Filosofía Fundamental, Tomo I - 02

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[22.] Si las facultades del niño se hubiesen desarrollado en una
alternativa de actos directos y reflejos, si al irse cerciorando de
las cosas hubiese pensado en algo mas que en las cosas mismas, claro
es que una continuacion de actos semejantes hubiera dejado huella en
su espíritu, y que al encontrarse en una situacion apremiadora en que
se le preguntaban los motivos de su certeza, hubiera echado mano de
los mismos medios que le sirvieron en el sucesivo desarrollo de sus
facultades, se hubiera desentendido del objeto, se hubiera replegado
sobre sí mismo, y de un modo ú otro habria pensado en su pensamiento,
y contestado á la dificultad en el mismo sentido. Nada de esto
sucede; lo que indica que no han existido tales actos reflejos, que no
ha habido mas que las percepciones acompañadas de la conciencia íntima
y de la certeza de ellas; pero todo en confuso, de una manera
instintiva, sin nada que parecerse pudiera á reflexiones filosóficas.

[23.] Y es de notar que lo que acontece al niño, se verifica tambien
en los hombres adultos, por claro y despejado que sea su
entendimiento. Si no están iniciados en las cuestiones filosóficas,
recibiréis á poca diferencia las mismas respuestas al proponerles
dificultades sobre los expresados objetos, y aun sobre muchísimos
otros en que al parecer podria caber mas duda. La experiencia prueba
mejor que todos los discursos, que nadie adquiere la certeza por acto
reflejo.

[24.] Dicen los filósofos que las fuentes de la certeza son el sentido
íntimo ó la conciencia de los actos, los sentidos exteriores, el
sentido comun, la razon, la autoridad. Veamos con algunos ejemplos lo
que hay de reflejo en todas estas fuentes, cómo piensa el comun de los
hombres, y hasta los mismos filósofos, cuando no piensan como
filósofos sino como hombres.

[25.] Una persona de entendimiento claro, pero sin noticia de las
cuestiones sobre la certeza, acaba de ver un monumento que deja en el
alma una impresion viva y duradera, _el Escorial_ por ejemplo. Al
ponderar lo grato del recuerdo, suscitadle dudas sobre la existencia
de este en su espíritu, y su correspondencia, ya con el acto pasado
de ver, ya con el edificio visto; es bien seguro que si no piensa que
os chanceais, le desconcertaréis completamente haciéndole sospechar
que habeis perdido el juicio. Entre cosas tan diferentes como son: la
existencia actual del recuerdo, su correspondencia con el acto pasado
de ver, y la conveniencia de todo con el edificio visto, él no
descubre diferencia alguna. Para este caso no sabe mas que un niño de
seis años: «me acuerdo; lo vi; es tal como lo recuerdo:» hé aquí toda
su ciencia; nada de reflexion, nada de separacion, todo directo y
simultáneo.
Haced las suposiciones que bien os parezcan, no sacaréis del comun de
los hombres, con respecto al sentido íntimo, mas que lo que habeis
sacado del recuerdo del Escorial: «es asi y no hay mas.» Aquí no hay
actos reflejos, la certeza acompaña al directo; y todas las
reflexiones filosóficas no son capaces de añadir un adarme de
seguridad, á la que nos da la fuerza misma de las cosas, el instinto
de la naturaleza.

[26.] Ejemplo del testimonio de los sentidos.
Se presenta á nuestros ojos un objeto cualquiera, y si está á la
correspondiente distancia y con la luz suficiente, juzgamos luego de
su tamaño, figura y color; quedándonos muy seguros de la verdad de
nuestro juicio, aun cuando en nuestra vida no hayamos pensado en las
teorías de las sensaciones, ni en las relaciones de nuestros órganos
entre sí y con los objetos externos. Ningun acto reflejo acompaña la
formacion del juicio; todo se hace instintivamente, sin que
intervengan consideraciones filosóficas. Lo vemos y nada mas; esto nos
basta para la certeza. Solo despues de haber manejado los libros donde
se ventilan semejantes cuestiones, volvemos la atencion sobre nuestros
actos; y aun es de notar, que esta atencion dura, interin nos ocupamos
del análisis científico; pues en olvidándonos de esto, lo que sucede
bien pronto, entramos de nuevo en la corriente universal, y solo
echamos mano de la filosofía en casos muy contados.
Nótese que aquí se habla de la certeza del juicio formado á
consecuencia de la sensacion, solo en cuanto está ligado con los usos
de la vida, y de ninguna manera en lo tocante á su mayor ó menor
exactitud con respecto á la naturaleza de las cosas. Así, poco importa
que los colores por ejemplo, sean considerados como calidades
inherentes á los cuerpos, aun cuando esto sea ilusion; basta que el
juicio formado no altere en nada nuestras relaciones con los objetos,
sea cual fuere la teoría filosófica.

