Dafnis y Cloe; leyendas del antiguo Oriente (fragmentos) - 02

Süzlärneñ gomumi sanı 5050
Unikal süzlärneñ gomumi sanı 1711
33.3 süzlär 2000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
46.0 süzlär 5000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
53.1 süzlär 8000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
Härber sızık iñ yış oçrıy torgan 1000 süzlärneñ protsentnı kürsätä.
nueva, aparece la verdadera vida interior doméstica, y se pintan
caracteres y pasiones de personajes privados.
En la novela, lo que responde á la comedia nueva en el teatro, esto es,
lo que hasta cierto punto pudiéramos llamar _novela de costumbres_, vino
mucho más tarde. Todo novelista de este género puede afirmarse que es
posterior á la era cristiana.
No por esto juzgo yo, como los clasicistas severos, que es época de
decadencia ésta en que apareció la novela de dicha clase. Verdad que el
siglo de oro de las letras griegas fué el de Pericles; pero autores
eminentes hubo en épocas distintas, y nuevos períodos de florecimiento y
nuevos campos para luchar y vencer se abrieron después en repetidas
ocasiones al ingenio helénico; ora bajo los Ptolomeos y otros sucesores
de Alejandro, en filosofía, en ciencias exactas y naturales, y en poesía
lírica y bucólica; ora bajo la dominación de Roma, en quien infundió
Grecia su cultura; ora con la aparición y difusión del cristianismo y el
gran movimiento de ideas que trajo en pos de sí, aun hasta después de
caer el imperio de Occidente. Yo creo que no pueden llamarse épocas de
decadencia en una literatura aquéllas en que florecen poetas como
Teócrito, Bion y Calímaco; prosistas como Polibio, Plutarco y Luciano;
filósofos como Plotino, y escritores tan elocuentes y pensadores tan
profundos como tantos y tantos Padres de la Iglesia.
En esta última época, á saber, desde el primero al quinto ó sexto siglo
de la era cristiana, es cuando escriben los principales novelistas
griegos de la novela propiamente dicha, ó dígase de la _novela de
costumbres_, ó más bien de la novela de amor y aventuras ya que las
costumbres no se pintaban entonces con la exactitud de ahora; no se
empleaba lo que hoy llamamos ó podemos llamar _color local y temporal_,
sino cuando esto salía sin caer en ello los autores; ni mucho menos
había, ni era posible que hubiese, este análisis psicológico de las
pasiones y afectos, que hoy se usa y agrada tanto. En cambio, el empleo
de lo sobrenatural y prodigioso no era tan difícil como en el día,
porque los hombres creían sin gran dificultad, por donde era llano
ingerir en las novelas lo fantástico de las antiguas fábulas
filosóficas, religiosas, geográficas é históricas.
Las novelas más famosas y conocidas del expresado género son: la
_Eubea_, de Dion Crisóstomo; el _Asno_, de Lucio de Patras; _Las
Efesiacas_, de Jenofonte de Efeso; _Teágenes y Cariclea_, de Heliodoro;
_Leucipe y Clitofonte_, de Aquiles Tacio, y _Las Pastorales_, de Longo,
ó _Dafnis y Cloe_, que damos aquí traducida, y que es sin duda la mejor
de todas, ya que el _Asno_, de Lucio, es ferozmente obsceno, y la
_Eubea_, de Dion, tiene poco interés, por más que esté lindamente
escrita. Las otras novelas de dicha época son en el día harto pesadas de
leer. Y las novelas posteriores, del Bajo Imperio, no son más amenas
ahora, si bien son en extremo interesantes por lo mucho que influyen en
el desenvolvimiento de todas las literaturas del centro y occidente de
Europa durante la Edad Media; ya en leyendas y cuentos; ya en poemas y
libros de caballerías; ya en el mismo teatro, cuando el renacimiento y
después, como sucede, por ejemplo, con la historia de Apolonio de Tiro,
el poema de Alejandro y las historias troyanas.
Según ya hemos dicho, aunque nuestro elogio se atribuya á pasión de
traductor, _Dafnis y Cloe_ es la mejor de todas estas novelas; la única
quizá que, por la sencillez y gracia del argumento, por el primor del
estilo, y en suma, por su permanente belleza, vive y debe gustar en todo
tiempo.
