Historia de la literatura y del arte dramático en España, tomo IV - 21

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ricos favorecieran y cultivaran la poesía, añade:

* * * * *
¿No fué el de Villamediana
Rico y señor?
* * * * *
¿No ha habido muchos señores
Que ilustraron la poesía?
* * * * *
¿No hay uno de los mayores
* * * * *
Que hoy, sin ser lisonja, son
Sus dulces versos discretos? etc.

[40] Oportuno parece referir aquí esta anécdota: reunidos un día muchos
poetas en palacio, propuso el Rey que se improvisase una comedia sobre
la creación del mundo, y encargó á Calderón que escribiera el papel de
Adán, reservándose él el del Creador. Adán, en un largo discurso,
trazaba las bellezas del Paraíso; y al notar que Dios daba señales de
impaciencia, preguntó la causa.--¿Cuál ha de ser?--replicó el Rey:--que
me arrepiento de haber creado un Adán tan elocuente.
[41] _Journal du voyage d'Espagne_: París, 1669.
[42] Esta Infantita era María Teresa, la prometida de Luis XIV.
[43] Esta comedia era probablemente _La conquista de Orán por el
cardenal Cisneros, arzobispo de Toledo_.
[44] Además de las antiguas relaciones de viajeros, ya citadas, las
cartas de Mme. de Villars, esposa del embajador francés, que vivió en
Madrid de 1679 á 1681, contienen algunas noticias acerca del teatro.
(_Lettres de madames de Villars, de la Fayette et de Tencin_: París,
1823.) Escribe con fecha 6 de marzo de 1680:
«J'ai été assez souvent à la comédie espagnole avec elle (la Reine):
rien n'est si detéstable. Je m'y amusais à voir les amans regarder leurs
maitresses et leur parler de loin avec des signes qu'ils font de leurs
doigts; pour moi je suis persuadée que c'est plutôt une marque de leur
souvenir qu'un langage; car leurs doigts vont si vite, que, si ces
amants s'entendent, il faut que l'amour d'Espagne soit un excellent
maître dans cet art. Je pense que c'est qu'il y voit plus clair
qu'ailleurs, et qu'il ne se soucie guère de faire plus de Chemin.
»Il y eut dimanche au Retiro une comédie de machines où les deux reines
et le roi étoient. Il y falloit être à midi. L'on y mouroit de froid.»
[45] Ortiz, _Compendio cronológico de la historia de España_, tomo IV,
pág. 401.
[46] _Obras líricas y dramáticas_ de D. Antonio de Mendoza. Segunda
impresión: Madrid, 1728, pág. 145.
[47] En _La cosaria catalana_, de Matos Fragoso, aparece una tropa de
comediantes, cautiva en poder de moros. Preguntado el director qué
comedias trae consigo, contesta así:
«................ famosas
De las plumas milagrosas
De España; si escuchar quieres
Los títulos, estos son:
_La bizarra Arsinda_, que es
Del ingenioso Cervantes;
_Los dos confusos amantes_,
_El conde Partinuples_,
_La española_, de Cepeda,
Un ingenio sevillano;
_El secreto_, _El cortesano_,
_La melancólica Alfreda_,
_Leandro_, _La renegada
De Valladolid_.»
De éstas, sólo _La bizarra Arsinda_, _El conde Partinuples_ y _La
renegada de Valladolid_ se encuentran en el catálogo de la Huerta.
[48] Una descripción muy animada del bullicio y del tumulto, inseparable
de las representaciones públicas teatrales, se encuentra en _El día de
fiesta_, su autor D. Juan de Zabaleta. Dos partes: Coimbra, 1666. Véase
lo siguiente, que extracto de este libro:
Tomo II, pág. 3. «_La Comedia._--Cualquiera, que desea ir al teatro un
día de fiesta por la tarde, come apresuradamente al mediodía y no se
detiene mucho tiempo en la mesa, temeroso de no encontrar asiento. Llega
á la puerta del teatro, y lo primero que procura hacer es no pagar.
