Historia de la literatura y del arte dramático en España, tomo III - 09

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llevados después al suplicio, por reconvenir á los sacerdotes y al
pueblo judío á causa de sus irreverencias. Aparece San Juan Bautista y
predica el arrepentimiento, declarando que se acerca el reino de Dios, y
que su Hijo, el heredero del cielo, no tardará en venir para regenerar
la viña destruída; pero también sucumbe. Al fin viene en persona el Hijo
prometido para traer á su redil á los extraviados y plantar de nuevo la
viña; pero se ve tan poco atendido como sus predecesores, y es
arrastrado al suplicio con los mártires. La tierra tiembla, cúbrese de
duelo la naturaleza, y hasta los gentiles deploran los sufrimientos del
inocente. Descúbrese el teatro: se ve á Jesaías con el cuerpo aserrado;
á San Juan, sin cabeza, y entre los dos, al heredero del cielo
suspendido en la cruz; el Señor dice entonces con voz de trueno:
Entristézcase el cielo,
Los ángeles derramen tierno llanto,
Rómpase al Templo el velo,
Tinieblas vista el sol, la tierra espanto;
Matóme mi Heredero
Jerusalem tu viñador grosero
* * * * *
Que yo, Israel rebelde y obstinado,
Ingrato siempre al cielo
* * * * *
Derribaré tu Templo
Y no ha de quedar piedra sobre piedra,
* * * * *
Jerusalem, de ti, que hierba y piedra
Han de cubrir tus calles
Sin que piedad en los romanos halles.
Mi viña siempre amada
Te quitaré, villano pueblo hebreo,
Y mi Iglesia sagrada
Daré al pueblo gentil, pues ya le veo
Dejar la Idolatría
Por seguir la ley de gracia, mía.
* * * * *
Y dárosla (la viña) prometo,
Y cercarla de mártires...
* * * * *
Pondré los confesores,
Las vírgenes también
* * * * *
Dejaréle un tesoro,
Del cuerpo celestial de mi Heredero.
Para que se conozcan también otros autos, que no han de enumerarse entre
los sacramentales, puesto que no se refieren á la cena del Señor, siendo
su argumento de índole religiosa en general, indicaremos las escenas de
uno, que refiere la historia del Niño perdido. Este pequeño auto,
inserto en _El Peregrino_, se representó el día de Santiago, si nos
atenemos á los datos que se encuentran en aquella obra. Al principio
conversa el joven Damasceno con su paje la Juventud, que le describe las
molestias que le afligen en la casa paterna, y lo excita á vivir más
alegremente. Déjase persuadir el joven, y ruega á su padre que le
entregue su parte de herencia para viajar; opónese á ello el padre,
porque lo prefiere á todos sus demás hijos, pero al fin presta su
consentimiento. Pronto se ve á Damasceno corriendo el mundo con
ostentación y alegría, acompañado de numeroso séquito, en el cual se
cuentan el Deleite, la Locura, la Adulación y otros vicios. La divertida
compañía entra en la casa de la Disolución, y celebra una bacanal con
música y danzas, haciendo de gracioso el Juego, en traje de arlequín.
Asistimos en seguida, desde esta fiesta, descrita con verdadero ingenio,
al lugar en donde un pastor apacienta sus rebaños, y á una de esas
escenas pastoriles en que tanto sobresale nuestro Lope. Después de
algunos episodios aparece Damasceno, despojado de todos sus bienes, y
hasta de sus vestidos, y pidiendo hospitalidad. El compasivo pastor lo
recibe entre sus servidores, y el extraviado joven, avergonzado de sus
locuras, hace cuanto puede para borrarlas á fuerza de arrepentimiento,
de trabajo y fidelidad. Vuelve, por último, contrito al hogar paterno,
rogando que se le perdone, y el padre lo acoge con grandes
demostraciones de júbilo. Uno de sus hermanos se admira que se le
muestre más deferencia que á él, siempre constante en el cumplimiento de
su deber; pero el padre le replica diciéndole, que no hay mayor gozo
para un padre que la vuelta del hijo perdido.
