Historia de la literatura y del arte dramático en España, tomo III - 18

Total number of words is 4832
Total number of unique words is 1612
33.3 of words are in the 2000 most common words
48.0 of words are in the 5000 most common words
54.7 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
y por lo general, lleno de vida, de los hechos casi fabulosos de los
primeros conquistadores de América; y aunque notemos ciertas
exageraciones é imágenes poco correctas, á nuestro juicio, hay que
convenir en que son semejantes por su naturaleza á aquellas narraciones
maravillosas, que al hablar de los portentos del Nuevo Mundo encontraron
en todos crédito; cuentos y patrañas que se sostuvieron mucho tiempo en
el público antes que se dudara de su veracidad, como, por ejemplo, la
narración de Orellana, la cual se incluye también en este drama, de
haber encontrado una república de amazonas á las orillas del Marañón. La
fantasía de aquellos conquistadores se exaltó de tal manera con esas
imágenes fantásticas y engañosas, que uno de ellos, Manuel Ponce de
León, después de hacer grandes preparativos, emprendió una expedición
para descubrir las fuentes de la juventud perpetua.


CAPÍTULO XXVII.
Continuación y fin de la crítica particular de las obras dramáticas
más notables de Tirso.

Si bien el poeta representa las más veces los fenómenos más conocidos de
la existencia humana, en su desarrollo y con sus pasiones, é ilumina con
la luz de su imaginación las manifestaciones de la vida, considerándolas
bajo su aspecto externo, hay, sin embargo, algunos dramas suyos que se
distinguen por su filosófica profundidad, y que excitan y conmueven en
tanto grado á nuestro corazón y á nuestra inteligencia, como interesan á
nuestro espíritu y á nuestra fantasía. En la titulada _Escarmientos para
el cuerdo_, desenvuelve con tanta maestría como ingenio un asunto
esencialmente trágico, porque en este poema, lleno de sombras temerosas,
nos pinta con una verdad horrible los abismos en que se precipita el
crimen, arrastrado por la ligereza y por la pasión, y cómo la justicia
divina alcanza al fin al delincuente perverso. Este asunto se desarrolla
en ella bajo la forma de una poesía sublime, sobre todo en su desenlace,
puesto que el criminal, por su culpa, hace también partícipe de sus
males á sus deudos inocentes, llenando este drama de pinceladas tan
profundas y verdaderas, que se puede llamar su obra tragedia romántica,
única en su especie[70]. Comienza con una suntuosa procesión triunfal,
con que se celebran en Goa las victorias ganadas por Don Manuel de Sousa
contra muchos príncipes indianos. Don Manuel se nos presenta vestido de
rico traje de guerra, siguiéndole su ejército, de gala, y los
prisioneros indianos con cadenas. El triunfador refiere sus hazañas en
un discurso ostentoso al gobernador de la India, García de Sa, el cual,
al contestarle, muestra hacia él la mayor consideración. En la escena
inmediata conocemos á Doña María, dama portuguesa que ha ido á la India
disfrazada de hombre para buscar á Don Manuel, su antiguo amante, de
quien ha tenido un hijo, y que la ha abandonado, llevándose consigo al
tierno Dieguito. Se da á conocer al infiel, y lo conmueve de tal modo
probándole su amor y su fidelidad, que él, atormentado por los
remordimientos de su conciencia, cae arrepentido á sus pies, le pide
perdón y le jura amar sólo á ella en lo sucesivo. El amante pide al
cielo venganza si falta después á sus promesas:
Plegue á Dios, prenda querida,
Si llorares ofendida
Mi lealtad y fe inconstante,
Que vengativo levante
Peligros contra mi vida
Cuanto esta máquina encierra:
Si navegare, la guerra
Del mar, llevándome á pique,
Naufragios me notifique
Inauditos; si en la tierra,
Entre caribes adustos,
Abrasados arenales,
Tigres del monte robustos,
Rayos de nubes mortales,
Rigores del cielo justos,
Todos juntos, homicidas,
Verdugos de mis enojos,
En las prendas más queridas
Ceben su furia á mis ojos,
Porque me quiten más vidas.
