Historia de la literatura y del arte dramático en España, tomo III - 17

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la que lleva el título de _Don Gil de las calzas verdes_, una de sus más
famosas comedias, que hasta ahora se ha mantenido en el teatro español
con el mayor aplauso de los espectadores de todas las épocas, y lo mismo
se observa en _El amor médico_, en _La huerta de Juan Fernández_ y en
alguna otra. Agrádale también presentar cortes extranjeras en la escena
para el desarrollo de sus intrigas dramáticas, y un aventurero español,
rival de diversos príncipes que pretenden la mano de alguna princesa, el
cual, después de los sucesos más interesantes, sin duda por ser
compatricio del poeta, logra siempre al cabo la victoria. Muchas veces
sus personajes, que pertenecen á la clase más elevada de la sociedad, se
ven contrapuestos á los de las más bajas de la misma, resultando, del
contraste que forman las costumbres cortesanas con las rústicas ó
populares, situaciones divertidas con extremo, que el poeta aprovecha
para su objeto con su ordinario ingenio, formando las delicias del
público. En ocasiones traslada á la corte á campesinos y explota el
contraste de sus hábitos antiguos con los nuevos modales, que intentan
adoptar, convirtiéndolos en fuente inagotable de las más ingeniosas y
agradables ocurrencias. En otras, personajes del más alto rango, ya
disgustados de la monotonía de la vida cortesana, ya por otras causas,
viven entre labradores ó pastores, vestidos como ellos, y cuando la
casualidad los reune con otros cortesanos, aprovechan su disfraz para
mostrar la más fina ironía y hacer las observaciones más mordaces contra
la libertad de los habitantes de las aldeas y su candor aparente. El
talento de Tirso es también incomparable para el idilio en toda su
pureza, sin adición alguna satírica, y nunca pierde la ocasión de
hacerlo brillar en todo su esplendor. No se crea, sin embargo, que sus
trabajos de esta índole son tan insípidos y frívolos como otros de ese
género, populares entonces en toda Europa, porque pinta la vida y
aficiones de los campesinos españoles con la más seductora sencillez,
con pinceladas vigorosas é inimitables, infundiéndoles vida y carácter
real. Sólo Lope de Vega es su rival en esta parte.
Ya hemos mencionado algunas de las mejores comedias de Tirso; pero nos
falta indicar lo que, á nuestro juicio, sobresale más y merece llamar
preferentemente la atención entre sus innumerables obras dramáticas, y
exponer concisamente el argumento de algunas, á fin de conocer la esfera
en que giran sus invenciones y en que más se distingue de los demás
poetas. Así formaremos una idea exacta, y en lo posible metódica, de su
carácter y cualidades. No dejaremos de confesar que nuestro propósito,
tratándose de Tirso, tropieza con graves dificultades, en cuanto se
propone imprimir orden en nuestro juicio sobre sus obras, y con tanta
mayor razón, cuanto que el trazado ó exposición de sus argumentos
dramáticos sólo puede dar una idea muy incompleta del conjunto de cada
una de sus comedias; y si lo hacemos así, es porque no hay otro medio
más adecuado al alcance de quien escribe la historia de la poesía de
presentar á los lectores de su obra las cualidades características de
cualquier poeta, y á la vez el conocimiento concreto y detallado de sus
escritos. Repetimos, pues, la advertencia, que ha de tenerse muy
presente, de que el mérito singular de los dramas de Tirso no se
encuentra ni en el arte con que está trazado su plan, ni en el arreglo
ni unidad del conjunto, sino en la variedad y en el interés de las
situaciones, en el vigor y la vida de los caracteres, en el colorido
seductor de sus imágenes, en la agudeza inimitable de su ingenio y en el
brillo de su dicción poética; que, por tanto, al exponer el argumento de
cada uno de ellos, apenas se ve otra cosa que una especie de _caput
mortuum_, y que sus defectos, en esta forma, son más aparentes que sus
excelencias.
