Troteras y danzaderas: Novela - 22

Total number of words is 4712
Total number of unique words is 1663
34.8 of words are in the 2000 most common words
45.0 of words are in the 5000 most common words
51.0 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
con todas mis ganancias.» A esto Teófilo había respondido que más valía
acabar cuanto antes, aun cuando Fernando defraudase malamente aquel
dinero. Pero Rosina lloriqueaba, calificando de cruel a Teófilo que se
emperraba en que ella había de mandar a paseo lo que tan honradamente
había ganado. «Y sobre todo --añadió-- que ese capitalito, más que mío,
es de mi niña, y a eso nada tienes que decir.» En efecto, Teófilo nada
tuvo que decir a esto.
A principios de junio, Rosina retornó a París, con propósitos, a lo que
Teófilo creía, de arreglar sus asuntos con Fernando, darle la licencia
absoluta y volver a los brazos del poeta para no salir ya nunca de
ellos. Volvió al cabo de un mes, como había prometido, y en extremo
desolada, porque Fernando se había negado a darle cuentas del dinero,
y, por lo que atañe a la ruptura, había jurado matarla el día que le
abandonase. «Ten paciencia, Teófilo --había suplicado Rosina--. Lo
mejor es que vayamos a pasar el verano en mi tierra, junto al mar. Que
corra el tiempo, y allí, con toda calma, resolveremos lo que convenga
hacer.»
Cuanto Rosina había referido acerca de su estancia en París y sus
tentativas de ruptura con Fernando era una fábula. Habían vivido, como
siempre, unos días de ardorosa pasión, mutuamente participada. Luego,
Rosina habíale insinuado a Fernando que deseaba pasar el verano en
Asturias, con la niña, a lo cual Fernando accedió, si bien él no podía
acompañarla (cosa que de antemano sabía Rosina), por tener varios
contratos sucesivos en las playas del Norte de Francia.
Como Fernando estaba enamorado de veras y era algo celoso, Rosina
temía que por sorpresa se presentase en Asturias. Solo de pensar en
semejante contingencia se empavorecía. Pero, muy precavida y avispada,
acudió en un instante con el remedio, y fue llevarse a Verónica
consigo, de manera que si Fernando surgía de improviso, Teófilo pasase
por amante de la bailarina. Llamó, pues, a Verónica, y por medio de
hábiles circunloquios le descubrió su intención. Verónica no respondió
por el pronto, sino que quiso antes aconsejarse de Alberto, en cuyo
afecto y discreción fiaba.
--Chiquillo, estoy como si me hubieran dado un mamporro en la nuca
--dijo Verónica a Guzmán, y a seguida refirió su entrevista con Rosina.
Añadió--: Por estas que me costó mucho trabajo contenerme en un
principio. Mira tú que es desfachatez proponerme a mí que vaya, así,
sin más ni más, a tenerles la vela un santo verano. Pero luego lo pensé
mejor, y me dije: ¿Por qué no? Figúrate que viene el tal Fernandito y
los encuentra solos; nada, que se carga a Teófilo, no te quepa duda.
No lo quiero ni pensar. Pero niño, yo sola no voy: es mucho gorro para
mí sola. Pues se me ha ocurrido lo siguiente: que te vengas tú con
nosotros, y somos cuatro. No, no me digas que no, porque si no vienes
de tu motu propio te arrastro por las orejas.
--¿Qué pretendes? ¡Con claridad! ¿Diente por diente y gorro por gorro?
¿Ellos nos lo ponen y nosotros se lo ponemos?
--A ver si te doy una guantada. ¿Lo dices en serio? Yo creí que me
mirabas solo como una amiga, más que como una amiga, como un amigo. Ya
sabes que me he cortado la coleta, y contigo menos que con ninguno. De
manera que si quieres ayudarme a aguantar el gorro, con la condición
expresa, ¿te enteras?, de que no me has de decir ni una palabra de
aquello, por ningún concepto, ni una palabra; en este caso, digo, me
acompañas. Si no, te puedes ir al guano, y buen desengaño me llevo,
que siempre te tuve por un buen amigo.
--Arreglado. Te acompañaré, Verónica, y respetaré tu poda capilar. Yo
he sido siempre muy respetuoso con todos los tonsurados.
--Entonces, ¿qué? ¿La condición no es de tu gusto? ¿No quieres venir?
--Te he dicho que sí, Verónica.
