El Jayón: Drama en tres actos - 4

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(_Mirando en torno suyo como una loca_.) ¿Pero qué sucede? ¿Dónde están
los niños, dónde?
ANDRÉS
(_Solemnemente_.) ¡Salvé al hijo tuyo, mujer!
MARCELA
(_Convulsa_.) ¿Al mío?... ¿al mío?... ¿A cuál?
ANDRÉS
Al tuyo: ¡a Serafín!
MARCELA
(_Con un grito indecible_.) ¡Hijo de mi alma! (_Oculta la cara entre las
manos con infinita desolación... Después de una pausa habla
exaltadamente_.) ¡No, ese no es el mío, no; el mío es el otro, el otro!
IRENE
(_Absorta_.) ¿Qué dices?
ANDRÉS
(_Asombradísimo_.) ¿Cómo?
TODOS
(_Con vivísima ansiedad_.) ¿Qué?
MARCELA
(_A_ ANDRÉS.) Dime tú qué fué del infeliz. ¿Dónde está?... ¿No
alienta?... ¿No le veré ya nunca, nunca?
ANDRÉS
(_Angustiado_.) ¡Vivo, nunca!
MARCELA
(_Abrumadísima_.) ¡Ah!
ANDRÉS
(_Siempre con voz opaca_.) Le alcanzaron la nieve y el mal... y le dobló
la muerte allá arriba.
MARCELA
(_Delirante_.) ¡El castigo, el castigo!

ESCENA VII
Dichos, REMEDIOS y SERAFÍN
REMEDIOS
(_Llevando de la mano al niño, que viste blusa y pantalón largo y
representa nueve años muy gentiles_.) Aquí tenéis al muchacho tan
campante.
MARCELA
(_Mira al niño con extravío y le empuja al medio de la escena_.) Pues
éste, éste es Jesús, el jayón... Te le devuelvo, Irene, toma: ¡no llores
más por él!
IRENE
¿Que este es Jesús?... ¡Mi hijo!... ¿No me engañas?
ANDRÉS
(_A Marcela, con ansiosa inquietud_.) ¿Pero es verdad?
LUISA
(_Suplicante_.) ¡Marcela, por Dios!
MARCELA
(_A su marido_.) ¡Es verdad! (_A_ IRENE.) ¡No te engaño! (_Señalando al
niño_.) Quise valerme de él contra ti, y no quiso el que todo lo
puede!... Este niño es _el vuestro_, el saludable y dulce, el de los
ojos verdes que embrujan como los tuyos. (_Habla con pasión y violencia,
arrepentida y desesperada a un tiempo, mientras_ IRENE _se sacia mirando
al hijo y le tiende los brazos_.) ¡Fíjate! Cuando Andrés le mira, es
igual que si te mirase a ti.
IRENE
(_Mirando y abrazando al niño, que se resiste asustado_.) ¡Yo no pienso
en Andrés!
MARCELA
(_Con lógica brutal_.) ¡La que se lleva al hijo se lleva al hombre!
IRENE
No; al hijo nada más; al hijo, sí; ¡ven! (_Muy codiciosa_.)
JESÚS
(_Lloroso, muy aturdido, queriendo irse con_ MARCELA.) ¡Madre!
ANDRÉS
(_Aparte_.) ¡No acabo de creerlo!
MARCELA
(_Echando al niño con brusquedad en brazos de_ IRENE.) ¡Esa es tu madre!
(_A ella_.) ¡Tómale!... Te le doy y me quedo sola en el mundo, como
estabas tú...
ANDRÉS
¡Calla, calla, te confiesas a voces!
MARCELA
(_Con infinita amargura_.) ¡Como los sentenciados a muerte! (_Haciendo
un ademán de huída_.) Ahora... ¡adiós!
ANDRÉS
(_Adelantándose a detenerla_.) ¿Que te vas? ¿adónde?
MARCELA
(_Pugnando por soltar la mano con que la sujeta su marido_.) Por la
nieve adelante, por los caminos altos donde las criaturas perecen de
frío y pesadumbre...
IRENE
(_Aparte_.) ¡Como el hijo suyo!
ANDRÉS
(_Compasivo_.) ¡No, eso no!
MARCELA
(_Con obscura intención_.) Si cada alma vuelve a su estrella, yo quiero
acercarme a la mía sola y en paz.
ANDRÉS
Y yo no puedo abandonarte.
MARCELA
(_Imperiosa, magnífica en su terrible desesperación_.) ¡Déjame, Andrés!
Ya oíste mi culpa: no te acuerdes más de mí!
ANDRÉS
(_Muy sombrío_.) ¡No sé lo que oigo!
MARCELA
¡Sí; lo que no sabes lo adivinas!... Nada me preguntes ni me prometas:
me duele tu caridad... ¡Quédate con ellos!
ANDRÉS
(_Vacilante_.) ¡Pero, aguarda!
MARCELA
¡No! ¡Quiero acabar de arrancarme el corazón! (_Volviéndose a la gente
que escucha con murmullos de inquietud y compasión_.) Que nadie me siga:
¡Que nadie me busque!
ANDRÉS
(_Porfiando débilmente_.) ¡Marcela!
MARCELA
(_Empujándole hacia_ IRENE _y_ JESÚS _con un sollozo que más parece un
rugido_.) ¡Quédate ahí! (_Huye desatinadamente, mientras_ IRENE _y_
ANDRÉS _se miran con infinita ansiedad_.)
IRENE
(_Dando un paso hacia el hombre como para retenerle, con descubierta
pasión_.) ¡Andrés!...
TELÓN.


