Filosofía Fundamental, Tomo I - 04

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[76.] Como quiera, aun con la suposicion del panteismo, nada adelantan
en sus pretensiones los amigos de la filosofía del _yo_. Con su
panteismo, legitiman por decirlo así su pretension, mas no logran lo
que pretenden. Se llaman á sí mismos dioses; y así tienen razon en
que en ellos está la fuente de verdad; pero como en su conciencia no
hay mas que una aparicion de su divinidad, una sola fase del astro
luminoso, no pueden ver en ella otra cosa que lo que se les presenta;
y su divinidad se encuentra sujeta á ciertas leyes que la
imposibilitan para dar la luz que la filosofía le pide.

[77.] Si interrogamos nuestra conciencia sobre las verdades
necesarias, notaremos que lejos de pretender ó fundarlas ó crearlas,
las conoce, las confiesa independientes de sí misma. Pensemos en esta
proposicion: «es imposible que á un mismo tiempo, una cosa sea y no
sea» y preguntémonos si la verdad de ella nace de nuestro pensamiento;
desde luego la conciencia misma responde que no. Antes de que mi
conciencia existiera, la proposicion era verdad; si yo no existiese
ahora, seria tambien verdad; cuando no pienso en ella, es tambien
verdad; el _yo_ no es mas que un ojo que contempla el sol, pero que no
es necesario para la existencia del sol.

[78.] Otra consideracion hay que demuestra la esterilidad de toda
filosofía que busque en el solo _yo_ el orígen único y universal de
los conocimientos humanos. Todo conocimiento exige un objeto; el
conocimiento puramente subjetivo es inconcebible; aun suponiendo
identidad entre el sujeto y el objeto, se necesita la dualidad de
relacion, real ó concebida; es decir que el sujeto en cuanto conocido,
esté en cierta oposicion al menos concebida, con el mismo sujeto en
cuanto conoce. Ahora bien; ¿cuál es el objeto en el acto primitivo que
se busca? Es el _no yo_? Entonces la filosofía del _yo_ entra en el
cauce de las demás filosofías: pues en este _no yo_ están las verdades
objetivas, ¿Es el _yo_? Entonces preguntaremos, si es el _yo_ en sí, ó
en sus actos; si es el _yo_ en sus actos, entonces la filosofía del
_yo_ se reduce á un análisis ideológico, nada tiene de característico;
si es el _yo_ en sí, diremos que este no es conocido intuitivamente; y
que menos que nadie pueden pretender á esta intuicion, los que le
llaman el _absoluto_. Para ellos mas que para los otros, es el _yo_ un
abismo tenebroso. En vano os inclinais sobre este abismo y gritais
para evocar la verdad; el sordo ruido que os llega á los oidos es el
eco de vuestra voz misma, son vuestras palabras que la honda cavidad
os devuelve mas ahuecadas y misteriosas.

