Historia de la literatura y del arte dramático en España, tomo IV - 02

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considerablemente en mérito y belleza.
El lugar de la escena es en la corte del rey de Navarra. Don Juan de
Zúñiga tiene relaciones amorosas con Doña Sol, emparentada con la
familia real, y es pretendida al mismo tiempo por Don Carlos, Príncipe
heredero de la Corona. Una noche se encuentran los dos rivales en la
puerta de la casa de Doña Sol; suscítase entre ellos un altercado, y el
Príncipe, usando de su autoridad soberana, le manda renunciar á su amor.
Pero Don Juan, para asegurar por completo la posesión de su amada, forma
el proyecto de casarse con ella en secreto. El Príncipe, que continúa
tratando á la dama, aunque ignora todavía si se ha celebrado ó no el
casamiento, lleno de ira al saber que no se han cumplido sus órdenes,
encarga á Don Jaime, amigo de Don Juan, que lo mate. Don Jaime, mientras
finge obedecer las órdenes del Príncipe, advierte á su amigo el peligro
que le amenaza, obligándole á huir para salvarse, y prometiéndole que,
durante su ausencia, él será el protector de Doña Sol. Don Juan accede á
las súplicas unidas de su amigo y de su esposa, cuyo tierno afecto
describe el poeta de un modo muy agradable, y se encamina á una aldea
próxima, en donde se mantiene oculto. Doña Constanza, mientras tanto,
otra dama enamorada de Don Juan, cuya suerte le sigue interesando, forma
el proyecto de explotar la cólera del Príncipe, escribiéndole billetes
amorosos y dándole citas nocturnas bajo el nombre de Doña Sol. El
Príncipe, por equivocación, llega una noche al aposento de la verdadera
Doña Sol, la cual lo rechaza enérgicamente, como exigía su deber; pero
esta conversación llega á oídos de Don Juan, que había venido á hacer
una visita secreta á su esposa, y como desconoce el conjunto de
circunstancias, causa de esta entrevista, tiene por infiel á su esposa,
á la cual acusan las apariencias. Preséntase luego movido de rabiosos
celos; prorrumpe en dicterios contra Doña Sol, y es encerrado en la
cárcel por orden del Príncipe. El Rey, que, mientras tanto, ha prometido
la mano de su hijo á la Princesa heredera de la Corona de Aragón, se
muestra muy descontento de la pasión que lo extravía y distrae, por cuyo
motivo pone en libertad á Don Juan, y le manda que dé muerte á Doña Sol.
Don Juan, excitado por los celos, y en la inteligencia de que su honor
ha sido manchado, sin pensar más que en su venganza, se dispone á
ejecutar las órdenes del Rey, penetra de noche en la casa de Doña Sol,
no da crédito á sus protestas de inocencia, y se prepara á herir su
pecho, cuando oye cerca de la casa un coloquio amoroso, conociendo la
voz del Príncipe, que habla con otra dama, que no es su esposa Doña Sol.
Desengañado entonces de su error, y convencido de la fidelidad de su
mujer, se precipita al punto en sus brazos; en este momento aparece el
Rey con servidores, que traen antorchas, y en vez de encontrar el
cadáver que esperaba, encuentra á los dos esposos estrechamente
abrazados, y también al Príncipe su hijo en brazos de Doña Constanza.
Don Juan declara que se ha casado en secreto con Doña Sol, y el Príncipe
conoce, averiguado su engaño, que tan largo tiempo le ha dominado, lo
insensato y fantástico de su amor, manifestándose, en su consecuencia,
dispuesto á ofrecer su mano á la Infanta.
Entre todas las comedias de Godínez que han llegado á nuestra noticia,
nos parece ésta la mejor. El drama heróico _Cautelas son amistades_, es
defectuoso por el argumento alambicado que constituye su acción; los
disfraces, las equivocaciones y las asechanzas y tretas de unos
personajes con otros se acumulan de tal modo, que es ímprobo trabajo
seguir el hilo de la intriga en este enredo obscuro. El drama religioso,
titulado _La Virgen de Guadalupe_, contiene, á la verdad, algunos
rasgos bellos y poéticos, pero desaparecen ante las innumerables faltas
de regularidad y de buen gusto que lo llenan. De todas maneras, no es
tan grande la importancia de este autor que exija el análisis crítico de
otras comedias suyas, como _Los trabajos de Job_, _Celos son bien y
ventura_, _Acertar de tres la una_, _Adquirir para reinar_, _Amán y
Mardoqueo_, ni tampoco de sus autos, como, por ejemplo, el titulado _El
segundo Isaac_.