LA PRENSA Y EL ESTRENO DE «EL JAYÓN»


De "El Debate":

La Sra. Concha Espina figura en primera línea entre los novelistas
españoles contemporáneos. En las columnas de _El Debate_ hemos rendido
pleitesía a la alcurnia literaria de la egregia escritora al estudiar
dos libros suyos: _Agua de nieve_ y _La Esfinge Maragata_. Hoy tenemos
la satisfacción de volver a aplaudirla con motivo del estreno de su
primera obra teatral, _El Jayón_.
La rutina suele clasificar a los publicistas inapelablemente. Al que lo
encasilla entre los poetas no le reconoce aptitudes para la novela; al
que lo diputa novelista, no lo aguanta dramaturgo. Diríase que la rutina
es envidiosa y la ofenden la ductilidad y el proteísmo del talento
ajeno. Por esta vez, la rutina habrá de resignarse con que una novelista
ilustre haya triunfado en la escena de Eslava, desde la que hubo de
saludar, al fin de los tres actos, a los espectadores que la aclamaban.
* * * * *
La Sra. Espina ha acertado a poner en su obra una intensidad emotiva
extraordinaria; y como el arte esencialmente es emoción, se deduce que
_El Jayón_ merece los aplausos con que fué acogido por el público.
Añádase que los caracteres de Marcela, Irene, Andrés y Luisa están
trazados con habilidad; que el diálogo es sobrio y el estilo primoroso,
y se comprenderá que la crítica debe asociarse al fallo de la opinión.
* * * * *
En la autocrítica publicada en _La Tribuna_, afirma la autora:
«En este drama no trato de decir nada nuevo, de plantear problema
alguno, ni mucho menos de resolverle. Aspiro sólo a llevar a la escena
un pedazo palpitante de vida, un bloque de la cantera humana, labrado
por mi corazón. Para darle forma no me preocuparon ardides técnicos, y
me dejé conducir por la emoción y la realidad, creyendo que este camino,
si no fácil y corto, es el único que logra llegar a un alto fin.»
Completamente de acuerdo con la teoría que este párrafo expone. La Sra.
Espina ha conseguido realizar sus propósitos, y éstos son noblemente
artísticos.
En la interpretación, la Srta. Morer, admirable de vis trágica, puso a
contribución su gesto natural, fuerte, elegante y su voz privilegiada,
cuyas vibraciones emocionan por sí mismas, aun descartado el contenido
de lo que exprese. El Sr. Hernández, adusto, seco, pensativo o
fogosamente dramático, según las exigencias de las situaciones. Muy bien
las Sras. Peñaranda y Siria y la Srta. Almarche.
Mignoni ha pintado para _El Jayón_ dos bellas decoraciones.
RAFAEL ROTLLAN.