[79.] Entre estos filósofos que se pierden en vanas cavilaciones,
descuella el autor de la _Doctrina de la ciencia_, Fichte, de cuyo
sistema ha dicho con mucha gracia Madama de Stael, que se parece algun
tanto al dispertar de la estatua de Pigmalion, que tocándose
alternativamente á sí misma y á la piedra sobre que está sentada,
dice: soy yo, no soy yo.
Fichte comienza su obra titulada _Doctrina de la ciencia_, diciendo
que se propone buscar el principio mas absoluto, el principio
absolutamente incondicional de todo conocimiento humano. Hé aquí un
método erróneo; se comienza por suponer lo que se ignora, la unidad
del principio, y ni aun se sospecha que en la basa del conocimiento
humano puede haber una verdadera multiplicidad. Yo creo que la puede
haber y la hay en efecto, que las fuentes de nuestro conocimiento son
varias, de órdenes diversos, y que no es posible llegar á la unidad,
sino saliéndose del hombre y remontándose á Dios. Lo repito, hay aqui
una equivocacion en que se ha incurrido con demasiada generalidad,
resultando de ella el fatigar inútilmente los espíritus
investigadores, y arrojarlos á sistemas extravagantes.
Pocos filósofos habrán hecho un esfuerzo mayor que Fichte para llegar
á este principio absoluto. ¿Y qué consiguió? Lo diré francamente;
nada: ó repite el principio de Descartes, ó se entretiene en un juego
de palabras. Lástima da el verle forcejar con tal ahinco y con tan
poco resultado. Ruego al lector que tenga paciencia para seguirme en
el exámen de la doctrina del filósofo aleman, no con la esperanza de
adquirir una luz que le guie en los senderos de la filosofía, sino
para poder juzgar con conocimiento de causa, doctrinas que tanto ruido
meten en el mundo.
«Si este principio, dice Fichte, es verdaderamente el mas absoluto, no
podrá ser ni definido ni demostrado. Deberá expresar el acto que no se
presenta ni puede presentarse entre las determinaciones empíricas de
nuestra conciencia; por el contrario, sobre él descansa toda
conciencia, y solo él la hace posible (1.° parte § 1.).«
Sin ningun antecedente, sin ninguna razon, sin tomarse siquiera la
pena de indicar en qué se funda, asegura Fichte que el primer
principio deberá expresar un acto. ¿Por qué no podria ser una verdad
objetiva? esto merecia cuando menos algun exámen, ya que todas las
escuelas anteriores, incluso la de Descartes, no habian colocado el
primer principio entre los actos, sino entre las verdades objetivas.
El mismo Descartes al consignar el hecho del pensamiento y de la
existencia, echa mano de una verdad objetiva. «Lo que piensa existe» ó
en otros términos: «Lo que no existe, no puede pensar.»

[80.] La observacion que precede, señala uno de los vicios radicales
de la doctrina de Fichte y otros filósofos alemanes, que dan á la
filosofía subjetiva, ó del sujeto, una importancia que no merece.
Ellos acusan á los demás de hacer con demasiada facilidad la
transicion del sujeto al objeto, y olvidan que al propio tiempo ellos
pasan del pensamiento objetivo al sujeto puro, sin ninguna razon ni
título que los autorice. Ateniéndonos al citado pasaje de Fichte, ¿qué
será un acto que no se presenta, ni se puede presentar entre las
determinaciones empíricas de nuestra conciencia? El principio buscado,
por ser absoluto, no se exime de ser conocido, pues si no lo
conocemos, mal podremos afirmar que es absoluto; y si no se presenta
ni se puede presentar entre las determinaciones empíricas de nuestra
conciencia, ni es, ni puede ser conocido. El hombre no conoce lo que
no se presenta en su conciencia.
El principio absoluto en que toda conciencia descansa y que la hace
posible, pertenece ó nó á la conciencia. Si lo primero, sufre todas
las dificultades que afectan á los demás actos de la conciencia; si lo
segundo, no puede ser objeto de observacion, y por consiguiente nada
sabemos de él.
Para llegar al acto primitivo, separando del mismo todo lo que no le
pertenece realmente, confiesa Fichte que es necesario suponer
valederas las reglas de toda reflexion, y partir de una proposicion
cualquiera de las muchas que se podrian escoger entre aquellas que
todo el mundo concede sin ningun reparo. «Concediéndosenos esta
proposicion, dice, se nos debe conceder al mismo tiempo como acto, lo
que queremos poner como principio de la ciencia del conocimiento; y el
resultado de la reflexion debe ser que este acto nos sea concedido
como principio, junto con la proposicion. Ponemos un hecho cualquiera
de la conciencia empírica, y quitamos de él una tras otra todas las
determinaciones empíricas, hasta que se reduzca á toda su pureza, sin
contener mas que lo que el pensamiento no puede absolutamente excluir
y de lo que nada puede quitar; (ibid.).»
Se ve por estas palabras que el filósofo aleman se proponia elevarse á
un acto de conciencia enteramente puro, sin ninguna determinacion.
Esto es imposible: ó Fichte toma el acto en un sentido muy lato,
entendiendo por él el _substratum_ de toda conciencia, en cuyo caso no
hace mas que expresar en otros términos la idea de substancia; ó habla
de un acto propiamente dicho, esto es, de un ejercicio cualquiera de
esa actividad, de esa espontaneidad que sentimos dentro de nosotros; y
en este concepto el acto de conciencia no puede estar libre de toda
determinacion so pena de destruir su individualidad y su existencia.
No se piensa sin pensar algo; no se quiere sin querer algo; no se
siente sin sentir algo; no se reflexiona sobre los actos internos, sin
que la reflexion se fije en algo. En todo acto de conciencia hay
determinacion: un acto del todo puro, abstraido de todo, enteramente
indeterminado, es imposible, absolutamente imposible; ya
subjetivamente, porque el acto de conciencia aun considerado en el
sujeto, exige una determinacion; ya objetivamente, porque un acto
semejante es inconcebible como individual, y por tanto como existente,
pues que nada determinado ofrece al espíritu.