Contra los ataques que se han dirigido á su poca moralidad y decencia,
ya la hemos defendido hasta donde nos ha sido posible. De otras faltas
es harto más fácil defenderla. Una, sobre todo, apenas se comprende que
haya críticos juiciosos que se la atribuyan: la de la intervención
milagrosa de Pan para salvar á Cloe, á quien llevaban robada. Lo extraño
es que los críticos se hayan fijado en este momento, como si en él
apareciese sólo lo sobrenatural, y no hayan querido comprender que,
desde el comienzo de la novela, lo sobrenatural interviene en todo. Sin
su intervención la novela no sería verosímil, y por lo tanto, no sería
divertida. La verosimilitud estética se funda, pues, en la creencia en
ciertos seres por cima del ser humano y que le amparan y guían; en la
creencia en las Ninfas; en Amor, no como figura alegórica, sino como
persona real, viva y divina, y en Pan, como dios protector de los
pastores, belicoso á veces y tremendo.
Sin la providencia especial de estas divinidades, sin el cuidado que
toman por Dafnis y Cloe y sin la elección que hacen de ellos para un
caso singular de enamoramiento dulcísimo, ni se hubieran salvado los
niños recién nacidos, abandonados en medio del campo, ni los hubieran
criado con tanto amor una cabra y una oveja, ni hubieran conservado su
rara hermosura á pesar de las inclemencias del cielo, ni hubieran sido
tan sencillos é inocentes, ni hubiera pasado, en resolución, casi nada
de lo que en la novela pasa. Por esto es de maravillar que los críticos
censuren el milagro de Pan para libertar á Cloe, y no censuren los demás
milagros ni se paren en ellos.
Ni yo creo en Pan ni en las Ninfas, ni hay lector en el día que pueda
creer en tales disparates; mas, para la verosimilitud estética, es
fuerza ponerse en lugar del vulgo gentílico que en un tiempo dado
(todavía cuando la novela se escribió) creía en las mencionadas
patrañas, sobre todo en lugares agrestes, lejos de las grandes ciudades.
Una vez concedido esto, todo es verosímil y llano.
Dafnis y Cloe, en completo estado de naturaleza, aunque sublimado é
idealizado por el favor divino, pero por el favor divino de dioses poco
severos, se aman antes de saber que se aman, son bellos é ignorantes,
contemplan y comprenden su hermosura, y de esta contemplación y
admiración nace un afecto bastante delicado para dos que viven casi vida
selvática: él sin colegio ni estudio de moral, y ella sin madre
vigilante y cristiana, sin aya inglesa que la advierta lo que es
_shocking_, y sin nada por el estilo. Si el autor, dado ya el asunto,
hubiera puesto en los amores de sus dos personajes algo de más sutil,
etéreo y espiritual, hubiera sido completamente falso, tonto é
insufrible.
La novela de _Dafnis y Cloe_ es, pues, lo que debe y puede ser, y tal
como es, es muy linda.
Su autor imita, sin duda, á los antiguos poetas bucólicos, á Teócrito
sobre todo; pero le imita con tino y gracia. De aquí que su obra sea la
mejor, la más natural, la menos afectada y artificiosa, la única acaso
no afectada de cuantas novelas pastorales se han escrito posteriormente,
y que, pasada ya la moda, no hay quien lea con paciencia.
_Dafnis y Cloe_, más bien que de novela bucólica, puede calificarse de
novela campesina, de novela idílica ó de idilio en prosa; y en este
sentido, lejos de pasar de moda, da la moda y sirve de modelo aún,
_mutatis mutandis_, no sólo á _Pablo y Virginia_, sino á muchas
preciosas novelas de Jorge Sand, y hasta á una que compuso en español,
pocos años há, cierto amigo mío, con el título de _Pepita Jiménez_.
De estas novelas en prosa se ha pasado también á componerlas en verso,
tomando asunto de la vida común; pintando escenas villanescas, rústicas
ó burguesas, que no carecen de poesía, sino que la tienen muy grande,
cuando se aciertan á pintar con la debida sencillez homérica. En vez de
cantar á los héroes tradicionales de la epopeya, se ha cantado en estos
idilios modernos á sujetos de condición humilde. Los dos más bellos
modelos de tal género de composición, en nuestros días, son _Hermann y
Dorotea_, de Goethe, y _Evangelina_, de Longfellow. Algunos de nuestros
mejores poetas han seguido un poquito esta corriente desde hace cinco ó
seis años. Así Campoamor, en los que llama _Pequeños poemas_, y Núñez de
Arce, en otro que titula _Idilio_.
