Filosofía Fundamental, Tomo I - 01

Total number of words is 4704
Total number of unique words is 1370
36.0 of words are in the 2000 most common words
49.5 of words are in the 5000 most common words
57.2 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.

FILOSOFÍA FUNDAMENTAL
por D. JAIME BALMES,
PRESBITERO.
TOMO I.
Barcelona:
IMPRENTA DE A. BRUSI.
1848


PRÓLOGO.

El título de _Filosofía fundamental_, no significa una pretension
vanidosa, sino el objeto de que se trata. No me lisonjeo en _fundar_
de filosofía, pero me propongo examinar sus cuestiones fundamentales;
por esto llamo á la obra: _Filosofía fundamental_. Me ha impulsado á
publicarla el deseo de contribuir á que los estudios filosóficos
adquieran en España mayor amplitud de la que tienen en la actualidad;
y de prevenir, en cuanto alcancen mis débiles fuerzas, un grave
peligro que nos amenaza: el de introducirsenos una filosofía plagada
de errores trascendentales. A pesar de la turbacion de los tiempos, se
nota en España un desarrollo intelectual que dentro de algunos años se
hará sentir con mucha fuerza; y es preciso guardarnos de que los
errores que se han extendido por moda, se arraiguen por principios.
Tamaña calamidad solo puede precaverse con estudios sólidos y bien
dirigidos: en nuestra época el mal no se contiene con la sola
represion; es necesario ahogarle con la abundancia del bien. La
presente obra ¿podrá conducir á este objeto? El público lo ha de
juzgar.



LIBRO PRIMERO.
DE LA CERTEZA.


CAPÍTULO I.
IMPORTANCIA Y UTILIDAD DE LAS CUESTIONES SOBRE LA CERTEZA

[1.] El estudio de la filosofía debe comenzar por el exámen de las
cuestiones sobre la certeza; antes de levantar el edificio es
necesario pensar en el cimiento.
Desde que hay filosofía, es decir, desde que los hombres reflexionan
sobre sí mismos y sobre los seres que los rodean, se han agitado
cuestiones que tienen por objeto la base en que estriban los
conocimientos humanos: esto prueba que hay aquí dificultades serias.
La esterilidad de los trabajos filosóficos no ha desalentado á los
investigadores: esto manifiesta que en el último término de la
investigacion, se divisa un objeto de alta importancia.
Sobre las cuestiones indicadas han cavilado los filósofos de la
manera mas extravagante; en pocas materias nos ofrece la historia del
espíritu humano tantas y tan lamentables aberraciones. Esta
consideracion podria sugerir la sospecha de que semejantes
investigaciones nada sólido presentan al espíritu y que solo sirven
para alimentar la vanidad del sofista. En la presente materia, como en
muchas otras, no doy demasiada importancia á las opiniones de los
filósofos, y estoy lejos de creer que deban ser considerados como
legítimos representantes de la razon humana; pero no se puede negar al
menos, que en el órden intelectual son la parte mas activa del humano
linaje. Cuando todos los filósofos disputan, disputan en cierto modo
la humanidad misma. Todo hecho que afecta al linaje humano es digno de
un exámen profundo; despreciarle por las cavilaciones que le rodean,
seria caer en la mayor de ellas: la razon y el buen sentido no deben
contradecirse, y esta contradiccion existiria si en nombre del buen
sentido se despreciara como inútil lo que ocupa la razon de las
inteligencias mas privilegiadas. Sucede con frecuencia que lo grave,
lo significativo, lo que hace meditar á un hombre pensador, no son ni
los resultados de una disputa, ni las razones que en ella se aducen,
sino la existencia misma de la disputa. Esta vale tal vez poco por lo
que es en sí, pero quizás vale mucho por lo que indica.

[2.] En la cuestion de la certeza están encerradas en algun modo todas
las cuestiones filosóficas: cuando se la ha desenvuelto
completamente, se ha examinado bajo uno ú otro aspecto todo lo que la
razon humana puede concebir sobre Dios, sobre el hombre, sobre el
universo. A primera vista se presenta quizás como un mero cimiento del
edificio científico: pero en este cimiento, si se le examina con
atencion, se ve retratado el edificio entero: es un plano en que se
proyectan de una manera muy visible, y en hermosa perspectiva, todos
los sólidos que ha de sustentar.

