Historia del levantamiento, guerra y revolución de España (4 de 5) - 05

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cuerpo, mandadas por el general Girard, y de una reserva, que lo era
por el general Werlé. Cruzaron el Nogales y el arroyo de Chicapierna,
y entonces hicieron un movimiento de conversión sobre su derecha,
para ceñir el flanco también derecho de los aliados, y aun abrazarle,
cortando así los caminos de la sierra, de Olivenza y de Valverde,
y procurando arrojar a los nuestros sobre el arroyo Valdesevilla y
estrecharlos contra Badajoz y el Guadiana. Mientras que los enemigos
comenzaban este ataque, que era, repetimos, el principal de su plan,
continuaban el general Godinot y Briche amagando lo que se consideraba
antes, en la primera formación, centro e izquierda del ejército
combinado.
Trabose, pues, por la derecha el combate formal. Empezole Zayas, le
continuó Lardizábal que había seguido el movimiento de aquel general,
y empeñáronse al fin en la pelea todos los españoles, excepto dos
batallones de Ballesteros, que quedaron haciendo frente al río de la
Albuera; mas lo restante de la misma división favoreció la maniobra de
Zayas, e hizo una arremetida sobresaliente por el diestro flanco de
las columnas acometedoras, conteniéndolas y haciéndolas allí suspender
el fuego. Los enemigos entonces, rechazados sobre sus reservas,
insistieron muchas veces en su propósito, si bien en balde; pero al
cabo, ayudados de la caballería mandada por Latour-Maubourg, se
colocaron en la cuesta de las lomas que ocupaban los españoles.
Acorrió en ayuda de estos la división del general Stewart, ya en
movimiento, y marchó a ponerse a la derecha de Zayas; siguiole la de
Cole a lo lejos, y se dilató la caballería, al mando de Lumley, la
vuelta del Valdesevilla para evitar la enclavadura de nuestra derecha
en las columnas enemigas, siendo ahora la nueva posición del ejército
aliado perpendicular al frente en donde primero había formado. Alten se
mantuvo en el pueblo de la Albuera, y Hamilton, con los portugueses,
aunque también avanzado, quedose en la línea precedente con destino a
atajar las tentativas que hiciese contra el puente el general Godinot.
Por la derecha, prosiguiendo vivísimo el combate y adelantándose
Stewart con la brigada de Colbourne, una de las de su división,
retrocedían ya de nuevo los franceses, cuando sus húsares y los
lanceros polacos, arremetiendo al inglés por la espalda, dispersaron la
brigada insinuada, y cogiéronle cañones, 800 prisioneros y 3 banderas.
Ráfagas de un vendaval impetuoso y furiosos aguaceros, unidos al humo
de las descargas, impedían discernir con claridad los objetos, y por
eso pudieron los jinetes enemigos pasar por el flanco sin ser vistos,
y embestir a retaguardia. Algunos polacos, llevados del triunfo, se
embocaron por entre las dos líneas que formaban los aliados, y la
segunda inglesa, creyendo la primera ya rota, hizo fuego sobre ella y
sobre el punto donde estaba Blake: afortunadamente descubriose luego el
engaño.
En tan apurado instante sostúvose sin embargo firme un regimiento
de los de la brigada de Colbourne, y dio lugar a que Stewart con
la de Hoghton volviese a renovar la acometida. Hízolo con el mayor
esfuerzo; ayudole, colocándose en línea la artillería, bajo el mayor
Dickson, y también otra brigada de la misma división que se dirigió a
la izquierda. Don José de Zayas con los suyos empeñose segunda vez en
la lucha, y lidió valerosamente. La caballería, apostada a la derecha
del flanco atacado, reprimió al enemigo por el llano, y se distinguió
sobre todo, y favoreció a Stewart en su desgracia, la del 5.º ejército
español, acaudillada por el conde de Penne Villemur y su segundo, Don
Antolín Reguilón.
La contienda andaba brava, y el tiempo, habiendo escampado, permitía
obrar a las claras. De ningún lado se cejaba, y hacíanse descargas
a medio tiro de fusil: terrible era el estruendo y tumulto de las
armas, estrepitosa la altanera vocería de los contrarios. Por toda
la línea habíase trabado la acción; en el frente primitivo y en la
puente de la Albuera también se combatía. Alten aquí defendió el
pueblo vigorosamente, y Hamilton, con los portugueses y los dos
batallones españoles que dijimos habían quedado en la posición primera,
protegiéronla con distinguida honra.
