Filosofía Fundamental, Tomo II - 03

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fijas, tanto con respecto á nuestras sensaciones como entre sí: luego
existe el mundo externo; luego el interno que nos le representa, no es
una pura ilusion.


CAPÍTULO VII.
ANÁLISIS DE LA OBJETIVIDAD DE LAS SENSACIONES.

[36.] El mundo externo, ¿es tal como nosotros nos le figuramos? Estos
seres que nos causan las sensaciones, y que llamamos _cuerpos_, ¿son en
realidad lo que nosotros creemos? Despues de demostrada la existencia de
dichos seres, y su necesaria sujecion á leyes constantes, ¿no podemos
dudar todavía de si hemos demostrado la existencia de los cuerpos?
¿Basta para este objeto, el haber probado que existen seres externos, en
relacion con nosotros y entre sí, por medio de leyes fijas y necesarias,
independientes de ellos y de nosotros?
[37.] Para comprender á fondo esta cuestion, será conveniente
simplificarla, reduciéndola á un solo objeto.
Tengo á mi vista y en mi mano una manzana. Por lo demostrado mas arriba,
estoy cierto de que existe un ser externo, relacionado con otros seres y
con el mio por leyes necesarias; estoy cierto que de él me vienen
diferentes impresiones: veo su color, figura y tamaño; percibo su olor,
experimento su sabor; siento en la mano su magnitud, su peso, su figura,
sus concavidades y convexidades, y oigo tambien el leve ruido que
despide cuando la manoteo.
La idea de cuerpo es una idea compuesta; por manera que la de la manzana
será: la de una cosa externa, extensa, colorada, olorosa y sabrosa.
Siempre que se reunan estas circunstancias, esto es, siempre que yo
reciba de un objeto las mismas impresiones, diré que tengo á la vista
una manzana.
[38.] Examinemos ahora hasta qué punto corresponde el objeto á las
sensaciones que nos causa.
¿Qué entendemos significar cuando decimos que es una cosa sabrosa? Nada
mas sino que nos produce en el paladar una impresion agradable: lo
propio se verifica con respecto al olfato. Luego las dos palabras
olorosa y sabrosa, solo expresan la _causalidad_ de estas sensaciones,
residente en el objeto externo. Tocante al color, se puede afirmar lo
mismo; porque si bien comunmente transferimos la sensacion al objeto y
nos ponemos en cierta contradiccion con la teoría filosófica del color y
de la luz, esta contradiccion no es mas que aparente; pues en el fondo,
bien examinado el juicio, solo consiste en referir la impresion á
objetos determinados; por manera que cuando por primera vez oimos en las
cátedras de física que los colores no están en el objeto, fácilmente nos
acostumbramos á conciliar la teoría filosófica con la impresion del
sentido; pues al fin esa teoría no altera la verdad de que tales ó
cuales impresiones nos vienen de estos ó aquellos puntos de los
diferentes objetos.
[39.] En esta parte, no es difícil explicar los fenómenos de las
sensaciones, ni la correspondencia de ellas con los objetos externos;
porque para salvar esta correspondencia basta que ellos sean realmente
la causa (ú ocasion) de las mismas. No es tan fácil la tarea en lo
tocante á la extension; pues esta propiedad es como la base de todas las
otras sensibles: y prescindiendo de si constituye ó nó la esencia de los
cuerpos, lo cierto es que nosotros no concebimos cuerpo donde no hay
extension.