Grecia también nos dió el ejemplo de esto, al ir á espirar su gran
literatura. En el siglo v, ó después (porque, así como nada se sabe de
quién fué Longo, nada se sabe tampoco de este otro autor, ni del tiempo
en que vivió), hubo un cierto Museo, á quien llaman _el gramático_ ó _el
escolástico_, para distinguirle del antiquísimo Museo mitológico, hijo
de Eumolpo y discípulo de Orfeo, el cual Museo más reciente compuso la
novela en verso de _Hero y Leandro_, que es un idilio por el estilo de
los que ahora se usan, un dechado de sencillez y de gracia, un _pequeño
poema_ precioso. Ganas se le han pasado al traductor de _Dafnis y Cloe_
de traducirle también y de incluirle en este mismo volumen; pero, como
no está seguro de que el público guste de lo primero, deja para más
adelante, si el público no le desdeña y le anima, el ofrecerle lo
segundo. Entre tanto, y por hoy, se despide de él, pidiéndole perdón de
sus muchas faltas.


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PROEMIO

Cazando en Lesbos, en un bosque consagrado á las Ninfas, vi lo más lindo
que vi jamás: imágenes pintadas, historia de amores. El soto, por
cierto, era hermoso, florido, bien regado y con mucha arboleda. Una sola
fuente alimentaba árboles y flores; pero la pintura era más deleitable
que lo demás: de hábil mano y de asunto amoroso. Así es que no pocos
forasteros acudían allí, atraídos por la fama, á dar culto á las Ninfas
y á ver la pintura.
Parecíanse en ella mujeres de parto, otras que envolvían en pañales á
los abandonados pequeñuelos, cabras y ovejas que les daban de mamar,
pastores que de ellos cuidaban, mancebos y rapazas que andaban
enamorándose, correría de ladrones y algarada de enemigos. Otras mil
cosas, y todas de amor, contemplé allí con tanto pasmo, que me entró
deseo de ponerlas por escrito; y habiendo buscado á alguien que me
explicase bien la pintura, compuse estos cuatro libros, que consagro al
Amor, á las Ninfas y á Pan, esperando que mi trabajo ha de ser grato á
todos los hombres, porque sanará al enfermo, mitigará las penas del
triste, recordará de amor al que ya amó, y enseñará el amor al que no ha
amado nunca; pues nadie se libertó hasta ahora de amar, ni ha de
libertarse en lo futuro, mientras hubiere beldad y ojos que la miren.
Concédanos el Numen que nosotros mismos atinemos á contar, sanos y
salvos, los amores de otros.


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LIBRO PRIMERO

Ciudad de Lesbos es Mitilene, grande y hermosa. La parten canales, por
donde entra y corre la mar, y la adornan puentes de lustrosa y blanca
piedra. No semeja, á la vista, ciudad, sino grupo de islas.
Á unos doscientos estadíos de Mitilene, cierto rico hombre poseía
magnífica hacienda, montes abundantes de caza, fértiles sembrados,
dehesas y colinas cubiertas de viñedo: todo junto á la mar, cuyas ondas
besaban la arena menuda de la playa.
En esta hacienda, un cabrero llamado Lamón, que apacentaba su ganado,
halló á un niño, á quien criaba una cabra. En el centro de un matorral,
entre zarzas y hiedra trepadora, y sobre blando césped, reposaba el
infantico. Allí solía entrar la cabra, de suerte que desaparecía á
menudo, y abandonando su cabritillo, asistía á la criatura. Lamón notó
estas desapariciones, y se compadeció del cabritillo abandonado; pero un
día, en el ardor de la siesta, siguiendo la pista de la cabra, la vió
deslizarse con cautela entre las matas, á fin de no lastimar con las
pezuñas al niño, el cual, como si fuera del pecho materno, iba tomando
la leche. Maravillado Lamón, que harto motivo había para ello, se acercó
más, y vió que la criatura era varón, bonito y robusto, y con prendas
más ricas de lo que prometía su corta ventura, porque estaba envuelto en
mantilla de púrpura con hebilla de oro, y al lado había un puñalito,
cuyo puño era de marfil. Lo primero que discurrió Lamón fué cargar con
aquellas alhajas, y abandonar al niño; pero avergonzado luego de no
remedar siquiera la compasión de la cabra, no bien llegó la noche, lo
llevó todo, niño, cabra y alhajas, á su mujer Mirtale, á la cual, para
que se le quitase la aprensión de que las cabras parieran niños, le
contó lo ocurrido; cómo halló á la criatura, cómo la cabra la amamantaba
y cómo él había tenido vergüenza de dejarla morir. Y siendo Mirtale del
mismo parecer, ocultaron las alhajas, prohijaron al niño y encomendaron
á la cabra su crianza. Á fin de que el nombre del niño pareciese
pastoral, decidieron llamarle Dafnis.
