Troteras y danzaderas: Novela - 10

Total number of words is 4757
Total number of unique words is 1800
31.7 of words are in the 2000 most common words
42.2 of words are in the 5000 most common words
46.8 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
--Vamos, ¿se lo iba yo a decir? Ni que fuera un pipi. Ahora el
subterfugio es convencerla de que va a haber enlace.
--Y serás capaz. ¡Qué asquerosos sois! --comentó Verónica, enojada--.
¿Qué dices tú, Alberto?
Alberto se encogió de hombros.
Después de la comida se presentó otro visitante, Arsenio Bériz, un
mancebo levantino, hijo de familia, que había venido a Madrid a
concluir la carrera de Filosofía y Letras; pero habiendo caído en
el Ateneo y hecho en él algunas amistades con escritores, se había
contagiado del virus literario y concebido grandes ambiciones, de
manera que, dejando para siempre los libros de texto, se pasaba la
vida hojeando novelas y tomos de versos y ensayándose en el cultivo
de todos los géneros literarios: crítica, novela, poesía, con gran
despejo y desenvoltura. Vestía de luto, e iba siempre acicalado con
meticulosidad. La salud, mocedad y alegría que de continuo bañaban
su rostro le hacían atrayente. Sus ojos, menudos y muy penetrativos,
andaban siempre como volando sobre las cosas externas e inducían al
recuerdo de esos livianos insectos que en ninguna parte se detienen y
cuya forma de conocimiento es clavar el aguijoncillo por un segundo
en todas partes. No tenía ideas en la cabeza, sino un enjambre de
pequeñas sensaciones polícromas y zumbadoras, que transparecían en
la expresión del rostro infundiéndole extraordinaria y simpática
movilidad. No disimulaba que el motivo esencial de su conducta era el
espíritu de lucro a la larga, y, en todo caso, la satisfacción de su
propio interés. Constituía un espécimen típico del hombre del litoral
mediterráneo, y en el trato de gentes adoptaba la norma semítica del
igualitarismo. Tuteaba a cualquiera a poco de hablarle, y se conducía
con gracioso desparpajo, aun ante personas muy respetables por la edad,
la dignidad, el gobierno o el mérito, las cuales, por lo general,
celebraban el desenfado del joven. A los pocos meses de estar en
Madrid entraba y salía en escenarios, ministerios y redacciones como
en su misma casa, y a los pocos minutos después que llegó al comedor
de Angelón, hablaba con este, Verónica y Apolinar como si fueran
habituales camaradas suyos de holgorios, y los había visto aquella
noche por vez primera. Lo mismo hizo con Pilarcita, la hermana de
Verónica, y su madre, que llegaron un cuarto de hora detrás de él.
Venía la vieja con firme resolución de pedir dinero a Angelón, y así la
vieja como la niña traían las tripas en ayunas. Pilarcita se precipitó
a arrebañar los despojos de comida que en la mesa quedaban, y bebió
dos vasos de vino, el cual subió al instante a encenderle el rostro
y alindárselo, y ya de suyo era muy lindo; pero estaba algo anémica
a causa de la falta de alimentación y de la edad crítica por que
atravesaba, y su color era de ordinario triste y amarillento.
Bériz se aplicó al punto a requebrar a la muchacha y acercarse a ella
cuanto podía, a lo cual correspondió Pilarcita con muchos dengues y
fingidos desdenes y ojeadas fugitivas, por donde a las claras daba a
entender que el joven le gustaba.
Aunque hostigada por el hambre, la vieja no sabía cómo arreglárselas
para pedir dinero, y así tomó a Verónica de intermediaria, y en un
descuido, teniéndola aparte, la conminó a que ella lo pidiese;
Verónica, a su vez, endosó el encargo a Alberto, que se prestó a
cumplirlo de buen grado.
--Después del gasto de la comida no me quedan sino siete pesetas
--respondió Angelón.
--Pues déselas usted.
--Justo, ¿y mañana?
--Mañana, Dios dirá; es su frase de usted.
--Tome usted cinco y déselas.
Alberto trasladó las cinco pesetas a la mano de Verónica y esta a la
de su madre. La vieja quería protestar de aquella mezquindad, o cuando
menos llevarse a Verónica:
--Hija, te vienes conmigo esta noche, con cualquier pretexto, y así,
que entre en celos y suelte la mosca. A lo mejor no le has dicho que
estamos muy apuradas, porque, cuidao, ties una asaura que te cuelga,
Veri. Nada, que hoy te vienes con nosotras.
