Historia de la literatura y del arte dramático en España, tomo II - 17

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sin afectación con la de ciudades y cortes. No debemos pasar en silencio
sus graciosas descripciones de fiestas y rústicos juegos, y los cantos
interpolados en ellos á menudo, que pertenecen á lo mejor de su especie
que existe en la poesía castellana. Respírase en estas escenas un aire
puro y fresco, un céfiro que parece soplar de los incomparables valles
del Sil y del Genil; todos los encantos del cielo meridional, y de una
naturaleza tan grandiosa como bella, parece que se extienden sobre
ellos. Ninguno, ni aun acaso el mismo Cervantes, ha observado todas las
propiedades del pueblo español de los campos, ni representádolo con
rasgos tan seductores; ningún escritor de viajes podrá nunca
describirnos tan bien su carácter. Es preciso leer algunas de esas
escenas, para conocer, como á la nuestra, la vida y afectos de los
habitantes de las aldeas. Para apreciar en su valor la verdad de estas
descripciones, es conveniente no olvidar que se trata de un pueblo
meridional, cuya viveza, imaginación y agudeza parecen ser patrimonio
común de todos, y cuya grosería no carece de cierto ingenio.
El _gracioso_ en las obras de Lope forma ordinariamente el centro de su
parte burlesca, para oponerla á la formal y seria. Según confiesa él
mismo, creó este personaje por vez primera en _La francesilla_, comedia
compuesta en su juventud[190]. Sabemos, sin embargo, que este personaje
es tan antiguo como el teatro español, y que se encuentra en las obras
de Naharro y de Lope de Rueda; pero es cierto que no aparece en las de
los predecesores inmediatos de Lope (Cervantes, la Cueva, etc.), ni en
la mayor parte de las comedias de éste, tenidas por más antiguas. El
gracioso moderno, con las salvedades expuestas, tan indispensable
después en el teatro español, puede considerarse como creación suya. En
este personaje concurrieron los rasgos diversos y conocidos mucho antes
del arlequín y bobo, del rústico y sencillo labrador ó pastor (_simple_)
y del criado medroso, sazonado con los nuevos satíricos, que le añadía
la observación del autor. El gracioso de Lope de Vega no es, sin
embargo, como los posteriores, un personaje de estereotipia. Aunque
algunos (especialmente Calderón) lo consideren como necesario en toda
comedia, presentándonoslo cuando es inútil ó perjudica al interés del
conjunto, más bien que lo favorece (aludimos al _Príncipe constante_),
Lope, más prudente, se guarda bien de incurrir en tales abusos. El
gracioso de Lope nos ofrece también más variedad que el de sus
sucesores, representado casi siempre por un criado hablador, y no sólo
en su clase, puesto que unas veces es un rústico, otras un pastor ó un
criado, sino en sus cualidades internas más generales de sencillez,
ineptitud ó malicia, que distingue con delicadas gradaciones. La
censura, que hasta los mismos poetas dramáticos han hecho de los
servidores impertinentes[191], que, contra toda verosimilitud y contra
las conveniencias del mundo, molestan con su charlatanería en las
ocasiones más inoportunas, no alcanza á los graciosos de nuestro autor.
Con frecuencia sucede que concentra lo cómico en varios pasajes, no en
uno solo, como se hizo luego exclusivamente. Maneja con singular
habilidad la burla y la ironía. Su ingenio es inagotable, aunque siempre
ameno hasta en sus extravíos, y lleno de esa infantil serenidad que
tanto nos regocija, porque no nos ofende ni degenera en amarga sátira;
de casi todas sus comedias se puede recoger rica cosecha de excelentes
rasgos de esta índole. Merece más alabanza, sin embargo, el arte con que
hace jugar á lo cómico un papel importante en la acción principal.