Dos años después, otro pastor de los vecinos campos, cuyo nombre era
Dryas, halló y vió algo semejante cuando apacentaba su rebaño. Había una
gruta consagrada á las Ninfas, gran roca, hueca por dentro, y en lo
exterior redonda. En esta gruta se veían figuras de Ninfas, hechas de
piedra, los pies descalzos, los brazos desnudos hasta los hombros, los
cabellos esparcidos sobre la espalda y la garganta, el traje ceñido á la
cintura, y una dulce sonrisa en entrecejo y boca; todo el aspecto de
ellas, como si hubiesen bailado en coro. En el fondo de la gruta se
levantaba un poco el terreno, y de allí manaba una fuente, cuyas aguas
se deslizaban formando manso arroyo, y alimentando en torno un prado
amenísimo, de copiosa y blanda grama cubierto. Allí se veían suspendidos
tarros, colodras, flautas, pífanos y churumbelas, ofrendas de antiguos
pastores. Á este templo de las Ninfas acudía una oveja que había ya
criado corderos, y el pastor Dryas sospechaba á veces que se le había
perdido. Queriendo, pues, corregirla y traerla de nuevo á su antiguo y
tranquilo modo de pacer, tejió con sutiles varitas de mimbre verde uno á
modo de lazo, y entró en la gruta á fin de coger la oveja; pero no bien
llegó cerca, vió lo que no esperaba: vió á la oveja que, con ternura
verdaderamente humana, daba su ubre, para que de ella sacase abundante
leche, á una criaturita, la cual, con avidez, pero sin llanto, aplicaba
la boca pura y limpia, ya á una teta, ya á otra, y cuando se había
hartado de mamar, la oveja le lamía la cara. Esta criatura era una niña,
y tenía pañales y otras prendas para poder ser reconocida; toquillas y
chinelas bordadas de hilo de oro, y ajorcas de oro también.
Considerando divino tal hallazgo, y enseñado por la oveja á compadecer y
amar á la niña, Dryas la tomó en sus brazos, guardó aquellas prendas en
el zurrón, y rogó á las Ninfas que le dejasen criar con buena suerte á
la que se había puesto bajo su amparo. Y como ya era tiempo de llevar la
manada al aprisco, volvió á su cabaña, contó á su mujer lo ocurrido, le
mostró á la niña y la exhortó á tomarla por hija, ocultando cómo había
sido hallada. Napé, que así se llamaba la pastora, amó desde luego á la
niña como madre, recelosa de que la oveja no la venciese en ternura; y
en prueba de que la niña era su hija, le puso el nombre pastoral de
Cloe.
Pronto crecieron los niños. Su hermosura distaba mucho de parecer
rústica. Cuando él cumplió quince años y ella dos menos, Dryas y Lamón
tuvieron idéntico sueño en una misma noche. Pensaron ver que las Ninfas,
las de la gruta donde estaba la fuente y donde Dryas había encontrado á
la niña, ponían á Dafnis y á Cloe en poder de un mozuelo gentil á par
que arrogante, con alas en los hombros y armado de arco y flechas
pequeñitas, el cual, hiriendo á ambos con la misma flecha, les mandó que
fuesen pastores: á ella, de ovejas; á él, de cabras. No poco afligió á
los viejos este sueño, que destinaba á sus hijos al oficio de guardar
ganado, porque hasta entonces habían augurado mejor suerte para ellos,
fiándose en las prendas halladas, por lo cual los habían criado con el
mayor regalo y les habían hecho aprender las letras y cuanto en el campo
hay de bueno. Resolvieron, no obstante, obedecer á los dioses, cuya
providencia había salvado á los niños. Y después de comunicarse
mutuamente el sueño, y de haber hecho un sacrificio, en la gruta de las
Ninfas, al mozuelo de las alas (cuyo nombre no acertaban á adivinar),
enviaron á los mozos á cuidar del hato, enseñándoles el oficio pastoril:
de qué modo ha de apacentarse antes del medio día, de qué modo después
de pasada la siesta; cuándo conviene llevar al abrevadero, cuándo al
aprisco; en qué ocasión debe emplearse el cayado y en qué ocasión basta
la voz. Ellos se alegraron de esto en gran manera, como si los hubieran
hecho príncipes, y amaron á sus cabras y corderos más que suele el vulgo
de los pastores, porque ella recordaba que debía la vida á una oveja, y
él no había olvidado que una cabra le cuidó y alimentó en su abandono.
