó el genio vivífico: animaos.
Á mis cristianos himnos y salvajes
Sonatas africanas despertaos:
La poesía en las pasadas eras
Movió los montes y domó las fieras.
Vivificaos, pues, y en torno mío
Agrupaos ¡oh imágenes hermosas
Del amor, el pesar, la fe y el brío!
Venid ceñidas de fragantes rosas,
Ó devorado el corazón de hastío,
Visiones del desierto pavorosas,
Diana impura, llorosa Magdalena,
Vigorosa Judit, robada Elena.
Alba severo, incógnitos señores
De plegados vuelillos y valonas,
Apáticos flamencos fumadores,
Zagales cuyas cabras juguetonas
Pasto buscan de céspedes mejores:
Del marco desprended vuestras personas,
Formad una callada fantasía
Que auditorio idëal preste á la mía.
Revivid á mi acento, yo os conjuro,
Creaciones que estáis en el dominio
De la imaginación: congreso impuro
De dioses ya sin cielo, del triclinio
Baja á mi voz, y aunque te sea duro
Renunciar del Parnaso al patrocinio,
Ven á adorar en mis severos cantos
La gloria de otros númenes más santos.
Venid lúbrica Venus, rubia Ceres,
Diosas en otros tiempos inmortales,
Otros genios á ver y otras mujeres
Hollando vuestro altar y pedestales.
Nuevas Divinidades, nuevos seres
De prez y de virtud más celestiales,
Dan hoy á una mejor mitología
Con más íntima fe más poesía.
¡Gracias, bellas quimeras! ya os percibo;
Dejad de mis conjuros al acento
La vil materia en que creó cautivo
Vuestro ficticio sér un pensamiento.
Apréstate, Muriel: al soplo vivo
De mi fecundo é inspirado aliento,
Voy á abrir á tu atónita mirada
El recinto de la Árabe GRANADA.

II
Mas la planta ¡oh Muriel! ten un momento
Antes que huelles su frondosa vega,
Porque traidor me asalta un pensamiento.
Mal retenida entre tus labios juega
La sonrisa del que oye y, caballero,
Aunque tenaz no cree, cortés no niega.
Que extrañas ¡ay de mí! por ella infiero,
Que con sincera convicción cristiana,
Hoy en són tan veraz como severo
Mi voz resuene, cuando ayer mundana
Y de la tierra escándalo profano
El vicio y el placer cantó liviana.
¿Quieres saber, Muriel, por qué el mundano
Laüd dejando, en harpa vibradora
Las glorias de la Cruz canto cristiano?
¿Quiéres saber por qué, bebiendo ahora
Mi inspiración en el venero vivo
De nuestra Fe, mi voz consoladora
Levanto en el tumulto revulsivo
De nuestro siglo turbulento, al duelo
Del corazón buscando lenitivo?
Pues voy audaz á descorrer el velo
Que tal misterio encubre, en una historia
Que con orgullo y sin temor revelo.
Reservada y recóndita memoria
Del libro inmaterial del alma mía:
Historia sólo para mí: ilusoria,
Poética y gentil alegoría
Nada más para el mundo, á cuyo oído
Jamás imaginé que llegaría.
Aparta, pues, del límite florido
De Granada, que estás casi pisando,
Tu pie, menos feraz y entretenido
Sendero agreste tras de mí tomando,
Y avancemos, Muriel..... pero medita
Que en la región del alma vas entrando.

LAS DOS LUCES
Es la existencia golfo que se agita
Circundando islas mil, cuyo olëaje
De la _nada_ en las playas se limita.
Naves las almas son en que el pasaje
Hacemos de este golfo, cuyo centro
El punto es de partida en este viaje.
Centro es la cuna: una isla mar adentro
En la mitad del golfo colocada,
Do alma y cuerpo se salen al encuentro.
Al mar cada alma desde allí lanzada
Va de una en otra isla escala haciendo,
Hasta dar en las playas de la _nada_:
Allí en la inmensa eternidad cayendo,
Náufrago el cuerpo en la ribera espira
Al criador su nave devolviendo.
_Amor_, _deleite_, _lujo_, _ambición_, _ira_,
_Gloria_, _amistad_, _honor_, _fama_, _y orgullo_,
Islas son donde reina la mentira.
Desde ellas nos reclama con arrullo
Fascinador: de danzas y canciones
Nos envía al pasar manso murmullo:
Á ellas con falaces ilusiones
Nos atrae, y, viajeros perezosos,
Vamos haciendo escala en las pasiones.
