Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva-España (1 de 3) - 04

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traian joyas de oro bajo, é se les daban cuentas por ello. Y desque
lo supieron los de Guacacualco é de otros pueblos comarcanos que
rescatábamos, tambien vinieron ellos con sus piecezuelas, é llevaron
cuentas verdes, que aquellos tenian en mucho.
Pues demás de aqueste rescate, traian comunmente todos los indios de
aquella provincia unas hachas de cobre muy lucidas, como por gentileza
é á manera de armas, con unos cabos de palo muy pintados, y nosotros
creimos que eran de oro bajo, é comenzamos á rescatar dellas; digo que
en tres dias se hubieron más de seiscientas de ellas, y estábamos muy
contentos con ellas, creyendo que eran de oro bajo, é los indios mucho
más con las cuentas; mas todo salió vano; que las hachas eran de cobre
é las cuentas un poco de nada.
É un marinero habia rescatado secretamente siete hachas y estaba muy
alegre con ellas, y parece ser que otro marinero lo dijo al capitan, é
mandóle que las diese; y porque rogamos por él, se las dejó, creyendo
que eran de oro.
Tambien me acuerdo que un soldado que se decia Bartolomé Pardo fué á
una casa de ídolos, que ya he dicho que se decia cues, que es como
quien dice casa de sus dioses, que estaba en un cerro alto, y en
aquella casa halló muchos ídolos, é copal, que es como incienso, que
es con que zahuman, y cuchillos de pedernal, con que sacrificaban ó
retajaban, é unas arcas de madera, y en ellas muchas piezas de oro,
que eran diademas é collares, é dos ídolos, y otros como cuentas; y
aquel oro tomó el soldado para sí, y los ídolos del sacrificio trujo al
capitan.
Y no faltó quien le vió é lo dijo al Grijalva, y se lo queria tomar; é
rogámosle que se lo dejase; y como era de buena condicion, que sacado
el quinto de S. M., que lo demás fuese para el pobre soldado; y no
valía ochenta pesos.
Tambien quiero decir cómo yo sembré unas pepitas de naranjas junto
á otras casas de ídolos, y fué desta manera: que como habia muchos
mosquitos en aquel rio, fuíme á dormir á una casa alta de ídolos, é
allí junto á aquella casa sembré siete ú ocho pepitas de naranjas que
habia traido de Cuba, é nacieron muy bien; porque parece ser que los
papas de aquellos ídolos les pusieron defensa para que no las comiesen
hormigas, é les regaban é limpiaban desque vieron que eran plantas
diferentes de las suyas.
He traido aquí esto á la memoria para que se sepa que estos fueron los
primeros naranjos que se plantaron en la Nueva-España, porque despues
de ganado Méjico é pacíficos los pueblos sujetos de Guacacualco, túvose
por la mejor provincia, por causa de estar en la mejor conmodacion de
toda la Nueva-España, así por las minas, que las habia, como por el
buen puerto, y la tierra de suyo rica de oro y de pastos para ganados;
á este efecto se pobló de los más principales conquistadores de Méjico,
é yo fuí uno, é fuí por mis naranjos y traspúselos, é salieron muy
buenos.
Bien sé que dirán que no hace al propósito de mi relacion estos cuentos
viejos, y dejallos; é diré como quedaron todos los indios de aquellas
provincias muy contentos, é luego nos embarcamos y vamos la vuelta de
Cuba, y en cuarenta y cinco dias, unas veces con buen tiempo y otras
veces con contrario, llegamos á Santiago de Cuba, donde estaba el
gobernador Diego Velazquez, y él nos hizo buen recibimiento; y desque
vió el oro que traiamos, que seria cuatro mil pesos, é con el que trujo
primero el capitan Pedro de Albarado seria por todo unos veinte mil
pesos, unos decian más é otros decian ménos, é los oficiales de S. M.
sacaron el Real quinto; é tambien trujeron las seiscientas hachas
que parecian de oro, é cuando las trujeron para quintar estaban tan
mohosas, en fin como cobre que era, y allí hubo bien que reir y decir
de la burla y del rescate.