De "A B C":
La primera manifestación teatral del temperamento literario de Concha
Espina ha respondido al prestigio de que goza desde hace mucho tiempo
como novelista la ilustre autora de _La Esfinge Maragata_.
_El Jayón_, drama en tres actos, estrenado anoche en el teatro de
Eslava, obtuvo un éxito franco, unánime, cordial y justísimo. No podía
esperarse otra cosa de quien tan ponderadamente ha sabido interpretar
momentos y sensaciones de un realismo doloroso y vivo, descubriendo la
llaga de lo trágico, no con la grosera tenacidad de los gusanos, sino
con la solícita atención de un psicólogo.
_El Jayón_ es un afortunado ensayo dramático. Concha Espina ha tenido el
acierto, además, de mostrarse como dramaturgo femenino de sutiles y
vibrantes percepciones estéticas y humanas.
Su primera obra escénica es, como la obra de una madre, la exaltación
del más puro sentimiento de la maternidad, y esta postura sentimental
tan simpática y tan excepcional en este ciclo literario en que la mujer
propende a sentir como el hombre, fué acogida con visible complacencia
por el público, sugestionado al mismo tiempo por la plasticidad del
cuadro, del ambiente, de la luz local; la riqueza de la expresión en su
poética rusticidad, y, finalmente, la tembladura de bondad, de
sencillez, de almas buenas, que circula, como la sangre caliente y
generosa por las venas, por todos los instantes del drama.
Es el jayón un niño prohijado, una criatura con paternidad adoptiva,
según la lexicografía vulgar montañesa.
En la obra de la exquisita y gentil escritora, el jayón es un niño
tullido, una lacra fisiológica, un rollito santo donde la Fatalidad se
ha complacido en grabar una arruga deforme. Y este niño, hijo aparente
del infortunio, cuando es el infortunio mismo, viene a ser el eje de la
delicada trama, es como la línea de primer término de la linda, de la
sugestiva acuarela dramática que ha compuesto Concha Espina.
De su triunfo absoluto y clamoroso le hablarían anoche con clara
elocuencia las ovaciones cerradas que le prodigó el entusiasmo de la
concurrencia.
La Srta. Morer tuvo ocasión de contrastar sus admirables aptitudes,
dando la máxima sensación de la ternura, de la abnegación, del
sacrificio y, finalmente, del desgarrante dolor maternal, interpretando
la figura dulce y bondadosa de Marcela, la madre del jayón, la madre
secreta para todo el mundo, menos para sus entrañas laceradas por la
suprema adversidad.
La Sra. Peñaranda y el Sr. Hernández se hicieron una vez más acreedores
a la legítima complacencia con que el público de Eslava sabe
justipreciar sus méritos artísticos indiscutibles.
Para los tres, como para sus estudiosos auxiliares, hubo muchos y
merecidos aplausos.
Concha Espina fué llamada al palco escénico multitud de veces.
El decorado, de Mignoni, de justo verismo.
J. SAN GERMÁN OCAÑA.

De "El Sol":
Nosotros tenemos que recibir complacidos siempre cualquier ensayo
escénico de los novelistas, seguros de que han de llevar a la dramática,
con la sinceridad de sus análisis, graves preocupaciones de lenguaje y
de estilo. En este último aspecto, principalmente, tiene un innegable
valor la aparición ante la batería de una obra de Concha Espina, la
interesante autora montañesa.
* * * * *
La sugestión innegable de esa fábula tiene aún menor importancia que la
pintura del ambiente. La Sra. Espina ha llevado al teatro todo el color
y todo el encanto descriptivo de la novela. Y, atenta al paso que daba,
cuidó de conceder a los episodios una sobriedad plausible, que los hacía
resaltar vivamente. El diálogo sostenía, en tanto, sus prestancias, y
los actos se deslizaban bajo un innegable encanto literario.
* * * * *
El público aplaudió los tres actos del drama, reclamando en todos la
presencia de la autora. Josefina Morer exteriorizó una vez más su alto
temperamento dramático en la interpretación de Marcela. Y fué secundada
con acierto por la Sra. Siria, y por los Sres. Hernández y Vega,
especialmente.

