El cuarto poder - 12

Общее количество слов 4755
Общее количество уникальных слов составляет 1739
31.2 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
45.1 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
53.2 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
Finalmente, el artículo era tan elegante en las palabras, tan lleno de
graves sentencias, el estilo tan concertado, que el público no tuvo a
quién atribuírselo dignamente, sino a su glorioso director.
Y así era la verdad.
Insertaba después el periódico un largo artículo de Sinforoso, sobre la
mujer. Eran dos columnas cerradas de prosa poética, engalanada con todas
las flores de la retórica, en que se cantaba la dulce influencia de esta
mitad del género humano. Aseguraba en términos calurosos, que la
civilización no existe sino en el matrimonio. El amor conyugal es su
única base. Todo es santo, todo es hermoso, todo es feliz en el lazo
íntimo que une a dos jóvenes esposos. Esta invitación al matrimonio,
aunque dirigida al bello sexo en general, iba en particular, según la
opinión pública, a cierta bella estanquera de la calle de Caborana, cuyo
amor pretendía Sinforoso hacía algunos años sin resultado. El público
creía también que la joven concluiría por aceptarla, tanto por los
términos poéticos en que iba expuesta, como por los quinientos reales
mensuales que había comenzado a devengar el invitador.
Venía después otro del maestro de la villa, don Jerónimo de la Fuente,
que era una seria y violenta impugnación de las tres famosas leyes de
Kepler sobre la mecánica celeste.
Gracias al anteojo que tenía en el balcón de su casa, don Jerónimo había
hecho una serie de prodigiosos descubrimientos, que daban al traste con
todos los conocimientos existentes en astronomía. No es maravilla que
el dignísimo profesor de primeras letras, poseído de legítimo orgullo,
exclamase al final de su artículo: «¡Bajen, pues, del pedestal en que la
ignorancia de los hombres los ha colocado esos colosos, portaestandartes
de una falsa ciencia: Kepler, Newton, Laplace, Galileo. Todos sus
cálculos se han deshecho como el humo, y sus magníficos sistemas son
hojas secas que, desprendidas del árbol de la ciencia, no tardarán en
pudrirse!»
Insertábanse también unos versos de Periquito, el hijo de don Pedro
Miranda, en que le decía a cierta misteriosa G., que «él era un gusano;
ella una estrella»; «él una rama; el árbol ella»; «ella una rosa; la
oruga él»; «ella una luz; él una sombra»; «ella la nieve; el fango él,
etc., etc.»
Había motivos para sospechar que aquella G... era cierta Gumersinda,
esposa de un comerciante de harinas, mujer notable por la abundancia de
carnes, que la hacían caminar con dificultad. Periquito amaba a las
casadas y a las gordas. Cuando estas dos preciosas cualidades se reunían
dichosamente en un ser, su pasión no tenía límites. Y tal era el caso
presente. No hay que pensar, sin embargo, que nuestro joven era un
animal dañino. Los maridos podían dormir tranquilos en Sarrió. Periquito
pasaba la vida enamorado, cuándo de una, cuándo de otra señora, pero sin
acercarse jamás ni osar siquiera enviarle un billete amoroso. Tales
procedimientos no entraban en su método, el cual consistía
principalmente en fascinarlas por la mirada. Para esto, dondequiera que
topaba con ellas, fuese en la iglesia o en el teatro, procuraba, lo
primero, colocarse a conveniente distancia. Una voz tomada la posición,
dirigía en línea recta los efluvios magnéticos de sus ojos hacia el
sujeto pasivo del experimento, que de vez en cuando levantaba hacia él
los suyos con expresión de asombro. Muchas veces las honradas esposas,
no considerándose dignas de tan singular adoración, se miraban a todas
partes, y preguntaban a los que estaban a su lado si por casualidad
tenían algún tizne en la cara, o llevaban enredado en el pelo cualquier
hilacho. Periquito era incansable, y tomaba estos asuntos con la
seriedad que merecían. A veces acaecía pasarse una hora y más sin
apartar un punto la vista del sitio. Y a veces acaecía también que,
transcurrida esta hora, cuando ya pensaba el enamorado mancebo que su
alma se había filtrado por los poros de la obesa dama, y se apoderaba de
todas sus facultades y sentidos, decía ésta por lo bajo a sus
compañeras:
—¡Jesús, este mico de don Pedro, qué mirón es!