[27.] Ejemplo del sentido comun.
En presencia de un concurso numeroso, arrojad á la aventura en el
suelo un cajon de caractéres de imprenta, y decid á los circunstantes
que resultarán escritos los nombres de todos ellos; por unanimidad se
reirán de vuestra insensatez; y ¿en qué se fundan? ¿han reflexionado
sobre el fundamento de su certeza? Nó, de seguro.

[28.] Ejemplo de la razon.
Todos raciocinamos, y en muchos casos con acierto. Sin arte, sin
reflexion de ninguna clase, distinguimos con frecuencia lo sólido de
lo fútil, lo sofístico de lo concluyente. Para esto no necesitamos
atender al curso que sigue nuestro entendimiento; sin advertirlo
siquiera nos vamos por el buen camino; y tal hombre habrá formado en
su vida millones de raciocinios muy rigurosos y exactos, que no habrá
atendido una sola vez al modo con que raciocina. Aun los mas versados
en el artificio de la dialéctica se olvidan á menudo de ella; la
practican quizás muy bien, pero sin atender expresamente á ninguna de
sus reglas.

[29.] Los ideólogos escriben volúmenes enteros sobre las operaciones
de nuestro entendimiento; y estas operaciones las ejecuta el hombre
mas rústico sin pensar que las hace. ¡Cuánto no se ha escrito sobre la
abstraccion, sobre la generalizacion, sobre los universales! Y no hay
hombre que no tenga todo esto muy bien arreglado en su cabeza, aunque
no sepa que existe una ciencia que lo examina. En su lenguaje,
hallaréis expresado lo universal y lo particular, notaréis que en su
discurso cada cosa ocupa el puesto que le corresponde; sus actos
directos no le ofrecen dificultad. Pero llamadle la atencion sobre
esos mismos actos, sobre la abstraccion por ejemplo: lo que en el
órden directo del pensamiento era tan claro y luminoso, se convierte
en un caos al pasar al órden reflejo.
Se echa pues de ver que en el medio de suyo mas reflexivo, cual es el
raciocinio, obra muy poco la reflexion, que tiene por objeto el mismo
acto que se ejerce.

[30.] Ejemplo de la autoridad.
Ningun habitante de paises civilizados ignora que existe una nacion
llamada _Inglaterra_; y la mayor parte de ellos, no lo saben sino por
haberlo oido ó leido, es decir, por autoridad. Claro es que la certeza
de la existencia de la Inglaterra es tanta, que no la excede la de los
mismos objetos que se tienen á la vista; y sin embargo, ¿cuántos son
los que han pensado en el análisis de los fundamentos en que se apoya
semejante certeza? Muy pocos. ¿Y esta será mayor en los que se hayan
ocupado de ella que en los demás? Nó, seguramente. Luego en el
presente caso y otros infinitos análogos, para nada intervienen los
actos reflejos; la certeza se forma instintivamente, sin el auxilio de
ningun medio parecido á los filosóficos.