Carecemos también de datos biográficos acerca de Luis de Belmonte[11],
sabiéndose únicamente que floreció en tiempo de Lope de Vega. Sus
comedias son poco más que medianas, y no brillan por su originalidad. En
_El príncipe villano_ observamos una fábula novelesca, ya común y
conocida, por lo menos, en cuanto al modo de presentarla en el teatro,
muy vulgar en España, no siendo preciso atormentar mucho la imaginación
para imprimirle algunas modificaciones y llevarla á la escena. Un
Príncipe de Dinamarca, que con nombre supuesto se dirige á la corte del
Rey de Polonia para enamorar á su hija; la pasión de esta Princesa por
un mancebo particular, que penetra en palacio disfrazado de caballero y
mata á cierto Príncipe en un torneo, persiguiéndole el Rey por esta
causa, y ocultándole la Princesa en su gabinete; encuentros nocturnos y
desafíos; por último, el descubrimiento de que el presunto galán
labrador es también un Príncipe, son los elementos manejados para el
teatro, con molesta repetición por los autores anteriores, y que por lo
mismo no ofrecen aliciente ni interés alguno, tan conocidos y tan
gastados.
_La renegada de Valladolid_ es una amalgama extraña de intrigas profanas
amorosas y de tendencias místicas. Doña Isabel, joven dama de
Valladolid, ha hecho voto de ser monja, y está á punto de entrar en el
convento, cuando se enamora de repente de un caballero que sirve bajo
las banderas de Carlos V, y se perjura de manera, que quebranta
locamente sus votos y se escapa con su amante. Los dos, después de
diversas aventuras, son cautivados por los moros de África. Pero el amor
de Isabel á su acompañante se ha transformado poco á poco en verdadero
odio; lo abandona, por tanto, y accede á los ruegos del Rey de los
moros, que la pretende, llegando á ser la sultana favorita y á renegar
de la fe cristiana. El destino hace entonces que el hermano de Isabel
sea también cautivo en África, pero éste es un modelo de virtud y de
piedad, como la hermana de lo contrario; primero sufre todos los males
de la esclavitud con incansable paciencia, y persevera con tal
constancia en su fe, que está dispuesto á sufrir por ella el martirio.
La hermana lo atormenta con todo linaje de males, pero él logra al cabo
convertir á la apóstata, que vuelve arrepentida al gremio de la Iglesia,
y que utiliza su elevada posición social para libertar á todos los
cautivos cristianos.
En algunas ediciones antiguas aparece la célebre comedia, titulada _El
diablo predicador_, como obra de Belmonte, aunque otras lo atribuyan á
Antonio Coello, y algunas se limiten á llamar á su autor _un ingenio de
esta corte_[12]. Por lo que hace á su estilo, se asemeja, sin duda, al
de las demás obras de Belmonte, y si es suya, en efecto, es seguramente
la mejor. El diablo Lucifer ha conseguido con sus artificios exasperar
sobremanera á los habitantes de Luca contra los frailes franciscos;
nadie les da limosnas, se ven en la mayor necesidad, casi á punto de
morir de hambre, y por último, les ordenan los magistrados de la ciudad
que abandonen su convento y que se repartan por el mundo como puedan.
Pero cuando el demonio triunfa de este modo de los pobres frailes, baja
del cielo el Niño Jesús y lo condena, para castigar su maldad, á
transformarse á su vez en fraile francisco, y á predicar en público y
recoger limosnas, hasta que se edifique otro convento mayor para la
misma orden, por la piedad que despierte en los habitantes de Luca, y
con los dones y riquezas que se granjee. Lucifer se desespera al verse
forzado á trabajar contra sí mismo, si ha de obedecer este mandato, pero
no le es posible evitar su cumplimiento; se viste el hábito franciscano
y se presenta de repente en medio de los frailes en el instante en que
se disponían á abandonar su convento:
LUZBEL.
