Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 12

Total number of words is 4778
Total number of unique words is 1602
37.0 of words are in the 2000 most common words
50.4 of words are in the 5000 most common words
57.8 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
pertenece _la Conjuración de Venecia_. Todo lo más á que está obligado
el poeta es á hacer hablar á cada uno, según su esfera, el lenguaje que
le es propio, y resultará indudablemente doble efecto de esta natural
variedad; tanto más, cuanto que el lenguaje del corazón es el mismo
en las clases todas, y que las pasiones igualan á los hombres que su
posición aparta y diversifica.
Venecia, ese fenómeno en política, esa excepción rarísima entre los
gobiernos, esa cuidad prodigiosa hasta en su existencia y construcción,
que esclavizó por tantos años los mares, y que fué la primera esclava
de sí misma, presenta un campo de larga y fecunda recolección para
el historiador y el poeta. El imperio del terrorismo, por tantos
años triunfante contra las leyes de la naturaleza, ofrece argumentos
repetidos de singular efecto teatral, y el autor, al escoger la
célebre conjuración de 1310, no hace sino dar una prueba del tino que
le distingue. El gobierno aristocrático de Venecia, reducido á un
corto número de familias patricias, debía dar lugar á conjuraciones
continuas: el pueblo oprimido no podía menos de aspirar á reconquistar
sus derechos usurpados; y el rebelo y la desconfianza, inseparables
compañeros de la injusticia y la tiranía, debían hacer cruel al poder.
De aquí el atroz sistema inquisitorial, que ahogaba en el patíbulo,
según la expresión del señor Martínez, las mismas quejas. Razones de
alta política impelieron al embajador de Génova á proteger aquella
famosa conspiración. Ábrese la escena en su casa, donde se reúnen los
principales conjurados á convenir en los medios de derribar la tiranía
oligárquica de Venecia, durante su famoso carnaval: la libertad y
confusión de esta temporada de alegría y festividad parecen prestarse
á las ocultas maquinaciones de los conjurados. El primer acto, pues,
no es más que la exposición del drama, y en él se deja traslucir ya
que ha de ser el protagonista el joven Rugiero, huérfano, de padres
y patria desconocidos, pero veneciano por posición y afecto. En el
segundo acto aparece el panteón de la familia de Morosini, á cuya
cabeza se hallan dos hermanos, Pedro, primer presidente del tribunal de
los diez, y Juan, senador. Pedro conversa con sus espías acerca de una
conjuración que sabe tramarse contra la república, y Rugiero es uno de
los conjurados acechados. Un rumor extraño interrumpe su conversación;
ocúltase, y sobreviene la joven Laura, hija del senador Morosini:
casada en secreto con Rugiero, viene á esperarle al panteón, donde le
ve sigilosamente por tercera vez: en esta escena, Rugiero confía parte
de la conjuración á su amada; uno de los espías apaga la lámpara que
los ilumina, y en medio de la oscuridad se apoderan los satélites del
tribunal del joven conjurado, cayendo privada de sentido la infeliz
esposa. Laura se halla trasladada á su habitación á principios del
tercer acto sin saber por qué medio: dudosa de la suerte de su esposo,
determina confiar el fatal secreto de su boda á Morosini, en una
escena llena de sentimiento y de interés: el cariñoso padre, después
de perdonar su extravío, le promete emplear su favor en salvar á
Rugiero, proyecto que pone por obra con su implacable hermano, del cual
sólo consigue esta atroz respuesta: «Di sólo una cosa, pregunta Juan
Morosini, ¿vive Rugiero?--Vive.--¡Gracias á Dios!--¡Pero no lo digas á
tu hija!--¿Por qué?--_Porque tendría que llorarle dos veces._»
La plaza de San Marcos, centro de la pública diversión del carnaval,
es el lugar de la escena del cuarto acto. Vénse varios conjurados
disfrazados y repartidos entre la multitud, que esperan el momento de
las doce. Nada más ingenioso, ni más dramático, que un acto entero
transcurrido en la descripción de la algazara del carnaval, cuando
espera el espectador entre angustias mortales ver estallar de un
momento á otro la revolución y la muerte entre la misma alegría
indolente y confiada de un pueblo enloquecido. Suenan las doce, y al
grito de _Venecia y libertad_, grito que encontró grandes simpatías en
nuestro público, estalla la conjuración, lucen los aceros, y suceden
gritos de muerte á los cantos de regocijo. La república ha tomado sin
embargo medidas preventivas: Rugiero preso no ha podido acudir con
sus tropas, y triunfa el gobierno. «¡Al tribunal, al tribunal los que
escapen con vida!» clama ferozmente el presidente Morosini, triunfante
en la plaza de San Marcos y tendidos ya á sus pies, muertos ó heridos,
varios conjurados.