[31.] Estos ejemplos manifiestan que la humanidad en lo tocante á la
certeza, anda por caminos muy diferentes de los de la filosofía: el
Criador que ha sacado de la nada á los seres, los ha provisto de lo
necesario para ejercer sus funciones segun el lugar que ocupan en el
universo; y una de las primeras necesidades del ser inteligente era la
certeza de algunas verdades. ¿Qué seria de nosotros si al comenzar á
recibir impresiones, al germinar en nuestro entendimiento las
primeras ideas, nos encontrásemos con el fatigoso trabajo de labrar un
sistema que nos pusiese á cubierto de la incertidumbre? Si así fuese,
nuestra inteligencia moriria al nacer; porque envuelta en el caos de
sus propias cavilaciones en el momento de abrir los ojos á la luz, y
cuando sus fuerzas son todavía tan escasas, no alcanzaria á disipar
las nubes que se levantarian de todos lados, y acabarian por sumirla
en una completa oscuridad.
Si los filósofos mas aventajados, si las inteligencias mas claras y
penetrantes, si los genios de mas pujanza y brio, han trabajado con
tan escaso fruto por asentar los principios sólidos que pudiesen
servir de fundamento á las ciencias, ¿qué sucediera si el Criador no
hubiese acudido á esta necesidad, proveyendo de certeza á la tierna
inteligencia, del propio modo que para la conservacion del cuerpo ha
preparado el aire que le vivifica, y la leche que le alimenta?

[32.] Si alguna parte de la ciencia debe ser considerada como
puramente especulativa, es sin duda la que versa sobre la certeza: y
esta proposicion por mas que á primera vista parezca una paradoja, es
sin embargo una verdad nada difícil de demostrar.

[33.] ¿Qué puede proponerse en este particular la filosofía? ¿Producir
la certeza? Esta existe, independiente de todos los sistemas
filosóficos: nadie habia pensado en semejantes cuestiones, cuando la
humanidad estaba ya cierta de infinitas cosas. Todavía mas: despues
de suscitada la cuestion, han sido pocos los que se han ocupado de
ella, comparados con la totalidad del género humano: lo mismo sucede
ahora, y sucederá en adelante. Luego cuantas teorías se excogiten
sobre este punto en nada pueden influir en el fenómeno de la certeza.
Lo que se dice con respecto á producirla, puede extenderse al intento
de consolidarla. ¿Cuándo han tenido ó tendrán ni ocasion ni tiempo el
comun de los hombres, para ocuparse de semejantes cuestiones?

[34.] Si algo hubiera podido producir la filosofía en esta parte,
habria sido el escepticismo; pues que la variedad y oposicion de los
sistemas eran mas propias para engendrar dudas que para disiparlas.
Afortunadamente, la naturaleza se resiste al escepticismo de una
manera insuperable; y los sueños del gabinete de los sabios no
trascienden á los usos de la vida del comun de los hombres, ni aun de
los mismos que los padecen ó los fingen.

[35.] El objeto mas razonable que en esta cuestion puede proponerse la
filosofía es el examinar simplemente los cimientos de la certeza, solo
con la mira de conocer mas á fondo al espíritu humano, sin lisonjearse
de producir ninguna alteracion en la práctica: á la manera que los
astrónomos observan la carrera de los astros, y procuran averiguar y
determinar las leyes á que está sujeta, sin que por esto presuman
poder modificarlas.

[36.] Mas aun en esta suposicion, se halla la filosofía en situacion
nada satisfactoria: porque si recordamos lo que arriba se lleva
establecido, echaremos de ver que la ciencia observa un fenómeno real
y verdadero, pero le da una explicacion gratuita, haciendo de él un
análisis imaginario.
En efecto, se ha demostrado con la experiencia que nuestro
entendimiento no se guia por ninguna de las consideraciones que tienen
presentes los filósofos; su asenso, en los casos en que va acompañado
de mayor certeza, es un fruto espontáneo de un instinto natural, no de
combinaciones; una adhesion firme arrancada por la evidencia de la
verdad, ó la fuerza del sentido íntimo ó el impulso del instinto, no
una conviccion producida por una serie de raciocinios; luego esas
combinaciones y raciocinios, solo existen en la mente del filósofo,
mas no en la realidad; luego cuando se quieren señalar los cimientos
de la certeza, se indica lo que tal vez pudiera ó debiera haber, pero
no lo que hay.
Si los filósofos se guiasen por sus sistemas y no se olvidasen ó no
prescindiesen de ellos, tan pronto como acaban de explicarlos, y aun
mientras los explican, pudiera decirse que si no se da razon de la
certeza humana, se da de la certeza filosófica; pero limitándose los
mismos filósofos á usar de sus medios científicos, solo cuando los
desenvuelven en sus cátedras, resulta que los pretendidos cimientos
son una pura título que poco ó nada tiene que ver con la realidad de
las cosas.