_La villana de la Sagra_ comienza en una posada: dos criados se
entretienen en la antesala jugando á las cartas, mientras sus señores,
en la habitación contigua, hacen lo mismo. Las bromas de los dos
bribones, á costa de sus amos, son muy divertidas; pero pronto pasan de
las burlas á las veras, se acaloran, y el uno da un bofetón al otro. En
el mismo instante se presentan también sus amos disputando vivamente,
sacan las espadas, y Don Luis mata á Don Juan, huyendo en seguida de la
posada para escapar de la justicia. Después se nos presenta en la escena
Doña Inés, la hermana del matador, que se ve perseguida por los ruegos
amorosos importunos de un hermano del muerto, á quien anuncia que se
abstenga en lo sucesivo de visitarla en el instante mismo, en que recibe
la noticia del homicidio y huida de Don Luis; y como se considera por
esta causa sin protector contra las asechanzas y pretensiones de un
amante odioso, resuelve, sin demora, disfrazarse de hombre y reunirse
con el fugitivo.
En la escena inmediata, no ya en Santiago, sino en Toledo, Don Pedro,
joven galán, persigue en la calle á Angélica, seductora doncella
toledana, é intenta acercarse á ella dirigiéndole frases amorosas; pero
es rechazado con desprecio. El fogoso y apasionado mancebo, fuera de sí
por los desdenes de la Angélica, resuelve, en su pasión, realizar á la
fuerza su deseo sin contemplaciones de ningún género. Ofrécele la
ocasión más favorable para saciar su apetito la fiesta de San Roque, que
se celebra en la noche de aquel día en las inmediaciones de Toledo, esto
es, en lo que se llama propiamente la Sagra. Las escenas siguientes
representan esta fiesta, descritas con la más viva y brillante poesía.
Los asistentes á ella se abandonan sin reserva á sus danzas y cantos,
sin aprensión ni temor alguno, cuando de repente se presenta armado Don
Pedro y roba á la bella Angélica. El fugitivo Don Luis llega también al
mismo paraje, después de consumado el rapto. La narración del delito lo
indigna sobremanera, corre en busca del raptor, lo alcanza, y liberta á
la robada.
En el acto segundo aparece Doña Inés, vestida de hombre, en el camino de
Toledo, á donde ella cree que ha huído su hermano, por residir en esa
ciudad un pariente de ambos. Ve acercarse dos caminantes, y conoce que
son su hermano y su criado. Don Luis, en efecto, había estado en Toledo;
pero habiendo muerto su tío, había tomado la resolución de escapar á sus
perseguidores disfrazándose en traje más humilde, y entrando al servicio
del padre de la doncella, á quien había arrancado de manos del raptor.
Inés lo sorprende hablando con su criado, mientras declara su pasión por
la bella Angélica, por cuya causa, ya para estar á su lado sin estorbos,
ya avergonzada de su disfraz, determina no darse á conocer de él, sino,
al contrario, en cuanto le sea posible, permanecer como desconocida
cerca de su domicilio. Se encamina, por tanto, á la aldea de la Sagra, y
entra como paje en la servidumbre de Don Pedro, atraído también al
mismo paraje por su amor á la bella Angélica. Éste, arrepentido entonces
de su reciente atentado, pretende honrosamente á la seductora villana, y
cuenta con la aquiescencia de su padre, el más rico personaje de la
aldea; pero Angélica no quiere oir hablar de él, enamorada ardientemente
de su libertador, á pesar de haberle visto tan á la ligera, que apenas
recuerda sus facciones. Mientras ella se abandona sin freno á su
inclinación, preséntase Don Luis, humildemente vestido; pretexta ser
antiguo criado de su salvador, y le ruega que, por su intercesión, lo
admita su padre en el número de sus servidores. El enredo y las
complicaciones á que dan lugar estos hechos, son tales y tan grandes,
que es imposible referirlos. Sin embargo, en lo más substancial se
reducen á lo siguiente: Angélica, en la apariencia, se muestra dispuesta
á obedecer la voluntad de su padre, y manifiesta á Don Pedro cierta
inclinación, porque espera de este modo, más bien que resistiéndose
directa y abiertamente, impedir su odioso matrimonio. Don Luis, mientras
tanto, jardinero en la casa de la villana, prosigue la ejecución de su
proyecto, ya trayéndole cartas amorosas de su pretendido señor, ya
acercándose, como tal y sin disfraz, á las rejas de Angélica, y
