Filosofía Fundamental, Tomo III - 05

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y condicional, de necesario y contingente etc., es claro que las podrá
combinar de diferentes maneras, y llegar á los mismos resultados
puramente ideales, á que llegamos nosotros. Este es el supuesto mas
favorable á una serie de conocimientos abstractos, independiente de la
experiencia: no obstante, ni aun en este caso, las verdades conocidas
quedarian limitadas al órden puramente ideal, y seria imposible que no
descendiesen al real, si no se despojase al ser pensante de toda
conciencia de sí propio.
En efecto: por lo mismo que se supone un ser que piensa, se supone un
ser que puede decirse á sí mismo: «yo pienso.» Este acto es
eminentemente experimental, y basta su reunion con las verdades
generales en una conciencia comun, para que el ser aislado pueda salir
de sí mismo creándose una ciencia positiva, por la cual pase del mundo
de las ideas al mundo de los hechos. La instabilidad de sus pensamientos
y la permanencia del ser que los experimenta, le ofrecerán un caso
práctico, en que se particularicen las ideas generales de substancia y
accidente; la aparicion y desaparicion sucesiva de sus propios
conceptos, le manifestará realizadas las ideas de ser y de no ser; el
recuerdo del tiempo en que comenzaron sus operaciones, mas allá del cual
no se extiende la memoria de su existencia, le hará conocer la
contingencia de su ser propio; cuyo hecho combinado con los principios
generales que expresan las relaciones entre los seres contingentes y los
necesarios, le sugerirá el pensamiento de que debe haber otro que le
haya comunicado la existencia.


CAPÍTULO XV.
ACLARACIONES SOBRE EL VALOR DE LOS CONCEPTOS GENERALES.

[96.] Las ideas que un espíritu aislado se formase de los seres
distintos de él, por mas vagas que fuesen, no lo serian hasta el punto
de no referirse á una cosa real; el espíritu podria no conocer la
naturaleza de esta realidad, pero sabria de cierto que existe. Un ciego
de nacimiento no se forma idea clara de los colores, ni de la sensacion
de ver; pero, ¿ignora por esto que la sensacion existe, y que las
palabras, color, ver, y otras que se refieren á la vista tienen un
objeto positivo y determinado? Nó por cierto. El ciego no sabe en qué
consisten esas cosas de que oye hablar; pero sabe que son algo; los
conceptos que á ellas se refieren, pueden llamarse imperfectos, mas nó
vanos; las palabras con que los expresa, tienen para él una
significacion incompleta, pero positiva.
[97.] Hay mucha diferencia entre los conceptos incompletos y los
indeterminados: los primeros pueden referirse á una cosa positiva,
aunque conocida imperfectamente; los segundos encierran tan solo una
relacion de ideas que nada significa en el órden de los hechos. Hagamos
palpable esta diferencia ampliando el ejemplo del párrafo anterior.
Un ciego de nacimiento no tiene intuicion de los colores, ni de nada que
se refiera al sentido de la vista, pero está seguro de que existen unos
hechos externos, que corresponden á una afeccion interna que se llama
_ver_. Su idea es incompleta, pero encierra un objeto determinado. La
existencia de este, le es atestiguada por la palabra de los que poseen
el sentido de la vista: no sabe lo que es, pero sabe que es; ó hablando
en otros términos, no conoce la esencia, pero sí la existencia.
Supongamos ahora, que se trata de la posibilidad de un órden de
sensaciones diferentes de las nuestras, y que no se parezcan en nada á
ninguna de las que nosotros experimentamos: el concepto que se refiera á
las nuevas sensaciones, no solo será incompleto, sino que no tendrá
relacion con ningun objeto real. La idea general de afeccion de un ser
sensitivo, hé aquí todo lo que habrá en nuestro espíritu; pero sin saber
nada sobre su existencia, y con meras conjeturas sobre las condiciones
de su posibilidad. Este ejemplo aclara mi idea: en el ciego de
nacimiento que oye hablar de lo perteneciente al sentido de la vista,
hallamos un concepto incompleto, pero al cual corresponde la existencia
de una serie de hechos, conocida por su espíritu; pero en nosotros,
pensando en una especie de sensaciones diferentes de las nuestras,
encontramos conceptos, que tienen un objeto general, de cuya realizacion
nada sabemos.