Don Manuel, antes de la llegada de Doña María, ha contraído relaciones
amorosas con Doña Leonor, hija del Gobernador. Las rompe luego para
consagrarse á su antigua pasión; pero el Gobernador, á cuya noticia han
llegado esas relaciones amorosas de Don Manuel con su hija, desea que se
celebre el matrimonio entre ambos, excitado por las esperanzas
lisonjeras que, para lo futuro, despierta este enlace en su ánimo, si el
amante cumple su promesa. Don Manuel, que no se distingue por su
constancia, duda entonces y vacila. El Gobernador sabe por su parte que
su hija ha dado á luz un fruto de sus amores, y obliga al seductor á
optar entre la muerte ó su casamiento con Doña Leonor. Don Manuel, en
esta situación tan crítica, no resiste al imperio de las circunstancias,
y es perjuro con Doña María. Celébranse las bodas con Doña Leonor; pero
al bendecirlos el sacerdote, la espada de Don Manuel se escapa de la
vaina, y hiere impensadamente á la novia, suceso que se interpreta por
todos como un mal presagio. Los recién casados se embarcan, con arreglo
á las órdenes del Gobernador, y se dirigen hacia Portugal, abandonando
á las Indias, Don Manuel sin ver siquiera á Doña María, y separando
también á esta desdichada de su hijo Dieguito, á quien se lleva consigo
en su viaje. La mísera engañada tiene noticia de su deslealtad, y acude
corriendo á detener al culpable; pero llega tarde al puerto, en el
momento en que el buque leva el áncora, y sólo oye á lo lejos las voces
de su hijo que la ve y quiere volver con ella. Arrodíllase entonces en
la orilla, y pide al cielo que castigue al perjuro, al mismo tiempo que,
impulsada por su amor y por su pena, invoca las bendiciones del cielo
sobre la cabeza de su hijo. Negras nubes llenan entonces el espacio. Una
borrasca está á punto de estallar, y el buque desaparece á lo lejos en
la obscuridad, azotado por las olas. Doña María se apresura entonces á
revelar al Gobernador la traición de Don Manuel, y en seguida se hace á
la mar con ella en otro buque para alcanzar al fugitivo y arrancarle su
hijo. La escena inmediata representa un huracán espantoso, que se ensaña
contra el navío en donde van Don Manuel y Doña Leonor. El amante infiel
comienza entonces á presentir que le persigue la Justicia Divina. El
buque encalla en la costa de África, y empieza entonces una serie de
escenas, en las cuales el terror y la compasión, y las pasiones más
tiernas y enérgicas rivalizan entre sí para perturbar el ánimo de los
espectadores y hacer en ellos impresión profunda. Los náufragos vagan
por el desierto, rodeados de pueblos salvajes, sufriendo todas las
torturas físicas, y expuestos á todos los riesgos de aquellas regiones
inhospitalarias. Don Manuel se abandona á la más sombría desesperación;
la infeliz é inocente Leonor muestra en esta situación deplorable el
amor y la abnegación que siente por su esposo, y los dolores del niño,
próximo á espirar, aumentan los males de ambos. Después que la fantasía
del poeta agota estas terribles escenas, nos ofrece á Leonor robada por
los salvajes cafres, que atacan á los fugitivos. Dieguito es arrebatado
por un tigre, y Don Manuel intenta darse la muerte para poner término á
su existencia. A la conclusión desembarcan también en la costa de África
el Gobernador y Doña María, que siguen las huellas de los extraviados,
alcanzándolos al cabo con una parte de la tripulación, y averiguando el
triste destino de ambas víctimas. Los cadáveres de Doña Leonor y de
Dieguito son conducidos en un féretro provisional, y los perseguidores
de Don Manuel, renunciando á todo proyecto de venganza, lloran la muerte
de los desventurados, inclinándose llenos de respeto ante los decretos
de la Justicia Divina.
Hasta los que menos conocen las obras de Tirso de Molina saben
perfectamente que él fué el primero que presentó en el teatro la célebre
historia[71] de _El Burlador de Sevilla_ y _Convidado de piedra_, que,
por su plan y desarrollo, debe clasificarse entre sus obras menos
importantes, aun cuando se noten en ella ciertos rasgos propios sólo de
un poeta de primer orden. El carácter de Don Juan es de superior mérito
dramático; no así la exposición de sus delitos, defectuosa á nuestro
juicio[72]. Esta composición, según parece, fué más famosa en el
extranjero que en España. En el teatro italiano aparece ya hacia el año
1620[73]. En Francia hay tres imitaciones de la misma con el título
ininteligible de _Le festin de pierre_. La más antigua es del año 1659,
de Villiers; la segunda, de 1661, de Dorimon, y la tercera, de 1665, de
Molière[74]. En España este mismo argumento fué desenvuelto
dramáticamente por Zamora, y su _Convidado de piedra_, no el de Tirso,
se ha mantenido hasta ahora en sus teatros[75].