entablando con ella tiernos diálogos amorosos. En el huerto, en donde
se consagra especialmente al cuidado de las colmenas, tiene con ella
frecuentes entrevistas, y asiste también á las que celebra con su
pretendiente Don Pedro. Como le consta que es fingida la inclinación que
Angélica muestra á su pretendiente aprobado, no siente celos algunos,
sino que, al contrario, se burla del pobre engañado, ya entonando
alegres cánticos que expresan su propia dicha, ya mofándose de su
burlado rival, ya interrumpiendo los amorosos diálogos de los dos
amantes con la intervención de un enjambre de abejas que lanza entre
ambos, y hasta golpeando á Don Pedro, so pretexto de librarlo de la
picadura de una de ellas. Estas escenas son de una gracia pastoril
inimitable, por su mezcla de ternura y entusiasmo, y por la ironía y la
libertad poética que las distingue.--La comedia termina de esta manera:
Angélica averigua que Don Luis y su pretendido criado son una misma
persona. Inés, empleada como paje de Don Pedro para llevar mensajes
amorosos, es traidora á su señor al desempeñar su encargo, y hace lo
posible por favorecer á su hermano, y se descubre á él, puesto que antes
no la había reconocido. Angélica llega en el momento en que los dos
hermanos se abrazan estrechamente, y siente rabiosos celos creyendo
infiel á su amante. Determina, para vengarse, dar su mano á Don Pedro,
y Don Luis, al saberlo, como Orlando, por Angélica, se vuelve loco; pero
felizmente todo se arregla al cabo con felicidad, puesto que Don Pedro
es obligado por su padre á celebrar otro casamiento, aunque esto no se
justifique con razones sólidas, y Angélica, averiguado su error, se casa
con su constante y enamorado pretendiente.
_La villana de Vallecas_ (asunto tratado después, primero por Moreto en
_La ocasión hace al ladrón_, y más tarde por D. Dionisio Solís), nos
sorprende por su complicada y animada intriga, y se ha conservado hasta
hoy en la escena española, entre las obras más aplaudidas. El capitán
Don Gabriel de Herrera tiene relaciones amorosas con Doña Violante,
valenciana distinguida, á la que abandona después por encaminarse á
Madrid á solicitar el perdón del Rey, por haber matado á otro en un
desafío mientras vivió en Flandes. Para hacer este viaje toma el nombre
de Don Pedro de Mendoza; un concurso singular de sucesos lo lleva á una
posada próxima á Madrid, en donde conoce á un caballero, llegado de
Méjico, que realmente lleva el mismo nombre, y otra casualidad hace
también que, por una mala inteligencia de los criados, se cambien los
dos cofres de Don Gabriel y del mejicano. El verdadero Don Pedro no
puede, pues, identificar su persona, á lo cual contribuye la existencia
de pruebas de haber cometido un crimen en Madrid, mientras que el
culpable, teniendo á su disposición el cofre de su homónimo, no sólo se
ve dueño de oro en abundancia y ricas joyas, sino también de ciertas
cartas dirigidas á un Don Gómez, con cuya hija había de casarse Don
Pedro. El capitán, desplegando la mayor diligencia, se presenta en la
casa de Don Gómez como su yerno, y es recibido con los brazos abiertos
por el padre y por la hija, mientras que el desventurado Don Pedro, que
llega después y trabaja en restablecer la verdad de los hechos, es
considerado como un farsante, y además de esto, como si fuera Don
Gabriel, es llevado á la cárcel por las gestiones de un hermano de la
engañada valenciana. Doña Violante se ha puesto en camino en este
intervalo para buscar á su infiel amante, y para expiarlo mejor, ha
entrado á servir en Vallecas, pueblo inmediato á Madrid, á un labrador
que se dedica á hacer pan, que ella ha de vender diariamente en la
capital. Se da traza de entrar en la casa de su rival y de indisponer á
los dos amantes, descubriendo el engaño del último y obligándole, al
fin, casándose con ella, á cumplir sus antiguas promesas. Las escenas,
en que la fingida aldeana censura las costumbres de la corte, con
sencillez aparente y en el lenguaje popular, que imita á la perfección,
diciendo la verdad sin ambajes ni rodeos, son de las más bellas que ha
sugerido hasta ahora la musa cómica. No hay necesidad de añadir que el
Don Pedro verdadero es reconocido como tal, y que se casa con la hija de
Don Gómez.