--Es que como te habías disparado con esas chanfainas tuyas que ni el
diablo las entiende...
--Aludía a que te habías cortado la coleta, acto que yo respeto.
--Eres un barbián. Choca acá esos cinco.
--Y tú eres la mujer más salada y encantadora que he conocido. Ahí van
los cinco.
Cuando Travesedo, por boca de Guzmán, se informó del proyectado viaje,
permaneció unos minutos perplejo, y, en recobrándose, aborrascó las
cejas, se mesó las barbas con mal reprimido despecho, y procurando
emitir una voz patética, adusta y recriminatoria, dijo:
--Nunca lo hubiera creído de ti. Te consideraba amigo leal. No puedes
escudarte en la ignorancia de mi afecto y más que afecto por Verónica,
porque en hartas ocasiones hemos hablado acerca del asunto.
Guzmán explicó la condición que Verónica le había impuesto, a la cual
él se había sometido gustoso.
--Entonces --repuso Travesedo--, ¿por qué no ha venido Verónica a
solicitarme a mí? Yo me hubiera sometido también.
--¿Por qué? Por eso precisamente, creo yo. Porque tú piensas que te
someterías, lo piensas ahora, pero más tarde... siempre al lado de
ella... ¿No dices que te gusta demasiado? Ya sabes, se ha cortado la
coleta; y cuando una mujer se corta la coleta no sé que vendan en
ninguna parte el petróleo Gal que la haga renacer.
--Quizás solo en la Vicaría --concluyó Travesedo, después de pensarlo
un rato.


III

Para cualquier observador superficial la casuca de Celorio, en donde
moraban Rosina, Verónica, Teófilo y Guzmán, era la casa del presente;
esto es, la casa de la dicha, ya que es opinión casi unánimemente
recibida que la felicidad no es fantasma de esperanza o recuerdo,
afán de lo porvenir o fruición de lo fenecido, sino goce del instante
actual, en cierta manera eterno, porque en él se absorben las nociones
de pasado y futuro; en suma, el _carpe diem_ horaciano. Los cuatro
moradores de la casuca se ingeniaban como podían en extraer a los días
sucesivos la mayor cantidad posible de sustancia de presente. Verónica
y Guzmán, por la virtud de cierto matiz de su carácter, que pudiera
denominarse clásico, vivían casi siempre y sin esfuerzo abandonados
al presente; carecían de ambiciones y, por lo tanto, sus deseos, más
que deseos, eran tendencias o mansas energías enderezadas a un fin y
reforzadas por un sentimiento latente a modo de sorda certidumbre de
que habían de realizarse. Por el contrario, para Rosina y Teófilo la
concentración en el presente era propósito de la voluntad, ceguera
preconcebida y miedo del mañana misterioso. Aquéllos no temían perder
nada; estos sufrían la zozobra de perderlo todo, o, por mejor decir, en
el hondón más íntimo del espíritu mantenían amordazada la conciencia de
ser efímera y engañosa aquella felicidad que se hacían la ilusión de
estar gozando. De ahí que en la alegría de Rosina y Teófilo hubiera en
todo punto algo de estridente y acre.
Pero lo cierto es que la casuca de Celorio estaba saturada de continuo
de chácharas, risas y cánticos.
Teófilo había venido al pueblo con la determinación de aprovechar el
verano para _cargarse otro drama_, como él decía. Pasaba el tiempo,
sin embargo, y Teófilo no hacía nada. La sequedad de sus facultades
creadoras y el torpor de su estro tan ágil y desenfadado en otro
tiempo, eran alarmantes y le traían acongojado. Confiose a Alberto,
rogándole que le proporcionase algún remedio.
--No sé cómo te arreglas --habló Teófilo--. Trabajas todos los días
cinco o seis horas con regularidad, tú que siempre has sido tan vago.
No veo que pongas especial ahinco, sino que parece que escribes por
distraer el tiempo; pero tu obra cunde maravillosamente. Dime, ¿qué
debo hacer yo?
--Yo qué sé, Teófilo. La mayor parte de las cosas en la vida son
independientes del albedrío humano. Me pides consejos... Soy enemigo
de las frases genéricas y vanas. ¿Qué quieres que te aconseje? Que te
adoctrines en la simplicidad de la naturaleza... Que escuches el rumor
de árboles y ondas hablándose entre sí, sin decirse retruécanos, como
hacemos los hombres... Es todo lo que puedo decirte, y esto como ves,
no tiene ningún valor. Aguarda. Si ahora te sientes incapaz para urdir
un argumento o hilvanar cuatro versos, piensa que esa esterilidad es
pasajera, y que a todos los artistas les ocurre lo propio a temporadas.