Como ejemplo de _autos al Nacimiento_ puede servir _El Tirano
castigado_. Primero se presentan la Envidia y la Maldad, y deliberan
acerca de los medios que han de emplear para dañar á los hombres.
Después vemos á Lucifer en un trono de fuego, rodeado de los demás
ángeles rebeldes, y teniendo á sus pies á la Humanidad, cargada de
cadenas; ensalza su poderío, que, á consecuencia de la culpa del primer
hombre, se extiende sobre toda la tierra, y excita á los espíritus
infernales á pelear de nuevo contra el cielo. La Humanidad confiesa su
culpa, pero espera la llegada del prometido Redentor, que ha de
rescatarla del cautiverio del pecado. Encolerízase entonces Lucifer;
huella con sus plantas el pecho de la cautiva, y ordena que la lleven á
una obscura prisión; pero aquélla le anuncia que en breve uno, más
poderoso, acabará con el imperio del infierno. Satanás se presenta
consternado, y dice al Príncipe de las tinieblas:
Las riberas del Cocyto
Deja animoso Luzbel,
Y de la laguna Estigia
Azufre, resina y pez.
Del Averno los tormentos
Suspende, si puede ser,
Y de tu reino de llanto
Cese el bullicio cruel.
* * * * *
De tus furias el azote
En ocio y suspenso esté,
* * * * *
Y los condenados, todos,
Orejas á mi voz den.
Lucifer, furioso al oir esta noticia, resuelve maquinar nuevos enredos
para oponerse á la salvación de la Humanidad. Esta, mientras tanto, yace
en su prisión lamentándose y rogando al cielo que la liberte del
cautiverio; preséntase la Profecía, transformada en gitana, y le
promete la salud esperada. La escena se traslada después á Belén. José y
María llegan pobremente vestidos, y llaman á muchas casas de sus
parientes para pedir hospitalidad; pero Lucifer y Satanás les persuaden
que no abran sus puertas á los recién venidos; permanecen, pues,
cerradas, y no les queda otro recurso que refugiarse en un miserable
establo. Las escenas siguientes, de índole profana, nos ofrecen amores é
intrigas pastoriles; luego aparece un ángel que canta el _Gloria in
excelsis Deo_; anuncia el nacimiento del Salvador, y excita á los
pastores á adorar al recién nacido. Se ve entonces á María arrodillada
ante el Hijo de Dios. Adóralo recitando un soneto, y San José une sus
oraciones á las de ella. Acércanse también los pastores para adorar al
Niño Divino, le ofrecen presentes, y la Profecía convoca al linaje
humano para manifestarle el cumplimiento de sus predicciones.
LUZBEL.
¿Qué hay, Satán?
* * * * *
¿Rásgase el cielo?
¿Llueven las nubes aquel
Rocío que espera el mundo,
O el león viste la piel
De cordero? En la cestilla
¿Baja el eterno Moisés
Por el caudaloso río
Que mar de las gracias es?
Desgajado de aquel monte
De suma altura y poder,
Deshace el risco la estatua
Que de ambición fabriqué.
* * * * *
¿Hase mostrado al Oriente
El Iris de paz y fe?
* * * * *
¿Trujo la tierna paloma
En el pico de clavel
Al arca la verde oliva
Y á mí el funesto ciprés?
¿Cerca en su claustro al varón
Aquella fuerte Mujer,
Que en mi soberbia cerviz
Me dicen que pondrá el pie,
Quedando virgen y madre
Del mismo que su Padre es?
* * * * *
¿No hablas? Respóndeme,
Abre esos labios, pronuncia
Mi muerte...
SATÁN.
Esta noche al transmontarse
El sol, vi el cielo romper,
Y dél salir con más rayos
Que en medio el Zénit se ve,
Entre mil escuadras bellas
De aquellos que siempre ven
La Eterna Sabiduría
Y el sumo y perfecto Bien;
En hábito y forma humana
Al Paraninfo Gabriel,
Bordando las dos esferas
De zafir y rosicler,
Y dándole al suelo gloria;
Paró el vuelo en Nazaret,
A donde lo vi humillado
A la esposa de Josef.
Lo que hizo y lo que dijo
No lo oí, ni pude ver;
Que aunque lince, aquel instante
Ciego y sordo me hallé.