_La celosa de sí misma_ se distingue por su argumento, de invención
excelente y trazado con admirable ingenio y dominio del asunto. Un
caballero joven viene de las provincias á Madrid, en obediencia á las
órdenes de sus padres, para casarse con una dama que no conoce, y de la
que sólo sabe que es muy rica. No muestra gran inclinación á este
enlace, siendo para él indiferentes las riquezas, y deseando sólo que su
mujer sea bella y virtuosa. A poco de llegar á Madrid ve una dama, á la
salida de la iglesia, cuyo porte y aire le enamoran, á pesar de llevar
un velo que oculta completamente su rostro; entra en conversación con
ella y se apasiona aún más con este incentivo. Pero esta dama, por una
extraña casualidad, es la misma destinada á ser su esposa. Cuando visita
después á su prometida, en la casa de sus futuros suegros, manifiesta
poco entusiasmo por ella, enamorado sólo de la desconocida. Doña
Magdalena, adorada con el velo y despreciada con el rostro descubierto,
tiene celos, pues, con razón, de sí misma, y ofendida del
comportamiento de su prometido, resuelve castigar la tibieza de éste y
premiar la fogosa pasión del amante. Tal es el argumento de esta
comedia, notable por sus muchas y divertidas escenas.
_Amar por señas_ es una obra dramática magistral en toda la extensión de
la palabra, tan original como ingeniosa, y llena de bellezas poéticas de
primer orden por su energía y por su dulzura. Un caballero español,
llamado Don Gabriel, ha asistido á un torneo en la corte de Lorena,
rompiendo más lanzas que ninguno de sus contrincantes. A su regreso
pernocta en un bosque, en donde, hablando con su criado, le dice que
viaja muy afligido porque la princesa Beatriz, hija mayor del Duque, á
quien ha visto sólo de paso, le ha inspirado un amor ardiente. Mientras
entabla este diálogo, le roban su equipaje, sin notarlo, y, cuando lo
averigua y corre á buscarlo, observa á lo lejos un hombre que, al
parecer, lo espera. Es un criado de la corte que le confiesa haberlo
robado por orden de una señora, que le ama; Don Gabriel pregunta quién
es ella, y le contesta que una de las tres Princesas. El criado se aleja
de allí mientras tanto, y Don Gabriel le sigue, ya excitado por la
curiosidad, ya para no perder ciertos recuerdos de una de sus anteriores
damas guardados en su equipaje; de repente se ve solo en la obscuridad,
porque, sin notarlo, ha llegado, en persecución de su ladrón y atraído
por él, á un aposento del castillo, y encuentra cerradas las puertas á
su rededor, pero no permanece mucho tiempo en este estado, porque su
servidor, el gracioso, se descuelga con una cuerda por la chimenea; en
una palabra, el caballero extraviado ha caído en un castillo encantado.
No tarda en ponerse en movimiento un torno que hay en la pared, por
medio del cual recibe el caballero luz y un cesto con manjares. Dentro
del cesto viene también una carta, que dice lo siguiente: «Por los
papeles que os he usurpado, sé, Don Gabriel Manrique, parte de vuestros
amores. Quien temerosa de perderos os ha impedido el viaje, mal os lo
consentirá celosa. El cuarto de esta quinta que os detiene está
deshabitado, y imposible en él vuestra salida mientras no juréis, con la
seguridad que los bien nacidos empeñan palabras, y las firméis de
vuestro nombre, no partiros de nuestra corte sin licencia mía, no
revelar á persona estos secretos, y conjeturar por señas cuál de las
tres primeras damas es la que en palacio os apetece amante.»