[3.] Por mas escaso que fuere el resultado directo é inmediato de
estas investigaciones, es sobre manera útil el hacerlas. Importa mucho
acaudalar ciencia, pero no importa menos conocer sus límites. Cercanos
á los límites se hallan los escollos, y estos debe conocerlos el
navegante. Los límites de la ciencia humana se descubren en el exámen
de las cuestiones sobre la certeza.
Al descender á las profundidades á que estas cuestiones nos conducen,
el entendimiento se ofusca y el corazon se siente sobrecogido de un
religioso pavor. Momentos antes contemplábamos el edificio de los
conocimientos humanos, y nos llenábamos de orgullo al verle con sus
dimensiones colosales, sus formas vistosas, su construccion galana y
atrevida; hemos penetrado en él, se nos conduce por hondas cavidades,
y como si nos halláramos sometidos á la influencia de un encanto,
parece que los cimientos se adelgazan, se evaporan, y que el soberbio
edificio queda flotando en el aire.

[4.] Bien se echa de ver que al entrar en el exámen de la cuestion
sobre la certeza no desconozco las dificultades de que está erizada;
ocultarlas no seria resolverlas; por el contrario, la primera
condicion para hallarles solucion cumplida, es verlas con toda
claridad, sentirlas con viveza. Que no se apoca el humano
entendimiento por descubrir el borde mas allá del cual no le es dado
caminar; muy al contrario esto le eleva y fortalece: así el intrépido
naturalista que en busca de un objeto ha penetrado en las entrañas de
la tierra, siente una mezcla de terror y de orgullo al hallarse
sepultado en lóbregos subterráneos, sin mas luz que la necesaria para
ver sobre su cabeza inmensas moles medio desgajadas, y descurrir á sus
plantas abismos insondables.
En la oscuridad de los misterios de la ciencia, en la misma
incertidumbre, en los asaltos de la duda que amenaza arrebatarnos en
un instante la obra levantada por el espíritu humano en el espacio de
largos siglos, hay algo de sublime que atrae y cautiva. En la
contemplacion de esos misterios se han saboreado en todas épocas los
hombres mas grandes: el genio que agitara sus alas sobre el Oriente,
sobre la Grecia, sobre Roma, sobre las escuelas de los siglos medios,
es el mismo que se cierne sobre la Europa moderna. Platon,
Aristóteles, san Agustin, Abelardo, san Anselmo, santo Tomás de
Aquino, Luis Vives, Bacon, Descartes, Malebranche, Leibnitz; todos,
cada cual á su manera, se han sentido poseidos de la inspiracion
filosófica, que inspiracion hay tambien en la filosofía, é inspiracion
sublime.
Todo lo que concentra al hombre llamándole á elevada contemplacion en
el santuario de su alma, contribuye á engrandecerle, porque le despega
de los objetos materiales, le recuerda su alto orígen, y le anuncia su
inmenso destino. En un siglo de metálico y de goces, en que todo
parece encaminarse á no desarrollar las fuerzas del espíritu, sino en
cuanto pueden servir á regalar el cuerpo, conviene que se renueven
esas grandes cuestiones, en que el entendimiento divaga con amplísima
libertad por espacios sin fin.
Solo la inteligencia se examina á sí propia. La piedra cae sin conocer
su caida; el rayo calcína y pulveriza, ignorando su fuerza; la flor
nada sabe de su encantadora hermosura; el bruto animal sigue sus
instintos, sin preguntarse la razon de ellos; solo el hombre, en
frágil organizacion que aparece un momento sobre la tierra para
deshacerse luego en polvo, abriga un espíritu que despues de abarcar
el mundo, ansía por comprenderse, encerrándose en sí propio, allí
dentro, como en un santuario donde él mismo es á un tiempo el oráculo
y el consultor. Quién soy, qué hago, qué pienso, por qué pienso, cómo
pienso, qué son esos fenómenos que experimento en mí, por qué estoy
sujeto á ellos, cuál es su causa, cuál el órden de su produccion,
cuáles sus relaciones; hé aquí lo que se pregunta el espíritu;
cuestiones graves, cuestiones espinosas, es verdad; pero nobles,
sublimes, perenne testimonio de que hay dentro nosotros algo superior
á esa materia inerte, solo capaz de recibir movimiento y variedad de
formas, de que hay algo que con su actividad íntima, espontánea,
radicada en su naturaleza misma, nos ofrece la imágen de la actividad
infinita que ha sacado el mundo de la nada con un solo acto de su
voluntad[I].