Aguarda. En medio de todo no es raro que te sientas inútil para el
arte, cuando el amor te tiene acaparado por completo.
--Así es. Acaparado por completo --repitió Teófilo, esbozando una
sonrisa de candoroso orgullo--. Se cree vulgarmente que el amor
estimula el ejercicio de las artes, y muy particularmente el de la
poesía. Ahora veo que no. Al contrario, le anula a uno. Pero es un
anulamiento tan placentero... ¿Que ahora no puedo escribir? No importa;
aguardaré. Tienes razón. La vida es anterior y superior al arte. Yo
ahora vivo.
--Sí; vivir es sentir la vida, es tener sensaciones fuertes, como dice
Stendhal.
--Me gusta la cita. Se me figura como si toda mi vida anterior no
hubiera sido sino preparación espiritual para sentir en toda su
magnitud las sensaciones presentes. Tener sensaciones fuertes... eso
es todo, sí, señor. Pero para resistir las sensaciones fuertes no
vendría mal tener un cuerpo fuerte, robusto. ¿No crees que me estoy
desmejorando bastante? --Teófilo pretendió en balde sonreir. Sus ojos
traicionaban escondido anhelo.
--Un poco, es natural.
--No me preocupa. Una vez que se amortigüen un tanto estos primeros
ímpetus, cuando volvamos a Madrid, cuyo clima me sienta muy bien, me
repondré en muy pocos días.
A fines de agosto, cierta noche, a la hora de la cena, Guzmán dijo:
--Amigos míos; pongo en vuestro conocimiento, que he terminado mi
novela.
--«Hurra», «bravo», «choquemos las copas», «tienes que leérnosla», y
otras palabras de este tono, fueron las precipitadas respuestas de los
tres amigos.
--Gracias, amado pueblo. Ahora os participo que mañana salgo para
Madrid. No pongáis esa cara, que la cosa no es para tanto. Os abandono
con dolor, pero no puedo quedarme. Quiero que la novela salga a fines
de septiembre, y he de estar en Madrid en tanto se imprime. ¿Cuándo
pensáis marchar vosotros?
--Yo, por mi gusto, me quedaría aquí toda mi vida, ¿verdad, Teófilo?
--y contempló al poeta con mimosidad--. Por lo pronto, no tengo
contratos hasta el mes de noviembre, de modo que podemos quedar aquí
todo el mes de octubre. Y tú, no digas, si te da la gana te puedes
quedar también. O, si es tan necesario que corrijas esas pruebas,
puedes volver después de publicado el libro.
--No, porque precisamente en el mes de octubre se casa Amparito,
la hija de Antonia. Aún no está señalado el día. Yo soy uno de los
testigos. Antonia no me perdonaría que faltase.
--Pues hijo, te portas como hay Dios --dijo Verónica, desabridamente--.
Tú vas a lo tuyo y a los demás que nos parta un rayo. Has concluido
tu librito, pues, agur, y ahí queda eso. _Eso_ es una cesta que pesa
varios quintales. De órdago, hijo, para llevarla yo sola.
--Ven a Madrid conmigo.
--Estoy por marcharme también.
--Eso será si te dejo yo. Pues no faltaba más --habló Rosina--. Seremos
muy formalitos y no te molestaremos lo más mínimo, ¿eh, Teófilo? Y tú
--dirigiéndose a Alberto--, sinvergonzón, no sabes lo que te pierdes,
porque ahora saldremos todas las tardes en lancha a pescar panchos,
y en cuanto entren las mareas vivas nos vamos a dar cada atracón de
percebes...
--¡Quédate! --rogó Teófilo con gran amargura en la voz.
--No me es posible.
Al día siguiente, en el momento de despedirse, Teófilo dijo
confidencialmente a Alberto:
--Mientras has estado aquí apenas si me daba cuenta de tu compañía.
Ahora que te vas, tengo no sé qué tristes presentimientos. Miedo, sí,
miedo.
--¿De qué o a qué?
--No lo sé yo mismo.


