Historia de la literatura y del arte dramático en España, tomo IV - 17

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para conquistar á la bella Doña Flor, hermana del anciano Manfredo.
Federico se ve obligado á desterrarse, abandonando á su amada al mismo
tiempo que su patria. Doña Flor, afligida por esta separación, lo es más
todavía á consecuencia de otro suceso. Una de sus amigas ha dado una
cita secreta en el aposento de Doña Flor al joven Enrico, sobrino del
Duque; encuéntrase este último allí, cuando entra también Clotaldo, que
ha sobornado á una doncella; surge de aquí una riña entre ambos
caballeros, y Enrico, herido mortalmente, cae en tierra, y Clotaldo se
escapa enmascarado y sin ser de nadie conocido. El choque de sus
espadas, en la pelea, hace venir á Manfredo. Flor es sorprendida junto
al cadáver ensangrentado, y, en este apuro y para salvar su honor,
declara que ella misma le ha dado muerte por defender su honra. Manfredo
se ve en el mayor embarazo, porque si se averigua que el muerto, que hay
en su casa, es sobrino del Duque, corre peligro su vida, resolviendo
entonces alejar de allí secretamente el cadáver. Federico, mientras
tanto, se junta casualmente con el Duque y su favorito Clotaldo en una
cacería, á que asisten ambos en los montes; el Duque se había quedado
dormido, y Clotaldo se acercaba á él para perpetrar su traición y
matarlo, cuando se presenta Federico de repente, arrebata el puñal al
traidor y salva la vida del Duque; éste despierta al ruido, que ambos
hacen, pero el astuto Clotaldo se da trazas de hacerle creer que él ha
sido su salvador y Federico el que ha intentado asesinarle, por cuya
razón se prohibe al último, bajo pena de muerte, su presencia en los
dominios del Duque. Poco después sabe el desterrado, por uno de sus
servidores, que se ha visto bajar de noche á un hombre disfrazado del
balcón de Doña Flor, por lo cual, lleno de celos, toma la resolución de
penetrar en la ciudad. Lo hace así, como si fuese un mozo de cordel;
preséntase en la casa de Manfredo, y lo ocupan en llevarse el cadáver de
Enrico; pero lo prenden después en la calle, lo toman por el matador, es
condenado á muerte, y puesto en manos de Manfredo para que éste se
encargue del cumplimiento de la pena. Clotaldo, mientras tanto, ha
forjado un nuevo plan para llevar á cabo sus aleves proyectos; ataca al
Duque, pero es desarmado y herido mortalmente, confesando al morir su
traición, que él ha sido el matador de Enrico, y sus asechanzas para
robar el honor á Doña Flor; quéjase ya el Duque de la ejecución, harto
precipitada, de Federico, y visita arrepentido su sepulcro; Manfredo
levanta la piedra, que lo cubre, y sale de él Federico lleno de vida,
porque una bebida soporífera, para simular que se había ejecutado el
suplicio, lo ha privado transitoriamente del uso de sus sentidos; el
Duque lo abraza lleno de júbilo, y, para compensar las injusticias, que
ha cometido con él, le concede el cargo de Clotaldo, y corona su ventura
casándose también al cabo con Doña Flor, su siempre fiel amada.
_Amigo, amante y leal._--Se funda en esa lucha, tan repetida, entre
diversos deberes; el héroe vacila y duda, impulsado á un tiempo por el
amor, por la amistad y por la fidelidad, que debe á su Soberano,
llevando tan lejos su abnegación hacia su Príncipe, y su amigo, que
hasta se halla dispuesto á sacrificarle su misma amada, y surgiendo de
esta complicación de sucesos un nudo muy intrincado, si bien termina al
fin en el objeto que se desea, esto es, en el acuerdo más puro y
perfecto entre estos tres móviles, antes contrapuestos.
_Mujer, llora y vencerás._--El lugar de la acción es Alemania, y el
argumento, una contienda fingida entre la hija y heredera del landgrave
de Hesse, y sus primos, los príncipes de Lorena. Su plan es muy
ingenioso é interesante; pero en su desarrollo se nota ese cálculo frío,
y esa falta de movimiento y de poesía, que distingue algunas de las
últimas obras de este poeta.