_Deo gratias,_
Hermanos... (Ap. ¡Fiero castigo!)
GUARDIÁN.
¡Válgame Dios! ¿Quién es, padre?
Que de verle aquí me admiro.
FRAY ANTOLÍN.
¿Por dónde ha entrado este fraile?
FRAY NICOLÁS.
Por la puerta no ha podido,
Que yo la cerré.
LUZBEL.
No hay puerta
Cerrada al poder divino.
Él es quien (sin que pudiera
Excusarme) me ha traído
Desde tan ignoto clima,
Que el puesto donde yo asisto
En mi vocación constante,
El sol, general registro,
Ó le perdonó por pobre
Ó dejó por escondido.
GUARDIÁN.
Dígame, ¿qué nombre tiene?
LUZBEL.
Mi nombre es, y mi apellido,
Fray Obediente Forzado;
De antes Querub...
FRAY ANTOLÍN.
Vizcaino
Debe ser el tal fraile.
GUARDIÁN.
Parece varón divino.
FRAY ANTOLÍN.
Bien su palidez lo muestra.
LUZBEL.
Pues jamás tan encendido
Tuve el espíritu.
GUARDIÁN.
Padre,
Díganos, pues, á qué vino;
Que nos tienen recelosos
Sus palabras y el prodigio
De entrar cerradas las puertas.
Algún engaño imagino
De nuestro común contrario;
¡Temblando estoy!
FRAY ANTOLÍN.
Yo apercibo
Hisopo y agua bendita,
Por si acaso es el maligno.
LUZBEL.
No teman y estenme atentos.
Orden traigo de Dios mismo
Á boca de reprenderles
La poca fe que han tenido.
Los que siguen la bandera
Del gran alférez de Cristo,
¿La plaza que les entrega
Desamparan fugitivos?
No há dos días naturales
Que puso el contrario el sitio:
¿Cómo desmaya tan presto
De vuestra esperanza el brío?
Los que debieran ser rocas
De corazones impíos
Á los embates, ¿qué oponen,
Siendo culpa lo indeciso,
Á riesgos amenazados
Temores ejecutivos?
Sabiendo que á nuestro padre
Prometió Dios que á sus hijos
No faltaría el sustento,
¿Incurren en un delito
Tan grande como el pensar
Que pueda lo que Dios dijo
Faltar? (Ap. ¡Que yo tal pronuncie!)
Crean (Ap. ¡Volcanes respiro!)
Que cuando de todo el orbe
Cerraron, á un tiempo mismo,
Los vivientes racionales
Á la piedad los oídos,
Los ángeles les trajeron
El sustento prometido
De su Criador, ó el demonio
Porque fuese más prodigio.
FRAY ANTOLÍN.
Con el fervor echa llama
Por los ojos.
GUARDIÁN.
Padre mío,
Bien se ve que es enviado
De Dios..............
Lucifer comienza entonces á desempeñar su comisión, y pronto toman el
aspecto más favorable los negocios de los franciscanos. Las limosnas
llueven de todas partes, y al poco tiempo reunen la suma necesaria para
edificar con tan piadosos dones un convento nuevo mayor. El pretendido
monje muestra una actividad sobrehumana: predica en todas las calles, y
al parecer en muchas á la vez; ayuda á la construcción del convento,
pero es tan singular en todas sus acciones, que los pobres hermanos no
saben cómo explicarlo, y sólo el Padre Guardián, por revelación divina,
conoce con certeza su diabólico carácter.
FRAY PEDRO.
Él es varón prodigioso,
Padre Guardián: sus portentos
El sér humano desmienten.
GUARDIÁN.
De muchos santos leemos,
Padre, portentos tan grandes,
Y eran humanos.
FRAY NICOLÁS.
Es cierto,
Y que podía Dios en éste
Obrar lo que en aquéllos,
Y más, si fuere servido.
FRAY PEDRO.
Claro está; pero no es eso
Lo que nos tiene confusos,
Sino ignorar en qué reino
Ó en qué provincia este santo
Tomó el hábito; porque esto
Ni él ha querido decirlo,
Ni hemos podido saberlo;
Con que juzgo que no es fraile.
