Filosofía Fundamental, Tomo II - 11

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A arrastrará el cuerpo B; este el C, y así sucesivamente. Si el
movimiento del cuerpo A, no tiene otro orígen que la necesidad de que se
continúe con B, tampoco el de C podrá tener otro orígen sino su
contigüidad con B; sí el movimiento se hace únicamente para no
interrumpirla, se infiere que, existiendo ella siempre, como
absolutamente necesaria, no habrá ninguna razon para que el movimiento
comience, ó comenzado dure.
[95.] Las leyes de la naturaleza no pueden pues explicarse por ideas
geométricas y metafísicas, aunque se suponga que la aproximacion es una
necesidad intrínseca de los cuerpos. En cualquier supuesto es necesario
buscar fuera de la materia una causa superior que imprima, regularice y
conserve el movimiento.


CAPÍTULO XV.
ILUSION DE LOS PUNTOS FIJOS EN EL ESPACIO.

[96.] No siendo el espacio otra cosa que la extension misma de los
cuerpos, y por tanto no existiendo espacio donde no existen cuerpos, se
sigue que esa extension que concebimos distinta de ellos, con
dimensiones fijas, con puntos fijos, inmóvil en sí, y receptáculo de
todo lo que se mueve, es una pura ilusion, á la cual nada corresponde en
la realidad.
Para aclarar mas esta doctrina, y soltar al propio tiempo algunas
dificultades que contra ella se ofrecen, es necesario analizar la idea
de fijeza que tenemos con respecto al espacio. Como en el mundo se nos
presentan algunos puntos inmóviles, con respecto á los cuales concebimos
las direcciones, se engendra en nuestro ánimo la idea de fijeza de
dichos puntos, y con relacion á ellos, y por causa de ellos, nos
imaginamos la fijeza, la inmovilidad, como una de las propiedades que
distinguen á ese receptáculo ideal que apellidamos espacio. Los cuatro
puntos cardinales del mundo: oriente, occidente, norte y sud, han debido
comenzar naturalmente por producir esta idea de fijeza. Sin embargo no
será difícil manifestar que no hay tal fijeza, y que la idea de ella es
una pura ilusion.
[97.] Comencemos por destruir la fijeza de oriente y occidente. En
primer lugar, suponiendo á la tierra un movimiento diurno de rotacion
sobre su eje, como en la actualidad se lo suponen los astrónomos, los
puntos de oriente y occidente, lejos de ser fijos, cambian
incesantemente para todos los lugares de la tierra. Así suponiendo un
observador en A, punto de la tierra, su oriente será el punto B, y su
occidente el punto C. Si la tierra gira sobre su eje, el oriente y
occidente del observador corresponderán sucesivamente á los m, n, p, q,
etc., en el confin que imaginamos como la bóveda celeste. Luego, aun
suponiendo esta bóveda fija, el oriente y el occidente no significan
nada fijo.
Si se negase el movimiento de rotacion de la tierra, las apariencias
serian las mismas que si en efecto la rotacion existiese; y por tanto,
nunca se puede decir mas, sino que la fijeza es una apariencia. Además,
suponiendo la tierra en quietud y el cielo en rotacion, todavía es mas
imposible señalar los puntos fijos de oriente y occidente: porque en tal
caso, los mismos puntos del cielo á que los referíamos, estarian en
continuo movimiento.
Lo repito: todo esto son meras apariencias: el hombre que nada sepa
sobre la esfericidad de la tierra, y que se la imagine como un plano, si
camina de occidente á oriente, creerá que los dos puntos permanecen
inmóviles, no obstante de que cambian incesantamente: se imagina que va
dejando siempre á su espalda el lugar de donde salió, no obstante de que
en habiendo recorrido la circunferencia de la tierra, se volveria á
encontrar en él.
[98.] El norte y el sud parecen ofrecer mas dificultad por razon de su
fijeza en cuanto á nosotros; pero tampoco será difícil manifestar que no
hay en dicha fijeza nada absoluto, y que lo mas que puede decirse es que
hay una fijeza aparente. Sean N y S los polos norte y sud. Si
imaginamos que giran á un mismo tiempo la tierra y la bóveda celeste de
sud á norte, es claro que la fijeza de los puntos N S no existirá: y sin
embargo el observador A creerá que todo continúa fijo, porque las
apariencias serán absolutamente las mismas.
