Historia de la literatura y del arte dramático en España, tomo V - 05

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inaccesible á cualquiera otro motivo de miedo. Esta es una de esas
composiciones de un trágico sublime, de pensamientos que recuerdan á
Shakespeare, y que muestran á este gran poeta á la vez como historiador,
como moralista, y casi me atrevo á decir como á hombre de Estado, como
si, al llegar á cierta altura, se aproximasen todas las grandes
facultades del espíritu y se confundieran unas con otras.»
Al parecer, Moreto apuró toda su energía trágica en esta única obra; por
lo menos ninguno de los demás dramas suyos serios puede compararse con
ella bajo este aspecto. Sin embargo, merece alguna atención la comedia
titulada _Cómo se vengan los nobles_, imitación de _El testimonio
vengado_, de Lope. Ya la obra de éste (fundada en un suceso de la
historia antigua del reino de Navarra y en la acusación que hacen tres
príncipes, impulsados por el odio, del crimen de adulterio de su madre),
contiene grandes bellezas y excede en la pintura de caracteres, pero es
muy defectuosa en el trazado del plan. Nuestro poeta, á la verdad, ha
suprimido esta falta con su buen gusto natural, llenando las lagunas que
se notan en la obra de su antecesor, y pudiendo considerarse su trabajo
como la perfección y pulimento de la idea primitiva de Lope.
Si examinamos ahora las demás comedias de esta clase de Moreto, vemos
defraudadas nuestras esperanzas, si para fomentarlas nos fiamos del
mérito indisputable de la de _El Justiciero_. _La negra por el honor_
es una novela extraña, llena de inverosimilitudes repugnantes, que se
atribuiría más bien á Montalbán ó á Mira de Mescua, si no se supiera con
seguridad que su autor es Moreto: una dama, perseguida por un caballero
con propósitos deshonrosos, inventa, para guardarse de él, poner en su
lugar un paje disfrazado de mujer, vistiéndose ella misma de hombre, y
tiznándose el rostro para parecer un negro y andar libremente por el
mundo de esta manera. No merecen igual calificación las tituladas _Sin
honra no hay valentía_, _El secreto entre dos amigos_ y _La misma
conciencia acusa_: distínguense en ellas algunas situaciones dramáticas
felices y muchas escenas de efecto, aunque en su conjunto apenas se
eleven sobre otras obras medianas del teatro español. En _Las travesuras
de Pantoja_ (cuya primera parte se conserva tan sólo), se representan
las locuras de un estudiante lleno de arrogancia, con alguna gracia,
pero adolece de escasa trabazón en sus escenas aisladas. En _La cena del
rey Baltasar_ se presenta, en forma dramática, la narración del profeta
Daniel, fundamento de uno de los autos mejores de Calderón, pero sin
rasgos brillantes que la recomienden.
En las comedias religiosas desciende Moreto de la perfección, que
imprimió Calderón en este género, al estado informe del mismo, que se
nota en muchas de la misma especie de Lope de Vega y aun en las de Mira
de Mescua, siendo extraño que un escritor como éste, que se muestra en
otras obras suyas tan juicioso, tan instruído, de tan buen gusto y tan
conocedor de su arte, nos ofrezca aquí sólo materiales groseros y mal
trabajados, como si ignorase por completo las exigencias de la
composición dramática. _Los siete durmientes_ y _San Franco de Sena_
ostentan sólo esas extravagancias incomprensibles y esos delirios,
indicados ya por nosotros en diversas ocasiones, al tratar de las
comedias de esta clase de los poetas á que aludimos, pero sin el ingenio
que á veces se observa en las mismas, juntamente con los mayores
absurdos. El primero de estos dramas nos ofrece la historia de _Los
siete durmientes_. La heroína, al aparecérsele el Hijo de Dios mientras
sacrifica á los dioses, abjura de sus creencias y recibe el anillo
nupcial del Divino mensajero. Después, cuando debía casarse con el
general Dionisio, obedeciendo las órdenes del emperador Decio, declara
públicamente que, habiendo celebrado ya más santos desposorios, le es
imposible casarse de nuevo; siendo tanta su elocuencia, que convierte al
mismo Dionisio al cristianismo, como éste, por su parte, lo hace con sus
seis hermanos. El Emperador, fuera de sí de ira, manda que los siete
hermanos sean encerrados en una caverna para que mueran allí de hambre.