¡Cuán ajeno estaba el poeta de que la estrella de sus sueños le hacía
descender de un modo tan odioso en la escala zoológica!
_El Faro de Sarrió_ fué para nuestro amartelado joven un medio admirable
de dar forma a las vagas fantasías, inquietudes, ardores y tristezas que
a la continua lo agitaban, y declararse sucesivamente con acrósticos
misteriosos e iniciales a todas las beldades más o menos macizas que
ostentaban sus amables curvas por las calles de la floreciente villa.
Venían por fin las gacetillas con su correspondiente título cada una,
donde brillaba el ingenio, tanto de Sinforoso, como de todos los que
colaboraban en _El Faro_. Una se titulaba: _A pasear, sarrienses_. El
gacetillero afirmaba en ella, con estilo sencillo y elegante, que el
tiempo estaba delicioso, y que nada mejor podían hacer los habitantes de
Sarrió en las horas de la tarde, que dar un paseo por las amenas y
frondosas cercanías de la población. Otra: _¡Señor Alcalde, por Dios!_
Se excitaba a don Roque para que obligase a poner canalones en algunas
casas.
Posteriormente, esta sección dejó el título de _Gacetilla_ que llevaba
por el de _Novelas a la mano_, que le puso don Rosendo a imitación de
las célebres _Nouvelles a la main_ del _Fígaro_.
Cerraba el periódico una charada en verso, que, si no recordarnos mal,
era la palabra _avellana_.
El folletín estaba a cargo de don Rufo, que hacía año y medio que
estudiaba el francés sin maestro, por el método Ollendorf. Se resolvió
a traducir, para el periódico, _Los misterios de París_, obra en seis
tomos. Excusado es decir que _El Faro de Sarrió_, a pesar de vivir
algunos años, nunca pudo llegar al tomo tercero. Don Rufo era un
traductor notable. Si algún defecto podía ponérsele, era el de ajustarse
demasiadamente al original. Un día se aventuró a decir que «la condesa
_había echado mano al botón de su secretario_». Esta declaración levantó
tan gran polvareda entre la gente ignorante, que don Rufo, justamente
irritado, dejó la traducción del folletín. Se le encomendó a un piloto
que había hecho muchos años la carrera de Bayona.
El éxito del número primero, como era de esperar, fué prodigioso. El
artículo de Sinforoso, la sabia disertación de don Jerónimo de la
Fuente, las gacetillas y hasta los versos de Periquito, todo fué leído y
justamente celebrado. Pero lo que preferentemente llamó la atención de
las personas serias y causó en ellas honda impresión, fué el artículo de
don Rosendo _Nuestros propósitos_. Aquel lenguaje periodístico tan
animado y fogoso, aquellos tan nobles pensamientos, el entusiasmo por
los intereses de Sarrió, la franqueza y la modestia que en él
resplandecían, llenó de júbilo los corazones y les hizo presentir una
era de prosperidad y bienandanza. Por la noche, la orquesta, dirigida
por el señor Anselmo con su gran llave lustrosa, dió serenata a la
redacción. Iluminóse la fachada de la imprenta con farolillos
venecianos. Las bellas y regocijadas artesanas de Sarrió, cogieron, como
siempre, la ocasión por los pelos para bailar habaneras y mazurcas sobre
los duros guijarros de la calle. Los dignos individuos que con la lengua
de metal rendían tributo de admiración y entusiasmo a los redactores del
_Faro_, fueron obsequiados por éstos con vino de Rueda y cigarros. La
alegría rebosaba de todos los pechos y se desbordaba en abrazos tan
fuertes como espontáneos. Don Rosendo abrazaba a Navarro, Alvaro Peña a
don Rudesindo, don Rufo a Sinforoso, y don Pedro Miranda al impresor
Folgueras. Los músicos se abrazaban entre sí, y todos y cada uno a su
peritísimo director el señor Anselmo. Fuera de la imprenta, y para
conmemorar también aquel día glorioso, Pablito abrazaba a la blonda
Nieves, aprovechando la obscuridad de un portal; y varios otros
mancebos, siguiendo su ejemplo, distribuían igualmente abrazos
conmemorativos entre las alegres mozas aborígenes.