--¡Quia! Me paece a mí que usté está chalá, madre.
--¿A que te ha dao dinero a ti y te lo has gastao en trapos o en
perfumes?
--No es por ahí, madre.
--Vaya, que no me cabe en la cabeza, un señorón como él.
Verónica se apartó de la vieja y fue a colocarse entre Bériz y
Pilarcita, interrumpiéndoles la cháchara, porque suponía que Alberto,
aunque lo disimulase, sufría en aquella coyuntura resquemor de celos.
Llamaron a la puerta, salió Angelón a abrir y a poco apareció de nuevo
acompañado de Juan Halconete, cogiéndole del brazo. La figura, el aire,
el rostro, orondo y rubicundo de Halconete tenían abacial prestancia.
Saludó, inclinándose en los umbrales, con ruborosa y sonriente timidez,
y luego avanzó hasta Alberto y se sentó al lado suyo.
--He encontrado a Tejero en la calle de Alcalá y me ha dicho que
estaba usted algo enfermo. ¿Qué es ello?
--Nada, realmente.
--Me alegro. Conque un mitin, ¿eh? Este Tejero es hombre de grandes
arranques. Nada menos que va a salvar a España. En verdad que me deja
perplejo este joven... Por lo pronto, no se contenta con menos que con
exterminarnos a todos los que somos conservadores.
--Usted no es conservador.
--Lo soy, y convencido.
En el rostro de Halconete había siempre singular combate entre la boca,
demasiadamente pequeña y una sonrisa sutil que pugnaba, sin cejar, por
abrirla y distenderla; y era esto de manera tan sugestiva y paradójica,
que hacía pensar en esos chicuelos que conducen por la calle un gran
perro atado con un cordel, y el perro tira de un lado, el chico de otro
y andan en un vaivén que amenaza romper la cuerda. Cuando la cuerda
rompía, muy de tarde en tarde, Halconete dejaba en libertad, repartida
en varios tiempos o saltos, una carcajada opaca.
--Usted no es conservador o se cansará muy pronto de serlo. Me
explicaré. Yo creo que todas las cosas, así de la materia como del
espíritu, en último análisis, quedan reducidas a tres términos o a tres
dimensiones. De aquí viene, sin duda, la existencia de una trinidad en
la mayor parte de las religiones y el suponer al número tres dotado de
virtudes místicas. La política es el arte de conducir a los hombres.
Ahora bien; se puede creer, primero, que el hombre es fundamentalmente
malo y no tiene remedio; segundo, que es fundamentalmente bueno, y
los malos son los tiempos o las leyes; tercero, que no es lo uno
ni lo otro, sino un fantoche, o por mejor decir, que es tonto.
Según se adopten uno de estos tres postulados, se es en política,
primero, conservador; segundo, liberal, y tercero, arribista, como
ahora se dice. Claro que en España la grey política se compone casi
exclusivamente de arribistas, o sea, hombres que juzgan tontos a los
demás y no piensan sino en medrar, como quiera que sea. También pienso
que hay conservadores de buena fe, y a estos la lógica les impone como
único instrumento de gobierno el palo y tente tieso. No niego que
haya uno que otro liberal; pero no se mezclan en la política activa,
y así va el partido. Si del hombre en particular pasamos al universo,
cuya expresión es el arte, se puede creer que el mundo es malo, que
el mundo es bueno o que el mundo es tonto; es decir, tenemos el arte
melodramático, el arte trágico y el arte humorístico. Pues yo digo, y
perdóneme la franqueza, que usted no puede ser conservador sincero,
como no puede ser un urdidor de arte melodramático, sino, en todo caso,
un poco arribista en política y un mucho humorista en arte.
Halconete y Alberto estaban en un ángulo del comedor, alongados un
trecho del resto de las personas, de manera que estas no podían oír lo
que ellos entre sí hablaban. Cuando Alberto dio fin a su disquisición,
Ríos, Bériz y Apolinar corrían la mesa a una parte, dejando libre el
centro de la pieza. Halconete parecía observar la maniobra con mucho
interés.
--¡Y ahora a bailar, niña! --jaleó Angelón, golpeando una botella con
un cuchillo.