Muchos son los que trabajan, y sólo de pocos reciben su paga: la primera
desdicha del actor. No sería lo peor que hubiese veinte personas que
pagasen con cuatro ochavos, si no diesen motivo para que otros muchos
los imiten. Porque uno solo no pague, hay otros que tampoco quieren
pagar: todos pretenden gozar de este privilegio para que no se crea que
son indignos de él. Por consiguiente, se empeñan de tal manera en
gozarlo, que surgen de aquí altercados y disputas, y con tanta mayor
razón, cuanto que así consiguen su objeto. Quien quiera, pues, que, sin
pagar, conquista de esta suerte su entrada, prosigue después, por regla
general, asistiendo al teatro sin gastar nada. ¡Donoso motivo de
suscitar quimeras y privar del premio que merece su trabajo á quienes se
afanan en distraerlo! ¿Se creerá, acaso, que el que no paga es por esto
más tolerante? Al contrario: cuando el actor no se viste como debe, lo
insulta ó lo silba. Desearía yo saber con qué derecho, así éste como
todos los demás que lo imitan, piden que el actor, á quien privan de su
dinero, haya de presentarse con el traje conveniente.
»Pero, en fin, nuestro hombre invade de este modo el teatro y pide su
asiento á los que ya están sentados en sus bancos; dícenle éstos que no
lo hay para él, pero que probablemente faltará alguno de los
espectadores que han pagado ya el suyo, y que espere, por tanto, hasta
que salgan los tocadores de guitarra, y que entonces ocupe el asiento
que quede libre. Hecho este pacto, nuestro amigo se traslada al
vestuario para entretener de este modo el tiempo. Encuentra ya á las
actrices, que se despojan de sus vestidos ordinarios y se ponen los que
exige la representación de la pieza; estando tan desnudas en ocasiones
como antes de meterse en la cama. Preséntase delante de una, que, por
haber venido á pie, muda entonces de calzado con ayuda de su criada.
Esto no puede hacerse sin ofensa del decoro, y la pobre actriz se ve muy
contrariada; pero no se atreve á impedirlo porque, como su objeto
principal es conseguir aplausos, tiene interés en no disgustar á nadie.
Cualquier silbido, por injustificado que sea, desacredita á los
representantes, porque todos se inclinan más bien al parecer del que
censura que á su propio juicio. La actriz, por este motivo, no
interrumpe la mudanza de calzado, y sufre paciente al importuno.
Mientras tanto, nuestro majadero no separa de ella los ojos. Después
mira desde el escenario lo que sucede con el asiento dudoso que ansía.
Lo ve libre, y pareciéndole que no vendrá su legítimo poseedor, lo ocupa
corriendo. Pero apenas lo hace, llega el propietario y quiere defender
su derecho. El otro hace lo mismo; ambos se acaloran, y vienen á las
manos. Pero el último, ¿no ha venido al teatro para divertirse? ¿Es
diversión vocear y disputar? Si el primero no hubiese encontrado
asiento, debiera mejor haber estado de pie, porque es preferible
llevarse así tres horas á andar á la greña un solo momento...