Para un observador que camina del ecuador hácia un polo, este se levanta
de continuo sobre el horizonte; para otro que permanece en un mismo
lugar, el polo está quieto.
Aun para un mismo lugar de la tierra, cambia la altura del polo, por la
variacion del ángulo formado por el plano de la eclíptica con el plano
del ecuador; variacion que segun unos, es de 48" por siglo, y segun
otros, 0", 521 por año, lo que da 52, 1" por siglo.
[99.] Resulta de estas observaciones, que en la situacion de los cuerpos
no hay nada absoluto, que todo es relativo; que un cuerpo puede existir
solo; pero que la situacion entonces no existe, porque es una idea
puramente relativa, y no hay relacion cuando falta punto de comparacion;
que absolutamente hablando, no hay _arriba_ ni _abajo_, y que aun cuando
imaginemos esos puntos como fijos, esa imaginacion no es mas que la
comparacion que hacemos entre dos puntos; siendo abajo, aquel hácia el
cual gravitamos, y arriba, el opuesto; como se ve en los antípodas, que
llaman abajo, lo que nosotros arriba, y arriba, lo que nosotros abajo.
[100.] Sin puntos á los cuales se refiera la direccion, es imposible la
direccion. Luego las direcciones sin la existencia de los cuerpos, son
cosas puramente ideales; luego un cuerno solo, tampoco las tendria,
fuera de su propia extension.
[101.] Contra esta explicacion se presenta una dificultad, á primera
vista muy grave, pero que en realidad vale muy poco. Si existiese un
cuerpo solo, ¿podria Dios darle movimiento? Negarlo, parece una
limitacion de la omnipotencia; concederlo, es destruir todo lo que se ha
dicho contra el espacio distinto de los cuerpos.
Esta dificultad saca su gravedad aparente de una confusion de ideas,
efecto de no comprenderse bien el estado de la cuestion. Para soltarla
preguntaré á quien me la proponga: ¿El movimiento de que se trata es
_intrínsecamente imposible_, ó nó. Si lo es, no hay inconveniente en
decir que Dios no lo puede hacer; pues que la omnipotencia no se
extiende á cosas contradictorias; si se me dice que no es imposible,
entonces volvemos á las cuestiones sobre la naturaleza del espacio, y
hay que examinar si las razones en que se ha probado dicha
imposibilidad, son verdaderas ó nó.
Las cuestiones relativas á la omnipotencia, no son de este lugar, su
resolucion es un simple corolario de la resolucion principal. Si se
demuestra la imposibilidad, el decir que no lo puede la omnipotencia, no
es limitarla; así como no se limita cuando se afirma que no puede hacer
que un triángulo sea un círculo. Si la imposibilidad no se demuestra,
entonces, no entra para nada la cuestion de la omnipotencia.
[102.] El argumento fundado en la existencia del vacío, tampoco destruye
la doctrina establecida. Los físicos lo admiten generalmente, y lo
suponen necesario para explicar el movimiento, la condensacion, la
rarefaccion, y otros fenómenos de la naturaleza. A esto responderé lo
siguiente.
1.º Descartes y Leibnitz, son votos en materia de física tanto
experimental como trascendental; y sin embargo no admitieron vacío.
2.º La observacion no puede consignar en ninguna parte la existencia del
vacío: ya porque el diseminado, ocuparia espacios tan diminutos que no
los alcanzaria ningun instrumento; ya porque la observacion no puede
ejercerse sino sobre lo que afecta nuestros sentidos, y á esto quizás no
llegan algunos cuerpos por su excesiva tenuidad.
3.º Nada se puede resolver de cierto sobre las modificaciones íntimas de
la materia, en el movimiento y en la condensacion y rarefaccion, sin
conocer los elementos de que ella se compone.
4.º Así como no se comprende bien ni la infinita divisibilidad, ni la
composicion de un extenso con puntos inextensos; no es extraño que no se
comprendan los fenómenos, que parecen incompatibles con la negacion del
vacío.