Entre los dramas de Tirso hay uno solo mitológico, que se titula
_Aquiles_. En el acto primero se describe la locura fingida de Ulises,
para eximirse con ella de tomar parte en la guerra de Troya, y después
la vida salvaje de cazador, que lleva el joven Aquiles, educado por
Chirón en un desierto agreste y montañoso. En el acto segundo Tetis se
lleva á Aquiles, disfrazado de doncella, á la corte del rey Nicomedes,
en la cual vivirá en lo sucesivo entre mujeres vírgenes. El carácter
violento del joven guerrero, que no puede acomodarse á este género de
vida, está trazado de mano maestra. Su madre le enseña una fórmula de
cortesía propia de señoras, y él se inclina como lo hacen los soldados.
Un amante de la princesa Deidamia, de quien Aquiles está celoso, le dice
mil lindezas y le pide que le dé su mano; pero él oprime la del galán
con tal violencia, que éste da gritos de dolor. En el acto tercero viene
Ulises, vestido de mercader, para descubrir á Aquiles, y trae, entre
otros objetos, una lanza y un escudo, de los cuales se apodera el héroe
sin tardanza. Conseguido el propósito de Ulises, se encaminan ambos á
Troya, sin preocuparse mucho Aquiles de Deidamia, antes su amada, la
cual le sigue al campamento griego, disfrazada de hombre. La comedia no
tiene desenlace verdadero, refiriéndose á una segunda parte que ha de
completar su argumento.
En _La república al revés_ se pintan con tanta energía como animación
los disturbios y altercados de familia de la corte de Constantino
Porfirogeneta. Constantino despoja del trono á su madre, la destierra, y
ordena que le quiten la vida. Cásase con Carola, hija del rey de Chipre,
pero se apasiona pronto de una dama de la corte y encierra á la
Emperatriz en la cárcel. Obligado á celebrar una conferencia, para
tratar este asunto, con el padre y el hermano de Carola, siembra entre
ambos tal cizaña, que al fin se matan uno y otro. Da licencia á las
bandas de ladrones para entregarse públicamente á sus excesos, y dispone
que los matrimonios se anulen de cuatro en cuatro años; disuelve el
Senado, obliga á los senadores á vestirse de mujeres para burlarse de
ellos, y renueva la herejía de los Iconoclastas. Por último, los griegos
se sublevan contra este tirano insensato, encargan del mando á la
desterrada Irene y se apoderan de Constantino, á quien su madre condena
á perder la vista y á cárcel perpetua.
_La vida de Herodes_, parte de cuya comedia utilizó Calderón en _El
mayor monstruo los celos_, constituye una transición entre los dramas
religiosos y los mundanos. Mientras Herodes hace la guerra en la Armenia
por mandato de su padre Antipatro, llega á sus manos un retrato de la
bella Mariana, princesa de Jerusalén. Después de regresar victorioso á
Ascalón, sabe que su hermano Fausto está enamorado de Mariana, y se
encamina en secreto á Jerusalén para oponerse á este casamiento. Al
llegar allí, tiene la fortuna de librar á la Princesa de un peligro de
muerte. Disfrázase de pastor para conquistar así el amor de Mariana, y
logra cumplidamente su objeto, siendo preferido por ella á Fausto. Éste,
impulsado por la venganza, lo entrega al general romano Marco Antonio,
que lo carga de cadenas; pero Augusto, que hace la guerra á Marco
Antonio, liberta al prisionero y le nombra rey de Jerusalén. Mariana,
mientras tanto, ha sido confiada á la guarda del ministro Josefo; cae
en manos de Herodes una carta, que le hace sospechar de la virtud de su
amada; oye una conversación entre la última y Josefo, que, al parecer,
confirma sus sospechas, y, lleno de rabiosos celos, condena á ambos á
muerte. En seguida recibe la noticia de la venida de tres magos que,
guiados por una estrella, se proponen adorar al Rey recién nacido de los
judíos, por cuyo motivo da orden de matar á todos los niños menores de
tres años y á todos los descendientes de David. El Salvador, que ha
nacido ya, recibe la adoración de pastores y reyes, y Herodes muere
loco, teniendo en sus brazos dos niños degollados.
