Historia de Venezuela, Tomo II - 01

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PUBLICACIONES DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
HISTORIA
DE
VENEZUELA
POR
_FRAY PEDRO DE AGUADO_
CON PRÓLOGO, NOTAS Y APÉNDICES
POR
JERÓNIMO BÉCKER
Individuo de número de la Real Academia de la Historia.
TOMO II
MADRID
ESTABLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DE JAIME RATÉS
Costanilla de San Pedro, número 6.
1919


PRÓLOGO

Consignados ya al frente de los volúmenes anteriores, esto es, de los
dos que constituyen la _Historia de Santa Marta_ y _Nuevo Reino de
Granada_, y del primero de la _Historia de Venezuela_, cuantas noticias
se conocen, que son bien escasas, por desgracia, acerca de la vida del
Padre Aguado, y rendido al docto franciscano el tributo que en justicia
merece, por ser uno de los más autorizados historiadores primitivos de
Indias, nada habría sido necesario añadir, si en un libro reciente,
escrito con el propósito de rehabilitar á Lope de Aguirre, presentándolo
como una de las figuras más asombrosas en la Historia del Nuevo Mundo, y
como el primer mártir de la independencia de América, no se estampasen,
respecto de fray Pedro de Aguado, juicios y apreciaciones que conviene
recoger.
Ante todo, importa recordar que la publicación de un manuscrito inédito
por la Academia, no significa que ésta dé por exactos y comprobados
todos los hechos contenidos en aquél, y menos aún que acepte las
opiniones y las críticas formuladas por el autor. Lo único que hace la
Academia es garantizar que la obra, en su conjunto, es digna de la
publicidad; y esto, y sólo esto, es lo que significa el hecho de dar á
luz, sacándolas del olvido en que injustamente yacían, las _Historias_
del Provincial de Santa Fe. La Academia afirma que por haber residido el
Padre Aguado durante quince años en el Nuevo Reino de Granada, y por
haber sido testigo presencial de muchos de los sucesos que relata, y
recogido noticias de otros, de labios de los mismos autores, sus asertos
tienen indiscutible autoridad; y que la obra es indispensable para el
perfecto conocimiento de la conquista y civilización de Colombia y
Venezuela; pero no dice, ni podría decir, que el autor no haya podido
equivocarse, bien por mala información, bien por error de juicio, sin
que esas equivocaciones influyan en el positivo valor del interesante
trabajo del escritor franciscano.
Por esto no hemos vacilado en nuestras Notas, en señalar algunos errores
y en rectificar algunos juicios del Padre Aguado; porque ni aquellos
errores ni esas rectificaciones, quitan importancia á la obra ni
amenguan el servicio que á la Historia de América ha prestado la
Academía con la publicación del manuscrito; y por eso también podemos
examinar los asertos á que antes aludimos, sin que nuestros juicios
puedan considerarse como hijos del amor propio individual ni colectivo.
Desgraciadamente, en Historia, como dijo el insigne maestro Menéndez y
Pelayo, nada hay definitivo, y los que nos dedicamos á los estudios
históricos tenemos que ser perpetuos estudiantes, obligados á
rectificarnos á diario, porque á diario la investigación de los Archivos
nos ofrece nuevos documentos, que modifican más ó menos esencialmente,
hechos que teníamos por exactos y juicios en ellos basados.
De aquí que, sin violencia, y antes por el contrario, con la
satisfacción propia del que persigue ante todo y sobre todo la verdad
histórica, acogeríamos aquí las rectificaciones que respecto del valor
de la obra de fray Pedro de Aguado y del concepto que merece Lope de
Aguirre, consigna D. Segundo de Ispizua en el volumen segundo de los
dedicados á Venezuela en su obra _Los vascos en América_, si realmente
la lectura de este libro hubiese llevado á nuestro ánimo el
convencimiento de la exactitud de aquéllos; pero no ha podido ser así.
El Sr. Ispizua, al pretender rehabilitar el nombre y la figura de Lope
de Aguirre, examina las obras de aquellos escritores que, á su juicio,
dieron origen al concepto con que ha llegado hasta nosotros, y reconoce
que fray Pedro Simón, en su _Sexta noticia historial_, consagrada
totalmente á la expedición en busca de Omagua y el Dorado, no hizo otra
cosa que seguir puntualmente la relación del Padre Aguado, con tanta
fidelidad, que constituye un verdadero plagio; pero añade que tampoco el
padre Aguado es autor original, porque el libro X de su _Historia de
Venezuela_ está calcado sobre la relación que se supone compuso el
Bachiller Francisco Vázquez. ¿Qué hay en esto de exacto?