Finalmente, se aplaca la disputa: el que ha pagado su asiento se retira,
y ocupa otro que le proporcionan los que han intervenido en la contienda
y la han apaciguado. Poco después de cesar este desorden se tranquiliza
nuestro intruso, echa una ojeada á la cazuela, pasa revista á cuantos la
llenan, siente repentina inclinación por alguna que le agrada, y
comienza á manifestárselo por señas. Pero ¡buen amigo! si al teatro no
habéis ido á ver la cazuela, sino la comedia. Las cuatro han dado ya, y
todavía no ha comenzado la función. Mirando vagamente, ya aquí, ya allí,
siente de pronto que alguno le tira de la capa: se vuelve, y observa un
vendedor de naranjas que, inclinándose hacia él entre dos espectadores,
le dice al oído que aquella dama que golpea con el abanico las rodillas,
ha tenido un verdadero placer en ser testigo de su valor en la disputa
sostenida antes, y que hará bien en comprarle por su amor una docena de
naranjas. Nuestro amigo mira otra vez á la cazuela, y averigua que la
dama es la misma que le gustó antes; paga las naranjas, y dice además al
naranjero que ponga en noticia de la señora, que de la misma manera
pagará cualquiera otra cosa que se le antoje. En cuanto desaparece el
naranjero con esta embajada, ya no piensa en otra cosa que en acercarse
á la dama á la salida del teatro, y maldice á la comedia, y le parece
eterna porque le obliga á esperar tanto tiempo. Expresa en voz alta su
desagrado, y gruñe sin reparo por esta causa, excitando así á los
mosqueteros que están debajo á imitarlo en seguida, y á prorrumpir en
voces ofensivas. Además de la indecencia y la grosería que revela esta
conducta, adolece también de la ingratitud más monstruosa, porque los
actores son, entre todos los hombres, los que más empeño tienen en
conquistar el ajeno aplauso. ¡Cuántos malos ratos no pasan, trabajando
sin cesar, mientras ensayan una comedia! Cuando llega el día de la
representación, cualquiera de ellos daría de buen grado sus ganancias de
todo el año, sólo por ser aplaudido cuando desempeña su papel. Cuando se
presentan en la escena, ¡qué ansia, qué indecible afán de agradar al
público! Cuando han de precipitarse desde algún peñasco, se lanzan en lo
hondo como desesperados desde las decoraciones que figuran las montañas;
cuando desempeñan papeles de algún moribundo, que ha de retorcerse en la
agonía, se ensucian y se hieren con los clavos que sobresalen en las
tablas y con las astillas de las mismas, sin hacer caso de sus vestidos,
que á veces les han costado mucho dinero, etc., etc.»
[49] Caramuel, _Primus Calamus_, tomo II, pág. 690.
[50] Pellicer, tomo I, pág. 216.
[51] No se vaya á creer que las palabras _de esta corte_ indican que el
autor tiene con ella relaciones íntimas, porque la corte, en general,
significa sólo la residencia del Monarca.
[52] V., como ejemplo, la que lleva el título de _Vida y muerte de San
Cayetano_, _de seis ingenios de esta corte_, en el tomo XXXVIII de la
gran colección de las _Comedias nuevas escogidas_.
[53] De un manuscrito de la Real Academia de la Historia, copio la Real
orden siguiente, no publicada:
«Quando permití que volviesen las comedias (que se avían suspendido por
los desórdenes y relaxación de trajes y representaciones que se avían
experimentado), fué con orden precisa que eso se executase con atención
muy particular á la reformación de los trajes y á la decencia de las
representaciones que se havrá de obserbar, de suerte que no hubiese, ni
en lo uno ni en lo otro, cosa alguna que ofendiese la pública
honestidad. Y porque he entendido que en esto se falta gravemente en las
partes donde se representa, y que los trajes no son con la moderación y
ajustamiento que se deve, os ordeno que embiéis órdenes á la Corona en
todo aprieto (de suerte que se observen precisa y indispensablemente),
que ninguna mujer pueda salir al teatro en hávito de hombre, y que si
huviese de ser preciso para la representación que hagan estos papeles,
sea con traje tan ajustado y modesto, que de ninguna manera se les
descubran las piernas ni los pies, sino que esto esté siempre cubierto
con los vestidos ó trajes, que ordinariamente usan, ó con alguna sotana,
de manera que sólo se diferenzie el traje de la cintura arriba;
imponiéndoles las penas que os pareciere y disponiendo que
inviolablemente se executen en las que contravinieren al cumplimiento de
la orden referida.--Rubricado de la Real mano de S. M.--Madrid á 1.º de
enero de 1653.--_Al Vicecanciller de Aragón._»
[54] «Mille comoedias fertur composuise unus, quibus plura peccata
invexit in orbem quam mille daemones.» (Un solo, según dicen, compuso
mil comedias, desatando con ellas más pecados que mil demonios.)--_El
gobierno eclesiastico pacífico, y unión de los dos cuchillos pontificio
y regio_, por D. Gaspar de Villarroel, parte 1.ª, pág. 368.
