Historia del levantamiento, guerra y revolución de España (4 de 5) - 01

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HISTORIA
DEL
Levantamiento, Guerra y Revolución
de España.


HISTORIA
DEL
Levantamiento, Guerra y Revolución
DE ESPAÑA
POR
EL CONDE DE TORENO.
TOMO IV.
Madrid:
IMPRENTA DE DON TOMÁS JORDÁN,
1835.

...quis nescit, primam esse historiæ legem, ne quid falsi dicere
audeat? deinde ne quid veri non audeat? ne qua suspicio gratiæ sit in
scribendo? ne qua simultatis?
CICER. _De Oratore. Lib. 2, c. 15._


RESUMEN
DEL
LIBRO DECIMOCUARTO.

Nueva distribución de los ejércitos españoles. — La que tienen los
ejércitos franceses. — Acontecimientos militares en Portugal. —
Retírase Massena a Santarén. — Síguele Wellington lentamente. — Nuevas
estancias de Massena. — De Wellington. — Apuros de Massena. — Convoy
de Gardanne. — Avanza a Portugal el 9.º cuerpo. — Júntase a Massena.
— Claparède persigue a Silveira. — General Foy. — Beresford manda
en la izquierda del Tajo. — Vuelven a Extremadura las divisiones de
Romana y Don Carlos de España. — Muerte de Romana. — Operaciones en las
Andalucías y Extremadura. — Situación de Soult. — Medidas que toma. —
Parte a Extremadura. — Estado aquí de los españoles. — Sitio y toma
de Olivenza por los franceses. — Ballesteros en el Condado de Niebla.
— Acción de Castillejos. — Avanza Ballesteros hacia Sevilla. — Sitio
de Badajoz. — Menacho gobernador. — Acción del Gévora o Guadiana el
19 de febrero. — Fonturvel en Badajoz. — Muerte gloriosa de Menacho.
— Sucédele Imaz. — Ríndese Badajoz. — Ocupan los franceses otros
puntos. — Sitio y capitulación de Campomayor. — Acontecimientos en
Andalucía. — Expedición y campaña de la Barrosa. — Batalla del 5 de
marzo. — Desavenencias entre los generales. — Debates que de resultas
hay en las cortes. — Resoluciones en la materia. — Bombardeo de
Cádiz. — Breve expedición de Zayas al Condado. — Temporal en Cádiz. —
Principia Massena a retirarse de Santarén. — Combates en la retirada
con los ingleses. — Destrozos que causan los franceses en la retirada.
— Destaca Wellington a Beresford a Extremadura. — Prosigue Massena
su retirada. — Entra en España. — Pasa Wellington a Extremadura. —
Acontecimientos militares en esta provincia. — Evacúan los franceses
a Campomayor. — Castaños manda el 5.º ejército español. — Sitian los
aliados a Olivenza y se les entrega. — Llega Wellington a Extremadura.
— Solicitan los ingleses el mando militar de las provincias confinantes
de Portugal. — Niégaseles. — Vuelve Wellington a su ejército del norte.
— Batalla de Fuentes de Oñoro. — Evacúan los franceses a Almeida. —
Sucede a Massena en el mando el mariscal Marmont. — Wellington vuelve
a partir para Extremadura. — Beresford sitia a Badajoz. — Expedición
que manda Blake y va a Extremadura. — Anteriores instrucciones de
Wellington. — Avanza Soult a Extremadura. — Levanta Beresford el sitio
de Badajoz. — Batalla de la Albuera. — Manifestación del parlamento
británico y de las cortes en favor de los ejércitos. — Celebra la
victoria Lord Byron. — Llega Wellington después de la batalla. —
Empréndese de nuevo el sitio de Badajoz. — Gran quema en los campos. —
Vuelve a avanzar Soult. — El mariscal Marmont viene sobre el Guadiana.
— Retírase Wellington sobre Campomayor. — Júntasele su ejército
del norte de Portugal. — Blake se separa del ejército aliado. — Su
desgraciada tentativa contra Niebla. — Soult retrocede a Sevilla. —
Correrías de Morillo. — Repasa el Tajo Marmont. — También Wellington. —
Fin de este libro.


HISTORIA
DEL
LEVANTAMIENTO, GUERRA Y REVOLUCIÓN
de España.
LIBRO DECIMOCUARTO.