CAPÍTULO II.
VERDADERO ESTADO DE LA CUESTION.

[5.] ¿Estamos ciertos de algo? á esta pregunta responde
afirmativamente el sentido comun. ¿En qué se funda la certeza? ¿cómo
la adquirimos? estas son dos cuestiones difíciles de resolver en el
tribunal de la filosofía.
La cuestion de la certeza encierra tres muy diferentes, cuya confusion
contribuye no poco á crear dificultades y á embrollar materias que,
aun deslindados con suma exactitud los varios aspectos que presentan,
son siempre harto complicadas y espinosas.
Para fijar bien las ideas conviene distinguir con mucho cuidado entre
la existencia de la certeza, los fundamentos en que estriba, y el
modo con que la adquirimos. Su existencia es un hecho indisputable;
sus fundamentos son objeto de cuestiones filosóficas; el modo de
adquirirla es en muchos casos un fenómeno oculto que no está sujeto á
la observacion.

[6.] Apliquemos esta distincion á la certeza sobre la existencia de
los cuerpos.
Que los cuerpos existen, es un hecho del cual no duda nadie que esté
en su juicio. Todas las cuestiones que se susciten sobre este punto no
harán vacilar la profunda conviccion de que al rededor de nosotros
existe lo que llamamos mundo corpóreo: esta conviccion es un fenómeno
de nuestra existencia, que no acertaremos quizás á explicar, pero
destruirle nos es imposible: estamos sometidos á él como á una
necesidad indeclinable.
¿En qué se funda esta certeza? Aquí ya nos hallamos no con un simple
hecho, sino con una cuestion que cada filósofo resuelve á su manera:
Descartes y Malebranche recurren á la veracidad de Dios; Locke y
Condillac se atienen al desarrollo y carácter peculiar de algunas
sensaciones.
¿Cómo adquiere el hombre esta certeza? no lo sabe: la poseia antes de
reflexionar; oye con extrañeza que se suscitan disputas sobre estas
materias; y jamás hubiera podido sospechar que se buscase porque
estamos ciertos de la existencia de lo que afecta nuestros sentidos.
En vano se le interroga sobre el modo con que ha hecho tan preciosa
adquision, se encuentra con ella como con un hecho apenas distinto de
su existencia misma. Nada recuerda del órden de las sensaciones en su
infancia; se halla con el espíritu desarrollado, pero ignora las leyes
de este desarrollo, de la propia suerte que nada conoce de las que han
presidido á la generacion y crecimiento de su cuerpo.

[7.] La filosofía debe comenzar no por disputar sobre el hecho de la
certeza sino por la explicacion del mismo. No estando ciertos de algo
nos es absolutamente imposible dar un solo paso en ninguna ciencia, ni
tomar una resolucion cualquiera en los negocios de la vida. Un
escéptico completo seria un demente, y con demencia llevada al mas
alto grado; imposible le fuera toda comunicacion con sus semejantes,
imposible toda serie ordenada de acciones externas, ni aun de
pensamientos ó actos de la voluntad. Consignemos pues el hecho, y no
caigamos en la extravagancia de afirmar que en el umbral del templo de
la filosofía está sentada la locura.
Al examinar su objeto, debe la filosofía analizarle, mas no
destruirle; que si esto hace se destruye á sí propia. Todo raciocinio
ha de tener un punto de apoyo, y este punto no puede ser sino un
hecho. Que sea interno ó externo, que sea una idea ó un objeto, el
hecho ha de existir; es necesario comenzar por suponer algo; á este
algo le llamamos hecho: quien los niega todos ó comienza por dudar de
todos, se asemeja al anatómico que antes de hacer la diseccion
quemase el cadáver y aventase las cenizas.