Verdad es que los personajes cómicos se nos ofrecen pocas veces tomando
parte en la acción, é interviniendo en su desarrollo; pero, á pesar de
esto, forman un elemento esencial del conjunto de la composición;
representan su parte refleja, y nos ofrecen el fallo de la razón
imparcial y sobria acerca de los propósitos y actos de los personajes
principales, cegados por sus pasiones y sus deseos exclusivos. Forman la
parodia de los héroes; repiten en tan baja esfera las acciones, que en
aquéllos obedecen á motivos ideales, y lo sublime se trueca en ridículo;
todo su ingenio, sus ideas y sentimientos, así como las situaciones y
diversas relaciones, que ocurren en la intriga capital, se convierte en
motivo cómico y burlesco. Tal es uno de los medios, aunque no el único,
de que se vale Lope, al ofrecernos personajes y escenas ridículas,
puesto que, repetido con frecuencia, sería monótono; á menudo la parodia
sólo se bosqueja, ó aparece en rasgos aislados, aunque no por esto dejan
de ser, así el gracioso como los personajes de igual índole, parte
importante del conjunto, ya sirviendo para analizar con perspicacia los
afectos de los demás, para descubrir los secretos móviles de su espíritu
y revelar sus ocultos pensamientos; ya interrumpen con sus burlas la
seriedad del drama, para proporcionar cierto descanso á los
espectadores, cuyo interés se ha excitado en demasía por el prolongado
movimiento de los afectos y por la intensidad de su compasión, á fin de
que recobren sus fuerzas y hagan frente á nuevas emociones.
Siendo tan diversas las obras de Lope, es difícil decir algo general
sobre la composición, y sobre la traza y desenvolvimiento del plan de
sus comedias. No puede negarse que su composición dramática adolece á
veces de faltas capitales, aun cuando siempre demuestre su fecundidad en
la creación de personajes, en el diseño de caracteres vivos é
individuales, y en el arte con que maneja la lengua y la versificación.
Ni remotamente, sin embargo, aludimos ahora á sus faltas de observancia
de las dos unidades de lugar y de tiempo, tan censuradas por los
críticos españoles, puesto que supondría que la tan absurda regla de la
realidad ordinaria había de sustituir al arte verdadero. Ciertas
comedias de Lope están llenas de sucesos incoherentes, que no imprimen
por su valor poético mayor perfección al interés dramático. El dominio,
que ejercía Lope en los asuntos que se proponía desenvolver, era tan
grande (como lo prueban innumerables ejemplos) que intentaba en
ocasiones realizar lo imposible, acumulando las fábulas en una misma
obra, y juntando elementos heterogéneos y de todo punto inconciliables.
Reina entonces tal confusión en las escenas, sin espacio ni facilidad
para coexistir las unas al lado de las otras, que se anulan
recíprocamente; por admirable que sea la riqueza de hechos y de
pinceladas, cuando se consideran en sí, se estorban, y son demasiado
heterogéneas para juntarse y componer un todo perfecto. Sus obras
religiosas é históricas son las más propensas á estas faltas. Todos los
materiales, que le suministra la tradición ó la historia, son acogidos
en su plan sin omitir el más leve rasgo. Verdad es que se esfuerza, no
ya en yuxtaponer, sino en ordenar y organizar, alrededor de un centro
común, todos estos elementos dispersos; pero lo imposible lo es también
para él: estos materiales heterogéneos, que se acumulan unos sobre
otros, revelan desde luego, sin embargo, que no deben formar un todo
orgánico; las composiciones, en que entran, no ofrecen en su acción
unidad alguna, y el foco de la exposición se oculta con tales
superposiciones ó radios, y han de quedar sin oportuna aplicación ni
aprovechamiento, ó son entre sí contradictorios, ó con la intriga
principal.
Otro defecto real, que se ha observado alguna vez en las obras de Lope,
es que precipita el desenlace de sus dramas, sin la preparación debida y
sin causa interior que lo justifique. Entre sus consejos teóricos dice,
que, en cuanto sea posible, se deje á los espectadores en la
incertidumbre de cuál será el término de la fábula; pero abusa á veces
de esta opinión literaria, y lo dilata tan largo tiempo, que nada se
vislumbra de él hasta la última escena, y el nudo no se desata natural,
sino forzadamente. Su habilidad en excitar la atención y de estrechar
más y más el enredo de la fábula, es, sin duda, maravillosa; pero su
inclinación á lo raro y extraordinario le hace inventar á veces enredos,
que sólo pueden desatarse destrozando la acción principal. En otros
casos, en que sus dramas nos dejan en el alma un sentimiento de
disgusto, observamos que el poeta, que comienza casi siempre con
atrevimiento y energía incomparable, decae después en el desarrollo de
su obra, ó que, arrastrado por un deseo inmoderado de escribir, ó
cediendo á la necesidad de concluir pronto, no reflexiona en su plan, ni
lo madura como debe.
