Filosofía Fundamental, Tomo I - 15

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prescinden absolutamente de la existencia, puede suponérselas
conocidas hasta por un entendimiento que no las produzca en la
realidad. En cuanto conocidas por el entendimiento nada envuelven de
real, y por consiguiente no entrañan ninguna condicion que exija
fuerza productiva, á no ser que esta se refiera á un órden de pura
idealidad. En este órden parece que la razon humana produce
efectivamente: porque tomando por ejemplo la geometría, es fácil de
notar que aun en su parte mas elevada y de mayor complicacion, no es
mas que una especie de construccion intelectual donde solo se halla lo
que la razon ha puesto. Esta razon es la que á fuerza de trabajo ha
ido reuniendo los elementos y combinándolos de distintas maneras hasta
llegar al asombroso resultado del cual pueda decir con verdad: esto es
mi obra.
Sígase con atenta observacion el desarrollo de la ciencia geométrica y
se echará de ver que la dilatada serie de axiomas, teoremas,
problemas, demostraciones, resoluciones, arranca de unos cuantos
postulados, y que continúa siempre con la ayuda ó de estos mismos ó de
otros que la razon excogita, conforme lo exige la necesidad ó la
utilidad.
¿Qué es la línea? una serie de puntos. La línea pues es una
construccion intelectual, no envuelve otra cosa que las fluxiones
sucesivas de un punto. ¿Qué es el triángulo? una construccion
intelectual en que se reunen los extremos de tres líneas. ¿Qué es el
círculo? es otra construccion intelectual, el espacio encerrado por la
circunferencia, formada á su vez por el extremo de una línea que gira
al rededor de un punto. ¿Qué son todas las demás curvas? líneas
marcadas por el movimiento de un punto con arreglo á una cierta ley de
inflexion. ¿Qué es la superficie? ¿no se engendra su idea con el
movimiento de una línea, así como el sólido con el movimiento de una
superficie? ¿Qué son todos los objetos de la geometría sino líneas,
superficies y sólidos de varias especies y con diversas
combinaciones?
La aritmética universal es una creacion del entendimiento, ora la
consideremos en la aritmética propiamente dicha, ora en el álgebra. El
número es un conjunto de unidades; el entendimiento es quien las
reune: el dos no es mas que uno mas uno, el tres es dos mas uno, y de
esta suerte se forman todos los valores numéricos, por consiguiente
las ideas expresivas de estos valores contienen una creacion de
nuestro espíritu, son su obra, nada encierran sino lo que él mismo ha
puesto en ellas.
Ya se ha notado que el álgebra es una especie de lenguaje. Sus reglas
tienen una parte de convencionales, y las fórmulas mas complicadas se
resuelven en un principio convencional. Tomemos una muy sencilla:
$a^0=1$; ¿por qué? porque $a^0=a^{n-n}$; ¿por qué? La razon es porque
se ha convenido en señalar la division por la resta de los esponentes;
y de consiguiente $\frac{a^n}{a^n}$ que evidentemente es igual á uno;
se puede expresar por $\frac{a^n}{a^n}=a^{n-n}=a^0$.

[305.] Estas observaciones parecen probar que en realidad es verdadero
el sistema de Vico en lo que concierne á las matemáticas puras, es
decir á una ciencia del órden puramente ideal. Aunque tal vez podria
ensayarse lo mismo con relacion á otras ciencias, por ejemplo á la
metafísica, no lo haré, porque en saliendo de las matemáticas, ya es
difícil encontrar un terreno donde no haya opiniones opuestas. Además,
que en habiendo manifestado hasta qué punto es admisible el sistema de
Vico en las ciencias matemáticas, quedarán tambien resueltas las
dificultades que puede haber en lo que concierne á otros ramos.

[306.] El entendimiento construye en un órden puramente ideal, es
innegable; y en esto convienen todas las escuelas. Nadie duda de que
la razon supone, combina, compara, deduce: operaciones que no pueden
concebirse sin una especie de construccion intelectual. En este caso
el entendimiento sabe lo que hace, porque su obra le está presente;
cuando combina sabe lo que combina, cuando compara y deduce, sabe lo
que deduce y compara, cuando estriba en ciertas suposiciones que él
mismo ha establecido, sabe en qué consisten, pues se apoya en ellas.