Y el Diego Velazquez con todo esto estaba muy contento, puesto que
parecia estar mal con el pariente Grijalva; é no tenia razon, sino que
el Alfonso de Ávila era mal acondicionado, y decia que el Grijalva era
para poco, é no faltó el capitan Montejo que le ayudó del mal.
Y cuando esto pasó, ya habia otras pláticas para enviar otra armada, é
á quién elegirian por capitan.


CAPÍTULO XVII.
CÓMO DIEGO VELAZQUEZ ENVIÓ Á CASTILLA Á SU PROCURADOR.

Y aunque les parezca á los lectores que va fuera de nuestra relacion
esto que yo traigo aquí á la memoria ántes que entre en lo del capitan
Hernando Cortés, conviene que se diga por las causas que adelante se
verán, é tambien porque en un tiempo acaecen dos ó tres cosas, y por
fuerza hemos de hablar de una, la que más viene al propósito.
Y el caso es que, como ya he dicho, cuando llegó el capitan Pedro
de Albarado á Santiago de Cuba con el oro que hubimos de las tierras
que descubrimos, y el Diego Velazquez temió que primero que él
hiciese relacion á su majestad, que algun caballero privado en córte
tenia relacion dello y le hurtaba la bendicion, á esta causa envió
el Diego Velazquez á un su Capellan, que se decia Benito Martinez,
hombre que entendia muy bien de negocios, á Castilla con probanzas,
é cartas para don Juan Rodriguez de Fonseca, Obispo de Búrgos, é se
nombraba Arzobispo de Rosano, y para el licenciado Luis Zapata é para
el secretario Lope Conchillos, que en aquella sazon entendian en las
cosas de las Indias, y Diego Velazquez era muy servidor del Obispo y
de los demás oidores, y como tal les dió pueblos de indios en la isla
de Cuba, que les sacaban oro de las minas, é á esta causa hacia mucho
por el Diego Velazquez, especialmente el Obispo de Búrgos, é no dió
ningun pueblo de indios á su majestad, porque en aquella sazon estaba
en Flandes; y demás de les haber dado los indios que dicho tengo,
nuevamente envió á estos oidores muchas joyas de oro de lo que habiamos
enviado con el capitan Albarado, que eran veinte mil pesos, segun dicho
tengo, é no se haria otra cosa en el Real Consejo de Indias sino lo
que aquellos señores mandaban; é lo que enviaba á negociar el Diego
Velazquez era que le diesen licencia para rescatar é conquistar é
poblar en todo lo que habia descubierto y en lo que más descubriese, y
decia en sus relaciones é cartas que habia gastado muchos millares de
pesos de oro en el descubrimiento.
Por manera que el Capellan Benito Martinez fué á Castilla y negoció
todo lo que pidió, é aun más cumplidamente; que trujo provision para
el Diego Velazquez para ser adelantado de la isla de Cuba. Pues ya
negociado lo aquí por mí dicho, no dieron tan presto los despachos, que
primero no saliese Cortés con otra armada.
Quedarse ha aquí, así los despachos del Diego Velazquez como la armada
de Cortés, é diré cómo estando escribiendo esta relacion vi una
corónica del coronista Francisco Lopez de Gómora, y habla en lo de las
conquistas de la Nueva-España é Méjico, é lo que sobre ello me parece
declarar, adonde hubiere contradicion sobre lo que dice el Gómora,
lo diré segun y de la manera que pasó en las conquistas, y va muy
diferente de lo que escribe, porque todo es contrario de la verdad.


CAPÍTULO XVIII.
DE ALGUNAS ADVERTENCIAS ACERCA DE LO QUE ESCRIBE FRANCISCO LOPEZ DE
GÓMORA, MAL INFORMADO, EN SU HISTORIA.