_Fe, ciencia, religión_..... son luminosos
Faros que por las varias latitudes
Nos guían de estos mares procelosos.
«¡Voga!» nos dicen con su luz «no dudes.
¡Voga!» y, pilotos de arte y experiencia,
Vamos haciendo escala en las virtudes.
Por las pasiones va nuestra existencia
Sus riquezas gastando, y adquiriendo
Por las virtudes va nueva opulencia.
Las naves bien lastradas al tremendo
Vaivén resisten y oleaje fuerte:
Las vanas ceden al embate horrendo.
Era yo joven: mi conciencia inerte
Dormía, cuando al mundo audaz y solo
Salí fiado en la voluble suerte.
Lëal, franco, inexperto, extraño al dolo,
Creyendo en cuanto vi con fe sincera,
Mío el mundo juzgué de polo á polo.
Mi alma entonces, góndola ligera
En manos de señor joven y ansioso
De vida mundanal y placentera,
Se dejaba guiar por el undoso
Y turbulento mar de la existencia,
Ya á naufragar vecina, ya en reposo
Vogando de aura mansa á la influencia:
Al sol ardiente y á la tibia luna
Meciéndose en el mar con indolencia
Siguió siempre mi nave y mi fortuna
La dulce poesía, compañera
De mi gozo y mi afán desde la cuna:
Y con voz ora humilde, ora altanera,
Mis placeres canté, mis ilusiones
Hechicé, la ventura pasajera
De la vida fugaz en mis canciones
Celebré; y ora crédulo, ora impío,
Templé mi lira con inciertos sones.
Abordé en mi demente desvarío
Del golfo de la vida las riberas
Todas, sin otra ley que mi albedrío.
Sus islas visité más hechiceras:
_Gloria_, _amistad_, _amor_, _deleite_, oyeron
Mis insensatas cántigas primeras:
Y doquier por el golfo me aplaudieron,
Y de lauros cargáronme la frente,
Y embriagándome al fin, me embrutecieron.
Triunfé, amé, disipé, reñí insolente.
¿Qué saqué de esta vida vergonzosa?
Hastiado el corazón, seca la mente.
Mi alma, nave sin lastre, en peligrosa
Marcha me conducía abandonado
Al olëaje de la mar undosa.
Entonces recordé mi sosegada
Niñez: cuando mi madre me tenía
Sentado en sus rodillas y posada
Su mano en mi cabeza, dirigía
Mi atención al altar donde radiante
Se elevaba una imagen de MARÍA.
Y entonces recordé la voz vibrante
Del monje que en el púlpito exclamaba:
«La existencia más larga es un instante;
»Honor, gloria, poder, todo se acaba
»Con ella: sólo nuestras obras viven,
»Y ¡ay del que con sus obras no se cava
»Su tumba! Todos del Señor reciben
»Para el bien un talento, y Dios ordena
»Que el suyo todos para el bien cultiven.»
Recordé que esto oí en la edad serena
De la cándida fe, cuando la mente
Virgen recibe la impresión ajena
Que conserva indeleble eternamente.
Hasta entonces jamás mirado había
Detrás de mí: tornéme ansiosamente
El rastro á ver de la existencia mía:
¿Qué vi? la inmensidad del ocëano
Que tras de mí desierta se extendía.
La nave de mi alma un solo grano
De lastre no llevaba, ni una sola
Flor de las islas conservó mi mano.
El rumor de una ola y otra ola
No más en torno oía, y el profundo
Són de la mar que el corazón desola
Blando susurre ó muja furibundo.
¿Me comprendes, Muriel? te voy contando
La historia de mi alma: lo que al mundo
Nadie cuenta jamás: lo que llevando
Va cada cual consigo, cuidadoso
En el inquieto corazón guardando.
Lo que el hombre no dice vergonzoso,
Mas lo que á solas piensa en el momento
En que cierra su párpado al reposo.
Iba yo, pues, al olëaje lento
Del golfo de la vida en la barquilla
De mi alma vogando, el pensamiento
Tornado á mi niñez, de toda orilla
Lejos, el corazón triste y vacío
De lo pasado, viendo que la quilla
Del alma no dejaba entre el bravío
Olëaje señal, y nuevo rumbo
Dar meditando al barquichuelo mío:
Y he aquí que de las ondas al balumbo
Avanzando al azar ciego y perdido
De olas en olas y de tumbo en tumbo,
Vi una isla á lo lejos; decidido
Torné á ella mi proa y tomé suelo
En país para mí desconocido;
La _Isla de la Razón_ era, que el Cielo
Puso en mitad del viaje de la vida.
