Historia del levantamiento, guerra y revolución de España (3 de 5) - 31

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hallaba a esta sazón en aquella frontera, manifestando el disgusto
de los habitantes de dichas provincias, y la facilidad con que se
sublevarían contra el tirano de Europa, siempre que se presentase en
aquellas inmediaciones un príncipe de la casa de Borbón, acaudillando
alguna tropa española.
»De este asunto se trató con la mayor reserva en la sección de estado
de la junta, y se comisionó a Don Mariano Carnerero, oficial de la
secretaría del consejo, mozo de muchas luces y patriotismo, para
que, pasando a Cataluña, conferenciando con el general de aquel
ejército y con Don Luis Pons, y observando el espíritu de aquellos
pueblos, examinase si sería acepta a los habitantes de la frontera
de Francia la persona del duque de Orleans, y si sería bien recibido
en Cataluña. Salió Carnerero a mediados de septiembre, y en menos de
dos meses evacuó la comisión con exactitud, sigilo y acierto. Trató
con el coronel Pons y el general Blake, que se hallaban sobre Gerona,
y observó por sí mismo el modo de pensar de los habitantes y de las
tropas. El resultado de sus investigaciones, de que dio puntual cuenta,
fue que el duque de Orleans, educado en la escuela del célebre
Dumourier y único príncipe de la casa de Borbón que tiene reputación
militar, sería recibido con entusiasmo en las provincias de Francia,
y que en Cataluña, donde se conservan los monumentos de la gloria
de su bisabuelo y la reciente memoria de las virtudes de su madre,
encontraría general aceptación.
»Mientras Carnerero desempeñaba su encargo, el comisionado del duque
se marchó a Sicilia, adonde le llamaban a toda priesa. En el mismo
intervalo se creó en la junta central la comisión ejecutiva, encargada,
por su constitución, del gobierno. En esta comisión, pues, donde
apenas había un miembro que tuviese la menor idea de este negocio, se
examinaron los papeles relativos a la comisión de Carnerero. Todo fue
aprobado, y quedó resuelto se aceptase la oferta del duque de Orleans,
y se le convidase con el mando de un cuerpo de tropas en la parte de
Cataluña que se aproxima a las fronteras de Francia; que se previniese
a aquel capitán general lo conveniente por si se verificaba; que se
comisionase para ir a hacer presente a dicho príncipe la resolución del
gobierno al mismo Carnerero, y que se guardase el mayor sigilo ínterin
se realizase la aceptación y aun la venida del duque, por el gran
riesgo de que la trasluciesen los franceses.
»Ya todo iba a ponerse en práctica, cuando la desagraciada acción
de Ocaña y sus fatales resultados suspendieron la resolución de
este asunto, y sus documentos originales, envueltos en la confusión
y trastorno de Sevilla, no se han podido encontrar. Por fortuna se
salvaron algunas copias, y por ellas se pudo dar cuenta de un negocio
nunca más interesante que en el día.
»El consejo, pues, de regencia, enterado de estos antecedentes, y
persuadido, por las noticias recientemente llegadas de Francia de
todas las fronteras, y por la consideración de nuestro estado actual,
de lo oportuna que sería la venida del duque de Orleans a España,
determinó: que se lleve a debido efecto lo resuelto y no ejecutado
por la comisión ejecutiva de la central en 30 de noviembre de 1809;
que, en consecuencia, condescendiendo con los deseos y solicitudes
del duque, se le ofrezca el mando de un ejército en las fronteras de
Cataluña y Francia; que vaya para hacérselo presente el mismo Don
Mariano Carnerero, encargado hasta ahora de esta comisión, haciendo
su viaje con el mayor disimulo para que no se trascienda su objeto;
que, para el caso de aceptar el duque esta oferta, hasta cuyo caso no
deberá revelarse en Sicilia el asunto a nadie, lleve el comisionado
cartas para nuestro ministro en Palermo, para el rey de Nápoles y para
la duquesa de Orleans, madre; que se comunique desde luego todo a Don
Enrique O’Donnell, general del ejército de Cataluña, y al coronel
Don Luis Pons, encargándoles la reserva hasta la llegada del duque.
Últimamente, para que de ningún modo pueda rastrearse el objeto de
la comisión de Carnerero, se dispuso que se embarcase en Cádiz para
Cartagena, donde se previene esté pronta una fragata de guerra que le
conduzca a Palermo, y traiga al duque a Cataluña.»
_Día 20 de junio._ «A las siete de la mañana llegó a Cádiz Don Mariano
Carnerero, comisionado a Palermo para acompañar al duque de Orleans, en
caso de venir, como lo había solicitado repetidas veces y con el mayor
ahínco, a servir en la justa causa que defendía la España. Dijo que la
fragata Venganza, en que venía el duque, iba a entrar en el puerto; que
habían salido de Palermo, en 22 de mayo, y llegado a Tarragona, que era
el puerto de su destino; que puntualmente hallaron la Cataluña en un