[37.] Esta demostracion de la vanidad de los sistemas filosóficos en
lo tocante á los fundamentos de la certeza, lejos de conducir al
escepticismo, lleva á un punto directamente opuesto: porque
haciéndonos apreciar en su justo valor la vanidad de las cavilaciones
humanas, y comparando su impotencia con la irresistible fuerza de la
naturaleza, nos aparta del necio orgullo de sobreponernos á las leyes
dictadas por el Criador á nuestra inteligencia, nos hace entrar en el
cauce por donde corre la humanidad en el torrente de los siglos, y nos
inclina á aceptar con una filosofía juiciosa, lo mismo que de todos
modos nos fuerzan á aceptar las leyes de nuestra naturaleza (III).


CAPÍTULO IV.
SI EXISTE LA CIENCIA TRASCENDENTAL EN EL ÓRDEN INTELECTUAL ABSOLUTO.

[38.] Los filósofos han buscado un primer principio de los
conocimientos humanos: cada cual le ha señalado á su manera, y despues
de tanta discusion, todavía es dudoso quién ha acertado, y hasta si ha
acertado nadie.
Antes de preguntar cuál era el primer principio, era necesario saber
si existia. Esta última cuestion no puede suponerse resuelta en
sentido afirmativo, pues como veremos luego, es susceptible de
diferentes resoluciones segun el aspecto bajo el cual se la mira.
El primer principio de los conocimientos puede entenderse de dos
maneras: ó en cuanto significa una verdad única de la cual nazcan
todas las demás; ó en cuanto expresa una verdad cuya suposicion sea
necesaria, si no se quiere que desaparezcan todas las otras. En el
primer sentido se busca un manantial del cual nazcan todas las aguas
que riegan una campiña; en el segundo, se pide un punto de apoyo para
afianzar sobre él un gran peso.

[39.] ¿Existe una verdad de la cual dimanen todas las otras? En la
realidad, en el órden de los seres, en el órden intelectual universal,
sí; en el órden intelectual humano, nó.

[40.] En el órden de los seres hay una verdad orígen de todas; porque
la verdad es la realidad, y hay un Ser, autor de todos los seres. Este
ser es una verdad, la verdad misma, la plenitud de verdad; porque es
el ser por esencia, la plenitud del ser.
Esta unidad de orígen la han reconocido en cierto modo todas las
escuelas filosóficas. Los ateos hablan de la fuerza de la naturaleza,
los panteistas, de la sustancia única, de lo absoluto, de lo
incondicional; unos y otros han abandonado la idea de Dios, y trabajan
por reemplazarla con algo que sirva de orígen á la existencia del
universo y al desarrollo de sus fenómenos.

[41.] En el órden intelectual universal hay una verdad de la cual
dimanan todas; es decir, que esa unidad de orígen de todas las
verdades, no solo se halla en las verdades realizadas, ó en los seres
considerados en sí mismos, sino tambien en el encadenamiento de ideas
que representan á estos seres. Por manera que si nuestro entendimiento
pudiese elevarse al conocimiento de todas las verdades, abrazándolas
en su conjunto, en todas las relaciones que las unen, veria que á
pesar de la dispersion en que se nos ofrecen en las direcciones mas
remotas y divergentes, en llegando á cierta altura van convergiendo á
un centro, en el cual se enlazan, como las madejas de luz en el punto
luminoso que las despide.