[8.] Entonces la filosofía, se dirá, no comienza por un exámen sino
por una afirmacion; sí, no lo niego, y esta es una verdad tan fecunda
que su consignacion puede cerrar la puerta á muchas cavilaciones y
difundir abundante luz por toda la teoría de la certeza.
Los filósofos se hacen la ilusion de que comienzan por la duda; nada
mas falso; por lo mismo que piensan afirman, cuando no otra cosa, su
propia duda; por lo mismo que raciocinan afirman el enlace de las
ideas, es decir, de todo el mundo lógico.
Fichte, por cierto nada fácil de contentar, al tratarse del punto de
apoyo de los conocimientos humanos, empieza no obstante por una
afirmacion, y así lo confiesa con una ingenuidad que le honra.
Hablando de la reflexion que sirve de base á su filosofía, dice: «Las
reglas á que esta reflexion se halla sujeta, no están todavía
demostradas; se las supone tácitamente admitidas. En su orígen mas
retirado, se derivan de un principio _cuya legitimidad_ no puede ser
establecida, sino bajo la condicion de que _ellas sean justas_. Hay un
círculo, pero _círculo inevitable_. Y supuesto que es inevitable, y
que lo confesamos francamente, es permitido, para asentar el principio
mas elevado, _confiarse á todas las leyes de la lógica general_. En el
camino donde vamos á entrar con la reflexion, debemos partir de una
proposicion cualquiera que nos sea concedida por todo el mundo, sin
ninguna contradiccion.» (Fichte, Doctrina de la ciencia, 1.ª parte, §
1).

[9.] La certeza es para nosotros una feliz necesidad; la naturaleza
nos la impone, y de la naturaleza no se despojan los filósofos. Vióse
un dia Pirron acometido por un perro, y como se deja suponer, tuvo
buen cuidado de apartarse, sin detenerse á examinar si aquello era un
perro verdadero ó solo una apariencia; riéronse los circunstantes
echándole en cara la incongruencia de su conducta con su doctrina, mas
Pirron les respondió con la siguiente sentencia que para el caso era
muy profunda: «es difícil despojarse totalmente de la naturaleza
humana.»

[10.] En buena filosofía, pues, la cuestion no versa sobre la
existencia de la certeza, sino sobre los motivos de ella y los medios
de adquirirla. Este es un patrimonio de que no podemos privarnos, aun
cuando nos empeñemos en repudiar los títulos que nos garantizan su
propiedad. ¿Quién no está cierto de que piensa, siente, quiere, de que
tiene un cuerpo propio, de que en su alrededor hay otros semejantes al
suyo, de que existe el universo corpóreo? Anteriormente á todos los
sistemas, la humanidad ha estado en posesion de esta certeza, y en el
mismo caso se halla todo individuo, aun cuando en su vida no llegue á
preguntarse qué es el mundo, qué es un cuerpo, ni en qué consisten la
sensacion, el pensamiento y la voluntad. Despues de examinados los
fundamentos de la certeza, y reconocidas las graves dificultades que
sobre ellos levanta el raciocinio, tampoco es posible dudar de todo.
No ha habido jamás un verdadero escéptico en toda la propiedad de la
palabra.

[11.] Sucede con la certeza lo mismo que en otros objetos de los
conocimientos humanos. El hecho se nos presenta de bulto, con toda
claridad, mas no penetramos su íntima naturaleza. Nuestro
entendimiento está abundantemente provisto de medios para adquirir
noticia de los fenómenos así en el órden material como en el
espiritual, y posee bastante perspicacia para descubrir, deslindar y
clasificar las leyes á que están sujetos; pero cuando trata de
elevarse al conocimiento de la esencia misma de las cosas, ó
investigar los principios en que se funda la ciencia de que se gloría,
siente que sus fuerzas se debiliten, y como que el terreno donde fija
su planta, tiembla y se hunde.
Afortunadamente el humano linaje está en posesion de la certeza
independientemente de los sistemas filosóficos, y no limitada á los
fenómenos del alma, sino extendiéndose á cuanto necesitamos para
dirigir nuestra conducta con respecto á nosotros y á los objetos
externos. Antes que se pensase en buscar si habia certeza, todos los
hombres estaban ciertos de que pensaban, querian, sentian, de que
tenian un cuerpo con movimiento sometido á la voluntad, y de que
existia el conjunto de varios cuerpos que se llama universo.
Comenzadas las investigaciones, la certeza ha continuado la misma
entre todos los hombres, inclusos los que disputaban sobre ella;
ninguno de estos ha podido ir mas allá que Pirron y encontrar fácil el
despojarse de la naturaleza humana.