[55] La condesa d'Aulnoy, con ocasión de una visita, que hizo en Toledo
al cardenal Portocarrero, se expresa de este modo: «Cuando volvimos á la
habitación del Cardenal, nos llevaron á un salón espacioso, parte del
cual estaba ocupado por muchos caballeros, y la otra parte por muchas
damas. Levantábase allí un escenario. Extrañé que los caballeros y las
damas estuviesen separados por una cortina, que les impedía verse unos á
otros, y que, desde la mitad del salón, llegaba hasta la escena. Se nos
esperaba para comenzar la comedia, cuyo título era _Piramo y Thisbe_. La
pieza era nueva, y peor que todas las demás que había visto hasta
entonces en España. Por último, los actores bailaron muy lindamente, y á
las dos no había terminado la función.»--_Relación_, ya citada, tomo
III, pág. 171.
[56] Respecto á las comedias representadas en los conventos, cuenta el
compañero del mariscal de Grammont (_Journal d'un voyage d'Espagne_:
París, 1669):
«J'allay à la Messe de Minuit aux Cordeliers, où je me consolay de la
perte que j'avois faite de n'estre pas à Madrid, pour voir les comèdies
que les Moines représentent chez eux dans le Choeur de leur Eglise cette
nuit-la pour se réjouir de la naissance de nostre Seigneur.
»J'avois peine de croire ce qu'un libraire chez qui j'achetai des Livres
me dit, qu'il avoi donné la comedie du Mareschal de Biron en vers
burlesques à un Moine qui le devoit reprèsenter dans son convent, et que
sa femme avoit presté de ses habits à un d'eux pour cela.»
[57] Así lo refiere la condesa d'Aulnoy en sus _Memoires de la cour de
Espagne_, traducido al alemán con el título de _Spanichen Staats
Geschichte_: Leipzig, 1703, página 289: «La Reina madre permanecía en el
Buen Retiro (1680), y como se proponía particularmente conciliarse el
favor del pueblo, dispuso que se representasen tres comedias con música
en los entreactos en la plaza pública, para que pudiera presenciarla
mucha gente. Los comediantes representaron tres días seguidos, y fué
tanta la concurrencia y tan grandes las apreturas, que algunos murieron
sofocados. Gran deleite, según parece, recibe este pueblo de tales
espectáculos, sin duda porque los españoles son los más aficionados á
ellos en todo el mundo.»
[58] Los versos que siguen prueban que esta comedia pertenece al período
posterior:
«.................. del imperio
Es ya nuestra infanta Aurora,
Cuyo divino portento
Las águilas la juraron
Por su Emperatriz; muy presto
Por Francia hará su jornada,
Dando á París rayos bellos,
Porque su hermana y su tía,
Cristianísimos luceros
Del orbe, esmalten sus luces
Con tan glorioso trofeo.»
Estas palabras aluden evidentemente á Doña Margarita, hija segunda de
Felipe IV, que en su viaje á unirse con su esposo, el emperador Leopoldo
I, hizo una visita á su hermana la reina de Francia: el drama es, por
tanto, del año 1665 ó 1666.
[59] Obras posteriores á ésta, y especialmente las de Ticknor y
Rivadeneyra, dan más detalles sobre la vida y escritos de Calderón, y
corrigen y amplían á nuestro historiador alemán.--(_El T._)
[60] Calderón, según indica un escrito de poco mérito, y que no
corresponde á su pomposo título (_Biografía de Calderón, redactada en
presencia de un crecido número de documentos inéditos_, por Antonio de
Iza Zamácola y Villar: Madrid, 1840), nació, como decimos, en 17 de
enero de 1600. Sus restos se trasladaron en el año de 1841, de la
iglesia de San Salvador, en donde estaban sepultados, á la de San
Nicolás.