_Lances de amor y fortuna._--Los extraños caprichos de la suerte, que,
con frecuencia, dispensa al indigno los honores y todo género de
felicidades, y deja perecer al digno en la indigencia, constituyen el
fin de este drama. Rugero salva la vida á la condesa Aurora de
Barcelona, á quien ama, y apela á todo linaje de sacrificios heróicos
por ganar su corazón; pero un concurso fatal de circunstancias hace que
el premio de todos sus actos lo recoja su rival, y hasta que su amada
los desconozca, logrando, al fin, abrir los ojos de Doña Aurora, la
cual, por otra parte, siempre le ha mostrado cierta inclinación.
_Agradecer y no amar._--Es una novela en forma dramática, sólo mediana
en su invención y desempeño.
_Para vencer amor, querer vencerlo._--Menos rica en su acción exterior
que la mayor parte de las comedias de Calderón, no desmerece, sin
embargo, de tan gran maestro por su delicadeza psicológica, y por el
conocimiento sorprendente, que revela, de los móviles más recónditos del
corazón humano. Ya su título deja adivinar, que el triunfo de la razón y
de la voluntad sobre la pasión es el motivo capital de esta comedia.
César de Colonna, enamorado ciegamente de la bella Margarita, y ya en
vísperas de casarse con ella, oye de sus labios la confesión, de que no
puede amarlo, aunque lo juzgue digno de ella, bajo todos aspectos, y que
sólo ha dado su consentimiento á ese enlace en consideración á los
deseos de sus padres. Suplícale, pues, que no celebre con ella sus
bodas, y, á la vez, que no descubra su declaración secreta ni al público
ni á su padre, sino que esquive el casamiento aduciendo cualquiera otro
pretexto plausible. La sorpresa y la pena de César es extremada, y al
principio no sabe qué hacer; pero cuando ella lo conjura por el mismo
amor, que le profesa, que acceda á sus ruegos, acaba al fin por
prestarse gustoso á sus deseos. So color, pues, de creerse indigno de
Margarita, abandona á su patria con el corazón desgarrado, y se decide á
hacer la guerra esperando encontrar en ella la muerte, ó, por lo menos,
ganar por sus méritos el corazón de Margarita. Congraciándose después
todo el favor del emperador Federico III, es bastante afortunado para
prestar servicios importantes á Margarita; pero mostrándose ésta todavía
reservada y sin pasión hacia él, invoca en su ayuda el auxilio de la
razón y del honor, y vence de esta manera las sugestiones de su amor.
_De una causa dos efectos._--Ya indicamos antes la semejanza de esta
comedia con una de las mejores de Fletcher, titulada _The Elder
brother_, y enunciamos las sospechas, de que uno de estos dos poetas
pudiera haber aprovechado el trabajo del otro; pero es preciso
rectificar esta opinión, porque el drama español, por su estilo, ha de
ser uno de los últimos de Calderón, no pudiendo haberse escrito antes
del año 1625, en que murió Fletcher, y no siendo verosímil, bajo ningún
concepto, que el español pudiera haber conocido el del inglés. La
analogía, pues, que hay entre ambas comedias, dimana probablemente de la
circunstancia de haber empleado ambos en su composición un pensamiento
muy manoseado por los novelistas más antiguos, á saber: que el amor hace
sabio al más estúpido (véase la novela de Bocaccio de _Simón é
Ifigenia_: _Decamerón_, jornada 5.ª, novela 1.ª) Calderón nos ofrece ese
efecto del amor en un hijo del duque de Mantua, y lo contrario en un
hermano suyo, de cuyo contraste resulta un drama muy ingenioso.