Es indudable que fray Pedro de Aguado, para trazar la parte de su
historia, en la cual describe la expedición de Orsua y las tristes
hazañas de Lope de Aguirre, tuvo á la vista un manuscrito. Honrada y
lealmente lo reconoce él mismo al decir: «Yo lo tengo por difycultoso
que se ouiese trauado peligrosa y braua escaramuza sin peligrar nadie; y
el dezillo desta suerte deue de causar la poca espiriencia que el autor
que esta rrelación dio tenía de cosas de guerra, porque a qualquier
uista que le dauan en que disparauan arcabuzes, la llama escaramuza y
muy braua y peligrosa; y asi haze en su Istoria o rrelación de donde
esto se trasunto, memoria de muchas escaramuzas, y en todas hellas no se
hallará que hayan herido vn solo hombre»[1].
Pero, ¿cuál fué ese manuscrito? No debió ser el de Pedro de Munguía, que
sólo alcanza en su relato hasta que Lope de Aguirre llegó á la
Margarita, ni el de Gonzalo de Zúñiga, que termina con la salida del
_traidor_ de la Burburata. ¿Sería el atribuído á Francisco Vázquez, que
luego modificó Pedrarias de Almesto?
Todos estos relatos, y aun los escritos con posterioridad, coinciden en
lo esencial, como no podía menos de suceder en los primeros, puesto que
redactados por actores más ó menos principales del sangriento drama que
comenzó con el asesinato de Pedro de Orsua y terminó con la muerte de
Aguirre en Barquisimeto, no se proponían otra cosa que atenuar la
responsabilidad de sus autores. Pero el Padre Aguado no tenía interés en
agravar la culpabilidad del traidor, ni escribía su historia para
disculpar á los que fueron sumisos ejecutores de las maldades concebidas
por Lope de Aguirre; por esto, entre su relato y los de los demás,
incluso el que se ha atribuido á Vázquez, aunque no haya prueba plena de
ello, existen diferencias que no permiten afirmar en justicia que el
reverendo franciscano copió al soldado de Lope de Aguirre. Es más, el
manuscrito que el Padre Aguado tuvo á la vista no debió ser el de
Vázquez, sino el de Pedrarias de Almesto, pues á éste y no á aquél
convienen las observaciones de nuestro franciscano.
El Padre Aguado fué al Nuevo Reino de Granada hacia 1560, es decir, un
año antes, poco más ó menos, de la muerte del traidor, y pudo, por ello,
recoger informes y noticias de los que habían sido actores, ó cuando
menos testigos de los sucesos que narra; y aunque en sus asertos puede
haber alguna exageración, como puede haberla en los demás relatos de los
contemporáneos, siempre hay á favor del Padre Aguado la posición
desapasionada é imparcial en que éste se encontraba colocado.
Pero, por grande que sea esa exageración, ¿cabe admitir, como quiere el
autor de _Los vascos en América_, que Lope de Aguirre fué el primer
mártir de la independencia americana, y que su conducta se inspiró en
las doctrinas, que supone sostenidas por los juristas, de que los
conquistadores y poseedores de aquellas tierras podían arrogarse el
derecho de dominio sobre ellas, haciendo caso omiso de los Reyes de
Castilla, que no intervinieron en la adquisición de dichos territorios?
¿Es cierto que esa teoría política descansaba en otra: la de que el Rey,
junto con la nación, el pueblo ó la comunidad, como entonces se decía,
eran cosoberanos, es decir, en la negación del Poder absoluto en el Rey
ó mandatario, y en la aceptación de que el depositario del Poder público
era la comunidad política? No, en todo eso hay una lamentable confusión.