Mientras entonan un cántico religioso cuantos rodean al pesebre,
acompañados de los ángeles, preséntase Lucifer abatido y tétrico, é
intenta ofender al recién nacido; pero al esforzarse en traspasar el
umbral, lo anonada la presencia de Dios, y lo rinde vencido á las
plantas de la Santa Virgen. El Auto concluye con esta humillación de
Lucifer.
Tarea ociosa es, á la verdad, exponer el argumento de algunos autos,
puesto que sólo ofrecería una idea incompleta de las propiedades de
estas composiciones tan diversas de todas las demás dramáticas.
Unicamente veríamos el desnudo esqueleto que forma su acción externa, y
aun esto de una manera incompleta, en virtud de su especial naturaleza.
El brillo deslumbrador de su poesía, la vida que rebosa en su conjunto,
las alusiones simbólicas que enlazan lo más remoto con lo más próximo,
sus profundas miradas en el alma humana y en los secretos de la
creación, en una palabra, cuanto caracteriza en primer término á estas
admirables composiciones, y les asegura un valor duradero, sólo puede
comprenderse con claridad leyéndolas atentamente.
Si de los autos pasamos al examen de los entremeses, nos hallamos en
terreno muy diverso. Estos pequeños dramas burlescos, que á menudo son
sólo escenas aisladas sin verdadero interés dramático, fueron, sin duda,
escritos en algunos ratos de ocio por un poeta tan incesantemente
ocupado; pero su veloz pluma supo también trazar al vuelo rasgos felices
y peculiares de este género de poesías. No faltan en ellos ingeniosos
chistes y cómicas situaciones, ni dejan de ser censuradas con agudezas
de buena ley las locuras y ridiculeces humanas. Sin embargo, no hay que
buscar en los entremeses sátiras delicadas, tratándose de un linaje de
producciones esencialmente burlescas, cuyo principal objeto es hacer
reir, y que, para lograrlo, no desprecia en ocasiones emplear bufonadas
de toda especie.
Las loas de Lope son, por punto general, monólogos, no pequeños dramas
que formen como el prólogo de la acción posterior, como se usaron á
veces en otras obras. Estos monólogos, que de ordinario tienen escasa
relación con la comedia propiamente dicha, consisten, en parte, en
narraciones y anécdotas burlescas; en parte en alegorías alusivas á las
relaciones que hay entre el autor y el público, ó, por último, en
animadas alocuciones á los espectadores, etc. Su mérito literario es
casi siempre escaso, y al parecer, se escribieron más bien por acceder á
los deseos y á la conveniencia de los directores de teatros, que por
inspiración espontánea del poeta.


CAPÍTULO XIX.
Poetas dramáticos valencianos.--Francisco Tárrega.--Gaspar
Aguilar.--Ricardo de Turia.--Carlos Boyl.--Miguel Beneyto.--Vicente
Adrián.--Guillén de Castro.--Su _Cid_ y el de Corneille.

Menester es ahora que interrumpamos el examen de las obras de Lope de
Vega, el cual, por ligero que haya sido, no podía ocupar demasiada
extensión en una obra como ésta, destinada á exponer la historia de toda
la literatura dramática española, puesto que era preciso dejar espacio
suficiente para dar á conocer las composiciones de los innumerables
émulos de nuestro poeta. Si bien es cierto que éste escribió tantos y
tan diversos dramas de toda especie, que hubieran bastado para ocupar el
teatro español por más de un siglo, no es lícito tampoco negar que la
fuerza creadora de la época se revela también en otras muchas obras y en
muchos otros escritores. No se crea por esto, como acaso algunos
piensen, que todos estos dramáticos fueron imitadores de Lope de Vega;
al contrario, gran parte de ellos se distinguen por su originalidad y
cualidades propias, que no es justo desconocer, siempre que prescindamos
de la forma externa de sus composiciones, que, en esta época, fué en
general la misma en todas las obras dramáticas.