[12.] No es posible determinar hasta qué punto haya alcanzado á
producir duda sobre algunos objetos el esfuerzo del espíritu de
ciertos filósofos empeñados en luchar con la naturaleza; pero es bien
cierto: primero, que ninguno ha llegado á dudar de los fenómenos
internos cuya presencia sentia íntimamente; segundo, que si alguno ha
podido persuadirse de que á estos fenómenos no les correspondia algun
objeto externo, esta habrá sido una excepcion tan extraña que, en la
historia de la ciencia y á los ojos de una buena filosofía, no debe
tener mas peso que las ilusiones de un maniático. Si á este punto
llegó Berkeley al negar la existencia de los cuerpos, haciendo
triunfar sobre el instinto de la naturaleza las cavilaciones de la
razon, el filósofo de Cloyne, aislado, y en oposicion con la humanidad
entera, mereceria el dictado que con razon se aplica á los que se
hallan en situacion semejante: la locura por ser sublime no deja de
ser locura.
Los mismos filósofos que llevaron mas lejos el escepticismo, han
convenido en la necesidad de acomodarse en la práctica á las
apariencias de los sentidos, relegando la duda al mundo de la
especulacion. Un filósofo disputará sobre todo, cuanto se quiera;
pero en cesando la disputa deja de ser filósofo, continúa siendo
hombre á semejanza de los demás, y disfruta de la certeza como todos
ellos. Asi lo confiesa Hume que negaba con Berkeley la existencia de
los cuerpos: «Yo como, dice, juego al chaquete, hablo con mis amigos,
soy feliz en su compañía, y cuando despues de dos ó tres horas de
diversion vuelvo á estas especulaciones, me parecen tan frias, tan
violentas, tan ridiculas, que no tengo valor para continuarlas. Me veo
pues absoluta y necesariamente forzado á vivir, hablar y obrar como
los demás hombres en los negocios comunes de la vida.» (Tratado de la
naturaleza humana, tomo 1.º).

[13.] En las discusiones sobre la certeza es necesario precaverse
contra el prurito pueril de conmover los fundamentos de la razon
humana. Lo que se debe buscar en esta clase de cuestiones es un
conocimiento profundo de los principios de la ciencia y de las leyes
que presiden al desarrollo de nuestro espíritu. Empeñarse en destruir
estas leyes es desconocer el objeto de la verdadera filosofía; basta
que las sometamos á nuestra observacion, de la propia suerte que
determinamos las del mundo material sin intencion de trastornar el
órden admirable que reina en el universo. Los escépticos que comienzan
por dudar de todo para hacer mas sólida su filosofía, se parecen á
quien, curioso de observar y fijar con exactitud los fenómenos de la
vida, se abriese sin piedad el pecho y aplicase el escalpelo á su
corazon palpitante.
La sobriedad es tan necesaria al espíritu para sus adelantos como al
cuerpo para su salud; no hay sabiduría sin prudencia, no hay filosofía
sin cordura. Existe en el fondo de nuestra alma una luz divina que nos
conduce con admirable acierto, si no nos obstinamos en apagarla; su
resplandor nos guia, y en llegando al límite de la ciencia nos le
muestra, haciéndonos leer con claros caractéres la palabra _basta_. No
vayais mas allá; quien la ha escrito es el Autor de todos los seres,
el que ha establecido las leyes que rigen al espíritu como al cuerpo,
y que contiene en su esencia infinita la última razon de todo.