Este drama es evidentemente defectuoso en su argumento, aunque contenga
muchos rasgos aislados de extraordinaria y sorprendente belleza. Lo
mismo puede decirse del que lleva el título de _El árbol del mejor
fruto_. Cuando Constantino, hijo del emperador Constancio, camina hacia
Grecia para casarse allí con la princesa Irene, muere asesinado por unos
ladrones, que lo reconocen después de perpetrado su delito, y huyen
aterrados. Encuentran en una aldea inmediata á un labrador, llamado
Cloro, vivo retrato del Príncipe asesinado, y le proponen hacerse pasar
por aquél y casarse de este modo con Irene, para cuyo fin le entregan
las cartas, que servían de credenciales al muerto. Cloro, á quien antes
se le ha profetizado que así él como su amigo Licinio habían de ser
emperadores, acepta el proyecto, y es acogido por la princesa Irene con
la mejor voluntad como su esposo prometido. Cuando el falso Constantino
va con su joven esposa á la corte del emperador Constancio, llega
también el cadáver del asesinado, siendo tan grande la semejanza entre
ambos, que hasta su mismo padre duda si su hijo es el muerto ó el vivo;
el engaño se descubre, sin embargo, por la intervención de un campesino,
y en su consecuencia, es condenado Cloro á perder la vida; pero
sobreviene en tan crítico momento Elena, madre del último, y declara que
en su juventud ha sido amada por Constancio, y que el fruto de este amor
ha sido Cloro, cuyo nombre verdadero es también Constantino. Cloro es
entonces proclamado César con este mismo nombre de Constantino. Después
comienzan las hostilidades entre Magencio y Constantino, anunciándose á
éste, ya inclinado á la fe cristiana, que vencerá en la contienda con el
estandarte de la Cruz; cúmplese la profecía, y Constantino, agradecido,
hace voto de ir en peregrinación á Palestina para buscar la Santa Cruz.
Cuando, después de la muerte de Constancio, sube al trono imperial, se
dirige á Jerusalén con Elena, Irene y Licinio, al cual asocia al
imperio por su valor probado. Los judíos de esta ciudad indican el
lugar, consagrado por muchos mártires, en donde debe estar oculta la
Cruz del Salvador; hácense saltar las piedras que la guardan, y en vez
de una sola Cruz se hallan tres iguales: ¿cuál será, pues, la verdadera?
Un milagro resuelve la duda. Licinio ha muerto por mandato de
Constantino, en castigo de una persecución á los cristianos que ha
promovido, y se acuerda poner el cadáver en presencia de las tres
cruces, porque será la verdadera la que lo resucite. Se hace la prueba,
y apenas toca á Licinio el santo símbolo, recobra el muerto la vida, y
las primeras palabras que pronuncia declaran la divinidad de Jesucristo.
Irene y los judíos, testigos de este portento, se convierten al
cristianismo.