Es verdad que desde fines del siglo XV hasta fines del siglo XVI, hubo
múltiples tratadistas en la Península que combatieron el poder absoluto
de los Monarcas, como el famoso trinitario fray Alonso de Castrillo, el
publicista de los caballeros en la lucha con las Comunidades, que no
sólo se mostró opuesto al principio hereditario, sino casi casi á toda
autoridad; como el franciscano Alfonso de Castro, en su obra _De
potestate legis poenalis_; como Micer Juan Costa, en su _Gobierno del
ciudadano_; como Diego de Covarrubias, llamado el _Bartolo español_, en
su obra _Practicarum Quæstionum_; como el filósofo sevillano Sebastián
Fox Morcillo, en _De Regni regunque institutione_; como el jesuíta Luis
de Molina, en _De justitia et jure_; como el valenciano Fadrique Furio
Ceriol, defensor de la tolerancia religiosa, en su libro _Del Consejo y
consejeros del Príncipe_; como el gran estilista y eminente teólogo fray
Juan de Márquez, en _El Gobernador cristiano_; como Domingo de Soto, el
mayor de nuestros doctores católicos; como Francisco Suárez, el
_Príncipe de los escolásticos_, en _De legibus ac Deo legislatore_; como
el gran teólogo Vázquez Menchaca, y como Alfonso de Orozco, Juan de
Espinosa y otros, que fueron los precursores de las doctrinas que sobre
el tiranicidio desarrolló más tarde el Padre Mariana.
Verdad es esto, pero no lo es menos que frente á esa corriente existió
otra, defensora del carácter absoluto del Poder real, de cuya corriente
fueron representantes el sabio filósofo y eminente orientalista Arias
Montano; fray Domingo Bañez, en _De jure et justitia_; el maestro Marco
Antonio de Camos, prior del Monasterio de San Agustín en Barcelona; el
abogado Carballo Villas-Boas, en su _Volumen primero del Espejo de
Príncipes y Maestros_; el doctor valenciano Cerdán de Tallada, en su
_Veriloquium en reglas de Estado_; Bartolomé Felippe, en el _Tractado
del Consejo y de los consejeros de los Príncipes_; el famoso fray
Antonio de Guevara, que fué el publicista de la Corona durante la guerra
de las Comunidades; el insigne maestro de la escuela salmantina
Francisco de Vitoria, y otros que sería prolijo enumerar, así como hay
que omitir, por no ser de este lugar, el sentido especial que tuvo entre
nosotros la doctrina del absolutismo monárquico hasta el último tercio,
casi hasta el final, del siglo XVI.
Pero no era el concepto del Poder real lo que entonces se discutía con
relación á las Indias, ni siquiera, como sostiene el defensor de Lope de
Aguirre, si los nuevos territorios correspondían de derecho á los Reyes
ó á los conquistadores; lo que entonces se discutía era si unos y otros,
Reyes y conquistadores, tenían justos títulos para hacer la guerra á los
indios y reducirlos á la esclavitud. Esto es lo que dió origen á larga y
ruidosa polémica entre el famoso Obispo de Chiapa, fray Bartolomé de las
Casas, y el célebre humanista cordobés Juan Ginés de Sepúlveda,
defendiendo aquél, con notorias exageraciones, los derechos de los
indígenas, y afirmando el segundo la legitimidad de la conquista y la
necesidad de la esclavitud, en sus obras _De honestate rei militaris,
qui inscribitur Democrates, seu de convenientia disciplinæ militaris cum
christiana religione; De justis belli causis contra Indios suscepti sive
Democrates, y Apologia pro libro de justis belli causis contra Indios
suscepti._
La tesis de Las Casas fué mantenida, aunque interpretando de un modo más
científico la doctrina aristotélica, por casi todos los teólogos, y
entre ellos por hombres de la inmensa valía de Melchor Cano, Domingo de
Soto y Francisco de Vitoria; pero no faltó quien, en una ú otra forma,
secundase á Juan Ginés de Sepúlveda, como el jesuíta José de Acosta, el
cual, en su obra _De procuranda indorum salute_, sostuvo el derecho de
penetrar en las tierras de los indios y hacer á éstos la guerra.