[14.] La certeza que preexiste á todo exámen no es ciega; antes por el
contrario, ó nace de la claridad de la vision intelectual, ó de un
instinto conforme á la razon: no es contra la razon, es su basa.
Cuando discurrimos, nuestro espíritu conoce la verdad por el enlace de
las proposiciones, como si dijéramos por la luz que refleja de unas
verdades á otras. En la certeza primitiva, la vision es por luz
directa, no necesita de reflexion.
Al consignar pues la existencia de la certeza no hablamos de un hecho
ciego, no queremos extinguir la luz en su mismo orígen, antes decimos
que allí la luz es mas brillante que en sus raudales. Tenemos á la
vista un cuerpo cuyos resplandores iluminan el mundo en que vivimos;
si se nos pide que expliquemos su naturaleza y sus relaciones con los
demás, ¿comenzaremos por apagarle? Los físicos para buscar la
naturaleza de la luz y determinar las leyes á que está sometida, no
han comenzado por privarse de la luz misma y ponerse á oscuras.

[15.] Este método de filosofar tiene algo de dogmatismo, pero
dogmatismo tal que, como hemos visto, tiene en su apoyo á los mismos
Pirron, Hume, Fichte, mal de su grado. No es un simple método
filosófico, es la sumision voluntaria á una necesidad indeclinable de
nuestra propia naturaleza; es la combinacion de la razon con el
instinto, es la atencion simultánea á las diferentes voces que
resuenan en el fondo de nuestro espíritu. Pascal ha dicho: «la
naturaleza confunde á los pirrónicos, y la razon á los dogmáticos.»
Este pensamiento que pasa por profundo, y que lo es bajo cierto
aspecto, encierra no obstante alguna inexactitud. La confusion no es
igual en ambos casos: la razon no confunde al dogmático si no se la
separa de la naturaleza; y la naturaleza confunde al pirrónico, ya
sola, ya unida con la razon. El verdadero dogmático comienza por dar á
la razon el cimiento de la naturaleza; emplea una razon que se conoce
á sí misma, que confiesa la imposibilidad de probarlo todo, que no
toma arbitrariamente el postulado que ha menester, sino que lo recibe
de la naturaleza misma. Así la razon no confunde al dogmático que
guiado por ella busca el fundamento que la puede asegurar. Cuando la
naturaleza confunde á los pirrónicos atestigua el triunfo de la razon
de los dogmáticos, cuyo argumento principal contra aquellos, es la voz
de la misma naturaleza. El pensamiento de Pascal seria mas exacto
reformado de esta manera: «La naturaleza confunde á los pirrónicos, y
es necesaria á la razon de los dogmáticos.» Habria menos antítesis,
pero mas verdad. La necesidad de la naturaleza no la desconocen los
dogmáticos; sin esta basa la razon nada puede; para ejercer su fuerza
exige un punto de apoyo; con él ofrecia Arquímedes levantar la tierra;
sin él la inmensa palanca no hubiera movido un solo átomo (II).


CAPÍTULO III.
DOS CERTEZAS: LA DEL GÉNERO HUMANO Y LA FILOSOFÍA.

[16.] La certeza no nace de la reflexion; es un producto espontáneo de
la naturaleza del hombre, y va aneja al acto directo de las facultades
intelectuales y sensitivas. Como que es una condicion necesaria al
ejercicio de ambas, y que sin ella la vida es un caos, la poseemos
instintivamente y sin reflexion alguna, disfrutando de este beneficio
del Criador como de los demás que acompañan inseparablemente nuestra
existencia.

[17.] Es preciso pues distinguir entre la certeza del género humano, y
la filosófica; bien que hablando ingenuamente, no se comprende
bastante lo que pueda valer una certeza humana diferente de la del
género humano.
Prescindiendo de los esfuerzos que por algunos instantes hace el
filósofo para descubrir la base de los humanos conocimientos, es fácil
de notar que él mismo se confunde luego con el comun de los hombres.
Esas cavilaciones no dejan rastro en su espíritu en lo tocante á la
certeza de todo aquello de que está cierta la humanidad. Descubre
entonces que no era una verdadera duda lo que sentia, aunque quizás él
mismo se hiciese la ilusion de lo contrario; eran simples
suposiciones, nada mas. En interrumpiendo la meditacion, y aun si bien
se observa, mientras ella dura, se halla tan cierto como el mas
rústico, de sus actos interiores, de la existencia del cuerpo propio,
de los demás que rodean el suyo, y de mil otras cosas que constituyen
el caudal de conocimiento necesario para los usos de la vida.
Desde el niño de pocos años hasta el varon de edad provecta y juicio
maduro, preguntadles sobre la certeza de la existencia propia, de sus
actos, internos y externos, de los parientes y amigos, del pueblo en
que residen y de otros objetos que han visto, ó de que han oido
hablar, no observaréis vacilacion alguna; y lo que es mas, ni
diferencia de ninguna clase, entre los grados de semejante certeza; de
modo que si no tienen noticia de las cuestiones filosóficas que sobre
estas materias se agitan, leeréis en sus semblantes la admiracion y
el asombro de que haya quien pueda ocuparse seriamente en averiguar
cosas tan _claras_.