GUARDIÁN (_aparte_).
Ni aun quisiera parecerlo.
FRAY NICOLÁS.
Yo he pensado que es Elías,
Porque manda con imperio
Notable y con aspereza.
GUARDIÁN (_aparte_).
No asistía en tan ameno
País.
FRAY PEDRO.
Yo creo que es ángel.
GUARDIÁN (_aparte_).
Puede ser; pero no bueno.
FRAY PEDRO.
Porque sufrir cada día
Un trabajo tan inmenso
Como andar la ciudad toda
Y asistir en el convento,
Que labra con tanta priesa
Trabajando y disponiendo,
Y hallarse presente en casa
Cuando importa, siendo cuerpo
Humano, fuera imposible,
Sin que tal vez por lo menos
El cansancio le rindiera.
GUARDIÁN.
Sólo asegurarle puedo,
Padre, que Dios lo ha enviado;
No examinen sus misterios.
A Fray Forzado obedezcan
En todo, pues cuanto ha hecho
Y cuanto ha mandado es justo;
Que yo también lo obedezco,
Y soy su guardián.
(_Sale Fray Antolín._)
FRAY ANTOLÍN.
No hay parte
Segura de este hechicero;
Dos gazapos me ha sacado
Que escondí en un agujero,
Con una vara de hondo;
Por mi mal vino al convento;
Él ha dado en perseguirme.
GUARDIÁN.
Fray Antolín, pues ¿tan presto
Se vuelve á casa?
FRAY ANTOLÍN.
Sí, padre;
Que dos veces el jumento
Y yo venimos cargados,
Y es fuerza volverme luego,
Que quedan muchas limosnas
Por traer.
GUARDIÁN.
Gracias al cielo;
¿Dónde queda Fray Forzado?
FRAY ANTOLÍN.
No sé; que sólo le veo
Cuando él quiere que le vea.
En la obra del convento
Que labra está todo el día;
Pero no deja por eso
De entrar en más de mil casas.
Él camina más que el viento,
Y trabaja por cien hombres;
En la fábrica, un madero
No le pudieron subir
Veinte hombres; llegó á este tiempo,
Y asiéndole por el cabo,
Á no agacharse tan presto
Los que arriba le esperaban,
Los birla y vienen al suelo.
GUARDIÁN.
Esa bien se ve que es fuerza
Sobrenatural.
FRAY ANTOLÍN.
Á tiempos
Está que parece un ángel,
Y otras veces en el cielo
Pone los ojos, y brama
Como un toro, y yo sospecho
Que, aunque él disimula, tiene
Muchos males encubiertos,
Y sin duda que son llagas;
Que huele muy mal el siervo
De Dios......................
Lo expuesto da sólo una idea general del argumento de esta comedia; pero
es imposible comprender en un extracto de ella las numerosas y
divertidas escenas, que desenvuelve el poeta con gracia, y ateniéndose
al principio fundamental que le sirve de base. La descripción que se
hace de la conducta del demonio, por una parte, predicando el amor de
Dios y haciendo milagros para terminar cuanto antes la misión fatal que
se le ha ordenado; las frases obscuras é incomprensibles, con que
expresa su repugnancia á llenarla, y el éxito extraordinario de sus
obras, contrarias á su propio interés; los medios de que se vale para
mitigar algún tanto su dolor, atormentando á los demás monjes, y
asustándolos con sus apariciones repentinas cuando creen que está más
lejos de ellos; y por último, su regreso á los infiernos después de
ejecutar en todo los mandatos divinos, todo esto, repetimos, es de una
gracia y de un ingenio incomparable.
Merece consignarse, á propósito de este _Diablo predicador_, la singular
circunstancia de que, mientras durante el siglo XVII se representó con
frecuencia y con general aplauso, y sin la más leve oposición por parte
de los piadosos espectadores, fué prohibida á fines del siglo siguiente,
y no há mucho, en el reinado de Fernando VII, como ofensiva á la
religión. ¡Tanto habían variado los tiempos!
