El misterio de un hombre pequeñito: novela - 03

Total number of words is 4617
Total number of unique words is 1804
30.7 of words are in the 2000 most common words
41.8 of words are in the 5000 most common words
48.4 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
rodaron hacia el dolor; si ella se había prostituído, él había robado;
los dos malditos, los dos iguales.
Finalmente, Rita explicó sus relaciones con _el Charro_, y cómo éste la
abandonó y no se preocupaba de su hijo, que ya tenía cinco años.
--Podías quedarte aquí, conmigo--añadió--; estando juntos viviríamos
mejor.
Toribio aprobó; rato hacía que en aquello mismo estaba él pensando. A
pesar de haber permanecido alejados tanto tiempo el uno del otro,
volvían á sentirse muy cerca, muy identificados por el misterio augusto
de la raza, y tan unidos en sus pensamientos, codicias y deseos, como si
nunca se hubiesen separado. La miseria eneanchó y afirmó la obra de la
herencia: ella fué mala por las razones mismas que él no pudo ser bueno;
causas análogas les pusieron lejos de la ley; de una parte el hambre, de
otra, el instinto; y así, al término de varios años, perdonáronse
mutuamente sus yerros, maravillados de comprenderse tan bien y de seguir
tan juntos.
Toribio relató á su hermana la constitución íntima de sus negocios: él,
que continuaba en la pobreza, había llegado á Puertopomares con su socio
capitalista; un tal Frasquito Miguel, andaluz, de quien no le convenía
separarse. Como Paredes, Frasquito Miguel tenía una historia nebulosa.
En Madrid, siendo mozo, ejerció la profesión de trapero. Más adelante,
de acuerdo con otros individuos, abrió una carnicería destinada á
sucursal ó principal despacho de un matadero clandestino. Las ganancias
comenzaron siendo excelentes, pero el asunto no tardó en echarlo á
perder la policía; fué un mal negocio que dió con sus iniciadores en la
cárcel. Al recobrar la libertad Frasquito Miguel trasladóse á Málaga, y
en arriscados lances de contrabando vió medrar su hacienda. Otras
oscuridades y lagunas había en su vida. Él y Toribio se conocieron en la
feria de Badajoz, y aparejados desde hacía dos años por el interés, más
que por la simpatía, operaban juntos: unas veces vendían paños, otras,
juguetes y baratijas de similor. Dónde guardaba el señor Frasquito los
fondos de la sociedad, arcano fué que Toribio Paredes no consiguió
esclarecer nunca; pero era lo cierto que el antiguo trapero siempre
llevaba consigo los billetes de Banco necesarios para no dejar perder
ningún buen negocio. Tras una lucrativa excursión por diferentes pueblos
de la serranía salmantina, llegaron ambos á Puertopomares y en la Fonda
del Toro Blanco pidieron dos habitaciones, pues Frasquito quería
absolutamente dormir solo.
--Son datos en que debes fijarte--decía el narrador á su hermana.
Mientras Toribio Paredes hablaba, ella mirábale fijamente, y sus ojos,
rodeados de pestañas bermejas, se abrían y cerraban, revelando con aquel
seguido guiñar un agudo esfuerzo de comprensión. En sus labios, finos y
oscuros, la codicia acababa de dibujar un gesto de sed.
Toribio concluyó:
--Los días que estemos aquí, Frasquito puede pasarlos con nosotros; ó,
al menos, almorzar y cenar en nuestra compañía. ¿No te parece? Tú,
procura esmerarte en la comida. El es buena persona y solterón... y con
el tiempo... ¡quién sabe!... llevándonos todos bien...
Sus cábalas fueron cumpliéndose una á una. Frasquito, receloso al
principio, acabó enamorándose de Rita. De estas relaciones nació un
niño, á quién bautizaron con el nombre de José y los apellidos de su
madre, pues el señor Frasquito, cauto siempre y amigo de andar con los
ojos bien puestos en el porvenir, no quiso precipitarse á reconocerle.
Aquel muchacho añadió nuevos vínculos á los lazos de interés y amistad
que unían á los dos hombres, y así decidieron establecerse juntos.
Frasquito hubiera preferido vivir aparte con su mujer; pero tan
irreductible oposición halló en ésta y en su hermano, que desistió. Ya
reunidos todos, acordaron recogerle un poco las riendas á la vida y
aquietarse, y hacer de Puertopomares una especie de centro de residencia
ó de «cuartel general», de donde saldrían á recorrer, periódicamente,
los otros pueblos de la provincia.