5.º La existencia del vacío es una cuestion metafísica, que está fuera
de las regiones de la experiencia, y que por tanto en nada afecta el
sistema de las ciencias de observacion.
[103.] Haciendo consistir la idea del espacio en la de extension
abstracta ó generalizada, conciliamos todo lo que en ella se nos
presenta de necesario, de absoluto, de infinito, con su realidad
objetiva. Esta realidad, es la extension misma de las cosas; la
necesidad, la infinidad, no se encuentran en las cosas mismas, sino en
la idea abstracta. Los objetos en sí están ceñidos á la esfera de la
realidad, y por tanto á la limitacion, á la contingencia; la objetividad
de la idea abstracta comprende lo existente y lo posible; y por
consiguiente no tiene límites, ni está sometida á ninguna contingencia.


CAPÍTULO XVI.
OBSERVACIONES SOBRE LA OPINION DE KANT.

[104.] Ya hemos visto que la extension considerada en nosotros, sale de
los límites de las sensaciones; es una verdadera idea: es base de
algunas sensaciones; y es al propio tiempo una idea pura. En cuanto se
refiere á la sensacion, es como el fundamento de nuestras facultades
sensitivas; en cuanto idea, es la raíz de la geometría. Esta distincion
es importante; y nos servirá luego para apreciar en su justo valor la
opinion de Kant sobre el espacio.
[105.] Mas ó menos, todas nuestras sensaciones se ligan con la
extension; bien que considerando la sensacion _á priori_,
independientemente de todo hábito, y completamente aislada, parece que
solo las de la vista y del tacto, están necesariamente ligadas con un
objeto extenso. Un viviente que careciera de estos dos sentidos, no
parece que debiera estar privado de recibir las impresiones del oido, y
del olor; quizás tampoco del sabor, porque si bien es verdad que con las
sensaciones del paladar van siempre unidas las del tacto, como duro,
blando, caliente, frio etc. etc., tambien es cierto que estas
sensaciones son enteramente distintas de la del sabor, y no tenemos
ninguna razon para asegurar que no puedan separarse.
[106.] La extension, considerada en nosotros, ó sea en su intuicion,
puede ser mirada, como una condicion necesaria de nuestras facultades
sensitivas; Kant vió esta verdad; pero la exagera cuando niega al
espacio una realidad objetiva, afirmando que no es mas que una condicion
subjetiva _a priori_ para que puedan recibirse las impresiones: la forma
de los fenómenos, esto es, de las apariencias; pero nada en la realidad.
Ya he dicho que el espacio como distinto de los cuerpos, es nada; pero
el objeto de la idea del espacio es la misma extension de los cuerpos; ó
mejor, esta extension es el fundamento de donde sacamos la idea general
del espacio, y ella á su vez, queda tambien comprendida en la idea
general.
[107.] Decir como Kant, que el espacio es la forma bajo la cual se nos
presentan los fenómenos, y que es una condicion subjetiva necesaria para
la percepcion de ellos, equivale á decir que los fenómenos,
presentándose como extensos, necesitan que el espíritu sea capaz de
percibir la extension; lo que es mucha verdad; pero nada explica sobre
la naturaleza de la idea del espacio ni en sí, ni en su objeto. «El
espacio, dice Kant, no es un concepto empírico derivado de las
intuiciones exteriores: pues para que ciertas sensaciones sean referidas
á objetos externos, es decir, á alguna cosa que está en un lugar
diferente del que yo ocupo, y hasta para que yo pueda representarme las
cosas como exteriores unas á otras, esto es, no solo como diferentes,
sino como ocupando lugares distintos, la representacion del espacio debe
estar ya puesta en principio. De donde se sigue que la representacion
del espacio no puede derivarse de las relaciones del fenómeno exterior
por la experiencia, y que antes bien la experiencia misma no es jamás
posible sino por esta representacion» (Esthetica trascendental, Seccion
1).