En el último acto, muchos siglos después, se abre esa caverna,
despiertan los hermanos del milagroso sueño en que han vivido tan largo
tiempo, se encaminan á Éfeso y encuentran allí otra raza humana, y la
cruz del Salvador implantada en los templos de los dioses. Este
argumento, aunque de índole poco dramática, podía haber recibido una
forma agradable si lo exornaran las galas de una imaginación fecunda;
pero Moreto lo desenvuelve sin fantasía y sin ingenio. En _San Franco de
Sena_ (debiera titularse _San Franco de Grotti_, porque su argumento
está fundado en la vida de este santo, como consta en el _Speculum
Carmelitan. p. Danielem a Virgine Mariae_, Antuerpiæ, 1680: tomo II, p.
2.ª, págs. 798 y siguientes), encontramos una comedia de santos tan rara
y desatinada, como las que más lo fueron algunas de las llevadas á la
escena. Si no estuviésemos enterados de la singular cultura de aquella
época, no podríamos comprender que el mismo público, capaz de saborear
la gracia y las bellezas de _El desdén con el desdén_, tolerase
situaciones dramáticas tan repugnantes como las que en aquel drama se
presentan, ni tampoco que el autor de aquella comedia, de mérito tan
sobresaliente, propinase á sus espectadores tan grosero espectáculo. Más
sorprendente es todavía que, en un período en que el teatro español
había alcanzado tanta perfección, se ofreciesen sin temor alguno, y en
los dramas religiosos, las más groseras indecencias, descritas con los
colores más repugnantes, aunque en su desenlace se celebrara el triunfo
de la fe sobre el pecado. El héroe de nuestra comedia es un libertino,
siempre prorrumpiendo en blasfemias y en maldiciones contra todos los
santos; entregado noche y día al juego, al vino y á las mujeres, ó á
recorrer con otros perdidos las calles de Sena, cometiendo todo linaje
de excesos. Mata al novio de una doncella, en quien ha puesto sus ojos,
y se lleva consigo á esa mujer, no menos corrompida, alistándose en una
expedición guerrera que emprenden los seneses contra Orvieto. La vida
del campamento ofrece ancho campo á sus delitos, y los adulterios, las
venganzas y los crímenes de todas clases se suceden unos á otros. Una
noche, en el campamento, no sólo pierde al juego su dinero, sino también
los vestidos que lo cubren; no quedándole ya nada, se lleva la mano á
los ojos colérico, y dice:
Tengo los ojos,
Y los juego en lo mismo; que descreo
De quien los hizo para tal empleo.
En el mismo instante siente un dolor agudo; arden sus pupilas, y se
encuentra en tinieblas sin conocer á ninguno de los circunstantes. Su
conversión comienza desde entonces: oye una voz celestial que lo exhorta
al arrepentimiento, y cae en tierra contrito y anonadado. En el último
acto se transforma en ermitaño en un desierto, entregado por completo á
la expiación y á los ejercicios piadosos. Su antigua amada, descontenta
de la mudanza de su amante, ha entrado en una banda de ladrones, y cerca
de aquél prosigue su vida licenciosa. Pero la conversión de ésta se
verifica á su vez, puesto que su ángel de la guarda, por una ocurrencia
singular del poeta, se junta también con la banda de ladrones, vestido
como ellos, y la exhorta y persuade de tal suerte, que, arrepentida y
llorosa, se consagra á hacer penitencia en una celda inmediata á la de
San Franco. Hasta en su última obra, _Santa Rosa del Perú_ (historia
maravillosa de Santa Rosa de Lima, en forma dramática, _vit. s. Rosæ
virginis auct. Leon. Hansen, act. sanct. 26 Aug._, págs. 902 y
siguientes), se contentó Moreto con formar un centón, sin arte ni
ingenio, de muchos hechos sagrados y profanos, y sin otro enlace entre
sí que su relación con la vida de la santa, en cuyo loor se escribió la
comedia.
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CAPÍTULO XVII.
Comedias de Moreto.