[307.] El entendimiento conoce lo que hace, pero conoce mas de lo que
hace; hay verdades que no son ni pueden ser su obra, pues que son el
cimiento de todas sus obras: por ejemplo el principio de
contradiccion. ¿Puede decirse que la imposibilidad de ser y no ser una
cosa á un mismo tiempo, sea obra de nuestra razon? nó ciertamente. La
razon misma es imposible si el principio no está supuesto ya; el
entendimiento le encuentra en si propio como una ley absolutamente
necesaria, como una condicion _sine qua non_ de todos sus actos. Hé
aquí fallido el criterio de Vico: «el entendimiento solo conoce la
verdad que hace;» sin embargo la verdad del principio de
contradiccion, el entendimiento la conoce y no la hace.

[308.] Los hechos de conciencia son conocidos por la razon, no
obstante de que no son su obra. Estos hechos á mas de estar presentes
á la conciencia, son objeto de las combinaciones de la razon; hé aquí
otro caso en que falla el criterio de Vico.

[309.] Aun en las cosas que son obra puramente intelectual, el
entendimiento conoce lo que hace, pero no hace lo que quiere; de lo
contrario seria menester decir que las ciencias son absolutamente
arbitrarias; en vez de los resultados geométricos que tenemos ahora,
podriamos tener tantos otros cuantos son los hombres que piensan en
líneas, superficies y sólidos. ¿Esto qué indica? que la razon está
sometida á ciertas leyes, que sus construcciones están ligadas á
condiciones de que no se puede prescindir: una de ellas es el
principio de contradiccion, al cual no se puede faltar nunca so pena
de anonadar todo conocimiento. Es verdad que se llega á sacar el
volúmen de una esfera por medio de una serie de construcciones
intelectuales; pero yo pregunto: ¿pueden dos entendimientos llegar á
dos valores diferentes? nó, esto es absurdo; seguirán quizás diversos
caminos, expresarán sus demostraciones y sus resultados de distintas
maneras, pero el valor es el mismo; si hay diferencia, hay error por
una ú otra parte.

