Historia del levantamiento, guerra y revolución de España (3 de 5) - 30

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»Estas son las principales especies que me dijo el ministro; y ahora
expondré a V. E. las respuestas que yo le di. El punto más grave de
todos, y el que a mi parecer ocupa más la atención del emperador, es
el de querer excusar que de Francia vaya a España más dinero que los
dos millones de libras mensuales, prefijados en las disposiciones
anteriores. Acordándome de las notas que sobre este punto se pasaron
estando yo encargado del ministerio de negocios extranjeros, y
teniendo muy presente la situación de nuestras provincias y de nuestra
tesorería, dije al ministro que el rey, mi amo, reconocía las grandes
erogaciones que la guerra de España ocasionaba al erario de Francia,
pero que veía con mucho dolor y sentimiento suyo ser imposible
alcanzasen nuestros medios y nuestros recursos a libertarlo de esta
carga; que las rentas ordinarias habían sido hasta ahora casi nulas,
así porque no habían podido recaudarse sino en muy reducidos distritos
sojuzgados, como porque aun en estos las continuas incursiones de
los insurgentes y de las partidas de bandidos habían inutilizado los
esfuerzos y diligencias de los administradores y cobradores; que en
muchas partes los mismos generales y jefes de las tropas francesas
habían servido de obstáculo al recobro de los derechos reales en
lugar de auxiliarlo; que las provincias estaban arruinadas con las
suministraciones de toda especie que habían tenido que hacer para la
subsistencia, trasportes y hospitalidades de las tropas francesas, y
con la cesación de todo tráfico de unos pueblos con otros; que cuantos
fondos han podido juntarse, así por los impuestos antiguos como por
los arbitrios y medios que se han excogitado, han sido destinados
con preferencia a las necesidades del ejército francés, distrayendo
únicamente algunas cortas sumas para la guardia real, la cual casi
siempre ha estado en crecidos descubiertos, para la lista civil de S.
M., que no ha sido pagada sino en una muy corta parte, y para otras
atenciones urgentísimas, de modo que ni se han pagado viudedades,
ni pensiones, ni sueldos de retirados, y muchas veces ni los de los
empleados más necesarios, pues ha habido ocasión en que los ministros
mismos han estado durante cinco meses sin recibir los suyos por ocurrir
a los gastos de las tropas.
»En cuanto a los recursos de que se supone haberse podido echar mano,
achacando a impericia, falta de energía o excesiva contemplación del
gobierno para con los pueblos el no haberse así ejecutado, he dicho
al ministro que se han puesto en práctica cuantos han permitido las
circunstancias; que es preciso no perder de vista, para juzgarnos,
las circunstancias en que nos hemos hallado, esto es, que eran pocas
las provincias sometidas, y muy rara o ninguna la administrada
con libertad; que se han exigido contribuciones extraordinarias y
empréstitos forzados donde se ha creído posible, venciendo no pequeños
obstáculos; que había sido necesario no vejar ni apurar hasta el
extremo las provincias sometidas, para conservarlas en su fidelidad
y no dar, a las que estaban en insurrección, una mala idea de la
suerte que las esperaba en el caso de su rendición; que habrían
podido efectivamente sacarse más contribuciones, como lo hacen los
generales franceses en las provincias que están administrando; pero
que nunca hubieran producido lo suficiente a cubrir todos los gastos
del ejército; especialmente demorándose este dos años y medio o más
en los mismos parajes; que estas contribuciones no podrían repetirse,
como lo enseñará la experiencia en Castilla y en León, porque en las
primeras se agota todo el numerario existente y no se ve el modo de que
prontamente vuelva a la circulación, sobre todo cuando las tropas están
en movimiento, y la caja militar desembolsa sus fondos en distritos
distantes de donde los ha recogido; que S. M. I. se convencerá de la
imposibilidad de juntar caudales que sufraguen a todos los dispendios
de la guerra, por lo que sucede en las provincias que están confiadas
a la administración de generales franceses, quienes no podrán ser
culpados ni de indolencia, ni de demasiado miramiento para con los
pueblos, antes bien es de temer se valgan de durezas y violencias que
ningún gobierno del mundo puede ejercer para con sus propios súbditos,
aquellos con quienes ha de vivir, y cuya protección y amparo es su
primer deber; y que lo que haya sucedido en Lérida tal vez no podrá
servir de ejemplo en otras partes, porque, según he sabido aquí, en
aquella plaza, creyéndose muy difícil su conquista, se había depositado
el dinero y alhajas de muchos pueblos e iglesias; además de que todavía
no se sabe que haya podido satisfacer toda la cantidad que se le ha
impuesto.
»Hice presente al ministro que en Andalucía se habían exigido algunas
contribuciones de que yo tenía noticia, pues en Granada, no obstante
haberse entregado sin hacer la menor resistencia, se pidieron cinco
millones de reales con el nombre de préstamo forzado, y en Málaga
mucho mayor cantidad, parte de la cual me acuerdo haberse aplicado a
la caja militar del 4.º cuerpo; que por haberme hallado ausente de
Sevilla al tiempo de su rendición, no sé con exactitud lo que allí se
hizo, pero estoy cierto de que se secuestraron, con intervención de
las autoridades francesas, los efectos ingleses encontrados en aquella
ciudad, y que lo mismo se hizo también en Málaga; que siempre los
primeros cálculos del valor de géneros aprehendidos suelen ser muy
abultados, como oí haber sucedido en Málaga a la entrada del general
Sebastiani, y no será mucho que el concepto formado por S. M. I.