[40.] Se palpará la diferencia que va de la extension á las demás
calidades sensibles con la observacion siguiente. Cuando no hemos
pensado jamás en la relacion de los objetos externos con nuestras
sensaciones, tenemos no sé qué confusion sobre estos puntos; y el color,
el olor, el sabor y hasta el sonido, los transferimos en cierto modo á
los mismos objetos, considerando confusamente estas cosas como calidades
inherentes á ellos. Así el niño y el rústico creen que el color verde
está realmente en las hojas, que el olor está en la rosa, el sonido en
la campana, el sabor en la fruta. Pero es fácil de notar que este es un
juicio confuso de que no se dan cuenta á sí mismos con toda claridad;
juicio que puede ser alterado y aun destruido, sin destruir ni alterar
el conjunto de las relaciones de nuestros sentidos con los objetos. Así,
aun en edad muy tierna, nos acostumbramos con facilidad á referir el
color á la luz, y hasta á no fijarle en esta definitivamente, sino á
mirarle como una impresion producida en nuestro sentido por la accion de
este agente misterioso. El olor tampoco nos cuesta trabajo considerarle
como una sensacion dimanada de la accion de los efluvios de un cuerpo
sobre el órgano del olfato; así como el sonido dejamos de considerarle
cual una cosa inherente al cuerpo sonoro, y no vemos en él mas que la
impresion causada en el sentido por la vibracion del aire, conmovido á
su vez por la vibracion del cuerpo sonoro.
Estas consideraciones filosóficas que á primera vista nos parecian estar
en contradiccion con nuestro juicio, no alteran para nosotros el mundo
externo; no causan un trastorno en las ideas que nos formamos de él;
solo nos hacen fijar mas la atencion en algunas relaciones que
deslindábamos mal; y no nos permiten atribuir á los objetos, mas de lo
que tienen en realidad. Nos hacen limitar el testimonio de los sentidos
á la esfera que les pertenece, rectifican en algun modo los juicios que
habíamos formado; pero el mundo continúa siendo el mismo que antes; solo
que los encantos de la naturaleza, los hemos encontrado en mas íntima
relacion con nuestro ser, notando que en ellos tienen mas parte nuestra
organizacion y nuestra alma de lo que nos habíamos imaginado.
[41.] Pero destruyamos la extension, quitemos á los objetos externos
esta calidad, finjamos que ella no es mas que una simple sensacion, sin
que sepamos otra cosa sino que hay un objeto que nos la causa, y desde
entonces, el mundo corpóreo desaparece. Todo el sistema del universo se
reducirá á un conjunto de seres que nos causan diferentes impresiones;
pero quitada la extension ya no nos formamos idea del cuerpo, ya no
sabemos si todo lo que hemos pensado sobre el mundo es algo mas que una
pura ilusion. Yo me resigno fácilmente á deshacerme de lo que creia en
mi infancia de que el color que veo en mi mano esté en ella, de que el
ruido que hace al chocar con la otra esté en ella; pero no puedo de
ningun modo privarla de la extension; no puedo imaginar que la distancia
de la palma al extremo de los dedos no sea mas que una pura sensacion,
de que solo haya un ser que me la cause, sin saber si en la realidad
esta distancia existe. A la fruta que encuentro sabrosa, le quito sin
mucho trabajo los honores del sabor; y considerándola filosóficamente,
no tengo inconveniente en admitir que en ella no hay nada semejante á
este sabor, y sí tan solo, que está compuesta de tal suerte que afecta
el órgano del paladar de la manera conveniente para que yo reciba la
sensacion agradable; pero no puedo quitar á la fruta su extension, no
puedo de ningun modo considerarla como una cosa indivisible; no me es
dable mirar las distancias de uno á otro punto de ella como meras
sensaciones. Cuando me esfuerzo por contemplar como indivisible en sí el
objeto sabroso, me esfuerzo en vano; y si por un momento me parece que
llego á vencer el instinto de la naturaleza, todo se me trastorna: con
el mismo derecho que hago de la fruta una cosa indivisible lo hago del
universo; y el universo indivisible no es para mí el universo; mi
inteligencia se confunde, todo se aniquila al rededor de mí: sufro algo
mas que la vista del caos; el caos se me presenta al menos como alguna
cosa, bien que con horrible confusion de elementos en espantosas
tinieblas; pero ahora sufro algo mas, pues el universo corpóreo, tal
como le habia concebido, vuelve á la nada.


CAPÍTULO VIII.
Sensacion de la Extension.