La casa en que murió Calderón, el 25 de mayo de 1681, está situada cerca
de la antigua Puerta de Guadalajara, en la calle Mayor, manzana 175,
núm. 4 antiguo y 89 moderno. Esta casa, según dice Mesonero Romanos, en
el _Semanario pintoresco_ de 1853, existía y existe hoy probablemente,
con la misma distribución interior que tuvo cuando el gran poeta vivía
en su cuarto principal, y, al visitarla, sorprende á todos por su
modestia y casi por su pobreza, porque su superficie total es sólo de
849 pies, y la fachada de 17-1/2, con un solo balcón en cada piso á la
calle Mayor; y cuando reflexionamos que aquel gran genio de la corte de
Felipe IV, aquel capellán octogenario de los Reyes nuevos, el noble
caballero de Santiago, el ídolo de la corte y del pueblo, subía los
empinados peldaños de aquella estrecha escalera, y habitaba en el
reducido espacio de esta pobre vivienda, en donde exhaló el último
suspiro, sentimos respeto y admiración profunda hacia el inmortal
dramaturgo, que, desde una morada tan modesta, difundió los rayos de su
genio por todo el mundo civilizado.
[61] Tres poesías, escritas por él, con este motivo, están insertas en
las _Obras sueltas_ de Lope de Vega, tomo XI, págs. 432 y 491, y tomo
XII, pág. 181.
[62] Así lo refiere Vera Tassis; pero esta edición ha de ser muy rara,
porque yo no he podido encontrarla.
[63] Boisel, _Journal du voyage d'Espagne_: París, 1669, pág. 298.
[64] Esta es la fecha señalada por Vera Tassis; Dieze, y los escritores
posteriores, hacen vivir á Calderón siete años más.
[65] No faltaron en su vida (dice el Sr. Menéndez Pelayo en _Calderón y
su teatro_, págs. 50 y 51), como en la de ningún poeta del siglo XVII,
lances de amor y fortuna, cuchilladas, y aquello de _tomar iglesia_; que
era de índole brava y sacudida, lo demuestra la pendencia que tuvo cerca
de las Trinitarias, persiguiendo espada en mano al comediante Pedro de
Villegas, que había herido alevosamente á un hermano de nuestro
dramaturgo, y la noticia dada en los _Avisos_, de Pellicer, de que en el
ensayo de una de sus comedias, en el Buen Retiro, se _levantaron unas
cuchilladas_ y salió herido D. Pedro Calderón.--(_N. del T._)
[66] A. G. Schlegel.
[67] Conviene ampliar la indicación que hemos hecho de haber utilizado
Calderón, con frecuencia, los trabajos literarios de otros, pudiendo
asegurarse que muchas comedias suyas, y algunas de las mejores y más
famosas que compuso, son tan sólo arreglos de obras de poetas
anteriores. Robusta prueba de este aserto ofrece _La venganza de Tamar_,
de Tirso, la cual, para facilitar su cotejo, se ha impreso en la nueva
edición de Calderón, al lado de _Los cabellos de Absalón_, del mismo; la
segunda jornada de la comedia de Calderón, desde el principio hasta el
fin, no es más que una repetición literal de la tercera de Tirso. Más
aún me ha llamado la atención otro descubrimiento de la misma especie,
que yo he hecho en _El médico de su honra_. Aun cuando sabía que todos
los catálogos atribuyen también á Lope de Vega un _Médico de su honra_
(aunque también Hartzenbusch, en su edición de _Calderón_, tomo IV, pág.
669, señala á _El médico_, como de este poeta, en el año de 1633); pero
en la biblioteca del duque de Osuna encontré un _Médico de su honra_
bajo el nombre de Lope, del año 1633, con la adición de _representóle
Avendaño_, muy distinto del de Calderón. El Don Gutierre, que conocemos,
se llama en él Don Jacinto; Mencía, Doña Mayor; una criada lleva el
nombre de Mencía. La fábula y el orden de las escenas, casi en todo,
concuerdan, sin duda, con las de Calderón; pero el diálogo, los versos y
la dicción dramática son enteramente diversas, y del estilo, más
sencillo, de Lope. No hay más remedio que suponer que Calderón, en _El
médico de su honra_, ha hecho un arreglo de la comedia más antigua,
conservando su plan é invención, y limitándose á reformarla en su
versificación y sus palabras; porque no puede admitirse que fuera un
arreglo anterior de esta comedia, escrita en su juventud, por cuanto el
estilo, en lo general, no es el suyo, esto es, el que se observa en las
obras suyas de esta edad. Para que se compare con la célebre tragedia de
Calderón, copio de la comedia original del mismo título, que lleva el
nombre de Lope, y que probablemente es suya, la escena en que el celoso
Don Jacinto (Don Gutierre) sorprende á su esposa, al escribir la carta
al Infante:
DON JACINTO. ¿Cielos, qué estoy mirando?