sobre el importe de los de Sevilla estribe en las primeras relaciones
exageradas que llegarían a su noticia.
»Como estoy bien informado de las diligencias activas que se han
practicado para recoger la plata de las iglesias, y de los resultas
que esta operación ha tenido, me hallé en estado de decir al ministro
que este arbitrio no se había descuidado; que no solo se había
procurado recoger y llevar directamente a la casa de la moneda todas
las alhajas de plata y oro encontradas en los conventos suprimidos
sino también las que pertenecían a iglesias, catedrales, parroquiales
y de monjas de todo el reino, dejando en ellas solamente los vasos
sagrados indispensables para el culto; que este arbitrio no había sido
tan cuantioso y productivo como se podría suponer, y nosotros mismos
lo esperábamos; primero, porque todas las iglesias de los pueblos por
donde habían transitado las tropas francesas, habían sido saqueadas
y despojadas; segundo, porque las partidas de insurgentes o bandidos
habían hecho otro tanto en los pueblos que habían ocupado o recorrido;
y tercero, porque la plata de las iglesias vista en frontales, nichos
o imágenes, aparece de gran valor y riqueza, y cuando va a recogerse
y fundirse, se halla generalmente que es una hoja delgada dispuesta
solo para cubrir la madera que le sirve de alma; y que este recurso,
tal cual ha sido, y todos los otros que se han adoptado, son los que
han dado los fondos con que se ha podido atender a las obligaciones
imprescindibles de la tesorería, entre las cuales se ha contado siempre
con preferencia la subsistencia, la hospitalidad y demás gastos de la
tropa francesa.
»Sobre el mucho numerario que se piensa debe haber en circulación
dentro de España, por el que han introducido los franceses y los
ingleses, y el que ha venido de América, he asegurado al ministro que
no se nota todavía semejante abundancia, sea que la mayor parte va a
parar a los muchos cantineros y vivanderos franceses que siguen al
ejército, sea que otra parte está diseminada entre nuestros vendedores
de comestibles y licores, o sea, principalmente porque la moneda de
cuño español haya desaparecido en el tiempo del gobierno insurreccional
en pago de armamentos, vestuarios y otros efectos recibidos del
extranjero, especialmente de los ingleses, y de géneros que el
comercio ha introducido. Confieso que en esta parte carezco de nociones
bastante exactas, y que solo me he gobernado por los clamores y señales
bien evidentes de pobreza que he presenciado por todas partes.
»Para satisfacer plenamente sobre el cargo o queja de que los fondos
de nuestra tesorería no se han aplicado con preferencia a los gastos
militares y se han empleado en prodigalidades y objetos de lujo, yo
habría querido tener un estado que demostrase la inversión que se
ha dado a todos los caudales introducidos en tesorería desde que
el rey está en España, y creo que no sería muy difícil el que se
me enviase esta noticia. Entonces vería esta corte qué cantidades
se habían destinado a la guerra, y cuáles eran las que se habían
distraído a superfluidades y a lujo. Entre tanto, no comprendiendo yo
qué era lo que se quería calificar de prodigalidad y lujo, pues el
rey nuestro señor no ha estado en el caso de hacer gastos excesivos
con su lista civil, de que no ha cobrado, según creo, ni la mitad,
y más presto ha carecido de lo que pide el decoro y el esplendor de
la majestad, pude entender, por las explicaciones del ministro, que
se hacía principalmente alusión a las gratificaciones que S. M. ha
distribuido a algunos de sus servidores, tanto militares como civiles.
En esta inteligencia, expuse que estas gratificaciones, hechas con el
espíritu que se hacen todas de premiar servicios y estimular a que se
ejecuten otros, en ninguna manera habían minorado los fondos de la
tesorería aplicables a la guerra; pues habiendo consistido en cédulas
hipotecarias, solo útiles para la adquisición de bienes nacionales,
no podían servir para la paga del soldado ni otros dispendios que
precisamente piden dinero efectivo. A esto me repuso el ministro
que, pues las cédulas hipotecarias tenían un valor, este valor
podía reducirse a dinero. Y mi contestación fue que por el pronto y
hasta que, establecida plenamente la confianza en el gobierno, se
multipliquen las ventas de bienes nacionales, las cédulas se puede
decir que no tienen un valor en numerario por la grande pérdida que
se hace en su reducción; pero que no se ha omitido el arbitrio de la
enajenación de bienes para ocurrir a los gastos del día, entre los
cuales siempre los de guerra se han mirado como los primeros; antes
bien, para poder conseguir por este medio algún fondo disponible, se
han concedido ventajas a los que hicieran compras pagando una parte
en efectivo; y así las cédulas hipotecarias dadas por gratificación,
indemnización u otro título no han quitado el recurso que por el pronto
los bienes nacionales podían ofrecer a la tesorería.
»Acerca de estados mayores que se suponen numerosos y costosos, he
dicho al ministro que a mi juicio habían informado mal a S. M. I., que
yo no creía que el rey hubiese nombrado más generales y oficiales de
estado mayor que los que eran precisos, ni admitido de los antiguos
más que aquellos que en justicia debían serlo, por haber abrazado
el partido de S. M. y haberse mantenido fieles en él; y que estos
últimos no habían consumido hasta ahora fondos de la tesorería, pues yo
dudaba que a ninguno se le hubiese satisfecho todavía sueldo. También
en este punto habría yo deseado hallarme más exactamente instruido,
porque estoy en el concepto de que ha habido mucha exageración en
lo que han dicho al emperador. Una relación por menor de todos los