IV

Amparito se casó en la primera decena de octubre. La boda fue en la
parroquia de San Martín. Día solemne en la casa de huéspedes, aun
cuando el hecho de ser invitados solo Travesedo y Guzmán originó
no poca contrariedad a los preteridos. En honor al acto, a las ocho
de la mañana, hora en que la novia abandonó la casa materna, todos
los huéspedes estaban en pie. Por unanimidad se decretó que Amparito
estaba preciosa. Lolita, llorando como una Magdalena, aunque no de
arrepentimiento, precipitose a abrazar y besar a Amparito, despertando
con su tumultuosa cordialidad la indignación moral de Travesedo y la
ira indumentaria de Antonia, que veía chafarse entre los brazos de la
cortesana los albos arreos nupciales y las cándidas flores de azahar.
Luisito Zugasti, que así se llamaba el novio de Amparito, ofreció a
los asistentes a su boda un almuerzo en el _Ideal Room_. Aparte de
Travesedo, Guzmán y el cura que había sacramentado el desposorio,
el resto de los invitados eran ingenieros de minas, como Zugasti,
compañeros de promoción en la escuela: todos ellos hombres curtidos
por la vida activa al aire libre, modestos en el vestir, sobrios en
el comer, alegres con alguna rudeza, afables con toda simplicidad, y,
aunque ya maduros y entrecanos, el sentido que de la vida tenían era
muchachil, llano y placentero. Prolongose la sobremesa largo tiempo, y
desde el restorán fueron todos a despedir a los recién casados.
Volvieron de la estación solos y a pie Travesedo y Guzmán.
--Son felices; serán felices --exclamó Travesedo, aludiendo al flamante
matrimonio.
--Son felices; serán felices --hizo eco Guzmán.
--He aquí el único ideal en la vida: casarse; tener muchos hijos,
educarlos bien; vivir tan apartado del mundo como se pueda; no hacer
mal a nadie y morir respetado por todos los conocidos. ¡Hermosa tarde!
La vida es bella, la vida es buena. Tiene razón Leibniz, vivimos en el
mejor de los mundos posibles.
Y los dos amigos se lanzaron en líricas disquisiciones acerca de la
bondad y la belleza de la vida.
En llegando a casa, salióles a abrir la ventruda Blanca.
--Don Alberto, ahí en su cuarto hay un judío que ha venido preguntando
por usted hace dos horas.
--¿Un judío?
--O un protestante. Él no habla palabra de cristiano y ni Dios le
entiende lo que dice.
Alberto entró en su cuarto, en donde estaba aguardándole el
corresponsal de un diario alemán, Herr Heinemann, con el cual, así como
con su amante, Guzmán sostenía relaciones amistosas desde hacía unos
meses.
Heinemann revelaba gran agitación.
--Tengo que hablarle de asuntos muy importantes. No se ofenda usted si
le digo que los españoles que conozco me parecen poco personas y no
me merecen ninguna confianza. Usted es el único con quien me atrevo a
consultar lo que me ocurre --dijo en francés.
«El sablazo se cierne sobre mi sesera», pensó Guzmán. Dijo en voz alta:
--Muchas gracias. Siéntese, y si en algo puedo servirle.
--En algo... ¡En todo! ¡Sálveme usted!
Entonces Heinemann refirió que su amante estaba encinta de cuatro
meses; que tanto él como ella habían resuelto provocar el aborto, y que
no conociendo en Madrid a nadie en cuya discreción pudiera fiar, acudía
a Guzmán para que este le indicase algún médico o comadrona que se
prestase a ello.
--¿Y cómo quiere usted que yo sepa nada de eso? --murmuró Guzmán.
--Puede usted informarse. Desde luego, ya suponía yo que no iba a estar
usted enterado; pero a usted le es más fácil enterarse. Es necesario.
Nora dice que de lo contrario se suicida.
--¿Sabe Nora que la operación es peligrosa y puede costarle la vida?
--Lo sabe. Estamos decididos.
--Dispénseme si me atrevo a hacerle alguna consideración de índole
moral.
--Lo que usted quiera.
--Pudiera ser excusable que Nora arriesgase su vida voluntariamente.
Pero aquí no se trata de eso, sino de destruir otra vida. En suma...
--¿De un crimen, quiere usted decir?
--No quiero decir un crimen, pero sí algo semejante.
