Historia de la literatura y del arte dramático en España, tomo III - 16

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intrigas, de Doña Elvira, hasta que al fin logra ver realizados por
completo sus deseos. Menester es, para que no nos choquen tanto las
inverosimilitudes, que, con arreglo á nuestras ideas actuales, se
originan necesariamente de estos disfraces con el velo, sin que los
personajes que lo hacen, sean, sin embargo, conocidos, que no olvidemos
las aventuras á que daba lugar el uso de esta prenda de vestir, y la
habilidad extraordinaria con que la manejaban las damas españolas cuando
las circunstancias lo exigían.
La comedia de _No hay vida como la honra_ es, seguramente, una de las
mejores de Montalbán. La escribió para defender su reputación literaria,
después de haber sido silbada otra obra dramática suya, y su triunfo fué
tan grande, que se representó muchos días consecutivos en ambos teatros,
obteniendo siempre grandes aplausos. Su escena más notable es aquélla en
que Don Carlos, cuya cabeza se había puesto á precio, se entrega
voluntariamente á la justicia para recibir el dinero ofrecido, y librar
de su miseria, por este medio, á su amada esposa.
La comedia titulada _La toquera vizcaína_ se distingue por ofrecer
situaciones muy dramáticas, y sería digna de grandes elogios si esas
situaciones no fuesen contrarias de todo punto á las reglas más notorias
de la posibilidad y verosimilitud.
De los restantes trabajos dramáticos de Montalbán, dignos de loa, sólo
merecen mención especial los que llevan el título de _Cumplir con su
obligación_, _Ser prudente y ser sufrido_, _Como á padre y como á Rey_ y
_La más constante mujer_. Las demás, que conocemos, nos parecen muy
inferiores á las anteriormente citadas. Su Don Carlos (que lleva el
título de _El segundo Séneca de España_, aplicado á Felipe II), no se
puede comparar con la de Enciso. La llamada _De un castigo dos
venganzas_, es la exposición dramática de un crimen de homicidio, de
ferocidad y crueldad, repugnante hasta el extremo; el horrible suceso,
que le sirve de base, había ocurrido en Lisboa el mismo año que se
presentó en el teatro. _La puerta Macarena_, en dos partes, se propone
representar la historia trágica de Doña Blanca de Borbón; pero su
extensión es desmesurada y flojo el enlace de su argumento, y el asunto
que se trata no corresponde de ningún modo, en la obra del poeta, á lo
que de él pudiera esperarse. _El divino nazareno Sansón_ y _Palmerín de
Oliva_, son dos comedias de espectáculo, cuyo principal papel lo
desempeña la tramoya de las máquinas.
_El Polifemo_, auto de Montalbán, es tan extraño, que no es posible
pasarlo en silencio. Ulises simboliza en él al Salvador, Polifemo al
Demonio y Galatea al Alma. De los cuatro cíclopes, el primero es el
Judaísmo, el segundo el Desprecio de Dios, el tercero el Engaño ó Judas
Iscariote, y el cuarto la Ley natural.


CAPÍTULO XXV.
Tirso de Molina[67].--Su Apología de la Comedia Española.--Sus
obras dramáticas en general.

Las poesías que satisfacen y deleitan plenamente por su mérito á cuantos
las conocen, excitan ordinariamente el deseo de conocer, también en toda
su extensión, la vida de su autor. Así sucede con las comedias que han
llegado hasta nosotros con el nombre de Tirso de Molina; pero, por
desgracia, son muy escasas las noticias biográficas que se han
conservado del gran poeta, autor de trabajos tan admirables. Su nombre
verdadero era el de Gabriel Téllez, y Madrid el lugar de su nacimiento.
Hasta el año de 1620 no hay dato alguno que revele su existencia, aunque
se sepa que hacia ese tiempo, y ya de edad de cincuenta años, era
fraile en Madrid del convento de la Merced. Hubo, pues, de nacer, con
arreglo á esa indicación, hacia 1570, y por tanto, era de alguna menos
edad que Lope de Vega. Desempeñó en su Orden los cargos más importantes;
fué su cronista en Castilla la Nueva; doctor en Teología, y, por último,
en 1645, prior del convento de Soria, y como tal debió morir en 1648, á
la edad de setenta y ocho años.