estados mayores, que me parece no sería difícil formase el ministerio
de la guerra, desvanecería la mala impresión que puede haber en este
particular.
»La opinión de que los regimientos y cuerpos españoles son
perjudiciales porque desertan y van a engrosar el número de los
enemigos después de ocasionar dispendios al erario, está aquí bastante
válida, y de consiguiente se mira como prematura la formación de
ellos. Yo he representado al ministro que ninguna medida era más
necesaria y política que esta, porque no hay gobierno que pueda existir
sin fuerza; que aunque es cierto que al principio hubo mucha deserción,
nunca fue tan absoluta o completa como se pondera; que cada vez ha
ido siendo menor a medida que el espíritu público ha ido cambiando, y
extendiéndose la reducción de las provincias; que actualmente es de
esperar que será muy corta o ninguna, pues casi han desaparecido las
masas grandes de insurgentes que tomaban el nombre de ejércitos, y solo
quedan las partidas de bandidos que ofrecen poco atractivo a los que
estén alistados bajo las banderas reales; que los cuerpos españoles
empleados en guarniciones dejarían expeditas las tropas francesas para
las operaciones de campaña, como lo deseaban los generales franceses,
lamentándose de haber de tener diseminados sus cuerpos para conservar
la tranquilidad en las provincias ya sometidas. El ministro pareció
dudar de que hubiese generales franceses que conviniesen en la utilidad
de la formación de cuerpos españoles, al paso que creía aprobaban la
de guardias cívicas. Como yo sé positivamente que hay generales, y de
mucha nota, que no solo opinan por la erección de cuerpos regulares,
sino que la promueven y persuaden con ahínco, pude afirmar y sostener
mi proposición. Pero yo desearía, por la importancia de este asunto,
que los mismos generales hiciesen saber aquí su modo de pensar con
los sólidos fundamentos en que lo pueden apoyar, porque nosotros no
mereceremos en esta parte mucho crédito y, acaso, acaso, inspiraremos
sospechas de mala naturaleza.
»Solo resta hablar de la sobrada bondad con que se dice haber tratado
el rey a los del partido contrario, concediéndoles gracias y ventajas.
Yo quise explicar al ministro las resultas favorables que había
producido la amnistía general acordada a las Andalucías cuando el rey
penetró por la Sierra Morena; cómo su benignidad le ganó el corazón de
los habitantes de aquellas provincias, y le facilitó la ocupación de
ellas sin derramamiento de sangre, y con cuánta facilidad y prontitud
terminó una campaña que habría sido la más gloriosa posible sin la
desgraciada resistencia de Cádiz, fomentada por los ardides y por el
oro de los ingleses; pero el ministro hizo recaer el exceso de la
bondad de S. M. sobre algunos individuos que, habiendo seguido el
partido contrario, obtuvieron mercedes y empleos en su real servicio.
Dije entonces ser pocos los que se hallaban en este caso, y que estos
eran sujetos notables por sus circunstancias y por el papel que habían
hecho entre los insurgentes; que S. M. estimó conveniente hacer estos
ejemplares para inspirar confianza en los que todavía vacilaban
sobre prestarle su sumisión, y no ha tenido motivo hasta ahora de
arrepentirse de haberlos colocado en los puestos que ocupan; que por
todos medios se procuró debilitar la fuerza de los insurgentes, y no
fue el menos oportuno el admitir al servicio de S. M. los generales
y oficiales que voluntariamente quisiesen entrar en él, haciendo el
correspondiente juramento de fidelidad; y que si esto ha desagradado a
algunos de los antiguos partidarios del rey, es un egoísmo indiscreto
que no ha debido estorbar la grande obra de reunir la nación.
»He referido a V. E. lo que se trató en mi conferencia con el Sr.
duque de Cadore. Nada hablé yo ni sobre el número de tropas francesas
empleadas en la guerra de España, ni sobre la cantidad de dinero que
ha enviado el tesoro de Francia a este reino, ni sobre algunos otros
puntos que tocó el ministro, porque no tenía datos seguros sobre ellos,
ni creí que debían ser materia de discusión. Tenga V. E. la bondad de
trasladarlo todo a S. M. para su soberana inteligencia, e indicarme lo
que conforme a su real voluntad deberé añadir o rectificar en ocasiones
sucesivas sobre estas mismas materias. No será mucho que a mí se me
hayan escapado no pocas reflexiones propias a probar la regularidad,
la prudencia y las sabias miras con que S. M. ha procedido en los
particulares que han dado motivo a los reparos y observaciones que, de
orden del emperador, se me han puesto por delante.
»Durante la conversación con el ministro, tuve ocasión de leerle la
carta que el Sr. ministro de la guerra me remitió escrita por el
intendente de Salamanca en 24 de marzo último, haciendo una triste
pintura del estado en que se hallaba aquella provincia y de las
dificultades que ocurrían para hacer efectivas las contribuciones
impuestas por el mariscal duque de Elchingen. Y antes de levantar la
sesión, le leí también la carta que el regente del consejo de Navarra
dirigió al Sr. ministro secretario de estado, con fecha de 30 de abril,
quejándose de la conducta que había tenido el gobernador Mr. Dufour,
instigando al consejo de gobierno, erigido por él mismo, a que hiciera
una representación o acto incompatible con la soberanía del rey. Sobre
esto, sin aprobar ni desaprobar el hecho de Mr. Dufour, se me dijo
solamente que los gobiernos establecidos en Navarra y otras provincias
eran unas medidas militares. Volveré a tratar más de propósito de este
asunto luego que tenga oportunidad. Dios guarde a V. E. muchos años.
— París, 19 de junio de 1810. — Excmo. Sr. — El Duque de Santafé. —
Excmo. Sr. ministro de negocios extranjeros.»