--Yo, por el contrario, creo realizar un nobilísimo acto moral. Si
a usted, antes de nacer, le hubieran dado a elegir entre la vida o
la nada, ¿qué hubiera usted elegido? --Heinemann ponía y quitaba el
monóculo a cada dos palabras, con obstinación de monomaníaco. Sus ojos
eran grises y taciturnos; su rostro, en absoluto huérfano de expresión.
Guzmán callaba. Prosiguió Heinemann--: ¿Qué hubiera elegido usted?
La vida es mala, la vida es fea, la vida es dolorosa. La vida es una
contradicción radical que nunca se resuelve. Vivir es sufrir. Engendrar
a un ser es condenarlo a la muerte y, lo que es peor, al sufrimiento.
Oscurecía. Los dos hombres estaban en un ángulo sombrío del aposento.
Heinemann se exaltaba, desarrollando una vasta teoría pesimista acerca
de la vida. Guzmán le interrumpió.
--Todo eso que usted dice es materia opinable; pero el caso concreto es
que yo no conozco a ningún médico o comadrona...
--¡Sálveme usted! --suplicó Heinemann, tomando entre las suyas
entrambas manos de Guzmán.
--¿Qué puedo hacer yo? Además, no logro entender por qué les alarma
tanto a ustedes tener un hijo.
--Si usted se enterase de ciertos antecedentes e interioridades que
no puedo revelar, lo entendería, aparte de las razones de principio,
convicción de conciencia, de que ya he hablado. ¡Sálveme! Usted tiene
amigos; entre ellos es seguro que alguno sabrá lo que necesitamos saber.
En esto Guzmán recordó haberle oído contar a Travesedo la historia
de los abortos de la Íñigo, con la relación circunstanciada de las
personas que habían intervenido y ayudado en ellos. Acercose a la
puerta y gritó:
--¡Eduardo!...
Llegó Travesedo. Guzmán lo presentó a Heinemann, y a seguida le repitió
lo que Heinemann pretendía.
--Pero eso es un crimen --comentó Travesedo, sin poder contenerse.
--Si antes de nacer --replicó secamente el alemán-- le hubieran dado a
usted a elegir entre la vida o la nada, ¿qué hubiera usted elegido?
Hubo una pausa.
--La nada --respondió Travesedo, con energía.
Adensábanse las sombras dentro de la estancia. Los tres hombres, por
movimiento instintivo, acercáronse al balcón. La noche caía sobre
Madrid, aplastando contra los tejados al día, ya caduco, cárdeno y
macilento, congestionado en sus últimos esfuerzos por sostener en los
hombros aquella masa sideral de tinieblas.
--Yo amo a los niños --bisbiseó Travesedo, con acento de confesión--.
Yo siento una gran ternura por los niños. Yo no puedo ver un niño sin
conmoverme, como en la iniciación de un misterio. Yo no puedo ver un
niño sin pensar: ¿Será, andando el tiempo, un Sócrates, un Dante, un
Goethe? --Hizo una pausa--. ¿No le parece a usted, Herr Heinemann, que
en casos como el presente esta misma consideración tiene gran fuerza?
--O esta otra --repuso el taciturno Heinemann--. ¿Será un tirano, un
ladrón, un traidor, un asesino? Pero, sobre todo, genio o degenerado,
grande hombre ú hombre miserable, será ineludiblemente una criatura
sujeta al mal metafísico, al físico y al moral; será una criatura
imperfecta, atormentada por el dolor de pensar, acosada por la pasión,
tentada por el delito, perseguida por la enfermedad y la vejez y
vencida a la postre por la muerte. El mundo es malo; la vida es mala y
fea y no vale la pena de ser vivida.
Otra pausa. Las puertas de la noche se habían cerrado sobre el cielo,
dejando apenas una estría de luz rojiza a ras de tierra.
Travesedo encendió la luz eléctrica, sacó del bolsillo una tarjeta de
visita y la respaldó con lápiz.
--Aquí tiene usted una tarjeta de presentación para la Íñigo. Yo me
lavo las manos. Usted se entenderá con ella.
Heinemann se despidió, dando las gracias y sacudiendo con reciedumbre
la mano de Travesedo y de Guzmán. En quedando a solas, Travesedo apagó
la luz y salió a sentarse al balcón. Guzmán estaba en pie, apoyado en
el barandal. Después de largo silencio, Travesedo habló como consigo
mismo:
--La vida es mala. No hay otro remedio que el suicidio cósmico que
aconseja Hartmann.