[81.] El acto indeterminado de Fichte no es mas que la idea de acto en
general; el filósofo aleman creyó haber hecho un gran descubrimiento
cuando en el fondo no concebia otra cosa que el principio de los
actos, es decir la idea de la substancia aplicada á ese ser activo
cuya existencia nos atestigua la conciencia misma.
Si he de decir ingenuamente lo que pienso, séame permitido manifestar
que en mi concepto Fichte con todo el alambicar de su análisis, no ha
hecho adelantar un solo paso á la filosofía en la investigacion del
primer principio. Por lo dicho hasta aquí se echa de ver que es muy
fácil detenerle con solo pedirle cuenta de las suposiciones que hace
desde la primera página de su libro. Sin embargo, para proceder en la
impugnacion con cumplida lealtad, no quiero extractar sus ideas, sino
dejarle que las explique él mismo.
«Todo el mundo concede la proposicion: A es A, así como que A = A,
porque esto es lo que significa la cópula lógica, y esto es admitido
sin reflexion alguna como completamente cierto. Si alguno pidiese la
demostracion, nadie pensaria en dársela sino que se sostendria que
esta proposicion es cierta absolutamente, es decir, sin razon alguna
mas desarrollada. Procediendo así incontestablemente con el
asentimiento general, nos atribuimos el derecho de poner alguna cosa
absolutamente.»
«Al afirmar que la proposicion precedente es cierta en sí, no se pone
la existencia de A. La proposicion A es A, no equivale á esta A es, ó
hay un A. (_Ser,_ puesto sin predicado, tiene un significado muy
distinto de _ser_ con predicado, segun veremos despues). Si se admite
que A designa un espacio comprendido entre dos rectas, la proposicion
permanece exacta, aun cuando en este caso la proposicion A es, sea de
una falsedad evidente. Lo que se pone es, que si A es, A es así. La
cuestion no está en si A es ó nó; se trata aquí nó del contenido de la
proposicion, sino únicamente de su forma; nó de un objeto del cual se
sepa algo, sino de lo que se sabe de todo objeto sea el que fuere.»
«De la certeza absoluta de la proposicion precedente resulta que entre
el _si_ y el _así_ hay una relacion necesaria: ella es la que está
puesta absolutamente y sin otro fundamento; á esta relacion necesaria
la llamo previsoriamente X.»
Todo este aparato de análisis no significa mas de lo que sabe un
estudiante de lógica; esto es, que en toda proposicion la cópula, ó el
verbo _ser_, no significa la existencia del sujeto, sino su relacion
con el predicado; para decirnos una cosa tan sencilla no eran
necesarias tantas palabras, ni tan afectados esfuerzos de
entendimiento, mucho menos tratándose de una proposicion idéntica.
Pero tengamos paciencia para continuar oyendo al filósofo aleman.
«¿Este A es ó no es? nada hay decidido todavía sobre el particular; se
presenta pues la siguiente cuestion, bajo qué condicion A es?
«En cuanto á X ella está en el _yo_ y es puesta por el _yo_; porque el
_yo_ es quien juzga en la proposicion expresada y hasta juzga con
verdad, con arreglo á X como una ley; por consiguiente X es dada al
_yo_; y siendo puesta absolutamente y sin otro fundamento, debe ser
dada al _yo_ por el _yo_ mismo.»