CUANDO se examinan las comedias de Moreto, aparece á nuestros ojos como
otro poeta completamente distinto. Para este género dramático tenía
verdadera vocación, y de las obras suyas de esta clase proviene, en gran
parte, su fama. Si en el mayor número de sus demás composiciones se nos
ofrece de manera, por los motivos ya indicados, que es muy difícil
determinar su personalidad dramática, en la comedia propiamente dicha,
al contrario, su fisonomía es muy notable y característica. Innegable es
que también en este terreno utilizó mucho los trabajos de otros, pero
casi siempre los mejoró tan radicalmente, que entre sus manos se
transforman en algo de todo punto nuevo. La cualidad, que lo caracteriza
con ventaja suya entre todos los demás poetas dramáticos españoles, es
el cuidado con que traza los caracteres, la verdad de su pintura de
costumbres, la gracia con que sabe censurar las ridiculeces humanas, y
su _vis cómica_ en la exposición de hechos y situaciones divertidas. El
argumento de sus comedias es, por lo general, menos complicado que las
de Calderón, y su enredo no movido por tanto resorte; pero con medios
más sencillos sabe inspirar no menos interés desde el principio hasta el
fin. Su diálogo es ingenioso y sazonado con verdadera sal ática; sus
personajes, á la verdad, son con frecuencia caricaturas, pero sacados
con extraordinaria exactitud é inmediatamente de la vida real, y, á
pesar de los rasgos algo toscos de su pincel, tan atractivos y
graciosos, que ni aun el gusto más delicado encuentra en ellos nada que
le repugne.
_El lindo Don Diego_ es una de las mejores _comedias de figurón_,
especie dramática, que en la segunda mitad del siglo XVII comenzó á ser
muy popular. Don Diego, personaje al cual se debe que esta comedia
pertenezca á la clase indicada, es un señor joven y elegante, que viene
de provincias á Madrid para casarse con una rica heredera. Hombre
naturalmente distinguido é infatuado por su hermosura y amabilidad, no
sólo se hace insoportable á la dama cuya mano pretende, y enamorada
además de otro galán, sino que ofende también á su suegro que, por
razones de familia, desea vivamente la celebración del casamiento, y que
tiene grande empeño en que esto se haga cuanto antes, á pesar de conocer
las ridiculeces de Don Diego y la resistencia de su hija. Los proyectos
del pretendiente se ven frustrados al cabo, porque su vanidad le induce
á caer en un lazo, que le ha preparado un servidor de su rival. Este
criado, el gracioso de la comedia, le dice que ha inspirado una viva
pasión á una señora principal, y le lleva á una casa en donde le recibe
una señora muy engalanada y de ridículos atavíos, que, en realidad, no
es otra cosa que una señora del primero que llega. Esta escena contiene
una sátira muy divertida de las modas usadas entonces. La nueva
conquista trastorna por completo la cabeza del majadero Don Diego, el
cual ni siquiera aduce ya un pretexto plausible para romper su antiguo
compromiso; su futuro suegro, ofendido de su conducta, accede, por
último, á consentir el casamiento de su hija con el rival de Don Diego,
y este fatuo y presumido amante, al conocer la burla de que ha sido
objeto, regresa á provincias avergonzado y sin conseguir su propósito.
El enredo de la comedia _Trampa adelante_ es también muy ingenioso y
divertido. Don Juan de Lara, caballero principal, pero poco favorecido
de bienes de fortuna, inspira un amor entusiasta á una viuda joven y
rica, sin corresponderla, por su parte, por estar enamorado de otra
dama. Ocúrrese entonces al criado de Don Juan explotar esta
circunstancia, para sacar á su amo de la situación apurada en que le
pone su pobreza. Ejecuta su plan con el mayor misterio, temiendo la
oposición de su señor; pero se ingenia, sin embargo, con astucia para
hacer creer á la viuda que es correspondida su pasión amorosa. La
enamorada dama proporciona el dinero necesario para que la habitación de
Don Juan, no sólo se amueble con decencia, sino hasta con lujo, y á éste
se le engaña pretextando que ese dinero lo han dado á crédito usureros y
mercaderes. El sagaz criado se ve en la precisión de emplear toda su
maña para que no se descubran sus tramas; y para llevarlas hasta el fin,
se esfuerza á todo trance en preparar una entrevista entre su señor y su
bienhechora, y pretextando, ya un motivo, y otro, cuando la viuda
extraña la reserva de su amante en visitarla, trabaja cuanto puede en
desvanecer los recelos de la novia verdadera de Don Juan y en ocultar á
éste el enredo, en que juega, sin saberlo, un papel tan importante. Este
gracioso protagonista de la comedia, es uno de los más notables y
divertidos de los infinitos de su clase que existen en el teatro
español, y todas las escenas en que se presenta son de un cómico
incomparable. El desenlace de esta pieza, que se presiente ya desde el
principio, es que la engañada viuda se consuela casándose con un amante
desdeñado por ella, y todos se quedan satisfechos y contentos.