Lope de Vega, en la dedicatoria de su comedia _Lo fingido verdadero_ á
Gabriel Téllez, religioso de Nuestra Señora de la Merced (comedias de
Lope de Vega, tomo XVI), celebra con grandes alabanzas las obras
religiosas de este autor; pero, entre las conservadas hasta nosotros,
hay sólo pocas de esta clase. Ya hemos indicado antes cuán difícil es
señalar los caracteres exclusivos de este género literario. Algunas de
las comedias de Tirso, aunque en el asunto que les sirve de fundamento
lo parezcan, por provenir de la Biblia ó de la Historia Sagrada de la
Iglesia Católica, no se diferencian, sin embargo, en lo demás
considerablemente de los sugeridos por la historia profana. _La elección
por la virtud_ (cuyo asunto es la elevación al Solio pontificio de Sixto
V de su estado de campesino), contiene, á la verdad, elementos muy
profanos, juntamente con otros de una gracia inimitable, como, por
ejemplo, la bellísima escena en que una doncella, disfrazada de pastor,
y con el pretexto de cazar aves, se acerca á la torre en donde está
prisionero su amante, y se comunica con él por medio de un canto de
doble sentido, hasta que al fin consigue su libertad. _La mujer que
manda en casa_ representa con vigorosas pinceladas la historia de
Jezabel, del libro primero de los Reyes. _La venganza de Tamar_, la de
Amnón y Tamar, que hoy se sufriría con trabajo en el teatro. Pocos
poetas dramáticos españoles se han elevado tanto en la poesía trágica
como Tirso en este notabilísimo drama. Nada hay más patético que el
carácter del anciano David, y el tierno amor que muestra ante la pasión
culpable de sus mal aconsejados hijos. Amnón, el mayor de ellos, penetra
una noche en los jardines cerrados del palacio, en los cuales, con
arreglo á la usanza oriental, viven retiradas las mujeres. Oye los
cantos de una voz seductora que lo atraen y encadenan, y entabla un
diálogo con la que canta, á consecuencia del cual se enamora de ella
ardientemente. La obscuridad y el velo que la cubre le impiden ver su
rostro; pero acuerdan ambos que se dé á conocer vistiendo un traje de
púrpura en una fiesta próxima, que ha de celebrarse después en palacio.
Las escenas inmediatas describen esta fiesta. Amnón reconoce horrorizado
que la dama del vestido de púrpura es Tamar, su hermana de padre. Cae en
una melancolía profunda, é intenta primero dominar su pasión; pero no
puede lograrlo, y la expresa ante su hermana en sus acciones y palabras.
El rey David deplora amargamente la tristeza de su hijo, que casi raya
en locura. Amnón pide á su padre la gracia de que Tamar sea la elegida
para cuidarlo en su enfermedad, y así se le concede. Entonces ocurre la
escena violenta, de que nos habla la Biblia, en una forma que rechazan
nuestras ideas modernas; pero presentada, no obstante, con
extraordinaria animación dramática. Después que Amnón ha satisfecho su
deseo, por castigo del cielo se trueca su antiguo amor en el odio más
implacable, y atormenta á la deshonrada Tamar y la maltrata sin cesar.
Ésta acusa al culpable ante el Rey, y concierta un plan de venganza con
Absalón, que la ayuda con el mayor celo, porque suspira hace tiempo por
ceñirse la corona, y desea, por consiguiente, que desaparezca Amnón de
su camino. Tamar se retira á una posesión rural de su hermano á
Baalhasor, en donde vive disfrazada de labradora. Absalón, en el período
de la siega, prepara aquí una fiesta en la cual ha de ejecutarse su
proyecto de venganza. Amnón acude á este lugar, y comienza á enamorar á
una campesina, en la cual reconoce á la mujer, odiada por él
mortalmente, porque le recuerda su horrible crimen. Llénase de temor, y
presiente la proximidad de la catástrofe que le amenaza. Los segadores y
segadoras celebran la fiesta de la recolección con alegres cánticos y
danzas; óyense de improviso gritos lastimeros detrás de la escena;
Adonias y Salomón, hermanos de Absalón, se presentan en el teatro
pálidos como la muerte; cesan los cantos, se transforma el lugar de la
escena, y se ve derribar la mesa, en la cual están colocados los
preparativos de la fiesta, y junto á ella, en el suelo, el cadáver de
Amnón, atravesado de puñaladas y chorreando sangre. Delante del muerto
se ve á Tamar, que se regocija de su venganza, y al ambicioso Absalón,
con la espada desnuda, orgulloso de su triunfo. Esta escena es, sin duda
alguna, de lo más trágico que puede existir en cualquier teatro. El
drama termina con las lamentaciones de David acerca de los males que le
preparan sus hijos en su vejez. Algunas escenas de este drama han sido
imitadas por Calderón en su excelente tragedia titulada _Los cabellos de
Absalón_.
El elemento religioso aparece más claro en una obra dramática de Tirso,
en la cual se desenvuelve la historia de Santa Casilda, leyenda española
muy bella[76], arreglada para el teatro; titúlase _Los lagos de San
Vicente_. La heroína es una hija del rey moro de Toledo, presa de una
profunda melancolía, que emprende una peregrinación hacia el lago de San
Vicente, por habérsele profetizado que bañándose en él recobrará su
salud; el baño á que alude esta profecía, es el agua del Bautismo.