Apolinar se había sentado en una actitud inverosímil, con la rabadilla
tangente al borde del asiento, y las posaderas avanzando en el aire,
que no parecía tener base segura de sustentación, y aún hizo más, que
fue levantar una pierna y apoyarla por el tobillo en la rodilla de la
otra, enhiestar el torso cuanto pudo, derribar hacia atrás la cabeza,
batir palmas y castañuelear con los dedos, y arrancarse a canturrear
por lo jondo.
Pilarcita salió al centro de la estancia y comenzó a marcarse un tango
que la madre comentaba con suspiros, enarcamientos de cejas y elevación
extática de las pupilas.
--¡Qué niña! ¡Cómo pespuntea! --insinuaba la vieja, volviéndose a mirar
a los concurrentes, como solicitando alguna prueba de aprobación,
que todos otorgaron con prodigalidad, menos Verónica y Halconete,
que era hombre muy callado y tímido. Pero, a pesar de su silencio y
circunspección, Halconete era, de todos los allí reunidos, el que más
refinada emoción recibía viendo bailar a Pilarcita.
Bériz mostrábase evidentemente encalabrinado por obra y gracia de
la joven, y esta, mareada de aclamaciones y jaleos, saltaba, reía y
retozaba aquí y acullá, y al fin, volviendo al centro de la pieza diose
a girar y girar sobre las puntas de los pies, hasta que las faldas se
desplegaron al aire a modo de hongo o paracaídas, de suerte que dejaban
en descubierto los blancos pantaloncillos, y las piernas, calzadas de
negro, sutilísimas, maravillosas.
Alberto observaba más a Halconete que a Pilarcita. Estaba Halconete
con entrambas manos apoyadas sobre el puño del bastón; el aire de su
persona era más abacial que nunca. Recordaba a aquellos pulidos abades
de otro tiempo, doctos en Humanidades y meticulosos catadores de la
vida y sus más recónditos placeres. Sus ojos, entre azules y violeta,
eran, como el acanto de Plinio, dulces y casi fluidos, y se entornaban
ahora para mirar a Pilarcita con gesto de suma voluptuosidad.
Observando a Halconete, Alberto vino a caer en que había una cuarta
postura frente a la vida, además de las que él había enumerado: se
puede creer que el mundo es malo, o que es bueno, o que no es lo uno ni
lo otro, sino tonto, y también se puede no preocuparse de cómo es, sino
simplemente de que es, y por ser, gozarse en su existencia, sentirse
vivir, decorar el presente con las más suaves fruiciones, o sea,
contraer la obsesión del tiempo que corre. Esta cuarta postura engendra
una estética y una ética peculiares y lleva consigo el sentimiento así
de una gran ternura por lo huidero, fugitivo, frágil y momentáneo, como
de una gran afición a aquello a que el tiempo no hace menoscabo, antes
lo enaltece y mejora; en suma, el gusto de los amigos viejos, de los
libros viejos, de los viejos vinos, tres cosas que ganan con los años,
y de las adolescentes hermosas, lo más efímero de la tierra: gustos los
cuatro que siempre han sido característicos del buen epicúreo.
--¡Estas cendolillas! --exclamó Halconete con acento algo agitado.
(Cendolilla, mozuela de poco juicio.)
Nuevos golpes a la puerta y segunda aparición de Teófilo. Venía lívido.
--Qué sorpresa... Nunca pude imaginar que volvieras --dijo Alberto.
Teófilo livideció más aún; pensó: «Ya se ha descubierto.» Y balbuceó:
--¿Por qué?
--Porque has estado aquí esta tarde...
Después de saludar a los presentes llamó aparte a Alberto. Preguntó:
--¿Qué ha dicho Antón Tejero?
--¿De qué?
--No disimules, porque necesito saberlo cuanto antes.
--¡Ah, ya! ¿Del mitin? Pues, muy bien. Leímos tu nota y Tejero dijo que
venías que ni pintado para ocupar la casilla del orador-poeta. ¿Te ha
picado también a ti la tarántula política?
Teófilo pensó: «Este no sabe nada, porque no es posible que sea tan
zorramplín y ladino.» Habló en voz alta:
--Dime, ¿llegó Angelón antes de que se hubiera marchado Tejero?
--Sí; algún tiempo antes. ¿Por qué lo preguntas? ¿Por si se ha enterado
de lo del mitin?