[98.] Hé aquí explicado cómo nuestro espíritu, sin tener intuicion de
una cosa, puede sin embargo conocerla, y estar completamente cierto de
su existencia; hé aquí demostrado que los conceptos, aunque no se
refieran á una intuicion sensible, pueden tener un valor, no solo en el
órden de las ideas, sino tambien en el de los hechos.
[99.] Para probar la esterilidad de los conceptos fuera de la intuicion
sensible, aduce Kant una razon y es, que nosotros no podemos definir las
categorías y los principios que de ellas emanan, sin referirnos á los
objetos de la sensibilidad. Esto no prueba nada: porque en primer lugar,
la imposibilidad de una definicion, no siempre procede de que el
concepto que se ha de definir esté vacío; sino que muchas veces dimana
de que el concepto es simple, y por tanto no es susceptible de una
descomposicion en partes, que se puedan expresar con palabras. ¿Cómo se
define la idea de _ser_? En todo cuanto se diga para definir, entrará
lo definido: las palabras, cosa, realidad, existencia, todas significan
_ser_.
Como la intuicion sensible es la base de nuestras relaciones con el
mundo externo, y por consiguiente, con nuestros semejantes, natural es
que al proponernos expresar un concepto cualquiera echemos mano de
aplicaciones sensibles: pero de esto no se infiere, que
independientemente de ellas, no haya en nuestro espíritu una verdad
real, contenida en el concepto que deseamos explicar.
[100.] Esta capacidad de conocer los objetos bajo ideas generales, es
una de las propiedades características de nuestro espíritu; y en nuestra
debilidad para penetrar en la esencia de las cosas, es un auxiliar
indispensable para que podamos pensar. En el curso mismo de los negocios
ordinarios de la vida, nos acontece necesitar conocimientos de la
existencia de una cosa, y de alguno de sus atributos, sin que nos sea
preciso tener de ella un conocimiento perfecto. Para estos casos nos
sirven las ideas generales, que ayudadas por algun dato de la
experiencia, nos ponen en comunicacion mediata con el objeto que no se
presenta á nuestra intuicion. ¿Por qué no podrá verificarse lo mismo,
con respecto á los seres insensibles, y que solo son objeto de
intuiciones intelectuales? No alcanzo lo que se puede contestar á estas
reflexiones, que á mas de tener en su apoyo la observacion de los
fenómenos internos, están confirmadas por el sentido comun.


CAPÍTULO XVI.
VALOR DE LOS PRINCIPIOS, INDEPENDIENTEMENTE DE LA INTUICION SENSIBLE.

[101.] El principio de contradiccion, condicion indispensable de toda
certeza, de toda verdad, y sin el cual, así el mundo externo como la
inteligencia, se reducen á un caos, nos ofrece un ejemplo del valor
intrínseco de los conceptos intelectuales puros, independientemente de
la intuicion sensible.
Al afirmarse la posibilidad de que una cosa sea y no sea al mismo
tiempo, ó bien la exclusion del no ser por el ser, no se une al concepto
de ser ninguna idea determinada; y por tanto se prescinde absolutamente
de toda intuicion sensible. Sea cual fuere el objeto, sea cual fuere su
naturaleza y las relaciones de su existencia; corpóreo ó incorpóreo,
compuesto ó simple, accidente ó substancia, contingente ó necesario,
finito ó infinito, siempre se verifica que el ser excluye al no ser, y
el no ser al ser, siempre se verifica la absoluta incompatibilidad de
estos dos extremos; por manera que la afirmacion del uno es siempre, en
todos casos, en todas las suposiciones imaginables, la negacion del
otro.