Empezaba entonces la primavera y se abrían las flores en montes, selvas
y prados. Oíase ya por todas partes susurro de abejas y gorjeo de
pajarillos. Los recentales balaban, los corderos retozaban en la
montaña, las abejas susurraban en el prado, y en umbrías y sotos
cantaban las aves. Como en aquella bendita estación todo se regocijaba,
Dafnis y Cloe, tan jóvenes y sencillos, se pusieron á remedar lo que
veían y oían. Oían cantar á los pájaros, y cantaban; veían brincar á los
corderos, y brincaban gallardamente; y remedando á las abejas, cogían
flores, y ya se las ponían en el pecho, ya, tejiendo guirnaldas, se las
ofrecían á las Ninfas. Todo lo hacían juntos y apacentaban cerca el uno
del otro. Á menudo Dafnis hacía volver la oveja que se extraviaba, y á
menudo Cloe espantaba á las cabras más atrevidas para que no trepasen á
los riscos. Á veces uno solo cuidada de ambos hatos, mientras que el
otro se recreaba y jugaba. Sus juegos eran infantiles y propios de
zagales. Ora ella, con juncos que cogía, formaba jaulas para cigarras,
y, distraída en esta faena, descuidaba el ganado. Ora él cortaba
delgadas cañas, les agujereaba los nudos, las pegaba con cera blanda, y
se esmeraba hasta la noche en tocar la zampoña. Á menudo compartían
ambos la leche y el vino y se comían juntos la merienda que traían de
casa. En suma, más bien se hubieran visto las cabras y las ovejas
dispersas que á Dafnis y Cloe separados.
En medio de tales juegos, Amor empezó á darles penas. Una loba, que
recientemente había tenido cría, robaba muchas veces corderos de los
campos próximos para alimentar sus cachorros. Algunos aldeanos se
reunieron con este motivo, é hicieron de noche zanjas de más de una vara
de ancho y de cuatro ó cinco de hondo. Mucha porción de la tierra
removida la esparcieron á lo lejos, y sobre el hoyo extendieron palos
secos y quebradizos, cubriéndolos con el resto de la tierra para que el
suelo apareciese como antes, de modo que hasta una liebre que corriese
por cima rompiese los palos, más débiles que paja, y probase que no era
suelo, sino apariencia de suelo. Así abrieron varias zanjas en los
cerros y en el llano; pero nunca pudieron coger la loba, que presintió
la trampa. En cambio perdieron no pocos corderos y cabras, y Dafnis
estuvo á punto de perderse.
Dos machos cabríos, irritados por la brama, lucharon con tal furor y
violencia, que á uno de ellos se le rompió un cuerno, y, lleno de dolor,
comenzó á huir dando bramidos, mientras que el vencedor le perseguía sin
tregua ni sosiego. Dolióse Dafnis del cuerno quebrado, y lleno de ira
contra la terquedad del macho victorioso, empuñó el cayado y dió en
perseguirle á su vez. Así, huyendo el uno y siguiéndole enfurecido el
otro, sin ver dónde ponían los pies, cayeron ambos en la trampa, el
macho primero y luego Dafnis, lo cual le salvó, pues al caer se quedó
caballero en el macho; pero, como se veía en el fondo del hoyo,
lloraba, aguardando que alguien viniese á sacarle de allí. Cloe, que
vió de lejos lo sucedido, acudió de carrera al hoyo, reconoció que
Dafnis estaba con vida y pidió socorro á un boyero de los vecinos
campos. Llegó el boyero y buscó una cuerda ó soga, para que, asido á
ella, Dafnis saliese; pero no se encontraba cuerda. Entonces Cloe desató
la cinta de sus crenchas, la dió al boyero, y de esta suerte, puestos
ambos en la boca del hoyo, agarrándose Dafnis á la cinta y tirando
ellos, logró subir el caído. Sacaron después al macho infeliz, que con
el golpe se había roto entrambos cuernos (pronta y completa venganza del
vencido), y se le dieron al boyero en pago de su ayuda, con propósito de
decir en casa, si alguien preguntaba por él, que un lobo se le había
llevado.