En la titulada _De fuera vendrá quien de casa nos echará_, se observa al
principio una imitación de _El acero de Madrid_, de Lope de Vega, y en
su argumento otra de la comedia del mismo, _De cuándo acá nos vino_. Dos
jóvenes caballeros, que regresan de las campañas de Flandes, han perdido
al juego toda su fortuna. Acuérdanse en este apuro de una carta de
recomendación, que les ha proporcionado uno de sus compañeros del
ejército para una hermana de éste, viuda rica y domiciliada en Madrid.
En vez de esta carta, que contenía sólo los lugares comunes usados en
tales casos, escriben ellos otra muy eficaz y la llevan á su destino. La
viuda, vieja y coqueta, los acoge con el mayor agrado, ofreciéndoles su
propia casa mientras residan en Madrid, oferta que, como se puede
suponer, aceptan ellos con los brazos abiertos. Apenas toman posesión de
su nuevo domicilio los dos amigos, uno de ellos contrae relaciones
amorosas con una sobrina de la viuda, á quien ésta cela con el mayor
cuidado. Un suceso imprevisto amenaza entonces su dicha. La vieja se
enamora del joven galán, y le declara sin vacilar su pensamiento, no
atreviéndose él á quitarla toda esperanza, temeroso de que en su
despecho lo eche de su casa. Por último, le propone en toda regla
casarse con ella. Para evitar este conflicto, sin indisponerse con la
dama, le descubre con el mayor misterio que él es sobrino suyo, hijo de
un hermano de la dama, casado en secreto con una señora flamenca; pero
la coqueta, en vez de renunciar á su plan, se prepara á conseguir la
dispensa necesaria para su matrimonio, y abruma entre tanto con caricias
á su fingido sobrino. Este desdichado se encuentra entonces entre dos
fuegos: el de las persecuciones de la tía y el de los celos de la
sobrina. En vano intenta alejar de sí las bodas que le amenazan,
empleando diversas estratagemas; en vano se hace insoportable á la vieja
loca, porque el momento terrible se acerca á paso rápido. La llegada
imprevista del hermano de la viuda termina al cabo este enredo; el viejo
soldado, cuando descubre el juego, se llena al principio de extremada
ira, pero acaba por ablandarse, y concede la mano de su sobrina al
aventurero que se ha introducido en su casa de un modo tan extraño.
La superioridad de esta comedia no consiste tanto en la intriga, cuanto
en la ingeniosa pintura de los caracteres, aunque á veces éstos
degeneran más de lo necesario en caricaturas burlescas. Hay, en
particular, dos personajes subalternos, un pedante, doctor en Derecho,
que cita á cada ocasión textos legales latinos, y un loco enamorado que
se declara á todas las señoras que encuentra, y que recibe siempre
calabazas, descritos con una _vis cómica_ incomparable y una gracia
extraordinaria. Notable es también, por su índole característica, la
escena en que un mercader de artículos de novedad, ó más bien un
charlatán, reune á su rededor muchos curiosos en las gradas de la
iglesia de San Felipe contando las fábulas más absurdas, á las cuales da
fe su auditorio como si fuesen verdades del Evangelio.