_Nadie fíe sus secretos._--Tiene alguna semejanza con una comedia, _Yo
me entiendo_, que lleva, ya el nombre de Lope de Vega, ya el de
Calderón; pero, según todos los indicios, pertenece al primero, porque
no hay que pensar siquiera que sea obra de Calderón. La acción, que
forma el fondo de ambas composiciones, es parecida á la de _La quinta de
Florencia_, de Lope, y sacada probablemente de la misma novela de
Bandello: _Yo me entiendo_ es más semejante á esa novela, mientras que
_Nadie fíe sus secretos_, manifiesta mayor libertad en el manejo del
asunto, y sólo la recuerda desde lejos. El protagonista del drama de
Calderón es el famoso Alejandro Farnesio, duque de Parma, y el
pensamiento fundamental de la fábula, que el Príncipe y su favorito Don
César aman á la misma dama, intentando siempre el primero, instruído del
secreto de los amores de ambos, evitar á todo trance la ocasión de que
se vean, y de que lleven á cabo su resolución de huir juntos, aunque,
después de algunos combates consigo mismo, deja la dama á su amigo. La
acción, en cuanto á riqueza de detalles y á interés, vale poco
seguramente; no así los caracteres, en cuya traza ha sido feliz el
poeta.
_El alcaide de sí mismo._--Calderón, en esta comedia agradable, parece
que renuncia á su estilo ordinario, y sigue más bien los pasos de Lope
de Vega. El argumento es el siguiente: El príncipe Federico de Sicilia
ha dado muerte en un torneo, en Nápoles, al sobrino del Rey, huyendo
luego para no ser perseguido. Nadie presume quién pueda ser el matador,
porque el Príncipe, á causa de la enemistad, reinante há largo tiempo,
entre Nápoles y Sicilia, se ha presentado de incógnito y con la visera
calada. Para asegurar más su huída, se despoja en un bosque de sus
vestiduras lujosas, sustituyéndolas con un traje muy pobre, con el cual
implora luego el auxilio de una señora principal, cuyo palacio encuentra
á su paso; pretexta ser un mercader, que ha caído en manos de
salteadores, y la compasiva señora, no sólo le promete su protección,
sino que manifiesta agradarle mucho su trato, y lo nombra representante
suyo en el castillo. Sabe él entonces, con horror, que su bienhechora es
la princesa Elena, hermana del que ha muerto á sus manos, y empeñada á
todo trance en apoderarse de su matador. Al principio, sin embargo, no
teme ser descubierto, puesto que nadie lo ha visto en Nápoles, excepto
la infanta Margarita, hija del Rey, con la cual ha entablado relaciones
amorosas, á consecuencia de un encuentro casual, habido entre ambos.
Mientras tanto, un campesino sencillo, pero algo travieso, llamado
Benito, ha encontrado en el bosque los vestidos del caballero,
poniéndoselos para que sus compañeros lo contemplen con tan inusitada
vestimenta; apodéranse de él los emisarios del Rey, encargados de
aprehender al matador de su sobrino, y lo llevan preso á la corte; sus
trazas rústicas se interpretan como obra del disimulo, y creyendo el Rey
que tiene en su poder al caballero fugitivo, lo envía á la princesa
Elena para que lo guarde en su castillo. Ésta á su vez lo entrega al
príncipe Federico para que lo custodie, de suerte que el último viene á
ser el alcaide de sí mismo. La infanta Margarita se da trazas de
penetrar en el castillo para ver allí á su amante, y el alcaide,
sabiéndolo, representa el papel del preso, pudiéndose presumir de
antemano cuáles son las situaciones interesantes, que surgen por obra
del poeta de este extraño _quid pro quo_. Compréndese ya, después de lo
dicho, que la princesa Margarita averigua el secreto, y que ambos llevan
el engaño hasta el punto de que el Príncipe consiga su perdón, y de que
obtengan el beneplácito del Rey para contraer matrimonio.
_La señora y la criada[123]._--Es una comedia muy interesante, en
general, y muy superior por su vuelo poético á las composiciones
dramáticas que se distinguen con ese nombre, y demuestra al mismo
tiempo, de la manera más brillante, los talentos de Calderón para lo
cómico propiamente dicho. La princesa Diana de Mantua ha sido prometida
por su padre al duque de Milán; pero ama al príncipe Clotaldo de Parma,
que la corresponde apasionadamente, pero no puede enlazarse con ella en
matrimonio, por la enemistad antigua que hay entre las dos casas
reales. Cuando se acerca el día en que Diana ha de casarse con el odiado
Duque, resuelve Clotaldo robarla; pero, por una casualidad, roba á una
labradora que se ha vestido el traje de la Princesa. Diana, al mismo
tiempo, para evitar esas bodas odiosas, se ha escapado, vestida de
aldeana, de la corte de su padre, siendo llevada á Parma por un
accidente imprevisto, que ha inutilizado su carruaje. Por la
circunstancia, pues, de que la campesina robada es para todos la
Princesa, fuera de los que conocen el secreto, pasa Diana desapercibida
en el traje impropio de su clase, que la cubre, y forja un enredo muy
divertido, en que el mismo duque de Milán renuncia á su prometida
esposa, y Clotaldo se casa al cabo con su querida Diana.