[Marginal: Nueva distribución de los ejércitos españoles.]
Distribuyó la nueva regencia, en 16 de diciembre, la superficie de
España en seis distritos militares comprendiendo en ellos así las
provincias libres como las ocupadas, y destinando a la defensa de cada
uno otros tantos ejércitos, con la denominación de 1.º de Cataluña, 2.º
de Aragón y Valencia, 3.º de Murcia, 4.º de la Isla de León y Cádiz,
5.º de Extremadura y Castilla, 6.º de Galicia y Asturias. Añadiose poco
después a esta distribución un 7.º distrito que abrazaba las provincias
vascongadas, Navarra y la parte de Castilla la Vieja situada a la
izquierda del Ebro, sin excluir las montañas y costa de Santander.
Bajo la autoridad del general en jefe de cada distrito se mandaban
poner las divisiones, cuerpos sueltos y partidas que hubiese en su
respectivo territorio; con lo cual parecía introducirse mejor orden en
la guerra y apropiada subordinación. Hasta ahora no se había realmente
variado la primera determinación de la junta central que repartió en
cuatro los ejércitos del reino: las circunstancias, los desastres y
providencias parciales la habían solo alterado, careciendo de regla
fija respecto de las guerrillas o cuerpos que campeaban francos en
medio del enemigo.
[Marginal: La que tienen los ejércitos franceses.]
Pero esta coordinación de distritos y ejércitos no podrá a veces
guiarnos en nuestro trabajo, pendiendo casi siempre las grandes
maniobras militares de los planes de los franceses, quienes, al fin
de 1810 y comienzo de 1811, tenían apostados en el ocaso, mediodía y
levante sus tres grandes cuerpos de operaciones, hallándose el primero
en Portugal frente a los ingleses; el segundo en las Andalucías y
Extremadura, y el otro en Cataluña y mojoneras de Aragón y Valencia. No
se incluyen aquí las divisiones francesas que guerreaban sueltas, ni
los ejércitos o cuerpos que llamaban del centro y norte, cuyas tropas,
a más de servir de escudo al gobierno intruso de Madrid, cubrían los
caminos militares en los que hormigueaban a la continua partidarios
españoles. La posición del enemigo para obrar ofensivamente llevaba
ventaja a la de los aliados que, diseminados por la circunferencia de
la península, no podían en muchos casos darse tan pronto la mano ni
concertarse.
Por lo general seguiremos ahora en la relación de los sucesos más
prominentes los movimientos u operaciones de las tres grandes masas
francesas arriba indicadas.
[Marginal: Acontecimientos militares en Portugal.]
Dejamos en noviembre de 1810 al ejército aliado en las líneas de
Torres Vedras, y fronteros a él los cuerpos enemigos que capitaneaba
el mariscal Massena. Individualizamos en su lugar las respectivas
estancias y fuerza de las partes beligerantes; y de creer era, según
uno y otro, que el general francés, a fuer de prudente, se hubiese
retirado sin tardanza, temeroso de la hambre y otros contratiempos.
Mas, avezado a la victoria, repugnábale someterse a los irrefragables
decretos de su hado adverso. Y no le movían ni las muchas enfermedades
de que adolecía su ejército, ni las bajas de este, picado a retaguardia
y hostigado por el paisanaje portugués. Aguardó para resolverse a
variar de asiento a que estuviesen devastadas las comarcas en derredor,
y entonces no trató aún de replegarse a la raya de España, sino solo de
buscar algunas leguas atrás nueva posición en donde le escaseasen menos
las vituallas, y a cuyo punto pudiera llamar a los ingleses, sacándolos
de sus inexpugnables líneas.
[Marginal: Retírase Massena a Santarén.]
Tomó, en consecuencia, Massena con mucha destreza disposiciones
preparatorias que disfrazasen su intento, pues a no obrar así,
sucediérale lo que en tales casos se decía antiguamente en Castilla:
«si supiese la hueste qué hace la hueste, mal para la hueste»; máxima
que indica lo necesario que es ocultar al enemigo los planes que se
hayan premeditado. El mariscal francés, después de enviar delante
bagajes, enfermos, todo lo que los romanos conocían tan propiamente
bajo el nombre de _impedimenta_, hizo desfilar a las calladas algunas
de sus tropas, y él se alejó en persona de las líneas inglesas en la
noche del 14 al 15 de noviembre. Parte de la fuerza enemiga marchó
por la calzada real sobre Santarén, parte por Alcoentre, la vuelta
de Alcanede y Torres Novas. Los ingleses no se cercioraron del
movimiento hasta entrada la mañana del 15, siendo esta nebulosa. Aun
entonces no interrumpió Wellington la retirada, conservando en los
atrincheramientos y fuertes casi todo su ejército, y enviando solo dos
divisiones que siguiesen al enemigo. Dejaba este en pos de sí un rastro
horrible de cadáveres, hediondez y devastación.