De "La Vanguardia", de Barcelona:
Otra producción no sólo interesante por sí misma, sino reveladora de
aptitudes dramáticas ciertas ha sido _El Jayón_, primer trabajo escénico
de la insigne novelista Concha Espina. Se trata de una bella narración
publicada ya y adaptada perspicazmente al teatro por su autora. El
público percibía con claridad los dos elementos indispensables: el
ambiente montañés que envuelve el episodio, y la curiosa experimentación
del amor maternal que se intenta realizar. Así la potencialidad de la
fábula destacaba sus vigores y la emoción surgía eficazmente. El dolor
de aquella madre que en lejano día señalara al hijo legítimo como
espurio, como hallado, como el _jayón_, avergonzado del raquitismo y de
la fealdad del niño, adquiere una alta significación en el momento de
perecer el muchacho víctima de un accidente fortuito. El verdadero
_jayón_, el muchacho sano y hermoso se salva. Quien perece es el
muchacho aquel que todos creían no era el de la triste. Ved por lo
apuntado cómo en el drama de la Sra. Espina asoma mejor que una
Fatalidad ciega o una Fatalidad hecha de determinismos, una decisiva
acción providencial, pronta a ejercer sus justicias inexorables. La
sencillez de los personajes que conocemos, el tono misterioso, recogido
y apacible de la obra y la necesidad que tienen aquellos campesinos
humildes del amparo constante de lo alto, concluyen de establecer las
condiciones especiales de _El Jayón_. Y todo esto forma un conjunto
organizado cuyas finalidades idealistas arriban sin mengua de la
realidad viva y palpitante. Prueba, además, que la insigne autora de _La
Esfinge Maragata_ y de _La Rosa de los Vientos_ puede caminar por la
escena. Y a la par afirmaba, con el ejemplo ante nosotros, que no son
tan insondables como se cree los abismos separadores de la novela y de
la dramática.
JOSÉ ALSINA.

De "El Liberal":
«El Jayón», por Concha Espina.
La excelente novelista y escritora ha demostrado con ese su primer
ensayo teatral que tiene todas las condiciones de un buen dramaturgo.
_El Jayón_ es una obra dramática, trágica más bien, llena de emoción y
de fuerza, cuyo fondo es hondamente patético. Y que por la forma y el
ambiente--escenas de la montaña santanderina--está llena de verdadera
poesía real.
Fué muy aplaudida.
MANUEL MACHADO.

De "La Acción":
Concha Espina es una escritora que goza de grandes simpatías entre las
damas. El arte de sus novelas y la ejemplaridad que resplandece en la
vida de esta mujer iluminan su personalidad con los prestigios más
ingentes. Concha Espina ha sabido ser una gran escritora y una dama
amante de su hogar, términos no antitéticos, pero, en realidad, no muy
avenidos en la vida corriente y moliente. Por eso sus lectores muestran
hacia su autora predilecta, tanta simpatía como admiración.
_El Jayón_ es el primer intento teatral de la Sra. Espina. Nadie lo
diría al ver el dominio técnico de que da gallardas muestras esta
escritora en el drama estrenado anoche en Eslava.
En _El Jayón_, a través de una trama simplicísima y de gran fuerza
patética, Concha Espina exalta con toda la vehemencia de su corazón
femenino, dotado de una gran sensibilidad, el sentimiento de la
maternidad, que es eje y esencia del drama.
No queremos hurtar a nuestros lectores el interés que en ellos ha de
despertar el argumento del drama. Por eso, contrariando nuestros deseos,
nos abstenemos de relatar las incidencias del asunto.
Hay en esta primera obra de Concha Espina verdaderos alardes de
sagacidad psicológica, que delatan un gran temperamento dramático en la
ilustre escritora. La acción de la obra se desarrolla en la montaña
santanderina, y los personajes, a pesar de su rusticidad, se expresan
con la sobria elegancia de lenguaje que es característica en aquella
comarca castellana. Sorprenden en _El Jayón_, la fluidez y naturalidad
del diálogo y la elevación literaria de los giros, por cuyo extremoso
celo merece sinceros plácemes esta ilustre autora.
El interés del drama no desmaya un solo instante. La obsesión amarga de
que están embargados los personajes de la obra se transmite al público,
poniendo en tensión sus nervios en espera del desenlace. Y éste
sobreviene, sencillo, noble y patético, coronando con los rigores de la
adversidad definitiva la gama de torturas en que han venido
consumiéndose las almas.
El público rindió pródigos homenajes a Concha Espina, la cual hubo de
salir a escena al final de cada jornada, requerida por los insistentes
aplausos.
Josefina Morer, en la protagonista de la obra, puso de relieve sus
grandes aptitudes para los papeles dramáticos. La bella y gentil actriz,
que es todavía una niña, si, como es de esperar, persevera en el
estudio, será muy pronto una de las figuras culminantes de nuestra
escena.
Asimismo merecen un sincero aplauso el Sr. Hernández, que cada día añade
mayores perfecciones a su arte, y la Sra. Siria, siempre ajustada y
excelente actriz.
ALBERTO MARÍN ALCALDE.