La casuca que cobijó los amores de Rita con el Charro y que ella
transformó luego en taberna y disimulada mancebía, el señor Frasquito
Miguel y su cuñado, dando muestras de su mucha industria, la aderezaron,
ensancharon y dispusieron de manera que sirviese de vivienda y de
almacén. Para hallarse más separados y con mayor honestidad, levantaron
un tabique que hizo de la cocina primitiva dos habitaciones; la
despensa, que era espaciosa, después de bien enjalbegada y solada,
sirvió de dormitorio, y cuando quedaron celosamente revistas y tapadas
las goteras del pajar, éste ofreció á su vez condiciones excelentes de
seguridad.
Pero las principales reformas se verificaron en el corral, que hasta
entonces sólo aprovechó para gallinero y pudridero de basuras. Allí un
viejo chopo levantaba, muy por encima de los bardales, la gracia verde
de su copa recogida, sensible al viento. Este árbol fué en tiempos atrás
como un gesto de orgía, como una cimera ó penacho de escándalo, alzado
sobre la vulgaridad de la humilde vivienda. La casa de Rita, la
barragana de tantos, se distinguía y señalaba entre todas por aquel
chopo esbelto. Era su reclamo, su anuncio, su clarín. Desde muy lejos se
divisaba. La gente rústica que se acercaba á Puertopomares por el lado
opuesto del río, lo conocía bien; los mozos se lo mostraban unos á
otros, extendiendo un brazo:
--Es allí...--decían.
Y hasta hubo quien aseguraba que Rita, muy avisadamente, llegó á
adornarlo en las noches sabatinas con farolillos de colores, y cómo
tales luces, balanceándose en la oscuridad á impulsos del aire,
ejercían sobre los hombres, á una distancia de varios kilómetros,
irresistible atracción. Apropósito de aquel árbol popular y de las
trazas hombrunas de su dueña, alguien había dicho: «Eres, Rita, como el
chopo: alta y grande, pero de mala sombra». La frase gustó y vivió
muchos años.
Toribio y Frasquito talaron aquel chopo lupanario, igualaron y limpiaron
el suelo, y luego, utilizando como paredes maestras los dos acirates más
largos del corralón, improvisaron á la izquierda un amplio departamento
de mampostería, seco, claro y sólido, bueno para depósito de
mercaderías; y á la derecha, un soportal ó cobertizo de tejas, sostenido
por pilares de ladrillo, destinado á caballeriza.
Asombraban por igual, la previsora astucia, la alegre voluntad y la
rapidez con que los dos hombres realizaron tan ardua tarea, y el feliz
remate que dieron á todo. En su mañera traza y ágil disposición
claramente echábase de ver la complejidad pícara de sus vidas. Ningún
oficio les era extraño: lo mismo aplomaban una pared, que techaban una
habitación, ó disponían los batientes de una puerta, modelaban á yunque
y martillo una reja, componían una cerradura, herraban un caballo ó
compraban animales que sabían vender luego á mejor precio. Este
abigarramiento de aptitudes resplandecía también en la diversidad
plateresca de su industria. Con todo traficaban. Los objetos de
quincalla, los racimos de zapatos y las pirámides de sombreros y otros
artículos de poco peso, eran subidos al desván; lo mejor, lo más caro,
los paños, mantas, tapetes y piezas de ropa blanca, ocupaban el nuevo
almacén, con su suelo de ladrillo aislado de la humedad por una capa de
carbón. Una yegua y una mula, servíanles para transportar sus
mercancías. A veces salían de Puertopomares al despuntar la aurora,
otras á prima noche, según la estación y la longitud del itinerario que
hubiesen de recorrer; generalmente estas expediciones eran fructuosas, y
al término de ellas el señor Frasquito y Toribio reaparecían con las
caballerías muy aligeradas y en el rostro reflejado el codicioso
contento de los buenos negocios.