La rica nave, el débil barquichuelo
Que allí aporta sin rumbo, la perdida
Brújula cobra y desde allí dirige
Su viaje á fácil playa. Guarecida
La _Razón_ de esta isla, en ella rige
Como reina, teniendo en su ribera
Dos luces siempre ardiendo, y una elige
De las dos el que arriba, su postrera
Travesía al hacer: cada uno enciende
Su antorcha en una y, breve ó duradera,
Con esta luz su travesía emprende,
Cuerdo ó desatinado, el navegante
Que á sí no más en la elección atiende.
De saltar en su isla en el instante
«De la fe es esta luz, del siglo es esta»
Me dijo la _Razón_: y, vacilante
En la difícil elección funesta
Entre la fe y el siglo, al alma mía
Entre las luces de ambos dejó puesta.
La antorcha de la fe no despedía
Más que un rayo de luz tranquilo y puro,
Que por la limpia atmósfera subía
Recto á perderse en el azul obscuro
De la pura región, que el ojo humano
No contempló jamás fijo y seguro.
Á la _luz de la fe_ nada cercano
Sobre el haz de la tierra se alcanzaba:
Pero en la altura del zenit lejano
Veíase una estrella y se dudaba
Si la luz de la fe de ella venía,
Ó la luz de la fe se la prestaba.
Yo entre la tierra y la región del día
Este rayo común juzgué, y no en vano,
Que comunicación establecía.
Circundaba este rayo soberano
Rico enjambre de abejas luminosas
Con alas de oro, cuanto más cercano
Al resplandor su vuelo más hermosas:
Y en el centro del rayo refulgente
Labraban sus panales oficiosas.
Quemábalas al fin el foco ardiente
Y en lugar de cenizas, convirtiéndolas
En bellísimas aves, de repente
La luz del rayo místico impeliéndolas,
Tomaban vuelo hacia el zenit palomas,
Águilas, cisnes, garzas y oropéndolas;
Y abrasada su miel, suaves aromas
Exhalaba que en la aura derramándose
Embalsamaban mar, valles y lomas.
La _luz del siglo_, móvil elevándose,
Culebreaba con llamas refulgentes
De su foco en redor desparramándose,
Formando con sus llamas transparentes
Un bello árbol de luz que reflejaba
Los colores del iris esplendentes.
Bajo este árbol radiante vegetaba
Innumerable colección de flores,
En la que muchedumbre se criaba
De mariposas, ricas en colores,
Agradables en forma y movimiento,
Y en gala incomparables y en primores.
Susurro vago y apacible y lento
Con sus alas hacían y en contorno
De aquel árbol de luz giros sin cuento:
Mas al fin deslumbradas y al bochorno
Del fuego enloquecidas, acercándose
Al foco abrasador, del rico adorno
De sus puros colores despojándose,
Poco á poco en la luz se iban lanzando
Y unas tras otras en la luz quemándose;
Y un poco de humo fétido exhalando,
Polvo las mariposas se volvían,
Su sitio ante la luz á otras dejando.
_Más bellas las abejas renacían_
_En la luz de la Fe, y las mariposas_
_Polvo en la luz del siglo se volvían._
¿Quién de aquestas dos luces misteriosas
La alegoría mística no advierte?
La miel de las abejas oficiosas,
Que en aroma á su luz la fe convierte,
Son _las obras_ del hombre, que embalsaman
Su memoria triunfante de la muerte.
El polvo que de sí cuando se inflaman
Las mariposas sueltan, son _las horas_
Que en el siglo sin fruto se derraman.
Estériles así ó germinadoras
Son, sin fe, mariposas nuestras vidas
Y abejas con la fe trabajadoras;
Las almas naves á la mar partidas,
Ricas, seguras, con la fe vogando,
Con el siglo, sin lastre, sumergidas.
Todas de la _Razón_ van arribando
Á la isla: en sus luces toman fuego
Y siguen á las costas navegando.
Yo, que ha ya siete lustros que navego
Por la existencia, á la _Razón_ arribo
Y en su luz tomo de mi antorcha el fuego:
Y el escaso talento que recibo
Del Señor para el bien, constante abeja
Labrando mi panal, con fe cultivo.
Pienso que de mi fe duda no deja
En ningún corazón mi alegoría,
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