[Marginal: Síguele Wellington lentamente.]
Vacilaba Wellington acerca del partido que le convenía tomar, cierto
de que caminaban por Ciudad Rodrigo refuerzos a Massena. Pues el
movimiento retrógrado podría serlo de reconcentración, o un armadijo
para sacar fuera de las líneas a los ingleses, y revolver el enemigo
sobre su propia izquierda a Torres Vedras por el Montejunto, mientras
los aliados le perseguían a retaguardia. Sin embargo, muchos pensaron
que sin arriesgar la suerte de las líneas, hubiera podido Lord
Wellington soltar mayor número de sus tropas, picar vivamente a los
contrarios, y aun causarles grande estrago en los desfiladeros de
Alenquer.
Prosiguiendo los franceses su marcha, viose claramente cuál era su
intento; solo quedó la duda de si dirigirían su retirada por el Cécere
o por el Mondego. Wellington quiso entonces estrecharlos, y aun tuvo
determinado acometer a Santarén, para lo que se preparó, disponiendo
antes que el general Hill cruzase el Tajo con una división y un
regimiento de dragones, y que se moviese sobre Abrantes.
[Marginal: Nuevas estancias de Massena.]
Fundábase la resolución de Wellington en creer que los franceses habían
solo dejado en Santarén una retaguardia: pero no era así. Massena
habíase parado, y no pensaba llevar más allá sus pasos. En Torres Novas
tenía sentado su cuartel general, en donde se alojaba la izquierda del
8.º cuerpo, cuya restante tropa extendíase hasta Alcanede, y de allí,
por Leiría, ocupaba la tierra la mayor fuerza de jinetes. Permanecía
de respeto en Tomar el 6.º cuerpo, del cual la división mandada por
el general Loison dominaba los fértiles llanos de Golegã, ayudada del
2.º cuerpo, dueño de Santarén, cabecera, por decirlo así, de toda la
posición.
Era muy fuerte la de esta villa, singularmente en la estación rigurosa
de invierno. Sita en un alto, arrancando casi del Tajo, tiene por su
frente al río Mayor, en cuyos terrenos bajos, rebalsadas las aguas,
apenas queda otro paso sino el de una calzada angosta que empieza a más
de 800 varas de la eminencia.
Massena, en su actual posición, ocupaba un país susceptible
de proporcionar bastimentos, teniendo además establecidas sus
comunicaciones con España por medio de puentes echados en el Cécere,
y sin que por eso se le ofreciese nuevo obstáculo para volver a
emprender sus operaciones por el frente, o pasar a la izquierda del
Tajo.
Continuando Wellington en el engaño de que solo quedaba en Santarén
una retaguardia enemiga, decidiose el 19 a acometer aquella posición
con dos divisiones y la brigada portuguesa, del mando de Pack; pero
suspendió el ataque, habiéndosele retrasado la artillería con que
contaba. Cuando el 20 renovó tentativas de embestir, sospechaba ya que
en Santarén y sus contornos había más tropa que la de una retaguardia;
y amagando entonces los enemigos hacia río Mayor, confirmose Wellington
en sus temores, retrocedió y ordenó a Hill que hiciese alto en
Chamusca, orilla izquierda del Tajo. Las muchas lluvias, la excesiva
prudencia del general inglés, y el estado de cansancio y apuros del
ejército contrario impidieron que hubiese señalados combates o notable
mudanza en las respectivas posiciones hasta el inmediato marzo.
[Marginal: De Wellington.]
Avanzado Wellington, sentó sus reales en Cartaxo, atrincheró sus
acantonamientos y fortificó aún más las líneas de Torres Vedras. No
contento todavía con eso, empezó a levantar a la izquierda del Tajo una
nueva línea de defensa desde Aldeagallega a Setúbal, y una cadena de
fuertes entre Almada y Trafaria para asegurar también por aquel lado la
boca del río.