Los asuntos, á que hubo de atender en el desempeño de su cargo monacal,
no le impidieron escribir numerosas obras literarias; pero su fecundidad
fué mucho mayor en el género dramático, y en esa parte sólo conoce por
rival á Lope de Vega. Ya en el año 1621[68] había compuesto 300, y sin
duda no permaneció ocioso en los restantes veintisiete años de su vida,
aunque proporcionalmente sólo pocas hayan llegado hasta nosotros. La
colección de sus comedias comprende 59, si bien sólo 51, como después
veremos, son realmente suyas; hay otras 14 sueltas y tres en _Los
Cigarrales de Toledo_; además poseemos algunos entremeses y autos
sacramentales de su pluma[69]. Sin embargo, si se hicieran
investigaciones minuciosas, se encontrarían de seguro algunas obras
suyas que se tienen por perdidas, ya manuscritas, ya en impresiones
antiguas, y la recompensa valdría sin disputa el trabajo empleado en
buscarlas.
Pero antes de examinar detenidamente las obras poéticas de Tirso,
copiaremos aquí algunos párrafos de sus _Cigarrales de Toledo_, en los
cuales defiende una de sus comedias (_El vergonzoso en Palacio_), y
expone con esta ocasión todo su sistema dramático. Supone que esa
comedia se ha representado ante una sociedad poco numerosa. Al terminar
la representación, los espectadores se comunican sus ideas y los juicios
que han formado de la obra.
Los párrafos citados dicen lo siguiente:
«Con la apacible suspension de la referida comedia, la propiedad de los
recitantes, las galas de las personas y la diversidad de sucesos, se les
hizo el tiempo tan corto, que con haberse gastado cerca de tres horas,
no hallaron otra falta, sino la brevedad de su discurso. Esto, en los
oyentes desapasionados, y que asistían allí, más para recrear el alma
con el poético entretenimiento, que para censurarle. Que los zánganos de
la miel, que ellos no saben labrar, y hurtan á las artificiosas abejas,
no pudieron dexar de hacer de las suyas, y con murmuradores cencerros
picar en los deleitosos panales del ingenio. Quién dixo que era
demasiadamente larga, y quién impropria. Pedante hubo historial, que
afirmó merecer castigo el poeta, que contra la verdad de los anales
portugueses, avía hecho pastor al Duque de Coimbra Don Pedro: siendo así
que murió en una batalla, que el Rey D. Alonso su sobrino le dió, sin
que le quedasse hijo sucessor, en ofensa de la casa de Avero, y su gran
Duque, cuyas hijas pintó tan desembueltas, que contra las leyes de su
honestidad, hicieron teatro de su poco recato la inmunidad de su jardin,
como si la licencia de Apolo se estrechasse á la recoleccion histórica,
y pudiese fabricar sobre cimientos de personas verdaderas, arquitecturas
del ingenio fingidas. No faltaron protectores del ausente Poeta, que
volviendo por su honra, concluyessen los argumentos Zoylos (si pueden
entendimientos contumaces, Narcisos de sus mismos pareceres y descritos
mas por las censuras que dan en los trabajos agenos, que por lo que se
desvela en los propios convencerle). Entre los muchos desaciertos (dixo
un presumido natural de Toledo, que le negara la filiacion de buena
gana, sino fuera porque entre tantos hijos sabios y bien intencionados
que ilustran su benigno clima no era mucho saliese un aborto malicioso)
el que me acaba la paciencia es ver quan licenciosamente salió el Poeta
de los límites y leyes, con que los primeros inventores de la comedia
dieron ingenioso principio á este poema, pues siendo así que este ha de
ser una accion cuyo principio medio y fin acaezca lo más largo en veinte
y quatro horas sin movernos de un lugar, nos ha encaxado mes y medio por
lo menos de sucessos amorosos. Pues aun en este término parece imposible
pudiesse disponerse una dama ilustre y discreta á querer tan ciegamente
á un pastor, hacerle su secretario, declararle por enigmas su voluntad y
ultimamente arriesgar su fama á la arrojada determinacion de un hombre
tan humilde, que en la opinion de entrambos, el mayor blason de su
linage eran unas abarcas, su solar una cabaña, y sus vasallos un pobre
hato de cabras y bueyes.