¿No está Mayor escribiendo?
Los sentidos voy perdiendo
Y el alma se va turbando.
Confuso, por Dios, estoy;
Llego, ¿qué es esto, señora?
(_Corre una cortina, aparece Mayor sentada y escribiendo, y, en
viendo á su marido, se desmaya._)
MAYOR. ¡Oh, qué desdichada hora!
¡Válgame Dios, muerta estoy!
DON JACINTO. Desmayóse; ¿qué procuro
Saber ya más en mi ofensa?
Derribe esta bala inmensa
De mi honor el fuerte muro
Si culpada no estuviera,
Aquí no se desmayara;
Ella su disculpa hallara;
Y si es ya justo, que muera.
Bien el delito acrimina
Lo escrito deste papel;
La sentencia escribió en él,
Si bien mi mortal ruína. (_Toma el papel._)
Aquí dice: si el amor,
Señor, que me aveys tenido,
Y el que os tuve ha merecido
Que no os vays, cesse el rigor...
Pasar no puedo adelante.
¿Qué de desdichas, qué heredan
Mis desdichas, que sucedan
Dos muertes en un instante?
¡Ay, honor! ¡Y quién pudiera
Aquesta muerte excusar?
Yo el pecho te he de pasar,
Y á mí la congoja fiera:
Aquesto ha de ser assí;
Que me mate á mí el dolor,
Y el hacero del honor,
Mayor, que te mate á ti...
Este quarto he de cerrar,
Pues ya es noche, hasta bolver,
Que un modo nuevo ha de ver
El mundo para matar.
(_Cierra la puerta y vase, y despierta Mayor._)
Un monólogo angustioso de Doña Mayor, diverso en
las palabras del de la Doña Mencía de Calderón, pero
muy semejante en los pensamientos, y en seguida la escena
de la sangría suelta:
DON JACINTO. Ya estás en seguro; espera,
No te descubras.
BARBERO. No haré.
¿Qué es esto?
DON JACINTO. Yo avisaré.
BARBERO. ¿Esta es fantasma ó quimera?
(_Don Jacinto se ponga una máscara y saque una pistola, y pónesela
á los pechos al Barbero quando le manda descubrir._)
DON JACINTO. ¡Descúbrete!
BARBERO. Ya lo hago.
¡Cielos! ¿Señor, qué te he hecho
Que así quieres en mi pecho
Hazer tan bárbaro estrago?
DON JACINTO. Aquí tienes de morir,
Si contradices mi gusto
Aunque te parezca injusto.
BARBERO. Sólo te intento servir.
DON JACINTO. ¡Pues entra, y esa mujer
Haz que en líquidos corriente
De carmín derramen fuentes
Sus brazos, hasta que el sér
Pierda, perdiendo la vida,
Ó quitarétela á ti!
BARBERO. Harélo, señor, así. (_Vase._)
DON JACINTO. Entra; el alma está afligida,
Que aquesto por mí suceda.
Mas en naciendo la ley
De humano el pobre y el Rey
Por primer blasón hereda.
El alma penosa queda
En este forçoso trato
De honor, y me llama ingrato;
No más que á Mayor adora,
Y se enoja, porque agora
Rompo su hermoso retrato, etc.
La última escena, en que el Rey aprueba expresamente
la terrible acción de Don Jacinto, es aún más desnuda
y sin rebozo que la de Calderón.