[Marginal: Apuros de Massena.]
Igualmente Massena afirmaba sus estancias, y seguía cuidadoso los
movimientos de los aliados. Tampoco dejaba de volver los ojos hacia su
espalda, ansioso de que le llegasen refuerzos; rota la comunicación
con su base de operaciones, ya por las partidas españolas del reino de
León y Castilla, y ya porque el general Silveira, abalanzándose el 29
de octubre desde el Duero, había bloqueado a Almeida, e interpoládose
entre Portugal y España. Auxilios estos grandes, y que nunca debieran
olvidar los ingleses. En tan enojosa situación se hallaba el mariscal
Massena, cuando el 9.º cuerpo, a las órdenes del general Drouet, conde
de Erlon, llegó a Ciudad Rodrigo con un gran convoy de provisiones de
boca y guerra, recogidas en Francia y Castilla. Destinado el socorro
a Massena, [Marginal: Convoy de Gardanne.] enviole Drouet delante,
escoltado con 4000 infantes y tres escuadrones de caballería a las
órdenes del general Gardanne, quien, en 13 de noviembre, obligando
a Silveira a levantar el bloqueo de Almeida, penetró hasta Sabugal.
No por eso se desalentó el general portugués, sino que al contrario,
siguiendo la huella de los enemigos, alcanzolos el 16 entre Valverde y
otro pueblo inmediato, les mató gente y cogioles bastantes prisioneros.
Gardanne, sin embargo, continuó su camino, y el 27 hallábase ya en
Cardigos; mas, molestado por las ordenanzas de aquella tierra y
dando oídos a la falsa noticia de que el general Hill se apostaba en
Abrantes, replegose precipitadamente a Sabugal con pérdida de mucha
gente y de parte del convoy.
[Marginal: Avanza a Portugal el 9.º cuerpo.]
A poco, pisando Drouet el suelo lusitano, cruzó el Coa el 17 de
diciembre con 14.000 infantes y 2000 caballos, y avanzó a Gouveia.
Destacó de su fuerza contra Silveira una división y mucha caballería
bajo el mando del general Claparède, y uniéndose Gardanne al cuerpo
principal del ejército, marchó este por el Alva abajo, y llegó a
Murcella el 24. [Marginal: Júntase a Massena.] Diose luego Drouet la
mano por Espinhal con Massena, se situó en Leiría y, dilatándose hacia
la marina, cortó la comunicación entre Wellington y las provincias
septentrionales de Portugal, mantenida hasta entonces principalmente
por los jefes Trant y Juan Wilson.
[Marginal: Claparède persigue a Silveira.]
Claparède, en tanto, vino a las manos con el general Silveira que,
sobradamente confiado, trabando pelea fuera de sazón, se vio deshecho
en Ponte do Abade hacia Trancoso, y acosado desde el 10 hasta el 13
de enero, tuvo con bastante pérdida que replegarse la vuelta del
Duero. Entró Claparède después en Lamego, y amenazó a Oporto antes que
el general Baccellar, siempre al frente de las milicias de aquellas
partes, pudiera acudir en su socorro. Felizmente el francés no
prosiguió adelante, sino que tornó a Moimenta da Beira; con lo que los
portugueses pudieron cubrir la mencionada ciudad.
[Marginal: General Foy.]
Por entonces entró asimismo en Portugal, con 3000 hombres, el general
Foy, el cual enviado por Massena a Napoleón, si bien a costa de
mil peligros de haber perdido parte de su escolta y los pliegos en
las estrechuras de Pancorbo, tornaba de Francia después de haber
desempeñado cumplidamente tan dificultoso encargo. El emperador
ignoraba el verdadero estado del ejército del mariscal Massena, y tenía
que acudir, para averiguar noticias, a la lectura de los periódicos
ingleses. Tal era el tráfago belicoso de las ordenanzas portuguesas y
partidas españolas. Quien primero le informó de todo fue el general
Foy, hallándose este de vuelta en Santarén el 2 de febrero.
Ambos ejércitos francés y anglo-lusitano permanecieron en presencia
uno de otro hasta principio de marzo. En el intervalo, hicieron los
enemigos para proveerse de víveres muchas correrías que dieron lugar
a infinidad de desórdenes y a inauditos excesos. En nada estorbaron
los ingleses tan destructora pecorea, y antes temieron continuamente
ser atacados por los enemigos, que solo se limitaron a meros
reconocimientos, habiendo en uno de ellos sido herido en una mejilla el
general Junot.