Claro es que en esta polémica hubo quien salió á la defensa de los
conquistadores, tan duramente fustigados por Las Casas. El defensor de
aquéllos fue Don Bernardo de Vargas Machuca, gobernador y capitán
general de la Margarita, quien en sus _Apologías y discursos de las
conquistas occidentales_ procuró refutar el tratado del Obispo de
Chiapa: _Destrucción de las Indias_; pero esto puede decirse que fué una
excepción, porque la doctrina general sobre la materia es la consignada
por el Obispo de Charcas, fray Matías de San Martín, en su parecer sobre
el escrúpulo de si son bien ganados los bienes adquiridos por los
conquistadores, pobladores y encomenderos de Indias, doctrina que puede
resumirse en estas líneas:
«Que los primeros conquistadores fueron tan amigos de su interese, que
en todo lo que hicieron yva delante el interese, de suerte que ellos
propios con sus hurtos y robos justificaron la causa a los propios
naturales para justamente defenderse y no dar crédito a cosa que
dixesen; e ansi sujetaron la tierra, robando y matando y no guardando,
no digo ley divina, pero ni aun natural; ya estos murieron, y si
algunos quedan, no son parte para deshacer lo mal hecho que todos
hicieron, porque puesto que sabemos de muchos particulares el nefando
modo que se tubo en el descubrir y poblar, no puede haber probanza
bastante y caval para que los reyes de spaña, legitima y juridicamente
no posean y tengan sujetos aquellos reinos, y por tributarios a los
naturales dellos; y por tanto entienda bien el lector que esto leyere,
que los reyes de spaña poseen juridicamente los reynos del Perú y las
demas indias descubiertas, porque las poseen _bona fide_, y no puede
aver probanza bastante en contrario ni suficiente; pero no obstante
esto, los que fueron causa que los reynos se ganasen como se ganaron y
sujetarse como se sujetaron, son obligados a restitución», etc.
Esta es, repetimos, la doctrina entonces dominante, doctrina que un
siglo más tarde desarrolló y amplió Solórzano en su _Política indiana_,
afirmando que el Rey era el propietario absoluto, el único superior
político de sus dominios indianos; doctrina completamente opuesta á la
que se dice sostenía Lope de Aguirre, la cual, en realidad, carecía de
fundamento, porque los descubridores y conquistadores españoles no
habían ido á las Indias por su exclusiva iniciativa y en su propio
nombre, sino previo el consentimiento y la autorización de los Monarcas,
concertando con éstos las condiciones en que habían de realizar sus
descubrimientos y conquistas, y recibiendo de ellos su nombramiento y su
autoridad. El descubrimiento y la conquista de las Indias no fueron
empresas particulares, sino una empresa nacional; por esto, todos los
descubridores y conquistadores tomaron posesión de las tierras que
descubrieron ó conquistaron, en nombre de los Reyes; todos quedaron
sujetos al juicio de residencia y ninguno se atrevió á declararse dueño
ó soberano de los nuevos territorios; por el contrario, éstos quedaron
sujetos directamente al Monarca, por formar parte integrante de sus
dominios hereditarios.
Además, podrían comprenderse y aun en cierto modo justificarse esas
pretensiones de independencia en un Cristóbal Colón, en un Hernán
Cortés, en un Francisco Pizarro, en un Jiménez de Quesada, en un
Alvarado, en cualquiera de aquellos hombres, verdaderamente
excepcionales, cuyo genio y cuyas hazañas producen sorpresa y
admiración; pero, ¿cómo es posible justificar la rebelión de un Lope de
Aguirre? ¿Cuáles eran los títulos que éste podía presentar? ¿Qué hazañas
había realizado? ¿Qué comarcas había sometido? ¿Qué le debían ni las
Indias ni España?
Podrá haber, en las relaciones que hasta nosotros han llegado,
exageración en la pintura de los hechos y apasionamiento en los juicios,
toda vez que aquéllas fueron escritas para disculpar la conducta de sus
autores, lo cual no nos interesa de momento, porque no es el objeto de
estas páginas trazar la biografía de Lope de Aguirre ni juzgar su
conducta. Pero el hecho de que en el fondo coincidan cuantos se han
ocupado del desastroso fin de la jornada de Pedro de Orsua á Omagua y el
Dorado, demuestra que cuando el Padre Aguado escribió su obra existía un
estado de opinión perfectamente definido. ¿Puede censurarse al docto
franciscano porque se inspirase en esa corriente, recogiendo los hechos
como los exponían los que en ellos habían intervenido, siendo así que no
se conocía documento alguno que pudiese servir para comprobar la
exactitud ó la falsedad de esas versiones? ¿Es, acaso, que poseemos hoy
nueva documentación que nos permita rectificar aquellos juicios?
Ojalá fuese así, ojalá pudiera evidenciarse la inexactitud de los
crímenes que se atribuyen á Lope de Aguirre, para que la figura de este
tristemente célebre personaje dejase de ser una de las más sombrías de
nuestro período colonial, y el relato de su expedición de Machiparo á
Barquisimeto no continuase siendo un sangriento borrón, que mancha las
páginas de la Historia de la conquista de las Indias.