El tribunal de los diez, juzgando á los reos, se presenta en el quinto
acto. Tómanse declaraciones, Laura es interrogada, pero su razón está
perturbada, y sólo pregunta por su esposo; Rugiero es juzgado; y en
su interrogatorio reconoce en él el presidente Morosini, que ha de
condenarle, á su hijo. Privado de sentido á tan atroz reconocimiento,
retírase del tribunal: es condenado Rugiero: en el momento de ir al
patíbulo, Laura se arroja á su encuentro. «¡Ya estás aquí!» exclama:
frenética alegría se pinta en su semblante; sepáranla sin embargo de su
esposo, y la infeliz «¿dónde te llevan?» exclama. De allí á un momento
ve la desdichada el patíbulo: entonces sabe qué es de su esposo.
«¡Jesús mil veces!» grita despavorida, cae exánime, y baja el telón á
ocultar tan espantoso desenlace.
El plan está superiormente concebido, el interés no decae un solo
punto, y se sostiene en todos los actos por medios sencillos,
verosímiles, indispensables: insistimos en llamarlos indispensables,
porque ésta es la perfección del arte. No basta que los sucesos hayan
podido suceder de tal modo; es forzoso, para que el espectador no se
distraiga un momento del peligro, que no hayan podido suceder de otro
modo, sentadas las primeras condiciones del argumento. La exposición
hecha por medio del embajador de Génova, que dicta una nota á su
gobierno, es nueva é ingeniosa, de puro natural. Una conjuración contra
la tiranía creará siempre en el teatro el mayor interés, por lo mismo
que es difícil prever su éxito, y que éste se desea feliz. Supone el
mayor conocimiento dramático el hacer declarar á Rugiero su conjuración
cuando es oído de sus enemigos y en los brazos de su amada: quisiera
uno hacerle callar: es terrible arrojar una escena de amor entre
sepulcros: un diálogo de vida en un sitio de muerte, y complicar la más
tierna pasión con los riesgos de una conjuración; es sublime lanzar la
prisión entre dos amantes felices que se ven solos por tercera vez.
¿Por qué ha prolongado tanto el señor Martínez la escena de Laura y
Rugiero? ¿Por qué pueden hablar una hora sintiendo tanto? El poeta que
hace decir á una mujer: «¡Cómo queman tus lágrimas, Rugiero! Deja,
déjame: yo las enjugaré con mi mano», debiera conocer todo el valor de
una escena corta, cuando reina en ella la pasión. Bella es la escena de
Laura y su padre, y más bella sería á nuestros ojos si no adoleciera
del mismo empeño de desleir demasiado las ideas tiernas. El sentimiento
es una flor delicada: manosearla es marchitarla. También nos parece que
podría suprimirse el monólogo del padre al fin del tercer acto, ó al
menos cortarse; ni le creemos necesario ni del mayor efecto.
Donde reconocemos el mayor mérito de la composición es en la
disposición y contraste singulares del acto cuarto y del final del
drama: acaso por esa misma razón no ha sido lo más aplaudido: el terror
hace enmudecer; las manos no pueden reunirse y golpear cuando han
de acudir á los ojos. Por otra parte, ¿quién se acuerda en aquellos
momentos de que es una comedia, de que todo es un artificio del poeta
y los actores? Las escenas del interrogatorio son de aquéllas que por
tener bulto parecen satisfacer más al público y llevarse la palma.
Sin embargo, el crítico no puede mirarlas bajo este punto de vista.
Siempre que un poeta represente en la escena al opresor y al oprimido,
éste interesará fácilmente: el mayor número del público le forman
desgraciados, porque ¿quién puede jactarse de no serlo? Simpatizan con
el infeliz, y cualquier respuesta enérgica de un reo inocente á un juez
duro será aplaudida en el teatro; no es ésta la principal habilidad
del señor Martínez; el elogiarle lo que cualquiera puede hacer sería
elogiarle torpemente. Su mérito está en ese conocimiento del corazón
humano con que prepara los efectos, con que se introduce furtivamente
en el pecho del espectador, con que le lleva de sentimiento delicado
en sentimiento delicado á enmudecer y llorar. Hay sin embargo pasajes
que no esperan y sorprenden en el interrogatorio de Maffei y Rugiero.