[108.] Aquí hay una confusion de ideas que conviene aclarar. ¿Qué se
necesita para el fenómeno de la sensacion de lo extenso? Adviértase que
no trato de la apreciacion de las dimensiones, sino simplemente de la
extension representada, sea como fuere. Para este fenómeno, no veo yo
que se necesite nada _à priori_; á no ser que se entienda la facultad de
sentir, la que en efecto existe _à priori_, es decir que es un hecho
primitivo de nuestra alma en sus relaciones con la organizacion del
cuerpo que le está unido, y de los demás que le rodean. Bajo ciertas
condiciones de nuestra organizacion, y de los cuerpos que la afectan, el
alma recibe las impresiones de ver ó tocar, y con ellas la de la
extension. Esta no se presenta en abstracto, ni como separada de las
demás sensaciones que la acompañan, sino en confuso con ellas. El alma
no reflexiona entonces para considerar lo uno puesto aquí, lo otro allá,
lo demás acullá, sino que tiene una intuicion de esta disposicion de las
partes, nada mas. Mientras el hecho se limita á la pura sensacion, es
comun al sabio, al ignorante, al adulto, al niño, y hasta á todos los
animales. Esto, no necesita nada _à priori_, si por tal no se entiende,
la facultad de sentir: lo que no significando otra cosa sino que un ser
para sentir, es necesario que tenga la facultad de sentir, no se debe
anunciar como un descubrimiento filosófico.
[109.] No hay tal descubrimiento en la doctrina de Kant sobre el
espacio: no hay mas que, por una parte, la consignacion de un hecho muy
sabido; y por otra, la renovacion del idealismo. La consignacion de un
hecho muy sabido: pues á esto equivale el hacer notar que la intuicion
del espacio es una condicion subjetiva necesaria para que podamos
percibir las cosas unas _fuera_ de otras. La renovacion del idealismo;
en cuanto se niega á esta extension toda realidad, considerando las
cosas, y su disposicion en el espacio, como puros _fenómenos_, ó sea
meras apariencias. La parte de observacion es verdadera en el fondo;
porque en efecto, nos es imposible percibir la exterioridad de las cosas
entre sí, y con respecto á nosotros, sin la intuicion del espacio; pero
tal vez no está expresada con bastante exactitud, porque esta intuicion
del espacio es la misma percepcion de la exterioridad; y por
consiguiente, mas bien debiera decirse que la intuicion del espacio y
esta percepcion son cosas idénticas, que no que la primera sea una
condicion indispensable para la segunda.
[110.] Anteriormente á las impresiones, no hay semejante intuicion; y
reflexionando bien sobre ella, en cuanto es pura intuicion, y separada
de los conceptos intelectuales, no es concebible sin andar acompañada de
alguna representacion de los cinco sentidos. Imaginémonos el espacio
puro, sin ninguna de estas representaciones, sin dejarle siquiera esa
vaguedad sombría que fingimos en las regiones de mas allá del universo;
¿qué nos resta? La imaginacion se encuentra sin objeto: la intuicion
cesa; y solo nos quedan los conceptos puramente intelectuales, que nos
formamos de la extension; las ideas de un órden de seres posibles, la
afirmacion ó la negacion de la existencia de este órden; segun sean las
opiniones que profesemos sobre la realidad ó no realidad del espacio.
[111.] Es claro que de una serie de puras sensaciones, nada resulta
general, nada que pueda servir de fundamento á una ciencia. Son un
conjunto de fenómenos que dejarán huella en la memoria del ser sensible,
que se enlazarán de cierto modo, para que en repitiéndose la
representacion del uno, se excite la del otro; pero no darán ningun
resultado general, que sirva de fundamento á la geometría. El perro
habrá visto á un hombre que se inclinaba hácia el suelo, que despues se
movia, y le arrojaba una piedra; y á consecuencia habrá experimentado
una sensacion dolorosa; cuando vea pues á otro hombre en la actitud de
inclinarse, y en seguida tomando el ademan de la otra vez, echará á
correr; porque enlazadas en su memoria las sensaciones de inclinarse,
del ademan, y del dolor, se excitará la tercera con la presencia de las
dos primeras: y el instinto de preservarse del daño, le inspirará la
fuga.
