Historia del levantamiento, guerra y revolución de España (3 de 5) - 10

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tropa, fatigada y sin alimento ya hacía muchas horas, como si no se
hubiera podido acudir al remedio y con mayor orden poniendo todo el
ejército en la orilla más segura, y en disposición de proteger a los
encargados de avituallarle.
Esparcidos los soldados por Alba para buscar raciones, y cundiendo la
voz de que llegaban los franceses, atropelláronse al puente hombres
y bagajes, y casi le barrearon. Pudieron con todo los jefes colocar
fuera del pueblo las tropas, y parar la primera embestida de 400
franceses que iban delante, hasta que, aproximándose un grueso de
caballería, cargó este nuestra derecha, en donde se hallaba la primera
división del mando de Losada y 800 caballos. Arrollados los últimos,
huyeron también los infantes que repasaron el Tormes abandonando su
artillería. El ala izquierda, que se componía de la vanguardia de
Carrera y de parte de la segunda división, se mantuvo firme, [Sidenote:
Valor de Mendizábal.] y puesto Mendizábal a su cabeza, repelieron
nuestros soldados por tres veces a los jinetes enemigos formando el
cuadro, y respondieron a fusilazos a la intimación que les hicieron de
rendirse. En vano los acometieron otros escuadrones por la espalda:
forzados se vieron estos a aguardar a sus infantes, de los que algunos
llegaron al anochecer. Mendizábal cruzó con sus intrépidos soldados
el puente y tocó gloriosamente la orilla opuesta. [Sidenote: Retirada
de los españoles.] Allí todo era desorden y atropellamiento con los
bagajes y caballería fugitiva. El duque del Parque perdió entonces del
todo la presencia de ánimo, y sus tropas, careciendo de órdenes precisas,
se alejaron de aquel punto y se repartieron entre Ciudad Rodrigo,
Tamames y Miranda del Castañar. Semejante y no calculado movimiento
excéntrico salvó al ejército, pues el general Kellermann dejó de
perseguirle, incierto de su paradero, y limitándose a dejar ocupada
la línea del Tormes volviose a Valladolid. El duque del Parque, al
principiar diciembre, sentó su cuartel general en El Bodón, a dos leguas
de Ciudad Rodrigo, y echáronse de menos entre dispersión y pelea unos
3000 hombres. Antes de concluirse el mes pasó el duque a San Martín de
Trevejo, detrás de sierra de Gata.
[Sidenote: Retíranse los ingleses del Guadiana al norte del Tajo.]
Con tales desdichas, destruidos o menguados unos tras otros los
mejores ejércitos españoles, debieron naturalmente los ingleses, meros
espectadores hasta entonces, tomar en su extrema prudencia medidas de
precaución. Lord Wellington determinó dejar las orillas del Guadiana y
pasar al norte del Tajo, empezando su movimiento en los primeros días
de diciembre. Despidiose antes de la junta de Extremadura, y mostrose
muy satisfecho «del celo y laborioso cuidado [son sus expresiones] con
que aquel cuerpo había proporcionado provisiones a las tropas de su
ejército acantonadas en las cercanías de Badajoz.» Dicha junta había
sido una de aquellas autoridades contra las que tanto se había clamado
pocos meses antes acerca del asunto de abastecimientos, tachándolas
hasta de mala voluntad. El testimonio irrecusable de Lord Wellington
probaba ahora que la premura del tiempo y la gran demanda fueron causa
de la escasez, y no otras reprehensibles miras.
[Sidenote: Flaqueza de la comisión ejecutiva.]
La profunda sima en que la nación se abismaba, consternó a la comisión
ejecutiva de la junta central, poniendo a prueba la capacidad y energía
de sus individuos. Mas entonces se vio que no basta reconcentrar el
poder para que este aparezca en sus efectos vigoroso y pronto, sino
que también es preciso que las manos escogidas para su manejo sean
ágiles y fuertes. No formando parte de la comisión ninguno de los pocos
centrales a quienes se consideraba por su saber como más aptos, o como
más notables por los bríos de su condición, escasearon en aquel nuevo
cuerpo las luces y el esfuerzo, faltas tanto más graves cuanto los
acontecimientos habían puesto a la nación en el mayor estrecho.