[310.] Profundizando la materia se echa de ver que la construccion
intelectual de que nos habla Vico, es una cosa generalmente admitida.
Lo que hay de nuevo en el sistema de este filósofo son dos cosas, una
buena y otra mala: la buena, es el haber indicado una de las razones
de la certeza de las matemáticas y demás ciencias de un órden
puramente ideal; la mala es el haber exagerado el valor de su
criterio.
He dicho que el sistema del filósofo napolitano expresaba un hecho
generalmente reconocido, mas que por su parte lo habia exagerado. No
cabe duda en que el entendimiento crea en algun modo las ciencias
ideales ¿pero de qué manera? nó de otra sino tomando postulados, y
combinando los datos de varias maneras. Aquí se acaba su fuerza
creatriz; porque en esos postulados y en esas combinaciones encuentra
verdades necesarias que él no ha puesto.
¿Qué es el triángulo en el órden puramente ideal? una creacion del
entendimiento: él es quien dispone las líneas en forma triangular, él
es quien, salva esa misma forma, la modifica de infinitas maneras.
Hasta aquí no hay mas que un postulado y diferentes combinaciones del
mismo. Pero las propiedades del triángulo dimanan por absoluta
necesidad de las condiciones del mismo postulado; estas propiedades el
entendimiento no las hace, las encuentra. El ejemplo del triángulo es
aplicable á toda la geometría; el entendimiento toma un postulado,
esta es su obra libre, con tal que no se ponga en lucha con el
principio de contradiccion; de este postulado dimanan consecuencias
absolutamente necesarias, independientes de la accion intelectual, que
encierran una verdad absoluta conocida por el entendimiento mismo. Por
consiguiente con respecto á ellas, es falso el decir que las hace. Un
hombre pone un cuerpo en tal disposicion que abandonado á su gravedad
cae al suelo; ¿es el hombre quien le da la fuerza de caer? nó por
cierto, sino la naturaleza. Lo que el hombre hace es poner la
condicion bajo la cual la fuerza de gravedad pueda producir sus
efectos: desde que la condicion existe, la caida es inevitable. Hé
aquí una semejanza que manifiesta con claridad y exactitud lo que
sucede en el órden puramente ideal: el entendimiento pone las
condiciones, pero de estas dimanan otras verdades, _no hechas_ por el
entendimiento, sino conocidas; esta verdad es absoluta, es como si
dijéramos la fuerza de gravedad en el órden de las ideas. Hé aquí
deslindado lo que hay de admisible é inadmisible en el sistema de
Vico. Admisible, la fuerza de combinacion, hecho generalmente
reconocido; inadmisible, la exageracion de este hecho extendido á
todas las verdades, cuando solo comprende los postulados en sus varias
combinaciones.
En las reglas algebráicas hay una parte de convencional, en cuanto se
refieren á la _expresion_; porque es evidente que esta podria haber
sido diferente. Pero supuesta la expresion, el desarrollo de las
reglas, no es convencional, sino necesario. En la misma expresion
a^n/a^n, claro es que el número de veces que la cantidad a entra por
factor, podia haberse expresado de infinitas maneras; pero supuesto
que se ha adoptado la presente, no es convencional la regla sino
absolutamente necesaria; pues que sea cual fuere la expresion, siempre
es cierto que la division de una cantidad por sí misma con distintos
exponentes, da por resultado la disminucion del número de veces que
entra por factor; lo que se significa por la resta de los exponentes;
y por tanto, si el número de veces es igual en el dividendo y en el
divisor, el resultado ha de ser = 0. Por donde se echa de ver, que aun
en el álgebra, lo que hace el entendimiento es poner las condiciones,
y expresarlas como mejor le parece: mas aquí concluye su obra libre,
pues de estas condiciones resultan verdades necesarias; él no las
hace, solo las conoce.
El mérito de Vico en este punto consiste en haber emitido una idea muy
luminosa sobre la causa de la mayor certeza en las ciencias puramente
ideales. En estas el entendimiento pone él propio las condiciones bajo
las cuales ha de levantar el edificio; él escoge por decirlo así el
terreno, forma el plan, y levanta las construcciones con arreglo á
este; en el órden real este terreno lo es previamente señalado, así
como el plan del edificio y los materiales con que lo ha de levantar.
En ambos casos está sometido á las leyes generales de la razon; pero
con la diferencia de que en el órden puramente ideal, ha de atender á
esas leyes y á nada mas; pero en el real, no puede prescindir de los
objetos considerados en sí, y está condenado á sufrir todos los
inconvenientes que por su naturaleza le ofrecen. Aclaremos estas ideas
con un ejemplo. Si quiero determinar la relacion de los lados de un
triángulo bajo ciertas condiciones, me basta suponerlas y atenerme á
ellas; el triángulo ideal es en mi entendimiento una cosa enteramente
exacta y además fija: si le supongo isósceles con la relacion de los
lados á la base como de cinco á tres, esta razon es absoluta,
inmutable, mientras yo no altere el supuesto; en todas las operaciones
que haga sobre estos datos puedo engañarme en el cálculo, pero el
error no provendrá de la inexactitud de los datos. El entendimiento
conoce bien, porque lo conocido es su misma obra. Si el triángulo no
es puramente ideal sino realizado sobre el papel ó en el terreno, el
entendimiento vacila; porque las condiciones que él fija con toda
exactitud en el órden ideal, no pueden ser trasladadas de la misma
manera al órden real: y aun cuando lo fuesen, el entendimiento carece
de medios para apreciarlo. Hé aquí por qué dice Vico con mucha verdad,
que nuestros conocimientos pierden en certeza á proporcion que se
alejan del órden ideal y se engolfan en la realidad de las cosas.