[112.] Cuando estas sensaciones se hallan en un ser inteligente, excitan
otros fenómenos internos, distintos de la mera intuicion sensitiva. Sea
que en nuestro espíritu se hallen las ideas generales, sea que se formen
con el auxilio de la sensacion, lo cierto es que se desarrollan en
presencia de ella. Así en el caso presente, no solo tenemos la intuicion
sensitiva de la extension, sino que percibimos algo comun á todas las
cosas extensas: la extension deja de ser un objeto particular, y pasa á
ser como una forma general aplicable á todas las cosas extensas.
Entonces, ya no hay la intuicion de lo extenso, hay la percepcion de la
extension en sí; entonces, comienza la reflexion sobre la idea, y su
consiguiente descomposicion; de lo cual brotan como fecundos gérmenes
algunos principios, que se desarrollan hasta lo infinito, formando ese
inmenso árbol de ciencia que se apellida geometría.
[113.] El tránsito de la sensacion á la idea, de lo contingente á lo
necesario, del hecho particular á la ciencia general, ofrece importantes
consideraciones sobre el orígen y naturaleza de las ideas, y elevado
carácter del espíritu humano.
Kant parece haber confundido la imaginacion del espacio con la idea: á
pesar de sus esfuerzos analíticos, no ha profundizado tanto como él se
figura, cuando considera el espacio como un receptáculo de los
fenómenos; esta, repito, es una idea muy comun; solo que Kant le ha
destruido la objetividad, haciendo del espacio una condicion puramente
subjetiva. Segun este filósofo, el mundo es el conjunto de las
apariencias que se presentan á nuestro espíritu: y así como nos
imaginamos en lo externo, un receptáculo sin límites que lo contenga
todo, y no sea nada de lo contenido, así él ha colocado en nuestro
interior el espacio, como una condicion preliminar, como una forma de
los fenómenos, como una capacidad en la cual los pudiéramos distribuir y
ordenar.
[114.] En esto ha confundido Kant la imaginacion vaga, con la idea. Hé
aquí los límites de estas cosas. Vemos un objeto: tenemos la sensacion,
y la intuicion de la extension. El espacio percibido ó sentido, es en
este caso la extension misma sentida. Imaginamos muchos objetos
extensos, y una capacidad en que todo está contenido. Ella se nos
presenta en nuestra imaginacion, como la inmensidad de las regiones
etéreas, como abismos insondables, como regiones tenebrosas, mas allá de
los límites de la creacion. Hasta aquí no hay idea, no hay mas que
imaginacion, nacida de que al comenzar á ver los cuerpos, no vemos el
aire que los rodea, y la trasparencia de este nos permite ver objetos
lejanos, y así desde nuestra infancia nos acostumbramos á imaginar una
capacidad vacía, donde están situados todos los cuerpos y distinta de
ellos.
Hasta aquí no hay idea del espacio, no hay sino imaginacion de él;
especie de idea sensible, tosca, comun probablemente al hombre y al
bruto. La verdadera idea, la digna únicamente de este nombre, es la que
tiene el espíritu cuando concibe la extension en sí misma, sin ninguna
mezcla de sensacion, y que es como la semilla de toda la ciencia
geométrica.
[115.] Y aquí es menester observar que la palabra representacion,
aplicada á las ideas puramente intelectuales, debe ser tomada en sentido
metafórico, á no ser que eliminemos de su significado todo cuanto se
puede referir al órden sensible. Por las ideas conocemos los objetos;
pero no se nos representan los objetos. La representacion propiamente
dicha, no tiene lugar sino en la imaginacion, que por necesidad se
refiere á cosas sensibles. Si demuestro las propiedades del triángulo,
claro es que le conozco, que tengo una idea de él; pero esta idea no es
aquella representacion interior que se me ofrece como en un encerado.
Esta representacion la tiene todo el mundo, la tienen los mismos
irracionales; y sin embargo no se puede decir que los brutos tengan idea
del triángulo. Aquella representacion es igualmente perfecta en todos;
no hay en ella mas y menos; quien se imagina tres líneas, cerrando una
área, posee la representacion del triángulo con tanta perfeccion como
Arquímedes; lo que no puede verificarse de la misma idea del triángulo,
que evidentemente es susceptible de muchos grados de perfeccion.