Así resultó que al saberse la derrota de Ocaña, quedó la comisión
como aturdida y aplanada, no desplegando la firmeza que tanto honró
al gobierno español cuando la jornada de Medellín. Redujéronse sus
providencias a las más comunes y generales, habiendo en vano nombrado a
Romana para recomponer el ejército del centro, tan menguado y perdido;
pues aquel general permaneció en Sevilla temeroso quizá de que sus
hombros flaqueasen bajo la balumba de tan pesada carga. Para llenar
su hueco, a lo menos en ciertas medidas de reorganización, [Sidenote:
Comisionados enviados a La Carolina.] partieron camino de La Carolina
Don Rodrigo Riquelme y el marqués de Camposagrado, uno individuo de
la comisión y otro de la junta, quienes, en unión con el vocal Rabé,
debían impulsar la mejora y aumento del ejército, y atender a la
defensa de los pasos de la sierra. Repetición de lo que hizo la central
al retirarse de Aranjuez, con la diferencia de que ahora no hubo mucho
vagar ni espacio.
Tampoco se destruyeron con el nombramiento de la comisión ejecutiva las
maquinaciones de los ambiciosos. Volvió a salir a plaza Don Francisco
de Palafox, deseoso de erigirse, por lo menos, en lugarteniente de
Aragón. Sospechábase que le prestaba su asistencia el conde del
Montijo, que, a hurtadillas, se fue de Portugal acercando a Sevilla.
Tuvo de ello aviso el gobierno, y Romana, a quien antes no disgustaban
tales manejos, ahora que podían perjudicar a los en que él mismo
andaba, [Sidenote: Prisión de Palafox y Montijo.] instó para que se
aprehendiesen las personas de Palafox y Montijo juntamente con sus
papeles. El último fue cogido en Valverde y trasladado a Sevilla, en
donde también se arrestó al primero sin que lo impidiese su calidad de
central. Metió algún ruido la detención de estos personajes, y mayor
hubiera sido a no tenerlos tan desopinados sus continuos enredos. Los
acontecimientos que sobrevinieron terminaron en breve la persecución de
entrambos.
[Sidenote: Manejos de Romana y de su hermano Caro.]
Romana, que tanta diligencia ponía en descubrir y cortar las tramas
de los demás, no por eso cesaba en alterar con su conducta la paz y
buena armonía del gobierno supremo. Favorecía grandemente sus miras
su hermano D. José Caro, que a nada menos aspiraba que a ver a su
familia mandando en el reino. En la provincia de Valencia, puesta a
su cuidado, trabajaba los ánimos en aquel sentido, y con profusión
esparció el famoso voto de Romana de 14 de octubre. La junta provincial
ayudole mucho en ocasiones, y este cuerpo, provocando unas veces el
nombramiento de una regencia exclusiva, desechándolo en otras, vario e
inconstante en sus procedimientos, manifestaba que a pesar de su buen
celo por la causa de la patria, influían en sus deliberaciones hombres
de seso mal asentado.
Don José Caro remitió a las demás juntas una circular, a nombre de la
de Valencia, en que, alabando los servicios, el talento, las virtudes
de su hermano el marqués de la Romana, se hablaba de la necesidad
de adoptar lo que este había propuesto en su voto, y se indicaba a
las claras la conveniencia de nombrarle regente. La central, en una
exposición que hizo a las juntas, y antes de finalizar noviembre,
grave y victoriosamente rechazó los ataques y opinión de la de
Valencia, invitando a todas a aguardar la próxima reunión de cortes.
Las provincias apoyaron el dictamen de la central, y en Valencia se
separaron de Caro varios que le habían estado unidos. Para cortar
las disensiones, debió Romana pasar a aquella ciudad, viaje que no
verificó, enviando en su lugar a Don Lázaro de las Heras, hechura
suya, [Sidenote: Tropelías.] pues el marqués tomaba a veces por sí
resoluciones sin cuidarse de la aprobación de sus compañeros. Las
Heras, como era de esperar, procedió en Valencia según las miras
de Romana, y atropelló en diciembre y confinó a la isla de Ibiza a
Don José Canga Argüelles y a otros individuos de la junta, ahora
encontrados en opiniones con el general Caro.
[Sidenote: Estado deplorable de la junta central.]