Con ello nada amenguaría el valor histórico de la obra del Padre Aguado,
no sólo porque lo relativo á Lope de Aguirre no es en aquélla más que un
incidente, sino porque no desmerece como historiador el hombre que de
buena fe, utilizando cuantos medios de información tiene á su alcance,
relata imparcialmente la realidad, tal como ésta se ofrece á su
inteligencia, aunque luego, más afortunadas investigaciones, obliguen á
rectificar su labor.
JERÓNIMO BÉCKER.


LIBRO OTAUO

EN EL LIBRO OTAUO SE ESCRIUE COMO FUE ECHA MERCED A DON PEDRO DE
HEREDIA, NATURAL DE MADRID, DE VNA GOUERNACION EN TIERRA FIRME,
DESDE EL RRIO GRANDE DE LA MAGDALENA HASTA EL RRIO DEL DARIEN, Y
COMO, CON POCA GENTE, ENTRO HEREDIA EN ELLA Y POVLO LA CIUDAD DE
CARTAGENA, DE DONDE LA GOUERNACIÓN TOMÓ EL NONBRE, Y ALGUNA GUERRA
QUE LOS YNDIOS DE AQUELLA COSTA TUUIERON CON ESPAÑOLES; Y EL
DESCUBRIMIENTO DEL FINCINU Y POBLACON DE SAN SEUASTIAN DE
BUENAUISTA EN URAUA, Y OTRAS JORNADILLAS Y ENTRADAS QUE SE HIZIERON
DURANTE EL TIEMPO QUE HEREDIA GOUERNO, ASTA QUEL AUDIENCIA DE SANTO
DOMINGO PROUEYÓ AL LLICENCIADO BADILLO QUE TOMASE RRESIDENCIA Á
HEREDIA, LA QUAL SIN ACAUAR, HEREDIA SE FUE CASI VYENDO A ESPAÑA.
QUEDOSE VADILLO GOBERNANDO; TUUO NOTICIA QUE DESPAÑA VENIAN A
TOMARLE RRESIDENCIA, Y CON CIERTA GENTE QUE EL CAPITAN CESAR TENIA
ADEREZADA PARA CIERTA ENTRADA, SE METIO EL PROPIO LLICENCIADO LA
TIERRA ADENTRO Y FUE A SALIR A LA GOUERNACION DE POPAYAN, DONDE SE
FUE A PIRU[2].


CAPITULO PRIMERO
De como fue dada a Don Pedro de Heredia por gouernacion desde el
rrio grande de la Magdalena hasta el rrio del Darien, y la uenida
del Don Pedro de Heredia á esta gouernacion.

Antes que la ciudad de Cartaxena fuese poblada por Don Pedro de Heredia,
su fundador, se halla auer entrado en aquella tierra y costa diuersas[3]
armadas de españoles, asi a contratar con los yndios y a auer oro de
rrescates, como a saltear los yndios y auer esclauos de hellos, porque
como aquel tiempo fue tan calamitoso para los yndios, por causa de no
cunplir ni guardar los españoles las condiciones que por el Rrei estauan
puestas para el hazer de los esclauos, sino que ynterronpiendolo[4]
todo, torcia cada qual las leyes como queria, y por uiolentas maneras
hazia que llegasen a juntar con su ynteres y codicia y las mas uezes,
sin que por vna uia ni por otra llegasen, vsauan dellas como querian,
porque ni oficiales ni juezes les yuan a la mano, antes confirmauan su
maldad con echar el hierro a los yndios que los contratantes traian por
esclauos, hechos en la forma quen otra parte de la Istoria trate[5].
Hera esta maluada largueza causa y ocasion que los que rresedian y
estauan de tienpo mas antiguo poblados en las islas de Santo Domingo y
Puerto Rrico y Cubagua y otras partes de las Indias y aun despaña, se
hiziesen armadas y juntas de gentes y acudiesen a esta costa de
Cartagena a tomar y hazer esclavos, como lo tratan algunos de los que ya
an escrito desta tierra de Cartaxena, que son Francisco Lopez de Gomara,
que escriuio la Istoria general muy sumariamente, y Pedro de Ciesa, en
la primera y quarta parte de las Istorias quescreuio de Piru, por cuyo
rrespeto sera poco lo que yo en este lugar tratare ni escreuire de lo
sucedido, como e dicho antes, desta fundacion y poblacon de Cartagena
por Don Pedro de Heredia, aunque forcosamente abre de tocar algo
dello[6].