Nada más sublime que esas respuestas: «¿Y por qué nombraste á ésos,
y no á otros?--_Porque en aquel instante no me ocurrieron vuestros
nombres._--_De lo que he dicho en el tormento responderá el verdugo._»
Y aquél: «_Concededme esa gracia y os perdono_», de Rugiero.
En la respuesta de Juan Morosini: «Estoy pensando que no tienes
hijos... y que no vas á comprenderme»; y en la de Rugiero: «De cierto
es mi padre, cuando no logro ni al morir el consuelo de verle», se
reconoce al punto al poeta sensible que ha bebido en el cáliz de la
desgracia, y que concluía una elegía:
Yo aquí no tengo para ornar tu tumba
Ni una flor que enviarte, que las flores
No nacen entre el hielo, y si naciesen
Sólo al tocarlas yo se marchitaran.
No acabaremos este juicio sin hacer una reflexión ventajosísima para
el autor: ésta es la primera vez que vemos en España á un ministro
honrándose con el cultivo de las letras, con la inspiración de las
musas. ¿Y en qué circunstancias? Un estatuto real, la primera piedra
que ha de servir al edificio de la regeneración de España, y un drama
lleno de mérito; y esto lo hemos visto todo en una semana: no sabemos
si aun fuera de España se ha repetido esta circunstancia particular.


LAS PALABRAS

No sé quién ha dicho que el hombre es naturalmente malo: ¡grande
picardía por cierto! nunca hemos pensado nosotros así: el hombre es
un infeliz, por más que digan; un poco fiero, algo travieso, eso sí;
pero en cuanto á lo demás, si ha de juzgarse de la índole del animal
por los signos exteriores, si de los resultados ha de deducirse alguna
consecuencia, quisiera yo que Aristóteles y Plinio, Buffon y Valmont de
Bomare, me dijesen qué animal, por animal que sea, habla y escucha. He
aquí precisamente la razón de la superioridad del hombre, me dirá un
naturalista: y he aquí precisamente la de su inferioridad, según pienso
yo, que tengo más de natural que de naturalista. Presente usted á un
león devorado del hambre (cualidad única en que puede compararse el
hombre al león), preséntele usted un carnero, y verá usted precipitarse
á la fiera sobre la inocente presa con aquella oportunidad, aquella
fuerza, aquella seguridad que requiere una necesidad positiva, que
está por satisfacer. Preséntele usted al lado un artículo de un
periódico el más lindamente escrito y redactado, háblele usted de
felicidad, de orden, de bienestar, y apártese usted algún tanto; no
sea que si lo entiende le pruebe su garra que su única felicidad
consiste en comérsele á usted. El tigre necesita devorar al gamo, pero
seguramente que el gamo no espera á oir sus razones. Todo es positivo
y racional en el animal privado de la razón. La hembra no engaña al
macho, y viceversa; porque como no hablan, se entienden. El fuerte no
engaña al débil, por la misma razón: á la simple vista huye el segundo
del primero, y éste es el orden, el único orden posible. Désele el
uso de la palabra: en primer lugar necesitarán una academia para que
se atribuya el derecho de decirles que tal ó cual vocablo no debe
significar lo que ellos quieren, sino cualquiera otra cosa; necesitarán
sabios por consiguiente que se ocupen toda una larga vida en hablar
de cómo se ha de hablar; necesitarán escritores, que hagan macitos de
papeles encuadernados, que llamarán libros, para decir sus opiniones á
los demás, á quienes creen que importan; el león más fuerte subirá á
un árbol y convencerá á la más débil alimaña de que no ha sido criada
para ir y venir y vivir á su albedrío, sino para obedecerle á él; y no
será lo peor que el león lo diga, sino que lo crea la alimaña. Pondrán
nombre á las cosas, y llamando á una _robo_, á otra _mentira_, á otra
_asesinato_, conseguirán, no evitarlas, sino llenar de delincuentes
los bosques. Crearán la vanidad y el amor propio; el noble bruto que
dormía tranquilamente las veinte y cuatro horas del día, se desvelará
ante la fantasma de una distinción; y al hermano á quien sólo mataba
para comer, matarále después por una cinta blanca ó encarnada. Déles
usted, en fin, el uso de la palabra, y mentirán: la hembra al macho
por amor; el grande al chico por ambición; el igual al igual por
rivalidad; el pobre al rico por miedo y por envidia: querrán gobierno
como cosa indispensable, y en la clase de él estarán de acuerdo ¡vive
Dios!: éstos se dejarán degollar porque los mande uno solo, afición
que nunca he podido entender; aquéllos querrán mandar á uno solo, lo
cual no me parece gran triunfo; aquí querrán mandar todos, lo cual ya
entiendo perfectamente; allí serán los animales nobles, de alta cuna,
quiere decir... (ó mejor, no sé lo que quiere decir) los que manden á
los de baja cuna: allá no habrá diferencia de cunas... ¡Qué confusión!