»Dejo de impugnar la ignorancia de Doña Serafina pintada en lo demas tan
avisada, que enamorandose de su mismo retrato sin más certidumbre de su
original, que lo que don Antonio la dixo, se dispusiesse á una baxeza
indigna aun de la mas plebeya hermosura, como fue admitir escusas, á
quien pudiera con la luz de una vela dexar castigado y corrido. Fuera de
que no se yo porque ha de tener nombre de Comedia, la que introduze sus
personas entre Duques y Condes, siendo asi que las que más graves se
permiten semejantes acciones, no pasan de Ciudadanos, Patricios y damas
de mediana condicion.
»Iva á proseguir el malicioso arguyente, quando atajandole don Alexo le
respondio. Poca razon aveis tenido, pues, fuera de la obligacion en que
pone la cortesia, á no dezir mal el combidado de los platos que le ponen
delante, por mal sazonados que esten en menosprecio del que combida. La
Comedia presente ha guardado las leyes de lo que aora se usa: y á mi
parecer (conformandome de los que sin pasion sienten) el lugar que
merecen las que aora se representan en nuestra España comparadas con las
antiguas, les haze conocidas ventajas, aunque vayan contra el instituto
primero de sus inventores. Porque si aquellos establecieron que una
comedia no representasse, sino la accion que moralmente puede suceder en
veinte y quatro horas, quanto mayor inconveniente sera, que en tan breve
tiempo un galan discreto se enamore de una dama cuerda, la solicite,
regale, y festege, y que sin passarse un dia, la obligue y disponga de
suerte sus amores, que començando á pretenderla por la mañana, se case
con ella á la noche? Que lugar tiene para fundar zelos, encarecer
desesperaciones, consolarse con esperanças y pintar los demas afectos y
accidentes, sin los cuales el amor no es de ninguna estima? Ni como se
podra preciar un amante de firme y leal, si no passan algunos dias,
meses y aun años, en que le haga prueva de su constancia? Estos
inconvenientes, mayores son en el juyzio de qualquier mediano
entendimiento que el que se sigue, de que los oyentes sin levantarse de
un lugar, vean, y oygan cosas sucedidas en muchos dias: pues ansi como
el que lee una historia en breves planas, sin passar muchas horas, se
informa de casos sucedidos en largos tiempos y distintos lugares, la
comedia, que es una imagen y representacion de su argumento, es fuerza
que quando le toma de los sucessos de dos amantes retrate al vivo lo que
les pudo acaecer, y no siendo esto verisimil en un dia, tiene obligacion
de fingir passan los necessarios para que la tal accion sea perfeta que
no en vano se llamo la Poesia pintura viva, pues imitando a la muerta
está en el breve espacio de vara y media de lienço pintado lexos, y
distancias que persuaden á la vista á lo que significa, y no es justo
que se niegue la licencia que conceden al pincel, á la pluma, siendo
esta tanto mas significativa que essotro quanto se dexa mejor entender
el que habla articulando silabas en nuestro idioma, que el que siendo
mudo explica por señas sus conceptos. Y si me arguis que á los primeros
inventores devemos los que professamos sus facultades, guardar sus
preceptos, pena de ser tenidos por ambiciosos y poco agradecidos á la
luz que nos dieron para proseguir sus habilidades, os respondo que
aunque á los tales se les deve la veneracion de aver salido con la
dificultad que tienen todas las cosas en sus principios, con todo esso
es cierto, que añadiendo perfecciones á su invencion (cosa puesto que
facil, necesaria) es fuerza que quedandose la sustancia en pie, se
muden los accidentes, mejorandolos con la experiencia. Bueno seria que
por que el primero musico saco de la consonancia de los martillos en la
yunque, la diferencia de los agudos y graves y la armonia mussica,
huviessen los que agora la professan de andar cargados de los
instrumentos de Vulcano, y mereciessen castigo en vez de alabança, los
que á la harpa fueron añadiendo cuerdas y vituperando lo superfluo é
inutil de la antiguedad la dexaron en la perfeccion que agora vemos.