Luis de Belmonte, que probablemente sobrevivió muchos años á Lope de
Vega, escribió también diversas comedias, asociado á otros poetas más
jóvenes, como, por ejemplo, _El mejor amigo el muerto_, con Francisco de
Rojas y Calderón. Esta comedia, en la cual se distinguen los diversos
trabajos de los tres poetas, y en el acto tercero especialmente la mano
de Calderón, está, á la verdad, escrita algo á la ligera, y tiende con
exceso á producir efecto teatral, aunque aparezcan en ella situaciones
dramáticas notables. Don Juan de Castro, heredero de la Corona de
Galicia, después de sufrir un naufragio, se ve solo y abandonado de sus
compañeros en la costa de Inglaterra, en donde encuentra, á poco de
arribar, á un caballero llamado Lidoro, próximo á espirar, que le
suplica lleve á efecto su último deseo, sin cuya realización no puede
morir tranquilo. D. Juan, con la mayor generosidad y abnegación, accede
al ruego del moribundo, de ejecución nada fácil, que espira entonces en
paz, prometiéndole presentarse ante el trono del Señor para dar fe de la
nobleza de ánimo de su bienhechor. En Lóndres, á donde se dirige D. Juan
entonces, hay grande excitación en el pueblo, porque la reina Clarinda,
obligada á casarse con Roberto, Príncipe de Irlanda, con arreglo á la
voluntad de su padre, se opone á este casamiento; se han formado dos
partidos contrarios, uno de los cuales se propone elevar al trono al
Príncipe, y defender el otro la libertad de la Reina, peleando ambos
entre sí en calles y plazas. Don Juan, que nada sabe de esto, cae, á
poco de llegar, en manos de los partidarios de Roberto, y es hecho
prisionero por los defensores de Clarinda y condenado á muerte. Ya el
prisionero se prepara para el suplicio, cuando oye un coro de ángeles
que le anima, y poco después se presenta el difunto Lidoro, que le abre
las puertas de la cárcel, y le anuncia que Dios le ha concedido la
gracia de revestir de nuevo forma humana para proteger á su bienhechor y
salvarlo del peligro. Don Juan, entonces, se ve libre por la
intervención sobrenatural de Lidoro, y se publica por las calles de
Londres que el Príncipe heredero de la corona de Galicia se juzga sólo
digno de dar su mano á Clorinda, y que así lo sostendrá contra todos en
solemne desafío. Con ayuda de su milagroso protector, logra asistir de
incógnito á una fiesta brillante de la corte y atraerse en ella el favor
de la Reina; pero Roberto, á su vez, proyecta asesinarlo para librarse
de este rival, y el amenazado de muerte escapa también ahora por la
intervención de Lidoro, que toma la forma de Don Juan y recibe en su
pecho el hierro asesino.
El Príncipe de Irlanda cree muerto á su adversario, pero éste, declarada
la guerra entre la Reina y su porfiado pretendiente, es nombrado General
de las tropas de la primera. La victoria se decide en favor de Irlanda;
el ejército de Clarinda se disuelve, y ella cae en manos de Roberto; Don
Juan yace herido mortalmente en el campo de batalla entre innumerables
víctimas; oye entonces de nuevo el coro celestial que lo consoló antes
en la cárcel, y se siente con nuevo vigor y nueva vida; Lidoro se
presenta de nuevo armado de todas piezas, con una bandera en la mano, al
frente de un ejército, con el cual derrota por completo al triunfante
vencedor. En la escena final, Clarinda, obligada por la necesidad, se
dispone á ofrecer su mano á Roberto, cuando las puertas se abren de
repente, entra Lidoro con una antorcha en la mano, anuncia su derrota al
orgulloso Príncipe de Irlanda y lleva á Don Juan á los brazos de
Clarinda.
Debemos mencionar ahora algunos poetas dramáticos, que ocupan un lugar
inferior entre los españoles consagrados al teatro, y en los cuales no
hemos de detenernos sino lo suficiente para dar una idea completa de
esta materia.