Casilda se hace cristiana durante su viaje, y después ermitaña, á
orillas del lago sagrado, sin volver más á la corte de su padre.
El drama, que lleva el nombre de _Quien no cae no se levanta_, en cuyo
primer acto se desarrolla una intriga amorosa algo libre, toma después
carácter religioso. Margarita, hija de un rico florentino, ha llevado
una vida licenciosa, y promovido, entre los muchos amantes á quienes ha
dispensado sus favores, asesinatos y desastres mortales. Oye un día una
voz celestial, acompañada de melodiosa música, que la reconviene por sus
excesos. Síguese á esta exhortación dos apariciones, mostrándole una el
fin horrible que la aguarda si persevera en la senda del pecado, y la
otra la corona inmortal que ha de ceñir las sienes de la pecadora
arrepentida. La emoción de Margarita es extraordinaria, pero no
suficiente para arrancarla de sus antiguos hábitos. Selio, mientras
tanto, uno de sus adoradores, que ha dado muerte á otro, se ha refugiado
en un convento. Sábelo Margarita, y se dirige á la iglesia del mismo
convento para hablar con él; pero allí hace en ella tal impresión el
discurso de un sacerdote, que, arrepentida de sus faltas y comprendiendo
la enormidad de ellas, cae en tierra anonadada, se despoja de sus galas
y vestidos, y con sus gestos y ademanes hace creer al pueblo que ha
perdido la razón. Vístese después de tosco sayal y vive en el más
completo retiro; pero Selio, disfrazándose y sobornando á una criada de
Margarita, consigue entrar en su habitación, y la hace vacilar de tal
modo en su propósito, que se decide á huir con él. Pero en el momento de
ponerlo en práctica cae en tierra como desmayada junto al umbral de la
puerta; aparécesele su ángel de la guardia, y con su belleza celestial y
su divina elocuencia, borra de su corazón todo pensamiento mundano. El
mensajero de Dios la excita á casarse con él, no para esta vida
terrestre, sino para la vida eterna; la pecadora arrepentida accede á
sus ruegos, apoderándose la muerte de su cuerpo, incapaz de resistir á
tan violentas emociones, y llevándose el ángel su alma á la mansión
celestial.
Semejante á éste es el argumento de _La condesa bandolera_. La condesa
Ninfa, enemiga primero de los hombres, es deshonrada después por el
conde de Calabria; se hace salteadora de caminos y comete innumerables
crímenes, hasta que, hallándose en peligro de muerte, se le presenta un
ángel que le enseña el camino de la virtud, se arrepiente de sus delitos
y los expía en un bosque solitario, en donde muere á mano de la duquesa
de Calabria, que la atraviesa con un venablo, tomándola por una bestia
salvaje.
De mérito singular, y quizás el más notable de todos los dramas
religiosos que se han escrito en España, es _El condenado por
desconfiado_, obra que lleva el sello de un sentimiento religioso
singularmente enérgico y peculiar de aquella época, aunque á nosotros
nos parezca extraño y casi inexplicable. Su objeto es exponer el
contraste que hay entre la pusilanimidad y la fe. Un ermitaño, que ha
pasado su vida en ejercicios de piedad y prácticas de virtud, cae en
las garras del demonio por sus dudas de la misericordia de Dios, y al
fin es condenado; al contrario, un criminal cuya existencia ha sido una
serie no interrumpida de sangrientos delitos de todo género, alcanza al
cabo la gracia divina. Esta idea extravagante está desenvuelta en
conceptos, extraños en parte, pero ingeniosos y sublimes, encontrándose
en inexplicable confusión con los rasgos más sombríos de este cuadro
otros muy diversos, llenos de ternura y de sentimiento religioso, que
impresionan vivamente al lector. Pablo el ermitaño vive há largo tiempo
en una ermita solitaria, exclusivamente consagrado á la devoción y
contemplación de la divinidad. La obra comienza con una escena realzada
por la solemnidad y santidad de las fiestas del descanso, á que se
entregaban los antiguos patriarcas. Pablo, después de orar, cae en un
letargo, durante el cual sueña que va á ser condenado en el juicio