Dudoso todavía el éxito, cargaron en fin al enemigo las dos brigadas
de la división de Cole; la una, portuguesa, bajo el general Harvey,
se movió por entre la caballería de Lumley y la derecha de las lomas,
sobre cuya posesión principalmente se peleaba, y la otra, que conducía
Myers, encaminose adonde Stewart batallaba.
A poco Zayas, animado en vista de este movimiento, arremetió en columna
cerrada, arma al brazo, y hallábase a diez pasos del enemigo a la sazón
que, flanqueado este por portugueses de la brigada de Harvey, volvió la
espalda y arremolinándose sus soldados y cayendo unos sobre otros, en
breve fugitivos todos, rodaron y se atropellaron la ladera abajo. Su
caballería, numerosa y superior a la aliada, pudo solo cubrir repliegue
tan desordenado. Repasó el enemigo los arroyos, y situose en las
eminencias de la otra orilla, asestando su artillería para proteger, en
unión con los jinetes, sus deshechas y casi desbandadas huestes.
No los persiguieron más allá los aliados, cuya pérdida había sido
considerable. La de solos los españoles ascendía a 1365 hombres entre
muertos y heridos: de estos fuelo Don Carlos de España; de aquellos
el ayudante primero de estado mayor Don Emeterio Velarde, que dijo al
expirar: «Nada importa que yo muera si hemos ganado la batalla.» Los
portugueses perdieron 363 hombres; los ingleses 3614 y 600 prisioneros,
pues los otros se salvaron de las manos de los franceses en medio
del bullicio y confusión de la derrota. Perecieron de los generales
británicos Hoghton y Myers: quedó herido Stewart, Cole y otros
oficiales de graduación.
Contaron los franceses de menos 8000 hombres: murieron de ellos los
generales Pepin y Werlé, y fueron heridos Gazan, Maransin y Bruyer.
Sangrienta lid, aunque no fue de larga duración.
El 19 ambos ejércitos se mantuvieron en línea en frente uno de otro;
retirose Soult por la noche, yendo tan despacio que no llegó a Llerena
hasta el 23. Los aliados dejáronle ir tranquilo. Solo le siguió la
caballería que, mandada por Lumley, tuvo luego en Usagre un recio
choque en que fueron escarmentados los jinetes enemigos, con pérdida de
más de 200 hombres.
[Marginal: Manifestación del parlamento británico y de las cortes en
favor de los ejércitos.]
El parlamento británico declaró «reconocer altamente el distinguido
valor e intrepidez con que se había conducido el ejército español del
mando de S. E. el general Blake en la batalla de la Albuera», aunque
parece no había ejemplo de demostraciones semejantes en favor de tropas
extranjeras. Las cortes hicieron igual o parecida declaración respecto
de los aliados, y además decretaron ser el ejército español benemérito
de la patria, con orden de que, finalizada la guerra, se erigiese en la
Albuera un monumento. Agraciose también con un grado a los oficiales
más antiguos de cada clase.
[Marginal: Celebra la victoria Lord Byron. (* Ap. n. 14-3.)]
Mereció tan gloriosa jornada honorífica conmemoración del estro sublime
de [*] Lord Byron, expresando que en lo venidero sería el de la Albuera
asunto digno de celebrarse en las jácaras y canciones populares.
[Marginal: Llega Wellington después de la batalla.]
El 19 llegó Lord Wellington al Guadiana acompañado de las dos
divisiones con las que, según dijimos, había salido de sus cuarteles
del norte. Visitó el mismo día el campo de la Albuera, y ordenó
al mariscal Beresford que no hiciese sino observar al enemigo y
perseguirle cautelosamente. Fue luego enviado dicho mariscal a Lisboa
con destino a organizar nuevas tropas. Hubo quien atribuyó la comisión
a la sombra que causaban los recientes laureles; otros, al parecer más
bien informados, a disposiciones generales y no a celosas ni mezquinas
pasiones; debiéndose advertir que las dotes que adornaban al Beresford
antes se acomodaban a organizar y disciplinar gente bisoña que a
guiar un ejército en campaña. El general Hill, de vuelta en Portugal,
recobrada ya la salud, volvió a tomar el mando de la 2.ª división
británica, encomendada en su ausencia a Beresford, con las demás tropas
anglo-portuguesas que por lo común maniobraron a la izquierda del Tajo.