--Justo --y pensó: «Quizás haya cargado él con el mochuelo.»
--Es tarde y yo me voy con Pilarcita --dijo la vieja, poniéndose en pie.
--Y yo les acompaño a ustedes hasta su casa --añadió Bériz.
Despidiéronse. Bériz, a tiempo que daba la mano a Halconete, insinuole
en voz bisbiseada este pronóstico:
--A la niña me la beneficio yo, si Dios quiere.
Poco después de la vieja, la niña y el mancebo levantino, Halconete se
marchó también, y Apolinar. Más tarde salieron Angelón y Verónica a
tomar el aire y quedaron a solas Teófilo y Alberto. Habló este:
--Estoy fatigado, Teófilo. Voy a mi alcoba y me acostaré en unos
minutos. No pienses que lo digo por que te vayas; es que no me siento
nada bien.
--Tengo que irme yo también, en unos minutos, así que te haga una
pregunta --la pregunta de Teófilo concernía al sastre.
Alberto echó a andar hacia su alcoba; Teófilo le seguía.
En la mesa de noche había un retrato de mujer, reclinado en el muro, y
más arriba un papel manuscrito, sujeto con alfileres.
--¿Es tu novia?
--Sí.
--Es bonita. ¿Qué dice este papel?
--Son unas palabras de Goethe, que traducidas, dicen así: «Todos los
días se debe por lo menos oír una pequeña canción, leer una buena
poesía, ver un buen cuadro y, si fuera posible, decir algunas palabras
razonables.»
--Para no perder el día, claro está.
--Según Goethe.
Teófilo se recogió a recordar:
--Pues yo no he perdido el día. Todo eso hice y algo más.
--Yo no hice nada de eso.
Teófilo se acercó al papelillo:
--Pues aún hay más aquí: «Día sin haber reído, día perdido» --Teófilo
hizo por recordar de nuevo--. Si ello fuera verdad, que no lo es, he
perdido el día, y aun semanas y meses...
--¿Qué era la pregunta que querías hacerme?
Teófilo refirió la aventura con el sastre, modificando por supuesto la
cifra de pesetas, las cuales dijo haber recibido de un rico paisano
suyo y admirador con quien por ventura había tropezado en la calle, y,
por último, sus temores de que el ladino alfayate se quedara con el
santo y la limosna.
--No pases ninguna inquietud, Teófilo. Si mañana salgo yo iré a verlo y
hablarle. Si no mañana, el primer día que salga. No te apures.
Retirose Teófilo y Alberto se encontró, por fin, solo, cruzado de
brazos, frente a un retrato inanimado y gris, triste trasunto de una
juventud que allá en el Norte, entre neblina y silencio, se consumía
sin fruto, como también la de él se iba consumiendo poco a poco.


PARTE III
TROTERAS y DANZADERAS
The Indian dances to prepare himself for killing his enemy; but
our dance is the very act of killing _Time_, a more inveterate
and formidable foe than any the Indian has to contend with; for,
however completely and ingeniously killed, he is sure to rise
again, «with twenty mortal murders on his crown», leading his army
of blue devils, with _ennui_ in the van and vapours in the rear.
PEACOCK.


I

En un rinconcito de los Italianos, Eduardo Travesedo y Alberto Díaz de
Guzmán daban fin a la cena, deglutiendo con gran precipitación diversas
clases de frutas.
--¡Ay! Se me ha colado un hueso de ciruela, mal pronóstico --dijo
Travesedo, balanceando su benévola cabeza miope, de modo reprobador.
--¿Mal pronóstico?
--Para la temporada del circo.
--Hombre, no veo concomitancia ninguna...