Lo único que turbó por un instante aquel general contento, fué la
singular tristeza que se apoderó de Folgueras en cuanto tuvo algunos
litros de vino en el cuerpo. El recuerdo de Lancia, su pueblo natal, se
le ofreció súbito al espíritu, dejándole en un estado de tribulación
difícil de explicar. En el momento en que la algazara y contento
alcanzaban su grado máximo, llamó aparte a don Rosendo y con lágrimas en
los ojos, le manifestó que la vida fuera de su patria adorada era para
él un fardo insoportable. La muerte, antes que perder de vista la
humilde casa que albergó su cuna, y las calles que tantas veces
recorrieron sus pies infantiles. Aquella misma semana, si Dios quería,
contaba dejar a Sarrió y trasladarse de nuevo con sus bártulos a Lancia.
Al recibir de sopetón esta noticia don Rosendo se puso pálido.
—Pero, hombre de Dios, ¿y el número próximo del _Faro_?
—Don Rosendo, bien puede dispensarme... Usted es un caballero... Un
caballero sabe apreciar los sentimientos de otro caballero... La patria
antes que todo... Guzmán el Bueno arrojó el puñal por encima de la
muralla para matar a su hijo... Demasiado lo sabe usted. ¿Eh?... ¿Qué
hay de eso?... Riego murió en un cadalso. ¿Eh?... ¿Qué hay de eso? Si yo
fuera de la Inclusa o no tuviese cariño a la camisa que traigo puesta,
no necesitaba decirme nada. Toda la vida me tendría usted como un perro
dándole a la rueda... Pero los sentimientos ahogan al hombre... El
hombre vive, el hombre trabaja, el hombre tiene algunas veces un rato de
expansión... Y porque beba un vaso, o dos... ¡o tres! ¿ha de olvidar la
patria?.... ¿Eh? ¿Qué hay de eso?
Don Rosendo llamó a don Rudesindo en su auxilio. Entre los dos trataron
de disuadirle con poderosas razones. La más poderosa de todas fué una
nueva botella de vino de Rueda. Después de haberla introducido en el
cuerpo, los sentimientos patrióticos de Folgueras se debilitaron
visiblemente. Acto continuo pidió otra botella, la bebió, vomitó, y se
durmió.
Pensamientos de gloria, vagos deseos de inmortalidad agitaron la mente
del ilustre fundador de _El Faro de Sarrió_ al tiempo de meterse en la
cama. Después de apagar la luz, aún continuaron turbándole, hasta que a
fuerza de dar vueltas lograron cuajarse o adquirir forma. Don Rosendo
pensó con emoción en la posibilidad de que a su muerte la villa
agradecida perpetuase su memoria colocando una lápida con su nombre en
las Casas Consistoriales. _Homenaje de gratitud de la villa de Sarrió a
su esclarecido hijo don Rosendo Belinchón, infatigable campeón de sus
adelantos morales y materiales._ No era fácil conciliar el sueño rodeado
de estas brillantes imágenes. Sin embargo, al cabo se durmió con la
sonrisa en los labios. Un ángel progresista que el Eterno tiene
aparejado para estos casos, batió las alas toda la noche sobre su
frente, inspirándole ensueños felices.
A la mañana siguiente se encontró en la mejor disposición de espíritu en
que hombre alguno puede hallarse después de coronados sus esfuerzos por
un éxito lisonjero. Vistióse canturreando trozos de zarzuela. Tomó
chocolate con la familia, dió un vistazo a los periódicos nacionales y
extranjeros, y sin tallar el paquete de palillos acostumbrado, lanzóse a
la calle a cerciorarse del efecto real que el primer número del Faro
había producido. En la tienda de Graells le recibieron con regocijo, le
felicitaron por su artículo (que él modestamente no quería atribuirse) y
hablaron largo y tendido del periódico. Lo que más excitaba el
entusiasmo de los buenos tertulianos, era la consoladora consideración
de que Nieva aún no había llegado ni llegaría en mucho tiempo a tal
grado de perfeccionamiento. Y don Rosendo, un poco recalentado por los
elogios, prometió emprender campañas activas en favor de todo lo que se
le demandaba. Uno pedía que se hablara del barranco de la calle de
Atrás, otro pedía que se colocase un farol cerca de su casa, otro que se
le tirasen algunas píldoras al rematante de las bebidas, otro que los
serenos no cantasen la hora porque esto le turbaba el sueño, etc. Don
Rosendo asentía, fruncía las cejas, extendía la mano abierta en signo de
protección. El, periódico lo arreglaría todo. ¡Ay del que se rebelara
contra las reclamaciones de la prensa!