Estos defectos, sin embargo, se encuentran sólo en una parte,
proporcionalmente reducida, de las comedias de Lope, por cuya razón
sería muy injusto graduar por ellas, en detrimento de su fama, sus
talentos poéticos para las obras dramáticas. Casi todas son
irreprensibles, aun bajo este aspecto, ofreciendo en cambio las pruebas
más elocuentes de su buen sentido poético, y de su completo predominio
en todos los elementos, que desenvuelven y perfeccionan las
composiciones destinadas á la escena. Cuando en la tradición ó en la
historia se encuentra un enredo enmarañado de sucesos y situaciones, un
caos confuso que haría vacilar á otro cualquiera, Lope lo distribuye sin
trabajo, separa de él lo superfluo ó perjudicial, y le imprime orden,
enlace y orgánica dependencia. Si se trata de un hecho aislado, de una
anécdota, que apenas ofrecería asunto para una sola escena, y de la cual
se ha de formar un drama, siempre tiene preparada una invención á
propósito, y sabe enlazarla con tanto arte al cimiento en que descansa,
que forma el conjunto más bello y rico que puede desearse. A quienes
presentan á Lope como á un genio puramente inculto, y hablan de su
negligencia y mal método, diremos que el número de sus obras, que se
distinguen por el más esmerado arreglo de las partes que las componen,
por el cálculo más juicioso de los efectos, por su más prudente
economía, de suerte que no hay en ellas escena ni personaje ocioso, no
puede compararse con las escritas por ningún otro poeta, famoso por
estas prendas. Algunas ofrecen en su distribución tal simetría, tal
regularidad, tanto cuidado y previsión, que hay motivo para presumir que
ha dominado en su traza la razón más fría, y que su efecto en el ánimo
ha de ser de la misma especie. No es así, sin embargo, sino que, al
contrario, reina en todas ellas tanta sencillez y naturalidad, que
parece, al examinarlas, que su plan ha nacido por sí mismo en virtud de
una ley orgánica interna. Cuando se analizan estos dramas, y se juntan
todos los hilos que forman su complicada urdimbre, sorprende tanto la
delicadeza y superioridad del bosquejo, que no parece sino que un velo
aparente, imprimiendo la animación más natural y más estrecha, oculta el
objeto del poeta. Y esto, en verdad, constituye la mayor excelencia del
arte.
Hasta ahora, reflexionando, en general, en las obras dramáticas de Lope,
nos hemos detenido principalmente en las propiedades, que, en íntimo
enlace con las dotes poéticas, é inseparables de ellas, más bien
pertenecen á la inteligencia y á la razón, que al genio verdaderamente
creador, y que pueden llegar á perfeccionarse, en virtud de la actividad
del entendimiento, de la aplicación y de la práctica constante. La
inventiva es, sin embargo, el don que más brilla en Lope de Vega, esto
es, el don concedido sólo al genio. No entendamos ahora por genio la
extensa y mera invención de sucesos y circunstancias extraordinarias,
sino, en su acepción poética más elevada, la fecundidad de la fantasía
en crear asuntos reales, que la obedecen, y constituyen un solo cuerpo
con la idea fundamental de la composición; la capacidad de deducir
diversos sucesos y situaciones, mudanzas y catástrofes, del desarrollo
de los caracteres y de sus choques, y de las relaciones, que surgen
entre los personajes que toman parte en la acción, y los acontecimientos
exteriores. En este punto descuella tan soberanamente el ingenio de
Lope, que, con dificultad, podrá comparársele ningún otro poeta del
mundo antiguo ó moderno. Ya en el número, proporcionalmente diminuto, de
sus obras que existen, parece haber agotado todas las combinaciones
dramáticas posibles, y no haber dejado á sus sucesores otro recurso que
imitarlo; y á quien conozca un número considerable de sus comedias ha de
ocurrírsele, que, cuando lee los dramas de otros poetas, encuentra á
cada paso momentos y situaciones, comprendidas ya en los de Lope. Hasta
en las comedias, que se distinguen por la acumulación de materiales
desordenados, y que son defectuosas en cuanto á su composición, brilla
esta inventiva de un modo deslumbrador; algunas ofrecen una verdadera
mina de los más eficaces resortes dramáticos, y pueden dar argumentos
para varias comedias; estos motivos ó resortes se indican más bien que
se aprovechan ó perfeccionan, aunque no por esto hagan menos favor al
poeta, excitando á un tiempo nuestra censura y nuestra admiración. Si,
pues, la fecundidad de su ingenio, atendiendo á sus infinitas
composiciones, superan á la idea que podemos formarnos del alcance de
las fuerzas de un solo hombre, á lo que es dable esperar de la vida
humana, ¡cuánto no ha de maravillarnos la riqueza de imaginación, que se
descubre en todas sus obras! De la misma manera que la naturaleza, tan
pródiga en conceder sus dones, ostenta sin trabajo su fuerza inagotable,
así también derrama Lope, á manos llenas, por todas partes, las
creaciones de su exuberante inventiva, como si fuese tan inagotable como
aquélla. Parece un soberano omnipotente en el maravilloso país de la
imaginación, que apura los ocultos tesoros de este mundo encantado.