NÚMERO 11-8.
Señor: Me ha parecido conveniente enviar a V. M. abiertas las cartas
que dirijo con un correo al ministro de negocios extranjeros por
si quisiese enterarse de ellas antes de pasárselas. Por fin ya me
hablan. Yo no noto acrimonia alguna en las explicaciones que se tienen
conmigo. A mi juicio, las cartas que V. M. escribió al emperador y a
la emperatriz con motivo del casamiento han surtido buen efecto. Nada
me ha hablado todavía el emperador sobre negocios; pero cuando asisto
al _levé_ me saluda con bastante agrado. El ministerio español se
había representado aquí por muchos como antifrancés. El difunto conde
de Cabarrús era el que se había atraído mayor odio. Sobre esto me he
explicado con algunos ministros, y creo que con fruto. Aunque parece
indubitable el deseo de unir a la Francia las provincias situadas más
acá del Ebro, y se prepara todo para ello, no es todavía una cosa
resuelta, según el dictamen de algunos y se deja pendiente de los
sucesos venideros. Juzgo, señor, que por ahora nada quiere de nosotros
el emperador con tanto ahínco como el que no le obliguemos a enviar
dinero a España. El estado de su erario parece que le precisa a reducir
gastos. Debo hacer a Mr. Dennié la justicia de que en sus cartas habla
con la mayor sencillez, sin indicar siquiera que haya poca voluntad de
nuestra parte para facilitar los auxilios que necesita su caja militar.
¿Creerá V. M. que algunos políticos de París han llegado a decir que
en España se preparaba una nueva revolución, muy peligrosa para los
franceses; es, a saber, que los españoles unidos a V. M. se levantarían
contra ellos? Considere V. M. si cabe una quimera más absurda, y cuán
perjudicial nos podría ser si llegase a tomar algún crédito. Y espero
que semejante idea no tenga cabida en ninguna persona de juicio, y que
caerá prontamente, porque carece hasta de verosimilitud.
Dos veces he hablado al príncipe de Neufchatel sobre la justa queja
dada por V. M. contra el mariscal Ney. En la primera me dijo que el
emperador no le había entregado la carta de V. M., y significó que no
era de aprobar la conducta del mariscal; y en la segunda me respondió
que nada podía hacer en este asunto.
Se ha sostenido aquí, por algunos días, la opinión de que los nuevos
movimientos de la Holanda acarrearían la reunión de aquel país al
imperio francés; pero ahora se cree que no se llegará a esta extremidad.
Sé con satisfacción que la reina, mi señora, experimenta algún alivio en
las aguas de Plombières. Las señoras infantas gozan muy buena salud.
He oído que la reina de Holanda está enferma de bastante cuidado en
Plombières. Quedo como siempre con el más profundo rendimiento — Señor.
— De V. M. el más humilde, obediente y fiel súbdito. — El duque de
Santafé. — París, 20 de junio de 1810.