En el estanquillo de doña Rafaela, de la calle de San Florencio, donde
se reunían algunas honradas matronas de la vecindad con las cuales
gustaba conversar algún rato, entregado a los palillos, también le
hablaron del _Faro_. Allí se fijaban preferentemente en el folletín. Don
Rosendo anunció que el del número próximo era mucho más interesante, y
se fué. En un corro de marinos que había en el muelle le felicitaron con
rudo entusiasmo y le insinuaron la idea de que la dársena estaba muy
sucia y era menester dragarla. Se dragaría: ¡vaya si se dragaría! Don
Rosendo se alejó gravemente poseído de su omnipotencia. Y al ver rodar a
lo lejos las olas grandes y encrespadas, se preguntó si no sería
oportuno dirigirles una excitación por medio de la prensa para que
moderasen su impertinente agitación.
Como se llegase ya la hora de comer, dió la vuelta hacia casa meditando
en la grave responsabilidad en que incurriría ante Dios y los hombres
si, teniendo en sus manos aquel poder soberano, no lo emplease en la
prosperidad y engrandecimiento de su pueblo natal. Al llegar a la Rúa
Nueva, se encontró en la acera con Gabino Maza. El bilioso ex oficial le
saludó muy finamente, le preguntó por toda su familia, y se fué
enterando con amabilidad de la salud de cada uno de sus miembros.
Después le habló del tiempo, de la posibilidad de que aquel nordeste
vivo se trocase pronto en vendaval cerrado, y no pudiesen salir los
barcos de la carrera de América; se quejó en seguida del polvo que
había en los caminos, lo cual le impedía pasear; se enteró del precio
del bacalao y de las noticias que había de la pesca en Terranova. Don
Rosendo esperaba, como era natural, que le hablase del periódico. Nada:
Maza no hizo la menor alusión a él. Esto comenzó a desconcertarle y a
hacer violenta su situación. La conversación giraba de un punto a otro
sin tocar en nada que se relacionase con la prensa. Al fin don Rosendo,
algo acortado y enseñando toda la pasta de sus dientes, le dijo:
—¿No ha recibido usted _El Faro_? Se lo he enviado de los primeros.
—Phs... creo que ayer lo han traído a casa; pero aún no lo he
abierto—respondió Maza con afectada indiferencia.—Vaya, don Rosendo,
¿gusta usted de comer conmigo?...—Pues hasta la vista.
Don Rosendo quedó un instante clavado al suelo como si le echasen un
jarro de agua fría. La sangre se agolpó con furia a su rostro, y
emprendió de nuevo la marcha, vacilante, hacia casa. Como estaba tan
desprevenido, aquel desprecio fué una puñalada que le llegó a lo más
vivo. Después que cesó el aturdimiento, le acometió una ira inconcebible
contra aquel... (no se contentaba con llamarle menos de malvado y
miserable). Llegó a casa en un estado de agitación deplorable. Aunque se
sentó a la mesa, haciendo esfuerzos por calmarse, el estómago,
repentinamente turbado, no quería admitir los alimentos. Estuvo
taciturno y silencioso durante la comida. De vez en cuando sus labios se
contraían con sonrisa sarcástica y murmuraba un ¡villano!
—¿Qué tienes, Rosendo?—se atrevió al fin a preguntarle su esposa, que
ya estaba inquieta.
—Nada, Paulina; que la envidia produce grandes estragos en el mundo—se
limitó a contestar con amargura.