De "El Universo":
Las delicadezas del estilo de Concha Espina no son nuevas para nuestros
lectores.
Esta escritora, quizás la más espiritual de las de su sexo, ha triunfado
en el cuento, en la novela y en el comentario sentimental, con estilo
propio, y con triunfos tan rotundos como generales. Sus artículos,
gustados por el público y consagrados, como sus novelas, por la
crítica, la han granjeado una reputación literaria de las más sólidas.
Pero si como creadora de las más bellas farsas poéticas es estimada por
los lectores, quizás las exquisiteces de su estilo, por lo raras y
escogidas, por lo depuradas literariamente, la han conquistado, en el
mundo de los artistas una personalidad sobre todas original.
Concha Espina, aplaudida y mimada del público por toda su labor
anterior, va ahora al teatro con una obra dramática de ambiente rústico.
En declaración autocrítica nos dice la ilustre autora que en su nuevo
drama no pretende ni enseñar ni demostrar nada, y que el público está
libre de todo intrincado problema moral de complicada solución.
El ensayo dramático de la ilustre autora de _La Esfinge Maragata_
pertenece a lo que pudiéramos llamar teatro poético. _El Jayón_ es la
poética exaltación de la maternidad y el canto a las sublimes y
misteriosas profundidades y siniestros de las montañas. Allá arriba, en
las cimas donde las ventiscas y las tempestades se forjan, la nieve
entierra, quitando antes el último suspiro, al jayón.
* * * * *
El diálogo, que es el oro puro de esta narración novelesca, tiene
primores poéticos y de estilo verdaderamente espléndidos.
El lenguaje florido de aquellas montañesas toma color con la acción, y
nos sabe más a mieles que en las lecturas.
La Srta. Moner, en primer lugar, y Hernández, prestan el calor de su
arte sincero y conmovedor a aquellas ternísimas escenas sentimentales.
La Sra. Siria y Ricardo de la Vega, en papeles episódicos, admirables de
carácter.
Hidalgo y los demás intérpretes, muy bien.
Concha Espina salió a escena al final de todos los actos a recibir los
aplausos numerosos y entusiastas.
FEDERICO LEAL.

De "El Fígaro":
Los intérpretes del drama.
El drama estrenado anoche por la compañía que acaudilla D. Gregorio
Martínez Sierra no va a los artistas del teatro Eslava. Sinceramente
estimamos que merece otra interpretación más de emoción, de más nervio,
que la que le dieron, con la mejor intención, la Srta. Morer, la Sra.
Peñaranda y Paco Hernández, principales intérpretes de _El Jayón_.
Y es que, acostumbrados al género diametralmente opuesto que cultiva el
director artístico del teatro, no sienten, no viven, no cultivan el
drama intenso que con tan buena fe les ha entregado la Sra. Espina, de
quien teníamos un alto concepto literario por sus novelas y cuentos, y a
la que debemos desde ahora una mayor consideración escénica.
Esta misma opinión nuestra sustentaba el público que acudió al estreno
del drama, otorgando con afecto prolongados aplausos a la autora y
reclamando su presencia en escena al finalizar cada uno de los tres
actos en que la obra está desarrollada.