final. Este sueño trastorna y conmueve tan violentamente su alma, que
llega á concebir algunas dudas acerca de la misericordia de Dios. A
consecuencia de ellas, el demonio lo tienta de diversas maneras,
autorizado con el permiso de Dios. Revístese, pues, de la forma de un
ángel, y le dice «que vaya á Nápoles para salir de dudas y recelos, y
que en esa ciudad hay un cierto Enrico sabedor de su propio destino,
puesto que Dios ha ordenado que sea idéntico el fin de ambos.» El
ermitaño da crédito á esta visión engañosa y se pone en camino,
esperando que Enrico será un modelo de virtud y de devoción. ¡Cómo se
engaña el desdichado! Lo encuentra en la compañía de amigos criminales y
libertinos y de mujeres perdidas, celebrando todos una orgía, durante la
cual cada uno de estos dignos personajes refiere satisfecho los delitos
que ha cometido, ornando al fin á Enrico, por más culpable, con una
corona de laurel. Fácil es de comprender el asombro de Pablo ante este
espectáculo. ¿Podrá, pues, Enrico, personificación de todo lo malo,
disfrutar de la gracia divina? Si la suerte del ermitaño ha de ser
idéntica, su condenación eterna es entonces segura, decidiéndose por
desesperación (con tanto mayor motivo cuanto que sus méritos para
obtener la gracia son hasta aquel momento superiores á los del criminal)
á lanzarse como él en la senda del delito. Regresa con esta resolución á
la montaña, en donde vivió antes como piadoso solitario, y se pone al
frente de una banda de ladrones, con la cual comete todo linaje de
crímenes. A veces oye la voz de su conciencia, cuando cesa en su vida
culpable, exhortándolo á emprender de nuevo el buen camino; pero al
pensar en Enrico y en la revelación que se le hizo, insiste de nuevo en
sus censurables excesos.
Como representante de la gracia divina se le presenta un ángel, bajo la
forma de un joven pastor, que teje una corona de flores, con la cual
quiere coronar á los pecadores arrepentidos, y que entona cánticos
llenos de gracia, que celebran la generosidad y misericordia de Dios.
Pablo vacila un instante en sus malos propósitos, pero incurre pronto de
nuevo en su falta anterior de confianza en el Supremo Juez. Enrico,
mientras tanto, perseguido por la justicia á causa de sus crímenes, se
arroja á la mar por escapar de sus ministros. Las revueltas olas se lo
llevan milagrosamente y lo depositan en la costa, teatro de las
fechorías de Pablo. Los bandidos lo hacen prisionero, y su capitán
resuelve someterlo á las pruebas más duras, para deducir de su muerte
cuál ha de ser la suya propia. Enrico es atado á un árbol y asaeteado
sin compasión; pero en vez de asustarse, se burla de Dios y se ríe en
sus barbas de la muerte. Pablo se presenta de nuevo vestido de ermitaño,
y lo exhorta al arrepentimiento con tanta mayor insistencia, cuanto que
cree que el término bienaventurado de la vida de Enrico ha de ser
garantía segura del que le aguarda; pero sus esfuerzos son vanos, porque
Enrico no hace caso ninguno de sus palabras, y al fin le concede la
vida, temiendo que, como impenitente, pueda ser condenado. Después de
esta prueba peligrosa es mayor poco á poco el extravío del pusilánime.
Cuenta á Enrico su vida y su destino, y Pablo hace con él lo mismo; pero
Enrico, á pesar de todos sus crímenes, ha conservado siempre una virtud,
la del amor y la ternura filial que siempre ha tenido á su anciano
padre; y á pesar también de todos sus delitos anteriores, siempre ha
creído que la gracia de Dios puede al fin salvarlo. La existencia de
esta empedernida obstinación en el pecado con la firme confianza en la
misericordia divina, repugna, sin duda, á nuestras ideas actuales; pero
hoy mismo no es rara en los pueblos católicos de la Europa meridional.
Los dos criminales unidos prosiguen su sanguinaria carrera, y roban y
asesinan á cuantos caen en sus manos. Al cabo de algún tiempo resuelve
Enrico encaminarse á Nápoles para visitar á su padre. La justicia se
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - Historia de la literatura y del arte dramático en España, tomo III - 19