Tan activo tráfico duró varios años, en los cuales Frasquito Miguel y su
coima hubieron dos hijos más: María Luisa y Francisco. No obstante estas
novedades, la disposición sentimental de aquellas tres personas nada
había variado. La sonriente bonanza de sus negocios les enriquecía sin
acercarles. Rita y Toribio Paredes continuaban estrechamente unidos por
sus instintos de crueldad y de rapiña: la homogeneidad de los ambientes
donde desenvolvieron sus vidas les impidió diversificarse: una y otro
eran egoístas, violentos y sórdidos, cual si sobre ellos gravitase una
herencia de rapacidad y bandolerismo. Entre ambos hermanos, Frasquito
Miguel, á pesar de sus tres hijos, de su labor inteligente y del dinero
con que porfiadas veces coadyuvó al bienestar común, siempre sería un
advenedizo, un extraño, casi un enemigo. El, receloso y astuto, debía de
comprenderlo así y sentir la traición que le acechaba, por cuanto
constantemente de todos se retraía y guardaba un poco.
Los vecinos del barrio, que recordaban el licencioso comercio á que Rita
se había dedicado, demostraban á los Paredes cierta hostilidad.
Ateniéndose á la indudable semejanza habida entre cada individuo y las
personas de su afecto y predilección, razonaban que Toribio sería, en
punto á rigidez de costumbres, como su hermana, y que Frasquito Miguel
tampoco debía de tener muy severa moral cuando tan bien hallado parecía
en aquel ambiente. La figura hombruna de Rita, el semblante frío y torvo
del bujero, y la cara cetrina, cazurra, llena de vulpejerías y
disimulos, de Frasquito, afirmaban esta creencia y ensombrecían el lar.
El famoso chopo del corralón, cuyo perfil fálico recordaba á los mozos
del campo el misterio de Eléusis, había desaparecido, pero su leyenda
golosa perduraba. La casa de los Paredes, llamada por muchos «la casa
del chopo», donde, según los viejos, quince ó veinte años antes, fué
asesinado un hombre, parecía irradiar una pavura carcelaria, un enigma
de antro. La honesta labor á que sus actuales moradores se aplicaban, no
lograba purificarla; las aguas lustrales del trabajo corrían sin
conseguir llevarse de aquellos muros el olor del burdel. La fachada, á
pesar de su blancura reverberante y de sus dos balcones cargados de bien
florecidas macetas, era triste; las mujeres que deseaban hablar con Rita
ó comprar algo, raras veces se decidían á trasponer el quicio de la
puerta, colocada medio metro bajo el nivel de la calle, y si alguna
pareja de la Guardia civil pasaba por allí, nunca lo hacía sin inmergir
una mirada fiscal en el zaguán húmedo, lóbrego y sumido, como una vieja
boca. El vecindario siempre esperaba una emoción: que á los Paredes,
verbigracia, les llevasen presos. Realmente, el aspecto y la historia de
la casa y los tricornios de la Guardia civil, rimaban muy bien.
Al término de algunos años, los graves achaques del señor Frasquito
contribuyeron á ensanchar la distancia que le separaba de Rita y de su
hermano. Agravóse el frío de aquellas relaciones preparadas por la
codicia y el cálculo. El antiguo trapero, que ya contaba más de
cincuenta años, enfermó de reuma: comenzó á padecer en las
articulaciones dolores agudísimos; se le inflamaron las rodillas,
retorciéronsele y trastornáronsele como sarmientos los dedos de las
manos, y vióse obligado á renunciar, casi completamente, al trabajo.
Aquel invierno Toribio Paredes salió solo á vender; su cuñado, medio
paralítico, quedábase en casa y á intervalos los gritos que así la
cólera de su inutilidad como el mucho sufrir de sus huesos, por igual
le arrancaban, rompían lúgubremente la paz de la calle.
El desvalimiento del señor Frasquito, que, con la enfermedad, en pocos
meses parecía haber envejecido varios años, empeoró su situación moral.