_Dicha y desdicha del nombre y La banda y la flor._--Dos dramas de un
gusto muy puro, de fábula complicada é interesante y de situaciones de
mucho efecto. En el fondo de estas comedias, como en algunas de las
precedentes, y de las que siguen, predominan los mismos elementos que en
las demás españolas, distinguiéndose sólo por el colorido que le presta
el personal de príncipes y cortesanos que en ellas se presenta, así como
por el tono, también distinguido, correspondiente á la categoría de sus
personajes.
_El galán fantasma._--La invención de este argumento es de las más
felices; está, además, perfectamente calculado, y su desarrollo parece
hecho por el poeta con predilección y cariño. El joven Astolfo tiene
relaciones amorosas con la bella Julia, á quien el duque de Sajonia
pretende también, aunque ella no corresponda á su inclinación. Una
noche, estando Astolfo de visita en casa de su amada, penetra en ella el
Duque á la fuerza. Los dos rivales riñen. Astolfo cae y es dejado por
muerto. La herida, sin embargo, no es mortal; trasladado á casa de un
amigo, permanece allí oculto hasta después de su convalecencia, temeroso
de la venganza del Duque. Un subterráneo pone en comunicación esta casa
con el jardín de Julia, y Astolfo lo utiliza para hacer una visita á su
amada. Julia se asusta al principio de su aparición, tomándolo por un
fantasma, hasta que le refiere la historia de su salvación, pasando
después juntos horas muy felices; para el Duque, no obstante, es siempre
un muerto, asombrándolo con sus apariciones, hasta que, en virtud de
otros sucesos del enredo, se llega á su desenlace, descubriéndose todo y
casándose seguro con Julia, con el beneplácito del Duque.
_Basta callar._--En este drama superior rivalizan la gracia de su
interesantísima invención con las galas más ricas y variadas de la
poesía, la sencillez con el fuego, la singular delicadeza del plan con
lo exquisito de la ejecución, y con los encantos que le presta el
lenguaje más harmonioso. Su desarrollo es tan ingenioso y tan complicado
como el de las mejores comedias de intriga, propiamente dichas; pero en
ésta se respira, además, cierto perfume poético, reinando en su
exposición tan brillante poesía, que no puede compararse con aquéllas.
Margarita, hija del duque de Bearne, y en cumplimiento de los deseos de
su padre, ha sido prometida al conde de Montpellier; encuentra cazando,
y en los montes, á un caballero peligrosamente herido, al cual
transporta á la corte de su padre para cuidarlo. El herido se llama Don
César, y finge haber sido atacado por ladrones; pero, en realidad, es un
caballero del séquito del conde de Montpellier, que ha sufrido ese
percance por mandato de su Soberano; estaba en relaciones amorosas con
la bella Doña Serafina, amada también del Conde, y un día desenvainó
contra él su espada, al intentar penetrar primero en el aposento de su
amada, y, aunque huyó después de cometer este atentado, la venganza del
Conde le alcanzó en su huída; es acogido con benevolencia en la corte de
Bearne, en donde calla todos esos sucesos; el Duque le nombra su
secretario, después de curado, y la Princesa siente por él cierta
inclinación amorosa, á la que él no corresponde, ni siquiera atiende,
dominado sólo por su antiguo amor. Pero el tormento mayor de su
destierro es la incertidumbre acerca de la fidelidad de Serafina.