NÚMERO 11-9.
París, 22 de septiembre de 1810. — Señor. — Según nos ha dicho anoche
el príncipe de Neufchatel, además de haberse declarado que a V. M.
corresponde el mando militar de cualquiera ejército a que quisiese
ir, se va a formar uno en Madrid y sus cercanías que estará a sus
inmediatas órdenes; pero todavía nada ha resuelto S. M. I. sobre la
abolición de los gobiernos militares, y restitución a V. M. de la
administración civil. Sobre esto instamos mucho, conociendo que es
el punto principal y más urgente. Nos ha dicho también el príncipe
que ha comunicado órdenes muy estrechas, dirigidas a impedir las
dilapidaciones de los generales franceses, y que se examine la conducta
de algunos de ellos como Barthélemy.
El duque de Cadore, en una conferencia que tuvimos el miércoles, nos
dijo expresamente que el emperador exigía la cesión de las provincias
de más acá del Ebro por indemnización de lo que la Francia ha gastado y
gastará en gente y dinero para la conquista de España. No se trata de
darnos el Portugal en compensación. Nos dicen que de esto se hablará
cuando esté sometido aquel país, y que aun entonces es menester
consultar la opinión de sus habitantes, que es lo mismo que rehusarlo
enteramente. El emperador no se contenta con retener las provincias de
más acá del Ebro, quiere que le sean cedidas. No sabemos si desistirá
de esto como lo procuramos. Quedo con el más profundo respeto, etc. —
(Sacada de la correspondencia manuscrita de Don Miguel José de Azanza,
nombrado por el rey José duque de Santafé.)
Entre las cartas cogidas por los guerrilleros había algunas en cifra:
las hemos leído descifradas en dicha correspondencia del Sr. Azanza, y
nada añaden de particular.