Pero con estas reyertas y miserias crecían los males de la patria, y
la central, en cuyo cuerpo no habían en un principio reinado otras
divisiones sino aquellas que nacen de la diversidad de dictámenes, se
vio en la actualidad combatida por la ambición y frenéticas pasiones de
Palafox, de Romana y sus secuaces, convirtiéndose en un semillero de
chismes, pequeñeces y enredos impropios de un gobierno supremo, con lo
cual cayó aún más en tierra su crédito y se anticipó su ruina.
[Sidenote: Providencias de la comisión ejecutiva y de la junta.]
La comisión ejecutiva, cuya alma era el mismo Romana, nada pues de
importante obró, poniéndose de manifiesto lo nulo de aquel general
para todo lo que era mando. La junta, por su parte, y en el círculo
de facultades que se había reservado, animada del buen espíritu de
Jovellanos, Garay y otros, acordó algunas providencias no desacertadas,
aunque tardías, como fue el aplicar a los gastos de la guerra los
fondos de encomiendas, obras pías, y también la rebaja gradual de
sueldos, exceptuándose a los militares que defendían la patria.
[Sidenote: Proposición de Calvo sobre libertad de imprenta.]
En el periodo en que vamos, o poco antes, examinose asimismo en la
junta central una proposición de Don Lorenzo Calvo de Rozas sobre
la importante cuestión de libertad de imprenta. La junta, ora por
la gravedad de la materia, ora quizá para esquivar toda discusión,
pasó la propuesta de Calvo a consulta del consejo, el cual, como era
natural, mostrose contrario, excepto Don José Pablo Valiente. Extendida
la consulta, subió a la central, y esta la remitió a la comisión de
cortes, que a su vez la pasó a otra comisión creada bajo el nombre de
instrucción pública, corriendo por aquella inacabable cadena de juntas,
consejos y comisiones a que siempre ¡mal pecado! se recurrió en España.
En la de instrucción pública halló la propuesta de Calvo favorable
acogida, leyendo en su apoyo una memoria muy notable el canónigo D.
José Isidoro Morales. Mas en estos pasos, idas y venidas, se concluía
ya diciembre, y las desgracias cortaron toda resolución en asunto de
tan grande importancia.
[Sidenote: Modo de convocarse las cortes.]
Entre tanto se acercaba también el día señalado para convocar
las cortes. La comisión encargada de determinar la forma de su
llamamiento, tenía ya casi concluidos sus trabajos. No entraremos aquí
en los debates que para ello hubo en su seno [cosa ajena de nuestro
propósito], ni en los pormenores del modo adoptado para constituirse
las cortes, pues retardada por los acontecimientos de la guerra la
reunión de estas, nos parece más conveniente suspender hasta el tiempo
en que se juntaron el tratar detenidamente de la materia. Solo diremos
en este lugar que se adoptó igualdad de representación para todas las
provincias de España, debiéndose dividir las cortes en dos cuerpos, el
uno electivo y el otro de privilegiados, compuesto de clero y nobleza.
Las convocatorias que entonces se expidieron fueron solo las que iban
dirigidas al nombramiento de los individuos que habían de componer la
cámara electiva, reservando circular las de los privilegiados para más
adelante. Motivó tal diferencia el que en el primer caso se necesitaba
de algún tiempo para realizar las elecciones, no sucediendo lo mismo en
el segundo, en que el llamamiento había de ser personal. Mas de esta
tardanza resultó después, según veremos, no concurrir a las cortes sino
los miembros elegidos por el pueblo, quedando sin efecto la formación
de una segunda cámara.
[Sidenote: Mudanza de individuos en la comisión ejecutiva.]
El mismo día que partieron las convocatorias, se mudaron también los
tres individuos más antiguos de la comisión ejecutiva conforme a lo
prevenido en el reglamento. Eran aquellos el marqués de la Romana, Don
Rodrigo Riquelme y Don Francisco Caro, entrando en su lugar el conde de
Ayamans, el marqués del Villar y Don Félix Ovalle. Su imperio no fue
de larga duración.
[Sidenote: Decreto de la central para trasladarse a la Isla de León.]