[18.] Como no es posible saber de qué manera se van desenvolviendo las
facultades sensitivas intelectuales y morales de un niño, no es dable
tampoco demostrar _á priori_, por el análisis de las operaciones que
en su espíritu se realizan, que á la formacion de la certeza no
concurren los actos reflejos; pero no será difícil demostrarlo por los
indicios que de sí arroja el ejercicio de estas facultades, cuando ya
se hallan en mucho desarrollo.
Si bien se observa, las facultades del niño tienen un hábito de obrar
en un sentido directo, y no reflejo, lo cual manifiesta que su
desarrollo no se ha hecho por reflexion, sino directamente.
Si el desarrollo primitivo fuese por reflexion, la fuerza reflexiva
seria grande; y sin embargo no sucede así: son muy pocos los hombres
dotados de esta fuerza, y en la mayor parte es poco menos que nula.
Los que llegan á tenerla, la adquieren con asiduo trabajo, y no sin
haberse violentado mucho, para pasar del conocimiento directo al
reflejo.

[19.] Enseñad á un niño un objeto cualquiera y lo percibe bien; pero
llamadle la atencion sobre la percepcion misma, y desde luego su
entendimiento se oscurece y se confunde.
Hagamos la experiencia. Supongamos un niño á quien se enseñan los
rudimentos de la geometría.--¿Ves esta figura, que se cierra con las
tres líneas? Esto se llama triángulo: las líneas tienen el nombre de
lados, y esos puntos donde se reunen las líneas se apellidan vértices
de sus ángulos.--Lo comprendo bien.--¿Ves esa otra que se cierra con
cuatro líneas? es un cuadrilátero; el cual como el triángulo, tiene
tambien sus lados y sus vértices.--Muy bien.--¿Un cuadrilátero puede
ser triángulo ó vice-versa?--Nó señor.--Jamás?--Jamás.--¿Y por
qué?--¿No ve V. que aqui hay cuatro y aqui tres lados? ¿cómo pueden
ser una misma cosa?--Pero quién sabe?..... á tí te lo parece.....
pero.....--¿Nó señor, no lo ve V. aqui? este tres, ese otro cuatro, y
no es lo mismo cuatro que tres.
Atormentad el entendimiento del niño tanto como querais, no le
sacaréis de su tema: siempre notaréis su percepcion y su razon obrando
en sentido directo, esto es, fijándose sobre el objeto; pero no
lograréis que por sí solo dirija la atencion á los actos interiores,
que piense en su pensamiento, que combine ideas reflejas, ni que en
ellas busque la certeza de su juicio.

[20.] Y hé aquí un defecto capital del arte de pensar, tal como se ha
enseñado hasta ahora. A una inteligencia tierna, se la ejercita luego
con lo mas difícil que ofrece la ciencia, el reflexionar: lo que es
tan desacertado como si se comenzase el desarrollo material del niño,
por los ejercicios mas arduos de la gimnástica. El desarrollo
científico del hombre se ha de fundar sobre el natural, y este no es
reflejo sino directo.