En _La ocasión hace al ladrón_ ha conservado Moreto, como dijimos ya, y
literalmente, una gran parte de _La villana de Vallecas_, de Tirso,
procurando mejorar la obra de su predecesor, descartando de ella muchas
inverosimilitudes, y abreviando algunas escenas; pero cometió una gran
falta, en lo esencial, suprimiendo el personaje de la aldeana. Creyó que
la comedia ganaría en verosimilitud, disfrazándose Violante de
estudiante para no ser conocida de su galán y de su hermano; también
pensó, sin duda, que no era acertado que la valenciana oyese las
declaraciones de amor de Don Juan y las del mozo de labor; pero no
observó que de estas faltas surgen bellezas, á las cuales no sustituyen
otras equivalentes. En efecto, _La villana de Vallecas_, con todos sus
defectos de plan y de economía dramática, es siempre una comedia
encantadora en alto grado, llena de todas las gracias del idilio, y
notabilísima por la causticidad de sus sátiras; y, por el contrario, _La
ocasión hace al ladrón_, á pesar de sus correcciones, no pasa de ser una
comedia mediana y vulgar.
El enredo de _No puede ser guardar á una mujer_, es en todo una
imitación de _El mayor imposible_, de Lope; sólo que la acción, en vez
de ser entre cortesanos, es ejecutada por individuos de la clase media.
Habiendo indicado en su lugar el argumento de la obra de Lope, no nos
detendremos ahora en hacer el análisis de la de Moreto, pareciéndonos
ésta muy inferior á su modelo en gracia y en colorido poético.
En _El parecido en la corte_ ha tenido presente Moreto, indudablemente,
_La entretenida_, de Cervantes; pero habiendo alcanzado el mérito de
aventajar á su modelo en el plan y en su ejecución, y debiendo añadir
que en la traza de este _Parecido_ ha aprovechado no poco la primera
parte de _El castigo del pensé que..._ de Tirso. Don Fernando de Rivera,
á causa de un desafío, se ha visto obligado á ausentarse de repente de
Sevilla, su ciudad natal, y refugiádose en Madrid, en donde se encuentra
al principio en grande apuro. Casualmente es un vivo retrato de un
cierto Don Lope de Luján, hasta el punto de engañar á la familia de
éste, de la cual se había separado largo tiempo hacía. El padre del Don
Lope encuentra á Don Fernando, lo confunde con su hijo, lo abraza con
las más vivas demostraciones de alegría, y le comunica la noticia de
haber heredado una cuantiosa fortuna que le ha tocado en suerte durante
su ausencia. Don Fernando se sorprende sobremanera al oirle, y se
propone desvanecer su error; pero su sagaz criado, Tacón, forma el plan
de aprovecharse de esta circunstancia en ventaja de ambos; se esfuerza
en hacer callar á su señor, y asegura al padre que quien tiene ante sí
es verdaderamente su hijo, que ha perdido la memoria á consecuencia de
una enfermedad penosa, y que, por esta razón, niega su identidad. El
padre crédulo, con la alegría de haber encontrado de nuevo á su hijo, no
duda en lo más mínimo de la verdad de aquella declaración. Todo lo que
podría servir para disipar este yerro, contribuye entonces á confirmar
la trama urdida por el gracioso. En vano protesta Don Fernando contra
las mentiras de su criado; el anciano lo interpreta como una nueva
prueba del triste estado de su espíritu, efecto de su dolencia, y lo
abruma con demostraciones de ternura paternal y de cuidados por el
restablecimiento de su salud. Pronto también Don Fernando se muestra
satisfecho de su estado, porque su presunta hermana es una joven cuya
belleza le había enamorado antes, y desde este momento el fingido
parentesco le sirve á maravilla, pudiendo hablar con ella á toda hora, y
siendo mirado por la misma como su hermano, colmándolo de caricias.
Este, á su vez, so pretexto de su falta de juicio, se olvida de su
parentesco con ella, dejándose dominar del más vivo amor. Esta misma
situación es de _La entretenida_, pero muy superior por su arte, y
presentada con una delicadeza verdaderamente maravillosa. Al fin viene
el hermano legítimo, á quien consideran al principio como un farsante,
costándole no poco trabajo desvanecer esta prevención; pero cuando lo
consigue al cabo, condesciende el padre voluntariamente en ser suegro de
Don Fernando.