[311.] Dugald Steward se aprovecharia probablemente de esta doctrina
de Vico al explicar la causa de la mayor certeza de las ciencias
matemáticas. Dice que esta no se funda en los axiomas sino en las
definiciones; es decir que con corta diferencia, viene á parar al
sistema del filósofo napolitano de que las matemáticas son las
ciencias mas ciertas, porque son una construccion intelectual fundada
en ciertas condiciones que el mismo entendimiento pone, y que están
expresadas por la definicion.

[312.] Esta diferencia entre el órden puramente ideal y el real no se
habia escapado á los filósofos escolásticos. Era comun entre ellos el
dicho de que de los contingentes y particulares no hay ciencia, que
las ciencias solo son de las cosas necesarias y universales: sustituid
á la palabra contingente la de real, pues toda realidad finita es
contingente; en vez de universal poned ideal, pues lo puramente ideal
es todo universal; y encontraréis expresado lo mismo con distintas
palabras. Difícil es deslindar hasta qué punto se hayan aprovechado
los filósofos modernos de las doctrinas de los escolásticos en lo
tocante á la distincion entre los conocimientos puros y los empíricos;
pero lo cierto es que en las obras de los escolásticos se hallan sobre
estas cuestiones, pasajes sumamente luminosos. No fuera extraño que
hubiesen sido leidos por algunos modernos, particularmente por los
alemanes, cuya laboriosidad es proverbial, especialmente en lo que
toca á las materias de erudicion (XXVII).


CAPÍTULO XXXII.
CRITERIO DEL SENTIDO COMUN.

[313.] _Sentido comun_, hé aquí una expresion sumamente vaga. Como
todas las expresiones que encierran muchas y diferentes ideas, la de
sentido comun debe ser considerada bajo dos aspectos, el de su valor
etimológico, y el de su valor real. Estos dos valores no siempre son
idénticos: á veces discrepan muchísimo; pero aun en su discrepancia,
suelen conservar íntimas relaciones. Para apreciar debidamente el
significado de expresiones semejantes, es preciso no limitarse al
sentido filosófico y no desdeñarse del vulgar. En este último hay con
frecuencia una filosofía profunda, porque en tales casos el sentido
vulgar es una especie de sedimento precioso que ha dejado sobre la
palabra el tránsito de la razon por espacio de muchos siglos. Sucede á
menudo que entendido y analizado el sentido vulgar, está fijado el
sentido filosófico, y se resuelven con facilidad suma las cuestiones
mas intrincadas.

[314.] Es notable que aparte los sentidos corporales, haya otro
criterio llamado sentido comun. _Sentido_; esta palabra excluye la
reflexion, excluye todo raciocinio, toda combinacion nada de esto
tiene cabida en el significado de la palabra _sentir_. Cuando
sentimos, el espíritu mas bien se halla pasivo que activo; nada pone
de sí propio; no da, recibe; no ejerce una accion, la sufre. Este
análisis nos conduce á un resultado importante, el separar del sentido
comun todo aquello en que el espíritu ejerce su actividad, y el fijar
uno de los caractéres de este criterio, cual es, el que con respecto á
él, no hace mas el entendimiento que someterse á una ley que siente, á
una necesidad instintiva que no puede declinar.

[315.] _Comun_: esta palabra excluye todo lo individual, é indica que
el objeto del sentido comun es general á todos los hombres.
Los simples hechos de conciencia son de sentido, mas nó de sentido
comun; el espíritu los siente prescindiendo de la objetividad y de la
generalidad; lo que experimenta en sí propio es experiencia
exclusivamente suya, nada tiene que ver con la de los demás.
En la palabra comun, se significa que los objetos de este criterio lo
son para todos los hombres, y de consiguiente se refieren al órden
objetivo; pues que lo puramente subjetivo, como tal, se ciñe á la
individualidad, en nada afecta á la generalidad. Esta observacion es
tan exacta que en el lenguaje ordinario jamás se llama opuesto al
sentido comun un fenómeno interior por extravagante que sea, con tal
que se exprese simplemente el fenómeno y se prescinda de su relacion
al objeto. A un hombre que dice, yo experimento tal ó cual sensacion,
me parece que veo tal ó cual cosa, no se le opone el sentido comun;
pero si dice: tal cosa es de tal manera, si la asercion es
extravagante, se le objeta: esto es contrario al sentido comun.