Una vez vertida esta profunda sentencia, quedó en un estado de relativo
reposo. Se tendió en una butaca a pensar, y transcurrida media hora
salió de casa otra vez en dirección al Saloncillo. Al entrar en el café
oyó la voz de Gabino Maza que gritaba como siempre allá arriba. Se le
figuró percibir desde la escalera que hablaba del periódico y que lo
calificaba de «solemne payasada». El corazón le dió un vuelco y entró en
la sala agitado y triste. Al verle Maza, que gesticulaba en medio de un
grupo, se calló, púsose el sombrero con ademán hosco y fué a sentarse en
el diván. Los que le escuchaban, don Jaime Marín, Delaunay, don Lorenzo
y don Feliciano Gómez, le saludaron con cierto embarazo y como
avergonzados, lo cual confirmó su sospecha. Disimuló cuanto pudo, y
esforzándose en poner cara alegre, comenzó a hablar de las noticias que
corrían. La conversación tomó el rumbo de todos los días; la confianza
volvió a reinar. Mas el ingeniero Delaunay, personaje tan listo como
malévolo, sacó la conversación del periódico, preguntando a su fundador
con risilla irónica en el español chapurrado que usaba:
—¿Qué trabajitos prepara usted para el próximo número, don Rosendo?
—Ya los verá usted cuando salgan—respondió secamente éste, que adivinó
la burla escondida detrás de la pregunta.
—Aquí, en don Feliciano—prosiguió el ingeniero con la misma
sonrisa—tiene usted un defensor acérrimo.
—Si me defiende es que alguien me ha atacado—respondió don Rosendo con
más sequedad aún.
Nadie pronunció una palabra. El silencio se prolongó bastante tiempo,
hasta que lo rompió el mismo Belinchón haciendo una pregunta indiferente
a don Jaime, con lo cual la conversación volvió a animarse. Pero no se
había conjurado el choque sino momentáneamente. La pelota estaba en el
tejado y no tardó en caer. Maza tenía vehementes deseos de decir a don
Rosendo que lo del periódico era «una mamarrachada». Este no las tenía
menos vivas de decirle a Maza que era un envidioso. Y en efecto, a la
primera ocasión que se presentó, ambos la cogieron por los pelos para
comunicarse estas gratas noticias. La disputa duró más de dos horas.
Maza procuraba reprimirse porque don Rosendo era un caballero de más
edad y le debía quince mil reales. El fundador del _Faro_, por razones
de prudencia, tampoco se atrevía a soltar enteramente la lengua. Sin
embargo, al cabo, en mejores o peores términos, todo se dijo para
edificación de los notables, que se dividieron en favor y en pro de los
contendientes. Hay que confesar que de parte de Maza se pusieron los
menos. Los indianos, indiferentes como siempre a estas peleas, se
asomaban de vez en cuando a la puerta del billar con el taco en la mano,
para escuchar las razones de los contendientes, e ilustrarse. Para ellos
aquellas discusiones eran muy provechosas. Les enseñaban una porción de
términos y frases que no conocían, y se ponían al tanto, aunque fuese de
un modo superficial, de ciertos problemas de la vida, enteramente
cerrados para ellos... ¡Lástima que la afición al billar les impidiese
escucharlas siempre!
El estado de agitación y de cólera en que salió don Rosendo del
Saloncillo, no puede ponderarse. Su gran carácter elevado y magnánimo,
fué herido de un modo cruel por la ingratitud y la bajeza de aquellos
falsos amigos. ¡Horrible tormento debe de ser vivir y morir en la
obscuridad cuando se ha nacido para brillar en la cúspide de la sociedad
humana, y consumir las fuerzas recibidas del cielo en el vacío y la
inacción! ¡Más fiero dolor todavía es ver despreciados los más nobles
trabajos del espíritu, los esfuerzos generosos por el triunfo del bien y
la verdad! Tal fué el caso de Sócrates, Colón, Galileo, Giordano Bruno,
y tal también el de nuestro héroe. La primera mordedura de la envidia le
causó el dolor agudo que debieron sentir estos grandes bienhechores del
género humano. Su espíritu vaciló. Fué un instante nada más, un desmayo
pasajero que sirvió para acreditar mejor el temple admirable de su alma.
Sin embargo, aquella noche no pudo cenar. Tardó mucho tiempo en
conciliar el sueño. ¡A cuántas tristes consideraciones se presta este
caso! Mientras la turbamulta de los sarrienses desprovistos de ingenio,
de ilustración y de ánimo, dormía a pierna suelta, aquel hombre
benemérito se revolcaba en su cama como en lecho de espinas, sin lograr
las caricias del sueño reparador.