Sin embargo, entre las ideas aisladas, que hemos expuesto acerca del
mérito literario de nuestro poeta, nada hemos dicho de otras prendas que
lo adornan; pero, ¡cuán indecible es la gracia y el agrado, de que
reviste á sus imágenes! ¡Cuánta la lozanía y sencillez, que les prestan
tan irresistible atractivo! ¡Cuán arrebatadoras y naturales las
simpatías que nos inspiran! ¡Con qué torrente caudaloso de poesía inunda
los objetos más insignificantes, adornándolos con los más bellos
colores y con las más lindas flores! ¡Cuán mágico el poder, con que sabe
cerrar el círculo seductor de la poesía, conmoviendo nuestro corazón, ya
con los más suaves acordes, ya arrastrándonos con su brío y su
violencia! ¡Cuánta, cuán viva y delicada es su jovialidad al lado de la
seriedad más grave é imperiosa! ¡Cuánta es la claridad y la exactitud,
con que en sus composiciones se reflejan la vida y la naturaleza en
enérgicos rasgos, ofreciéndonos una fiel imagen del mundo, de la
completa existencia y de los afectos de la humanidad, empleando sólo el
arte en separar las excrecencias y angulosidades de la materia, y
redondeando sus ásperas masas con plástica armonía!
La unión de todas las cualidades necesarias del poeta dramático,
juntamente con el número de obras de primer orden que ha compuesto, es
lo que ha producido la admiración inspirada por Lope á sus coetáneos y á
la posteridad. Muchos poetas dramáticos de notabilísimo mérito han
florecido en España después de Lope: algunos lo han aventajado en
ciertas cualidades, ya en la mayor belleza de los detalles, ya en la
regularidad de la composición, ya, por último, en la estructura externa
del plan; pero ninguno ha reunido en tanto grado las conocidas ya en
aquél, ni ninguno ha dejado tras sí tan copioso número de obras
maestras.
En virtud, pues, de sus dotes poéticas y de su inagotable fecundidad,
adquirió nuestro vate su popularidad sin ejemplo y su dominio en el
teatro, á que aluden todos los escritores de su época. Los de toda
España y los de aquellas ciudades, como Nápoles y Milán, Bruselas y
Méjico, en que se hablaba la lengua castellana, resonaban con su fama, y
casi no contaban con otro repertorio que con el de sus obras: todos se
sorprendían al observar, que, después de haber arrebatado al público con
sus innumerables comedias, jamás se agotase su inventiva, y que
escribiese otra y otra; los espectadores esperaban siempre de él algo
nuevo y mejor, y nunca defraudaba sus esperanzas. Pero Lope también (y
esto explica lo caro, que fué á sus compatriotas y la principal causa
del éxito prodigioso de sus obras) fué siempre español. Pensaba y
sentía, amaba y odiaba lo mismo que su país; conocía todos los tonos,
que habían de conmover más profundamente el corazón de sus
conciudadanos, y sabía formar con ellos los más gratos acordes; no le
eran extraños ninguno de los medios capaces de granjearse sus simpatías;
apoderábase de todos los elementos poéticos, predominantes en la
tradición y en la historia, en las creencias y en la vida de su pueblo;
llevaba al teatro todas las fuentes de poesía, que manaban del suelo
español, poseyendo el arte de comunicar nueva vida á las antiguas y
desfiguradas leyendas de épocas anteriores, utilizándolas en infundir
ardor y fuerza en el sentimiento nacional. Cuando los españoles
contemplaban así su propia imagen; cuando conocían de esta manera los
célebres y culminantes sucesos de los tiempos pasados, y los más
grandiosos é interesantes de los presentes en el brillante espejo de su
poesía, ¿cómo no habían de agradecerlo al poeta, cómo no admirarlo,
cuando por su mediación veían elevarse tan alto el pueblo á que
pertenecían?