No viéndose Soult acosado, parose en Llerena y llamó hacia sí todas
las tropas de las Andalucías que podían juntársele sin detrimento de
los puntos fortificados y demás puestos que ocupaban. Se esmeró al
propio tiempo en acopiar subsistencias, que no abundaban, y su escasez
produjo disgusto y quejas en el campo, pues los naturales, desamparando
en lo general sus casas, procuraban engañar al enemigo y deslumbrarle
para que no descubriese los granos que, siendo en aquella tierra
guardados en silos, ocultábanse fácilmente al ojo lince del soldado que
iba a la pecorea. Por la espalda incomodaban asimismo al ejército de
Soult partidarios audaces que se interponían en el camino de Sevilla
y cortaban la comunicación, teniendo para aventarlos que batir la
estrada, y destacar a varios puntos algunos cuerpos sueltos.
[Marginal: Empréndese de nuevo el sitio de Badajoz.]
Dispuso Wellington que una gran parte del ejército aliado se
acantonase en Zafra, Santa Marta, Feria, Almendral y otros pueblos
de los alrededores, con la caballería en Ribera y Villafranca de
Barros. El 18 había ya la división de Hamilton renovado, por la
izquierda de Guadiana, el bloqueo de Badajoz, a cuya parte acudió
también la nuestra, que antes mandaba Don Carlos de España y ahora
Don Pedro Agustín Girón, segundo de Castaños. Dudose algún tiempo si
se emprendería entonces el sitio formal, no siendo dado apoderarse
en breve de la plaza, y temible que en el entretanto tornasen los
franceses a socorrerla. No obstante, decidiose Wellington al asedio,
y el 22 convino, después de madura deliberación con los ingenieros y
otros jefes, en seguir el ataque resuelto para la anterior tentativa,
si bien modificado en los pormenores.
De consiguiente, el 25 la 7.ª división británica, del mando de Houston,
embistió a Badajoz por la derecha de Guadiana, y el 27 la 3.ª reforzó
la de Hamilton, colocada a la izquierda del mismo río. Empezose el 29
a abrir la trinchera contra el fuerte de San Cristóbal, divirtiendo al
propio tiempo la atención del enemigo con falsos acometimientos hacia
Pardaleras. Del 30 al 31 comenzaron igualmente los sitiadores un ataque
por el mediodía contra el castillo antiguo.
Abierta brecha al este en San Cristóbal, tentaron los ingleses,
creyéndola practicable, asaltar el fuerte, y se aproximaron a su
recinto teniendo a la cabeza al teniente Forster. De cerca vio este que
se habían equivocado, pero hallándose ya él y los suyos en el foso
y animados, quisieron en vano trepar a la brecha, repeliéndolos el
enemigo con pérdida: entre los muertos contose al mismo Forster.
En el castillo tampoco se había aportillado mucho el muro a pesar de
los escombros que se veían al pie. El 9 repitiose otro acometimiento
contra San Cristóbal, si bien no con mayor fruto. Desde entonces
convirtiose el sitio en bloqueo, con intención Wellington de levantarle
del todo. No se comprende como se empezó siquiera tal asedio,
careciendo allí los ingleses de zapadores, y desproveídos hasta de
cestones y faginas.
[Marginal: Gran quema en los campos.]
Entonces fue cuando de resultas de una hoguera encendida por artilleros
portugueses, acampados al raso no lejos de Badajoz, en la margen
izquierda del Guadiana, se prendió fuego a las heredades y chaparros
vecinos, cundiendo la llama con violencia tan espantosa que en el
espacio de tres días se acercó a Mérida, ciudad que se preservó de
tamaña catástrofe por hallarse interpuesto aquel anchuroso río. Duró el
fuego quince días, y devoró casas, encinares, dehesas, las mieses ya
casi maduras, todo cuanto encontró.
[Marginal: Vuelve a avanzar Soult.]
Reforzado Soult más y más, determinó ponerse en movimiento la vuelta de
Badajoz, y abrió su marcha el 12 de junio, juntándosele por entonces el
general Drouet que se había encaminado con los restos del 9.º cuerpo
por Ávila y Toledo sobre Córdoba, y de allí torciendo a su derecha
había venido a dar a Belalcázar y al campo de los suyos en Extremadura.