A la mañana siguiente se levantó un poco pálido y ojeroso, pero firme y
resuelto a proseguir su obra de regeneración, a despecho de todos los
obstáculos morales y materiales que surgiesen en su camino. Aquella
noche de insomnio, en vez de enflaquecer su ánimo y despegarle de su
empresa, le confirmó en ella, le dió alientos para llevarla a feliz
remate. El fuego consume y hace pavesas la paja; al oro lo acendra.
Ocupóse, pues, con brío en trazar el plan del segundo número que habría
de aparecer el jueves próximo. Y como siempre acontece, el éxito feliz
trajo consigo la voluntad de ayudarle. Muchos fueron los trabajos que se
le ofrecieron para el segundo número; mas la mayor parte no eran de
paso. La falta de espacio obligóle también a rechazar algunos que lo
eran. Con esto hubo algunas murmuraciones y desabrimientos. Segundo
escollo con que tropezó su patriótica empresa.
Pero al publicarse el quinto número surgió otro de mayor cuenta que
produjo en el pueblo honda sensación y arrastró consigo fuertes
torbellinos. Sucedió que Alvaro Peña, firmemente convencido, como ya
sabemos, de que todos los dolores e imperfecciones que padecemos los
humanos dependen exclusivamente de la preponderancia del clero,
propúsose aprovechar el arma del periódico para emprender contra él una
activa campaña. Y para comenzar lanzó, a guisa de guerrilleros, unas
cuantas gacetillas. Preguntaba por los fondos de cierta cofradía del
Rosario, que no parecían, hablaba en términos irrespetuosos de las Hijas
de María, y decía chuscadas a propósito de la novena, de las confesiones
y de los escapularios con que se adornaban las jóvenes beatas de la
villa. Pero a quien iban particularmente dirigidos los tiros era a don
Benigno, el teniente párroco, director de las conciencias femeninas de
Sarrió, y caudillo de todos aquellos combates librados contra el pecado.
El párroco era un hombre apático, viejo ya, que pasaba la vida en una
casita de campo que poseía cerca de la población, dejando de buen grado
a su teniente el cuidado del rebaño místico. Y don Benigno cumplía su
cometido como pastor vigilante y celosísimo, rondando el rebaño noche y
día, para que el lobo no le arrebatase las ovejas, y criando algunas con
esmero y a la mano para ofrecerlas al esposo bíblico. Nada puede
igualarse al ardor con que don Benigno procuraba esposas al Altísimo. En
cuanto una joven se arrodillaba a sus pies para confesarse, se creía en
el caso de insinuarle que el mundo estaba corrompido, que no había por
dónde cogerle, el condenarse facilísimo, el amor terrenal una
inmundicia, los mismos afectos de hija y de hermana despreciables, el
tiempo para merecer la salvación muy limitado. En su consecuencia lo
mejor, abandonar este mundo terrenal (don Benigno era muy aficionado a
este adjetivo), y correr a entregarse a Jesús, penetrar en la gruta
deleitosa de que habla San Juan de la Cruz, y dejar allí olvidado su
cuidado. Conocía él un rinconcito feliz, un verdadero pedacito del
cielo, donde se gozaban anticipadamente las delicias que Dios tiene
reservadas a sus siervas. El rinconcito era un convento de Carmelitas
que acababa de fundarse en las afueras de la villa, y del cual era el
teniente grande y decidido protector. Por cierto que esto tenía un poco
desabrido a don Segis, el capellán de las Agustinas, aunque no osaba
manifestarlo, porque no le convenía ponerse mal con su compañero.
La insinuación producía efecto unas veces, otras no. Rara la dejaba caer
don Benigno en los oídos de una vieja. Quizá porque calculase que a
Jesús le gustaban más dos de quince que una de treinta, o porque las
hallase más reacias y desconfiadas que las niñas. De todos modos,
aquella cacería espiritual tenía episodios interesantes. En cierta
ocasión el teniente fué víctima de la agresión de un joven a quien había
arrancado su hermana para el convento. En otra, después de haber
buscado dote para una muchacha y haberla provisto de ropa, la futura de
Cristo se escapó de la noche a la mañana con un oficial de sastre. Don
Benigno acostumbraba a conducir él mismo las esposas a la morada del
Esposo. Cuando había dificultades que vencer por parte de la familia, se
portaba con la habilidad y la osadía de un consumado seductor.