Llaman, pues, inmediatamente nuestra atención los diversos poetas
contemporáneos de Lope, que, como él, acometieron también la empresa de
reformar y perfeccionar el drama español. Cervantes, después de haber
hablado de la prodigiosa fecundidad del más famoso de todos ellos, nos
indica la transición del uno á los otros con estas palabras: «Pero no
por esto (pues no lo concede Dios todo á todos) dexen de tenerse en
precio los trabajos del Dr. Ramón, que fueron los más, después de los
del gran Lope. Estímense las trazas artificiosas en todo extremo del
licenciado Miguel Sánchez; la gravedad del Dr. Mira de Mescua, honra
singular de nuestra nación; la discreción é innumerables conceptos del
canónigo Tárraga; la suavidad y dulzura de D. Guillén de Castro; la
agudeza de Aguilar; el rumbo, el tropel, el boato, la grandeza de las
comedias de Luis Vélez de Guevara, y las que agora están en xerga[13]
del agudo ingenio de Don Antonio de Galarza, y las que prometen _Las
Fullerías de Amor_, de Gaspar de Avila, que todos estos, y otros algunos
han ayudado á llevar esta gran máquina al gran Lope[14].»
A dichos nombres hay que añadir otros muchos, correspondientes á este
período, de los cuales trataremos en lugar oportuno. Nuestras miradas se
fijan primeramente en un grupo de dramáticos valencianos, entre los
cuales se cuentan muchos de los mencionados por Cervantes[15].
En la rica y floreciente Valencia, que, como dijimos, poseía con
anterioridad un teatro fijo, y que acaso al mismo tiempo que se
prepararon para las representaciones escénicas los de la Cruz y del
Príncipe, de Madrid, se dispuso con el mismo objeto un local nuevo y
mejor arreglado, que se denominó _El Corral de la Olivera_[16], poco
después de la aparición de Virués adquirió el drama igual carácter y
forma, que conservó luego en su más brillante período. El desarrollo
progresivo de la literatura dramática trazó y fijó de tal suerte esta
forma, que no hay necesidad de suponer que fuese importada de Madrid en
Valencia, adoptándose primero por los poetas de esta última ciudad,
después de conocer las obras de Lope de Vega. Al contrario, es de
presumir que Lope, que, como leimos en su biografía, estuvo en Valencia
desde 1588 á 1595, recibió en ella estímulo y aliento para imprimir en
el drama el carácter que distinguía á las comedias, á cuya
representación asistió, y á trasplantar á los teatros de Madrid la forma
peculiar del drama valenciano.
La Academia _de los Nocturnos_, asociación literaria de los ingenios de
Valencia, consagrada á investigaciones científicas y á trabajos
poéticos, celebró su primera sesión el 4 de octubre de 1591[17]. Entre
los individuos de esta Academia, cuyos nombres se conservan, contábanse
los poetas valencianos más famosos, que descollaban en la literatura
dramática, como fueron Tárrega, Aguilar, Boyl, Ferrer, Beneyto y Guillén
de Castro. Estos poetas, y especialmente los dos primeros y el último,
gozaron en su tiempo de gran celebridad, según testifican las repetidas
alabanzas, que de ellos hacen los autores coetáneos[18]; pero luego
cayeron de tal modo en olvido, si se exceptúa Guillén de Castro, que
acaso desde hace dos siglos se escriben aquí sus nombres por vez
primera.