Esta diferencia ay de la naturaleza al arte que lo que aquella desde su
creacion constituyó no se puede variar, y asi siempre el peral produzira
peras, y la encina su grossero fruto y con todo esto la diversidad del
terruño y la diferente influencia del cielo y clima á que están sugetos,
las saca muchas vezes de su misma especie y casi constituye en otras
diversas. Pues si hemos de dar credito á Antonio de Lebrixa en el
prologo de su vocabulario, no crio Dios al principio del mundo, sino una
sola especie de melones, de quien han salido tantas y entre si tan
diversas como se ve en las calabaças pepinos y cohombros, que todos
tuvieron en sus principios una misma produccion, fuera de que ya que no
en todo pueda variar estas cosas el hortelano, á lo menos en parte
(mediando la industria del ingerir) de dos diversas especies compone
una tercera, como se ve en el durazno que engerto en el membrillo
produce el melocoton, en que hazen parentesco lo dorado y agrio de lo
uno con lo dulce y encarnado de lo otro.»
El pasaje copiado contiene, sin duda alguna, la apología más ingeniosa y
elocuente del teatro nacional, que en España, en donde la práctica ha
sido tan superior á la teoría, reinó como soberano, y al mismo tiempo
una réplica satisfactoria á los ataques de Figueroa, de Villegas y de
otros clásicos.
Dejemos ahora los principios teóricos de Tirso, y ocupémonos en el
examen de sus obras dramáticas. Ya hemos dicho, que, de éstas, ni aun la
cuarta parte se conserva. Pero si bien es de deplorar que hayan
desaparecido tantas obras de un poeta tan distinguido como éste, sin
embargo, en las que nos quedan encontramos bellezas de primer orden, que
exceden en mucho á las de otros poetas famosos inferiores, y sobradas,
no obstante, para que nos llene de admiración su inventiva inagotable; y
es tal su fecundidad y son tan distintas unas de otras, que
clasificarlas y caracterizarlas es ya por sí trabajo arduo. Tirso es
como un encantador, que sabe tomar las formas más opuestas. Cuando
creemos conocer perfectamente los rasgos de su fisonomía, nos muestra en
seguida otros completamente diversos. Son tan ricos los brillantes
colores de su poesía, que se burlan de todos los esfuerzos posibles para
expresarlos y reproducirlos debidamente. No es menor, por tanto, la
tarea que ha de proponerse el crítico, porque hasta sus faltas aisladas,
que no se puede menos de conocer y confesar, se hallan revestidas de tan
deslumbrador colorido poético, que se necesita hacer verdaderos
prodigios de calma y reflexión para no hablar de ellos como lo haríamos
cuando nos arrastra ciegamente la admiración más exagerada. El teatro de
Tirso se puede comparar á esos países maravillosos que describen los
poetas románticos, en donde las brisas más perfumadas y la música más
atractiva encadenan el corazón y los sentidos del caminante; en donde
millares de sendas que se cruzan, le llevan ya á jardines soberbios, ya
á valles risueños, ya á abismos insondables que dan vértigos, al lado de
altísimas montañas que se pierden en las nubes; en donde se oyen las
voces burlonas de los duendes que salen de las cavernas, y vuelan los
genios por el aire, y en donde el brillante cielo de la poesía ilumina
con su luz seductora hasta las encrucijadas engañosas y las sendas no
holladas. Y, á la verdad, muy frío y sin alma ha de ser el crítico, que
no sienta el deseo de abandonarse por completo y sin obstáculo al goce
de estas bellas poesías, é insensible ha de ser quien no comprenda, que
lo declarado defectuoso por reglas y principios de estereotipia, puede
llegar, como parte esencial de un organismo superior y como producción
de un genio poético de primer orden, á una excelencia relativa.