Todo presagiaba su caída y la de la junta central, y todo una próxima
invasión de los franceses en las Andalucías. Para no ser cogida tan de
improviso como en Aranjuez, dio la junta un decreto en 13 de enero,
por el que anunció que debía hallarse reunida el 1.º del mes inmediato
en la Isla de León, a fin de arreglar la apertura de las cortes,
señalada para el 1.º de marzo, sin perjuicio de que permaneciese en
Sevilla algunos días más un cierto número de vocales que atendiese al
despacho de los negocios urgentes. Este decreto, en tiempos lejanos de
todo peligro, hubiera parecido prudente y aun necesario, pero ahora,
cuando tan de cerca amagaba el enemigo, considerose hijo solo del
miedo, impeliendo a despertar la atención pública, y a traer hacia los
centrales los contratiempos y sinsabores que, como referiremos luego,
precedieron y acompañaron al hundimiento de aquel gobierno.


RESUMEN
DEL
LIBRO UNDÉCIMO.

_Amenazas de Napoleón acerca de la guerra de España. — Su divorcio
con Josefina. — Su casamiento con la archiduquesa de Austria. —
Refuerzos que envía a España. — Resolución de invadir las Andalucías.
— Sus preparativos. — Los de los españoles. — Los franceses atacan y
cruzan la Sierra Morena. — Entran en Jaén y en Córdoba. — Ejército del
duque de Alburquerque. — Viene sobre Andalucía. — Retírase de Sevilla
la junta central. — Contratiempos en el viaje de sus individuos. —
Sospechas de insurrección en Sevilla — Verifícase. — Junta de Sevilla.
— Providencias que toma. — Continúan los franceses sus movimientos.
— Encuentran en Alcalá la Real la caballería española. — Piérdese
en Iznalloz un parque de artillería. — Toma Blake el mando de las
reliquias del ejército del centro. — Entran los franceses en Granada.
— Avanzan sobre Sevilla. — Se retira Alburquerque camino de Cádiz. —
Ganan los franceses a Sevilla. — Preséntase el mariscal Victor delante
de Cádiz. — Mortier va a Extremadura. — Baja también allí el 2.º
cuerpo. — Va sobre Málaga Sebastiani. — Abello alborota la ciudad.
— Éntranla los franceses. — Junta central en la Isla de León. Su
disolución. — Decide nombrar una regencia. — Reglamento que le da. —
Su último decreto sobre cortes. — Regentes que nombra. — Eligen una
junta en Cádiz. — Ojeada rápida sobre la central y su administración.
— Padecimientos y persecución de sus individuos. — Idea de la regencia
y de sus individuos. — Felicitación del consejo reunido. — Idea de la
junta de Cádiz. — Providencias para la defensa y buena administración
de la regencia y la junta. — Breve descripción de la Isla gaditana. —
Fuerzas que la guarnecen. — Españolas. — Inglesas. — Fuerza marítima.
— Recio temporal en Cádiz. — Intiman los franceses la rendición. — La
junta de Cádiz encargada del ramo de hacienda. — Sus altercados con
Alburquerque. — Deja este el mando del ejército y pasa a Londres. —
Impone la junta nuevas contribuciones. — José en Andalucía. — Modo
con que le reciben. — Sus providencias. — Vuelve a Madrid. — Nueva
invasión de Asturias. — Llano Ponte. — Porlier. — Entra Bonnet en
Oviedo. — Evacúa la ciudad. — Ocúpala de nuevo. — Castellar y defensa
del puente de Peñaflor. — Bárcena. Retíranse los españoles al Narcea.
— Don Juan Moscoso. — El general Arce. — Conducta escandalosa de Arce
y del consejero Leiva. — Nueva instalación de la junta general del
principado. — Auxilio de Galicia. — Desampara Bonnet a Oviedo. — Se
enseñorea por tercera vez de la ciudad. — Estado de Galicia. — Alboroto
del Ferrol. Muerte de Vargas. — Mahy, general de las tropas de aquel
reino. — Sitio de Astorga. — Capitula. — Licenciado Costilla. — Aragón.
— Mina el mozo. — Expedición de Suchet sobre Valencia. — Estado de
este reino y de la ciudad. — Malógrasele a Suchet su expedición. —
Pozoblanco. — Ventajas de los españoles en Aragón. — Cae prisionero
Mina el mozo. — Sucédele su tío Espoz y Mina. — Estado de Cataluña. —
Varias acciones. — Bloqueo de Hostalrich. — Va Augereau al socorro de
Barcelona. — Descalabro de Duhesme en Santa Perpetua y en Mollet. —
Entra Augereau en Barcelona. — O’Donnell nombrado general de Cataluña.