Si, descendiendo ahora de lo general á lo particular, echamos una ojeada
á las diversas obras dramáticas de Lope, no nos será dable dejar de
maravillarnos al recordar la infinita variedad de asuntos que ha
manejado, y de alabar la gran diversidad de formas dramáticas que en
ellas se encuentran. Antójasenos su teatro un mundo lleno de
incomparable riqueza de fenómenos, así externos como internos. Acaso no
haya en la historia y en la tradición de todos los pueblos antiguos y
modernos, asunto alguno de índole dramática, que no haya manejado; lleva
á la escena los más transcendentales sucesos de Estado y las guerras más
encarnizadas, á la vez que las discusiones más sutiles de la teología
escolástica, y argumentos, que serían imposibles para otros, se
convierten en dramas en sus manos. Ningún teatro de ninguna nación
ofrece ejemplo de clase ó especie dramática, cuyo tipo no se halle en
sus obras[192]. Pero justamente esta misma variedad, que en ellas se
observa, dificulta en sumo grado la realización de nuestro propósito de
trazar un bosquejo del teatro de Lope, sin olvidar el todo por las
partes ó las partes por el todo, y sin traspasar tampoco los límites que
nos señalamos. El análisis y prolija crítica de algunas obras aisladas,
nos daría, seguramente, una idea incompleta de todo su repertorio, y,
por el contrario, si bajo puntos de vista generales tratáramos de muchas
producciones suyas, nos expondríamos á no conocerlas en concreto. Este
último, sin embargo, sin apartarnos de nuestro propósito, y en cuanto
nos sea posible, es el fin que nos guía; y para mayor claridad
clasificaremos en sus varias especies los dramas de nuestro poeta, ya
con arreglo á su asunto, ya á la manera de desenvolverlo. Los datos
aislados que ofrecemos de cada una de ellas, serán naturalmente muy
compendiosos, más bien con el objeto de dar á conocer al lector, en
general, ciertos argumentos manejados por Lope, que la forma dramática
que los caracteriza.
* * * * *
Este libro se acabó de imprimir
en Madrid, en casa de
Manuel Tello, el día
31 de Agosto del
año de
1886.
* * * * *

NOTAS:
[1] Al menos es cierto que las noticias sobre la vida y obras de
Cervantes, que se hallan en las modernas ediciones francesas y alemanas
de _Don Quijote_, adolecen de tan groseros errores, que serían
imperdonables, aun sin la existencia anterior de tan concienzudos
trabajos.
[2] Créese que el romance sobre los celos, de que habla en su _Viaje al
Parnaso_, es el del _Romancero_, que comienza: _Yace donde el sol se
pone._ (Véase el _Romancero_ de Ochoa, pág. 508.)
[3] Prólogo á las Novelas.
[4] Parte de lo que le sucedió en el servicio militar y en el
cautiverio, de que hablamos, se halla entretejido en su novela de _El
cautivo_; pero es un error, en que han incurrido casi todos sus
biógrafos, pensar que cuanto en ella cuenta es suyo y verdadero.
Navarrete es el primer crítico que lo ha negado, fundando la biografía
de Cervantes en documentos históricos. En nuestra narración seguimos
generalmente á aquel autor, no siéndonos posible indicar con
minuciosidad las pruebas históricas que nos han servido en toda ella,
que pueden verse en los _Apéndices_ del excelente trabajo de Navarrete.