[116.] La representacion del triángulo está siempre limitada á cierto
tamaño y figura. Cuando imaginamos un triángulo, se nos ofrecen sus
lados con tal ó cual extension, y sus ángulos mas ó menos grandes. La
imaginacion, al representársele un triángulo obtusángulo, ve una cosa
muy diferente de uno rectángulo ó acutángulo; mas la idea del triángulo
en sí, no está sujeta ni á tamaños ni á figuras particulares; se
extiende á todas las figuras triangulares de todos los tamaños. La idea
general de triángulo prescinde por necesidad de todas las especies de
triángulos; y la imaginacion del triángulo es por necesidad la
representacion de un triángulo de tal ó cual especie. Luego la
representacion y la idea son cosas muy diversas, aun refiriéndose á
objetos sensibles.
[117.] Lo propio sucede con el espacio. La representacion de él no es su
idea. En esa representacion se nos ofrece siempre algo determinado: una
claridad como la del aire iluminado por el sol; una negrura como la del
mismo aire en una noche tenebrosa. En la idea, no hay nada de esto:
cuando se raciocina sobre la extension, sobre las distancias, no debe
entrar nada de esto.
La idea del espacio es una; las representaciones son muchas; la idea es
comun al ciego como al que tiene vista; para ambos es igualmente el
fundamento de la geometría; pero la representacion es muy diferente en
ellos. El que tiene vista se representa el espacio como una reproduccion
confusa de las sensaciones de este sentido; el ciego, solo se le puede
representar como una repeticion confusa de las sensaciones del tacto.
La representacion del espacio es solo indefinida, y esto
progresivamente: la imaginacion recorre un espacio tras de otro; pero no
se representa de un golpe un espacio sin límites: esto le es imposible:
si se esfuerza por lograrlo, le sucede lo mismo que á la vista si
quisiera abarcar un objeto sin fin. La imaginacion es una especie de
vista interior, se extiende hasta cierto punto; pero allí encuentra un
término. Puede, es verdad, retirar este término, y dilatarse mas allá,
pero sucesivamente, y siempre con la condicion de encontrar otro. El
espacio no se le representa infinito, sino indefinido; es decir que
despues de un límite dado encuentra todavía mas espacio; sin que nunca
alcance á imaginar una totalidad infinita. Lo contrario sucede en la
idea: instantáneamente, concebimos lo que se entiende por espacio
infinito: disputamos desde luego sobre su posibilidad ó imposibilidad,
le distinguimos perfectamente del indefinido, preguntando de este si en
realidad tiene límites ó no; llamándole finito en el primer caso, é
infinito en el segundo. Vemos en la palabra indefinido, la expresion de
la impotencia de encontrar límites; pero distinguimos muy bien entre el
existir esos límites y el ser encontrados. Con lo cual se ve que la idea
nos ofrece cosas muy diferentes de la representacion.
El mirar el espacio como una simple condicion de la sensibilidad, es
confundir los dos aspectos bajo los cuales se debe considerar la
extension: como base de las sensaciones, y como idea; como el campo de
todas las representaciones sensibles, y como el orígen de la geometría.
Repetidas veces he insistido sobre esta distincion, y no me cansaré de
recordarla; porque en ella se encuentra la línea que separa el órden
sensible, del órden intelectual puro, las sensaciones, de las ideas.


CAPÍTULO XVII.
INUTILIDAD DE LA DOCTRINA DE KANT, PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LA
POSIBILIDAD DE LA EXPERIENCIA.

[118.] Creo que la _Estética trascendental_, ó sea la teoría de la
sensibilidad, de Kant, no es bastante trascendental, pues se ciñe
demasiado á la parte empírica, y no se eleva á la altura que su título
hacia esperar. El problema de la posibilidad de la experiencia, que Kant
se proponia resolver, ó queda absolutamente intacto con su doctrina, ó
está resuelto en un sentido rigurosamente idealista. Queda intacto, si
nos atenemos á la parte de observacion; pues no se hace mas que repetir
lo que ya sabíamos, consignándose el hecho de la percepcion de la
_exterioridad_ de las cosas; está resuelto en un sentido rigurosamente
idealista, en cuanto estas cosas son consideradas solo como fenómenos ó
apariencias.