— Ejército que junta. — Acción de Vic el 19 de febrero. — Pertinaz
defensa de Hostalrich. — Socorre de nuevo Augereau a Barcelona. —
Retírase O’Donnell a Tarragona. — Feliz ataque de Don Juan Caro. —
Evacúan los españoles a Hostalrich. — El mariscal Macdonald sucede a
Augereau en Cataluña. — Parte Suchet a Lérida. — Entran sus tropas
en Balaguer. — Sitio de Lérida. — Desgraciada tentativa de O’Donnell
para socorrer la plaza. — Entran los franceses en Lérida y ríndese
su castillo. — También el fuerte de las Medas. — Sucesos de Aragón.
— Sitio de Mequinenza. — La toman los franceses. — Toman también el
castillo de Morella. — Cádiz. — Toman los franceses a Matagorda. —
Manda Blake el ejército de la isla. — Trasládase a Cádiz la regencia.
— Varan en la costa dos pontones de prisioneros. — Trato de estos. —
Pasan a las Baleares. Su trato allí. — Resistencia en las Andalucías.
— Condado de Niebla. — Serranía de Ronda. — Don José Romero. Acción
notable. — Tarifa. — Ejército del centro en Murcia. — Correría de
Sebastiani en aquel reino. — Su conducta. — Evacúale. — Partidas de
Cazorla y de las Alpujarras. — Extremadura. Ejército de la izquierda.
— Romana. — Ballesteros. — Don Carlos O’Donnell. — Decreto de Soult
de 9 de mayo. — Otro en respuesta de la regencia de España. — Decreto
de Napoleón sobre gobiernos militares. — Une a su imperio los Estados
Pontificios y la Holanda. — Inútil embajada de Azanza a París. —
Tentativa para libertar al rey Fernando. — Barón de Kolly. — Vida de
los príncipes en Valençay. — Préndese a Kolly. — Insidiosa conducta de
la policía francesa. — Cartas de Fernando._


HISTORIA
DEL
LEVANTAMIENTO, GUERRA Y REVOLUCIÓN
de España.
LIBRO UNDÉCIMO.

[Sidenote: Amenazas de Napoleón acerca de la guerra de España.]
Nuevos desastres amagaban a España al comenzar el año de 1810. Napoleón,
de vuelta de la guerra de Austria, que para él tuvo tan feliz remate,
anunció al senado francés «que se presentaría a la otra parte de los
Pirineos, y que el leopardo aterrado huiría hacia el mar, procurando
evitar su afrenta y su aniquilamiento.» No se cumplió este pronóstico
contra los ingleses, ni tampoco se verificó el indicado viaje,
persuadido quizá Napoleón de que la guerra peninsular, como guerra de
nación, no se terminaría con una ni dos batallas: único caso en que
hubiera podido empeñar con esperanza de gloria su militar nombradía.
[Sidenote: Su divorcio con Josefina.]
Ocupábanle también por entonces asuntos domésticos que quería acomodar
a la razón de estado, y la afición que tenía a su esposa, la emperatriz
Josefina, y las buenas prendas que a esta adornaban cedieron al deseo
de tener heredero directo, y al concepto tal vez de que enlazándose
con alguna de las antiguas estirpes de Europa, afianzaría la de los
Napoleones, a cuyo trono faltaba la sólida base del tiempo. Resolvió,
pues, separarse de aquella su primera esposa, y a mediados de diciembre
de 1809 publicó solemnemente su divorcio, dejando a Josefina el título
y los honores de emperatriz coronada.
[Sidenote: Su casamiento con la archiduquesa de Austria.]
Pensó después en escoger otra consorte, inclinándose al principio a
la familia de los zares, mas al fin trató con la corte de Austria y
se casó en marzo siguiente con la archiduquesa María Luisa, hija del
emperador José II: unión que si bien por de pronto pudo lisonjear a
Napoleón, sirviole de poco a la hora del infortunio.
[Sidenote: Refuerzos que envía a España.]
Antes y en el tiempo en que mostró al senado su propósito de cruzar los
Pirineos, dio cuenta el ministro de la guerra de Francia del estado
de fuerza que había en España, manifestando que para continuar las
operaciones militares bastaba completar los cuerpos allí existentes con
30.000 hombres reunidos en Bayona. Pasaron en efecto estos la frontera,
y con ellos y otros refuerzos que posteriormente llegaron, ascendió
dentro de la península el número de franceses, en el año de 1810 en que
vamos, a unos 300.000 hombres de todas armas.