[42.] Los teólogos al paso que explican los dogmas de la Iglesia,
siembran á menudo en sus tratados doctrinas filosóficas muy profundas.
Así santo Tomás en sus cuestiones sobre el entendimiento de los
ángeles, y en otras partes de sus obras, nos ha dejado una teoría muy
interesante y luminosa. Segun él, á proporcion que los espíritus son
de un órden superior, entienden por un menor número de ideas; y así
continúa la disminucion hasta llegar á Dios, que entiendo por medio de
una idea única, que es su misma esencia. De esta suerte segun el Santo
Doctor, hay no solo un ser autor de todos los seres, sino tambien una
idea única, infinita, que las encierra todas. Quien la posea
plenamente lo verá todo en ella; pero como esta plenitud, que en
términos teológicos se llama comprension, es propia únicamente de la
inteligencia infinita de Dios, las criaturas cuando en la otra vida
alcancen la vision beatífica, que consiste en la intuicion de la
esencia divina, verán mas ó menos objetos en Dios segun sea la mayor ó
menor perfeccion con que le posean. ¡Cosa admirable! El dogma de la
vision beatífica bien examinado, es tambien una verdad que derrama
torrentes de luz sobre las teorías filosóficas! El sueño sublime de
Malebranche sobre las ideas, era quizás una reminiscencia de sus
estudios teológicos.

[43.] La ciencia trascendental, que las abraza y explica todas, es una
quimera para nuestro espíritu mientras habita sobre la tierra; pero es
una realidad para otros espíritus de un órden superior, y lo será para
el nuestro cuando desprendido del cuerpo mortal, llegue á las regiones
de la luz.

[44.] En cuanto podemos conjeturar por analogías, tenemos pruebas de
que existe en efecto esa ciencia trascendental que las encierra todas,
y que á su vez se refunde en un solo principio, ó mejor, en una sola
idea, en una sola intuicion. Observando la escala de los seres, los
grados en que están distribuidas las inteligencias individuales, y el
sucesivo progreso de las ciencias, se nos presenta la imágen de esta
verdad de una manera muy notable.
Uno de los caractéres distintivos de la inteligencia es el
generalizar, el percibir lo comun en lo vario, el reducir lo múltiplo
á la unidad; y esta fuerza es proporcional al grado de inteligencia.

[45.] El bruto está limitado á sus sensaciones, y á los objetos que se
las causan. Nada de generalizar, nada de clasificar, nada que se eleve
sobre la impresion recibida, y el instinto de satisfacer sus
necesidades. El hombre, tan pronto como abre los ojos de su
inteligencia, percibe desde luego un sinnúmero de relaciones; lo que
ha visto en un caso lo aplica á otros diferentes: generaliza,
encerrando en una idea muchísimas otras. Quiere el niño alcanzar un
objeto, no puede llegar á él; y al instante improvisa su escalera
arrimando una silla ó un banquillo. Un bruto estará mirando largas
horas la tajada que le hechiza, pero que está colgada demasiado alto,
sin que le ocurra que pudiera practicar la misma operacion que el
niño, y formar una escalera. Si se le disponen los objetos á propósito
para subir, sube; pero es incapaz de pensar que en situaciones
semejantes se debe ejecutar la misma operacion. En un caso vemos un
ser que tiene la idea general de un _medio_ y de sus relaciones con el
_fin_, y que cuando la necesita la emplea; en el segundo, vemos otro
ser que tiene delante de sus ojos el fin y el medio, pero que no
percibe su relacion, y que por consiguiente no se eleva sobre la
individualidad material de los objetos.
En el primero hay la percepcion de la unidad; en el segundo, no hay
ningun lazo que reuna la variedad de los hechos particulares.
En este ejemplo tan sencillo se nota que la infinidad de casos, en que
por estar el objeto demasiado alto ofrece dificultad el alcanzarle,
los tiene reducidos el niño á uno solo: posee por decirlo así la
fórmula del pequeño problema.
Por cierto que él no se da cuenta á sí mismo de esta fórmula, es decir
que no hace acto reflejo sobre ella: pero en la realidad la tiene, y
la prueba es, que en ofreciéndose el caso, la aplica instantáneamente.
Aun mas: no le pongais delante un objeto determinado, y habladle en
general de cosas demasiado altas, indicándole velozmente unas tras
otras; veréis que con la rapidez del relámpago aplica siempre la idea
general de un medio auxiliar. Serán los brazos de sus padres, ó de un
hermano mayor, ó de un criado; será una silla si está en su casa, será
un monton de piedras si se halla en el campo; de todo se vale, en todo
descubre la _relacion del medio con el fin_. Cuando el fin se
presenta, su atencion se vuelve instantáneamente hácia el medio; la
idea general, busca un caso en que individualizarse.