Intentemos, sin embargo, dar una idea clara del fondo y de la forma de
estas obras originales, mencionando y examinando las más perfectas;
guardémonos, no obstante, de aplicarles la terminología usada en tales
casos, porque hasta para enumerarlas sería inservible. La mayor parte de
las obras de Tirso pertenecen al género cómico, y aunque algunas
pudieran clasificarse entre las comedias de intriga, no se encuentra
para otras nombre alguno adecuado, á no ser que se apliquen tantos
diversos cuantas son ellas. El general de _comedia_, por esa misma
generalidad, puede bastar para el objeto. Estas comedias son las más
seductoras que se han escrito jamás; pero el que sólo conoce lo que
entre nosotros se distingue con ese nombre, con mucha dificultad podrá
formar una idea completa de las de Tirso, siendo tan inmenso el abismo
que las separa.
Aunque todas las comedias españolas de aquella época se parezcan en su
forma exterior; aunque sean comunes á todas ciertos giros y expresiones,
las bellezas y el ingenio en su objeto y desarrollo, su brillante
manera de exponer y su lenguaje poético, y que las de Tirso de Molina,
en todas estas cualidades, y más en las últimas, sobresalgan
singularmente, su genio es tan original, que ha impreso en ellas hasta
en su forma externa un sello especial, que las distingue de todas por
completo. Llama la atención, desde luego, su inimitable maestría en
cuanto se refiere á la dicción y versificación. Ningún otro poeta ha
conocido y manejado su lengua con tanto brío y desenvoltura; Tirso hace
de ella lo que pudiera hacerse de una tela, con la cual se revistiesen
las formas demás extrañas; juega, sin ser frívolo, bajo todas sus formas
y combinaciones; la aplica á expresar bellezas siempre nuevas é
inesperadas, y se burla de una manera tan asombrosa de las dificultades
de la rima, que parece ser el soberano despótico del magnífico idioma
castellano. Aunque el fondo, envuelto en estas soberbias vestiduras,
fuese menos rico de lo que es, sería imposible dejar de admirar á ese
artista de la palabra, que, dominando siempre y dirigiendo el reino de
la harmonía, nos arrastra en las olas de su maravillosa dicción al
imperio de una música perpetua y agradable. Y, sin embargo, es siempre
natural cuando escribe, y se mantiene siempre libre del culteranismo y
de la afectación hinchada, que invadía poco á poco la literatura.
Otro de los rasgos característicos más notables de estas comedias, es su
fina sátira, rayando en insolencia, que se manifiesta ya aisladamente,
ya en la composición de todo el conjunto. Pero ¡cuán diversa es la
agudeza, siempre poética, de Tirso, de las frías creaciones, que se
califican así entre nosotros! Como discurren las abejas por un jardín de
rosas, vuela él de flor en flor libando el néctar de la más pura poesía;
lleva también aguijón como ellas, pero lleva también su miel. No perdona
al cielo ni á la tierra, pero el suave bálsamo de su poesía sana también
las heridas que hace. La osadía de sus ataques contra los potentados de
la tierra, contra la corte y los cortesanos, contra clérigos y frailes,
es un fenómeno insólito en la literatura española, sorprendiéndonos
sobremanera esa libertad que reinaba en el teatro, y esas sátiras de
Tirso en una época en que el poder de la Inquisición se encontraba en su
apogeo. Nuestra admiración se aumenta sobremanera cuando reflexionamos
que su autor ocupaba una posición importante en el estado eclesiástico.
Sin embargo, á pesar de su atrevimiento, estos rasgos epigramáticos se
presentan con tanta benevolencia y en versos tan harmoniosos, bajo un
velo tan bello de ironía, y con galas tan seductoras, que hasta los
atacados por ellos no pueden menos de reirse también al oir las palabras
del hermano de la Merced.
De lo expuesto se puede deducir, naturalmente, que los papeles del
gracioso en Tirso se distinguen de todos los demás por su riqueza; y así
es, en efecto, porque este tipo dramático aventaja en sus comedias á
todas las demás de la misma clase del teatro español: su carácter, sus
ocurrencias, las situaciones cómicas en que los presenta, descubren una
gracia incomparable, y rara vez descienden de la región de la fina burla
ática á la de groseras bufonadas. Este papel no se presenta en sus obras
tan fijo é igual á sí mismo, como en la de otros muchos dramáticos de su
tiempo, sino variando en ellas y ofreciéndonos rasgos distintos. Y es
tanto más extraña esta excelencia del poeta, y más digna de nuestra
admiración, cuanto que en todas sus obras introduce este papel, y
conformándose con la costumbre general seguida en su época, aunque se
oponga, más bien que favorezca, á su plan dramático, como, por ejemplo,
en _Amar por razón de estado_.