[42.] Dos sentidos perciben la extension; la vista y el tacto; el olor,
el sabor, el sonido, andan acompañados de la extension, pero son cosa
muy diferente. La vista no percibe nada que no sea extenso; la extension
es de todo punto inseparable de dicha sensacion. Embebidos en una
deliciosa armonía de muchos instrumentos, podremos saborearnos en la
percepcion de los sonidos hasta olvidarnos de la extension de los
instrumentos, del aire, y de nuestros órganos: pero al contemplar un
cuadro, aun en medio del entusiasmo mas ardiente, no puede desaparecer
la extension. Si de la _transfiguracion_ de Rafael quitamos la
extension, la maravilla desaparece; porque en la esencia de ella, aun
considerándola como simple fenómeno de nuestra alma, entran por
necesidad la continuidad y las distancias.
Lo propio se verifica con respecto al tacto, bien que nó con tanta
generalidad. La dureza ó la blandura, la aspereza ó la lisura, la
angulosidad ó la rotundidad traen consigo la extension: pero no puede
negarse que hay ciertas impresiones de tacto, en las que no es tan claro
que vayan acompañadas de ella. El agudo dolor de una punzada, y otros
que se sienten sin causa exterior conocida, no se refieren con tanta
claridad á la extension, y parecen tener algo de aquella simplicidad que
distingue las impresiones que nos llegan por el conducto de otros
sentidos.
Como quiera, es cierto que el percibir la extension pertenece de una
manera particular á la vista y al tacto.
[43.] Para formarnos ideas claras sobre la extension en sus relaciones
con la sensacion, la analizaremos con algun detenimiento.
En primer lugar es digno de notarse que la extension envuelve
multiplicidad; un ser extenso es por necesidad un conjunto de seres:
estos se hallarán mas ó menos unidos entre sí, por medio de un vínculo
que los hará formar un todo: pero esto no quita que ellos no sean
muchos. Un hermoso cuadro donde domina la unidad de pensamiento del
artista, no deja de ser un compuesto de muchas partes; el vínculo
_moral_ que las une, no las identifica; solo las enlaza, las ordena, las
hace concurrir á un fin. La firmísima adhesion que entre sí tienen las
moléculas de que está formado el diamante, no hace que estas moléculas
no sean distintas: el vínculo material las une, no las identifica.
Sin multiplicidad pues, no hay extension; donde hay extension, no hay
un ser solo, en todo el rigor de la palabra, sino muchos.
[44.] Pero la multiplicidad no constituye la extension, porque puede
existir la primera sin la segunda. La multiplicidad de sonidos no forma
la extension, la multiplicidad de sabores ni de olores tampoco: nosotros
concebimos multiplicidad de seres de diferentes órdenes así en el mundo
material, como en el moral y en el intelectual, sin que se envuelva en
esa multiplicidad la idea de extension. Aun limitándonos al órden
puramente matemático, encontramos multiplicidad sin extension en las
cantidades aritméticas y algebráicas. Luego la multiplicidad, si bien es
necesaria para constituir la extension, no basta ella sola para
constituirla.
Reflexionando sobre la especie de multiplicidad requerida para formar la
extension, notaremos que ha de andar acompañada de la continuidad. Las
sensaciones así de vista como de tacto, envuelven la continuidad: pues
ni me es posible ver ni tocar, sin que reciba la impresion de objetos
continuos, inmediatos los unos á los otros, coexistentes en su duracion
y que á un mismo tiempo se me ofrecen como continuados unos con otros en
el espacio. Sin esta continuidad, la multiplicidad no constituye la
extension. Así por ejemplo, si tomo cuatro ó mas puntos en el papel en
que escribo, y por una abstraccion los considero indivisibles, esta
multiplicidad no me constituye la extension: necesito unirlos por medio
de líneas, cuando menos imaginarias; y á falta de continuidad del cuerpo
en que los suponia situados, me será preciso valerme de la continuidad
del espacio: es decir, mirar este espacio como un conjunto de puntos,
cuya continuacion enlaza los primeros. Por mas esfuerzos que haga no me
será posible considerar como extension un conjunto de puntos
indivisibles no continuos, ni unidos por líneas: aquel conjunto será
para mí como si fuera de otros seres, que nada tuviesen que ver con la
extension. Y es digno de notarse, que si les doy un lugar determinado en
el espacio, es tambien enlazándolos por medio de líneas imaginarias con
otros puntos: pues nó de otra manera puedo concebir distancias, ni
situacion en el espacio. Que si de todo esto quisiese prescindir,
entonces ó paso á la nada intelectual, es decir aniquilo toda idea del
objeto, ó me traslado á otro órden de seres que ninguna relacion tengan
ni con la extension ni con el espacio. Habré dejado la materia y las
sensaciones, y me habré remontado á la region de los espíritus.