--Ni yo tampoco; pero estoy tan castigado que me voy haciendo
supersticioso. ¿Ves si son negras mis barbas? Pues más negra es mi
suerte --y aplicó la diestra mano, dúctil, inquieta y mórbida, a la
parte inferior del rostro; adhirió después los separados dedos a la
tiznada pelambre de la barba, de tal suerte, que parecían cinco lenguas
de lumbre lamiendo la enhollinada barriga de un pote; y a lo último
la retiró con los dedos en piño, después de haber afilado el lóbrego
ornamento capilar. Añadió--: Según todos los cálculos y racionales
previsiones, una temporada de invierno en el circo, con un programa
ameno y escogido de variedades, debe ser un gran éxito de taquilla,
¿verdad? El programa, excelente, no se le puede pedir más; ya has visto
los ensayos. Todos los números son debuts, y dos de ellos para repicar
gordo; una princesa rusa, la Tamará, que es princesa de veras, no lo
dudes, y luego, nada menos que la amante de un ministro de la corona,
y no hay golfo que no lo sepa a estas horas, aunque ella se haya
puesto Antígona, ¡vaya un nombrecito! Con todos estos antecedentes, lo
lógico, lo racional es que el circo esté hoy de bote en bote, porque
una función inaugural como la nuestra no se ve todos los días, me lo
concederás. Bueno, allá veremos. Te repito, mi suerte es más negra que
mis barbas.
--Te quejas un poco de vicio.
--Hombre, me rezuma la razón por todas partes. Cuidado si he tenido
mala pata en esta vida... Y todo por hacer cálculos y previsiones
racionales. En cuanto me he metido en un negocio, y he dicho, lo
racional es esto, ¡cataplum! ha sobrevenido lo irracional. No hay cosa
que tanto embarace y estorbe en la vida como la inteligencia. Por lo
que atañe al provecho, al lucro, en este mundo ser inteligente y ser
tonto vienen a ser la misma cosa. ¿No ha sido Hegel quien dijo que el
universo es un silogismo cristalizado? Sí, sí; una sandez empedernida,
más bien. Pero se hace tarde. En el circo tomaremos café.
Travesedo batió palmas, pagó el gasto y salió del restorán acompañado
de Alberto.
Llegaron al circo en coche de punto, con tres cuartos de horas de
anticipación.
--¿Hay gente? --preguntó Travesedo a uno de los porteros.
--No, señor. Es muy temprano todavía.
--¿Qué papeles son esos?
--La lista de los que tienen entrada libre.
--¿Quién se la ha dado a usted?
--El maestro Soler.
Travesedo hojeó tres pliegos que el portero le había entregado y se los
pasó a Alberto.
--Asómbrate. Todos esos que ahí ves tienen el circo a su disposición
sin pagar un cuarto.
Eran tres apretadas columnas de nombres, llenando seis páginas.
--No es posible. Con esto basta para atestar la sala --observó Alberto.
--Ahora dime si puede haber negocio de teatros en Madrid. Por supuesto,
aquí voy a entrar yo con la podadera, porque ya es demasiado. Como al
maestro Soler no le va ni le viene, mira qué trabajo le cuesta incluir
en la lista a las redacciones en pleno, al Conservatorio de música y
declamación, a la Escuela de Bellas Artes y al Hospicio provincial.
Travesedo pasó a la taquilla. Alberto le aguardó a la puerta.
--¿Qué te decía yo? --habló Travesedo, así que salió, y se mesaba las
barbas--. ¿Sabes lo que ha entrado en taquilla? Cien pesetas y pico:
dos palcos y una docena de butacas. Átame cabos; la nómina anda por las
mil al día; luego el alquiler, que es brutal; la luz, el servicio...
Buen pelo voy a echar.
--Hombre, para venir al circo no se toman las localidades de antemano,
sino a la hora de la función. No tienes motivo para preocuparte aún.
--Quita allá, inocente. Si es mi sino tenebroso. Debía haber, desde
hace tres días, torneos de boxeo delante de la taquilla por coger
sitio. Y si no, ven acá infeliz, ¿para cuándo se deja? Pues ahí es
moco de pavo una princesa y la amante de un ministro, que hasta los
gatos lo saben. Eso de haber retrasado la inauguración ocho días nos ha
perjudicado.
Se encaminaron al escenario a través de un pasillo circular, cuyos
muros estaban casi cubiertos con cartelones llamativos, representando
payasos, acróbatas, perros, troteras y danzaderas.
A la puerta del escenario, un grupo de hasta cinco tramoyistas fumaban
y bebían cerveza. Oíase un orfeón de ladridos, y entre el alboroto del
conjunto no era difícil desglosar la gama entera de la lírica perruna,
desde la voz de bajo doctoral del terranova, hasta el plañido _sfogato_
de la galga faldera, pasando por la elegante modulación abaritonada
del caniche, o perro de aguas, y las nítidas notas de soprano del
_fox-terrier_.