V

A los dos días de casarse Amparito recibiose un telegrama en casa de
Antonia. Era de Verónica. Decía así: «Tren correo llegamos Teófilo y
yo. Teófilo mal.»
Travesedo y Guzmán descendieron a la estación a esperar a los viajeros.
Al detenerse el tren, Verónica asomó por una ventanilla e hizo señas
a Travesedo y Guzmán. Venía desencajada, descolorida, como después de
haber pasado una mala noche. No bien se acercaron los dos amigos,
Verónica, sin saludar, dijo impaciente:
--Suban a ayudarme. No se puede mover. Está muy malito.
Teófilo estaba tendido a lo largo de un diván. Su lividez era tanta que
semejaba transparecer una amarilla luz interna, la cual, al asomar en
el negro vidrio de los ojos, emitía angustiados reflejos.
--¡Me muero, me muero, me muero! --sollozó Teófilo. Cortole la palabra
un acceso de tos.
--Sí, está muy malito. Pero no tanto. Es un cobardón. Parece mentira...
--y se volvió a mirar a Teófilo, con sonrisa reconfortante.
--Me muero. Escupo sangre. Me muero en seguida. Avisad a mi madre.
--Quizás no sea nada grave. ¿No habéis visto a ningún médico en
Celorio? --preguntó Travesedo.
--No ha querido él. Se empeñó en venir a Madrid a escape.
Con infinitos cuidados y no poca dificultad trasladaron a Teófilo a la
casa de huéspedes. Se telegrafió a doña Juanita y Travesedo salió a
buscar a un médico joven y talentoso, amigo suyo.
El médico, después de examinar, auscultar y percutir a Teófilo, en un
aparte que tuvo con Travesedo y Guzmán, declaró:
--No sé lo que tiene. El cuadro sintomático es dudoso. Lo mismo puede
ser pulmonía que fiebre tifoidea. A la tarde volveré, a ver si se han
especificado los síntomas.
--En todo caso, la enfermedad es grave --sugirió Travesedo.
--Muy grave. Otra cosa. Es necesario mudar a Pajares de habitación. La
que tiene carece de condiciones de capacidad y de ventilación.
Recorrieron las diferentes estancias de la casa, hasta la de Lolita,
quien estaba aún en el lecho, con San Antonio, rodeado de flores, en
la mesa de noche, prueba concluyente de que el santo miraba a Lolita
con singular predilección por aquellos días.
El médico eligió la habitación de Lolita como la más amplia y a
propósito para el caso. Lolita, abnegadamente, se la cedió al poeta,
con todos los muebles y ropas.
Verónica se instaló en casa de Antonia; no quería apartarse del
enfermo, y este, de su parte, no admitía otra enfermera que Verónica.
Alberto inquirió cerca de Verónica los orígenes del mal.
--Pues verás, hijo mío --explicó Verónica--. Hace cosa de ocho días,
Rosina recibió una carta de Fernando, en la cual él le decía que iba
de un momento a otro a Arenales. Ya sabes que Arenales es el pueblo
de Rosina. Fernando creía que ella estaba pasando el verano allí. Si
supieras el lío que se traía con eso de las cartas... para no descubrir
el pastel. Bueno; con la última carta el cielo se le cayó encima. Vino
a decírmelo a mí, con mucho misterio, y quería que yo, con cualquier
pretexto, me trajera a Teófilo a Madrid. ¡Qué pretexto ni qué ocho
cuartos! Pues va ella, y un día a la mesa, como un escopetazo, le
dice a Teófilo que todo tiene que concluir, porque llegaba Fernando.
El infeliz Teófilo se quedó talmente como un cadáver. ¡Daba compasión
verlo! Tanto, que hasta esa perra se compadeció, y se fue a él
haciéndole cucamonas e hipocresías, y «no te apures, bobín, que es para
unos días», y aquello de «yo no quiero a nadie más que a ti», y lo de
siempre. ¡Qué hiena sin entrañas! A todo esto Teófilo no dijo esta
boca es mía; pálido, pálido como un muerto, y un aire tan orgulloso,
tan noble... Al día siguiente se nos fue la pájara. En todo el día
Teófilo no salió del cuarto. Yo no entré porque respetaba su tristeza,
¡a ver qué iba a hacer yo! Pero, ya por la noche, viendo que no daba
señales de sí, le llamé desde la puerta. Él contestaba, pero eran cosas
sin sentido. Tomé entonces un quinqué; entré en el cuarto... ¡Virgen
de Guadalupe! Todas las almohadas llenas de sangre; Teófilo como un
desenterrado, delirando y como si se ahogase. Le toqué la frente; era
un horno. Cuando volvió en sus sentidos, lo primero que dijo fue:
«Vámonos a Madrid, a escape.» Yo quise llamar al médico del pueblo;
él se puso furioso; me entró miedo, y así nos vinimos a Madrid; yo,
temiendo que se me muriese en el viaje, porque le entraban a veces unos
ahogos que partía el alma verlo. Está muy malito, como veis; pero me da
el corazón que cura.