«El Jayón».
_El Jayón_, el niño hallado sin padres, recogido por caridad, es al
contrario de lo que estamos acostumbrados a ver en teatros, el motivo
del drama íntimo que ahoga la felicidad del matrimonio montañés, eje de
la obra.
Este hijo del amor adúltero, hijo del marido y de una moza del valle, es
encontrado una noche de nieve y de frío junto a la puerta de la casa del
padre.
La esposa, que sospecha la tragedia de aquel hombre, acoge con amor a la
criatura y procura hermanarla con su hijo, el legítimo, recién nacido
también. Pero un día descubre que éste es defectuoso, enfermizo,
contrahecho, y en un arranque de orgullo, sintiéndose humillada,
vencida, viendo al _jayón_ fuerte y sano, cambia a los niños de cuna
para no avergonzarse ante la gente del fracaso de su amor.
Y como un castigo ultrahumano, fingiendo siempre, eternamente dolorida,
ve sucumbir, poco a poco, a su hijo verdadero, hasta que una noche
trágica, también de fríos y nieves, perdidos en la montaña, el padre de
los dos niños abandona, muerto, helado, al enfermo, para salvar al otro
sano...
Este es el drama fatal, sombrío, en el que interviene, como una sombra
acusadora, la madre del _jayón_, errante y triste, para recobrarlo al
final, en una escena de extremada intensidad, de un agobio profundo,
dislacerante, amargo.

El drama.
Se desarrolla fácilmente, sin complicaciones, muy ponderado y muy
interesante. Un momento, cuando acaba la obra, pesa algo, por la
extensión del momento que, una vez expuesto, no debiera prolongarse con
la desesperación y el dolor de la madre.
Literariamente merece algo más que el ligero comentario que podríamos
hacerle. A nuestro juicio, modestísimo, hace tiempo que no se
representaba una comedia tan fácilmente dialogada ni tan elegante de
expresión.
Sin perder un momento el ambiente rústico, sin un alarde, se escucha con
verdadera complacencia por el buen gusto de la escritora, que, a no ser
mujer, seguramente hubiese alcanzado los honores de la Academia hace
tiempo.

Presentación.
Así como los efectos escénicos del acto primero nos causaron una
impresión de espanto, de desesperación, por los tonos chillones del
decorado, por la falsedad absoluta del paisaje, por la colocación, en
general, en cambio tenemos que confesar el acierto del escenógrafo
Mignoni al presentar la misma, exacta decoración de paisaje en el
segundo, con un efecto de nieve verdaderamente originalísimo. El
decorado del tercer acto es de escasa, nula originalidad. Su
indumentaria, aceptable nada más.
JOSÉ MAIRAL.

De "La Correspondencia de España":
«_El Jayón_, nos dice su autora, es un drama rústico, amargo, lo mismo
que la vida, fatal como un _karma_ que se cumple.
Se desarrolla entre pasiones desnudas, entre criaturas buenas, en un
medio primitivo, dentro del cual intervienen los elementos, con sus
voces y su poder misterioso, como un personaje más. No está hecho a la
medida de ningún actor», etc.
Esto nos dice la Sra. Espina, y aun algo más, y en verdad no nos
defrauda.
Es _El Jayón_ uno de esos dramas humanos que, por lo mismo, por lo
humanos, pueden pasar en cualquier parte, en cualquier época, allí donde
latan dos humanos corazones... ¿Qué decimos dos? No; aquí son necesarios
más; cinco por lo menos: tres _activos_, digámoslo así (los de dos
mujeres madres y un hombre padre), y dos _pasivos_ (los de los hijos):
el _jayón_ y el legítimo.
En la vida se han dado sin duda muchos casos como el que presenciamos
ayer en la escena. La novedad en estos asuntos nada importa; su
verdadera novedad no está en el motivo, sino en el modo de
desarrollarlo, y la distinguida y laureada autora de _La Esfinge
Maragata_ ha demostrado un tacto escénico admirable.
Sobriamente y con creciente interés en cada escena, va desenvolviéndose
el drama, que tiene instantes felicísimos de emoción y poesía.
Es verdad que ninguno de los papeles está hecho _a la medida de ningún
actor_; pero es cierto también que todos estos papeles de la vida real,
con sus palabras y sus sentimiento comunes, _caen_ siempre como hechos a
la medida para nuestros cómicos, que son insuperables en cuanto se les
hace caminar por la superficie terrena y no se les obliga a explorar en
psicologías subterráneas o aéreas.
Anoche, todos los actores de Eslava que tomaron parte en la obra lo
hicieron a maravilla. Hasta los más secundarios; por ejemplo, aquellos
dos pastores, llegados al llano de las alturas nevadas, parecían tipos
arrancados de la propia sierra.
Todos dignos de plácemes, y sobre todos hemos de mencionar especialmente
y en justicia a la Sra. Peñaranda, que dió la nota dramática más
emocionante, sin gritos desentonados, gestos extemporáneos, sin
aspavientos, sino con una sobriedad en la actitud y en la palabra,
palabra cálida, humana, de dolor profundo y contenido, mil veces más
emocionante y trágica que un coro de voces plañideras.
La Sra. Espina salió al final de todos los actos, reclamada por los
aplausos unánimes del público. Reciba también el nuestro fervoroso.
GOY DE SILVA.