[5] Dos tentativas semejantes de cristianos cautivos describe él en la
comedia titulada _El trato de Argel_.
[6] Cervantes, _Los baños de Argel_, jornada 3.ª--Mármol, _Vida del P.
Gracián_, parte 2.ª, cap. 7.º, pág. 80.--Haedo, diálogo 2.º, fol. 154.
Gallardo inserta, en el núm. IV de su _Criticón_, el extracto de una
relación inédita de cierto Diego Galán, acerca de su cautiverio en
Argel, el cual habla con este motivo de las representaciones con que
pasaban el tiempo los esclavos cristianos. Por el año de 1589, según se
dice en el documento indicado, lograron los españoles, que se
encontraban en el campamento del Pachá, que se les concediese licencia
para poner en escena una comedia sobre la rendición de Granada. Ya se
habían distribuído los papeles y preparádose arneses de cartón y espadas
de madera para este objeto, cuando el encargado del papel del rey
Fernando puso en gran peligro la vida de sus compañeros y la suya
propia. No contento con esas armas de juguete, consiguió que el capitán
de un buque inglés, anclado en el puerto, le proporcionara un capacete,
una espada y una armadura; se descubrió su proyecto, y corrió por la
ciudad el rumor de que se habían conjurado los esclavos para rebelarse,
siendo esto causa de que el populacho enfurecido asesinara á muchos
cristianos. Llegó también este suceso á oídos del Pachá, que dió
tormento á algunos esclavos para obligarlos á declarar la verdad,
convenciéndose al fin de que sólo habían tratado de representar una
comedia; pero se vió, no obstante, en la necesidad de entregar seis
españoles á la amotinada chusma de Argel, que les dió una muerte
horrorosa.
[7] V. á Navarrete, pág. 366.
[8] Del testimonio de D. Antonio de Sosa se deduce que Cervantes
escribió versos en Argel. V. á Navarrete, pág. 56.
[9] Suárez de Figueroa, _Plaza universal_.--Rojas, l. c.--Cervantes,
_Prólogo á las com. y Viaje al Parnaso_.
[10] Sirvan de prueba las líneas siguientes, que pueden ser aumentadas
con nuevos datos: _La gitanilla de Madrid_ sirvió á Montalbán y á Solís
para componer dos piezas de igual nombre.
_La ilustre fregona_, para una de igual título de Lope de Vega, otras
dos de Vicente Esquerdo y Cañizares, y _La hija del mesonero_, de Diego
de Figueroa y Córdova.
_El licenciado Vidriera_, para otra de igual título de Moreto.
_La señora Cornelia_, á Tirso de Molina para su comedia _Quien da luego
da dos veces_.
_El celoso extremeño_, para dos de igual título de Lope y Montalbán.
_La fuerza de la sangre_, para la de igual nombre de Guillén de Castro.
En las literaturas extranjeras encontramos las imitaciones siguientes:
_La force du sang_, de Hardy.
_L'amant liberal_, de Bouscal y de Bey, y una tragicomedia de Scudery.
_Les deux pucelles_, de Rotrou, de _Las dos doncellas_ de Cervantes.
_The spanish gipsy_, de Midleton Rowley, de _La gitanilla_ y _La fuerza
de la sangre_.
_Love's Pilgrimage_, de Beaumont y Fletcher, de _Las dos doncellas_.
_The chances_, de los mismos, de _La señora Cornelia_.
Del _Don Quijote_ salieron: _Don Quijote de la Mancha_, de Guillén de
Castro, y otra comedia de Calderón, que se ha perdido; _Los invencibles
hechos de Don Quijote_, de Francisco de Ávila (en el tomo VIII del
teatro de Lope); _El curioso impertinente_, de Guillén de Castro; _Las
bodas de Camacho_, de Meléndez Valdés; _Don Quichotte de la Manche_,
deux parties, de Guerin de Bouscal; _Sancho Pança_, de Du Fresny; _Le
curieux impertinent_, de De Brosse; una comedia de igual título de
Destouches, y _Sancho Pança gouverneur_, de Dancourt.