[119.] El espacio puramente subjetivo, ó no explica nada sobre los
problemas del mundo externo, ó los niega, negando toda realidad. ¿Qué
adelanta la filosofía con afirmar que el espacio es una condicion
puramente subjetiva? Antes de Kant, ¿se ignoraba por ventura, que
teníamos la percepcion de la exterioridad de los fenómenos? Nó por
cierto: la dificultad no estaba en la existencia de esta percepcion
atestiguada por el sentido íntimo; sino en su valor para inferir la
existencia de un mundo externo, en sus relaciones con él; la dificultad
estaba, nó en la parte subjetiva de la percepcion, sino en la objetiva.
[120.] Decir que no hay mas en esta percepcion, que una condicion de
subjetividad, es cortar el nudo en vez de desatarle; no es explicar el
modo de la posibilidad de la experiencia, sino negar la posibilidad de
esta experiencia.
¿Qué significa la experiencia, si no hay mas que lo subjetivo?
Enhorabuena que haya el _fenómeno_ de la objetividad, es decir, la
_apariencia_; pero entonces la naturaleza no es mas que pura apariencia:
y á nuestras percepciones experimentales no corresponde nada en la
realidad. Tenemos pues reducida la experiencia á la percepcion de las
apariencias; y como aun esta misma experiencia puramente fenomenal, no
es posible, sino por una condicion puramente subjetiva, la intuicion del
espacio, tendremos que toda la experiencia se refunde en lo puramente
subjetivo; y nos hallamos en el sistema de Fichte, admitiendo el _yo_
como el hecho primitivo, cuyo desarrollo constituye el universo. Así el
sistema de Kant da orígen al de Fichte; el discípulo no hace mas que
sacar la consecuencia de los principios de su maestro.
[121.] Para la mayor inteligencia del enlace de dichas doctrinas,
reflexionemos sobre el sistema de Kant. Si el espacio no es mas que una
cosa puramente subjetiva, una condicion de la sensibilidad, y de la
posibilidad de la experiencia, se sigue que el espíritu lejos de recibir
nada del objeto, hace todo lo que hay en el objeto, ó mas bien lo que
consideramos en él. Las cosas en sí no son extensas, sino que la
extension es una forma de que las reviste el espíritu: á la manera que
no son coloradas, ni sabrosas, ni olorosas, ni sonoras, sino en cuanto
trasladamos á ellas, lo que solo está en nosotros. Reducido todo á meras
apariencias, no queda en lo externo, ni aun el principio de causalidad
de la extension subjetiva; el espíritu no la recibe, la da á los
objetos. Estos no son mas que fenómenos; y por consiguiente el alma no
ve nada mas que lo que hay en ella, ni conoce otro mundo que el que ella
misma construye: asi vemos surgir del _yo_ el mundo real, ó mas bien,
este mundo real no es mas que el ideal construido por el mismo
espíritu. En este supuesto, las leyes de la naturaleza son las leyes de
nuestro mismo espíritu; y en vez de que debamos buscar en aquella los
seres, tipo de nuestras ideas; debemos mirar á estas como el principio
generador de todo lo que existe, ó parece existir; y las leyes del
universo no serán mas que las condiciones subjetivas del _yo_ aplicadas
á los fenómenos.
[122.] Algunos discípulos de Kant, no se asustan con las consecuencias
idealistas; las comparaciones de que se valen para exponer su doctrina,
indican que las aceptan sin sobresalto. Si se aplica un sello á un
pedazo de cera blanda, el sello se grabará en la cera: si suponemos al
sello capaz de percepcion, verá en la cera la marca propia, y atribuirá
al objeto lo que él mismo le ha dado. Si un vaso lleno de agua fuese
capaz de percepcion, atribuiria al agua la forma, que en realidad no es
mas que la forma del vaso mismo, del cual se comunica al agua. De una
manera semejante, el alma construye el mundo externo: aplicándole sus
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