_El marqués del Cigarral_ es una verdadera _comedia de figurón_, cuyo
protagonista es un fatuo instruído y ostentoso, descrito en estilo
burlesco y de caricatura. Este personaje es una especie de Don Quijote,
ó más bien dicho, de Don Ranudo de Collibrados, que ha perdido el
juicio á fuerza de leer sus títulos de nobleza y de contar sus
progenitores.
_La confusión de un jardín_ y _Los engaños de un engaño_ pertenecen á
una clase distinta de las de enredo ó intriga propiamente dichas. Moreto
tuvo que luchar con Calderón en su desenvolvimiento dramático, habiendo
logrado, en particular en la primera de estas comedias, y no obstante la
superioridad en este terreno de su gran modelo, presentarse como
original, y, de un enredo lleno de lugares comunes desordenados y
confusos, deducir un desenlace de los más sorprendentes.
Pero lo mejor que ha hecho Moreto, la obra que basta para darle inmortal
renombre, es la comedia de _El desdén con el desdén_. Es una composición
dramática de la mayor delicadeza y perfección, en la cual se encuentran
reunidas profundidad psicológica y verdad de la pintura del alma con un
enredo complicado é interesante, y el esmero más nimio y agradable en
los detalles, con una combinación de extraordinario efecto dramático en
todo su conjunto. El tema que sirve de base al drama (la desaparición
del desdén de una mujer por fingirlo mayor su amante) era ya muy
conocido en el teatro, particularmente en _Los milagros del desprecio_ y
en _La hermosa fea_, de Lope, no habiendo ya dudas de ningún género de
que estas obras inspiraron á Moreto el primer pensamiento de su comedia
(debiendo suponerse también que tuvo presente la de Tirso de _Celos con
celos se curan_); pero este cargo contra él no tiene valor alguno, si se
tiene en cuenta que su superioridad en dicha obra es tan grande, que
aventaja extraordinariamente á las citadas. Partiendo del supuesto de
que el argumento de esta comedia es conocido en todos los teatros de
Europa, así como su estructura y combinación dramática, nos limitaremos
á hacer algunas indicaciones que prueben la delicadeza de su gusto al
imprimir nueva forma en esos materiales preexistentes. Su objeto es
demostrarnos que una mujer de carácter frío y opuesta con toda su alma
al matrimonio, puede variar de sentimientos y dar entrada al amor en su
corazón, poniendo su orgullo en movimiento. Con este fin nos ofrece á la
princesa Diana rodeada de tres adoradores: dos de éstos se empeñan
vanamente en captarse su favor, tributándola todos los homenajes
posibles de la galantería; no así el tercero, el príncipe Carlos, que
emprende para lograrlo, por consejo de Polilla, su astuto criado, el
buen camino de disimular su amor bajo la máscara de la indiferencia, y
de combatir al orgullo con el orgullo. La vanidad de Diana se ofende de
la frialdad del Príncipe, provocándola á inflamar su amor para vengarse
después del vencido y ponerle en ridículo. Carlos no se muestra muy
decidido á desempeñar bien su papel; cree vislumbrar en los artificios
de la Princesa verdadera inclinación á él, y le declara su pasión. Diana
agobia á burlas al presumido; pero éste, conociendo su yerro, pone de
nuevo en ejecución su antiguo plan, y le dice que tan discreta Princesa
habrá comprendido que él, lo mismo que ella, sólo ha jugado
caprichosamente con un sentimiento, ajeno á su corazón por completo.