Volvieron luego donde estaban cabras y ovejas y hallaron que pacían en
paz y buen orden. Sentáronse entonces cabe el tronco de una encina y
miraron ambos con atención si alguna parte del cuerpo de Dafnis se había
lastimado al caer; pero ni herida ni sangre tenía, sino sucio barro en
el pelo y en lo demás de su persona. Dafnis determinó lavarse para que
Lamón y Mirtale no supiesen lo ocurrido. Y yéndose con Cloe á la gruta
de las Ninfas, le dió á guardar la tuniquilla y el zurrón y se puso á
lavar en la fuente su cabellera y el cuerpo todo. La cabellera era negra
y abundante; el cuerpo, tostado del sol. Diríase que le daba color
obscuro la sombra de la cabellera. Cloe, que miraba á Dafnis, le halló
hermoso, y como hasta allí no había reparado en su hermosura, imaginó
que el baño se la prestaba. Cloe lavó luego las espaldas á Dafnis, y
halló tan suave la piel, que de oculto se tocó ella muchas veces la suya
para decidir cuál de los dos la tenía más delicada.
Como ya el sol iba á ponerse, ambos volvieron con el hato á sus cabañas,
y Cloe nada deseaba tanto como ver á Dafnis bañarse de nuevo.
Al día siguiente, de vuelta en la pradera, Dafnis, sentado, según solía,
al pie de una encina, tocaba la flauta, á par que miraba sus cabras,
encantadas, al parecer, con el dulce sonido. Cloe, sentada asimismo á la
vera de él, miraba sus ovejas y corderos; pero miraba más á Dafnis. Y
otra vez le pareció hermoso tocando la flauta, y creyó que la música le
hermoseaba, y para hermosearse ella tomó la flauta también. Quiso luego
que volviera él á bañarse y le vió en el baño, y sintió como fuego al
verle, y volvió á alabarle, y fué principio de amor la alabanza. Niña
candorosa, criada en los campos, no se daba cuenta de lo que le pasaba,
porque ni siquiera había oído mentar al Amor. Sentía inquietud en el
alma; no podía dominar sus ojos y hablaba mucho de Dafnis. No comía de
día, velaba de noche y descuidaba sus ovejas; ya reía, ya lloraba; si
dormía, se despertaba de súbito; su rostro se cubría de palidez y luego
ardía de rubor. Nunca se agitó más becerra picada del tábano. Acontecía
á veces que ella á sus solas prorrumpía en estas razones:
«Estoy mala é ignoro mi mal; padezco y no me veo herida; me lamento y no
perdí ningún corderillo; me abraso y estoy sentada á la sombra. Mil
veces me clavé las espinas de los zarzales y no lloré; me picaron las
abejas y pronto quedé sana. Sin duda que esta picadura de ahora llega al
corazón y es más cruel que las otras. Si Dafnis es bello, las flores lo
son también; si él canta lindamente, no cantan mal las avecicas. ¿Por
qué pienso en él y no en las avecicas y en las flores? ¡Quisiera ser su
flauta para que infundiese en mí su aliento! ¡Quisiera ser su cabritillo
para que me tomara en sus brazos! ¡Oh agua perversa, que á él sólo haces
hermoso y me lavas en balde! Yo me muero, queridas Ninfas; ¿cómo no
salváis á la doncella que se crió con vosotras? ¿Quién os coronará de
flores después de mi muerte? ¿Quién tendrá cuidado de los pobrecitos
corderos? ¿Á quién encomendaré mi parlera cigarra, que cogí con tanta
fatiga y que solía cantar en la gruta para que yo durmiese la siesta? En
vano canta ahora, pues yo velo, gracias á Dafnis.» Así padecía, así se
lamentaba Cloe, procurando descubrir el nombre de Amor.
Entre tanto, Dorcón, el boyero que sacó del hoyo á Dafnis y al macho,
mozuelo ya con barbas y harto sabido en cosas de Amor, se había prendado
de Cloe desde el primer día; y como mientras más la trataba más se
abrasaba su alma, resolvió valerse ó de regalos ó de violencia para
lograr sus fines. Fueron sus primeros presentes, para Dafnis, una
zampoña, que tenía nueve cañutos ligados con latón, y no con cera, y
para Cloe la piel de un cervatillo, esmaltada de lunares blancos, para
que la llevase en los hombros, cual suelen las bacantes.
Así creyó haberse ganado la voluntad de ambos, y pronto desatendió á
Dafnis; pero á Cloe la obsequiaba de diario, ya con blandos quesos, ya
con guirnaldas de flores, ya con frutas sazonadas. Y hasta hubo
ocasiones en que le trajo un becerro montaraz, un vaso sobredorado y
pajarillos cazados en el nido. Ignorante ella del artificio y malicia de
los amadores, tomaba los regalos y se alegraba; y se alegraba más aún
porque con ellos podía regalar á Dafnis.
No tardó éste en conocer también las obras de Amor. Entre él y Dorcón
sobrevino contienda acerca de la hermosura. Cloe había de sentenciar.