Cerca de la puerta del escenario arrancaba una escalera muy pina
que conducía a la dirección. Era esta una pieza angosta, empapelada
y amueblada de nuevo, que olía a cola de carpintero y a barniz de
alcohol. En las paredes, color verde dragón, destacaban aquí y acullá,
desplegados en forma de abanico, golpes de fotografías y postales
de cupletistas y bailarinas, y uno que otro atleta, con sendas
dedicatorias manuscritas al pie.
Apenas se habían sentado, Travesedo detrás de la mesa de despacho, y
Guzmán en una sillita, cuando repicaron con los nudillos a la puerta y
una voz rajada y mate dijo:
--¿Si puó?
--Sí, preciosa; adelante --gritó Travesedo poniéndose en pie, con los
ojos muy pajareros.
Alberto se levantó también, con la silla pegada a los pantalones, la
cual cayó a tierra en seguida, con sobrada sonoridad.
Entró en el aposento una dama elegante, que fue en derechura a la mesa
de despacho, frente a Travesedo, y le acarició con mimo las barbas.
--¿Estás bene, carino? Siéntate, siéntate, angelotti. ¡Oh, qué bello,
qué bello que estás! Hugolino, mío tesoro; besa a don Eduardo, que está
tanto bello; dale un bravo baciozzo.
Veía Alberto a la mujer por la espalda; el traje, azul oscuro, muy
escurrido y pegado al cuerpo; el sombrero en extremo chato, haldudo y
tan aplastado sobre los hombros que hacía sospechar que la dama fuese
acéfala. La dama alargó entrambos brazos hacia la cara de Travesedo,
presentándole algo que Alberto no podía ver y que Travesedo hubo
de rechazar con brusco manotazo, a tiempo que retiraba la cabeza y
malhumorado decía:
--No seas marrana. ¡Al diablo con ese bicho asqueroso!
Surgió entonces en el aire un a modo de enano cometa, flamígero y
estridente, de luengo rabo, que vino a caer en el pecho de Alberto, y
de allí salió rebotado con increíble viveza a un pequeño sofá, de cuyos
muelles recibió energías para subir deslizándose por un muro hasta
cerca de la techumbre, y en aquel punto el cometa se hizo centella que
comenzó a cruzar los ámbitos de la habitación en vertiginosos giros,
aullando con una voz alfeñicada y punzante. La dama perseguía a la
centella, riéndose y procurando imprimir a sus raudos movimientos
aquella gracia virginal de las zagalas que se afanan en pos de una
mariposa o de una quimera.
--¡Hugolino! ¡Hugolino! --suspiraba--. Viene a tua mamina.
En una de estas, Hugolino se plantó de un brinco en el pingüe y
túrgido seno de la dama, y como si estuviera abochornado de la pasada
travesura, se esforzaba en esconderse debajo de las pieles del boa.
Hugolino era un macaquillo brasileño, de imponderable pequeñez, sedosas
lanas doradas, enorme y peludo rabo, y ojuelos de infantil aflición.
Quejábase de continuo, con chillido enteco y áspero. La dama besó a
Hugolino repetidas veces, y el macaco, con sus manecitas morenas sobre
las mejillas de la mujer, volvíase a mirar tan pronto a Travesedo como
a Guzmán, lleno de sobresalto. Después de haber besuqueado al mico, la
dama se encaró con Travesedo, y soltó en retahíla los más pintorescos,
complicados, soeces y torpes insultos, con bilingüe promiscuidad y
latina facundia, que al de las negras barbas y sino negro le sacudían
de risa; y esta risa subió de punto cuando la dama, sin previa
gradación retórica ni cosa que lo hiciera presumir, se inclinó sobre
la mesa de despacho, depositó restallante beso sobre los rotundos
carrillos de Travesedo, y dulcificando cuanto pudo la cascajosa agrura
de su voz, melliza de la del macaco, exhaló estas palabras:
--¡Dame cincuenta lire de anticipo! ¡Qué eres carino, carino, bellino!
--¿Cincuenta liras? Estás fresca --respondió Travesedo, congestionado
de risa.
La dama se volvió hacia Alberto, desolada. Sus ojos eran grandes,
hondos, de un negror denso y suave; la tez, de un blanco clara de
huevo, como vaciado fresco de escayola, y sobre ella, artificiales
lunares, sin número y muy mal repartidos; la boca, de un rojo
quirúrgico, repelente.