¡Qué laberinto! Laberinto que prueba que en el mundo existe una verdad,
una cosa positiva, que es la única justa y buena, que ésa la reconocen
todos y convienen en ella: de eso proviene no haber diferencias.
En conclusión, los animales, como no tienen el uso de la razón ni de la
palabra, no necesitan que les diga un orador cómo han de ser felices;
no pueden engañar ni ser engañados; no creen ni son creídos.
El hombre por el contrario: el hombre habla y escucha: el hombre cree,
y no así como quiera, sino que cree todo. ¡Qué índole! El hombre cree
en la mujer, cree en la opinión, cree en la felicidad... ¡Qué sé yo lo
que cree el hombre! Hasta en la verdad cree.--Dígale usted que tiene
talento.--_¡Cierto!_ exclama en su interior.--Dígale usted que es el
primer ser del universo.--_Seguro_, contesta.--Dígale usted que le
quiere.--_Gracias_, responde de buena fe.--¿Quiere usted llevarle á la
muerte? trueque usted la palabra, y dígale: _te llevo á la gloria_:
irá.--¿Quiere usted mandarle? dígale usted sencillamente: yo _debo
mandarte_.--_Es indudable_, contestará.
He aquí todo el arte de manejar á los hombres. ¿Y es malo el hombre?
¿Qué manada de lobos se contenta con un manifiesto? Carne pedirán, y
no palabras. «El hambre, oh lobos, decidles, se ha acabado: ahogado el
monstruo para siempre...--Mentira, gritarán los lobos... al redil, al
redil, el hambre se quita con cordero...». «La hidra de la discordia,
ó ciudadanos, dice por el contrario un periódico á los hombres, yace
derribada con mano fuerte; el orden, de hoy más, será la base del
edificio social; ya asoma la aurora de justicia por qué sé yo qué
horizonte; el iris de paz (que no significa paz) luce después de la
tormenta (que no se ha acabado); de hoy más la legalidad (que es la
cuadratura del círculo) será el fundamento del procomún...», etc., etc.
¿Ha dicho usted _hidra de la discordia, justicia, procomún, horizonte,
iris y legalidad_? Ved en seguida á los pueblos palmotear, hacer
versos, levantar arcos, poner inscripciones.--¡Maravilloso don de la
palabra! ¡Fácil felicidad! Después de un breve diccionario de palabras
de época, tómese usted el tiempo que quiera: con sólo decir _mañana_ de
cuando en cuando y echarles palabras todos los días, como echaba Eneas
la torta al Cancerbero, duerma usted tranquilo sobre sus laureles.
Tal es la historia de todos los pueblos, tal la historia del hombre...
palabras todo, ruido, confusión: positivo, nada. ¡Bienaventurados los
que no hablan, porque ellos se entienden!


REPRESENTACIÓN DE
NUMANCIA
TRAGEDIA EN TRES ACTOS

He aquí una de las cosas exceptuadas en el _reglamento para la censura
de periódicos_, y de que se puede hablar, si se quiere, por supuesto.