Acontece entonces que Roberto, padre de Serafina, viene con su hija á la
capital del Bearne, trayendo también en su séquito, disfrazado, al conde
de Montpellier, so pretexto de celar mejor á Margarita, pero, en
realidad, para estar más cerca de su querida Serafina. Esta última
entabla pronto estrecha amistad con Margarita, pero su hermosura
despierta pronto el amor del Duque. El poeta, pues, tiene en su mano los
diversos hilos de este enredo: la rivalidad del Conde, del Duque y de
César; el interés del último en no ser conocido del Conde, que lo cree
muerto; después, la inclinación de Margarita á César, en lucha con su
amistad á Serafina, etc.; pero estos diversos resortes no sirven, como
sucede con frecuencia en las comedias de capa y espada, sólo para urdir
una fábula divertida é interesante, sino para distinguir los caracteres
y pasiones, en sus diversas fases, y ofrecernos un cuadro, en el cual se
confunden, con las tintas más tenues, el amor y los celos, la tristeza y
la risa, las ilusiones y la prudencia mundana; brillando, además, sobre
todo este conjunto, el mágico resplandor de la poesía romántica más
pura. El desenlace consiste en que Margarita sacrifica su amor á la
amistad, y, con arreglo á los deseos de su padre, da su mano al Conde,
venciendo el Duque y el Conde sus pasiones, noble y esforzadamente, y
consintiendo que Serafina contraiga matrimonio con César, su primero y
preferido amor.
_El secreto á voces._--De la misma especie que el anterior, como lo es
también por su delicadeza, gracia y perfección. _El secreto á voces_, ó
las cifras, con que se entienden los dos amantes, sin que nadie pueda
comprender el sentido de sus palabras, recuerda igual ardid de la linda
comedia de Tirso, titulada _Amar por arte mayor_; pero la invención de
Tirso es más ingeniosa que la de Calderón, y de mayor sutileza. Trátase
de dos amantes en la corte de León, de quienes todos sospechan, y que,
para entenderse sin estorbos, y sin producir en nadie recelos, inventan
un medio secreto de hacerlo. Elvira, dama de la corte, es amada por el
Rey, conviniéndole acceder aparentemente á sus pretensiones, aunque, en
realidad, sea su amante Don Lope, el secretario del mismo Rey. Para
contentar á éste, le dirige varias cartas amorosas, como, por ejemplo,
la siguiente:
Celosa temo, caro dueño mío,
Que os venzan intereses de una Infanta.
Perdonad, que, en efecto, en verdad tanta,
Contra amor no es valiente el albedrío.
Causóos Don Lope el ciego desvarío
Sin culpa, de sospechas y desvelos:
¿Qué haré yo, combatida de mis celos.
Si el temor me da causa de culparos?
Muriendo viviré con adoraros, etc.
Pero ya ella ha enterado á su querido Lope, á cuyas manos, como al
secretario del Rey, llegan todas las cartas, dirigidas á éste, que esas
cartas son sólo para él, y que, suprimiendo las tres primeras sílabas de
cada verso, averiguará el verdadero sentido de la escritura. Haciéndolo
así, estos versos se quedan en la forma siguiente:
Temo, caro dueño mío,
Intereses de una Infanta,
Que, en efecto, en beldad tanta
No es valiente el albedrío.
Lope, el ciego desvarío,
De sospechas y desvelos;
Combatida de mis celos
Me da causa de culparos:
Viviré con adoraros, etc.
Por artificioso que sea este plan de Elvira, supéralo Lope en sus
respuestas. Es amado, además de Elvira, de la reina Blanca y de otra
dama de palacio, llamada Isabel, aconsejándole también la prudencia no
oponerse á las sugestiones de las dos últimas, aun cuando se vea
obligado, por otros motivos, á hablar con el mayor misterio de la pasión
disimulada por la Reina. Dirígese, pues, en apariencia, á Isabel,
escribiendo los versos que siguen:
Aunque amante me juzguéis
De otro gusto, y como ingrato
Me presumáis todo olvido,
Yo soy vuestro y no os agravio.
El Rey suspira, Isabela,
Celoso como indignado,
Porque ignora que disculpa
Mis desvelos amor casto.
No os asombre vengativo
(Cuando sepa que en su estado
Don Ordoño favorece
El amor nuestro) Don Sancho;
Su poder, con el de Ordoño,
Aunque temido, es muy flaco;
Contra el amor, todo incendio,
Es pequeño el de Alexandro.