Premio del vencedor, un beso de Cloe. Dorcón habló primero de esta
manera:
«Yo, zagala, soy más alto que Dafnis, y valgo más de boyero que él de
cabrero, porque los bueyes valen más que las cabras. Soy blanco como la
leche y rubio como la mies cuando la siegan. No me crió una bestia, sino
mi madre. Éste es chiquitín, lampiño como las mujeres y negro como un
lobezno. Vive entre chotos, y su olor ha de ser atroz, y es tan pobre,
que no tiene para mantener un perro.
Se cuenta que una cabra le dió leche, y á la verdad que parece cabrito.»
Así dijo Dorcón. Luego contestó Dafnis: «Me crió una cabra como á
Júpiter, y son mejores que tus vacas las cabras que yo apaciento. Y no
huelo como ellas, como no huele Pan, que casi es macho cabrío. Bastan
para mi sustento queso, blanco vino y pan bazo, manjares campesinos, no
de gente rica. Soy lampiño como Baco, y como los jacintos moreno; pero
más vale Baco que los sátiros, y más el jacinto que la azucena. Éste es
bermejo como los zorros, barbudo como los chivos, y como las cortesanas
blanco. Y mira bien á quién besas, pues á mí me besarás la boca, y á él
las cerdas que se la cubren. Recuerda, por último, ¡oh zagala, que á tí
también te crió una oveja, y eres, no obstante, linda!»
Cloe no supo ya contenerse, y movida de la alabanza, y más aún del largo
anhelo que por besar á Dafnis sentía, se levantó y le besó; beso
inocente y sin arte, pero harto poderoso para encenderle el alma.
Dorcón huyó afligido en busca de nuevos medios de lograr su amor. Dafnis
no parecía haber sido besado, sino mordido: de repente se le puso la
cara triste; suspiraba con frecuencia, no reprimía la agitación de su
pecho, miraba á Cloe, y al mirarla se ponía rojo como la grana. Entonces
se maravilló por primera vez de los cabellos de ella, que eran rubios, y
de sus ojos, que los tenía grandes y dulces como las becerras, y de su
rostro, más blanco que leche de cabra. Diríase que á deshora se le
abrieron los ojos y que antes estaba ciego. Ya no tomaba alimento sino
para gustarle, ni bebida sino para humedecerse la boca. Estaba
taciturno, cuando antes era más picotero que las cigarras; yacía
inmóvil, cuando antes brincaba más que los chivos; no se curaba del
ganado; había tirado la flauta lejos de sí, y tenía pálido el rostro
como agostada hierba. Únicamente con Cloe ó pensando en Cloe volvía á
ser parlero. Á veces, á solas, se lamentaba de esta suerte:
«¿Qué me hizo el beso de Cloe? Sus labios son más suaves que las rosas,
su boca más dulce que un panal, y su beso más punzante que el aguijón de
las abejas. No pocas veces he besado los chivos; no pocas veces he
besado los recentales de ella y el becerro que le regaló Dorcón; pero
este beso de ahora es muy diferente. Me falta el aliento, el corazón me
palpita, se me derrite el alma, y á pesar de todo, quiero más besos. ¡Oh
extraña victoria! ¡Oh dolencia nueva, cuyo nombre ignoro! ¿Habría Cloe
tomado veneno antes de besarme? ¿Cómo no ha muerto entonces? Los
ruiseñores cantan, y mi zampoña enmudece; brincan los cabritillos, y yo
estoy sentado; abundan las flores, y yo no tejo guirnaldas. Jacintos y
violetas florecen, y Dafnis se marchita. ¿Llegará Dorcón á ser más lindo
que yo?»
Así se quejaba el bueno de Dafnis, probando los tormentos de Amor por
vez primera.