[Marginal: Beresford manda en la izquierda del Tajo.]
En diciembre, pasando Hill a Inglaterra enfermo, fue reemplazado en el
mando de su gente, que casi siempre maniobraba a la izquierda del Tajo,
por el mariscal Beresford. Era el principal objeto de estas tropas
impedir la comunicación de Massena con Soult, y las tenía Wellington
destinadas a cooperar con los españoles en Extremadura. Aguardaba
para efectuarlo la llegada de refuerzos de Inglaterra, que tardaron
más de lo que creía en aportar a Lisboa, y por lo cual se difirió el
cumplimiento de resolución tan oportuna.
[Marginal: Vuelven a Extremadura divisiones de Romana y Don Carlos de
España.]
No sucedió así con la de que regresasen a la mencionada provincia las
dos divisiones españolas que al mando del marqués de la Romana se
habían unido antes al ejército inglés, y también la de Don Carlos de
España, que obraba del lado de Abrantes. Todas se movieron después
de promediar enero, y la última, compuesta de 1500 infantes y 200
caballos, estaba ya el 22 en Campomayor. Las dos primeras continuaban
bajo el mando inmediato de Don Martín de la Carrera y de Don Carlos
O’Donnell, y las guió en jefe durante el viaje Don José Virués.
[Marginal: Muerte de Romana.]
Debió Romana dirigirlas, pero en 23 de enero, próximo ya a partir,
falleció de repente de una aneurisma en el cuartel general de Cartaxo.
Muchos sintieron su muerte, y aunque, conforme en su lugar se expresó,
le faltaban a aquel caudillo varias de las prendas que constituyen la
esencia del hombre de estado y del gran capitán, perdiose a lo menos
con su muerte un nombre que pudiera todavía haber contribuido al feliz
éxito de la buena causa. Las cortes honraron la memoria del difunto
decretando que en su sepulcro se pusiese la siguiente inscripción. «Al
general marqués de la Romana, la patria reconocida.»
[Marginal: Operaciones en las Andalucías y Extremadura.]
Trasladar a Extremadura las indicadas divisiones españolas, exigíalo
lo que se preparaba en las Andalucías y en aquella provincia, de cuyas
operaciones militares, íntimamente unidas con las de Portugal, ya es
tiempo de hablar en debida forma.
Tenía Napoleón resuelto que Soult ayudase a Massena en su campaña,
y aun parece se inclinaba a que se evacuasen las Andalucías,
reconcentrando aquellas fuerzas en la margen izquierda del Tajo, y
poniéndolas de este modo en contacto por Abrantes con las tropas
francesas de Portugal. Soult tardó en recibir las órdenes expedidas
al efecto, interceptadas las primeras por los partidarios. Y aun
después tampoco se movió aceleradamente, embarazado con sus propias
atenciones, y porque le desagradaba favorecer a Massena en una empresa
de la que resultaría a este en caso de triunfo la principal gloria.
[Marginal: Situación de Soult.]
Rodeábanle en verdad apuros de cuantía. Sebastiani necesitaba todo
el 4.º cuerpo de su mando para atender a Granada y Murcia. Ocupaban
al 1.º y a su jefe Victor el sitio de Cádiz y serranía de Ronda, y
el 5.º, mandado todavía por el mariscal Mortier, empleaba toda su
gente en velar sobre la Extremadura y el condado de Niebla, siendo
además indispensable mantener tropas que asegurasen las diversas
comunicaciones.
Abandonar las Andalucías érale a Soult muy doloroso, considerándolas
ya como conquista y patrimonio suyo, y penetrar en el Alentejo con
limitados medios, quedando a la espalda las plazas de Badajoz y
Olivenza y las fuerzas españolas del condado y Extremadura, parecíale
demasiadamente arriesgado. Queriendo evitar uno y otro y no desobedecer
las órdenes de su gobierno, pidió permiso para atacar dichas plazas
antes de invadir el Alentejo. Napoleón consintió en ello, y Soult, al
tiempo que así caminaba con paso más firme en su expedición, satisfacía
también sus celos y rivalidades, dejando a Massena solo y entregado a
su suerte, hasta que, muy comprometido, no pudiese este salir de ahogos
sino con la ayuda del ejército del mediodía. Tal fue al menos la voz
más válida, y a la que daban fundadamente ocasión las desavenencias y
disturbios que por lo común reinaban entre unos y otros mariscales.