Organizaba y llevaba a cabo el rapto de la virgen con una astucia que
para sí la quisieran muchos tenorios mundanos.
De esto sacó pretexto Alvaro Peña para hablar en una gacetilla de cierto
sacerdote aficionado a «cazar palomas». Ahora bien; como ya conocemos la
afición de don Benigno a la cría de pichones, la gacetilla iba
directamente a él y con una intención diabólica. Los lectores así lo
comprendieron. Se comentó y rió no poco el dañino suelto.
Al verse de aquel modo en ridículo, el excusador, que tenía un
temperamento susceptible y bilioso, como todos los artistas, se
enfureció terriblemente.
—¿Ha leído usted el _papelucho_ de don Rosendo?—preguntó por la noche
en casa de la Morana a don Segis. Es de advertir que desde la primera
gacetilla irreligiosa don Benigno no volvió a llamar de otro modo al
_Faro de Sarrió_.
—Sí, lo he leído esta mañana en casa de Graells.
—¿Y qué le parece a usted de aquella indignidad?
—¿Cuál?—preguntó con sosiego el capellán.
—Hombre, ¿no ha leído usted las infamias que dicen de mí?
Don Segis levantó el vaso a la altura de los ojos, examinó detenidamente
el dorado líquido, lo acercó a los labios y bebió con pausa. Después de
toser y desgarrar un poco, y limpiarse la boca con un pañuelo de
hierbas, dijo gravemente:
—Phs... la intención no es buena que digamos... Pero vale más tomar las
cosas con calma. Nada se adelanta con alterarse.
El teniente, que esperaba que don Segis participase de su indignación,
recibió un nuevo golpe, y calló, devorando su enojo. En esta ocasión fué
cuando se manifestó la sorda enemiga del capellán de las Agustinas por
la injustificada preferencia que don Benigno otorgaba al convento
naciente. El teniente se volvió entonces hacia el señor Anselmo y don
Juan el Salado. Estos tuvieron la atención de manifestarse disgustados
por la gacetilla, aunque sin hacer tampoco extremos. Ya sabemos que esto
no se acordaba con la naturaleza de aquella templada y patriarcal
reunión.
Pero al jueves siguiente, Alvaro Peña dejaba descansar a don Benigno y
«se metía» con el capellán de las monjas, publicando de él una semblanza
en verso, en que se hacía muy graciosa mención del matrimonio de las
copas de ginebra con los vasos de vino blanco. Le tocó entonces
enfurecerse a don Segis, y tomarlo con calma a don Benigno. Mas el
sosiego de éste era aparente, y sólo para vengarse del de don Segis. En
realidad, su herida manaba sangre todavía. Así, que no tardó en
realizarse la conciliación, poniéndose ambos con inusitado ardor a
quitar el pellejo a todos y a cada uno de los que escribían en el
«papelucho de don Rosendo», principiando por éste, su ilustre fundador,
y concluyendo por el dueño de la imprenta. No se les ocultaba que el
autor de las chufletas era Alvaro Peña. Pero como siempre habían tenido
a éste por un desalmado _masón_, capaz de beberse la sangre toda del
clero de Sarrió, por no repetirse, le dejaron pronto para cebarse
principalmente en Sinforoso. Las razones que tenían para ello, eran que
éste había sido seminarista; por consiguiente, un traidor. Luego
procedía de la misma cepa, porque su padre era carlista y su abuelo lo
había sido también. Además podía dispensarse hasta cierto punto que don
Rosendo Belinchón, don Rudesindo, Alvaro Peña y don Rufo, todos hombres
que significaban algo en la villa, se despachasen a su gusto... ¡pero
aquel petate!... ¡aquel hambrón!
Excitado por la murmuración, don Benigno bebió algunos vasos más de los
acostumbrados, y el capellán no quiso quedarse atrás. Cuando los
tertulios salieron de la tienda formando la clásica cadena, don Segis
advirtió con satisfacción que la pierna entumecida le pesaba menos, y se
lo hizo observar a don Benigno, que le dió por ello la enhorabuena.
Luego, cuando a los pocos pasos se desprendieron todos para desalojar el
ácido úrico de su cuerpo frente a las tapias de las Agustinas, el mismo
don Segis manifestó en voz alta que aquella noche no tenía deseos de
irse a la cama, y les acompañaría. Mas el teniente le dijo al oído que
deseaba hablar con él en secreto, y ambos se quedaron delante del
convento.