Que he de morir es sin duda
Si os perdiese mi cuidado:
Blanca por vos se desvela;
Será cierto el ampararnos
O ha de ser en yugo eterno
Vuestra belleza el descanso
De mi esperanza, ó la muerte
El remedio, aunque inhumano,
De Don Lope, prenda mía;
Estad segura entre tanto,
Que será con fe invencible,
Bronce en quereros y amaros.
Doña Elvira, que os dió celos,
A Ordoño adora ó su estado:
Ni la quise en vuestra ofensa
Ni deseo, pues os amo.
Del contexto de estas palabras, Isabel se cree naturalmente la única
favorecida. Pero la Reina tiene la clave para descifrarla, que consiste
en leer sólo la primera mitad de los versos y juntarlos. De este modo
las palabras citadas forman los versos siguientes, que parecen dirigidos
sólo á la Reina:
Aunque amante de otro gusto
Me presumáis, yo soy vuestro:
El Rey suspira celoso,
Porque ignora mis desvelos.
No os asombre cuando sepa
Don Ordoño el amor nuestro.
Su poder, aunque temido,
Contra el de amor es pequeño.
Que he de morir si os perdiese,
Blanca, por vos será cierto,
O ha de ser vuestra belleza
De mi esperanza el remedio.
De Don Lope estad segura
Que será bronce en quereros;
Doña Elvira á Ordoño adora:
Ni la quise, ni deseo.
Pero también la Reina se engaña, porque quien posee la verdadera clave
es Elvira, sabiendo que de cuatro en cuatro versos ha de prescindir de
las mitades de los mismos, y así recibe de Lope la siguiente seguridad
de su eterno amor á ella:
Aunque amante el Rey suspira
No os asombre su poder;
Que he de morir, ó ha de ser
De Don Lope Doña Elvira.
Nos llama la atención, en estos versos, el arte ingenioso, con que unas
mismas palabras, sin violencia alguna, sólo con variarlas de lugar, no
sólo ofrecen un sentido diverso y muy claro, sino que primero forman dos
asonancias distintas y al fin una redondilla. Nos hemos fijado en esta
particularidad para demostrar, que muchas veces, cuando se cree á
Calderón original, imita sólo á sus predecesores; por lo demás, esa
ingeniosa invención de Tirso es simplificada por él, porque la supresión
de la primera palabra, en cada verso, y la unión de la restante,
constituye su secreto. Ocioso, es, sin duda, decir, por lo que hace al
argumento del drama, que _El secreto á voces_, traducido ó imitado,
existe en casi todos los repertorios de Europa, y que es, por tanto, una
de las obras más conocidas de Calderón.
[Illustration]


CAPÍTULO XII.
Comedias de _azar_ y algunas otras de Calderón.

Los dramas últimamente mencionados nos llevan, como por la mano, á
tratar de las comedias, en que se representa la vida y trato social de
la España de esa época. Las composiciones de Calderón, de esta clase,
han sido muy famosas desde el principio, y merecen esa reputación bajo
todos aspectos, aunque haya de confesarse que el círculo de motivos y de
situaciones, en que se mueve, es más estrecho que el de Lope y el de
Tirso; son en su especie lo más perfecto que posee el teatro español,
pero adolecen también de cierta uniformidad. Se ha observado ya antes,
que la mayor parte de estas obras de Calderón podrían llevar el título
de argumentos fundados en la casualidad, porque esta última es realmente
la que de ordinario desata su nudo. Si se quiere en pocas palabras
formarse una idea general de las condiciones de todas estas comedias,
fijémonos en las líneas que siguen, que se han escrito ya en otra obra
sobre este mismo asunto[124]: Un caballero joven, que vuelve de Flandes,
busca en las calles de Madrid la casa de un amigo, en la cual ha de
hospedarse; de improviso se le presenta una dama, tapada con un velo,
que solicita su protección. Su deber de caballero le impide rehusársela,
y la acompaña hasta su domicilio: entonces averigua que la dama es
hermana del amigo; éste ama á su vez á otra dama amiga de su hermana,
destinada á ser la esposa del caballero recién llegado. Hay también otro
tercer amante, despreciado de aquella primera dama, que corría en las
primeras escenas las calles de Madrid; y de todos estos amoríos, que se
cruzan, dimanan sucesos de todas clases: se confunden entre sí dos damas
tapadas, y una escucha desde una puerta inmediata palabras, que, por
equivocación, se dirigen á su rival; el galán se esconde, porque oye
ruido; es descubierto el segundo, y surge un desafío, interrumpido por
la llegada del hermano; y después de otras complicaciones análogas, se
desata el enredo de la misma manera que se ha formado, terminando con
dos ó tres casamientos, sin contar el del gracioso con la criada.