[45.] Luego la multiplicidad y la continuidad son necesarias para
constituir la extension. ¿Y bastan estas dos condiciones? creo que sí;
pues donde ellas existen, existe la extension: con ellas dos solas,
enteramente solas, nos formamos la idea de la extension. El objeto de la
geometría es la extension; y en ella solo entran multiplicidad y
continuidad. Las líneas, las superficies, los volúmenes, tales como son
objeto de la geometría, prescinden de todo lo que no sea esa
continuidad, mirada en su mayor abstraccion. Por esto le basta el
espacio vacío; ó mejor se diria, que por esto exige el espacio vacío;
pues que cuando hace la aplicacion á los cuerpos, no encuentra toda la
exactitud que hallaba en la continuidad en abstracto.
[46.] Si la multiplicidad y la continuidad en el espacio constituyen la
extension, esta existe realmente en los objetos que nos causan las
sensaciones. Ya he demostrado que á estas les corresponden objetos
externos, fundándome en la relacion misma de los fenómenos entre sí, y
con las causas que los producen: es así que esta relacion existe tambien
con respecto á la multiplicidad y á la continuidad, luego estas dos
propiedades se hallan realmente en la naturaleza. Las impresiones que
recibimos por la vista y el tacto, aun limitándonos á un solo objeto,
son múltiplas y por tanto corresponden á muchos objetos; son continuas y
por lo mismo corresponden á objetos continuos.
Aclararé algo mas esta razon. Mi vista fijada sobre un cuadro recibe una
impresion que le viene de muchos puntos diferentes; siendo de notar que
esta impresion resulta sin interrupcion en toda la superficie que se me
ofrece. Si como llevo demostrado, la vista de un punto externo me basta
para convencerme de su existencia, la de muchos me bastará para estar
seguro de la de muchos; y la continuidad de la impresion me cerciora
tambien de la continuidad de los puntos imprimentes.
Si toco un objeto visto, el tacto me confirma el testimonio en la parte
que á él le corresponde, es decir la multiplicidad y la continuidad.
Experimento la misma sucesion continuada de sensaciones, lo que me
indica la existencia y la continuidad de los objetos que las causan.
[47.] En resúmen: la extension supone la coexistencia de muchos objetos,
pero de tal suerte que estén unos á continuacion de otros; de ambas
cosas nos aseguran las sensaciones: luego el testimonio de los sentidos
basta para estar ciertos de que hay objetos extensos, y pueden
producirnos varias impresiones. Estas ideas contienen cuanto encerramos
en la idea de cuerpo: luego el testimonio de los sentidos nos cerciora
de la existencia de los cuerpos.


CAPÍTULO IX.
OBJETIVIDAD DE LA SENSACION DE EXTENSION.

[48.] Probado ya que el testimonio de los sentidos es suficiente para
asegurarnos de la existencia de los cuerpos, veamos hasta qué punto son
exactas las ideas que de los mismos nos hace formar. No basta saber que
podemos estar seguros de la existencia de la extension, es preciso
investigar si ella es en realidad tal cual nos la presentan los
sentidos; y lo que digo de la extension puede aplicarse á las demás
propiedades de los cuerpos.