Ahora bien: limitar el valor de estos conceptos á la intuicion sensible,
seria destruir el principio de contradiccion. La limitacion del
principio equivale á su nulidad. Su universalidad absoluta se liga á su
necesidad absoluta: si se le restringe, se le hace contingente; porque
si suponemos que el principio de contradiccion puede faltar en un caso,
nos falta para todos. Admitir la posibilidad de un absurdo es negar su
absurdidad: si la contradiccion del ser y del no ser no existe en todos
los supuestos, no existe en ninguno.
[102.] La dificultad está en saber cómo se puede hacer tránsito del
principio de contradiccion á las verdades reales; porque no afirmándose
en él nada determinado, y sí únicamente la repugnancia del sí al nó y
del nó al sí, tendremos que será imposible afirmar ninguno de estos
extremos no negando al otro y viceversa; y como por otra parte, esto es
imposible limitándonos al solo principio de contradiccion, que nada
encierra sino la relacion mas general entre las dos ideas mas generales,
se infiere que él por sí solo, es completamente estéril para conducirnos
á ningun resultado positivo. Todo esto es mucha verdad; pero no se opone
en nada á lo dicho sobre el valor intrínseco de los conceptos generales.
Ya llevo observado que las verdades del órden puramente ideal solo
tienen un valor hipotético, y que para producir una ciencia positiva,
necesitan hechos á que puedan aplicarse; pero he observado tambien, que
estos hechos los suministra la experiencia; y que todo ser pensante
posee cuando menos uno, que es la conciencia de sí propio. Luego todo
ser pensante hará un uso positivo del principio de contradiccion,
supuesto que hallará en su propia conciencia hechos á los cuales le
podrá aplicar.
[103.] Aun admitiendo la suposicion de que en nuestro espíritu no hay
mas intuicion que la sensible, no se inferiria que los principios
generales y muy particularmente el de contradiccion, no pudiesen tener
un valor positivo; porque si suponemos que estos principios combinados
con las intuiciones sensibles producen un conocimiento de que hay otros
seres fuera del órden de la sensibilidad, resultará que estos, sin
sernos dados en intuicion inmediata, serán realmente conocidos. Esto es
lo que se verifica cuando el espíritu humano se eleva por discurso al
conocimiento de lo no sensible. De una parte, los datos suministrados
por la experiencia, y de otra, las verdades generales y necesarias,
forman un enlace constitutivo de una ciencia positiva, la cual nos guia
con entera seguridad al conocimiento de objetos no sometidos á
experiencia inmediata.
Esta teoría es tan clara, tan evidente, tan fundada en la conciencia de
nuestros propios actos, tan acorde con cuanto observamos en los
procedimientos del espíritu humano, que causa extraña sorpresa el
encontrarse con filósofos cuyas erróneas doctrinas obliguen á defenderla
y explanarla.
[104.] El tránsito de lo conocido á lo desconocido es un proceder
característico de nuestro entendimiento; y este tránsito es imposible si
se niega la realidad de todo conocimiento que no se refiera á una
intuicion. Lo que se nos presenta de este último modo, nos es dado, está
presente á nuestra vista, no necesitamos buscarlo; si pues no hay objeto
realmente conocido, sino el que se ofrece en intuicion, el progreso
intelectual es imposible; todos los adelantos de nuestro espíritu se
reducirán entonces á combinaciones de las formas presentadas por
sensibilidad, y aun estas no conducirán á nada, cuando dejen de ser
intuitivas, esto es, cuando no se refieran á objetos determinados
inmediatamente sentidos. La _Crítica de la razon pura_ es la ruina do
toda razon; esta se examina á sí propia para suicidarse ó sea para
convencerse de que en sí no contiene nada positivo.
Reducidos los principios generales al solo valor relativo á las
intuiciones sensibles, la ciencia muere. Lo que hemos demostrado del
principio de contradiccion se aplicará _à fortiori_ á todos los demás;
si este no se salva del naufragio, no puede salvarse ninguno. Entonces,
la necesidad entrañada por los principios resulta minada por su basa;
nada sabemos sino que hay en nosotros una serie de fenómenos que nos
_parecen_ necesarios. ¿Cuál es el uso que de ellos podremos hacer, fuera
del órden subjetivo? ninguno. Hénos aquí pues en el escepticismo mas
completo, condenados á simples apariencias, sin medio para conocer
ninguna realidad.