Francisco Tárrega, doctor en Teología y canónigo de Valencia, parece
haberse ya distinguido en la poesía antes de 1591, puesto que obtuvo el
lugar más honorífico en la Academia citada. Vicente Mariner ha celebrado
su fama en un pomposo panegírico en latín, lleno á la verdad de frases
vagas y sin dar noticia alguna de su vida. Sus comedias corresponden al
espacio de tiempo comprendido entre los últimos años del siglo XVI y los
primeros del XVII, y no dejaron de agradar en su época. No por esto
pueden rivalizar con las de Lope de Vega: fáltanles genio é inventiva y
notable originalidad; pero en lo general están bien combinadas,
demuestran su conocimiento de la escena, y gustan é interesan. La más
favorecida del público fué la titulada _La enemiga favorable_, que
Cervantes elogia en su _Quijote_. Su argumento es, en extracto, el
siguiente: La reina Irene, que ama apasionadamente al Rey su esposo,
infiere grave ofensa á la condesa Laura, de quien estaba celosa. La
Condesa, deseando vengarse, persuade á su amante, Belisardo, que acuse á
la Reina de adulterio con el duque Norandino. Belisardo la acusa, en
efecto, dándose traza de presentar al Rey, bajo un punto de vista
desfavorable á la Reina, las atenciones que ella demuestra al Duque á
causa de su mérito. Ordénase, pues, la celebración de un duelo para que
la justicia de Dios decida de la culpa ó de la inocencia de la Reina. El
delator, cuyo nombre es desconocido, aparece en la palestra con la
visera calada, y provoca al combate á cuantos tengan por falsa su
acusación. Acuden entonces al desafío tres caballeros, también con la
visera calada, declarando que están prontos á defender el honor de la
Reina. Uno de ellos es el duque Norandino; otro el Rey, que duda de la
culpabilidad de su esposa, y el último Laura, atormentada por los
remordimientos de su conciencia y arrepentida de su acción, y ansiando
salvar el honor de la Reina, aun á riesgo de su vida. Irene, á la cual
conceden los jueces del campo el derecho de elegir para su defensa á
uno de los tres caballeros, se decide por Laura, por conceptuarla el más
débil de los tres, creyendo que el acusador es su propio esposo, y con
la esperanza de exponer á menor peligro al Rey, á quien ama cual cumple
á una esposa fiel y enamorada. Al mismo tiempo que se hace la señal del
combate, toca la campana de la torre la de la oración del Ave María;
todos se arrodillan para rezar; descúbrese Laura; declara la inocencia
de la Reina, y excita al acusador á confirmar su aserto, puesto que así
se ha obligado á hacerlo para lograr su mano. Obedécela Belisardo; la
Reina queda libre de toda mancha, y todos se perdonan y se abrazan.
Digna es también de la mayor alabanza la delicadeza con que están
caracterizados los personajes de esta excelente comedia, y en especial
los del Rey, la Reina y Laura, y el arte con que se excita nuestro
interés desde el principio hasta el fin. Tales bellezas, en mayor ó
menor grado, se observan en las demás obras dramáticas de Tárrega.
Además de las nueve que se encuentran en la colección antes citada,
menciónanse otras dos (por Lorenzo Gracián, en su _Arte del ingenio_),
tituladas _La gallarda Irene_ y _El Príncipe constante_, presumiéndose
que el argumento de la última es semejante á la famosa tragedia de
Calderón de igual título. La comedia religiosa de Tárrega denominada _La
fundación de la Orden de Nuestra Señora de la Merced_, aunque ofrece
aventuras extravagantes, cuales se observan en todos los poetas
españoles al tratar de estos asuntos, cuenta muchas bellezas aisladas.
Refiere la historia de Pedro Armengol, ladrón al principio, que de
repente se convierte á la práctica de la virtud, y borra sus anteriores
pecados, consagrando su vida á la religión; encamínase á Argel para
redimir esclavos, y encuentra allí á su hermana, que ha renegado de la
fe católica y es amada por el Dey; conviértela de nuevo á sus antiguas
creencias, y es llevado al suplicio por los moros, salvándose por la
intercesión milagrosa de la Virgen, y rescatando gran número de esclavos
cristianos, con quienes regresa á España y funda, con la protección del
rey de Aragón, la Orden de los mercenarios para redimir cautivos.
Siempre que se habla de Tárrega, se nombra también á Gaspar de Aguilar,
que floreció al mismo tiempo, y, según parece, estuvo ligado á él por
los lazos de la amistad. Este Aguilar, á quien se llama _el discreto
valenciano_, sirvió al conde de Chelva y al duque de Gandía. Nada más se
sabe de su vida; pero se dice de su muerte que fué motivada por la
aflicción que le acometió á consecuencia de no haber agradado, como
merecía, un elegante epitalamio que escribió para solemnizar las bodas
de un magnate. Sus comedias se asemejan tanto, en todas sus cualidades,
á las de su paisano y contemporáneo, que hasta para los más entendidos
es difícil distinguirlas. Sus bien trazados argumentos, su pintura de
caracteres y su elegante y viva exposición, las avaloran en no escaso
grado, aunque no merezcan por esto que se cuenten entre las más notables
de su patria. La fantasía de Aguilar, no del todo infecunda, no era, con
mucho, tan rica, ni su vena poética corre tan copiosa y abundante como
la de Lope, siendo, por tanto, incapaz de impresionarnos y arrebatarnos;
pero moviéndose, á su vez, en más cómodo terreno, lo libertaba de
incurrir en los extravíos á que llevan con demasiada frecuencia las
imaginaciones exuberantes. Su comedia más famosa se titula _El mercader
amante_[19], celebrada por Cervantes y por otros. He aquí, en compendio,
su argumento. Belisario, mercader acaudalado, ama á dos doncellas, y no
sabe por cuál decidirse, puesto que antes desea asegurarse de si la
inclinación que ambas le muestran, reconoce por causa su fortuna.