La inclinación de Tirso á la sátira se ostenta hasta en los títulos de
sus comedias, llamando á algunas de ellas _comedias sin fama_, para
burlarse de los empresarios de teatros y de los libreros, que
apellidaban famosas hasta á las de los autores más inferiores.
Este poeta lleva á veces tan lejos su atrevimiento, que no sólo lo
manifiesta en el desarrollo del plan de sus obras dramáticas, sino que
va tan lejos, que al parecer se burla de la poesía, del público y hasta
de sí mismo. Distinguíase, como pocos, por la facilidad de sus
invenciones ingeniosas y originales; y en algunas de sus obras, siempre
calculando su efecto con la mayor habilidad, hace gala de esa prenda
poco común, desde el principio de la acción hasta su término. Pero no es
raro tampoco que, cuando desarrolla un plan dramático, con su acción
dirigida á un fin determinado, se le antoja de repente abandonarlo y
destruir por completo con sus manos lo mismo que había edificado.
Burlando burlando desgarra él mismo su obra; se deplora que así lo haga,
pero con un pincel poético, que se asemeja á una varita mágica, evoca en
un instante á nuestra vista un nuevo edificio más bello que el anterior;
nos arrebata en sus escenas, más seductoras la una que la otra, y de
placer en placer y de sorpresa en sorpresa, nos obliga, contra nuestra
voluntad, en vez de irritarnos contra él, á agradecerle el goce que nos
proporciona. La verosimilitud, por tanto, no le preocupa, por regla
general, y hasta se mofa de ella, ofreciéndonos escenas inesperadas que
forja á su capricho, y levantando en los aires, como extrañas
combinaciones de nubes, las creaciones más singulares; pero exorna lo
que inventa con una luz tan brillante y tan agradable; son tan
sorprendentes y tan atractivas las situaciones de sus personajes, y es
tanta la gracia que brilla en el conjunto de sus composiciones, que nos
arrebata á nuestro pesar, nos deslumbra con tantas bellezas y no nos
deja tiempo para averiguar cómo y por qué hace todo esto, limitándonos á
sentir el placer que excita en nosotros, de vernos tan ingeniosamente
engañados. Tirso es un encantador, que puede forzarnos á creer hasta lo
increible, porque antes que nos sea dado reflexionar en lo que hacemos,
nos vemos envueltos en sus mágicas redes y transportados á los
maravillosos paisajes de su original poesía.
En el trazado de sus caracteres se observa, en parte, la misma libertad.
No es esto decir que le falte la capacidad de diseñarlos con mano
segura, y desarrollarlos después en todo el curso de su obra; al
contrario, en _Marta la piadosa_, en _Amor y celos hacen discretos_, por
ejemplo, nos demuestra que es acabado maestro en esta materia, así como
se encuentran también en todas sus comedias pruebas aisladas de la
profundidad de sus observaciones psicológicas y de su conocimiento
perfecto de lo más íntimo del alma humana, aunque su predilección
innegable por las situaciones interesantes y por lo sorprendente, lo
arrastran con frecuencia á no motivarlo como debe, teniendo en cuenta
los actos de sus personajes. De aquí que éstos hablen á veces de manera
que, agrandándonos y aun deslumbrándonos, no convenga, sin embargo, por
completo al carácter especial de los interlocutores.
D. Agustín Durán ha puesto de relieve, con su penetración acostumbrada,
uno de los rasgos originales de este autor en el trazado de caracteres:
«Los hombres de Tirso--dice en el prólogo á sus comedias de la
Biblioteca de Autores Españoles de Rivadeneyra,--son siempre tímidos,
débiles y juguete del bello sexo, en tanto que caracteriza á las mujeres
como resueltas, intrigantes y fogosas en todas las pasiones, que se
fundan en el orgullo y la vanidad. Parece, á primera vista, que su
intento ha sido contrastar la frialdad é irresolución de los unos, con
la vehemencia, constancia y aun obstinación que atribuyó á las otras en
el arte de seguir una intriga, sin perdonar medio alguno, por impropio
que sea.»