Estando escribiendo esta relacion, acaso vi una historia de buen
estilo, la cual se nombra de un Francisco Lopez de Gómora, que habla
de las conquistas de Méjico y Nueva-España, y cuando leí su gran
retórica, y como mi obra es tan grosera, dejé de escribir en ella, y
aun tuve vergüenza que pareciese entre personas notables; y estando tan
perplejo como digo, torné á leer y á mirar las razones y pláticas que
el Gómora en sus libros escribió, é vi que desde el principio y medio
hasta el cabo no llevaba buena relacion, y va muy contrario de lo que
fué é pasó en la Nueva-España; y cuando entró á decir de las grandes
ciudades, y tantos números que dice que habia de vecinos en ellas, que
tanto se le dió poner ocho como ocho mil.
Pues de aquellas grandes matanzas que dice que haciamos, siendo
nosotros obra de cuatrocientos soldados los que andábamos en la guerra,
que harto teniamos de defendernos que no nos matasen ó llevasen de
vencida; que aunque estuvieran los indios atados, no hiciéramos tantas
muertes y crueldades como dice que hicimos; que juro amen que cada dia
estábamos rogando á Dios y Nuestra Señora no nos desbaratasen.
Volviendo á nuestro cuento, Atalarico, muy bravísimo Rey, é Atila, muy
soberbio guerrero, en los campos catalanes no hicieron tantas muestras
de hombres como dice que haciamos.
Tambien dice que derrotamos y abrasamos muchas ciudades y templos, que
son sus cues, donde tienen sus ídolos, y en aquello le parece á Gómora
que aplace mucho á los oyentes que leen su historia, y no quiso ver
ni entender cuando lo escribia que los verdaderos conquistadores y
curiosos letores que saben lo que pasó, claramente le dirán que en su
historia en todo lo que escribe se engañó, y si en las demás historias
que escribe de otras cosas va del arte del de la Nueva-España, tambien
irá todo errado; y es lo bueno que ensalza á unos capitanes y abaja
á otros; y los que no se hallaron en las conquistas dice que fueron
capitanes, y que un Pedro Dircio fué por capitan cuando el desbarate
que hubo en un pueblo que le pusieron nombre Almería; porque el que fué
por capitan en aquella entrada fué un Juan de Escalante, que murió en
el desbarate con otros siete soldados; é dice que un Juan Velazquez de
Leon fué á poblar á Guacacualco; mas la verdad es así: que un Gonzalo
de Sandoval, natural de Ávila, lo fué á poblar.
Tambien dice cómo Cortés mandó quemar un indio que se decia
Quezal-Popoca, capitan de Montezuma, sobre la poblacion que se quemó.
El Gómora no acierta tambien lo que dice de la entrada que fuimos á un
pueblo é fortaleza: Anga Panga escríbelo, mas no como pasó. Y de cuando
en los arenales alzamos á Cortés por capitan general y justicia mayor,
en todo le engañaron. Pues en la toma de un pueblo que se dice Chamula,
en la provincia de Chiapa, tampoco acierta en lo que escribe.
Pues otra cosa peor dice, que Cortés mandó secretamente barrenar
los once navíos en que habiamos venido; ántes fué público, porque
claramente por consejo de todos los demás soldados mandó dar con ellos
al través á ojos vistas, porque nos ayudase la gente de la mar que en
ellos estaba, á velar y guerrear.
Pues en lo de Juan de Grijalva, siendo buen capitan, le deshace é
disminuye. Pues en lo de Francisco Fernandez de Córdoba, habiendo él
descubierto lo de Yucatan, lo pasa por alto. Y en lo de Francisco de
Garay dice que vino él primero con cuatro navíos de lo de Pánuco ántes
que viniese con la armada postrera; en lo cual no acierta, como en lo
demás.