Pretexta, para averiguarlo, que pierde sus bienes por una desgracia, y
concierta un plan con Astolfo, que ha de ayudarlo, y en cuyas manos pone
sus riquezas, para desvanecer completamente sus dudas. Astolfo, rico ya
en apariencia, enamora á las dos beldades: una de ellas abandona en
seguida al pobre amante, y prefiere al rico; pero la otra sufre la
prueba, y sale de ella victoriosa. El desenlace se adivina sin trabajo,
descubriéndose que son fingidas la pobreza de Belisario y la riqueza de
Astolfo, y casándose la fiel con su amante. En esta comedia (caso, en
verdad, raro en las antiguas españolas), se observan con rigor las
llamadas unidades de lugar y de acción, y la de tiempo tampoco se
quebranta abiertamente, cualidad, por cierto, que, sin duda, fué muy
alabada por los partidarios de estas reglas; pero á nuestros ojos menos
meritoria que la multitud de gratos detalles y notables pinturas de
carácter, que realzan su fábula vulgar. En _Los amantes de Cartago_
refiere Aguilar la historia de Sophonisba, y no, en verdad, sin ingenio
ni trágica grandeza. También en _Venganza honrosa_ nos ofrece algunas
situaciones verdaderamente interesantes, y nos da favorable testimonio
de su talento para trazar y desenvolver un plan dramático. Porcia, hija
del duque de Mantua, accediendo á los deseos de su padre, se casa con
Norandino, duque de Milán, aunque prefería á Astolfo, duque de Ferrara.
Astolfo, profundamente afligido por la pérdida de su amada, la pretende
aun después de casarse, y se encamina disfrazado á Milán, en donde
despierta de nuevo su antiguo amor en el pecho de Porcia, persuadiéndola
á que huya en su compañía. El engañado esposo sale en persecución de los
fugitivos, sin lograr alcanzarlos, por cuya razón se decide á dirigirse
disfrazado á la corte del duque de Ferrara para vengarse de su infiel
esposa y de su seductor. En el camino se le presenta ocasión de salvar
la vida á Octavio, hijo del gobernador de Ferrara, en grave peligro de
perecer á consecuencia del insidioso ataque de un cierto Oracio. Éste
descarga entonces sus iras en Norandino y lo entrega á Astolfo,
pretextando falsamente que es un bandido. Astolfo lo conoce y lo condena
á muerte para librarse de su odioso enemigo, y con la aprobación de la
adúltera Porcia. Ejecútase el suplicio, pero sólo en apariencia, merced
al gobernador, que lo mira como al salvador de su hijo, de suerte que
Norandino queda con vida y puede realizar mejor su plan de venganza.
Mientras tanto, el duque de Mantua se prepara á la guerra para arrancar
su hija del poder de su raptor; Astolfo, para ponerse á cubierto de un
ataque, se refugia entonces en un castillo situado en la cumbre de una
escarpada roca, que fortifica además con el arte. Norandino, á quien se
cree muerto, se mezcla disfrazado entre los trabajadores de las
fortificaciones, esperando una ocasión favorable para realizar su
propósito. Comienza el asedio, y los sitiados resisten valientemente;
pero llega un día en que se abren las puertas de la fortaleza:
Norandino, vestido cual exige su rango, se presenta acompañado de
lúgubre cortejo, y arroja á los pies del duque de Mantua las cabezas de
Astolfo y de Porcia. El Duque, aunque deplora la muerte de su hija,
conoce que es justa la venganza que de ella y de su rival ha tomado
Norandino.