Rita, que no había olvidado á Vicente López, ni podía hablar de él sin
verter lágrimas, y acaso por obra de los poéticos mirajes del tiempo le
amaba más que nunca, empezó á aborrecer á Frasquito. Al principio de sus
relaciones, le aceptó con gusto, por codicia; luego le fué indiferente;
después esta indiferencia amistosa perdió cuanto pudiese haber de
simpatía, se enfrió y fué desdén; últimamente, el desdén se mudó en
desprecio y el desprecio en odio. La antigua ramera comenzó á sentir
hacia su último amante, feo, viejo y tullido, inutilizado para el amor y
el trabajo, un aborrecimiento de fiera. Aquel ex hombre, á quien muchas
mañanas era necesario vestir y dar de comer, porque sus brazos
anquilosados y trémulos no le obedecían, era una carga. ¿Qué necesidad
tenía ella de ir por el mundo con tan terrible cruz acuestas? A veces
una voz noble, voz generosa de caridad, dictaba á su conciencia palabras
de Evangelio; pero inmediatamente el egoísmo y la sordidez tronaban con
espantoso griterío. ¿Qué hubiese hecho el señor Frasquito á ser ella la
inútil? Probablemente echarla á la calle, ó marcharse, y si la suerte
permitió que el enfermo fuese él, ¿por qué no imitarle dejándole?...
De sus cuatro hijos á la mujerona sólo la interesaba realmente
Deogracias, el primero, en quien revivía la figura del Charro. Los hijos
de Frasquito, Pepe, María Luisa y Francisco, la servían únicamente de
estorbo y para exacerbar su odio hacia el padre. De esto hablaban
frecuentemente ambos hermanos, y por igual reconocían la utilidad de
deshacerse de aquel perdulario y de los chiquillos que trajo al mundo;
pero al llegar á cierto extremo difícil de su conversación, los dos
callaban apenados porque en la realidad los hechos no se sucedan y
devanen con la facilidad que en el pensamiento, y el recuerdo de la
justicia, unido á las torvas memorias de sus años carcelarios, dejaba en
sus almas oscuras un frío.
El motivo principal del acerbo rencor que los Paredes alimentaban contra
Frasquito, era la rapacidad, el cuidado avaro, la esmeradísima avidez,
la habilidad omnisciente, con que el enfermo sabía esconder su dinero.
¿Dónde lo guardaba? ¿A qué prodigios de escamoteo, á qué recursos de
nigromante apelaba para ocultarlo de manera tan maravillosa que su
desaparición no dejase rastro?...
Antes de afincarse en Puertopomares Toribio creyó siempre que su socio
depositaba sus ahorros en algún Banco de Salamanca, de Badajoz ó de
Madrid, y únicamente llevaba consigo las seis ó siete mil pesetas
indispensables á las modestas transacciones de su negocio. Cuando ya
todos vivieron juntos, Rita, para comprobar aquella suposición, dedicóse
á leer cuantas cartas el señor Frasquito recibía: á tal fin las colocaba
unos instantes sobre la boca de una olla donde hubiese agua hirviendo, y
el vapor desprendía la nema del sobre tan limpiamente, que luego de
repegada era imposible conocer la traición. Este acecho, minucioso y
perseverante, de varios meses, demostró que el pañero no mantenía
relaciones con ninguna casa de banca, ni recibía otra correspondencia
que las de los fabricantes ó almacenistas al por mayor, de quienes él y
Toribio se proveían; de donde los hermanos Paredes concluyeron que,
según una rancia costumbre española, heredada quizás de los judíos y de
los árabes, Frasquito Miguel debía de recatar sus ganancias en una ó
varias orzas escondidas, probablemente, á muchos metros bajo tierra.
Esta segunda parte de la cuestión fué también objeto de investigaciones
y atisbos prolijos. Durante sus excursiones por diversos lugares y
villas, Toribio, que jamás perdía de vista á su adjunto, y de noche
utilizaba múltiples é ingeniosos ardides para saber si salía de su
habitación, llegó á convencerse de que Frasquito no tenía fuera de
Puertopomares ningún tapujo, ni sitio, encrucijada ó mesón, que le
mereciesen preferencia. Luego, si no en el campo, era en su propia casa
donde el ladino viejo escondía «su tesoro»; que á tan preeminente y
codiciable categoría remontaba la imaginación de los Paredes la fortuna
de aquél.
Relacionando diversos datos y pormenores cazados hábilmente en el
transcurso de dos ó tres años, la mujerona y su hermano dedujeron que el
señor Frasquito tenía soterrado su dinero en el corralón, bajo la
raigambre del chopo desaparecido; y confirmaba esta sospecha la
frecuencia con que iba al retrete, situado al fondo del patio, y su
empeño en ocuparse de la limpieza de las caballerizas y pesebreras, cual
si por todos los medios procurara no alejarse de aquel sitio. Esta pista
enardeció la codicia de los Paredes, y agravó su avariento sobresalto la
consideración de que las orzas ó pucheros donde Frasquito Miguel fué
servido de meter sus ahorros, empujados por las raíces, vivas aún, del
árbol, iban hundiéndose más y más, de suerte que si transcurría mucho
tiempo llegaría á ser muy difícil dar con ellas.