Rodrigo de Herrera[13] fué nombrado ya por Cervantes, en su _Viaje al
Parnaso_, y alabado irónicamente, comparándolo con Homero. Era natural
de Portugal, caballero de la orden de Santiago, y murió en el año de
1641. Sus comedias, que sólo pueden calificarse de algo más que
medianas, tienen en su mayor parte una tendencia religiosa pronunciada,
como, por ejemplo, las tituladas: _El primer templo en España_, _El
segundo obispo de Avila_, _La fe no há menester armas_ (sobre el ataque
frustrado de los ingleses á Cádiz el año de 1597). El argumento de la
_Del cielo viene el buen Rey_ es bastante extraño. El rey Federico de
Sicilia ha hecho desdichado á todo su reino con su tiranía y su olvido
de los preceptos divinos, irritando á sus súbditos de tal modo, que es
inminente una sublevación popular. Baja entonces del cielo el arcángel
San Miguel para refrenarlos, y al mismo tiempo para enmendar las faltas
cometidas por el Monarca. Vístese el traje real mientras el soberano se
baña, y toma su cuerpo y sus facciones desfigurando la fisonomía del
Rey, vistiéndolo de campesino. El arcángel gobierna entonces, siendo
mirado como el verdadero soberano, y lo hace con tanta justicia y con
tanta sabiduría, que se atribuye á milagro tan radical mudanza; las
pretensiones del Rey al trono, estando tan desfigurado, sirven sólo de
objeto de burlas; pero su enseñanza en la escuela de la humillación y de
la desdicha es tan completa, que, después de las pruebas á que lo sujeta
su divino representante, lo declara digno de ocupar de nuevo el trono.
El maestro Alonso Alfaro[14], presbítero de Madrid (muerto en 1643),
escribió un número considerable de comedias, entre las cuales, aunque en
general de escaso mérito, son las más célebres, las siguientes:
_Aristómenes Mesenio_, _El hombre de Portugal_, _La Virgen de la
Salceda_ y _La Virgen de la Soledad_.
Diego Muxet de Solís publicó en Bruselas en el año de 1624 un tomo de
comedias, que contiene seis históricas y dramas religiosos[15]. Su
_Venganza de la duquesa de Amalfi_ es una continuación de _El mayordomo
de la duquesa de Amalfi_, de Lope de Vega.
La obra dramática más famosa de Antonio de Huerta (de Madrid, según dice
Montalbán en su _Para todos_; de Valladolid, según D. Nicolás Antonio),
_Las doncellas de Madrid_, se ha perdido, según todas las apariencias.
Consérvanse de él, sin embargo, la comedia religiosa que lleva el título
de _Las cinco blancas de Juan de Espera en Dios_, _Los competidores y
amigos_, y otras.
De los muchos dramas que escribieron[16] Pedro García Carrero, médico de
Cámara de Felipe III, y Marcedo Díaz de Calle Cerrada (autor del poema
_Endymion y Luna_: Madrid, 1624), sólo se conservan los títulos; no así
de las de Juan Delgado[17], amigo de Lope y de Montalbán, algunas de las
cuales han llegado hasta nosotros, como, por ejemplo, la comedia de
espectáculo _El prodigio de Polonia_.
Jerónimo de la Fuente, médico, de quien existen muchas obras de
medicina, se consagró también, al mismo tiempo que cumplía sus deberes
profesionales, á cultivar con celo la poesía[18]. Insértanse comedias
suyas en las grandes colecciones dramáticas españolas, como sucede, por
ejemplo, con la titulada _Engañar con la verdad_, que se halla en el
tercer volumen de _Las comedias nuevas escogidas_: Madrid, 1653.
Montalbán, en su catálogo de escritores naturales de Madrid, celebra
como poeta dramático á Diego de Moxica y á Andrés Tamayo. Pertenecen al
último las piezas tituladas _A buen hambre no hay mal pan_ y _Así me lo
quiero_.
Fernando de Ludeña, capitán de infantería y caballero de la orden de
Santiago (muerto en 1641), es alabado como autor de muchas comedias y
autos, así como Gregorio López de Madera, nombre que aparece con
frecuencia en los escritos de Lope, famoso como abogado, poeta y pintor,
y caballero también del hábito de Santiago[19].
Los que mencionamos ahora, se encuentran todos en la misma relación de
valor y mérito con el arte dramático.
Diego de Vera Ordóñez y Villaquirán, capitán de infantería y alguacil
mayor de la Inquisición de Cataluña, fué nombrado caballero de la orden
de Calatrava en el año de 1653, y es el mismo D. Diego de Vera citado
por Agustín de Rojas.