Doña Beatriz ha ideado esta intriga para probar la perspicacia del
caballero extranjero, y para cerciorarse de que es espontáneo el amor
que le profesa; con este objeto, sin revelar su plan, distribuye, entre
sus hermanas, varias joyas y otras prendas para engañar mejor á su
amante. Don Gabriel presta su juramento, y se presenta de nuevo en la
corte como si no estuviera enamorado: su corazón se inclina á Beatriz;
pero los diversos objetos suyos, que poseen las Princesas, la simpatía
que le manifiestan y otras circunstancias casuales que concurren en este
enredo, le confunden de manera que, complicándose aquél más y más, ya
que no podemos, por desgracia, descender á sus pormenores, se resuelve
al cabo casándose el caballero, como ardientemente deseaba, con la
princesa Doña Beatriz. Esta comedia se distingue, desde el principio
hasta el fin, por una serie de escenas tan ingeniosas como interesantes,
y así en su conjunto como en sus partes es tan bella y tan perfecta, que
debe ser considerada, con justicia, como una de las obras más excelentes
de la poesía cómica.
Poco menos divertido é interesante es el argumento de la titulada _No
hay peor sordo que el que no quiere oir_. Don Diego, con arreglo al
convenio que hay entre su padre y Don García, debe casarse con Catalina,
la primogénita del último; pero en realidad está más enamorado de Lucía,
la hermana menor, que también le corresponde por su parte. Catalina, que
ama apasionadamente á su futuro esposo, por cuya razón está celosa de
su hermana, se esfuerza por todos los medios posibles en persuadir á su
padre que la case con un cierto Don Fadrique; pero los amantes se oponen
á este propósito con todos sus recursos, é intentan, por medio de la
astucia, el logro final de sus deseos. Don Diego pretexta á veces, para
alejar ese enlace, que detesta, tener ya elegida otra esposa, y Doña
Lucía, á su vez, se finge sorda sólo por no oir hablar de Don Fadrique y
de su casamiento. Esta sordera fingida, de la cual toma su título la
obra, da ocasión á las escenas más graciosas. Don Diego induce después á
un primo suyo, llamado Don Juan, á disfrazarse de alguacil y acusar á
Don Fadrique de un delito supuesto. En virtud de otra intriga, Don
García se ausenta algún tiempo de su casa, cuya ausencia aprovechan los
amantes casándose, y á su regreso traen la noticia de que Don Fadrique
ha sido forzado por la justicia á dar su mano á otra dama, á quien había
hecho promesa formal de casamiento; Don Diego y Doña Lucía se le
presentan ya como recién casados, y Doña Catalina, perdidas sus
esperanzas, acepta la mano que Don Juan le ofrece.
_Amar por arte mayor_ es una comedia de mucho mérito, por su gracia, y
conocida probablemente de Calderón y no olvidada cuando escribió su
_Secreto á voces_.
La protagonista de _La fingida Arcadia_ es una Condesa italiana,
entusiasta hasta el extremo de las poesías de Lope de Vega, declarando
por este motivo, á sus diversos pretendientes, que el elegido entre
ellos será sólo el que reuna todas las cualidades que Lope de Vega
atribuye al pastor Anfriso en su _Arcadia_. Todos los galanes adoptan,
pues, los nombres y trajes de los pastores, consiguiendo al cabo la
victoria un español, que sirve á la Condesa disfrazado de jardinero.
_El vergonzoso en Palacio_ goza de singular celebridad, mereciéndola más
por su excelente trazado de caracteres particulares y por sus
situaciones dramáticas numerosas, que por la harmónica trabazón de su
conjunto. _Amar por razón de estado_ abunda también en iguales bellezas,
y sobresale por lo perfecto de su plan. En _Mari Hernández la gallega_ y
_Averígüelo Vargas_ observamos personajes de naturalidad extraordinaria,
y reunen en grato consorcio la dulzura del idilio con el interés de una
acción animada y rica en detalles. _Amor y celos hacen discretos_ nos
ofrecen un aticismo acabado en su exposición, frases de una gracia
inimitable y un espíritu de observación, poco común al representar los
estados más íntimos y diversos del alma. Llama también esta comedia
nuestra atención porque guarda escrupulosamente las tres unidades de
lugar, de tiempo y de acción.