[Marginal: Medidas que toma.]
Antes de partir tomó Soult sus precauciones. Puso en Córdoba al general
Godinot en lugar de Dessolles, que había vuelto a Madrid. En Écija
apostó una columna, bajo el mando del general Digeon, destinada a
mantener las comunicaciones; atrincheró del lado de Triana la ciudad de
Sevilla, cuyo gobierno entregó en manos del general Darricau, y envió
en fin refuerzos al condado de Niebla a las órdenes del coronel Remond.
[Marginal: Parte a Extremadura.]
Al entrar enero tenía Soult preparada su expedición, que debía constar
en todo de unos 19.000 infantes y 4000 caballos, 54 piezas, un tren de
sitio, convoy de provisiones y otros auxilios. Esta fuerza componíala
el cuerpo de Mortier y parte del de Victor, viniendo además de Toledo,
y no comprendiéndose en el número indicado, unos 3000 hombres de
infantería y 500 jinetes del ejército francés del centro, con que se
adelantó a Trujillo el general Lahoussaye.
[Marginal: Estado aquí de los españoles.]
Por parte de los españoles, proseguía mandando en Extremadura desde la
ausencia de Romana Don Gabriel de Mendizábal, no habiendo ocurrido allí
en todo aquel tiempo hecho alguno notable. La división de Ballesteros,
que pertenecía entonces al mismo ejército, continuaba obrando casi
siempre hacia el condado de Niebla, y dándose la mano con Copons era la
que más bullía. Al tiempo de avanzar los franceses, Mendizábal, cuyas
partidas se extendían a Guadalcanal, replegose por Mérida buscando la
derecha de Guadiana, y Ballesteros tiró a Fregenal. Latour-Maubourg
apretó al primero de cerca con la caballería, y Gazan persiguió al
último con objeto de proteger la marcha de la artillería y convoyes.
Volvió pie atrás de Trujillo la fuerza que mandaba Lahoussaye para
cubrir el Tajo de las irrupciones de Don Julián Sánchez, y despejar
también la comarca de otras partidas. El mariscal Soult con la
infantería caminó sobre Olivenza.
[Marginal: Sitio y toma de Olivenza por los franceses.]
Portuguesa antes esta plaza, pertenecía a España desde el tratado de
Badajoz de 1801. Tenía fortificación regular con camino cubierto y
nueve baluartes, pero flaca de suyo y descuidada, no podía detener
largo tiempo los ímpetus del francés. Era gobernador el mariscal de
campo Don Manuel Herk. La plaza fue embestida el 11 de enero, y el
12 abrieron los enemigos trinchera del lado del oeste. Mendizábal
cometió el desacuerdo de enviar un refuerzo de 3000 hombres, los cuales
en vez de coadyuvar a la defensa de aquel recinto, claro era que no
servirían sino para embarazarla. El 20 rompieron los enemigos el fuego
con cañones de grueso calibre, y batieron el baluarte de San Pedro
por donde estaba la brecha antigua. Ofreció el 21 el gobernador Herk
sostener la plaza hasta el último apuro, y, no obstante, capituló al
día siguiente sin nuevo y particular motivo. Tuvieron algunos a gran
mengua este hecho; pero debe considerarse que apenas había dentro
municiones de guerra, apenas artillería gruesa, y solo, sí, ocho
cañones de campaña que, manejados diestramente por Don Ildefonso Díez
de Ribera, hoy conde de Almodóvar, contribuyeron a alucinar al enemigo
sobre el verdadero estado de la plaza, y a imponerle respeto. Quizá,
sí, faltó el gobernador en prometer más de lo que le era dado cumplir.
[Marginal: Ballesteros en el condado de Niebla.]
Al propio tiempo Ballesteros, cayendo al condado de Niebla, recibió de
la regencia el mando de este distrito, y el aviso de que su división
pertenecía en adelante al 4.º ejército, que era el de la Isla de León.
Copons, el 25 de enero, se embarcó para este punto con la tropa que
capitaneaba, excepto la caballería y el cuerpo de Barbastro, que quedó
al lado de Ballesteros, quien el mismo día sostuvo en Villanueva de los
Castillejos contra los franceses una acción bastante gloriosa.
[Marginal: Acción de Castillejos.]