Esta explicación hiere en lo más vivo el orgullo de Diana, y su empeño
en humillar al Príncipe se convierte poco á poco en verdadera pasión;
emplea sucesivamente todos los medios, eficaces á su juicio, para
inspirar á Carlos amor; pero éste, costándole mucho trabajo dominarse,
no se despoja de su máscara de indiferencia. Después que Diana ha
apurado todos sus recursos para conquistar su corazón, apela con el
mismo objeto á los celos, y le declara que está decidida á complacer á
sus padres casándose con el príncipe de Bearne. Carlos, sabedor por su
criado del fin verdadero que se propone la Princesa, se muestra tan
impasible como antes, y le replica que él ha tomado una resolución
análoga, puesto que se propone dar su mano á la bella Cynthia, dama de
la Princesa. Esta respuesta pone fuera de sí á Diana: sus celos y su
malevolencia revelan la llama que la abrasa. Carlos cree entonces que la
victoria es ya suya. Para obligar á Diana á revelar con franqueza sus
sentimientos, hace saber al príncipe de Bearne que ha sido el elegido
para esposo por la Princesa. En el momento en que el afortunado galán
comunica al padre de Diana la resolución de su hija, se presenta ésta en
el fondo de la escena. Sólo Carlos la ve atisbando, y declara que, si
bien se estimaría feliz de poseer la mano de Cynthia, deja la decisión
de este asunto á la voluntad de Diana. Ésta, presentándose, pregunta á
su padre si le deja la elección entre los tres Príncipes, y cuando se le
concede este derecho con el beneplácito de los tres, escoge para esposo
á aquél que ha triunfado de su desdén con otro desdén mayor. Esta es la
idea fundamental del drama, y como un compendio del cuadro en el cual se
observan las pinceladas más delicadas y vigorosas y el colorido más
brillante, no sirviendo nuestras indicaciones sino para formar un juicio
aproximado de la belleza del original. En pensamientos valiosos, en
pasión, en ingenio y en verdad; en pinturas entusiastas del amor, y en
gracia burlesca, en análisis perspicaz del corazón humano y en grandeza
poética, constituyen todo un conjunto sublime y hacen de esta comedia
una joya de tal estima, que pocas pueden comparársele en la literatura
de todos los demás pueblos.
Por desgracia Moreto no ha escrito ninguna otra comedia de la especie á
que pertenece _El desdén con el desdén_, para nosotros la de más mérito.
Sólo la titulada _La aprehensión de la voz_ podría clasificarse entre
las que componen ese género dramático, á que aludimos. Esta comedia,
que, como _La desdicha de la voz_, de Calderón, describe el poder del
canto en el alma humana, aunque en belleza no pueda rivalizar con _Doña
Diana_, nos ofrece, sin embargo, como un reflejo de su primitivo encanto
romántico.
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CAPÍTULO XIX.
Matos Fragoso.--Cristóbal de Monroy.--Juan Bautista Diamante.

JUAN de Matos Fragoso, según nos dice D. Nicolás Antonio, era
portugués[18]. El primer tomo de sus comedias, y el único, porque no se
sabe que se haya publicado después ningún otro, se imprimió en Madrid en
el año de 1658[19]. Comedias sueltas suyas se conservan impresas
cincuenta.
Este poeta no era ningún genio, en el verdadero sentido de la palabra,
como Lope y Calderón, ni tampoco de aquéllos que obligan al arte con su
talento á emprender sendas no trilladas; pero poseía gran elasticidad de
facultades poéticas para escribir con facilidad, con arreglo al sistema
usado en el teatro español. Rasgos originales notables no han de
buscarse, pues, en sus obras, encontrándose en ellas pocas veces los que
nos revela el arte en toda su grandeza y profundidad. No obstante, sus
comedias contienen todas las bellezas más aparentes ó externas, propias
del teatro español; su estructura está bien calculada; su enredo es
complicado, y, á pesar de esto, claro; hay en ellas mucha vida y
movimiento, vigor y dignidad, y se distingue por su lenguaje tan
escogido como rico y elegante, libre, en general, de hinchazón y de
hojarasca. Con estas condiciones fueron siempre muy aplaudidas, y á
ellas deben haberse conservado hasta hoy en el teatro.
Respecto á la explotación de los trabajos de otros poetas, mostró Matos
Fragoso tan poco escrúpulo como Moreto. Algunas de sus comedias son
sólo imitaciones ó reformas de otras antiguas, ya olvidadas en su
tiempo, haciendo alarde en tales casos de mucho tacto y buena crítica al
apropiarse las obras ajenas. Así, el fundamento de una de sus comedias
más célebres, _El villano en su rincón_, es otra de igual título de Lope
de Vega, de la cual se conservan escenas enteras. Matos ha incluído en
la suya lo mejor de la de Lope; y como este drama más antiguo es, con
toda propiedad, la imagen de una vida tranquila, para oponer la grata
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