_El pretendiente al revés_ (frisando también en parte con el idilio)
desenvuelve con admirable penetración psicológica los misterios de los
corazones enamorados. _El castigo del pensé que..._ representa en sus
dos partes, de una manera gráfica, la verdad de que la dicha próxima se
gasta por la excesiva reflexión, declarándose, al principio de la
segunda parte, que la primera había sido recibida con el mayor aplauso,
y que había sido puesta en escena en todos los teatros de España, en
ciudades, villas y aldeas. Moreto la utilizó en su comedia _El parecido
en la corte_, como le sirvió también para el mismo objeto _La
entretenida_, de Cervantes. En _Ventura te dé Dios, hijo_, se describen
con tanta gracia como verdad los caprichos de la fortuna, al conceder
sus dones, y cómo se burla la casualidad de todos los cálculos de la
sabiduría humana. Las tituladas _Celos con celos se curan_ y _Del
enemigo el primer consejo_, desenvuelven resortes dramáticos, semejantes
á los empleados por Lope en su comedia _Milagros del desprecio_, y
hubieron de servir después á Moreto para el argumento de su célebre _El
desdén con el desdén_. _Por el sótano y por el torno_ y _Los balcones de
Madrid_ son modelos inimitables de la comedia de _Capa y espada_,
distinguiéndose también por su gracia picaresca y por la libertad que
reina en su intriga amorosa. Pocas obras dramáticas de este género, por
su animación y por su vida, podrán compararse á la que lleva el título
_Desde Toledo á Madrid_. Don Baltasar, que pretende á una dama llamada
Doña Ana, hiere mortalmente á su rival, y después del combate se refugia
en la casa más próxima, y se oculta en una de sus habitaciones más
solitarias. Sorpréndelo aquí Doña Mayor, hija del dueño de la casa,
enamorándose de ella de tal modo, después de celebrar un breve diálogo
con la misma, que se olvida por completo de su primer amor. Sabe que
Doña Mayor está prometida á un cierto Don Luis, y que en aquel mismo
día, acompañada de él y de sus padres, ha de encaminarse á Madrid para
celebrar sus bodas. Don Baltasar, á quien la novia muestra pronto su
inclinación amorosa, porque contra su voluntad ha accedido á contraer el
enlace propuesto con Don Luis, toma la resolución de disfrazarse de mozo
de mulas y entrar en el séquito de su amada. Se da trazas de jugar su
papel á la perfección, y regocija á toda la compañía por la mezcla que
ofrece de rústica grosería y de agudeza y socarronería algo libertina. A
la mula, que lleva á Doña Mayor, arrima un cardo bajo la cola, de suerte
que no se puede refrenar, y que el supuesto mozo, corriendo siempre
detrás de ella, se encuentra solo en el campo con su amada, y ambos
hablan sin obstáculos cuanto les parece. Los demás circunstantes
sospechan tan poco la verdad del caso, que llaman en broma á Don
Baltasar novio de Doña Mayor; y en la parada que hacen para pasar la
noche, y para que parezca menos larga, celebran por burla su boda con la
prometida de Don Luis. Éste, como es de suponer, no toma parte en la
alegría y carcajadas de los demás. Don Diego, mientras tanto, hermano de
la antigua amada de Don Baltasar, sabedor del disfraz de éste, se
propone pedirle una satisfacción de su deslealtad. Lo alcanza en la
posada, en donde pernoctaban, y le echa en cara su conducta poco
caballerosa; Doña Mayor escucha este diálogo, y al oir hablar de los
anteriores amoríos de Don Baltasar, dominada por los celos, le acusa del
homicidio cometido. Los criados intentan aprisionar á Don Baltasar, pero
éste se salva abriéndose camino con su espada. El desenlace de la acción
es el siguiente: Doña Mayor rehusa casarse con Don Luis mientras no
parezca el fugitivo; Don Diego hace saber que el caballero herido por
Don Baltasar no ha muerto, sino que ha recobrado por completo su salud,
habiéndose casado ya con Doña Ana; y, por último, se presenta el mismo
Don Baltasar, ya no disfrazado, sino en el traje propio de su clase, y
pide la mano de Doña Mayor, que se le concede.