[105.] Nó, no está condenado el espíritu humano á una esterilidad tan
desesperante: la razon no es una palabra vana; el raciocinio no es un
juego pueril que solo sirva de entretenimiento. En medio de las
preocupaciones, de los errores, de los extravíos de la mísera humanidad,
descuella esa fuerza, esa actividad admirable, con la cual el espíritu
se lanza fuera de sí propio, _conoce_ lo que no puede _ver_, y
_presiente_ un nuevo mundo que ha de _sentir_ un dia. La naturaleza está
velada á nuestros ojos; arcanos impenetrables nos rodean; encontramos
por do quiera sombras que nos encubren la realidad de los objetos; pero
al través de esas tinieblas columbramos algunos destellos de luz: no
obstante el profundo silencio que reina en el piélago de los seres entre
cuyas oleadas nos agitamos, como gotas imperceptibles en la inmensidad
del océano, oimos de vez en cuando voces misteriosas que nos indican el
rumbo que debemos seguir para llegar á playas desconocidas.


CAPÍTULO XVII.
RELACIONES DE LA INTUICION CON EL GRADO DEL SER PERCEPTIVO.

[106.] La perfeccion de la inteligencia trae consigo la extension y la
claridad de sus intuiciones: cuanto mas perfecta sea, será mas
intuitiva. La inteligencia infinita no conoce por discurso, sino por
intuicion; no necesita buscar los objetos, los contempla delante de sí:
con intuicion de identidad, en lo que toca á su esencia propia; con
intuicion de causalidad, en lo relativo á lo que existe ó puede existir
fuera de ella. Los demás espíritus tienen la intuicion tanto mas
perfecta, cuanto mas elevado es el órden á que pertenecen; por manera
que el conocimiento por conceptos indica una imperfeccion de la
inteligencia.
[107.] Segun el lugar que ocupa un ser en la escala del universo, serán
sus relaciones con los demás seres. Dios, ser infinito, y causa de todo
lo que existe ó puede existir, tiene íntimas é inmediatas relaciones con
todo el universo, no solo considerado en su conjunto, sino tambien en
sus mas pequeños pormenores. Por esta razon, existe en Dios una
representacion perfectísima de todos los seres, no solo tomados en su
generalidad, sino tambien en sus últimas diferencias. El Ser causa de
todo, no conoce los objetos por conceptos vagos, por medio de
representaciones que solo le ofrezcan lo que los seres encierran de
comun; sino que habiendo causado hasta sus mas pequeñas diferencias, es
preciso que estas se presenten á sus ojos con perfecta claridad. Su
conocimiento se funda en una realidad infinita que es él mismo; su
entendimiento no divaga fluctuante por un mundo ideal é hipotético, sino
que fijo con clarísima intuicion en la realidad infinita, ve todo lo que
es el ser infinito y todo lo que puede producir con su actividad
infinita. Para Dios no hay experiencia procedente de afuera; porque nada
puede influir sobre él; toda su experiencia consiste en el conocimiento
y amor de sí mismo.
[108.] Los seres criados, que ocupan un lugar determinado en la escala
del universo, no se refieren á este sino bajo ciertos aspectos: sus
relaciones con los demás están reducidas a un punto de vista, al cual se
subordinan sus facultades perceptivas. La representacion que en sí
contienen, debe ser proporcionada al conocimiento que ha de producir; de
donde resulta que cada ser inteligente tendrá su representacion adaptada
á las funciones que ha de ejercer en el universo. Si el ser no pertenece
al órden de las inteligencias, sus facultades perceptivas se limitarán á
las intuiciones sensibles, en la medida que le corresponde segun el
lugar á que está destinado.
[109.] Ya hemos visto que las facultades intelectuales se fecundan con
las ideas generales, y la intuicion de objetos determinados; de lo que
se infiere que toda inteligencia ha menester intuiciones, si su
conocimiento no se ha de limitar á un órden puramente hipotético.