Atormentado por este recelo, Toribio una noche, hallándose los tres de
sobremesa, expuso la conveniencia de solar el patio, para lo cual creía
necesario remover bien la tierra y arrancar las raíces que endurecían y
arrugaban el piso. El efecto que tales palabras, dichas con ahinco y
decisión, produjeron en Frasquito Miguel, fué terrible. Quedóse pálido,
luego lívido; hasta que su corazón reaccionó y su rostro cetrino se
llenó de sangre; después aquel aborrachado color empezó á debilitarse y
sus mejillas y su frente tuvieron la blancura de los cadáveres. Su
sorpresa mudábase en cólera. Frunció las cejas, bajó la cabeza, tiró
nerviosamente contra su plato el cuchillo con que iba á cortar una
rebanada de pan, y apenas lo hizo lo recobró afanoso cual si acabase de
sentir la necesidad de tener un arma.
--El patio-gritó--no se toca.
Su fiero y destemplado acento, expresaba una resolución irrevocable. Los
hermanos Paredes cambiaron una mirada de inteligencia, de alegría feroz,
de sordidez ardiente próxima á saciarse, y unos momentos, bajo el
apacible claror plata de la lámpara, aquellas dos cabezas fraternales,
cabezas de presidio donde otra veces el deleite de matar se había
pintado, adquirieron una expresión patética. Toribio quiso argüir algo,
pero su cuñado le atajó.
--¡He dicho que el patio se deja según está: lo dispuse así y no
consiento que se toque en él ni á un, jaramago!
Toribio repuso cazurro:
--Bueno, hombre; no hay motivos para incomodarse tanto; no haremos nada,
descuida. ¡Qué aspavientos!... ¡Cualquiera creería que íbamos á robarte
un tesoro!...
El tono zumbón y la reticencia con que estas palabras fueron dichas,
desconcertaron al señor Frasquito, quien trató de enmendar su yerro y la
aspereza de su actitud con algún donaire ó frase oportuna. Pero la
explosión de cólera que acababa de experimentar había sido demasiado
violenta, los músculos faciales hallábanse endurecidos aún, y ni supo
dar gracia á sus palabras, ni cordialidad y simpatía á su rostro. Desde
aquel momento los Paredes adquirieron la convicción, la certidumbre
irrevocable, de que el astuto viejo, cumpliendo resabios de raza, tenía
enterrado su dinero en el corral.
Con la llegada de la primavera le volvieron las fuerzas al enfermo y
hallóse de nuevo en situación de volver al trabajo; esto, al menos,
creyeron todos, lo que les produjo buen consuelo y alivio. Pronto, sin
embargo, echó de ver Toribio que su socio ya no era el hombre de antes;
así porque sus piernas le obedecían mal, como porque con las energías
musculares se le fueron también las lucrativas capacidades y oportunos
ardides de la voluntad. Frasquito Miguel renqueaba bastante y hablaba
mucho menos; desaparecieron sus trujamanerías y gitanas zangamangas de
mercader; ya no sabia engañar vendiendo como oro el similor y por nuevo
lo usado. No convencía, no alucinaba; perdió la gracia; fué un
arruinamiento general que abrió en la suma de los ingresos un déficit
considerable.