Pues en todo lo que escribe de cuándo vino el capitan Narvaez y de
cómo le desbaratamos, escribe segun é como las relaciones. Pues en las
batallas de Taxcala hasta que hicimos las paces, en todo escribe muy
léjos de lo que pasó.
Pues las guerras de Méjico de cuando nos desbarataron y echaron de
la ciudad, é nos mataron é sacrificaron sobre ochocientos y sesenta
soldados; digo otra vez sobre ochocientos y sesenta soldados, porque de
mil trecientos que entramos al socorro de Pedro de Albarado, é íbamos
en aquel socorro los de Narvaez é los de Cortés, que eran los mil y
trecientos que he dicho, no escapamos sino cuatrocientos y cuarenta, é
todos heridos, y dícelo de manera como si no fuera nada.
Pues desque tornamos á conquistar la gran ciudad de Méjico é la
ganamos, tampoco dice los soldados que nos mataron é hirieron en
las conquistas, sino que todo lo hallábamos como quien va á bodas y
regocijos.
¿Para qué meto yo aquí tanto la pluma en contar cada cosa por sí, que
es gastar papel y tinta? Porque si en todo lo que escribe va de aquesta
arte, es gran lástima; y puesto que él lleve buen estilo, habia de ver
que para que diese fe á lo demás que dice, que en esto se habia de
esmerar.
Dejemos esta plática, é volveré á mi materia; que despues de bien
mirado todo lo que he dicho que escribe Gómora, que por ser tan léjos
de lo que pasó es en perjuicio de tantos, torno á proseguir en mi
relacion é historia; porque dicen sábios varones que la buena política
y agraciado componer es decir verdad en lo que escribieren, y la mera
verdad resiste á mi rudeza; y mirando en esto que he dicho, acordé de
seguir mi intento con el ornato y pláticas que adelante se verán, para
que salga á luz y se vean las conquistas de la Nueva-España claramente
y como se han de ver, y su majestad sea servido conocer los grandes é
notables servicios que le hicimos los verdaderos conquistadores, pues
tan pocos soldados como venimos á estas tierras con el venturoso y
buen capitan Hernando Cortés, nos pusimos á tan grandes peligros y le
ganamos esta tierra, que es una buena parte de las del Nuevo-Mundo,
puesto que su majestad, como cristiano Rey y señor nuestro, nos lo ha
mandado muchas veces gratificar; y dejaré de hablar acerca de esto,
porque hay mucho que decir.
Y quiero volver con la pluma en la mano, como el buen piloto lleva la
sonda por la mar, descubriendo los bajos cuando siente que los hay,
así haré yo encaminar á la verdad de lo que pasó la historia del
coronista Gómora, y no será todo en lo que escribe; porque si parte por
parte se hubiese de escribir, seria más la costa en coger la rebusca
que en las verdaderas vendimias.
Digo que sobre esta mi relacion pueden los coronistas sublimar é dar
loas cuantas quisieren, así al capitan Cortés como á los fuertes
conquistadores, pues tan grande y santa empresa salió de nuestras
manos, pues ello mismo da fe muy verdadera; y no son cuentos de
naciones extrañas, ni sueños ni porfias, que ayer pasó á manera de
decir, sino vean toda la Nueva-España qué cosa es, y lo que sobre ello
escriben.
Diremos lo que en aquellos tiempos nos hallamos ser verdad, como
testigos de vista, é no estaremos hablando las contrariedades y falsas
relaciones (como decimos) de los que escribieron de oidas, pues sabemos
que la verdad es cosa sagrada, y quiero dejar de más hablar en esta
materia; y aunque habia bien que decir della é lo que sé, sospecho
del coronista que le dieron falsas relaciones cuando hacia aquella
historia; porque toda la honra y prez della la dió sólo al marqués D.