Ni un solo artículo en que se prohíba hablar de Numancia. No se puede
hablar de otras cosas, es verdad; pero todo no se ha de hablar en un
día. Por hoy, que es lo que más urge, ¿quién le impide á usted estarse
hablando de Numancia hasta que se pueda hablar de otra cosa? Tanto
más ventilada quedará la cuestión. Dado siempre el supuesto de que no
ha de haber _borrones, pena de dos mil reales_; las cosas limpias: el
periódico ha de ser impenitente y pertinaz; sin enmienda como carlista
ó pasaporte. Un artículo de periódico ha de salir bien de primera
vez, que al fin no es ningún _reglamento de milicia_. Dado también el
supuesto de que no se deje usted _nada en blanco_, pena de los dichos
dos mil reales. No, sino andarse dando á leer al público papelitos en
blanco. ¡Sabe nadie lo que se puede aprender en un papel blanco! ¡Dado
el supuesto además de que ha de poder usted ser _elector_, porque al
fin gran talento tendrá el que no ha sabido hacerse una rentita de seis
mil reales!
Abundando en todos estos supuestos, diremos que el teatro estaba casi
lleno en su representación. Parécenos que en decir esto no hay peligro.
Igualmente llena estaba la tragedia de alusiones patrióticas. Mucho
nos gusta á los españoles la libertad, en las comedias sobre todo.
Innumerables fueron los aplausos: tan completa la ilusión, y tantas las
repeticiones de _libertad_, que se olvidaba uno de que estaba en una
tragedia. Casi parecía verdad. ¡Tanta es la magia del teatro!--Otra
cosa que tampoco exceptúa el reglamento es el señor Luna: de éste se
puede hablar, en cuanto á actor, atendido que el señor Luna ni es
_cosa de religión_, ni _prerrogativa del trono_, ni _estatuto real_,
ni su representación es _fundamental_, ni tiene fundamento alguno,
ni perturba tranquilidad, ni infringe ley, ni desobedece á autoridad
legítima, ni se _disfraza con alusiones_, sino con muy malos trajes
antiguos; ni es licencioso y contrario á costumbre alguna, buena, ni
mala; ni es _libelo_, ni _infamatorio_, ni le coge por ningún lado
ningún _ni_ de cuantos _níes_ en el reglamento se incluyen; ni menos
es _soberano_, ni _gobierno extranjero_. Y á nosotros, sí nos atañe,
por el contrario, no dejar este punto de nuestro papel en blanco, so
pena de la consabida de los _dos mil reales_ á la primera, del duplo á
la segunda, y de dar al traste la tercera, que va la vencida. Decimos
esto, porque no nos ha gustado el señor Luna: triste cosa es, pero no
lo podemos remediar. Hay, sí, en él, zelo y buena intención; pero esto,
todos sabemos ahora más que nunca que no basta siempre. Su declamación
en este papel es enfática y poco natural: sus transiciones son duras,
más duras y crueles que una censura. Sensible nos es haberle de decir
nuestra opinión: empero tal es nuestro deber, y en eso no somos más que
los intérpretes del público mismo.
Por lo demás, la tragedia, que literariamente hablando no es de mérito
sobresaliente, ha hecho el efecto que debía hacer una composición,
como ella, eminentemente patriótica. Cada cual se fué á su casa con la
triste convicción de que, en política como en tragedia, lo que más le
cuesta á un pueblo es conquistar su libertad. Es de esperar que tenga
mejor fin la nuestra, por esta vez, que la de Numancia. Á bien que de
nosotros depende.
La decoración última nos pareció muy regular, inclusos los comparsas y
aquellas descabelladas doncellas, que chillaban á lo lejos, huyendo de
los feroces Romanos, y que parecían periódicos perseguidos por algún
reglamento.
El telón al caer se detuvo á la mitad del camino á tomar un ligero
descanso; no parecía sino que caminaba por la senda de los progresos,
según lo despacio que iba, y los tropiezos que encontraba. Tardó más en
bajar que han tardado las patrias libertades en levantarse.