A la tarde, el médico añadió una nueva y más fatídica presunción a su
diagnóstico.
--Sospecho que se trata de un caso de granulia --dijo.
--¿Qué es granulia? ¿Alguna erupción? --inquirió Travesedo.
--Tuberculosis virulenta, fulminante. Una antigua tuberculosis latente
que de pronto se agudiza, estalla y se propaga a toda la sangre.
¿Ustedes recuerdan si solía toser o tener fiebres frecuentes?
--Él siempre tuvo la aprensión de estar tísico --habló Guzmán.
--Si fuera granulia, como presumo --continuó el médico--, conviene que
ustedes se precavan del contagio.
--Y si fuera granulia --preguntó Travesedo--, ¿el caso es desesperado?
--Desesperado. Cosa de diez, quince, veinte días. Pajares se encuentra
muy débil.
--¿Sin remedio?
--Sin remedio.
A la mañana siguiente, muy temprano, el médico vino nuevamente, y
sentenció que la enfermedad era granulia y que no había salvación.
--¿No será lo mejor llevarlo a El Pardo? --consultó Travesedo.
--¿Para qué? --interrogó a su vez, con amargura, el médico--. Por el
contrario, no debe moverse. Que esté en cama o en una butaca, como
más a gusto se encuentre; pero que no se mueva. Repito que anden con
cuidado con el contagio.
Aquí dio prolijas instrucciones acerca del modo de defenderse del
contagio. Concluyó:
--Por supuesto, después de terminado todo, que por desgracia terminará
antes de lo que se piensa, es preciso destruir los muebles, ropas, etc.
que han estado en contacto con el enfermo y desinfectar la habitación.
Es una tuberculosis virulentísima.
Cuando Lolita supo que su ajuar estaba condenado fatalmente a la
destrucción, exclamó con ánimo heroico:
--¡Anda y que se lo lleve er mengue! Eso y too lo que tengo daría yo
porque er probesiyo tuviera salú. Y eso que no le debo ninguna finesa,
porque cuidao que era eriso pa tratá a la gente. ¡Dios lo perdone!
Aquella misma mañana llegó doña Juanita. Todos temían que el
encuentro entre madre e hijo trajera consigo escenas lamentables y la
subsiguiente agravación de la enfermedad. Estaba Teófilo sentado en
una butaca, detrás de los vidrios del balcón. Doña Juanita, con mucha
entereza, se acercó a besarle la frente. Teófilo elevó hacia su madre
los ojos, con ternura infantil y suplicante:
--Madre, me muero.
--Eso será si yo lo consiento. Pues estaría bueno que yo te dejara
morir; yo, una vieja que de nada sirve en el mundo, y tú, un mozo que
tiene muchos años y mucha felicidad por delante. Conque, ya lo has
oído: no consiento que se hable de cosas tristes.
--Madre, creí que usted no vendría.
--¿Que no vendría? Cállate, pillo; ¿por qué no iba a venir?
--Creí que no vendría, madre. Ya sabe usted por qué.
--Estos mozuelos --replicó doña Juanita, esforzándose en dar un tono
descuidado a sus locuciones por esperanzar al hijo--, estos mozuelos
tan sabidores y poetas, que presumen de conocerlo todo y se les
enfrían las migas de la mano a la boca. Calla, aturdido; ya sé a qué
te refieres; pero no sabes de la misa la media. Ya te explicaré,
ya te explicaré --y a pesar suyo su voz temblaba con oscilaciones
dubitativas, como caminando a oscuras entre los dédalos de la vida y de
la muerte.