_Marta la piadosa_ se acerca más al tipo de la comedia de carácter,
propiamente dicha, ofreciéndonos un cuadro perfecto y muy animado de la
hipocresía, el primero de esta clase en la literatura moderna, y de un
colorido poético infinitamente más rico que las obras famosas de Molière
y de Moratín, que tratan el mismo asunto.--Aventúrome ahora también á
atribuir á Tirso de Molina una composición dramática, cuyo autor se
titula un Ingenio de esta corte en varias impresiones sueltas, y la
cual, en el tomo XXXV de las comedias tituladas de _Los mejores ingenios
de España_ (Madrid, 1671), se atribuyó á Francisco de Rojas. Se denomina
_En Madrid y en una casa_, y concuerda hasta tal punto con las comedias
fidedignas de Tirso en lenguaje, plan y exposición, que, á mi juicio, ha
de considerársele como su verdadero autor. Rojas mismo se queja en el
prólogo del segundo tomo de su comedias (Madrid, 1645), de que algunas
obras dramáticas, no escritas por él, llevan su nombre falsamente,
abundando además los ejemplos de otras muchas comedias españolas, cuyos
autores supuestos no son los verdaderos, y deduciéndose de estos
hechos, que nada prueban las indicaciones de los libreros y de los
catálogos de los teatros, cuando se hallan en completa discordancia con
las razones que se desprenden de la contextura íntima de estas mismas
composiciones. La comedia á que aludimos, es de las mejores que se
conocen, distinguiéndose por su enredo, perfectamente trazado; por su
complicación, y, á pesar de esto, por su claridad extraordinaria.
Como transición del género cómico á otro más serio y formal, han de
considerarse _Palabras y plumas_ (cuyo argumento se funda, al parecer,
en la novela del halcón de Boccaccio), y _El amor y el amistad_, obras
ambas que nos seducen por cierto matiz ligero de sentimentalismo que las
adorna. La regularidad del plan de la última en nada se asemeja á las
demás composiciones de Tirso. Don Guillén, favorito del conde de
Barcelona, es dichoso con su amada y con su amigo; pero esta felicidad
desaparece en breve con motivo de un diálogo íntimo entre ambos que él
escucha, y cuyos motivos ignora, infundiéndole sospechas hasta el
extremo de formar el proyecto de averiguar su verdad. El Conde,
accediendo á sus ruegos, le retira aparentemente su favor, lo encierra
en la cárcel y le confisca todos sus bienes, convenciéndose pronto de la
falsedad de sus sospechas, puesto que tanto su amigo como su amada le
dan pruebas, en la desgracia, de su afecto y fidelidad.--A la misma
categoría pertenecen _Privar contra su gusto_ y _El celoso prudente_,
siendo esta última un drama superior, y en algunos de sus detalles
modelo ó fundamento de la tan famosa de Rojas titulada _Del Rey abajo
ninguno_. Esta se diferencia de las anteriores, que hemos citado, por el
carácter de su poesía, ya más serio. Como la clasificación de las
composiciones dramáticas españolas sólo tiene un valor relativo, la
distinción, que puede hacerse entre las de Tirso en cómicas y serias, es
también, en general, relativo, y nunca supone una separación completa de
ambos elementos. Algunos de los dramas de este poeta son tan diversos
por su carácter de los examinados por nosotros hasta ahora, que es
necesario clasificarlos en una sección aparte, aun cuando tengan ciertos
rasgos fundamentales comunes, que indican evidentemente su parentesco
con aquéllos.
Con admiración observamos que el poeta, hasta ahora semejante á una
mariposa, que vuela de flor en flor, se transforma en águila de
improviso y alza su vuelo hasta las nubes; el Tirso imparcial y burlón
desaparece de nuestra vista y se nos presenta como un poeta histórico,
que celebra con frases inspiradas los hechos memorables del noble pueblo
español, y su estilo, inseguro á veces y del colorido más vario, cobra
vigor inusitado á medida que sus pensamientos se subliman. Algunas obras
de esta especie pueden calificarse de dramas épicos. Tal es _La
prudencia en la mujer_, una de las obras más notables del teatro
español, que describe, con grandes y atrevidas pinceladas, las luchas
feroces de los partidos durante la minoría de Fernando IV y el heroísmo
de la Reina madre, triunfando de la obstinación de sus rebeldes
vasallos. Los dos primeros actos son superiores á todo encarecimiento;
no así el tercero, que es algo inferior en mérito. _Las hazañas de los
Pizarros_, en tres partes, nos ofrecen un cuadro de brillantes colores,
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