Hernando Cortés, é no hizo memoria de ninguno de nuestros valerosos
capitanes y fuertes soldados; y bien se parece en todo lo que el
Gómora escribe en su historia serle muy aficionado, pues á su hijo, el
marqués que agora es, le eligió su corónica é obra, é la dejó de elegir
á nuestro Rey y señor; y no solamente el Francisco Lopez de Gómora
escribió tantos borrones é cosas que no son verdaderas, de que ha hecho
mucho daño á muchos escritores é coronistas que despues del Gómora han
escrito en las cosas de la Nueva-España, como es el doctor Illescas y
Pablo Iovio, que se van por sus mismas palabras y escriben ni más ni
ménos que el Gómora.
Por manera que lo que sobre esta materia escribieron es porque les ha
hecho errar el Gómora.


CAPÍTULO XIX.
CÓMO VENIMOS OTRA VEZ CON OTRA ARMADA Á LAS TIERRAS NUEVAMENTE
DESCUBIERTAS, Y POR CAPITAN DE LA ARMADA HERNANDO CORTÉS, QUE DESPUES
FUÉ MARQUÉS DEL VALLE, Y TUVO OTROS DITADOS, Y DE LAS CONTRARIEDADES
QUE HUBO PARA LE ESTORBAR QUE NO FUESE CAPITAN.

En 15 dias del mes de Noviembre de 1518 años, vuelto el capitan Juan
de Grijalva de descubrir las tierras nuevas (como dicho habemos), el
gobernador Diego Velazquez ordenaba de enviar otra armada muy mayor que
las de ántes, y para ello tenia ya diez navíos en el puerto de Santiago
de Cuba; los cuatro dellos eran en los que volvimos cuando lo de Juan
de Grijalva, porque luego les hizo dar carena y adobar, y los otros
seis recogieron de toda la isla, y los hizo proveer de bastimento, que
era pan cazabe y tocino, porque en aquella sazon no habia en la isla
de Cuba ganado vacuno ni carneros, y este bastimento no era para más
de hasta llegar á la Habana, porque allí habiamos de hacer todo el
matalotaje, como se hizo.
Y dejemos de hablar en esto, y volvamos á decir las diferencias que
se hubo en elegir capitan para aquel viaje. Habia muchos debates y
contrariedades, porque ciertos caballeros decian que viniese un capitan
muy de calidad, que se decia Vasco Porcallo, pariente cercano del conde
de Feria, y temióse el Diego Velazquez que se alzaria con la armada,
porque era atrevido; otros decian que viniese un Agustin Bermudez ó
un Antonio Velazquez Borrego, ó un Bernardino Velazquez, parientes
del gobernador Diego Velazquez; y todos los más soldados que allí nos
hallamos deciamos que volviese el Juan de Grijalva, pues era buen
capitan y no habia falta en su persona y en saber mandar.
Andando las cosas y conciertos desta manera que aquí he dicho, dos
grandes privados del Diego Velazquez, que se decian Andrés de Duero,
secretario del mismo gobernador, y un Amador de Larez, contador de
su majestad, hicieron secretamente compañía con un buen hidalgo, que
se decia Hernando Cortés, natural de Medellin, el cual fué hijo de
Martin Cortés de Monroy y de Catalina Pizarro Altamirano, é ámbos
hijosdalgo, aunque pobres; é así era por la parte de su padre Cortés
y Monroy, y la de su madre Pizarro é Altamirano: fué de los buenos
linajes de Extremadura, é tenia indios de encomienda en aquella isla,
é poco tiempo habia que se habia casado por amores con una señora que
se decia doña Catalina Suarez Pacheco, y esta señora era hija de Diego
Suarez Pacheco, ya difunto, natural de la ciudad de Ávila, y de María
de Mercaida, vizcaina y hermana de Juan Suarez Pacheco; y este, despues
que se ganó la Nueva-España, fué vecino y encomendado en Méjico; y
sobre este casamiento de Cortés le sucedieron muchas pesadumbres y
prisiones, porque Diego Velazquez favoreció las partes della, como
más largo contarán otros; y así pasaré adelante y diré acerca de
la compañía, y fué desta manera: que concertaron estos dos grandes
privados del Diego Velazquez que le hiciesen dar á Hernando Cortés
la capitanía general de toda la armada, y que partirian entre todos
tres la ganancia del oro y plata y joyas de la parte que le cupiese á
Cortés; porque secretamente el Diego Velazquez enviaba á rescatar, y no
á poblar.