Antonio de Herrera y Saavedra, muerto en 1639.
Jacinto de Herrera y Sotomayor. Este poeta dramático estuvo al servicio
del cardenal Don Fernando de Austria, y vivió en Bruselas en el año de
1640.
Felipe Bernardo del Castillo, muerto en 1632, famoso por sus autos.
Juan de la Porta Cortés, presbítero y notario apostólico.
Juan Antonio de la Peña[20].
Vicente Esquerdo, de Valencia, nacido en 1600, muerto en 1630, escribió
las comedias _Marte y Venus en París_ (representada en el año de 1619),
_La ilustre fregona_ (de la novela de Cervantes) y _La niña de
amor_[21].
Jerónimo de Salas Barbadillo, nacido en 1580, muerto en 1630, autor de
muchas obras en prosa y verso, y entre ellas de comedias como la
titulada _El gallardo Escarramán_.
Alonso del Castillo Solórzano, escritor muy fecundo, que en el reinado
de Felipe III, y en los primeros años de Felipe IV, vivió al servicio
del marqués de los Vélez, virrey de Valencia, escribió, además de muchas
novelas, algunas comedias, y entre ellas _La victoria de Norlingen_.
Entre los poetas dramáticos españoles, merece también mencion especial
el célebre conde de Lemos, virrey de Nápoles. Sábese que compuso una
comedia titulada _La casa confusa_, que se representó en el palacio del
duque de Lerma, con asistencia de Felipe III.
La afición de escribir para el teatro fué tan general, que algunos
autores que habían mostrado su talento en otros géneros literarios,
quisieron ensayarse también en el de la poesía dramática. Así, por
ejemplo, el conocido Don Francisco de Quevedo y Villegas, juntamente con
D. Antonio de Mendoza (poeta que floreció en el reinado de Felipe IV),
compuso una comedia, que se representó en una fiesta en el palacio del
conde de Olivares. Desgraciadamente, según todas las probabilidades,
esta comedia, titulada _Quien más miente medra más_, se ha perdido para
nosotros, aunque se conserven en la colección de las obras de Quevedo
una serie de entremeses suyos muy entretenidos.
D. Luis de Góngora, muchas veces mencionado antes, aunque sin vocación
especial para el drama, quiso también probar sus fuerzas en este
terreno, arrastrado por las corrientes de la moda; pero sus tentativas
tuvieron mal éxito, y no llevando su nombre las dos comedias tituladas
_Las firmezas de Isabela_ y _El doctor Carlino_, hay motivos para dudar
que hayan sido escritas por tan ingenioso poeta.
Los imitadores de Góngora no quisieron ser menos que su maestro. Así, el
culterano Félix de Arteaga compuso una comedia, _Gridonia_, que revela
ya en su calificativo (_invención real_) el estilo culto. Hállase
inserta en las _Obras póstumas divinas y humanas_, de D. Félix de
Arteaga: Madrid, 1641.
También las mujeres pagaron su tributo á la predilección con que se
cultivaba la poesía dramática, contándose entre ellas á Doña Bernarda
Ferreira de la Cerda, portuguesa instruída, llamada á Madrid por Felipe
III para enseñar latín á las Infantas. Hay un tomo de comedias
españolas[22] de esta señora, y la tragicomedia _Los jardines y campos
Sabeos_, Lisboa, 1627, de Doña Feliciana Enríquez de Guzmán.
Ya en tiempo de Lope de Vega no era raro que se reuniesen varios poetas
para componer una comedia; sin embargo, la mayor extensión de esta
costumbre cae juntamente en la época, á que consagramos el tomo
siguiente de esta historia del teatro español, por cuyo motivo
reservamos para ese lugar el examen de la significación de las palabras
impresas en algunas comedias, expresando que han sido escritas _por
uno_, _por dos_ ó _por tres ingenios de esta corte_. También trataremos
entonces, por creerlo así más oportuno, de las grandes colecciones de
las obras dramáticas españolas, cuya mayor parte fué dada á luz á
_mediados del siglo XVII_.
[Illustration]
[Illustration]


CAPÍTULO XXX.
El italiano Fabio Franchi acerca del arte dramático en España.

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