[316.] Yo creo que la expresion, sentido comun, significa una ley de
nuestro espíritu, diferente en apariencia segun son diferentes los
casos á que se aplica, pero que en realidad y á pesar de sus
modificaciones, es una sola, siempre la misma, y consiste en una
inclinacio natural de nuestro espíritu á dar su asenso á ciertas
verdades, no atestiguadas por la conciencia, ni demostradas por la
razon; y que todos los hombres han menester para satisfacer las
necesidades de la vida sensitiva, intelectual ó moral.
Poco importa el nombre si se conviene en el hecho; sentido comun, sea
ó nó la expresion mas adecuada para significarle, es cuestion de
lenguaje, nó de filosofía. Lo que debemos hacer es examinar si en
efecto existe esta inclinacion de que hablamos, bajo qué formas se
presenta, á qué casos se aplica y hasta qué punto y en qué grado puede
ser considerada como criterio de verdad.
En la complicacion de los actos y facultades de nuestro espíritu, y en
la muchedumbre y diversidad de objetos que se le ofrecen, claro es que
dicha inclinacion no puede presentarse siempre con el mismo carácter y
que ha de sufrir varias modificaciones, capaces de hacerla considerar
como un hecho distinto, aunque en realidad no sea mas que el mismo,
transformado de la manera conveniente. El mejor medio de evitar la
confusion de ideas, es deslindar los varios casos en que tiene cabida
el ejercicio de esta inclinacion.

[317.] Desde luego la encontramos con respecto á las verdades de
evidencia inmediata. El entendimiento no las prueba ni las puede
probar, y sin embargo necesita asentir á ellas so pena de extinguirse,
como una luz que carece de pábulo. Para la vida intelectual es
condicion indispensable la posesion de una ó mas verdades primitivas;
sin ellas la inteligencia es un absurdo. Nos encontramos pues con un
caso comprendido en la definicion del sentido comun: imposibilidad de
prueba; necesidad intelectual que se ha de satisfacer con el asenso;
irresistible y universal inclinacion á dicho asenso.
¿Hay algun inconveniente en dar á esta inclinacion el nombre de
sentido comun? por mi parte no disputaré de palabras, consigno el
hecho, y no necesito nada mas en el terreno de la filosofía. Convengo
en que al tratarse de la evidencia inmediata, la inclinacion al asenso
no suele llamarse sentido comun: esto no carece de razon. Para que se
aplique con propiedad el nombre de _sentido_, es necesario que el
entendimiento mas bien sienta que conozca, y en la evidencia inmediata
mas bien conoce que siente. Como quiera, repito que el nombre nada
importa, aunque no seria difícil encontrar algun autor grave que ha
dado al criterio de evidencia el título de sentido comun; lo que deseo
es consignar esa ley de nuestra naturaleza que nos inclina á dar
asenso á ciertas verdades, independientes de la conciencia y del
raciocinio.
No es solo la evidencia inmediata, la que tiene en su favor la
irresistible inclinacion de la naturaleza; lo propio se verifica en la
mediata. Nuestro entendimiento asiente por necesidad, no solo á los
primeros principios, sí que tambien á todas las proposiciones
enlazadas claramente con ellos.

[318.] Esta natural inclinacion al asenso, no se limita al valor
subjetivo de las ideas, se extiende tambien al objetivo. Ya se ha
visto que esa objetividad tampoco es demostrable directamente y _á
priori_, no obstante que la necesitamos. Si nuestra inteligencia no se
ha de limitar á un mundo puramente ideal y subjetivo, es preciso que
no solo sepamos que las cosas nos _parecen_ tales con evidencia
inmediata ó mediata, sino que _son_ en realidad como nos parecen. Hay
pues necesidad de asentir á la objetividad de las ideas, y nos
hallamos con la irresistible y universal inclinacion á este asenso.