Pues hecho este concierto, tienen tales modos el Duero y el contador
con el Diego Velazquez, y le dicen tan buenas y melosas palabras,
loando mucho á Cortés, que es persona en quien cabe aquel cargo, y para
capitan muy esforzado y que le seria muy fiel, pues era su ahijado,
porque fué su padrino cuando Cortés se veló con doña Catalina Suarez
Pacheco; por manera que le persuadieron á ello y luego se eligió
por capitan general; y el Andrés de Duero, como era secretario del
gobernador, no tardó en hacer las provisiones, como dice en el refran,
de muy buena tinta, y como Cortés las quiso bastantes, y se las trujo
firmadas.
Ya publicada su eleccion, á unas personas les placia y á otras les
pesaba. Y un domingo, yendo á Misa el Diego Velazquez, como era
gobernador, íbanle acompañando las más nobles personas y vecinos que
habia en aquella villa, y llevaba á Hernando Cortés á su lado derecho
por le honrar; é iba delante del Diego Velazquez un truhan que se decia
Cervantes el Loco, haciendo gestos y chocarrerías:
—«Á la gala de mi amo; Diego, Diego, ¿qué capitan has elegido? Que es
de Medellin de Extremadura, capitan de gran ventura. Mas temo, Diego,
no se te alce con la armada; que le juzgo por muy gran varon en sus
cosas.»
Y decia otras locuras, que todas iban inclinadas á malicia. Y porque lo
iba diciendo de aquella manera le dió de pescozazos el Andrés de Duero,
que iba allí junto con Cortés, y le dijo:
—«Calla, borracho, loco, no seas más bellaco; que bien entendido tenemos
que esas malicias, so color de gracias no salen de tí.»
Y todavía el loco iba diciendo:
—«Viva, viva la gala de mi amo Diego y del su venturoso capitan
Cortés. É juro á tal, mi amo Diego, que por no te ver llorar tu mal
recaudo que ahora has hecho yo me quiero ir con Cortés á aquellas ricas
tierras.»
Túvose por cierto que dieron los Velazquez parientes del gobernador
ciertos pesos de oro á aquel chocarrero porque dijese aquellas
malicias, so color de gracias.
Y todo salió verdad como lo dijo. Dicen que los locos muchas veces
aciertan en lo que hablan; y fué elegido Hernando Cortés, por la gracia
de Dios, para ensalzar nuestra santa fe y servir á su majestad, como
adelante se dirá.


CAPÍTULO XX.
DE LAS COSAS QUE HIZO Y ENTENDIÓ EL CAPITAN HERNANDO CORTÉS DESPUES QUE
FUÉ ELEGIDO POR CAPITAN, COMO DICHO ES.

Pues como ya fué elegido Hernando Cortés por general de la armada que
dicho tengo, comenzó á buscar todo género de armas, así escopetas como
pólvora y ballestas, é todos cuantos pertrechos de guerra pudo haber
y buscar, todas cuantas maneras de rescate, y tambien otras cosas
pertenecientes para aquel viaje.
É demás desto, se comenzó de pulir é abellidar en su persona mucho más
que de ántes, é se puso un penacho de plumas con su medalla de oro,
que le parecia muy bien. Pues para hacer aquestos gastos que he dicho
no tenia de qué, porque en aquella sazon estaba muy adeudado y pobre,
puesto que tenia buenos indios de encomienda y le daban buena renta de
las minas de oro; más todo lo gastaba en su persona y en atavíos de su
mujer, que era recien casado.