NÚMERO 11-10.
París, 18 de mayo de 1810. — Excmo. Sr. — Es imponderable la impresión
que han hecho en Francia las noticias publicadas en el _Monitor_ sobre
la aprehensión del emisario inglés, barón de Kolly, en Valençay, y
las cartas escritas por el príncipe de Asturias. Cuando yo entré en
Francia, en todos los pueblos se hablaba de esto. El vulgo ha deducido
mil consecuencias absurdas. Lo que se cree por los más prudentes
es que Kolly fue enviado de aquí, donde residió muchos años, para
ofrecer sus servicios a la corte de Londres, y que consiguió engañarla
perfectamente. El príncipe, por este medio, se ha desacreditado y
hecho despreciable más y más para con todos los partidos. Se cree, no
obstante, que el emperador piensa en casarle, y que tal vez será con la
hija de su hermano Luciano. El prefecto de Blois, que ha estado muchos
días en Valençay, me ha dicho que esto es verosímil y que él mismo ha
visto una carta escrita recientemente por el emperador al príncipe en
términos bastante amistosos, y asegurándole que le cumpliría todas las
ofertas hechas en Bayona. El príncipe insta por salir de Valençay, y
pide que se le dé alguna tierra, aunque sea hacia las fronteras de
Alemania, lejos de las de España e Italia, y da muestras de sentir
y desaprobar lo que se hace en España a nombre suyo, o con pretexto
de ser a su favor. — El duque de Santafé. — Sr. ministro de negocios
extranjeros. (Sacada de la correspondencia manuscrita del Sr. Azanza.)

NÚMERO 11-11.
_Carta de Fernando VII al emperador en 6 de agosto de 1809._
Señor. — El placer que he tenido viendo en los papeles públicos las
victorias con que la Providencia corona nuevamente la augusta frente de
V. M. Imperial y Real, y el grande interés que tomamos mi hermano, mi
tío y yo en la satisfacción de V. M. Imperial y Real, nos estimulan a
felicitarle con el respeto, el amor, la sinceridad y reconocimiento en
que vivimos bajo la protección de V. M. Imperial y Real.
Mi hermano y mi tío me encargan que ofrezca a V. M. su respetuoso
homenaje, y se unen al que tiene el honor de ser con la más alta y
respetuosa consideración, señor, de V. M. Imperial y Real el más
humilde y más obediente servidor. — Fernando. — Valençay, 6 de agosto
de 1809.
(_Monitor_ de 5 de febrero de 1810.)

NÚMERO 11-12.
Carta inserta en el _Monitor_ de 26 de abril de 1810.


APÉNDICE
DEL
LIBRO DOCE.