JARDINES PÚBLICOS

He aquí una clase de establecimientos planteados varias veces en
nuestro país á imitación de los extranjeros, y que sin embargo rara vez
han prosperado. Los filósofos, moralistas, observadores, pudieran muy
bien deducir extrañas consecuencias acerca de un pueblo, que parece
huir de toda pública diversión. ¿Tan grave y ensimismado es el carácter
de este pueblo, qué se avergüence de abandonarse al regocijo cara á
cara consigo mismo? Bien pudiera ser. ¿Nos sería lícito, á propósito de
esto, hacer una observación singular, que acaso podrá no ser cierta, si
bien no faltará quien la halle _ben trovata_? Parece que en los climas
ardientes de mediodía el hombre vive todo dentro de sí: su imaginación
fogosa, emanación del astro que le abrasa, le circunscribe á un
estrecho círculo de goces y placeres más profundos y más sentidos: sus
pasiones más vehementes le hacen menos social: el Italiano, sibarita,
necesita aislarse con una careta en medio de la general alegría; al
Andaluz enamorado bástanle, no un libro y un amigo, como decía Rioja,
sino unos ojos hermosos en que reflejar los suyos, y una guitarra que
tañer; el Árabe impetuoso es feliz arrebatando por el desierto el
ídolo de su alma á las ancas de su corcel; el voluptuoso Asiático para
distraerse se encierra en el harén. Los placeres grandes se ofenden de
la publicidad, se deslíen; parece que ante ésta hay que repartir con
los espectadores la sensación que se disfruta. Nótese la índole de los
bailes nacionales. En el norte de Europa, y en los climas templados, se
hallarán los bailes generales casi. Acerquémonos al mediodía; veremos
aminorarse el número de los danzantes en cada baile. La mayor parte de
los nuestros no han menester sino una ó dos parejas: no bailan para los
demás, bailan uno para otro. Bajo este punto de vista, el teatro es
apenas una pública diversión, supuesto que cada espectador de por sí no
está en comunicación con el resto del público, sino con el escenario.
Cada uno puede individualmente figurarse que para él, y para él solo se
representa.
Otra causa puede contribuir, si ésa no fuese bastante, á la dificultad
que encuentran en prosperar entre nosotros semejantes establecimientos.
La manía del buen tono ha invadido todas las clases de la sociedad:
apenas tenemos una clase media, numerosa y resignada con su verdadera
posición; si hay en España clase media, industrial, fabril y comercial,
no se busque en Madrid, sino en Barcelona, en Cádiz, etc.; aquí no
hay más que clase alta y clase baja: aquélla, aristocrática hasta en
sus diversiones, parece huir de toda ocasión de rozarse con cierta
gente: una señora tiene su jardín público, su sociedad, su todo, en
su cajón de madera, tirado de dos brutos normandos, y no hay miedo
que si se toma la molestia de hollar el suelo con sus delicados pies
algunos minutos, vaya á confundirse en el Prado con la multitud que
costea la fuente de Apolo: al pie de su carruaje tiene una calle
suya, estrecha, peculiar, aristocrática. La clase media, compuesta de
empleados ó proletarios decentes, sacada de su quicio y lanzada en
medio de la aristocrática por la confusión de clases, á la merced de un
frac, nivelador universal de los hombres del siglo XIX, se cree en la
clase alta, precisamente como aquél que se creyese en una habitación,
sólo porque metiese en ella la cabeza por una alta ventana á fuerza de
elevarse en puntillas. Pero ésta, más afectada todavía, no hará cosa
que deje de hacer la aristocracia que se propone por modelo. En la
clase baja, nuestras costumbres, por mucho que hayan variado, están
todavía muy distantes de los jardines públicos. Para ésta es todavía
monadas exóticas extranjeriles, lo que es ya para aquélla común y
demasiado poco extranjero. He aquí la razón por qué hay público para la
ópera y para los toros, y no para los jardines públicos.
Por otra parte, demasiado poco despreocupados aún, en realidad, nos da
cierta vergüenza inexplicable de comer, de reir, de vivir en público:
parece que se descompone y pierde su prestigio el que baila en un
jardín al aire libre, á la vista de todos. No nos persuadimos de que
basta indagar y conocer las causas de esta verdad para desvanecer sus
efectos. Solamente el tiempo, las instituciones, el olvido completo de
nuestras costumbres antiguas, pueden variar nuestro oscuro carácter.
¡Qué tiene éste de particular en un país en que le ha formado tal una
larga sucesión de siglos en que se creía que el hombre vivía para hacer
penitencia! ¡Qué después de tantos años de gobierno inquisitorial!
Después de tan larga esclavitud es difícil saber ser libre. Deseamos
serlo, lo repetimos á cada momento; sin embargo lo seremos de derecho
mucho tiempo antes de que reine en nuestras costumbres, en nuestras
ideas, en nuestro modo de ver y de vivir la verdadera libertad. Y las
costumbres no se varían en un día, desgraciadamente en un día, ni con
un decreto, y más desgraciadamente aún, un pueblo no es verdaderamente
libre mientras que la libertad no está arraigada en sus costumbres, é
identificada con ellas.