Las cuatro comedias que se conservan de Luis Ferrer de Cardona,
gobernador de Valencia, conocido bajo del pseudónimo de Ricardo de
Turia, no revelan notable inspiración; _La fe pagada_ es una de esas
comedias vulgares, llenas de aventuras novelescas, de combates entre
moros y cristianos, de cautiverios y rescates, como por desgracia se
habían ya visto en la escena española. En _La belígera española_ nos
encontramos en América en la guerra entre araucanos y españoles, con
ruido de batallas y grandes espectáculos teatrales de toda especie,
pero que, á pesar de todo esto, nos interesa muy poco. La mejor obra
dramática de Ricardo de Turia es _La burladora burlada_, comedia de
intriga, cuya acción se distingue por su ingenioso arreglo y delicados
giros. Más importante que sus comedias es su _Apología de la comedia
española_, que precede á la obra ya citada, que se titula _Norte de la
poesía española_. Defiéndese en ella con agudeza, contra _Terencianos_ y
_Plautistas_, la forma dramática nacional, exponiéndose teorías no
comunes en aquella época, puesto que se dice que aquéllos condenan, por
regla general, todas las comedias escritas y representadas en España,
alegando sus razones, y entre ellas, la de que si el drama debe ser el
espejo de la vida humana, ¿cómo ha de permitirse que un personaje nazca
en la primera jornada y aparezca ya hombre hecho en la segunda?[20].
Sólo se conserva una comedia de Carlos Boyl (muerto en 1621), y otra de
Miguel Beneyto: pero como ni uno ni otro se distinguen por su
originalidad, y haya tantos asuntos importantes que llamen nuestra
atención, nos contentaremos sólo con mencionar sus nombres. Vicente
Adrián principalmente, conocido como escritor de autos, pertenece
también á la misma escuela.
El más notable de todos estos poetas valencianos fué Guillén de Castro,
poco conocido, aunque se hable de él con frecuencia. Las frases de
Voltaire, llamándole autor de la primera tragedia verdadera de la Europa
moderna, y las de Corneille, en que confiesa que es el primero que
escribió _El Cid_, han sido repetidas muchas veces, si bien no se han
hecho ulteriores investigaciones acerca de su vida y de su influencia.
El libro de Lord Holland, cuyo título promete dar solución á estas
dudas, no contiene más que un análisis de la tragedia citada, sin
ofrecernos siquiera las noticias biográficas siguientes, escasas á la
verdad, pero no difíciles de adquirir[21].
Guillén de Castro y Belvís, de familia antigua y distinguida, nació en
Valencia en 1569. Su talento poético prematuro, causa de que se le
mirase como la perla de la _Academia de los nocturnos_, le granjeó la
amistad de los más famosos poetas valencianos, como Tárrega, Aguilar y
Artieda, y los favores de los grandes más poderosos de su tiempo. De un
cargo militar subalterno que desempeñaba en Valencia, fué elevado por el
conde de Benavente al mando de una fortaleza napolitana, favoreciéndole
no menos los duques de Osuna y de Olivares. Pero el fin de su vida no
fué tan afortunado como el principio. No se sabe con certeza la causa de
su destitución, ni si ha de imputarse á desgracia suya involuntaria ó á
su carácter inquieto y poco acomodaticio, ni tampoco la época en que
regresó á España. Sólo ha llegado á nuestra noticia que, para sustentar
á su segunda esposa, se vió obligado á escribir para el teatro. Créese
que pasó en Madrid los últimos años de su vida, y, según todas las
probabilidades, trataba á Lope de Vega y á su familia. Dedicó á Marcela,
hija de Lope, la primera parte de sus comedias[22], y _Las almenas de
Toro_, del gran poeta, está dedicada á él, y por cierto con frases muy
lisonjeras sobre su talento y las prendas de su carácter. En una nueva
conjetura descansa la suposición de haber sido amigo de Cervantes,
puesto que lo único que ha llegado á nuestro conocimiento, de las
relaciones que hubo entre ambos ingenios, se reduce á que nuestro poeta
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