Incorporáronse estas fuerzas con el 5.º cuerpo, que empezó desde luego
a gobernar dicho Drouet. Tenía por mira Soult libertar a Badajoz, pero
no osando, aunque muy engrosado, ejecutarlo por sí solo, quiso aguardar
a que se le acercase Marmont, en marcha ya para el Guadiana.
[Marginal: El mariscal Marmont viene sobre el Guadiana.]
Apenas había tomado a su cargo este mariscal el ejército de Portugal,
cuando le dio nueva forma, distribuyendo en seis divisiones sus tres
anteriores cuerpos. Su conato, luego que abasteció a Ciudad Rodrigo,
se dirigió principalmente, según las órdenes de Napoleón, a cooperar
con Soult en Extremadura, habiendo acudido allí la mayor parte del
ejército combinado. Cuatro divisiones del de Marmont partieron de Alba
de Tormes el 3 de junio, y las otras dos habíanse todavía quedado
hacia el Águeda, atento el mariscal francés a explorar los movimientos
de Sir Brent Spencer, que mandaba, en ausencia de Wellington, las
tropas del Coa. Pero habiendo hecho Marmont un reconocimiento el 6,
y persuadido de que el general inglés no le incomodaría, y que solo
seguiría paralelamente el movimiento de las tropas francesas, salió
en persona para Extremadura, acompañado del resto de su fuerza, con
dirección al puerto de Baños. Cruzó el Tajo en Almaraz, habiendo echado
al intento un puente volante, y su ejército, puesto ya en la orilla
izquierda, marchó en dos trozos, uno de ellos por Trujillo a Mérida,
otro sesgueando a la izquierda sobre Medellín.
[Marginal: Retírase Wellington sobre Campomayor.]
Cuando Wellington averiguó que Soult avanzaba, apostose en la Albuera
para contenerle y empeñar batalla. Mas después, noticioso de que
Marmont estaba ya próximo a juntarse al otro mariscal, con razón no
quiso continuar en una posición en que tenía a la espalda a Badajoz y
Guadiana, sobre todo debiendo habérselas con fuerzas tan considerables
como las de los dos mariscales reunidos, y por tanto abandonó la
Albuera, descercó a Badajoz, y repasando el Guadiana, se acogió el 17
a Elvas. Lo mismo hicieron los españoles vadeando el río por Jurumeña.
Aproximáronse de consiguiente sin obstáculo Marmont y Soult, y se
avistaron el 19 en el mismo Badajoz.
[Marginal: Júntasele su ejército del norte de Portugal.]
Había Sir Brent Spencer en el entre tanto marchado a lo largo de
la raya de Portugal, pasado el Tajo en Vila Velha, y reunídose a
Wellington en las alturas de Campomayor. Preparábase aquí el último a
pelear extendiéndose su ejército por los bosques deleitosos de ambas
orillas del Caya. Constaba en todo su fuerza de 60.000 hombres. Otros
tantos tenían los enemigos, quienes haciendo el 22 reconocimientos por
Elvas y Badajoz, se abstuvieron de comprometerse; no considerando fácil
deshacer a los aliados situados ventajosamente.
[Marginal: Blake se separa del ejército aliado.]
De estos se había separado Blake el 18, seguido por el ejército
expedicionario, la división de Ballesteros, la de Girón y caballería
de Penne Villemur, no bien avenido con la supremacía de Wellington,
por lo que se ofreció a hacer una correría al condado de Niebla. Dio
el general en jefe su aprobación a la propuesta, y Blake, caminando
por dentro de Portugal, repasó el Guadiana en Mértola el 23. En el
tránsito padecieron nuestras tropas muchas escaseces a causa de las
marchas rápidas que hicieron; y desmandáronse muy reprensiblemente los
soldados de Ballesteros, molestando sobremanera y maltratando a los
naturales.
[Marginal: Su desgraciada tentativa contra Niebla.]
Parecía que Blake llevaba la mira en su expedición de ponerse sobre
Sevilla, casi abandonada en aquel tiempo, y no defendiéndola sino
escasas tropas francesas y unos pocos jurados españoles, gente en la
que no confiaba el extranjero. Para que no se malograra tal empresa,
conveniente era marchar aceleradamente, pues de otro modo, volviendo
Soult pie atrás, apresuraríase a ir en socorro de la ciudad. Pero
Blake, sin motivo plausible, detúvose y resolvió antes apoderarse de
Niebla, villa a la derecha del Tinto, rodeada de un muro viejo y de
un castillo cuyas paredes, en especial las de la torre del homenaje,
son de un espesor desusado. Cabecera de la comarca y en buen paraje
para enseñorearla, habíanla los franceses fortalecido cuidadosamente,
aprovechándose de sus antiguos reparos, entre los que se descubrieron
[según nos ha dicho el mismo duque de Aremberg, principal promotor de
aquellos trabajos] bastantes restos de la dominación romana. Mandaba
ahora allí el coronel Fritzherds al frente de 600 suizos.