[82.] A qué se reduce toda esa algarabia? hélo aquí traducido al
lenguaje comun; en las proposiciones de identidad ó igualdad, hay una
relacion, el espíritu la conoce, la juzga y falla sobre lo demás con
arreglo á ella. Esta relacion es dada á nuestro espíritu, en las
proposiciones idénticas no necesitamos de ninguna prueba para el
asenso. Todo esto es muy verdadero, muy claro, muy sencillo; pero
cuando Fichte añade que esta relacion debe ser dada al _yo_ por el
mismo _yo_, afirma lo que no sabe ni puede saber. ¿Quién le ha dicho
que las verdades objetivas nos vienen de nosotros mismos? ¿tan
ligeramente, de una sola plumada, se resuelve una de las principales
cuestiones de la filosofía, cual es la del orígen de la verdad? nos ha
definido por ventura el _yo_? nos ha dado de él alguna idea? Sus
palabras ó no significan nada ó expresan lo siguiente. Juzgo de una
relacion; este juicio está en mí; esta relacion como conocida, y
prescindiendo de su existencia real, está en mí; todo lo cual se
reduce á lo mismo que con mas sencillez y naturalidad dijo Descartes:
«Yo pienso, luego existo.»

[83.] Examinando detenidamente las palabras de Fichte se ve con toda
claridad que nada mas adelantaba sobre lo dicho por el filósofo
francés. «No sabemos, continúa, si A está puesto, ni cómo lo es; pero
debiendo X expresar una relacion entre un poner desconocido de A y un
poner absoluto del mismo A, en tanto por lo menos que la relacion es
puesta, A existe en el _yo_, y está puesto por el _yo_, lo mismo que
X. X no es posible sino relativamente á un A; es así que X es
realmente puesta en el _yo_; luego A debe estar puesto en el _yo_, si
en él se encuentra la X.» ¡Qué lenguaje mas embrollado y misterioso
para decir cosas muy comunes! ¡cuán grande parece Descartes al lado de
Fichte! Ambos comienzan su filosofía por el hecho de conciencia que
revela la existencia. El uno expresa lo que piensa con claridad, con
sencillez, en un lenguaje que todo el mundo entiende y no puede menos
de entender; y el otro para hacer como que inventa, para no
manifestarse discípulo de nadie, se envuelve en una nube misteriosa,
rodeada de tinieblas, y desde allí con voz ahuecada pronuncia sus
oráculos. Descartes dice: «yo pienso, de esto no puedo dudar, es un
hecho que me atestigua mi sentido íntimo; nada puede pensar sin
existir; luego yo existo.» Esto es claro, es sencillo, ingenuo, esto
manifiesta un verdadero filósofo, un hombre sin afectacion ni
pretensiones. El otro dice: «déseme una proposicion cualquiera, por
ejemplo A es A» explica en seguida que en las proposiciones el verbo
ser no expresa la existencia absoluta del sujeto, sino su relacion con
el predicado; todo con un aparato de doctrina, que cansa por su forma
y hace reir por su esterilidad; ¿y para qué? para decirnos que A está
en el _yo_ porque la relacion del predicado con el sujeto ó sea la X,
no es posible sino en un ser, pues que A significa un ser cualquiera.
Pongamos en parangon los dos silogismos. Descartes dice: «nada puede
pensar sin existir, es así que yo pienso, luego existo.» Fichte dice
literalmente lo que sigue: «X no es posible sino relativamente á un A;
es así que X es realmente puesto en el _yo_; luego A debe estar puesto
en el _yo_.» ¿Cuál es en el fondo la diferencia? ninguna, ¿Cuál es en
la forma? la que va del lenguaje de un hombre sencillo á un hombre
vano.
Repito que en el fondo los silogismos no son diferentes. La mayor de
Descartes es: «nada puede pensar sin existir.» No la prueba, y
confiesa que no se puede probar. La mayor de Fichte es: «X no es
posible sino relativamente á un A» ó en otros términos: una relacion
de un predicado con un sujeto, en cuanto conocida, no es posible sin
un ser que conozca. «Debiendo X expresar una relacion entre un _poner_
desconocido de A, y un _poner_ absoluto del mismo A, en tanto por lo
menos que _esta relacion es puesta_» es decir en tanto que es
conocida. ¿Y cómo prueba Fichte que un _poner_ relativo, supone un
_poner_ absoluto, esto es, un sujeto en que se _ponga_? Lo mismo que
Descartes: de ninguna manera. No hay A relativo, si no le hay
absoluto; nada puede pensar sin existir; esto es claro, es evidente, y
ni Descartes ni Fichte van mas allá.
La menor de Descartes es esta: yo pienso; la prueba de esta menor no
la da el filósofo, se refiere al sentido íntimo y de allí confiesa que
no puede pasar. La menor de Fichte, es la siguiente: X es realmente
puesta en el _yo_, lo que equivale á decir, la relacion del predicado
con el sujeto es realmente conocida por el _yo_; y como la proposicion
podia ser escogida á arbitrio segun el mismo Fichte, siendo
indiferente la una ó la otra, decir la relacion del predicado con el
sujeto es conocida por el _yo_, es lo mismo que decir una relacion
cualquiera es conocida por el _yo_, lo que podia expresarse en
términos mas claros: _yo_ pienso.