En mi concepto, la única sensacion que nosotros trasladamos al exterior,
y que no podemos menos de trasladar, es la de extension; todas las otras
se refieren á los objetos, solo como efectos á causas, nó como copias á
originales. El olor, el sabor, el sonido, no nos representan nada que
sea parecido á los objetos que los causan; pero la extension sí: la
extension la atribuimos á los objetos, y no podemos concebirlos sin
ella. El sonido fuera de mí, no es sonido; no es mas que una simple
vibracion del aire, producida por la vibracion de un cuerpo; el sabor
fuera de mí, no es sabor; no es mas que un cuerpo aplicado á un órgano,
y que le causa una modificacion, mecánica ó química; y lo propio se
verifica con el olor. Aun en la luz y los colores, fuera de mí, no hay
mas que un flúido que cae sobre una superficie, y que directa ó
reflexamente, llega ó puede llegar á los ojos; pero la extension fuera
de mí, independientemente de toda relacion con los sentidos, es
verdadera extension, es algo cuya existencia y naturaleza no necesitan
de mis sentidos. Cuando yo la siento, ó cuando me la imagino, hay entre
mis impresiones y ella, algo mas que la relacion de un efecto á una
causa: hay la representacion, la imágen interior, de lo que existe en
lo exterior.
[49.] Para que se comprenda perfectamente y se sienta con viveza la
verdad de lo que acabo de asentar, voy á ofrecer al lector un cuadro del
cual se vayan eliminando sucesivamente determinadas sensaciones,
haciéndole notar el grado de eliminacion á que se puede llegar y del
cual no se pasa.
Supongamos que todos los animales pierden de una vez el sentido del
paladar, ó que todos los cuerpos de la naturaleza son destituidos de la
propiedad de causar por su contacto con un órgano, la sensacion que
llamamos sabor. A pesar de esto el mundo externo existe como antes. Los
mismos cuerpos que nos causaban las sensaciones ahora perdidas,
continuarán existiendo y podrán ser aplicados al mismo órgano que antes
afectaban, causando en aquella parte las sensaciones del tacto, como de
blando ó duro, frio ó caliente, ú otras semejantes. O los cuerpos
sabrosos ó los órganos animales habrán sufrido alguna mudanza, con la
que se ha cortado la relacion que antes tenian: se nota que una causa
que antes producia un efecto, es ahora impotente para producirle. Esto
puede haber acontecido por una modificacion de los cuerpos, que en nada
altera su naturaleza, en cuanto nosotros la concebimos; y tambien es
posible que sin haberse mudado ellos, haya sobrevenido esta diferencia
con sola la alteracion de los órganos. Pero en todo caso, la
desaparicion de la sensacion, no ha hecho desaparecer del universo nada
semejante á ella; si la alteracion se ha verificado solo en los órganos,
los cuerpos exteriores quedan intactos: y si ha tenido lugar en los
cuerpos, esta alteracion les ha hecho perder una propiedad _causante_ de
la sensacion, mas nó una propiedad _representada_ por la sensacion.
Ya hemos privado á los alimentos de todos sus sabores: el universo
existe como antes: privémosle de sus olores, alterando los cuerpos
odoríferos, ó el órgano del olfato. ¿Qué resultará? lo mismo que hemos
notado con respecto al sabor. Los cuerpos odoríferos continuarán
existiendo, y hasta enviando á nuestro órgano los efluvios que antes
producian la sensacion del olor; no habrá mas novedad que la no
existencia de esta sensacion: faltará en nuestros órganos la disposicion
para recibir la impresion necesaria, ó habrá desaparecido del universo
una causalidad: mas nó una cosa representada por la sensacion. Los
jardines no serán despojados de su belleza simétrica, los prados de su
lozanía y verdor: el árbol ostentará su frondosa copa, y el hermoso
fruto continuará pendiente de las ramas mecidas por el viento.
Prosigamos en nuestra tarea destructora, ensordeciendo de repente á
todos los animales. Los músicos de los conciertos se convertirán en
actores de una silenciosa pantomima; el campanero tirando de la cuerda,
hará dar vueltas al metal mudo; las conversaciones se reducirán á
gestos orales; los gritos de los brutos, no serán mas que abrir y cerrar
bocas; pero el aire vibrará como antes; sus colunas vendrán á herir el
tímpano como antes; todo existirá como antes: nada faltará en el
universo sino una sensacion. El rayo brillará en los aires, los rios
proseguirán en su magestuosa carrera, los torrentes se precipitarán con
la misma rapidez, la soberbia cascada saltará del altísimo risco,
desplegando sus variados lienzos, y sus espumantes oleadas.