Al espíritu humano, destinado á la union con el cuerpo, y á estar en
continua comunicacion con el universo corpóreo, le ha sido dada la
intuicion sensible, como base de sus relaciones con los cuerpos. Lo
propio les sucede á los brutos: debiendo estar en continuas relaciones
con el mundo corpóreo, les ha sido dada tambien la intuicion sensible.
Pero limitados á las funciones de la vida animal, carecen de intuiciones
superiores á la esfera de la sensibilidad, y no poseen la fuerza
necesaria para convertir las representaciones sensibles en objeto de
combinaciones intelectuales.
[110.] Al pasar del bruto al hombre se da un salto inmenso en la escala
de los seres. Como toda inteligencia tiene conciencia de sí propia, y
puede fijar su atencion sobre sus actos, el espíritu humano conoce los
suyos intuitivamente, y por tanto encuentra en sí mismo una intuicion
superior á la sensible. A mas de dichas intuiciones, nos ha sido dada la
fuerza discursiva, por medio de la cual construimos representaciones con
las que llegamos al conocimiento de los objetos, que no se ofrecen
inmediatamente á nuestra percepcion.
Así, partiendo de los datos que nos suministra la experiencia externa é
interna, y auxiliados con las ideas generales que encierran las
condiciones primitivas de toda inteligencia y de todo ser, podemos
penetrar en el mundo de la realidad, conociendo, aunque imperfectamente,
el conjunto de seres que constituyen el universo, y la causa infinita
que los ha criado á todos.


CAPÍTULO XVIII.
ASPIRACIONES DEL ALMA HUMANA.

[111.] La atenta observacion de los fenómenos internos nos enseña que el
alma humana tiene aspiraciones que van mucho mas lejos de lo que posee
en la actualidad. No satisfecha con los objetos que se le dan en
intuicion inmediata, se lanza en busca de otros de un órden superior; y
en los mismos que se le ofrecen inmediatamente, no se contenta con el
aspecto bajo el cual se le _aparecen_, quiere saber lo que _son_.
Lo puramente individual no satisface al espíritu. Enclavado en un punto
de la escala inmensa de los seres, no se limita á percibir los que tiene
en su alrededor y que forman como la atmósfera en que debe vivir; aspira
al conocimiento de los que le preceden y le siguen, quiere conocer el
conjunto, descubrir la ley de donde resulta la inefable armonía que
preside á la creacion. Sus goces mas puros los encuentra en salir de la
esfera en que le tiene encerrado la limitacion de sus facultades: su
actividad es mayor que sus fuerzas; sus deseos son superiores á su ser.
[112.] El fenómeno que notamos en la inteligencia, lo descubrimos
tambien en el sentimiento y en la voluntad. Para satisfacer sus
necesidades y atender á la conservacion del individuo y de la especie,
tiene el hombre sensaciones y sentimientos que se dirigen á objetos
determinados; pero al lado de esas afecciones, limitadas á la esfera en
que se halla circunscrito, experimenta sentimientos mas elevados que le
arrojan fuera de su órbita, y que por decirlo así, absorben su
individualidad en el piélago de lo infinito.
Cuando el hombre se pone en contacto con la naturaleza en sí misma,
despojada de todas las condiciones que la refieren á individuos;
experimenta un sentimiento indefinible, una especie de presentimiento de
lo infinito. Sentaos á la orilla del mar en una playa solitaria;
escuchad el sordo mujido de las olas que se estrellan bajo vuestros
piés, ó el silbido de los vientos que las agitan; con la vista fija en
aquella inmensidad mirad la línea azulada que une la bóveda del cielo
con las aguas del océano; colocaos en una vasta y desierta llanura ó en
el corazon de un bosque de árboles seculares; en el silencio de la noche
contemplad el firmamento sembrado de astros que siguen tranquilamente su
carrera, como la siguieron muchos siglos antes, como la seguirán siglos
despues; sin esfuerzo, sin trabajo de ninguna clase, abandonaos á los
movimientos espontáneos de vuestra alma, y veréis como brotan en ella
sentimientos que la conmueven hondamente, que la levantan sobre sí
misma, y como que la absorben en la inmensidad. Su individualidad
desaparece á sus propios ojos; siente la armonía que preside al conjunto
inmenso de que forma una pequeñísima parte: en aquellos momentos
solemnes, es cuando el genio canta inspirado las grandezas de la
creacion, y levanta una punta del velo que cubre á los ojos de los
mortales el esplendente solio del supremo Hacedor.