[Sidenote: Resolución de invadir las Andalucías.]
Llamaba singularmente la atención del gabinete de las Tullerías el
destruir el ejército inglés, situado ya en Portugal a la derecha del
Tajo. Pero el gobierno de José prefería a todo invadir las Andalucías,
esperando así disolver la junta central, principal foco de la
insurrección española. Por tanto puso su mayor ahínco en llevar a cabo
esta su predilecta empresa.
Destináronse para ella los tres cuerpos de ejército 1.º, 4.º y 5.º,
con la reserva y algunos cuerpos españoles de nueva formación, en que
tenían los enemigos poca fe, constando el total de la fuerza de unos
55.000 hombres. Mandábalos José en persona, teniendo por su mayor
general al mariscal Soult, que era el verdadero caudillo.
[Sidenote: Sus preparativos.]
Sentaron los franceses sus reales el 19 de enero en Santa Cruz de
Mudela. A su derecha y en Almadén del Azogue se colocó antes el
mariscal Victor con el primer cuerpo, debiendo penetrar en Andalucía
por el camino llamado de la Plata. A la izquierda apostose en
Villanueva de los Infantes el general Sebastiani, que regía el 4.º y que
se preparaba a tomar la ruta de Montizón. Debía atravesar la sierra,
partiendo del cuartel general de Santa Cruz, y dirigiendo su marcha por
el centro de la línea, cuya extensión era de unas 20 leguas, el 5.º
cuerpo del mando del mariscal Mortier, al que acompañaba la reserva
guiada por el general Dessolles.
Los franceses así distribuidos y tomadas también otras precauciones,
se movieron hacia las Andalucías. No habían de aquel suelo pisado
anteriormente sino hasta Córdoba, y la memoria de la suerte de Dupont
traíalos todavía desasosegados. Sepáranse aquellas provincias de las
demás de España por los montes Marianos, o sea la Sierra Morena, cuyos
ramales se prolongan al levante y ocaso, y se internan por el mediodía,
cortando en varios valles con otros montes, que se desgajan de Ronda y
Sierra Nevada, las mismas Andalucías en donde ya los moros formaron los
cuatro reinos en que ahora se dividen: tierra toda ella, por decirlo
así, de promisión, y en la que por la suavidad de su temple [Sidenote:
(* Ap. n. 11-1.)] y la fecundidad de sus campos, pusieron los antiguos,
según la narración de Estrabón [*] con referencia a Homero, la morada
de los bienaventurados, los Campos Elisios.
[Sidenote: Los de los españoles.]
Pocos tropiezos tenían los enemigos que encontrar en su marcha. No eran
extraordinarios los que ofrecía la naturaleza, y fueron tan escasos
los trabajos ejecutados por los hombres, que se limitaban a varias
cortaduras y minas en los pasos más peligrosos y al establecimiento de
algunas baterías. Se pensó al principio en fortificar toda la línea
adoptando un sistema completo de defensa, dividido en provisional y
permanente, el primero con objeto de embarazar al enemigo a su tránsito
por la sierra, y el segundo con el de detenerle del todo, levantando
detrás de las montañas y del lado de Andalucía unas cuantas plazas
fuertes que sirviesen de apoyo a las operaciones de la guerra, y a
la insurrección general del país. Una comisión de ingenieros visitó
la cordillera y aun dio su informe, pero como tantas otras cosas
de la junta central, quedose esta en proyecto. También se trató de
abandonar la sierra y de formar en Jaén un campo atrincherado, de lo
que igualmente se desistió, temerosos todos de la opinión del vulgo que
miraba como antemural invencible el de los montes Marianos.
Dio ocasión a tal pensamiento el considerar las escasas fuerzas que
había para cubrir convenientemente toda la línea. Después de la
dispersión de Ocaña, solo se habían podido juntar unos 25.000 hombres,
que estaban repartidos en los puntos más principales de la sierra.