De "El Imparcial":
Con motivo del estreno de «El Jayón».
_Hablando con Concha Espina._
Dulzura; todo en ella es dulzura: los ojos puros que miran siempre _más
allá_, el pliegue de la boca cansada, los gestos pausados, la voz
igual...
Entra en el saloncillo del teatro, donde la espero; el ancho sombrero de
terciopelo negro proyecta una sombra suave sobre su rostro, cubriendo
los cabellos negros; los largos pendientes de coral rojo no son en ella
una extravagancia, ni siquiera una fantasía: son un adorno encantador e
inmóvil, porque su cabeza apenas se mueve.
--Vengo a molestarla--la digo--con motivo del estreno de esta noche; la
actualidad manda, y usted es hoy una figura de actualidad de primer
orden...
--¡Oh, no!--protesta casi intimidada--: de primer orden, no.
--Un estreno teatral femenino--prosigo--es aquí un acontecimiento, y
tratándose de una firma, como la de usted... Pero esto es un pretexto;
hace mucho que yo deseaba hablar con usted para poder luego hablar de
usted a mis lectoras. Y antes de tratar de su nueva personalidad
literaria, yo quisiera que me hablase usted de su vida.
Y me habló de su vida muy sencillamente, con su voz dulce e igual,
parándose a menudo, como si cada palabra evocase algo ante sus ojos, que
miran siempre _más allá_...
* * * * *
--Y ahora hablemos un poco de su última encarnación literaria. ¿Cómo se
le ocurrió escribir para el teatro?
--Paso de la novela al teatro con la misma naturalidad y lógica que pasé
del periodismo a la novela, o de los versos a la prosa. Hace algún
tiempo escribí _El Jayón_ en novela para _La Novela Corta_. Mis pocos
amigos intelectuales me aseguraron que los tres capítulos de _El Jayón_
eran más bien tres actos de un drama. Y un buen día me decidí a seguir
su consejo y, en efecto, a medida que escribía me parecía que mi novela
iba adquiriendo su verdadera forma, realizando su verdadera misión.
--Volviendo al motivo _de actualidad_ de mi visita, ¿cuáles son sus
impresiones de autora dramática en día de primer estreno?
--Estos días confieso que en los ensayos sufrí un poco; es doloroso el
oir las frases que nos dictó la emoción, cien veces remachadas,
indiferentemente, desapasionadamente. Yo comprendo que esto es una
sensación algo pueril, de autora novicia.
--No sé si es pueril, pero me parece que debe ser muy justa. ¿Y hoy?
--Hoy estoy muy tranquila; soy muy optimista.
Y sus ojos, y su actitud toda, confirman tan sinceramente sus palabras
que la miro algo desconcertada, y no temiendo ya turbar tan robusta
serenidad, insisto:
--Sin embargo, descontado el valor seguro de una obra de usted, hay
obras muy hermosas y hasta de gran éxito más tarde, que fueron, el día
de su estreno...
--... ¿Un fracaso?--concluye tranquilamente--. Pues bien, yo me pongo
perfectamente en el caso; de todas maneras no será culpa mía. Yo he
escrito un drama que yo misma he presenciado y hondamente sentido,
entregándome en mi obra con toda pasión, con toda fe. Yo no podía hacer
más; luego, sean las cosas como sean, mi trabajo es el mismo; yo
también...
¡Admirable Concha Espina, inmortal autora de _La Esfinge Maragata_; el
éxito de su primer drama ha debido llenarla de una alegría digna, sin
nervosidad, como sin nervosidad también fué la espera! Porque usted en
la gloria como en el arte, como en la vida misma, permanece siempre
fuerte con dulzura, optimista sin vanidad, y sin pasividad, serena.
Porque usted, como sus ojos claros, está siempre _más allá_...
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