Los resortes empleados principalmente por Calderón en sus enredos
parecerán más claros todavía teniendo en cuenta que consisten en el amor
de dos damas al mismo caballero; en las pretensiones de muchos galanes á
la misma doncella, de dos amigos en conquistar las gracias de la misma
beldad; en los celos de las enamoradas parejas; en la lucha de deberes
entre el amigo y la amada; en la ocultación de las mujeres por medio del
velo, y de los hombres con la capa, y en las equivocaciones, que se
originan, de ambos medios; en requiebros nocturnos junto á la ventana de
una dama, y en cambios, ocurridos con este motivo, cuando se pone otra
en lugar de la que se espera; en conflictos de los deberes de la
hospitalidad y de la venganza; en desafíos, en casas con dos puertas, en
mudanzas de nombres y domicilios, entradas secretas, caminos
subterráneos, etc. Los sucesos sorprendentes, las situaciones
interesantes, que excitan la curiosidad, y hace surgir el poeta de estos
motivos, eran ya proverbiales en vida del autor: llamábaseles _Lances de
Calderón_, y no faltaban entonces personas, que criticasen la repetición
constante de causas iguales para atraer la atención. Nuestro mismo
poeta aprobaba estas observaciones, y hasta las formulaba chanceándose.
En _No hay burlas con el amor_, dice uno, que ha de esconderse:
Es comedia de Don Pedro
Calderón, donde ha de haber,
Por fuerza, amante escondido,
Ó rebozada mujer.
En _Bien vengas, mal, si vienes solo_, dice también:
Que debe de ser comedia,
Sin duda, ésta de Don Pedro
Calderón, que hermano ó padre
Siempre vienen á mal tiempo.
Pero como el poeta aceptaba, en broma, aquello mismo que se le
censuraba, y, no obstante, proseguía siempre haciendo lo que antes, hubo
de provenir esto del conocimiento que tenía de su talento particular
para desenvolver estos motivos dramáticos, y de su inventiva inagotable
para dar forma é imprimir nuevo colorido á esos materiales uniformes;
razón también para que nosotros, recordando la igualdad de los resortes
de estas piezas, nos admiremos del arte infinito, con que el autor, del
mismo fondo, y de iguales elementos, obtuviese tan extraordinaria
variedad de resultados. En efecto, ningún otro poeta ha poseído, en tan
supremo grado como Calderón, la facilidad de formar combinaciones,
siempre nuevas, de argumentos tan sencillos como repetidos, é
imprimirles nuevos giros y sacar situaciones interesantes; en acumular
sorpresas sobre sorpresas, y en desenvolver la acción principal con
otras paralelas, de tal suerte, que el espectador sigue, con una
situación constante, los hilos, que se entrecruzan, de esa urdimbre,
hasta llegar á su desenlace. La especialidad de nuestro poeta, en esta
parte, ha sido confesada hace ya tiempo, y hasta Linguet, en la época en
que no se aceptaban teóricamente las excelencias del drama español,
aunque sí en la práctica, por las copias é imitaciones que se hacían de
ellos, declara que Calderón, en este linaje de bellezas, es muy superior
á todos los poetas conocidos. Si, pues, las comedias de esta clase (á
las cuales denominamos comedias de _capa y espada_, por representarse
todas en esta forma), se distinguen por sus propiedades, ya indicadas;
por su gran variedad, á pesar de su semejanza; por su mérito poético;
por su vida y animación, que atrae nuestro interés con extremo, ha de
añadirse también la circunstancia, que aumenta, asimismo, el encanto que
nos producen, de trazar fielmente las costumbres, la vida ordinaria y
los caracteres especiales del Madrid de su época. Las aventuras
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