[11] Como es interesante conocer las localidades en que han vivido
famosos personajes, paréceme oportuno extractar algunas noticias de unos
artículos excelentes sobre la topografía de Madrid, publicadas por
Mesonero Romanos en _El Semanario Pintoresco_. Cervantes habitó, en
varias épocas de su vida, en la plazuela de Matute, detrás del Colegio
de Loreto; en la calle del León, número 9 antiguo y 8 moderno; en el año
de 1614, como consta del apéndice del _Viaje al Parnaso_, en la calle de
las Huertas, frente á las casas que acostumbraba habitar el príncipe de
Marruecos, cerca del ángulo de la calle del Príncipe, quizás en el núm.
16 moderno; murió al fin en la calle del León, manzana 228, núm. 20
antiguo y 2 moderno: esta casa fué derribada en el año de 1833,
levantándose en su solar una nueva con un busto de Cervantes y una
inscripción, cuya casa tiene su entrada por la calle de Francos, en cuya
esquina se encuentra. Esta última calle, en donde vivió también Lope de
Vega, lleva hoy el nombre de calle de Cervantes, que debía corresponder
á la calle del León, puesto que la puerta de la casa en donde vivía
nuestro gran poeta tenía su entrada por ésta.
[12] Dice que las comedias llegaron á un alto grado de perfección desde
que se representaron en los teatros de Madrid su _Trato de Argel_, _La
destrucción de Numancia_ y _La batalla naval_, en las cuales redujo á
tres las cinco jornadas que se usaron hasta entonces. Añade que él fué
el que indicó, ó más bien el primero que sacó á la escena los
pensamientos y afectos más ocultos del alma, llevando al teatro
personajes alegóricos con aplauso y general alegría de los espectadores,
y que escribió en este período sobre veinte ó treinta comedias, que
fueron representadas sin el acompañamiento de cohombros y otros frutos
arrojadizos de la misma especie, pasando sin silbidos, gritos ni
alborotos.
[13] _Viaje al Parnaso_; adjunta; _Don Quijote_, tomo I, cap. 48.
[14] Rojas dice que es de la época que las comedias de La Cueva.
[15] La _Numancia_, todavía á la antigua usanza, se divide en cuatro
jornadas, al paso que _La batalla naval_ sigue la nueva de tres.
Cervantes, como hemos visto más arriba, pretendía ser el autor de esta
novedad; mas para que hablase con razón, era preciso que lo hubiese
hecho lo más pronto en la época de Virués, ó lo que es lo mismo, no
antes de 1585.
[16] La suposición de que esta comedia es idéntica á _La gran Sultana_,
impresa después, es falsa, puesto que la última se funda en un suceso
que ocurrió á principios del siglo XVII. (V. á Navarrete, _Vida de
Cervantes_, página 360.)
[17] _Comedias de Lope de Vega_, tomo XIV: Madrid, 1620.
[18] Hállase _El mercader amante_ en _El Norte de la poesía española_:
Valencia, 1616, y _La enemiga favorable_ en el tomo V (apócrifo) de las
_Comedias de Lope de Vega_.
[19] «Algunos años há (dice en el _Prólogo_ de sus comedias), que volví
yo á mi antigua ociosidad, y pensando que aún duraban los siglos donde
corrían mis alabanzas, volví á componer algunas comedias; pero no hallé
pájaros en los nidos de antaño: quiero decir, que no hallé autor que me
las pidiese, puesto que sabían que las tenía, y así las arrinconé en un
cofre, y las consagré y condené al perpetuo silencio. En esta sazón me
dijo un librero que él me las comprara, si un autor de título no le
hubiera dicho que de mi prosa se podía esperar mucho, pero que del verso
nada; y si va á decir la verdad, cierto que me dió pesadumbre el oirlo,
y dixe entre mí: O yo me he mudado en otro, ó los tiempos se han
mejorado mucho, sucediendo siempre al revés, pues siempre se alaban los
pasados tiempos. Torné á pasar los ojos por mis comedias y por algunos
entremeses míos, que con ellas estaban arrinconados, y vi no ser tan
malas, ni tan malos, que no mereciesen salir de las tinieblas del
ingenio de aquel autor, á la luz de otros autores menos escrupulosos y
más entendidos. Aburríme, y vendíselas al tal librero, que las ha puesto
en la estampa, como aquí se las ofrece: él me las pagó razonablemente;
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