[21.] Aplíquese la misma observacion al uso de los sentidos.
¿Oye Vd. qué música? dice el niño.--Cómo, qué música?--No oye Vd.?
está Vd. sordo?--A tí te lo parece.--Pero señor, ¡si se oye tan
bien!... ¿cómo es posible?--Pero, ¿cómo lo sabes?--Señor si lo
oigo!.....
Y de ese _lo oigo_ no se le podrá sacar, y no lograréis que vacile, ni
que para deshacerse de las importunidades apele á ningun acto reflejo:
«yo la oigo; ¿no la oye Vd.?» para él no hay mas razon, y toda vuestra
filosofía no valdría tanto como la _irresistible fuerza_ de la
sensacion que le asegura de que hay música, y que quien lo dude, ó se
chancea ó está sordo.
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - Filosofía Fundamental, Tomo I - 02
  • Parts
  • Filosofía Fundamental, Tomo I - 01
    Total number of words is 4704
    Total number of unique words is 1370
    36.0 of words are in the 2000 most common words
    49.5 of words are in the 5000 most common words
    57.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Filosofía Fundamental, Tomo I - 02
    Total number of words is 4725
    Total number of unique words is 1337
    34.6 of words are in the 2000 most common words
    49.2 of words are in the 5000 most common words
    57.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Filosofía Fundamental, Tomo I - 03
    Total number of words is 4698
    Total number of unique words is 1127
    38.3 of words are in the 2000 most common words
    52.8 of words are in the 5000 most common words
    60.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Filosofía Fundamental, Tomo I - 04
    Total number of words is 4829
    Total number of unique words is 1103
    37.8 of words are in the 2000 most common words
    55.0 of words are in the 5000 most common words
    63.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Filosofía Fundamental, Tomo I - 05
    Total number of words is 4659
    Total number of unique words is 1157
    34.6 of words are in the 2000 most common words
    50.9 of words are in the 5000 most common words
    59.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Filosofía Fundamental, Tomo I - 06
    Total number of words is 4666
    Total number of unique words is 1045
    38.0 of words are in the 2000 most common words
    53.1 of words are in the 5000 most common words
    60.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Filosofía Fundamental, Tomo I - 07
    Total number of words is 4711
    Total number of unique words is 1197
    36.3 of words are in the 2000 most common words
    51.1 of words are in the 5000 most common words
    58.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Filosofía Fundamental, Tomo I - 08
    Total number of words is 4716
    Total number of unique words is 1120
    38.9 of words are in the 2000 most common words
    54.7 of words are in the 5000 most common words
    62.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Filosofía Fundamental, Tomo I - 09
    Total number of words is 4748
    Total number of unique words is 1010
    37.3 of words are in the 2000 most common words
    53.5 of words are in the 5000 most common words
    60.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Filosofía Fundamental, Tomo I - 10
    Total number of words is 4648
    Total number of unique words is 972
    37.0 of words are in the 2000 most common words
    51.8 of words are in the 5000 most common words
    59.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Filosofía Fundamental, Tomo I - 11
    Total number of words is 4762
    Total number of unique words is 1090
    39.9 of words are in the 2000 most common words
    54.7 of words are in the 5000 most common words
    61.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Filosofía Fundamental, Tomo I - 12
    Total number of words is 4776
    Total number of unique words is 1087
    37.2 of words are in the 2000 most common words
    52.6 of words are in the 5000 most common words
    60.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Filosofía Fundamental, Tomo I - 13
    Total number of words is 4789
    Total number of unique words is 1075
    36.9 of words are in the 2000 most common words
    50.0 of words are in the 5000 most common words
    56.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Filosofía Fundamental, Tomo I - 14
    Total number of words is 4676
    Total number of unique words is 1126
    35.0 of words are in the 2000 most common words
    49.8 of words are in the 5000 most common words
    56.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Filosofía Fundamental, Tomo I - 15
    Total number of words is 4741
    Total number of unique words is 1104
    38.0 of words are in the 2000 most common words
    54.9 of words are in the 5000 most common words
    63.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Filosofía Fundamental, Tomo I - 16
    Total number of words is 4704
    Total number of unique words is 1201
    36.4 of words are in the 2000 most common words
    52.7 of words are in the 5000 most common words
    61.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Filosofía Fundamental, Tomo I - 17
    Total number of words is 4435
    Total number of unique words is 1495
    31.3 of words are in the 2000 most common words
    44.0 of words are in the 5000 most common words
    51.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Filosofía Fundamental, Tomo I - 18
    Total number of words is 4340
    Total number of unique words is 1425
    29.3 of words are in the 2000 most common words
    41.4 of words are in the 5000 most common words
    47.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Filosofía Fundamental, Tomo I - 19
    Total number of words is 2191
    Total number of unique words is 690
    35.7 of words are in the 2000 most common words
    53.8 of words are in the 5000 most common words
    60.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.