Antiguamente fue esta tierra de Cartagena, asi de sus moradores como
despañoles que a hella llegaron a contratar y rrescatar, llamada Canamar
o Calamar, por rrespeto de un pueblo de yndios questaua poblado en el
propio sitio donde agora esta Cartaxena, llamado de uno destos dos
nombres, y asi tenia la costa y tierra el nonbre de aquel pueblo. Y
despues de esto, viniendo por gouernador de esta tierra Don Pedro de
Heredia, natural de Madrid, que despues merecio titulo de Adelantado,
llegando con la gente que traia a este pueblo de la mar, hallo que
apartado de tierra, estaua la isla Calmiri, que hera grande abrigo y
rreparo para las naos que viniesen a surgir, cosa muy semejante al
puerto de Cartaxena despaña, de donde el capitan ó gouernador Heredia
uino a dalle a la tierra y puerto el nonbre de Cartaxena.
El origen que en estas partes tuuo Pedro de Heredia fue que despues de
la muerte de Don Rrodrigo de Bastidas, primero gouernador de Santa
Marta, el Avdiencia de Santo Domingo, por su fin y muerte, proueyo por
gouernador de Santa Marta a Juan de Badillo, vecino de Santo Domingo; y
en esta sazon se hallo Pedro de Heredia en Santo Domingo, rrecien venido
despaña. Hizo Joan de Uadillo trecientos honbres para pasar a Santa
Marta, y entre hellos a Pedro de Heredia, al qual hizo su maese de
canpo; y despues de llegados a Santa Marta y auer pasado algunas cosas
que en el libro primero de la primera parte desta mi Istoria las trate,
Pedro de Heredia se dio alli tan buena maña que alcanco y adquirio gran
cantidad de oro, con el qual se fue a España, y con el oro que lleuo y
con amigos y deudos que tubo, personas principales en Madrid, vbo del
Enperador, el año de treinta y dos, por gouernacion desde el rrio de
Santa Marta, que agora es llamado la Magdalena, asta el rrio del Darien,
todo lo de la tierra adentro que deuajo destos dos limites pudiese
poblar; y aunque el era honbre diligente y solicito, por causa del poco
posible que tenia, porque el oro que de Santa Marta lleuo se le acauo
presto, no pudo juntar mas de asta quarenta honbres, con los quales se
enbarco en Seuilla en vna caravela y una fusta, año de treinta y tres,
pasado lo mas del año, con lo qual se uino a la ciudad de Santo Domingo
de la isla Española, donde se detubo algunos dias procurando gente y
soldados, por que le parecia ser pocos los que tenia, por rrespeto de la
mucha y belicosa gente que en la costa y pueblos de su gouernación
decian que auia; pero con toda la diligencia que puso no pudo juntar mas
de otros diez ó doze soldados, con los quales y con los que despaña auia
traido, salio del puerto y rrio de Santo Domingo por prencipio del año
de treinta y quatro(_A_), lleuando por su theniente de gouernador a
Francisco Cesar, natural de la tierra de Cordoua, que auia sido en la
conquista del rrio de la Plata, capitan de Gauoto.
Era este Cesar honbre famoso, de gran temeridad y loco atrevimiento, que
con solos diez conpañeros españoles se metio la tierra adentro de las
rriueras del rrio de la Plata y paso por muchas poblazones de gente muy
belicosa y guerrera, y no solo se paro[7] ni se detuuo ni los naturales
della fueron parte, con ser ynumerables, para hazelle daño ninguno, pero
nunca quiso bolver las espaldas ni tornarse a salir asta llegar a
rreconozer la cordillera de Piru y tierra de los Andes; del qual en el
discurso[8] desta Istoria dire otra hazaña casi ygual a esta.