[46.] ¿Qué es un arte? ¿es un conjunto de reglas para hacer bien
alguna cosa? ¿y cuándo es mas perfecto? lo es tanto mas, cuanto
encierra mayor número de casos en cada regla, y por consiguiente
cuanto es menor el número de estas. Antes de que se hubiesen formulado
las de la arquitectura, se habian construido sin duda edificios
sólidos, hermosos, y adaptados al uso á que se destinaban: pero el
gran progreso de la inteligencia en lo relativo á la construccion de
edificios consistió en encontrar lo que tenian de _comun_ los bien
construidos; en fijar la causa de la solidez y de la belleza en sí
mismas, pasando de lo individual á lo universal, es decir, formándose
ideas generales de solidez y de belleza aplicables á un sinnumero de
casos particulares: simplificando.

[47.] Lo dicho de la arquitectura, puede extenderse á las demás artes
liberales y mecánicas: en todas se encontrará que el adelanto de la
inteligencia se cifra en reducir á la unidad la multiplicidad, en
hacer que en el menor número de ideas posible, se encierre el mayor
número de aplicaciones posible. Por esta razon los amantes de las
letras y de las bellas artes, se afanan en busca de la idea de la
belleza en general, con la mira de encontrar un tipo aplicable á todos
los objetos literarios y artísticos. Tambien podemos observar que los
que se ocupan de artes mecánicas, discurren siempre por reducir sus
procedimientos á pocas reglas, y aquel se tiene por mas adelantado que
alcanza á combinar mayor variedad de los productos con mas sencillez
en los medios, haciendo depender de una sola idea lo que otros tienen
vinculado con muchas. Al contemplar una máquina que nos da admirables
productos con una combinacion muy sencilla, no tributamos menos
elogios al artífice por lo segundo que por lo primero: «esto es
magnífico, decimos, y lo mas asombroso es la sencillez con que se
ejecuta.»

[48.] Hagamos aplicacion de esta doctrina á las ciencias naturales y
exactas.
El mérito del sistema actual de numeracion consiste en encerrar en una
sola idea la espresion de todos los números, haciendo el valor de cada
guarismo, décuplo del que tiene á la derecha, y supliendo los huecos
con el cero. La expresion de la infinidad de los números, está
reducida á una sola regla, fundada en una sola idea: la relacion del
lugar con el décuplo del valor. La aritmética ha hecho un grande
adelanto disminuyendo el número de sus operaciones fundamentales por
medio de los logaritmos: reduciendo á sumar y restar las de
multiplicar y dividir. El álgebra no es mas que la generalizacion de
las expresiones y operaciones aritméticas: su simplificacion. La
aplicacion del álgebra á la geometría, es la generalizacion de las
expresiones geométricas: las fórmulas de las líneas, de las figuras,
de los cuerpos, no son mas que la expresion de su idea universal. En
ella, como en un tipo conserva el geómetra la idea matriz, generadora,
bástanle las aplicaciones mas sencillas para formar cálculos exactos
de todas las líneas de la misma clase que puedan ofrecérsele en la
práctica. En la sencilla expresion dz/dx = A, apellidada coeficiente
diferencial, se encierra la idea matriz del cálculo infinitesimal;
ella dimanó de consideraciones geométricas, pero tan pronto como fué
concebida en su universalidad, esparció sobre todos los ramos de las
matemáticas y de las ciencias naturales un raudal de luz que hizo
descubrir un nuevo mundo cuyos confines no se alcanzan. La prodigiosa
fecundidad de este cálculo dimana de su simplicidad, de que generaliza
por decirlo así de un golpe la misma álgebra y la geometría,
reuniéndolas en un solo punto que es la relacion de los límites de las
diferencias de toda funcion.