No era nuestro propósito ahondar tanto en materia tan delicada:
volvamos, pues, al objeto de nuestro artículo. El establecimiento de
los dos jardines públicos, que acaban de abrirse en Madrid, indica de
todos modos la tendencia enteramente nueva que comenzamos á tomar.
El jardín de las Delicias, abierto hace más de un mes en el paseo de
Recoletos, presenta por su situación topográfica un punto de recreo
lleno de amenidad; es pequeño, pero bonito: un segundo jardín más
elevado, con un estanque y dos grutas á propósito para comer, y una
huerta en el piso tercero, si nos es permitido decirlo así, forman un
establecimiento muy digno del público de Madrid. Para nada consideramos
más útil este jardín que para almorzar en las mañanas deliciosas de
la estación en que estamos, respirando el suave ambiente embalsamado
de las flores, y distrayendo la vista por la bonita perspectiva que
presenta, sobre todo, desde la gruta más alta; y para pasear en él las
noches de verano.
El jardín de Apolo, sito en el extremo de la calle de Fuencarral,
no goza de una posición tan ventajosa, pero una vez allí el curioso
reconoce en él un verdadero establecimiento de recreo y diversión.
Domina á todo Madrid, y su espaciosidad, el esmero con que se ven
ordenados sus árboles nacientes, los muchos bosquetes enramados, llenos
por todas partes de mesas rústicas para beber, y que parecen nichos
de verdura ó verdaderos gabinetes de Flora; sus estrechas calles y el
misterio que promete el laberinto de su espesura, hacen deplorar la
larga distancia del centro de Madrid á la que se halla colocado el
jardín, que será verdaderamente delicioso en creciendo sus árboles y
dando mayor espesura y frondosidad.
En nuestro entender, cada uno de estos jardines merece una concurrencia
sostenida; las reflexiones con que hemos encabezado este artículo deben
probar á sus respectivos empresarios, que si hay algún medio para
hacer prosperar sus establecimientos en Madrid es recurrir á todos
los alicientes imaginables, á todas las mejoras posibles. De esta
manera nos lisonjeamos de que el público tomará afición á los jardines
públicos, que tanta influencia pueden tener en la mayor civilización
y sociabilidad del país, y cuya conservación y multiplicidad exige
incontestablemente una capital culta como la nuestra.


REPRESENTACIÓN DE
TANTO VALES CUANTO TIENES
Comedia original en tres actos y en verso
DE DON ÁNGEL SAAVEDRA

Humilde y cabizbajo presentaba un ingenio novel á un gran poeta, más
desvergonzado aún que poeta, un manuscrito suyo, y pedíale su parecer.
Llegó el maestro á un trozo más oscuro que otros.--¿Qué ha querido
usted decir aquí?, le preguntó con sorna de hombre satisfecho de sí
mismo.--Señor, respondió el novel, ahí quise decir tal cosa. Á lo cual
respondió el desvergonzado:--Pues si tal cosa quiso usted decir, ¿por
qué no la dijo usted?