lastimoso estado de convulsión y desaliento con la derrota del ejército
delante de Lérida, la pérdida de esta plaza y el inesperado retiro que
había hecho del ejército el general O’Donnell; que, sin embargo que en
Tarragona fue recibido el duque con las mayores muestras de aceptación
y de júbilo por el ejército y el pueblo, que su llegada reanimó las
esperanzas de aquellas gentes, y que aún clamaban porque tomase el
mando de las tropas, él juzgó no debía aceptar un mando que el gobierno
de España no le daba, y que aun su permanencia en aquella provincia,
en una circunstancia tan crítica, podría atraer sobre ella todos los
esfuerzos del enemigo. En vista de todo, se determinó a venir con la
fragata a Cádiz, a ponerse a las órdenes del gobierno. En efecto, el
duque desembarcó, estuvo a ver a los miembros de la regencia, y a la
noche se volvió a bordo.»
_Día 28 de julio._ «El duque de Orleans se presentó inesperadamente al
consejo de regencia, y leyó una memoria en que, tomando por fundamento
que había sido convidado y llamado para venir a España a tomar el mando
de un ejército en Cataluña, se quejaba de que habiendo pasado más de
un mes después de su llegada, no se le hubiese cumplido una promesa
tan solemne; que no se le hubiese hablado sobre ningún punto militar,
ni aun contestado a sus observaciones sobre la situación de nuestros
ejércitos, y que se le mantuviese en una ociosidad indecorosa. Se
quiso conferenciar sobre los varios particulares que incluía el papel,
y satisfacer a las quejas del duque; pero pidió se le respondiese
por escrito, y la regencia resolvió se ejecutase así, reduciendo
la respuesta a tres puntos: 1.º Que el duque no fue propiamente
convidado sino admitido, pues habiendo hecho varias insinuaciones, y
aun solicitudes, por sí y por su comisionado Don Nicolás de Broval,
para que se le permitiese venir a los ejércitos españoles a defender
los derechos de la augusta causa de Borbón, y habiendo manifestado
el beneplácito de Luis XVIII y del rey de Inglaterra, se había
condescendido a sus deseos con la generosidad que correspondía a su
alto carácter; explicando la condescendencia en términos tan urbanos
que más parecía un convite que una admisión. 2.º Que se ofreció dar
al duque el mando de un ejército en Cataluña cuando nuestras armas
iban boyantes en aquel principado y su presencia prometía felices
resultados; pero que desgraciadamente su llegada a Tarragona se
verificó en un momento crítico, cuando se había trocado la suerte de
las armas, y se combinaron una multitud de obstáculos que impidieron
cumplirle lo prometido, y que tal vez se hubieran allanado si el duque,
no dándose tanta priesa a venir a Cádiz, hubiese permanecido allí algún
tiempo más. 3.º Que el gobierno se ha ocupado y ocupa seriamente en
proporcionarle el mando ofrecido, u otro equivalente; pero que las
circunstancias no han cuadrado hasta ahora con sus medidas.»
_Día 2 de agosto._ «A primera hora se trató acerca del Duque de
Orleans, a quien por una parte se desea dar el mando del ejército,
y por otra parte se halla la dificultad de que la Inglaterra hace
oposición a ello. En efecto, el embajador Wellesley ha insinuado ya,
aunque privadamente, que en el instante que a dicho duque se confiera
cualquiera mando o intervención en nuestros asuntos militares o
políticos, tiene orden de su corte para reclamarlo...»
_Día 30 de septiembre._ «El duque de Orleans vino a la Isla de León y
quiso entrar a hablar a las cortes; pero se excusaron de admitirle, y
sin avisar ni darse por entendido con la regencia, se volvió en seguida
a Cádiz. Casi al mismo tiempo se pasó orden al gobernador de aquella
plaza para que con buen modo apresurase la ida del duque. Se recibió
respuesta de este al oficio que se le pasó en nombre de las cortes,
y decía en sustancia, en términos muy políticos, que se marcharía el
miércoles 3 del próximo mes.»
_Día 3 de octubre._ «A la noche se recibió parte de haberse hecho a
la vela para Sicilia la fragata Esmeralda, que llevaba al duque de
Orleans, y se comunicó inmediatamente a las cortes.»

NÚMERO 13-7.
Colección de los decretos y órdenes de las cortes, tom. 1.º, pág. 10.

NÚMERO 13-8.
Colección id., tomo 1.º, pág. 14 y siguientes.

NÚMERO 13-9.
Manifiesto manuscrito de la primera regencia.

NÚMERO 13-10.
Colección de los decretos y órdenes de las cortes, tomo 1.º, pág. 19.

NÚMERO 13-11.
Véase el manifiesto de la junta superior de Cádiz.

NÚMERO 13-12.
Colección de los decretos y órdenes de las cortes, tomo 1.º, pág. 32 y
siguientes.

NÚMERO 13-13.
Colección id., tomo 1.º, pág. 37 y siguientes.

NÚMERO 13-14.
Diario de las discusiones y actas de las cortes, tomo 2.º, pág. 153 y
siguientes.

NÚMERO 13-15.
Colección de las decretos y órdenes de las cortes, tomo 1.º, pág. 72 y
73.

FIN DEL TOMO III.
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