Encomendose el ataque a la división de Zayas, y tuvo comienzo en la
noche del 30 de junio. Mas no había cañones de batir, y las escalas,
aunque añadidas y empalmadas, resultaron cortas; con lo que se desistió
del intento y, sin conseguir cosa alguna en Niebla, perdió Blake la
ocasión de hacer una correría a Sevilla y sembrar entre los enemigos el
desasosiego y la tribulación.
Tan solo produjo su movimiento el buen efecto de alejar parte de la
fuerza enemiga de las cercanías de Badajoz; la cual viniendo sobre
Blake al condado, le obligó a retirarse el 2 de julio, y repasar el
Guadiana el 6 en Alcoutim, desde donde, meditando el general español
otra empresa a levante, se dirigió a Villarreal de San Antonio y
Ayamonte; reembarcándose el 10 con la fuerza expedicionaria y una parte
de la división primitivamente al mando de Don Carlos de España. La de
Ballesteros permaneció en el condado; y Don Pedro Agustín Girón con
algunos infantes, y el conde de Penne Villemur asistido de la mayor
parte de la caballería, se quedaron por las márgenes del Guadiana
acercándose a Extremadura.
[Marginal: Cometa.]
En este tiempo los calores fueron excesivos y abrasadores,
atribuyéndolo algunos a la presencia de un cometa resplandeciente que
se dejó ver en la parte boreal de nuestro hemisferio durante muchos
meses, y tuvo suspensa la atención de la Europa entera. Percibíase
en Cádiz por el día, y alumbraba de noche al modo de una luna la más
clara, acompañado de larga y rozagante cabellera. Tales apariciones
aterraban a los pueblos de la antigüedad, siendo pocos los astrónomos y
contados los filósofos [*] [Marginal: (* Ap. n. 14-4.)] que conociesen
en aquella era la verdadera naturaleza de estos cuerpos. En los
siglos modernos la antorcha de la ciencia, empuñada en este caso por
el gran Newton y el ilustre Halley,[*] [Marginal: (* Ap. n. 14-5.)]
ha difundido gran luz sobre las leyes que dirigen los movimientos y
revoluciones de los cometas, y disipado en parte los vanos temores de
la crédula y tenebrosa ignorancia.
[Marginal: Soult retrocede a Sevilla.]
Según insinuamos la correría de Blake al condado, aunque malograda,
desvió de la Extremadura una porción de las tropas francesas. Soult
salió de Badajoz el 27 de junio, y tornó a Sevilla, dirigiendo una
división, a las órdenes del general Conroux, por Fregenal la vuelta de
Niebla. Al retirarse avitualló de nuevo la plaza de Badajoz, y voló los
muros de Olivenza, recinto que los ingleses habían abandonado cuando se
pusieron detrás del Guadiana. Quedó a la izquierda de estos el general
Drouet con el 5.º cuerpo.
[Marginal: Correrías de Morillo.]
Guardó la derecha algunos días el mariscal Marmont, cuyas espaldas eran
a menudo molestadas por partidarios españoles. Quien más inquietó al
enemigo hacia aquella parte fue Don Pablo Morillo, a la cabeza de la
2.ª división del 5.º ejército, que en vez de maniobrar unido con el
cuerpo principal campeó sola y destacada de acuerdo con el general en
jefe. Sorprendió en junio Morillo en Belalcázar al coronel Normant,
matole 48 hombres y le cogió 111. Lo mismo hizo en Talarrubias el 1.º
de julio, tomando al comandante 4 oficiales y 149 soldados. Acosado
entonces por tres columnas enemigas, sorteó sus movimientos con bien
entendidas, aunque penosas marchas y contramarchas, por lo intrincado
de la Sierra Morena. Envió salvos al tercer ejército los prisioneros,
que cruzaron sin tropiezo todo el país ocupado por los franceses, y,
defendiéndose contra los que le iban al alcance, revolvió en seguida
contra otros que se alojaban en Villanueva del Duque: escarmentolos el
22, y combatiendo siempre, entró en Cáceres el 31 y se abrigó de los
suyos después de una correría de dos meses, feliz y gloriosa.