Si el señor Saavedra, autor conocido, que apreciamos, y en quien
reconocemos dotes muy aventajadas, quiso hacer una comedia suya, ¿por
qué no huyó al emprender su obra de toda coincidencia con comedias
anteriores? Tanto más sensible es esto, cuanto que había encontrado
un argumento enteramente nuevo; y procuraremos probar esta que parece
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 13
  • Parts
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 01
    Total number of words is 4060
    Total number of unique words is 1434
    36.2 of words are in the 2000 most common words
    47.4 of words are in the 5000 most common words
    53.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 02
    Total number of words is 4782
    Total number of unique words is 1582
    35.9 of words are in the 2000 most common words
    47.9 of words are in the 5000 most common words
    53.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 03
    Total number of words is 4874
    Total number of unique words is 1604
    35.9 of words are in the 2000 most common words
    48.9 of words are in the 5000 most common words
    56.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 04
    Total number of words is 4871
    Total number of unique words is 1537
    35.7 of words are in the 2000 most common words
    48.2 of words are in the 5000 most common words
    54.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 05
    Total number of words is 4943
    Total number of unique words is 1662
    37.0 of words are in the 2000 most common words
    49.0 of words are in the 5000 most common words
    56.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 06
    Total number of words is 4940
    Total number of unique words is 1599
    38.5 of words are in the 2000 most common words
    51.8 of words are in the 5000 most common words
    58.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 07
    Total number of words is 4817
    Total number of unique words is 1586
    37.0 of words are in the 2000 most common words
    50.9 of words are in the 5000 most common words
    56.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 08
    Total number of words is 4758
    Total number of unique words is 1530
    36.8 of words are in the 2000 most common words
    52.2 of words are in the 5000 most common words
    59.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 09
    Total number of words is 4823
    Total number of unique words is 1611
    37.4 of words are in the 2000 most common words
    50.0 of words are in the 5000 most common words
    56.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 10
    Total number of words is 4865
    Total number of unique words is 1531
    35.8 of words are in the 2000 most common words
    49.9 of words are in the 5000 most common words
    56.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 11
    Total number of words is 4694
    Total number of unique words is 1541
    33.5 of words are in the 2000 most common words
    46.4 of words are in the 5000 most common words
    54.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 12
    Total number of words is 4778
    Total number of unique words is 1602
    37.0 of words are in the 2000 most common words
    50.4 of words are in the 5000 most common words
    57.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 13
    Total number of words is 4909
    Total number of unique words is 1601
    36.7 of words are in the 2000 most common words
    50.2 of words are in the 5000 most common words
    57.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 14
    Total number of words is 4975
    Total number of unique words is 1499
    38.4 of words are in the 2000 most common words
    50.6 of words are in the 5000 most common words
    57.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 15
    Total number of words is 4955
    Total number of unique words is 1565
    37.7 of words are in the 2000 most common words
    50.5 of words are in the 5000 most common words
    57.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 16
    Total number of words is 4933
    Total number of unique words is 1634
    36.4 of words are in the 2000 most common words
    50.0 of words are in the 5000 most common words
    56.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 17
    Total number of words is 4915
    Total number of unique words is 1533
    38.1 of words are in the 2000 most common words
    52.1 of words are in the 5000 most common words
    57.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 18
    Total number of words is 4956
    Total number of unique words is 1448
    39.3 of words are in the 2000 most common words
    53.3 of words are in the 5000 most common words
    60.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 19
    Total number of words is 4743
    Total number of unique words is 1499
    35.0 of words are in the 2000 most common words
    49.7 of words are in the 5000 most common words
    57.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 20
    Total number of words is 4932
    Total number of unique words is 1493
    37.6 of words are in the 2000 most common words
    50.4 of words are in the 5000 most common words
    56.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 21
    Total number of words is 5002
    Total number of unique words is 1614
    37.7 of words are in the 2000 most common words
    52.2 of words are in the 5000 most common words
    58.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 22
    Total number of words is 4959
    Total number of unique words is 1599
    37.9 of words are in the 2000 most common words
    52.2 of words are in the 5000 most common words
    58.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 23
    Total number of words is 4871
    Total number of unique words is 1631
    37.2 of words are in the 2000 most common words
    50.6 of words are in the 5000 most common words
    57.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 24
    Total number of words is 4829
    Total number of unique words is 1687
    35.4 of words are in the 2000 most common words
    50.5 of words are in the 5000 most common words
    57.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 25
    Total number of words is 4944
    Total number of unique words is 1651
    35.9 of words are in the 2000 most common words
    50.5 of words are in the 5000 most common words
    57.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 26
    Total number of words is 4838
    Total number of unique words is 1707
    33.9 of words are in the 2000 most common words
    49.1 of words are in the 5000 most common words
    57.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 27
    Total number of words is 4857
    Total number of unique words is 1556
    36.8 of words are in the 2000 most common words
    49.5 of words are in the 5000 most common words
    55.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 28
    Total number of words is 5015
    Total number of unique words is 1474
    38.8 of words are in the 2000 most common words
    52.1 of words are in the 5000 most common words
    58.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 29
    Total number of words is 4990
    Total number of unique words is 1541
    38.8 of words are in the 2000 most common words
    52.1 of words are in the 5000 most common words
    58.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Obras completas de Fígaro, Tomo 2 - 30
    Total number of words is 500
    Total number of unique words is 273
    53.0 of words are in the 2000 most common words
    64.6 of words are in the 5000 most common words
    66.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.