--¡Está un bestia, un mascalzone! ¡Sí, sí! --murmuró, señalando con la
mano izquierda a Travesedo.
--Pero, mujer, ¡si te has llevado ya más del sueldo de la primera
semana en anticipos! ¿Qué más quieres? Si se os hiciera caso... buen
pelo íbamos a echar.
--Pelo, pelo... --y le asió de las barbas--. ¿Venticinque? No seas
cattivo. Va, va; venticinque.
--Ni ventichincue ni na... Además, no tengo las llaves de la caja.
--¡Tirano, bárbaro, leccatone! --por aliviar su aflición extrajo a
Hugolino de las sinuosas y tibias profundidades en donde se había
colado y lo colmó de besos y lengüetaditas, nuevamente.
--Pero, oye, ¿de qué te sirve ese novio que has pescado? Mira si tiene
suerte --agregó, dirigiéndose a Alberto--. No ha debutado aún y ya le
ha salido un adlátere.
--¡Oh! Es un querubín. Niente de carino, niente. Ma che; tanto buono...
Un angelo. A la puerta está. Paciente, pacientísimo como una pécora
--habló la dama, haciendo cuantas mimosas muecas le consentía la dureza
del estuco que llevaba sobre la piel.
Travesedo, al oír lo de pécora, soltose a reír con fresco brío.
--Atiza. Buen piropo para el pobre muchacho.
Alberto intervino:
--Pécora es oveja.
Y aquí la risa de Travesedo se multiplicó.
--Estos italianos son los seres más ridículos del orbe...
--¿Por lo de pécora? Es que pécora es oveja también en castellano.
--Vamos, hombre... Lo que es pécora ya me lo sé yo. Bueno, señorita
Pécora --dijo, hablando con la dama--; dile a la pécora macho que puede
entrar. --Volviéndose hacia Alberto--: Es un chico muy fino, agregado
en la legación de no sé cuál de esas republiquinas americanas.
Fue la dama a la puerta y entró el que Travesedo calificaba de pécora
macho. Después entró Verónica, de abrigo largo y mantilla. El amante de
la dueña de Hugolino era un joven fornido y aventajado de estatura,
con jeta de indio bozal, terroso el color y una gran nube, con visos
de ópalo, en el ojo derecho. Vestía con extraordinaria exageración a
la moda de París, y el vestido daba indicios de embarazarle, como si
lo llevase por primera vez y el mozo sintiera la nostalgia del dulce y
expeditivo taparrabos. Parecía poco hecho a vivir entre gentes; rodaba
la cabeza en torno, con sonrisas propiciatorias, como si suplicase
benevolencia.
Verónica venía algo excitada:
--Chicos, estoy nerviosa. Me siento.
--Siéntese usted también --dijo Travesedo al joven bozal.
La dama del macaco se adelantó a hablar:
--Andamos al mío camerino. ¿Hay fuego en el camerino? Porque si no hay
yo no me hago desnuda; y Hugolino, el poverino que siente tanto el
frío... ¿Las fiori?
--Luego te las llevarán.
Salieron la dama y su amigo. Verónica les fue siguiendo con los ojos, y
en cuanto los perdió de vista no pudo menos de manifestar su opinión.
--¡Cuidao que lleva basura encima de su alma! Pues, ¿y el gachó
que la sirve? Si tié unos labios que parecen talmente una pila pa
cristianar... Se ve ca cosa. ¿Se ha hecho usté daño? --preguntó a
Travesedo.
--Daño ¿en dónde?
--Ahí, en la cara, a la derecha, junto a la nariz.
Travesedo se tentó con la mano, siguiendo las puntuales sugestiones
topográficas de Verónica. Tenía en el lugar indicado una gran mancha
rojiza, que no era otra cosa que la huella osculatoria de la dama del
macaco. Cuando dieron en ello, todos celebraron el lance.
--Chiquillo --habló Verónica, volviéndose hacia Alberto--, en casa
están que echan chiribitas. Sobre todo Pilar y mi madre. Que si debuto
porque soy una intriganta y una golfa, y el caos, Alberto. No desean
sino que me den un zumbío en el debut, y me da el corazón que se van
a salir con la suya. No puedo estar quieta en un sitio --se puso en
pie, llevando detrás de sí la silla, adosada al abrigo. Volviose
sobresaltada y la silla cayó con estrépito--. ¡Qué susto! Cualquiera
cosa me pone fuera de mí. Algo gordo me va a pasar...