[Marginal: Repasa el Tajo Marmont.]
Tales inquietudes y otras no menos continuas, así como lo devastado
del país, dificultaban al mariscal Marmont las provisiones, teniéndole
que venir convoyadas hasta de Madrid por fuertes escoltas, hostigadas
siempre, a veces dispersas. Por tanto, fortificando los antiguos
castillos de Medellín y Trujillo, apostó aquí la división del general
Foy con gran parte de la caballería, y el 20 de julio, repasando el
mismo mariscal el Tajo, se colocó en rededor de Almaraz y Plasencia.
[Marginal: También Wellington.]
Wellington también cruzó aquel río, vía de Castelo Branco,
contramarchando al mismo son ambos ejércitos, y solo dejó al general
Hill en Arronches y Estremoz para cubrir el Alentejo. Don Francisco
Javier Castaños, con la fuerza entonces corta del 5.º ejército, se
acuarteló en Valencia de Alcántara y sus cercanías, explorando la
caballería bajo el mando de Penne Villemur las comarcas vecinas. Íbanse
así tornando los respectivos ejércitos y cuerpos a los puntos desde
donde habían partido, y de cuya inmediata y peculiar conservación
estaban antes como encargados.
[Marginal: Fin de este libro.]
Y vemos que en estos seis o siete meses primeros del año de 1811 hubo
desde Tarifa corriendo por el mediodía y ocaso hasta el Duero plazas
perdidas y tomadas, batallas ganadas, fieros trances. Los aliados por
una parte perdieron a Badajoz; pero por la otra recobraron a Almeida
y libertaron el reino de Portugal, inclinándose de este modo a su
favor la balanza de los sucesos. Cometiéronse faltas, y no solo las
cometieron los españoles, cometiéronlas también ingleses y franceses,
pudiéndose inferir de nuestra relación cuánto pende de la fortuna la
fama de los generales más esclarecidos, absolviendo por lo común el
mundo, si aquella es propicia, de enormes e indisculpables yerros.


RESUMEN
DEL
LIBRO DECIMOQUINTO.

Operaciones militares a los extremos de los ejércitos combinados
anglo-hispano-portugueses. — Ronda. — Murcia y Granada. — Pasa
Sebastiani a Francia. — Galicia y Asturias. — Evacuación de Asturias.
— Acción de Cogorderos. — 7.º Ejército: Porlier a su frente. —
Partidas de este distrito. — Sorpresa de un convoy en Arlabán, por
Mina. — Ejército francés del norte de España. — Cataluña, Aragón y
Valencia. — Sitio de Tortosa. — La toman los franceses. — Sensación
que causa en Cataluña. — Sentencia contra el gobernador Alacha. —
Toman los franceses el castillo del Coll de Balaguer. — Providencias
de Suchet. — Vuelve a Aragón. — Alborotos en Tarragona. — El marqués
de Campoverde nombrado general de Cataluña. — Asoma Macdonald a
Tarragona. — Se retira. — Reencuentro con Sarsfield en Figuerola. —
Nuevos alborotos en Tarragona. — Nuevo congreso catalán. — Disuélvese
luego. — Providencias de Suchet en Aragón contra las partidas. —
Facultades nuevas y más amplias que Napoleón da a Suchet. — Vistas
con este motivo de Suchet y Macdonald. — Pasa Macdonald a Barcelona.
— Quema de Manresa. — Proclama de Campoverde. — Movimientos de este
general. — Tentativa malograda contra Barcelona. — Sorpresa y toma de
Figueras por los españoles. — Marcha a Figueras del barón de Eroles. —
Ocupa a Olot y Castelfullit. — Estado crítico de los franceses. — Va
también Campoverde a Figueras. — No consigue sino en parte socorrer
el castillo. — Vacilación de Suchet. — Medidas de precaución que toma
en Aragón. — Resuélvese a sitiar a Tarragona. — Principia el cerco.
— Llega Campoverde a Tarragona. — Atacan y toman los franceses con
dificultad el fuerte del Olivo. — Sale Campoverde de la plaza: se
encarga el mando de ella a Don Juan Senén de Contreras. — Encarnizada
defensa de los españoles. — Tropas que llegan de Valencia. — Diversión
de Eroles y otros fuera de la plaza. — Toman los franceses el arrabal.