Una división, al mando de Don Tomás de Zeráin, ocupaba a Almadén, de
donde ya el 15 se replegó acometida por el mariscal Victor. Otra,
a las órdenes de Don Francisco Copons, permaneció hasta el 20 en
Mestanza y San Lorenzo. Colocáronse tres con la vanguardia en el
centro de la línea. De ellas, la 3.ª, del cargo de Don Pedro Agustín
Girón, en el puerto del Rey, y la vanguardia, junto con la 1.ª y 4.ª,
gobernadas respectivamente por los generales Don José Zayas, Lacy y
González Castejón, en la venta de Cárdenas, Despeñaperros, Collado
de los Jardines y Santa Elena. Situose a una legua de Montizón, en
Venta Nueva, la 2.ª, a las órdenes de Don Gaspar Vigodet, a la que se
agregaron los restos de la 6.ª que antes mandaba Don Peregrino Jácome.
El 20 de enero se pusieron los franceses en movimiento por toda la
línea. Su reserva y su 5.º cuerpo dirigiéronse a atacar el puerto
del Rey, y el de Despeñaperros, ambos de difícil paso a ser bien
defendidos. Por el último va la nueva calzada, ancha y bien construida,
abierta en los mismos escarpados de la montaña de Valdazores, y a
grande altura del río Almudiel, que, bañándola por su izquierda, corre
engargantado entre cerrados montes que forman una honda y estrechísima
quebrada. La angostura del terreno comienza a unos 300 pasos de la
venta de Cárdenas, yendo de la Mancha a Andalucía, y termina no lejos de
las Correderas, casería distante una legua de la misma venta. En este
trecho habían los españoles excavado tres minas, levantando detrás, en
el collado de los Jardines, una especie de campo atrincherado. Por la
derecha de Despeñaperros lleva al puerto del Rey un camino que parte
de la venta de Melocotones, antes de llegar a la de Cárdenas; este era
el antiguo, mal carretero y en parajes solo de herradura, juntándose
después, y más allá de Santa Elena, con el nuevo. Entre ambos hay una
vereda que guía al puerto del Muradal, existiendo otras estrechas que
atraviesan la cordillera por aquellas partes.
[Sidenote: Los franceses atacan y cruzan Sierra Morena.]
En la mañana del indicado 20 salió del Viso el general Dessolles con
la reserva de su mando y además un regimiento de caballería. Dirigiose
al puerto del Rey que defendía el general Girón. La resistencia no
fue prolongada: los españoles se retiraron con bastante precipitación
y del todo se dispersaron en las Navas de Tolosa. Al mismo tiempo
la división del general Gazan acometió el puerto del Muradal con
una de sus brigadas, y con la otra se encaramó por entre este paso
y Despeñaperros, viniendo a dar ambas a las Correderas, esto es, a
espalda de los atrincheramientos y puestos españoles. El mariscal
Mortier, al frente de la división Girard, con caballería, artillería
ligera y los nuevos cuerpos creados por José, pensó en embestir por la
calzada de Despeñaperros, y lo ejecutó cuando supo que a su derecha el
general Gazan, habiendo arrollado a los españoles, estaba para envolver
las posiciones principales de estos. Las minas que en la calzada había
reventaron, mas hicieron poco estrago; los enemigos avanzaron con
rapidez, y los nuestros, temiendo ser cortados, todo lo abandonaron,
como también el atrincheramiento del collado de los Jardines. Perdieron
los españoles 15 cañones y bastantes prisioneros, salvándose por
las montañas algunos soldados, y tirando otros, con Castejón, hacia
Arquillos, en donde luego veremos no tuvieron mayor ventura. Aréizaga,
que todavía conservaba el mando en jefe, acompañado de algunos
oficiales y cortas reliquias, precipitadamente corrió a ponerse en
salvo al otro lado del Guadalquivir. Los franceses llegaron la noche
del mismo 20 a La Carolina, y al día siguiente pasaron a Andújar
después de haber atravesado por Bailén, cuyas glorias se empañaban
algún tanto con las lástimas que ahora ocurrían. El mariscal Soult y
el rey José no tardaron en adelantarse hasta la citada villa en donde
pusieron su cuartel general.
Llegó también luego a Andújar el mariscal Victor, que desde Almadén
no había encontrado grandes tropiezos en cruzar la sierra. La junta
de Córdoba pensó ya tarde en fortificar el paso de Mano de Hierro y
el camino de la Plata, y en juntar los escopeteros de las montañas.
La división de Zeráin y la de Copons tuvieron que abandonar sus
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