--¿Y Angelón? --preguntó Travesedo.
--Luego vendrá.
Entraron Teófilo y el maestro Soler. Teófilo venía trajeado de nuevo,
pero sus botas, a pesar de la reverberación falaz que el limpiabotas
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - Troteras y danzaderas: Novela - 11
  • Parts
  • Troteras y danzaderas: Novela - 01
    Total number of words is 4636
    Total number of unique words is 1799
    30.6 of words are in the 2000 most common words
    41.0 of words are in the 5000 most common words
    46.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 02
    Total number of words is 4672
    Total number of unique words is 1760
    31.9 of words are in the 2000 most common words
    43.7 of words are in the 5000 most common words
    50.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 03
    Total number of words is 4756
    Total number of unique words is 1615
    34.1 of words are in the 2000 most common words
    46.8 of words are in the 5000 most common words
    52.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 04
    Total number of words is 4695
    Total number of unique words is 1657
    33.5 of words are in the 2000 most common words
    45.5 of words are in the 5000 most common words
    51.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 05
    Total number of words is 4764
    Total number of unique words is 1743
    35.5 of words are in the 2000 most common words
    48.0 of words are in the 5000 most common words
    54.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 06
    Total number of words is 4756
    Total number of unique words is 1681
    33.5 of words are in the 2000 most common words
    45.0 of words are in the 5000 most common words
    50.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 07
    Total number of words is 4922
    Total number of unique words is 1659
    35.5 of words are in the 2000 most common words
    48.9 of words are in the 5000 most common words
    55.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 08
    Total number of words is 4745
    Total number of unique words is 1708
    33.3 of words are in the 2000 most common words
    45.3 of words are in the 5000 most common words
    51.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 09
    Total number of words is 4734
    Total number of unique words is 1720
    33.7 of words are in the 2000 most common words
    44.4 of words are in the 5000 most common words
    50.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 10
    Total number of words is 4757
    Total number of unique words is 1800
    31.7 of words are in the 2000 most common words
    42.2 of words are in the 5000 most common words
    46.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 11
    Total number of words is 4719
    Total number of unique words is 1737
    33.1 of words are in the 2000 most common words
    42.6 of words are in the 5000 most common words
    48.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 12
    Total number of words is 4699
    Total number of unique words is 1651
    33.6 of words are in the 2000 most common words
    45.1 of words are in the 5000 most common words
    51.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 13
    Total number of words is 4697
    Total number of unique words is 1626
    32.9 of words are in the 2000 most common words
    44.2 of words are in the 5000 most common words
    49.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 14
    Total number of words is 4721
    Total number of unique words is 1689
    33.9 of words are in the 2000 most common words
    45.5 of words are in the 5000 most common words
    50.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 15
    Total number of words is 4829
    Total number of unique words is 1677
    34.4 of words are in the 2000 most common words
    47.0 of words are in the 5000 most common words
    53.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 16
    Total number of words is 4795
    Total number of unique words is 1610
    33.9 of words are in the 2000 most common words
    45.1 of words are in the 5000 most common words
    51.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 17
    Total number of words is 4576
    Total number of unique words is 1764
    31.9 of words are in the 2000 most common words
    41.0 of words are in the 5000 most common words
    47.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 18
    Total number of words is 4793
    Total number of unique words is 1696
    34.0 of words are in the 2000 most common words
    45.6 of words are in the 5000 most common words
    51.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 19
    Total number of words is 4730
    Total number of unique words is 1777
    30.1 of words are in the 2000 most common words
    40.9 of words are in the 5000 most common words
    47.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 20
    Total number of words is 4838
    Total number of unique words is 1662
    35.5 of words are in the 2000 most common words
    45.9 of words are in the 5000 most common words
    51.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 21
    Total number of words is 4601
    Total number of unique words is 1786
    32.5 of words are in the 2000 most common words
    42.3 of words are in the 5000 most common words
    48.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 22
    Total number of words is 4712
    Total number of unique words is 1663
    34.8 of words are in the 2000 most common words
    45.0 of words are in the 5000 most common words
    51.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Troteras y danzaderas: Novela - 23
    Total number of words is 4540
    Total number of unique words is 1567
    35.4 of words are in the 2000 most common words
    47.1 of words are in the 5000 most common words
    53.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.