[113.] Aquel sentimiento grave, profundo, calmoso, que se apodera de
nosotros en ocasiones semejantes, nada tiene de relativo á objetos
individuales: es una expansion del alma que se abre al contacto de la
naturaleza, como la flor de la mañana á los rayos del sol; es una
atraccion divina con que el Autor de todo lo criado nos levanta de este
monton de polvo en que nos arrastramos por breves días. Así se armonizan
el entendimiento y el corazon; así este presiente lo que aquel conoce;
así se nos avisa por diferentes caminos que no creamos limitado el
ejercicio de nuestras facultades á la estrecha órbita que se nos ha
concedido sobre la tierra: guardémonos de helar el corazon con el frio
de la insensibilidad, y de apagar la antorcha del entendimiento con el
desolante soplo del escepticismo.


CAPÍTULO XIX.
ELEMENTOS Y VARIEDAD DE CARACTÉRES DE LA REPRESENTACION SENSIBLE.

[114.] Examinemos ahora cuáles son los elementos primitivos de las
combinaciones de nuestro espíritu, empezando por los sensibles. En todo
acto de sensibilidad representativa, entra la extension: sin ella nada
se nos representa, y las sensaciones se reducen á meras afecciones del
alma, sin relacion á ningun objeto.
[115.] La extension por sí sola, prescindiendo de su limitabilidad, no
se presta á ninguna combinacion: solo ofrece una representacion vaga,
indefinida, inmensa, de la cual nada resulta distinto de ella misma.
Pero si con la extension se combina la limitabilidad, resulta la
figurabilidad, es decir el campo infinito por el cual se explaya la
ciencia geométrica.
[116.] _Extension, limitable_, hé aquí los dos elementos de la intuicion
sensible. Estos elementos pueden ofrecérsenos de dos maneras: ó bien
ligados á sensaciones que nos presentan objetos determinados; ó bien
como producciones de nuestra actividad interna. Si miro el disco de la
luna, tengo una intuicion de la primera clase; y si queriendo considerar
las propiedades de un círculo, produzco su representacion en mi
interior, esta será de la segunda clase.
[117.] Esa actividad interior, con que producimos á nuestra voluntad y
capricho, un número indefinido de representaciones, con indefinida
variedad de formas, es un fenómeno importante en que conviene fijar la
atencion. Él nos manifiesta que la actividad productiva no está limitada
al órden intelectual puro, pues que la vemos en él sensible; y nó como
quiera, sino desplegada en una escala infinita. Una recta podemos
prolongarla hasta lo infinito; á su lado en un mismo plano, podemos
tirar otras infinitas; la variedad de ángulos en que podemos considerar
la posicion de varias rectas, se extiende hasta lo infinito: de suerte
que con solas líneas rectas, la actividad productiva en el órden de la
sensibilidad no conoce ningun límite. Si apartándonos de la direccion
recta nos fijamos en las curvas, sus combinaciones en tamaño, en
naturaleza, en respectiva posicion, en relaciones con ejes determinados,
son tambien infinitas: de suerte que sin salir del órden sensible,
encontramos en nosotros una fuerza productiva de infinitas
representaciones, no habiendo menester otros elementos que la extension
terminable ó figurable.
[118.] La facultad representativa sensible se desenvuelve unas veces por
la presencia de un objeto; otras, espontáneamente, sin ninguna
dependencia de la voluntad; y otras por fin, á consecuencia de un acto
libre. No es de este lugar el exámen del modo con que el fenómeno de la
representacion está ligado con las afecciones de los órganos corpóreos;
por ahora, solo me propongo consignar y explicar los hechos en la esfera
ideológica, prescindiendo absolutamente de su aspecto fisiológico.