Era apacible en su persona y bien quisto y de buena conversacion, y
habia sido dos veces alcalde en la villa de Santiago de Boroco, adonde
era vecino, porque en aquestas tierras se tiene por mucha honra.
Y como ciertos mercaderes amigos suyos, que se decian Jaime Tria
ó Gerónimo Tria y un Pedro de Jerez, le vieron con capitanía y
prosperado, le prestaron cuatro mil pesos de oro y le dieron otras
mercaderías sobre la renta de sus indios, y luego hizo hacer unas
lazadas de oro, que puso en una ropa de terciopelo, y mandó hacer
estandartes y banderas labradas de oro, con las armas Reales y una cruz
de cada parte, juntamente con las armas de nuestro Rey y Señor, con un
letrero en latin, que decia: «Hermanos, sigamos la señal de la Santa
Cruz con fe verdadera, que con ella venceremos;» y luego mandó dar
pregones y tocar sus atambores y trompetas en nombre de su majestad, y
en su Real nombre por Diego Velazquez, para cualesquier personas que
quisiesen ir en su compañía á las tierras nuevamente descubiertas á las
conquistar y doblar, les darian sus partes del oro, plata y joyas que
se hubiese, y encomiendas de indios despues de pacificada, y que para
ello tenia el Diego Velazquez de su majestad.
É puesto que se pregonó aquesto de la licencia del Rey nuestro Señor,
aún no habia venido con ella de Castilla el Capellan Benito Martinez,
que fué el que Diego Velazquez hubo despachado á Castilla para que le
trujese, como dicho tengo en el capítulo que dello habla.
Pues como se supo esta nueva en toda la isla de Cuba, y tambien Cortés
escribió á todas las villas á sus amigos que se aparejasen para ir
con él á aquel viaje, unos vendian sus haciendas para buscar armas
y caballos, otros comenzaban á hacer cazabe y salar tocinos para
matalotaje, y se colchaban armas y se apercebian de lo que habian
menester lo mejor que podian.
De manera que nos juntamos en Santiago de Cuba, donde salimos con el
armada, más de trescientos soldados; y de la casa del mismo Diego
Velazquez vinieron los más principales que tenia en su servicio, que
era un Diego de Ordás, su mayordomo mayor, y á este el mismo Velazquez
lo envió para que mirase y entendiese no hubiese alguna mala trama en
la armada; que siempre se temió de Cortés, aunque lo disimulaba; y vino
un Francisco de Morla y un Escobar y un Heredia, y Juan Ruano y Pedro
Escudero, y un Martin Ramos de Lares, vizcaino, y otros muchos que eran
amigos y paniaguados del Diego Velazquez. É yo me pongo á la postre,
ya que estos soldados pongo aquí por memoria, y no á otros, porque en
su tiempo y sazon los nombraré á todos los que se me acordare.
Y como Cortés andaba muy solícito en aviar su armada, y en todo se
daba mucha priesa, como ya la malicia y envidia reinaba siempre en
aquellos deudos del Diego Velazquez, estaban afrentados como no se
fiaba el pariente dellos, y dió aquel cargo y capitanía á Cortés,
sabiendo que le habia tenido por su grande enemigo pocos dias habia
sobre el casamiento de la mujer de Cortés, que se decia Catalina Suarez
la Marcaida (como dicho tengo); y á esta causa andaban mormurando del
pariente Diego de Velazquez y aun de Cortés, y por todas las vías que
podian la revolvian con el Diego Velazquez para que en todas maneras le
revocasen el poder; de lo cual tenia dello aviso el Cortés, y á esta
causa no se quitaba de la compañía de estar con el gobernador y siempre
mostrándose muy gran su servidor. Él decia que le habia de hacer muy
ilustre señor é rico en poco tiempo.