Poco á poco el señor Frasquito llegó á reconocer también su inutilidad,
y como esta humillación le hiriese en lo más altivo y sensible de su
alma, para olvidarla se dedicó á la bebida. El momentáneo bienestar que
ésta le producía incitóle á seguir bebiendo, y lo que empezó siendo
arrimo y recurso, creció rápidamente y fué pasión. Toribio Paredes,
maldecía de él: en las ferias no le servía de nada, pues tardaba en
emborracharse el tiempo que empleasen en alzar su tienda; luego se
echaba á dormir debajo del mostrador, y por los caminos iba cantando,
bamboleándose como un polichinela y agarrado á la cola de la última
caballería. La gente hacía escarnio de él. Una vez Toribio regresó á
Puertopomares y entró en su casa llevando al señor Frasquito atravesado
en la yegua. El viejo, que había perdido los sentidos, iba con el
vientre sobre la cruz del animal, y las piernas de un lado, y los brazos
y la cabeza de otro, colgaban como alforjas. Entre los dos hermanos le
cogieron y metieron en el zaguán, á presencia de un grupo de vecinos
que, pensando ver á Frasquito Miguel herido ó muerto, acudieron
consternados, y cuando tuvieron noticia de la inverosímil cantidad de
vino que traía en el cuerpo, empezaron á reir y á burlarle. Aquella
madrugada, dominando la unisonancia del Malamula, resonaron en «la casa
del chopo» grandes porrazos, á cada uno de los cuales respondía un
lamento flébil y expirante, como de persona del otro mundo; después los
quejidos cesaron y siguieron los golpes, y al día siguiente revoló de
puerta en puerta la noticia de que los Paredes, con objeto de volver al
señor Frasquito á la virtud de la sobriedad, le habían administrado una
muy gentil paliza.
Frasquito Miguel no volvió á salir con su cuñado; ayudábale á enjaezar y
disponer la carga de las caballerías, pero luego Toribio se marchaba
solo. La vergüenza de verse preterido, la amarguísima pena de su
inutilidad, concluyeron de aburrirle y desganarle de todo. La bebida
continuó y exacerbó la obra del artritismo. El desdichado empezó á
hincharse, amortiguóse su mirada y bajo los ojos la piel formó hondas
bolsas triangulares. Hablaba poco y sus ademanes y palabras tenían la
indecisión de la somnolencia. Los únicos sitios que frecuentaba eran el
merendero de Luis, situado cerca del río, al pie del cementerio viejo, y
el café de La Amistad, vulgarmente llamado «café de la Coja». Todas las
mañanas madrugaba, pues continuaba siendo muy rezador y amigo de los
santos; de día quedábase en casa, unas veces en el zaguán, otras junto á
la caballeriza, cual si su oscurecido pensamiento alimentase la
invencible obsesión de no alejarse de allí; y entre tanto empleábase en
reponer asientos á las sillas ó arreglar el calzado viejo ó cortarles
calzones y baberos á los muchachos, que para estos y otros diversos
menesteres y oficios sus manos industriosas supieron siempre darse buena
traza. En la mesa apenas dirigía la palabra á sus familiares, ni
regañaba á los niños, ni levantaba del plato los ojos, y con el último
bocado de la cena en la boca, se iba á la calle. Cuando volvía, lo que
nunca sucedía antes de muy pasada la media noche, siempre era borracho.
Esta abominable costumbre y más aún, la particularidad de que el señor
Frasquito, que hacía tiempo no ganaba dinero, llevara siempre tres ó
cuatro pesetas en el bolsillo, exasperaban los desapoderados odios de
Rita y de su hermano. Frasquito Miguel representaba en aquella casa el
papel de zángano; vivía y no trabajaba. ¿Por qué no se marchaba de una
vez con sus hijos? Y si no quería irse, ¿por qué no le despedían ellos?
¿Qué ley ó documento les obligaba á seguir juntos?... Los Paredes, sin
embargo, no se atrevían á desahuciarle; y era la codicia, la ilusión
avara de dar con el tesoro del viejo, lo que les detenía.


IV

Bajo el claror lechoso de la lámpara, Rita seguía cosiendo, y el choque
de la luz con la sombra extremaba las angulosidades tercas de su rostro,
la curvatura de la nariz, la demacración de los pómulos, la fortaleza
carnicera de la mandíbula. Deseos homicidas cruzaban su frente. Aquella
tarde Frasquito Miguel, acobardado quizás por la tormenta, no había ido
á cenar.
--¡Si no volviese!--pensaba la mujerona.
Un recuerdo la obligó á mirar á su alrededor, como si en la blancura de
aquellas paredes estuviese escrita su historia. Suspiró: se acordaba de
Vicente y esto guió sus ojos hacia la puerta del aposento donde dormían,
Deogracias, el hijo del Charro, y los tres vástagos de Frasquito Miguel.
A éstos les aborrecía. Rita tiró su labor y por dos veces sus manos
nerviosas, inconscientes, alisaron sus cabellos, ocres, tensos y
planchados, sobre la redondez pequeña de la cabeza. En sus pupilas la
cólera, durante segundos, encendió una luz.