[319.] Lo dicho de la evidencia mediata é inmediata con respecto al
valor objetivo de las ideas, tiene lugar no solo en el órden puramente
intelectual sino tambien en el moral. El espíritu, dotado como está de
libertad, ha menester reglas para dirigirse; si los primeros
principios intelectuales son necesarios para conocer, no lo son menos
los morales para querer y obrar; lo que son para el entendimiento la
verdad y el error, son para la voluntad el bien y el mal. A mas de la
vida del entendimiento, hay la vida de la voluntad; aquel se anonada
si carece de principios en que pueda estribar; esta perece tambien
como ser moral, ó es una monstruosidad inconcebible, si no tiene
ninguna regla cuya observancia ó quebrantamiento constituya su
perfeccion ó imperfeccion. Hé aquí otra necesidad del asenso á ciertas
verdades morales, y hé aquí por qué encontramos tambien esa
irresistible y universal inclinacion al asenso.
Y es de notar, que como en el órden moral no basta conocer, sino que
es necesario obrar, y uno de los principios de accion es el
sentimiento, las verdades morales no solo son conocidas sino tambien
sentidas: cuando se ofrecen al espíritu, el entendimiento asiente á
ellas como á inconcusas, y el corazon las abraza con entusiasmo y con
amor.

[320.] Las sensaciones consideradas como puramente subjetivas, tampoco
bastan para las necesidades de la vida sensitiva. Es preciso que
estemos seguros de la correspondencia de nuestras sensaciones con un
mundo exterior, nó puramente fenomenal, sino real y verdadero. El
comun de los hombres no posee ni la capacidad ni el tiempo que son
menester para ventilar las cuestiones filosóficas sobre la existencia
de los cuerpos, y decidirlas en pro ó en contra de Berkeley y sus
secuaces: lo que necesita es estar enteramente seguro de que los
cuerpos existen, de que las sensaciones tienen en realidad un objeto
externo. Esta seguridad la poseen todos los hombres, asintiendo á la
objetividad de las sensaciones, esto es, á la existencia de los
cuerpos, con asenso irresistible.

[321.] La fe en la autoridad humana nos ofrece otro caso de este
instinto admirable. El individuo y la sociedad necesitan esa fe; sin
ella, la sociedad y la familia serian imposibles; el mismo individuo
estaria condenado al aislamiento, y por tanto á la muerte. Sin la fe
en la palabra del hombre, el linaje humano desapareceria. Esta
creencia tiene distintos grados segun las diferentes circunstancias,
pero existe siempre; el hombre se inclina á creer al hombre por un
instinto natural. Cuando son muchos los hombres que hablan, y no
tienen contra sí otros que hablan en sentido opuesto, la fuerza de la
inclinacion es mayor á proporcion que es mayor el número de los
testigos, hasta llegar á un punto en que es irresistible: ¿quién duda
de que existe Constantinopla? y sin embargo los mas, solo lo sabemos
por la palabra de otros hombres.
¿En qué se funda la fe en la autoridad humana? las razones filosóficas
que se pueden señalar no las conoce el comun de los hombres; mas por
esto su fe no deja de ser igualmente viva que la de los filósofos.
¿Cuál es la causa? es que hay una necesidad, y á su lado el instinto
para satisfacerla; el hombre necesita creer al hombre, y le cree. Y
nótese bien, cuanto mayor es la necesidad tanto mayor es la fe: los
muy ignorantes, los imbéciles, creen todo lo que se les dice; su guia
está en los demás hombres y ellos la siguen á ciegas; el tierno niño
que nada conoce por sí propio, cree con absoluto abandono las mayores
extravagancias; la palabra de cuantos le rodean es para él un
infalible criterio de verdad.

[322.] A mas de los primeros principios intelectuales y morales, de la
objetividad de las ideas y sensaciones, y del valor de la autoridad
humana, necesita el hombre el asenso instantáneo á ciertas verdades
que, si bien con la ayuda del tiempo podria demostrar, no le es
permitido hacerlo, atendido el modo repentino con que se le ofrecen,
exigiendo formacion de juicio y á veces accion. Para todos estos casos
hay una inclinacion natural que nos impele al asenso.
De aquí dimana el que juzguemos instintivamente por imposible ó poco
menos que imposible, obtener un efecto determinado por una combinacion
fortúita: por ejemplo el formar una página de Virgilio arrojando á la
aventura algunos caractéres de imprenta; el dar en un blanco
pequeñísimo sin apuntar hácia él, y otras cosas semejantes. ¿Hay aquí
una razon filosófica? ciertamente; pero no es conocida del vulgo. Esta
razon se evidencia en la teoría de las probabilidades, y es una
aplicacion instintiva del principio de causalidad y de la natural
oposicion de nuestro entendimiento á suponer efecto cuando no hay
causa, órden cuando no hay inteligencia ordenadora.