[84.] Y nótese bien; si hay aquí alguna diferencia, toda la ventaja
está de parte del filósofo francés. Descartes entiende por pensamiento
todo fenómeno interno de que tenemos conciencia. Para consignar este
hecho, no necesita analizar proposiciones, ni confundir el
entendimiento, cuando cabalmente es menester mas claridad y precision.
Para llegar al mismo hecho Fichte da largos rodeos, Descartes lo
señala con el dedo, y dice: aquí está. Lo primero es propio del
sofista, lo segundo del genio.
Estas formas del filósofo aleman aunque poco á propósito para ilustrar
la ciencia, no tendrian otro inconveniente que el de fatigar al
lector, si se las limitase á lo que hemos visto hasta aquí; pero
desgraciadamente, ese _yo_ misterioso que se nos hace aparecer en el
vestíbulo mismo de la ciencia, y que á los ojos de la sana razon, no
es ni puede ser otra cosa que lo que fué para Descartes, á saber, el
espíritu humano que conoce su existencia por su propio pensamiento, va
dilatándose en manos de Fichte como una sombra gigantesca, que
comenzando por un punto acaba por ocultar su cabeza en el cielo y sus
pies en el abismo. Ese _yo_ sujeto absoluto, es luego un ser que
existe simplemente porque se pone á sí mismo; es un ser que se crea á
sí propio, que lo absorbe todo, que lo es todo, que se revela en la
conciencia humana como en una de las infinitas fases que comparten la
existencia infinita.
Basta la presente indicacion para dar á conocer las tendencias del
sistema de Fichte. Tratándose de la certeza y de sus fundamentos no
seria oportuno adelantar lo que pienso decir largamente en el lugar
que corresponde, al exponer la idea de sustancia y refutar el
panteismo.
Este es uno de los graves errores de la filosofía de nuestra época; en
todas partes, y bajo todos los aspectos, es menester combatirle; y
para hacerlo con fruto conviene detenerle en sus primeros pasos. Por
esto, he examinado con detencion la reflexion fundamental de Fichte en
su _Doctrina de la ciencia_; despojándola de la importancia que el
filósofo pretende atribuirle para establecer sobre ella una ciencia
trascendental, pues que se lisonjea de poder determinar el principio
absolutamente incondicional de todos los conocimientos humanos (VII).


CAPÍTULO VIII.
LA IDENTIDAD UNIVERSAL.

[85.] Para dar unidad á la ciencia apelan algunos á la identidad
universal; pero esto no es encontrar la unidad, sino refugiarse en el
caos.
Por de pronto la identidad universal, cuando no fuese absurda, es una
hipótesis destituida de fundamento. Excepto la unidad de la
conciencia, nada encontramos en nosotros que sea uno: muchedumbre de
ideas, de percepciones, de juicios, de actos de voluntad, de
impresiones las mas varias; esto es lo que sentimos en nosotros;
multitud en los seres que nos rodean ó si se quiere en las
apariencias; esto es lo que experimentamos con relacion á los objetos
externos. ¿Dónde están pues la unidad y la identidad, si no se las
encuentra ni en nosotros, ni fuera de nosotros?

[86.] Si se dice que todo cuanto se nos ofrece no son mas que
fenómenos, y que no alcanzamos á la realidad, á la unidad idéntica y
absoluta que se oculta debajo de ellos, se puede replicar con el
siguiente dilema: ó nuestra experiencia se limita á los fenómenos, ó
llega á la naturaleza misma de las cosas; si lo primero, no podemos
saber lo que bajo los fenómenos se esconde, y la unidad idéntica y
absoluta nos será desconocida; si lo segundo, luego la naturaleza no
es una sino múltipla, pues que encontramos por todas partes la
multiplicidad.