Esto es decir demasiado, si se refiere á todas las comedias de Tirso,
que á veces nos presentan mujeres débiles y hombres de carácter
enérgico; pero no puede negarse que es exacto este juicio, aplicado á la
mayoría de sus obras dramáticas, y que demuestra cuáles eran las ideas
particulares de este poeta, en general, acerca de los caracteres
esenciales y distintivos del sexo masculino y femenino.
Á esta observación hay que añadir otra acerca del carácter moral de
estas producciones literarias. Lo mismo desconoce Tirso los escrúpulos
poéticos que los morales. Todos los poetas dramáticos españoles han
trazado intrigas amorosas no morales, que á veces degeneran hasta la
licencia; se puede asegurar que, como nunca se propone explicar
lecciones de moral, sino sólo representar las costumbres de su tiempo,
sin aprobarlas ni censurarlas, se limita sólo á satisfacer el agrado que
resulta de sus cuadros, cuidándose muy poco, en lo general, de la
moralidad ó inmoralidad de los mismos. En un drama de Antonio Enríquez
Gómez, titulado _Engañar para reinar_, se desenvuelve la máxima de que,
para la consecución del poder, son lícitas las intrigas y engaños más
groseros, pareciendo deducirse la consecuencia peligrosa de que, para la
satisfacción de las pasiones, no ya sólo del amor, sino también de los
celos y de la venganza, todos los medios son buenos; pero en cuanto al
amor, es preciso confesar que, por lo común, se considera como un afecto
ferviente, no como un capricho frívolo. Nuestro poeta, pues, sobrepuja
en libertad á todos los demás al hacer descripciones de esta índole. Sin
embargo, nunca es grosero ni indecente, y hasta en sus diálogos más
libres y sus escenas más chocantes aparecen revestidas siempre de las
galas más bellas de la poesía, porque sabe presentar los hechos más
dudosos en punto á moralidad, con la sencillez más encantadora y con el
candor más ingenuo. No obstante, es preciso convenir en que levanta con
harta frecuencia el velo, que debiera encubrirlos, y que ofrece
situaciones de tal índole en la escena, que valiera más omitirlas. Acaso
no haya diferencia más característica entre nuestro siglo y el de Tirso,
que las relativas á las ideas sobre moralidad, predominantes en cada uno
de ellos. Pero lo cierto es que los contemporáneos del poeta no se
escandalizaban de asistir á la representación de sus obras; que el mismo
autor pertenecía á una orden monacal; que profesaba principios rígidos y
severos; que existía una censura vigilante, á cuyo examen se sometían
todos los escritos que habían de darse á la prensa, y que el cargo de
censor estuvo siempre desempeñado por eclesiásticos, por lo cual no
puede menos de sorprendernos, al leer en una de las licencias expedidas
para la publicación de las obras de Tirso de Molina, «que nada se
contiene en ellas que se oponga á las buenas costumbres ni comprendan
ningún ejemplo pernicioso para la enseñanza de la juventud.» Es de
presumir, á pesar de esto, que algunos escrúpulos hubo de sentir el
poeta fraile, allá en los repliegues de su conciencia, cuando sólo con
nombre fingido permitió que circulasen sus comedias, publicando otras
muchas obras suyas con el verdadero.
Conviene tener presente, sin embargo, que la crítica indicada sólo es
aplicable á un número proporcionalmente reducido de las comedias de
Tirso, y que la mayor parte de ellas están libres de ese defecto.


CAPÍTULO XXVI.
Crítica particular de las obras dramáticas más notables de Tirso.

Hay ciertas creaciones suyas en las cuales parece recrearse de
preferencia, por la repetición con que se muestran en sus obras.
Doncellas, por ejemplo, que se disfrazan con traje de hombres para
vengarse de amantes infieles y para indisponerlos con sus rivales, se
reproducen en muchas.
La más notable de las que desenvuelven este tema es, á nuestro juicio,
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