[323.] En la vida humana son necesarios en infinitos casos los
argumentos de analogía; ¿cómo sabemos que el sol saldrá mañana? por
las leyes de la naturaleza. ¿Cómo sabemos que continuarán rigiendo?
claro es que al fin hemos de parar á la analogía: saldrá mañana porque
ha salido hoy, y salió ayer, y no ha faltado nunca; ¿cómo sabemos que
la primavera traerá consigo las flores, y el otoño los frutos? porque
así sucedió en los años anteriores. Las razones que se pueden alegar
fundando el argumento de analogía en la constancia de las leyes de la
naturaleza y en la relacion de ciertas causas físicas con determinados
efectos, no las conoce el comun de los hombres; pero necesita el
asenso, y le tiene.

[324.] En todos los casos que acabo de enumerar la inclinacion al
asenso se puede llamar y se llama en realidad sentido comun, excepto
quizás el de la evidencia inmediata. La razon de que esta se exceptúe
es que en ella, si bien no cabe demostracion, hay sin embargo vision
clarísima de que el predicado está contenido en la idea del sujeto;
pero en los demás casos no hay ni la demostracion, ni esa vision: el
hombre asiente por un impulso natural; cuando se le objeta algo contra
su creencia no llama la atencion sobre el concepto, como sucede en la
evidencia inmediata; se halla completamente desconcertado, sin saber
qué responder; entonces aplica á la objecion, no el nombre de error ni
de absurdo, sino de despropósito, de cosa contraria al sentido comun.

Veámoslo en algunos ejemplos. Supóngase á la vista un gran monton de
arena en el cual se arroja al acaso un grano muy pequeño, revolviendo
en seguida en todas direcciones; llega un hombre y dice: voy á meter
la mano en el monton y á sacar al instante el grano oculto; ¿qué se le
objeta á este hombre? ¿qué le responden los circunstantes? nada;
desconcertados se mirarán unos á otros diciéndose de palabra ó con la
vista: ¡qué despropósito! no tiene sentido comun. Otro dice: todo lo
que vemos es nada, ni hay mundo externo, ni nosotros tenemos cuerpo.
Otro dice eso que nos cuentan de que existe una ciudad llamada
Lóndres, no es verdad. En todos estos casos nadie sabe qué objetar: se
oye el desatino, se le rechaza por un impulso natural, el espíritu
siente que aquello es un desatino, sin verlo.

[325.] El sentido comun, ¿es criterio seguro de verdad? ¿lo es en
todos los casos? ¿en cuáles? ¿qué caractéres debe poseer para ser
tenido como criterio infalible? esto es lo que vamos á examinar.
El hombre no puede despojarse de su naturaleza; cuando esta habla, la
razon dice que no se la puede despreciar. Una inclinacion natural es á
los ojos de la filosofía una cosa muy respetable, por solo ser
natural; á la razon y al libre albedrío corresponde el no dejarla
extraviar. Lo que es natural en el hombre no es siempre enteramente
fijo como en los brutos. En estos el instinto es ciego, porque debe
serlo donde no hay razon ni libertad. En el hombre las inclinaciones
naturales están subordinadas en su ejercicio, á la libertad y á la
razon: por esto, cuando se las llama instintos, la palabra debe tener
acepcion muy diferente de la que le damos al aplicarla á los brutos.
Esto que sucede en el órden moral, se verifica tambien en el
intelectual: no solo debemos cuidar de nuestro corazon sino tambien de
nuestro entendimiento: ambos están sujetos á la ley de
perfectibilidad; el bien y el mal, la verdad y el error son los
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