Bajo aquel nombre comprenden algunos dos pueblos: el citado de
Villanueva y el de Almendro, situados a la caída de la sierra de
Andévalo, por muchas partes de áspera y escarpada subida. En dos
cumbres, las más notables, colocó Ballesteros 3 a 4000 peones que
tenía, y al costado derecho, en terreno algo más llano, 700 jinetes de
que constaba la caballería. Lo más principal de esta división procedía
de la que en 1809 había sacado aquel general de Asturias, conservándose
de los oficiales casi todos, excepto los que había arrebatado la
guerra o los trabajos. Así, sonaban en la hueste los nombres de Lena y
Pravia, de Cangas de Tineo, Castropol y el Infiesto, a que se añadía el
provincial de León.
Ballesteros colocó su gente en dos líneas y, atacado por Gazan y
Remond, sostuvo su puesto con firmeza hasta entrar la noche, habiendo
causado al enemigo una pérdida considerable. Retirose después por
escalones con mucho orden, llegó a Sanlúcar de Guadiana y repasó
tranquilamente este río. Remond entonces quedó solo en el condado:
marchó Gazan sobre Fregenal y Jerez de los Caballeros, tomó un
destacamento suyo, por capitulación, en 1.º de febrero, el torreón
antiguo de Encinasola, de poca importancia; y continuó después el mismo
general a Badajoz, dejando en Fregenal una columna volante.
[Marginal: Avanza Ballesteros hacia Sevilla.]
Luego que Ballesteros notó que los enemigos ponían toda su atención
del lado de aquella plaza, comenzó de nuevo sus correrías. El 16 de
febrero embistió a Fregenal, y cogió 100 caballos, 80 prisioneros y
bagaje. Rondó por los contornos, y engrosadas sus filas con prisioneros
fugitivos de Olivenza, resolvió al finalizar el mes acometer a Remond
en el condado. Temeroso el comandante francés, se retiró más allá del
río Tinto, de donde el 2 de marzo le arrojaron los nuestros; suceso
que alteró en Sevilla los ánimos de los enemigos y de sus secuaces.
Darricau, gobernador de esta ciudad, corrió en auxilio de Remond con
cuanta gente pudo recoger; mas serenose, habiendo Ballesteros hecho
alto y repasado después el Tinto. Incansable el español, tornó el 9
desde Beas en busca de Remond, sorprendiole de noche en Palma, le
deshizo, y tomole bastantes prisioneros y dos cañones. Guerra afanosa
y destructora para los franceses. Ballesteros preparábase el 11 a
hacer decididamente una incursión hasta Sevilla mismo, cuando malas
nuevas que venían de Extremadura le obligaron a suspender el movimiento
proyectado.
[Marginal: Sitio de Badajoz.]
Habían los enemigos embestido ya a Badajoz el 26 de enero. Aquella
plaza está situada a la izquierda del Guadiana, que la baña por el
norte y cubre una cuarta parte del recinto. Guarnécela del lado de la
campiña un terraplén revestido de mampostería, con ocho baluartes,
fosos secos, medias lunas, camino cubierto y explanada. Desagua allí
al nordeste y corre por fuera un riachuelo de nombre Rivilla, cerca
de cuya confluencia con el Guadiana álzase un peñón coronado de un
antiguo castillo, el cual resguarda, junto con dos de los baluartes,
el lado que mira al nacimiento del sol. En la derecha del Rivilla, a
200 toesas del recinto principal, y en un sitio elevado, se muestra el
fuerte de la Picuriña, y al sudoeste el hornabeque de Pardaleras, con
foso estrecho y gola mal cerrada. Estas dos obras exteriores se hallan,
como la plaza, a la izquierda del Guadiana; descollando a la derecha,
enfrente del castillo viejo, poco ha indicado, un cerro que se dilata
al norte, y en cuya cima se divisa el fuerte de San Cristóbal, casi
cuadrado. Lame la falda de este por levante el Gévora, que también se
junta allí con el caudaloso Guadiana. No esguazable el último río en
aquellos parajes, tiene un buen puente a la salida de la puerta de
las Palmas, abrigado de un reducto. La población yace en bajo, y está
rodeada de un terreno desigual que pudiéramos llamar undoso, con cerros
a corta distancia.
[Marginal: Menacho gobernador.]
Gobernábala el mariscal de campo Don Rafael Menacho, soldado de gran
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