--Podían morirse--murmuró--y ni ellos ni yo perderíamos nada.
Recobró su costura. La habitación donde se hallaba abocaba á la calle;
tenía el suelo de ladrillo y el techo de vigas nudosas, bajo y renegrido
densamente por el humo del fogón. Viejos cromos que decían los amores
del Cid con Jimena, adornaban los muros. Las sillas, la mesa, el arcón
de la ropa, el armario que servía de alacena, eran de pino blanco.
Cubrían las puertas de los dormitorios, cortinillas de yute rojo y azul.
Poco á poco, en el doble silencio de la noche lunada y del campo, el
rumor del Malamula iba acallándose. El sereno cantó otra hora; las once.
Luego, nada dentro de la casa dormida: la lámpara vertiendo
monótonamente su claridad de plata, las cortinas de yute quietas sobre
el vano de las puertas, los muebles arrojando perfiles largos, absurdos
é inmóviles, con inmovilidad cabalística, contra la albura de las
paredes.
Rita, de súbito, alzó la cabeza y un frío extraño y rápido, á un temblor
á flor de piel, pareció deslizarse por entre la raigambre de sus
cabellos: hubiese jurado que una sombra fantasmal, una especie de
inquietud amarilla, acababa de cruzar la habitación en línea recta desde
la ventana al aposento donde dormía Toribio. La mujerona abrió bien los
ojos, reconcentrando en ellos toda su conciencia para mirar mejor, y ya
no vió nada. Aquel fenómeno, fuese impresión real ó alucinación vacua de
sus sentidos, apenas duró un segundo, y no obstante, había sacudido sus
nervios con la violencia de una descarga eléctrica. Ni el más tenue
ruidito á su alrededor; nada tampoco sobre la uniformidad de la pared
blanca. Levantóse, sin embargo, dócil á un raro terror supersticioso, y
fué á cerciorarse de que los dos cerrojos que afirmaban la puerta de la
calle estaban echados. Miró hacia la ventana, cuyos cristales, llenos de
luna, mostrábanse apacibles; y luego á las cortinas, muertas, sin un
temblor. Rita permanecía suspensa, asustándose del roce de sus vestidos
y hasta de las sombras que su cuerpo, de armazón descarnada y varonil,
aplastaba contra los muros. El crugido de un mueble arrancó á sus
labios, descoloridos por el miedo á lo invisible, una interjección soez.
Volvió á sentarse, y la idea de que Frasquito Miguel hubiese muerto y su
alma estuviera allí, hirióla, de improviso. Tembló y ya iba á levantarse
cuando su razón y su valerosa voluntad reaccionaron: indudablemente,
ella no pudo ver nada; todo habría sido un guiño ó intermitencia de la
luz, ó la levísima sombra de un parpadeo. A pesar de estas reflexiones
continuaba teniendo miedo: aquella ficción rapidísima, aquella especie
de vapor amarillo, no la hubiesen impresionado tal vez en una noche de
huracán y de lluvia; pero en la quietud y el silencio, los accidentes
más pequeños se desquitan de su insignificancia y parecen enormes. Al
cabo, tranquilizados sus nervios, Rita Paredes siguió cosiendo.
Las doce eran dadas cuando Toribio comenzó á soñar en alta voz. A través
de la cortina, las palabras que el dormido balbuceaba filtrábanse
inconexas y turbias. Su hermana, al principio, no hizo caso, porque
aquel fenómeno repetíase casi diariamente. Luego demostró preocuparse:
la pesadilla debía de ser muy fuerte, pues Toribio se rebullía mucho,
articulaba dificultosamente y su voz era destemplada y agoniosa, cual si
algo muy pesado le oprimiera el pecho. Inútilmente trató Rita de
comprender lo que su hermano decía. Otra vez la mujerona tuvo miedo.
Aunque nada ó muy poco, de cuanto la brizomancia explica sea cierto,
siempre envolverán las pesadillas un intenso pavor, un acre misterio.