[87.] Es curioso observar la ligereza con que hombres escépticos en
las cosas mas sencillas, se convierten de repente en dogmáticos,
precisamente al llegar al punto donde mas motivos se ofrecen de duda.
Para ellos el mundo exterior es ó una pura apariencia, ó un ser que
nada tiene de semejante á lo que se figura el linaje humano; el
criterio de la evidencia, el del sentido comun, el del testimonio de
los sentidos son de escasa importancia para obligar al asenso; solo el
vulgo debe contentarse con fundamentos tan ligeros: el filósofo
necesita otros mucho mas robustos. Pero, ¡cosa singular! el mismo
filósofo que llamaba á la realidad apariencia engañosa, que veia
oscuro lo que el humano linaje considera claro, tan pronto como sale
del mundo fenomenal y llega á las regiones de lo absoluto, se
encuentra alumbrado por un resplandor misterioso, no necesita
discurrir, sino que por una intuicion purísima ve lo incondicional, lo
infinito, lo único, en que se refunde todo lo múltiplo, la gran
realidad cimiento de todos los fenómenos, el gran todo que en su seno
tiene la variedad de todas las existencias, que lo reasume todo, que
lo absorbe todo en la mas perfecta identidad; fija la mirada del
filósofo en aquel foco de luz y de vida, ve desarrollarse como en
inmensas oleadas el piélago de la existencia, y así explica lo vario
por lo uno, lo compuesto por lo simple, lo finito por lo infinito.
Para estos prodigios no ha menester salir de sí propio, le basta ir
destruyendo todo lo _empírico_, remontarse hasta el acto puro, por
senderos misteriosos á todos desconocidos menos á él. Ese _yo_ que se
creyera una existencia fugaz, dependiente de otra existencia superior,
se asombra al descubrirse tan grande; en sí encuentra el orígen de
todos los seres, ó por mejor decir el ser único del cual todos los
demás son modificaciones fenomenales; él es el universo mismo que por
un desarrollo gradual ha llegado á tener conciencia de sí propio; todo
lo que contempla fuera de sí y que á primera vista le parece distinto,
no es mas que él mismo, no es mas que un reflejo de sí propio, que se
presenta á sus ojos y se desenvuelve bajo mil formas como un soberbio
panorama.
¿Creerán los lectores que finjo un sistema para tener el gusto de
combatirle? nada de eso: la doctrina que se acaba de exponer es la
doctrina de Schelling.

[88.] Una de las causas de este error es la oscuridad del problema del
conocimiento. El conocer es una accion inmanente y al propio tiempo
relativa á un objeto externo, exceptuando los casos en que el ser
inteligente se toma por objeto á sí propio con un acto reflejo. Para
conocer una verdad sea la que fuere, el espíritu no sale de sí mismo;
su accion no se ejerce fuera de sí mismo: la conciencia íntima le está
diciendo que permanece en sí y que su actividad se desenvuelve dentro
de sí.
Esta accion inmanente se extiende á los objetos mas distantes en lugar
y tiempo y diferentes en naturaleza. ¿Cómo puede el espíritu ponerse
en contacto con ellos? ¿Cómo puede explicarse que estén conformes la
realidad y la representacion? Sin esta última no hay conocimiento; sin
conformidad no hay verdad, el conocimiento es una pura ilusion á que
nada corresponde, y el entendimiento humano es continuo juguete de
vanas apariencias.
No puede negarse que hay en este problema dificultades gravísimas,
quizás insuperables á la ciencia del hombre mientras vive sobre la
tierra. Aquí se ofrecen todas las cuestiones ideológicas y
psicológicas que han ocupado á los metafísicos mas eminentes. Pero
como quiera que no es mi ánimo adelantar discusiones que pertenecen á
otro lugar, me limitaré al punto de vista indicado por la cuestion que
examino sobre la certeza y su principio fundamental.

[89.] Que existe la representacion es un hecho atestiguado por el
sentido íntimo; sin ella no hay pensamiento; y la afirmacion _yo
pienso_, es, si no el orígen de toda filosofía, al menos su condicion
indispensable.