Vamos por fin á cometer la mayor de las crueldades: ceguemos en un
momento á todos los vivientes que hay sobre la tierra, y aun á todos los
que pueda haber en los astros. El sol continúa esparciendo sus inmensas
madejas; ese flúido que llamamos luz, refleja en las superficies, se
refringe segun los cuerpos que atraviesa, y llega á las retinas de los
ojos antes videntes, ahora convertidas en insensibles membranas,
colocadas tras un cristal; pero todo eso que se llama color y sensacion
de luz, todo ha desaparecido. Sin embargo el universo existe todavía: y
los cuerpos celestes prosiguen recorriendo como antes sus órbitas
inmensas.
Como la sensacion de la luz y de los colores, nos es mas difícil
abstraerla de los objetos; ó en otros términos, como tenemos cierta
propension á imaginar que efectivamente existen fuera de nosotros las
impresiones que no están mas que en nosotros, considerando la sensacion
como una representacion de lo exterior, es algo mas costoso el concebir
que cegados todos los vivientes, no queda nada de lo que nos representan
estas sensaciones, y sí únicamente un flúido que refleja en ciertas
superficies, ó que atraviesa por los demás cuerpos, ni mas ni menos que
otro flúido invisible. Por lo cual, en obsequio de los que tengan
dificultad en dejar de realizar en lo exterior lo que solo existe en su
interior, haré la suposicion de otra manera; pues que esto me bastará
para demostrar, como se puede eliminar de los objetos todo lo relativo á
las varias sensaciones, excepto lo tocante á la extension.
Así, no cegaremos á los animales; no tendremos la crueldad de Ulises en
la caverna de Polifemo; pero desahogaremos el instinto destructor
trastornando el mundo. Poco nos importa que los hombres y los animales
no se queden ciegos, si logramos que no vean.
Dejaremos pues intactos los órganos, pero en cambio despojaremos al
universo de su luz. Apagaremos como febles antorchas el sol, las
estrellas, los astros todos; extinguiremos los mas leves destellos que
brillen sobre la tierra: las bujías que alumbran la mansion del hombre,
los fuegos que resplandecen junto á la cabaña del pastor, las pálidas
llamas que revolotean en la broza del cementerio, hasta las chispas que
arroja el pedernal. Todo quedará en la oscuridad mas profunda;
imaginaremos reproducidas aquellas tinieblas que yacian sobre la faz del
abismo antes que la palabra criadora dijese: «hágase la luz.»
Pero conviene advertir que al dejar el mundo en tan horrible oscuridad,
no hemos alterado ninguna de sus otras leyes; existen como antes, las
gigantescas moles recorriendo con asombrosa rapidez y admirable
precision sus órbitas inmensas. De donde se infiere que haciendo
abstraccion del olor, del sabor, del sonido, de los colores, de la luz,
el mundo existe todavía, sin que nos cueste ningun trabajo concebirle de
esta manera. Aun mas, hasta de la sensacion del tacto podemos
prescindir, pues será fácil suponer que no percibimos ninguna impresion
por este sentido; las de color ó frio, blandura ó dureza, cuyas causas
quedarian en los cuerpos, podemos sustituirlas unas con otras y aun
hacerlas desaparecer, sin que por eso creyésemos que el universo dejaba
de existir.
[50.] Despues de hechas todas estas abstracciones, ensayemos otra, y
veamos lo que sucede. Hagamos desaparecer la extension. A esta prueba el
universo no resiste: las moles de los astros desaparecen; la tierra se
anonada bajo nuestras plantas; las distancias dejan de existir; el
movimiento es un absurdo; nuestro propio cuerpo se desvanece; el
universo entero se hunde en la nada, ó si continúa siendo algo, es cosa
del todo diferente de lo que ahora nos figuramos.