Dorcón, entre tanto, el boyero enamorado de Cloe, se fué á buscar á
Dryas, que plantaba estacas para sostener una parra, y le llevó de
regalo muy ricos quesos. Y como era su antiguo amigo, porque habían ido
juntos á apacentar el ganado, trabó conversación con él, y acabó por
hablarle del casamiento de Cloe. Díjole que él deseaba tomarla por
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Çirattagı - Dafnis y Cloe; leyendas del antiguo Oriente (fragmentos) - 03
  • Büleklär
  • Dafnis y Cloe; leyendas del antiguo Oriente (fragmentos) - 01
    Süzlärneñ gomumi sanı 4786
    Unikal süzlärneñ gomumi sanı 1642
    31.3 süzlär 2000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    44.9 süzlär 5000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    51.6 süzlär 8000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
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  • Dafnis y Cloe; leyendas del antiguo Oriente (fragmentos) - 02
    Süzlärneñ gomumi sanı 5050
    Unikal süzlärneñ gomumi sanı 1711
    33.3 süzlär 2000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    46.0 süzlär 5000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    53.1 süzlär 8000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
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  • Dafnis y Cloe; leyendas del antiguo Oriente (fragmentos) - 03
    Süzlärneñ gomumi sanı 5148
    Unikal süzlärneñ gomumi sanı 1678
    29.4 süzlär 2000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    42.0 süzlär 5000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    48.8 süzlär 8000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
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  • Dafnis y Cloe; leyendas del antiguo Oriente (fragmentos) - 04
    Süzlärneñ gomumi sanı 5129
    Unikal süzlärneñ gomumi sanı 1645
    30.2 süzlär 2000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    42.8 süzlär 5000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
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  • Dafnis y Cloe; leyendas del antiguo Oriente (fragmentos) - 05
    Süzlärneñ gomumi sanı 5200
    Unikal süzlärneñ gomumi sanı 1677
    32.5 süzlär 2000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    45.1 süzlär 5000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
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  • Dafnis y Cloe; leyendas del antiguo Oriente (fragmentos) - 06
    Süzlärneñ gomumi sanı 5116
    Unikal süzlärneñ gomumi sanı 1626
    32.6 süzlär 2000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    45.2 süzlär 5000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
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  • Dafnis y Cloe; leyendas del antiguo Oriente (fragmentos) - 07
    Süzlärneñ gomumi sanı 4918
    Unikal süzlärneñ gomumi sanı 1672
    33.5 süzlär 2000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    45.8 süzlär 5000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
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  • Dafnis y Cloe; leyendas del antiguo Oriente (fragmentos) - 08
    Süzlärneñ gomumi sanı 4737
    Unikal süzlärneñ gomumi sanı 1868
    26.8 süzlär 2000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    37.2 süzlär 5000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
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  • Dafnis y Cloe; leyendas del antiguo Oriente (fragmentos) - 09
    Süzlärneñ gomumi sanı 4816
    Unikal süzlärneñ gomumi sanı 1708
    31.8 süzlär 2000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    45.9 süzlär 5000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    53.8 süzlär 8000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
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  • Dafnis y Cloe; leyendas del antiguo Oriente (fragmentos) - 10
    Süzlärneñ gomumi sanı 4739
    Unikal süzlärneñ gomumi sanı 1508
    29.2 süzlär 2000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    42.1 süzlär 5000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    49.2 süzlär 8000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    Härber sızık iñ yış oçrıy torgan 1000 süzlärneñ protsentnı kürsätä.
  • Dafnis y Cloe; leyendas del antiguo Oriente (fragmentos) - 11
    Süzlärneñ gomumi sanı 4802
    Unikal süzlärneñ gomumi sanı 1584
    30.9 süzlär 2000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    42.0 süzlär 5000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    48.1 süzlär 8000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
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  • Dafnis y Cloe; leyendas del antiguo Oriente (fragmentos) - 12
    Süzlärneñ gomumi sanı 4788
    Unikal süzlärneñ gomumi sanı 1783
    31.5 süzlär 2000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    45.8 süzlär 5000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    51.6 süzlär 8000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
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  • Dafnis y Cloe; leyendas del antiguo Oriente (fragmentos) - 13
    Süzlärneñ gomumi sanı 4892
    Unikal süzlärneñ gomumi sanı 1739
    33.7 süzlär 2000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    47.7 süzlär 5000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
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  • Dafnis y Cloe; leyendas del antiguo Oriente (fragmentos) - 14
    Süzlärneñ gomumi sanı 4917
    Unikal süzlärneñ gomumi sanı 1583
    33.7 süzlär 2000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    46.2 süzlär 5000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
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  • Dafnis y Cloe; leyendas del antiguo Oriente (fragmentos) - 15
    Süzlärneñ gomumi sanı 4877
    Unikal süzlärneñ gomumi sanı 1753
    31.6 süzlär 2000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    44.3 süzlär 5000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    51.5 süzlär 8000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
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  • Dafnis y Cloe; leyendas del antiguo Oriente (fragmentos) - 16
    Süzlärneñ gomumi sanı 3265
    Unikal süzlärneñ gomumi sanı 1217
    35.5 süzlär 2000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    49.6 süzlär 5000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    55.9 süzlär 8000 iñ yış oçrıy torgan süzlärgä kerä.
    Härber sızık iñ yış oçrıy torgan 1000 süzlärneñ protsentnı kürsätä.