[90.] ¿De dónde viene la representacion? ¿cómo se explica que un ser
se ponga en tal comunicacion con los demás, y no por una accion
transitiva sino inminente? ¿cómo se explica la conformidad entre la
representacion y los objetos? Este misterio, ¿no está indicando que en
el fondo de todas las cosas hay unidad, identidad, que el ser que
conoce es el mismo ser conocido que se aparece á sí propio bajo
distinta forma, y que todo lo que llamamos realidades no son mas que
fenómenos de un mismo ser siempre idéntico, infinitamente activo, que
desenvuelve sus fuerzas en sentidos varios, constituyendo con su
desarrollo ese conjunto que llamamos universo? Nó: no es así, no puede
ser así, esto es un absurdo que la razon mas estraviada no alcanza á
devorar; este es un recurso tan desesperado como impotente para
explicar un misterio si se quiere, pero mil veces menos oscuro que el
sistema con que se le pretende aclarar.

[91.] La identidad universal nada explica, mas bien confunde; no
disipa la dificultad, la robustece, la hace insoluble. Es cierto que
no es fácil dar razon del modo con que se ofrece al espíritu la
representacion de cosas distintas de él; pero no es mas fácil el darla
de cómo el espíritu puede tener representacion de sí propio. Si hay
unidad, sí hay completa identidad, entre el sujeto y el objeto, ¿cómo
es que los dos se nos ofrecen cual cosas distintas? de la unidad ¿cómo
sale esta dualidad? de la identidad ¿cómo puede nacer la diversidad?
Es un hecho atestiguado por la experiencia, y no por la experiencia
de los objetos exteriores, sino por la del sentido íntimo, por lo mas
recóndito de nuestra alma, que en todo conocimiento hay sujeto y
objeto, percepcion y cosa percibida, y sin esta diferencia no es
posible el conocimiento. Aun cuando por un esfuerzo de reflexion nos
tomamos por objetos á nosotros mismos, la dualidad aparece; si no
existe la fingimos, pues sin esta ficcion no alcanzamos á pensar.

[92.] Si bien se observa, aun en la reflexion mas íntima y
concentrada, la dualidad se halla, no por ficcion como á primera vista
pudiera parecer, sino realmente. Cuando la inteligencia se vuelve
sobre sí misma, no ve su esencia, pues no le es dada la intuicion
directa de sí propia; lo que ve son sus actos, y á estos toma por
objeto. Ahora bien; el acto reflexivo no es el mismo acto
reflexionado; cuando pienso que pienso, el primer pensar es distinto
del segundo, y tan distinto, que el uno sucede al otro, no pudiendo
existir el pensar reflexivo, sin que antes haya existido el pensar
reflexionado.

[93.] Un profundo análisis de la reflexion confirma lo que se acaba de
explicar. ¿Es posible reflexionar sin objeto reflexionado? Es evidente
que no. ¿Cuál es este objeto en el caso que nos ocupa? El pensamiento
propio; luego este pensamiento ha debido preexistir á la reflexion. Si
se supone que no hay necesidad de que se sucedan en diferentes
instantes de tiempo, y que la dependencia se salva á pesar de la
simultaneidad, todavía queda en pie la fuerza del argumento; dado y
no concedido que lo simultaneidad sea posible, no lo es al menos la
dependencia, si no hay distincion. La dependencia es una relacion; la
relacion supone oposicion de extremos; y esta oposicion trae consigo
la distincion.

[94.] Que estos actos son distintos, aun cuando se supongan
simultáneos, se puede demostrar todavía de otra manera. Uno de ellos,
el reflexionado, puede existir sin el reflexivo. Se piensa
continuamente sin pensar en que se piensa; y de toda reflexion sea la
que fuere, se puede verificar lo mismo, ya sea no presentándose ella
para ocuparse del acto pensado, ya desapareciendo y dejando solo al
acto directo: luego estos actos son no solo distintos sino separables;
luego la dualidad de sujeto y de objeto existe no solo con respecto al
mundo exterior, sino en lo mas íntimo, en lo mas puro de nuestra alma.

[95.] No vale decir que la reflexion no tiene por objeto un acto
determinado, sino el pensamiento en general. Esto es falso en muchos
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