Es indudable: si prescindimos de la extension, si esta sensacion, ó
idea, ó sea lo que fuere, que sobre ella tenemos, no la realizamos en lo
exterior, si no la consideramos como una representacion de lo que
existe fuera de nosotros, todo se trastorna; no sabemos qué pensar ni de
nuestras sensaciones, ni de sus relaciones con los objetos que las
causan: todo da vueltas en derredor, nos falta una de las bases de
nuestros conocimientos, tendemos en vano los brazos para asirnos de
algun punto fijo, y preguntamos con desconsuelo, si todo lo que sentimos
no es mas que una pura ilusion, si serán una verdad las extravagancias
de Berkeley.
[51.] Aun con respecto á la extension es digno de observarse, que si
bien la objetivamos trasladándola á lo exterior, no es de todo punto
exacto que esté representada por la sensacion. Mejor se diria que es un
receptáculo de ciertas sensaciones, que no un objeto de ellas; una
condicion necesaria para las funciones de algunos sentidos, que no una
cosa sentida. La extension abstraida de las sensaciones de la vista y
del tacto, se reduce á lo que hemos dicho mas arriba, la multiplicidad y
la continuidad; el conocimiento de esto, nos viene de los sentidos, pero
es diferente de lo que nos representan los sentidos. Cuando á las
impresiones que he recibido de la vista les quito el color y la luz me
queda ciertamente la idea de una cosa extensa, mas nó de una cosa
visible, ni de un objeto representado por la sensacion. De la propia
suerte si despojo las impresiones que me han venido por el tacto, de las
calidades que afectan este sentido, no se aniquila el objeto que las
causaba, pero no está representado por las impresiones que él me
transmite.
[52.] Estas observaciones manifiestan que no trasladamos á lo exterior
nuestras sensaciones, que estas son un medio por el cual se informa,
nuestra alma, mas nó imágenes en que ella contemple los objetos. Todas
ellas le indican una causa exterior; pero algunas, como las de la vista
y del tacto, le manifiestan de un modo particular la multiplicidad y la
continuidad, ó sea la extension.
De esto se infiere tambien, que el mundo exterior no es una pura
ilusion, que existe en realidad con sus moles inmensas, sus variados
movimientos, su geometría infinita; pero que gran parte de su belleza y
encantos se hallan mas bien en nosotros que en él. La mano todopoderosa
é infinitamente sabia que le ha criado, ha ostentado su sabiduría y su
poder de una manera particular en los seres sensibles, y sobre todo en
los inteligentes. ¿Qué seria el universo si no hubiera quien sintiese y
entendiese? En esa íntima relacion, en la incesante comunicacion de los
objetos con los seres sensibles, están la hermosura, la armonía, los
arcanos de la naturaleza. El mas precioso cuadro, si no hubiese quien le
mirara y percibiese su belleza, seria un conjunto de lineamentos, un
geroglífico de caractéres indescifrados: pero desde el momento que está
á la vista de un ser que siente y conoce, el cuadro se anima, es lo que
debe ser; y en esta misteriosa comunicacion, el objeto gana en bellezas
todo lo que comunica de hechizo.
Suponed que un conjunto de instrumentos dispuestos con el conveniente
mecanismo ejecutan con admirable precision las mejores concepciones de
Bellini ó de Mozart; ¿á qué se reduce todo falta un ser sensible? á
vibraciones del aire combinadas con cierta ley; á puros movimientos de
un flúido sometidos á una precision geométrica. Introducid á un hombre:
entonces la geometría se convierte en armonía celestial, entonces hay
música, hay encantos.
La simetría de las tablas de un jardin, la lozanía de sus arbustos, el
color y esmalte de sus flores, la fragancia de sus aromas, ¿qué son sin
un ser sensible? figuras geométricas, superficies dispuestas con arreglo
á ciertas leyes, volúmenes de tal ó cual clase, columnas de flúidos que
salen de ellos, y se desparraman por el espacio; pero introducid al
hombre, entonces las figuras geométricas se revisten de mil gracias, las
flores se cubren de galanos colores, las columnas de flúido se
convierten en exquisitos aromas.


CAPÍTULO X.
VALOR DEL TACTO PARA OBJETIVAR LAS SENSACIONES.

[53]. Se ha dicho que el tacto es el testigo mas seguro y quizás el
único, de la existencia de los cuerpos; pues sin él todas las
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