Vino Pedro de Heredia de Santo Domingo a tomar tierra en terminos de
Santa Marta, en vn puerto ques llamado Gaira por estar junto a el vn
pueblo de yndios deste propio nonbre; y aunque estuuo surto en este
puerto, rreconociendo ser de Santa Marta y estar desotra parte del rrio
Grande fuera de los mojones de su gouernacion, se hizo a la uela de
noche la uia de Cartaxena por donde auian[9] de atrauesar las corrientes
y boca del rrio Grande, que son de gran peligro y rriesgo, y ansi
vuieran de perezer en el todos los españoles y gente que en la carauela
y fusta yban, a causa de ser los pilotos chapetones o uisoños en aquella
nauegacion y no tener ningun conocimiento de aquella costa, porque como
se metiesen en las corrientes y canal del rrio, donde las aguas, por el
mouimiento rrecio de los uientos, se mouian con demasiada elación, fue
la fusta puesta en muy grande peligro, y rremediose su nasfraxio[10] con
que azerto a ser de cuuierta entera, cuyo escutillon taparon y
brearon[11], y ansi aunque los elages[12] del agua pasauan por encima de
la fusta y la uañauan y mojauan a todos los que hen ella yban,
quiriendolo Dios asi, no perecio ninguna persona della. La carauela,
como hera de mayor traues, daua la mar mayores conbates hen ella, y asi
estaua en mayor peligro la gente que dentro yba; y acrecentosele otro
mayor trauajo y peligro, y fue que con los conbates del agua se le
quebro de noche los hierros y argollas del timon, por lo qual andubo sin
gouierno por donde el agua y el uiento la querian lleuar desde quatro o
cinco oras antes que amaneciese asta bien tarde del dia siguiente, sin
quentre los mareantes que dentro yban se diesen ningun rremedio para que
pudiese gouernar la carauela, y al fin vino a dar vno de los que mas
auian seguido la Corte y el Palacio que la nauegacion ni la mar, de
suerte que la carauela pudo nauegar y entro en el puerto de Calamar,
juntamente con la fusta, donde desenbarco el gouernador Pedro de
Heredia, y con la gente que lleuaua de a pie y de a cauallo dio en la
poblacon de Canamar, cuyos moradores tomaron las armas para defender y
rresistir la entrada a los españoles.
Pelearon buen rrato los unos con los otros, y aunque los yndios heran
muchos y muy buenos flecheros y diestros y muy certeros, y que las
flechas que tiraban yban vntadas con ponçoñosa yerva, con todas estas
condiciones y otras que no digo, no pudiendo sufrir el ynpetu de los
españoles, desanpararon el pueblo y boluiendo las espaldas se dieron a
huir con toda la priesa que podian.
En el saco[13] del pueblo ouieron poco prouecho los soldados, porque
como otras muchas uezes auian aportado españoles a rrescatar y aun a
ranchear a este puerto y pueblo, todo el oro y otras cosas que para su
hornato y seruicio tenian, le tenian puesto a rrecado[14] en partes
ocultas que por los españoles no pudo ser hallada cosa alguna por
entonces, mas alojaronse en el propio pueblo, y alli hizo el gouernador
Pedro de Heredia poner todo lo que en la carauela y fusta traia(_B_).


NOTAS AL CAPITULO I

[_A_] Según el Padre Aguado, Pedro de Heredia obtuvo la Gobernación de
todo lo comprendido entre el río de Santa Marta y el de Darien, el año
1532; salió de Sevilla «pasado lo más del año treinta y tres», y se
detuvo en Santo Domingo, de donde partió, para comenzar sus
descubrimientos, «por principio del año de treinta y cuatro».
En estas últimas fechas debe haber algún error, pues en una información
hecha en la ciudad de Acla, el 9 de Abril de 1535, á pedimento de Don
Martín de Guzmán, obrando éste en virtud de poder dado en el Golfo del
Cenu á 2 de dichos mes y año, por cincuenta y tres que se decían
estantes en la Gobernación de Cartagena, conquistadores y pobladores de
ella, entre los cuales figura Lope de Aguirre, en dicha información se
afirma que «Heredia ha dos y medio años vino de España á la conquista de
su Gobernación».
Según esto, Heredia debió llegar á Calamar, luego Cartagena, á fines de
1532 ó principios de 1533, lo cual coincide con el relato de Fernández
de Oviedo.
«Siguiendo después de todo aquesto--escribe el autor de la _Historia
general y natural de las Indias_--que Pedro de Heredia, natural de la
villa de Madrid, como hombre que tenia notiçia de la costa, e avia
andado en ella a los rescates con otros armadores, fue a España e tuvo
manera como el Emperador, nuestro señor, le hizo su capitan general e
gobernador de aquella provincia de Cartagena. E para servir a Su
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