REY. Jacinto, no ignora
El alma lo que aveys hecho;
Mas, pues los indicios forman
Tanta culpa, errores tantos
Que en vuestro honor se acrisolan,
Lo hecho está muy bien hecho,
Y por mi palabra heróyca
Os prometo de pagaros
El respeto á la persona
De Enrique, siendo desde oy
Vos dueño de mi corona,
Siendo mi amigo, mi amparo,
Siendo mi privança toda,
Siendo un exemplo de vida,
Siendo archivo de la honra, etc.
Terminando así:
Y aquí, senado famoso,
Se da fin á aquesta historia
De el honor en la sangría
Y médico de su honra.
También en _El alcalde de Zalamea_ aprovechó Calderón una comedia del
mismo título, de Lope de Vega (que poseía D. Agustín Durán),
apropiándose la traza entera de la fábula, los caracteres de los
personajes y las escenas más conmovedoras, de suerte que sólo la dicción
poética quedó propiedad suya. No puedo decir, por no haberme sido
posible examinarlo con detenimiento, cuáles sean las relaciones de esta
especie que haya entre _El mayor prodigio ó el purgatorio en vida_, de
Lope (también de Durán), y _El purgatorio de San Patricio_, de Calderón,
siendo el mismo el asunto de ambas.
En _La fortuna adversa del infante D. Fernando de Portugal_, de Lope,
sólo pudo hallar Calderón un débil bosquejo de su _Príncipe constante_;
pero aunque su drama aventaje singularmente al de su predecesor, se
notan en él muchos rasgos que el último poeta ha hecho suyos,
pulimentándolos. Así, en el de Lope hay los amoríos entre la Princesa
mora (llamada en él Arminda), y Muley; el acto generoso de Don Fernando
con aquél, y, finalmente, la admirable aparición del Príncipe, aunque no
para guiar á los cristianos á la victoria, sino para exhortar á sus
compañeros de cautiverio á que lleven sus restos mortales á Portugal.
_La niña de Gómez Arias_, más antigua, obra indudable de Luis Vélez de
Guevara, puesto que dice al fin:
Y aquí os presenta Luis Vélez,
En esta humilde comedia,
_La niña de Gómez Arias_
Por historia verdadera,
contiene también mucha parte, que se halla luego en la de Calderón, no
sólo la traza del argumento, en ambas muy semejante, sino también
existen en la primera, aunque en germen, escenas aisladas que se
reproducen en la segunda más desarrolladas y perfectas. Así, en la
comedia de Guevara se nota el modelo que sirvió para el celebrado
diálogo de Dorotea (llamada allí Doña Gracia):
Mi vida, que culpa
Grave cometí,
Que merezca pena
¿Qué es más que morir?
Por daros el alma
¿Fué agravio que ansí
La tratáis agora,
Sin más advertir
Mi honor ni mi amor?
¿No miráis que os di
De entrambos las llaves?
¿No habláis? ¿qué decís?
Señor Gómez Arias,
Duélete de mí,
Que soy niña y muchacha:
Nunca en tal me vi.

[68] Calderón expresa de este modo su veneración hacia Lope de Vega:
Aunque la persecución
De la envidia teme el sabio,
No reciba de ella agravio,
Que es de serlo aprobación:
Los que más presumen, son,
Lope, á los que envidias das,
Y en su presunción verás
Lo que tus glorias merecen,
Pues los que más te engrandecen
Son los que te envidian más.
Véanse las _Obras sueltas_, de Lope de Vega, tomo XII, pág. 15.
[69] V. esta HISTORIA, tomo III, pág. 424.
[70] Este monólogo nos hace recordar la comedia de Tirso, no sólo por
sus pensamientos, sino también por su versificación, porque se
intercalan también algunos versos yámbicos entre los trocáicos.
[71] Digamos de paso aquí, que ha de agradecerse el trabajo empleado por
algunos historiadores de literatura (como, por ejemplo, el nuevo y
excelente editor de Garcilaso), llamando la atención hacia los pasajes
paralelos á los comentados por ellos, porque su ilustración es mayor de
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