¿El verdadero origen de los sueños es exclusivamente fisiológico, ó á
esos accidentes circulatorios y digestivos á que la medicina los
atribuye, va mezclada alguna sutil levadura metafísica?... Un ensueño se
reduce, tal vez, á un dinamismo incompleto y pasajero del aparato
cerebral. Sin embargo, el admirable instinto del vulgo adivinó en ellos
mucho más. ¡Oh, la terrible, la abracadabra emoción, la sugestión
fascinante, que anima las actitudes de quien sueña en voz alta! Aquellos
ojos que ven, no obstante hallarse cerrados; aquellas expresiones, de
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - El misterio de un hombre pequeñito: novela - 04
  • Parts
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 01
    Total number of words is 4373
    Total number of unique words is 1906
    26.8 of words are in the 2000 most common words
    38.4 of words are in the 5000 most common words
    46.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 02
    Total number of words is 4599
    Total number of unique words is 1856
    31.2 of words are in the 2000 most common words
    42.7 of words are in the 5000 most common words
    48.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 03
    Total number of words is 4617
    Total number of unique words is 1804
    30.7 of words are in the 2000 most common words
    41.8 of words are in the 5000 most common words
    48.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 04
    Total number of words is 4528
    Total number of unique words is 1782
    31.1 of words are in the 2000 most common words
    43.5 of words are in the 5000 most common words
    49.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 05
    Total number of words is 4586
    Total number of unique words is 1836
    28.8 of words are in the 2000 most common words
    40.0 of words are in the 5000 most common words
    46.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 06
    Total number of words is 4568
    Total number of unique words is 1886
    28.5 of words are in the 2000 most common words
    40.9 of words are in the 5000 most common words
    46.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 07
    Total number of words is 4538
    Total number of unique words is 1807
    29.7 of words are in the 2000 most common words
    41.4 of words are in the 5000 most common words
    46.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 08
    Total number of words is 4531
    Total number of unique words is 1824
    30.9 of words are in the 2000 most common words
    43.1 of words are in the 5000 most common words
    49.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 09
    Total number of words is 4573
    Total number of unique words is 1846
    28.9 of words are in the 2000 most common words
    42.9 of words are in the 5000 most common words
    49.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 10
    Total number of words is 4590
    Total number of unique words is 1812
    29.6 of words are in the 2000 most common words
    42.4 of words are in the 5000 most common words
    48.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 11
    Total number of words is 4565
    Total number of unique words is 1734
    30.6 of words are in the 2000 most common words
    42.6 of words are in the 5000 most common words
    48.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 12
    Total number of words is 4514
    Total number of unique words is 1662
    28.7 of words are in the 2000 most common words
    40.4 of words are in the 5000 most common words
    47.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 13
    Total number of words is 4522
    Total number of unique words is 1735
    30.2 of words are in the 2000 most common words
    42.3 of words are in the 5000 most common words
    48.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 14
    Total number of words is 4515
    Total number of unique words is 1810
    28.2 of words are in the 2000 most common words
    41.8 of words are in the 5000 most common words
    47.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 15
    Total number of words is 4618
    Total number of unique words is 1781
    30.7 of words are in the 2000 most common words
    43.8 of words are in the 5000 most common words
    50.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 16
    Total number of words is 4509
    Total number of unique words is 1817
    30.3 of words are in the 2000 most common words
    41.8 of words are in the 5000 most common words
    48.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 17
    Total number of words is 4556
    Total number of unique words is 1765
    30.7 of words are in the 2000 most common words
    41.5 of words are in the 5000 most common words
    47.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 18
    Total number of words is 4453
    Total number of unique words is 1667
    30.9 of words are in the 2000 most common words
    43.1 of words are in the 5000 most common words
    48.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 19
    Total number of words is 4493
    Total number of unique words is 1745
    30.9 of words are in the 2000 most common words
    42.7 of words are in the 5000 most common words
    49.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 20
    Total number of words is 4538
    Total number of unique words is 1818
    30.3 of words are in the 2000 most common words
    42.1 of words are in the 5000 most common words
    48.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 21
    Total number of words is 4513
    Total number of unique words is 1690
    30.5 of words are in the 2000 most common words
    42.6 of words are in the 5000 most common words
    49.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 22
    Total number of words is 4507
    Total number of unique words is 1678
    31.3 of words are in the 2000 most common words
    42.0 of words are in the 5000 most common words
    48.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El misterio de un hombre pequeñito: novela - 23
    Total number of words is 1425
    Total number of unique words is 691
    38.6 of words are in the 2000 most common words
    47.3 of words are in the 5000 most common words
    52.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.