— Quejas contra Campoverde. — Tentativa infructuosa de este para
socorrer la plaza. — Tropas inglesas que se presentan delante del
puerto. — No desembarcan. — Otras ocurrencias desgraciadas. — Baten
los franceses la ciudad. — La asaltan. — La entran. — Gloriosa
resistencia de los sitiados. — Muerte de D. José González. — Horrible
matanza. — Reflexiones. — Suerte de Contreras y noble respuesta. —
Ceremonia religiosa a que asiste Suchet. — Resuelve Campoverde evacuar
el Principado. — Deserción. — Suchet pasa a Barcelona. — Actos suyos
crueles. — Torna Suchet a Tarragona. — Desiste Campoverde de evacuar
el Principado. — Se embarcan los valencianos. — Sucede a Campoverde en
el mando Don Luis Lacy. — Lacy y la Junta del Principado en Solsona.
Su buen ánimo. — Marcha admirable del brigadier Gasca. — Suchet trata
de atacar la montaña de Monserrat. — Es elevado a mariscal de Francia.
— Eroles en Monserrat. — Descripción de este punto. — Le ataca y toma
Suchet. — Macdonald estrecha a Figueras. — Se rinde el castillo. — No
por eso cesa la guerra en Cataluña. — Suchet pasa a Aragón, inquieto
siempre este reino. — Valencia. Convoca Bassecourt un congreso. — Se
disuelve. — Don Carlos O’Donnell sucede a Bassecourt. — Operaciones
militares del 2.º ejército, o sea de Valencia. — Sucede el marqués del
Palacio a O’Donnell. — Castilla la Nueva. — Juntas y guerrilleros. —
El Empecinado. — Villacampa. — Ataque contra el puente de Auñón. —
Diversos movimientos y sucesos. — Otros guerrilleros. — Malos y crueles
tratamientos. — Más partidarios. — Resultas importantes de este género
de guerra. — Situación de José. — Desengaños que recibe. — Estado de su
ejército y hacienda. — Diversiones que José promueve. — Ilusiones de
José. — Desazonaba su lenguaje a Napoleón. — Disgusto de José. — Su
viaje a París. — Nacimiento del Rey de Roma. — Vuelve José a Madrid.
— Escasez de granos. — Providencias violentas del gobierno de José.
— Trata José de componerse con el gobierno de Cádiz. — Emisarios que
envía. — Inutilidad de los pasos que estos dan.


HISTORIA
DEL
LEVANTAMIENTO, GUERRA Y REVOLUCIÓN
de España.
LIBRO DECIMOQUINTO.

[Marginal: Operaciones militares a los extremos de los ejércitos
combinados anglo-hispano-portugueses.]
A los opuestos y distantes extremos de los puntos en donde se
ejecutaban las grandes y principales maniobras del ejército
anglo-portugués y anglo-español, descubríanse por un lado las montañas
de Ronda y el tercer ejército, acantonado en la raya de Granada y
Murcia, y por el otro Galicia y Asturias, con el ahora llamado 6.º
ejército. En ambas partes pudiera haberse molestado mucho al enemigo,
si se hubiese sacado ventaja de los medios que proporcionaba el país,
señaladamente Galicia, y de la favorable oportunidad que ofrecía el
agolparse de las huestes francesas hacia la raya de Portugal. Pero,
por desgracia, ciñéronse solo los esfuerzos a divertir la atención del
enemigo, y a ponerle en la necesidad de emplear tropas que bastasen a
observar y contener a las nuestras.
[Marginal: Ronda.]
La serranía de Ronda, foco importante de insurrección, dividía, por
decirlo así, el cuerpo francés sitiador de Cádiz del de Sebastiani,
alojado en Granada. Gobernaba aquellas montañas, como antes, el
general Valdenebro, presidente de la junta de partido; mas por lo
común guiaban de cerca a los serranos caudillos naturales del país.
Begines de los Ríos, con la primera división del 4.º ejército, apoyaba
los movimientos de los habitadores y contribuía a mantener el fuego.
Peleábase sin cesar, y ni las fuerzas que los franceses conservaban
siempre en la misma sierra, ni las columnas que a veces destacaban de
Sevilla, Granada o sitio de Cádiz eran suficientes para reprimir la
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