Y demás desto, el Andrés de Duero avisaba siempre á Cortés que se diese
priesa en embarcar, porque ya tenian trastrocado al Diego Velazquez con
importunidad de aquellos sus parientes los Velazquez. Y desque aquello
vió Cortés, mandó á su mujer doña Catalina Suarez la Marcaida que todo
lo que hubiese de llevar de bastimentos y otros regalos que suelen
hacer para sus maridos, en especial para tal jornada, se llevase luego
á embarcar á los navíos.
É ya tenia mandado apregonar é apregonado, é apercebidos á los maestres
y pilotos y á todos los soldados, que para tal dia y noche no quedase
ninguno en tierra.
Y desque aquello tuvo mandado y los vió todos embarcados, se fué á
despedir del Diego Velazquez, acompañado de aquellos sus grandes
amigos y compañeros, Andrés de Duero y el contador Amador de Lares,
y todos los más nobles vecinos de aquella villa; y despues de muchos
ofrecimientos y abrazos de Cortés al gobernador y del gobernador á
Cortés, se despidió dél; y otro dia muy de mañana, despues de haber
oido Misa, nos fuimos á los navíos, y el mismo Diego Velazquez le tornó
á acompañar, y otros muchos hidalgos, hasta acercarnos á la vela, y
con próspero tiempo en pocos dias llegamos á la villa de la Trinidad;
y tomado puerto y saltados en tierra, lo que allí le avino á Cortés
adelante se dirá.
Aquí en esta relacion verán lo que á Cortés le acaeció y las
contrariedades que tuvo hasta elegir por capitan y todo lo demás ya
por mí dicho; y sobre ello miren lo que dice Gómora en su historia, y
hallarán ser muy contrario lo uno de lo otro, y cómo á Andrés de Duero,
siendo secretario que mandaba la isla de Cuba, le hace mercader, y al
Diego de Ordás, que vino ahora con Cortés, dijo que habia venido con
Grijalva.
Dejemos al Gómora y á su mala relacion, y digamos cómo desembarcamos
con Cortés en la villa de la Trinidad.


CAPÍTULO XXI.
DE LO QUE CORTÉS HIZO DESQUE LLEGÓ Á LA VILLA DE LA TRINIDAD, Y DE LOS
CABALLEROS Y SOLDADOS QUE ALLÍ NOS JUNTAMOS PARA IR EN SU COMPAÑÍA, Y
DE LO QUE MÁS LE AVINO.

É así como desembarcamos en el puerto de la villa de la Trinidad, y
salidos en tierra, y como los vecinos lo supieron, luego fueron á
recibir á Cortés y á todos nosotros los que veniamos en su compañía, y
á darnos el parabien venido á su villa, y llevaron á Cortés á aposentar
entre los vecinos, porque habia en aquella villa poblados muy buenos
hidalgos; y luego mandó Cortés poner su estandarte delante de su posada
y dar pregones, como se habia hecho en la villa de Santiago, y mandó
buscar todas las ballestas y escopetas que habia, y comprar otras cosas
necesarias y aun bastimentos; y de aquesta villa salieron hidalgos para
ir con nosotros, y todos hermanos, que fué el capitan Pedro Albarado
y Gonzalo de Albarado y Jorge de Albarado y Gonzalo y Gomez é Juan de
Albarado el viejo, que era bastardo; el capitan Pedro de Albarado es el
por muy muchas veces nombrado; é tambien salió de aquesta villa Alonso
de Ávila, natural de Ávila, capitan que fué cuando lo de Grijalva, é
salió Juan de Escalante é Pedro Sanchez Farfan, natural de Sevilla, y
Gonzalo Mejía, que fué tesorero en lo de Méjico, é un Baena y Juanes
de Fuenterrabia, y Cristóbal de Olí, que fué forzado, que fué maestre
de campo en la toma de la ciudad de Méjico y en todas las guerras de
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