—Amigo don Segis, ¿qué le parece a usted de ir a limpiar los mocos al
hijo del Perinolo?
Вы прочитали 1 текст из Испанский литературы.
Следующий - El cuarto poder - 13
  • Части
  • El cuarto poder - 01
    Общее количество слов 4730
    Общее количество уникальных слов составляет 1737
    34.8 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    49.6 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    56.6 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 02
    Общее количество слов 4689
    Общее количество уникальных слов составляет 1629
    35.5 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    49.1 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    55.9 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 03
    Общее количество слов 4791
    Общее количество уникальных слов составляет 1648
    36.0 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    47.9 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    54.7 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 04
    Общее количество слов 4701
    Общее количество уникальных слов составляет 1785
    33.8 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    46.9 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    55.0 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 05
    Общее количество слов 4800
    Общее количество уникальных слов составляет 1774
    34.5 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    48.7 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    56.2 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 06
    Общее количество слов 4774
    Общее количество уникальных слов составляет 1698
    34.0 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    48.8 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    55.6 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 07
    Общее количество слов 4702
    Общее количество уникальных слов составляет 1601
    36.6 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    50.1 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    57.6 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 08
    Общее количество слов 4701
    Общее количество уникальных слов составляет 1628
    35.8 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    49.4 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    56.7 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 09
    Общее количество слов 4678
    Общее количество уникальных слов составляет 1660
    32.4 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    45.4 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    53.4 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 10
    Общее количество слов 4677
    Общее количество уникальных слов составляет 1634
    35.8 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    50.3 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    56.2 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 11
    Общее количество слов 4726
    Общее количество уникальных слов составляет 1746
    36.0 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    50.6 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    57.9 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 12
    Общее количество слов 4755
    Общее количество уникальных слов составляет 1739
    31.2 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    45.1 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    53.2 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 13
    Общее количество слов 4589
    Общее количество уникальных слов составляет 1743
    34.6 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    48.5 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    55.8 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 14
    Общее количество слов 4683
    Общее количество уникальных слов составляет 1682
    33.3 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    44.1 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    52.1 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 15
    Общее количество слов 4739
    Общее количество уникальных слов составляет 1598
    37.4 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    50.8 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    57.7 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 16
    Общее количество слов 4740
    Общее количество уникальных слов составляет 1649
    36.8 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    50.7 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    58.0 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 17
    Общее количество слов 4719
    Общее количество уникальных слов составляет 1652
    36.7 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    50.0 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    56.8 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 18
    Общее количество слов 4744
    Общее количество уникальных слов составляет 1754
    33.4 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    45.5 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    51.9 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 19
    Общее количество слов 4713
    Общее количество уникальных слов составляет 1717
    33.2 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    46.8 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    53.8 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 20
    Общее количество слов 4670
    Общее количество уникальных слов составляет 1752
    33.4 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    46.6 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    54.3 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 21
    Общее количество слов 4766
    Общее количество уникальных слов составляет 1699
    35.1 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    47.8 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    54.9 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 22
    Общее количество слов 4793
    Общее количество уникальных слов составляет 1555
    38.0 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    50.9 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    57.7 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 23
    Общее количество слов 4732
    Общее количество уникальных слов составляет 1706
    35.3 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    49.2 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    55.9 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 24
    Общее количество слов 4812
    Общее количество уникальных слов составляет 1608
    36.1 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    49.7 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    56.9 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 25
    Общее количество слов 4756
    Общее количество уникальных слов составляет 1700
    35.9 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    48.6 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    56.2 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 26
    Общее количество слов 4816
    Общее количество уникальных слов составляет 1555
    36.2 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    50.0 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    55.8 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 27
    Общее количество слов 4817
    Общее количество уникальных слов составляет 1666
    35.6 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    48.7 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    55.9 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов
  • El cuarto poder - 28
    Общее количество слов 367
    Общее количество уникальных слов составляет 201
    53.1 слов входит в 2000 наиболее распространенных слов
    59.8 слов входит в 5000 наиболее распространенных слов
    63.9 слов входит в 8000 наиболее распространенных слов
    Каждый столб представляет процент слов на 1000 наиболее распространенных слов