Entre las representaciones sensibles arriba clasificadas, y que
podríamos llamar _pasivas, espontáneas_ y _libres_, hay diferencias
notables que conviene observar.
[119.] La representacion pasiva es dada al alma, independientemente de
su actividad. Al estar en presencia de un objeto, con los ojos abiertos
nos es imposible no verle: y aun el no verle de cierta manera, en no
alterando el punto de vista ú otras condiciones de la vision. Por esta
causa, parece que en el ejercicio de sus sentidos el alma está puramente
pasiva; pues que sus representaciones dependen necesariamente de las
condiciones á que están sujetos sus órganos corpóreos en relacion con
los objetos.
[120.] La representacion espontánea, ó sea la facultad productiva de
representaciones sensibles obrando independientemente de los objetos
externos y de la voluntad, parece tambien tener algo de pasiva, y que su
ejercicio depende de las afecciones orgánicas. Así parece indicarlo el
que estas representaciones suelen existir sin ningun órden, ó á lo mas,
con el que han tenido en otro tiempo, si son recuerdos de sensaciones
anteriores. Nótase tambien que algunas veces se nos ofrecen estas
representaciones, no obstante los esfuerzos de la voluntad por
disiparlas y olvidarlas; algunas son tan tenaces, que triunfan por mucho
tiempo de toda la resistencia del libre albedrío.
Este fenómeno no es fácil explicarlo, sino apelando á causas orgánicas
que en determinadas ocasiones, producen en el alma el mismo efecto que
las impresiones de los sentidos externos. Lo cierto es que en algunos
casos la representacion interna llega á tal punto de viveza, que el
sujeto la confunde con las impresiones de los sentidos; lo que tampoco
puede explicarse sino diciendo que la afeccion orgánica interior ha
llegado á ser tan fuerte, que ha equivalido á la que hubiera podido
causar la impresion de un objeto obrando sobre el órgano externo.
[121.] En esa produccion espontánea es de notar, que las
representaciones no siempre corresponden á otras recibidas
anteriormente; sino que se descubre en ellas una fuerza de combinacion
de donde resultan objetos imaginarios enteramente nuevos. Esta
combinacion á veces se ejerce de una manera completamente ciega; en cuyo
caso solo resultan productos extravagantes; pero otras veces la
actividad, sometida á ciertas condiciones independientemente del libre
albedrío, produce objetos artísticos bellos ó sublimes.
El genio no es otra cosa que la espontaneidad de la imaginacion y del
sentimiento, que se desenvuelven con subordinacion á las condiciones de
lo bello. Los artistas no dotados de genio, no carecen de fuerza de
voluntad para producir las obras del genio; tampoco están destituidos de
imaginacion para reproducir el objeto bello cuando se les ha presentado;
no les faltan discernimiento y gusto para distinguir y admirar los
objetos bellos, ni ignoran las reglas del arte, y cuanto se puede decir
en explicacion del carácter de la belleza; lo que les falta es la
espontaneidad instintivamente bella; esa espontaneidad que se
desenvuelve misteriosamente en los mas recónditos senos del alma, que
lejos de estar pendiente de la libre voluntad de su posesor, le dirige y
le señorea, persiguiéndole en el sueño como en la vigilia, en la
diversion como en las ocupaciones, y que consume frecuentemente la
existencia del hombre privilegiado, cual un fuego violento rompe las
paredes del frágil vaso en que se le encierra.
[122.] La produccion libre se verifica cuando las representaciones se
nos ofrecen por imperio de nuestra voluntad, y bajo las condiciones que
esta prescribe, lo que sucede en las construcciones del arte, y en las
combinaciones de figuras que sirven de objeto á la ciencia geométrica.
[123.] Esta construccion _à priori_, no puede referirse á un tipo
existente en nuestra imaginacion; porque en tal caso, como este tipo
seria la misma representacion sensible, no habria necesidad de
construirla. ¿Cómo es posible, pues, que se construya una representacion
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