Verónica, de enfermera todo el tiempo que duró aquel morbo ávido que
consumía a Teófilo hora por hora, condújose con abnegación, solicitud
y blandura tales, que a todos tenían admirados y movieron a doña
Juanita al más amante y maternal reconocimiento. No se avenía Verónica
fácilmente a que Teófilo muriese. Confiaba en el milagro. Como prestaba
absoluta fe al oráculo de Hermes Trimegisto, entre ella y Lolita, con
mucha discreción, consultaron por dos veces el libro de los augurios,
en la pregunta: «¿Sanará el enfermo?» La primera vez respondió la
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - Troteras y danzaderas: Novela - 23
  • Parts
  • Troteras y danzaderas: Novela - 01
    Total number of words is 4636
    Total number of unique words is 1799
    30.6 of words are in the 2000 most common words
    41.0 of words are in the 5000 most common words
    46.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 02
    Total number of words is 4672
    Total number of unique words is 1760
    31.9 of words are in the 2000 most common words
    43.7 of words are in the 5000 most common words
    50.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 03
    Total number of words is 4756
    Total number of unique words is 1615
    34.1 of words are in the 2000 most common words
    46.8 of words are in the 5000 most common words
    52.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 04
    Total number of words is 4695
    Total number of unique words is 1657
    33.5 of words are in the 2000 most common words
    45.5 of words are in the 5000 most common words
    51.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 05
    Total number of words is 4764
    Total number of unique words is 1743
    35.5 of words are in the 2000 most common words
    48.0 of words are in the 5000 most common words
    54.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 06
    Total number of words is 4756
    Total number of unique words is 1681
    33.5 of words are in the 2000 most common words
    45.0 of words are in the 5000 most common words
    50.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 07
    Total number of words is 4922
    Total number of unique words is 1659
    35.5 of words are in the 2000 most common words
    48.9 of words are in the 5000 most common words
    55.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 08
    Total number of words is 4745
    Total number of unique words is 1708
    33.3 of words are in the 2000 most common words
    45.3 of words are in the 5000 most common words
    51.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 09
    Total number of words is 4734
    Total number of unique words is 1720
    33.7 of words are in the 2000 most common words
    44.4 of words are in the 5000 most common words
    50.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 10
    Total number of words is 4757
    Total number of unique words is 1800
    31.7 of words are in the 2000 most common words
    42.2 of words are in the 5000 most common words
    46.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 11
    Total number of words is 4719
    Total number of unique words is 1737
    33.1 of words are in the 2000 most common words
    42.6 of words are in the 5000 most common words
    48.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 12
    Total number of words is 4699
    Total number of unique words is 1651
    33.6 of words are in the 2000 most common words
    45.1 of words are in the 5000 most common words
    51.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 13
    Total number of words is 4697
    Total number of unique words is 1626
    32.9 of words are in the 2000 most common words
    44.2 of words are in the 5000 most common words
    49.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 14
    Total number of words is 4721
    Total number of unique words is 1689
    33.9 of words are in the 2000 most common words
    45.5 of words are in the 5000 most common words
    50.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 15
    Total number of words is 4829
    Total number of unique words is 1677
    34.4 of words are in the 2000 most common words
    47.0 of words are in the 5000 most common words
    53.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 16
    Total number of words is 4795
    Total number of unique words is 1610
    33.9 of words are in the 2000 most common words
    45.1 of words are in the 5000 most common words
    51.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 17
    Total number of words is 4576
    Total number of unique words is 1764
    31.9 of words are in the 2000 most common words
    41.0 of words are in the 5000 most common words
    47.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 18
    Total number of words is 4793
    Total number of unique words is 1696
    34.0 of words are in the 2000 most common words
    45.6 of words are in the 5000 most common words
    51.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 19
    Total number of words is 4730
    Total number of unique words is 1777
    30.1 of words are in the 2000 most common words
    40.9 of words are in the 5000 most common words
    47.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 20
    Total number of words is 4838
    Total number of unique words is 1662
    35.5 of words are in the 2000 most common words
    45.9 of words are in the 5000 most common words
    51.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 21
    Total number of words is 4601
    Total number of unique words is 1786
    32.5 of words are in the 2000 most common words
    42.3 of words are in the 5000 most common words
    48.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 22
    Total number of words is 4712
    Total number of unique words is 1663
    34.8 of words are in the 2000 most common words
    45.0 of words are in the 5000 most common words
    51.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 23
    Total number of words is 4540
    Total number of unique words is 1567
    35.4 of words are in the 2000 most common words
    47.1 of words are in the 5000 most common words
    53.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.