NÚMERO 12-1.
«Portugal was reduced to the condition of a vassal state.»
(_History of the war in the península, by W. F. P. Napier, vol. 3.,
pág. 372._)

NÚMERO 12-2.
El consejo de regencia de los reinos de España e Indias, queriendo dar
a la nación entera un testimonio irrefragable de sus ardientes deseos
por el bien de ella, y de los desvelos que le merece principalmente
la salvación de la patria, ha determinado, en el real nombre del rey
N. Sr. Don Fernando VII, que las cortes extraordinarias y generales
mandadas convocar se realicen a la mayor brevedad, a cuyo intento
quiere se ejecuten inmediatamente las elecciones de diputados que no se
hayan hecho hasta este día, pues deberán los que estén ya nombrados
y los que se nombren congregarse en todo el próximo mes de agosto en
la real Isla de León; y hallándose en ella la mayor parte, se dará en
aquel mismo instante principio a las sesiones, entre tanto se ocupará
el consejo de regencia en examinar y vencer varias dificultades para
que tenga su pleno efecto la convocación. Tendréislo entendido y
dispondréis lo que corresponda a su cumplimiento. — Javier de Castaños,
presidente. — Pedro, obispo de Orense. — Francisco de Saavedra. —
Antonio de Escaño. — Miguel de Lardizábal y Uribe. — En Cádiz, a 18 de
junio de 1810. — A Don Nicolás María de Sierra.


APÉNDICE
DEL
LIBRO TRECE.

NÚMERO 13-1.
Manifiesto que presenta a la nación Don Miguel de Lardizábal y Uribe,
impreso en Alicante, año de 1811, pág. 21.

NÚMERO 13-2.
Colección de los decretos y órdenes de las cortes generales y
extraordinarias, tomo 1.º, pág. 1.ª y siguientes.

NÚMERO 13-3.
Zurita. — Anales de Aragón. — Libro 2.º, cap. 87 y siguientes.

NÚMERO 13-4.
Zurita. — Anales de Aragón. — Lib. 1.º, cap. 49 y 50.

NÚMERO 13-5.
Mariana. — Historia de España. — Lib. 19, cap. 15.

NÚMERO 13-6.
He aquí lo que refiere acerca de este asunto el manifiesto, o sea
diario manuscrito de la primera regencia, que tenemos presente,
extendido por Don Francisco de Saavedra, uno de los regentes y
principal promotor de la venida del duque.
_Día 10 de marzo de 1810._ «En este día se concluyó un asunto grave,
sobre que se había conferenciado largamente en los días anteriores.
Este asunto, que traía su origen de dos años atrás, tuvo varios
trámites, y se puede reducir en sustancia a los términos siguientes.
»Luego que se divulgó en Europa la feliz revolución de España, acaecida
en mayo de 1808, manifestó el duque de Orleans sus vivos deseos de
venir a defender la justa causa de Fernando VII; con la esperanza de
lograrlos, pasó a Gibraltar en agosto de aquel año, acompañando al
príncipe Leopoldo de Nápoles que parece tenía igual designio. Las
circunstancias perturbaron los deseos de uno y otro; pero no desistió
el duque de su intento. A principios de 1809, recién llegada a Sevilla
la junta central, se presentó allí un comisionado suyo para promover
la solicitud de ser admitido al servicio de España, y en efecto la
promovió con la mayor eficacia, componiendo varias memorias que
comunicó a algunos miembros de la central, especialmente a los Sres.
Garay, Valdés y Jovellanos. No se atrevieron estos a proponer el asunto
a la junta central, como se pedía, por ciertos reparos políticos; y a
pesar de la actividad y buen talento del comisionado, no llegó este
asunto a resolverse, aunque se trató en la sesión de estado; pero no se
divulgó.
»En julio de dicho año escribió por sí propio el duque de Orleans,
que se hallaba a la sazón en Menorca, repitiendo la oferta de su
persona; y expresando su anhelo de sacrificarse por la bella causa que
los españoles habían adoptado. Entonces redobló el comisionado sus
esfuerzos, y para prevenir cualquier reparo, presentó una carta de Luis
XVIII, aplaudiendo la resolución del duque, y otra del Lord Portland,
manifestándole, en nombre del rey británico, no haber reparo alguno en
que pusiese en práctica su pensamiento de pasar a España o Nápoles a
defender los derechos de su familia.
»En esta misma época llegaron noticias de las provincias de Francia
limítrofes a Cataluña, por medio del coronel Don Luis Pons, que se
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