[49.] Esta unidad de idea, es el objeto de la ambicion de la humana
inteligencia, y una vez encontrada es el manantial de los mayores
adelantos. La gloria de los genios mas grandes se ha cifrado en
descubrirla; el progreso de las ciencias ha consistido en
aprovecharla. Vieta expone y aplica el principio de la expresion
general de las cantidades aritméticas; Descartes hace lo mismo con
respecto á las geométricas; Newton asienta el principio de la
gravitacion universal; él propio, al mismo tiempo que Leibnitz,
inventa el cálculo infinitesimal; y las ciencias naturales y exactas
alumbradas por una grande antorcha marchan á pasos agigantados por
caminos antes desconocidos. ¿Y por qué? porque la inteligencia se ha
aproximado á la unidad, ha entrado en posesion de una idea matriz en
que se encierran otras infinitas.

[50.] Es digno de notarse que á medida que se va adelantando en las
ciencias se encuentran entre ellas numerosos puntos de contacto,
estrechas relaciones que á primera vista nadie hubiera podido
sospechar. Cuando los matemáticos antiguos se ocupaban de las
secciones cónicas estaban muy lejos de creer que la idea de la elipse
hubiese de servir de base á un sistema astronómico; los focos eran
simples puntos, la curva una línea y nada mas; las relaciones de
aquellos con esta, eran objeto de combinaciones estériles, sin
aplicacion. Siglos despues esos focos son el sol, y la curva las
órbitas de los planetas. Las líneas de la mesa del geómetra
representaban un mundo!.....
El íntimo enlace de las ciencias matemáticas con las naturales es un
hecho fuera de duda; ¿y quién sabe hasta qué punto se enlazan unas y
otras con las ontológicas, psicológicas, teológicas y morales? La
dilatada escala en que están distribuidos los seres, y que á primera
vista pudiera parecer un conjunto de objetos inconexos, va
manifestándose á los ojos de la ciencia como una cadena delicadamente
trabajada cuyos eslabones presentan sucesivamente mayor belleza y
perfeccion. Los diferentes reinos de la naturaleza se muestran
enlazados con íntimas relaciones; así las ciencias que los tienen por
objeto, se prestan recíprocamente sus luces, y entran alternativamente
la una en el terreno de la otra. La complicacion de los objetos entre
sí, trae consigo esa complicacion de conocimientos; y la unidad de
las leyes que rigen diferentes órdenes de seres, aproximan todas las
ciencias y las encaminan á formar una sola. ¡Quién nos diera ver la
identidad de orígen, la unidad del fin, la sencillez de los caminos!
Entonces poseeríamos la verdadera ciencia trascendental, la ciencia
única, que las encierra todas; ó mejor diremos, la idea única en que
todo se pinta tal como es, en que todo se ve sin necesidad de
combinar, sin esfuerzo de ninguna clase, como en un clarísimo espejo
se retrata un magnífico paisage, con su tamaño, figura y colores!
Entretanto, nos es preciso contentarnos con sombras de la realidad; y
en el instinto de nuestro entendimiento para simplificar, para
reducirlo todo ó aproximarlo cuando menos á la unidad, debemos ver el
indicio, el anuncio, de esa ciencia única, de esa intuicion de la idea
única, infinita; así como en el deseo de felicidad que agita nuestro
corazon, en la sed de gozar que nos atormenta, hallamos la prueba de
que no acaba todo aquí, de que nuestra alma ha sido criada para la
posesion de un bien que no se alcanza en la vida mortal.

[51.] Lo mismo que hemos observado en la escala de los seres, y en el
progreso de las ciencias, podemos notarlo comparando hombres con
hombres, y atendiendo el carácter que ofrece el punto mas elevado de
la humana inteligencia: el genio. Los hombres de verdadero genio se
distinguen por la unidad y amplitud de su concepcion. Si tratan una
cuestion difícil y complicada, la simplifican y allanan tomando un
punto de vista elevado, fijando una idea principal que comunica luz á
todas las otras; si se proponen contestar á una dificultad, señalan la
raíz del error, y destruyen con una palabra toda la ilusion del
sofisma; si emplean la síntesis, aciertan desde luego en el principio
que ha de servir de base, y de un rasgo trazan el camino que se ha de
seguir para llegar al resultado que se desea; si se valen del análisis
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