El Jayón: Drama en tres actos - 2

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quiere más que a mí; de que está prendado de ella como nunca; ¡para
siempre!: ¡los primeros amores suelen retoñar!
LUISA
(_Maliciosa_.) ¡Juraría que eso te lo acaban de decir!
MARCELA
¡Puede ser!... Pero el amor que a mí me tuvo fué un capricho y ya se le
pasó.
LUISA
¿Y en qué lo conoces?
MARCELA
(_Obstinada_.) En todo: debiendo ser feliz, está siempre sombrío,
amargurado; si la nombran se altera, si la ve se aturde... ¡Esas son
malas señales!
LUISA
¡No seas aprensiva! Si es verdad que Andrés volvió a buscarla fué sólo
por compasión, sin dejar de quererte... ¡Así acabó de perderla!
MARCELA
¡Por eso la compadece más!
LUISA
Ahora, considerando lo que estás haciendo por esa criatura (_Indicando
al niño_.) te venera lo mismo que a una imagen.
MARCELA
(_Muy huraña_.) No basta que me venere... si se acuerda de la otra...
Además... yo no merezco esa veneración.
LUISA
(_Con asombro_.) ¿Qué dices?
MARCELA
(_Evadiéndose_.) Nada, nada... Te estoy entreteniendo... Iré a buscarte
el delantal. (_Entra en la casa_.)
LUISA
(_Suspirante_.) Pues, señor, esta moza se consume: ¡tan guapa, tan
buena!... Y la otra lo mismo... Todo por un hombre; ¡no tenemos remedio
las mujeres!... Voy a ver a este crío infeliz. (_Se acerca a la cuna de
Jesús_.) ¡Ay, qué ojos luce más implorantes!
MARCELA
(_Saliendo con el delantal en la mano_.) Estará despierto ¿verdad? Se
pasa horas enteras con los ojos abiertos, sin moverse, sin quejarse:
parece que escucha, que discurre y cavila... (_Entrega la prenda a_
LUISA.) Toma.
LUISA
Tú sí que cavilas, mujer.
MARCELA
(_Bajo su preocupación_.) El otro se despierta y se vuelve a dormir...
LUISA
Me voy. Ya es tarde y Antonio me estará esperando para cenar. (_Va
anocheciendo_.)
MARCELA
Yo voy a recoger las cunas y a cerrar las puertas: hace frío.
LUISA
(_Asombrada_.) ¿Frío?
MARCELA
(_Estremecida_.) Sí; en cuanto se va el sol, siento un aire helado que
no sé si baja del monte o sube del valle...
LUISA
Nada, hija, que estás perdiendo la salud.
MARCELA
(_Sombría_.) ¡Puede ser!
LUISA
Vaya, que no te mortifiques; que mires algo por ti, y hasta mañana.
(_Sale_ LUISA.)
MARCELA
Vete con Dios...

ESCENA V
Se acentúa en el campo la sombra del crepúsculo. MARCELA; luego IRENE y
ANDRÉS.
MARCELA
(_En actitud de profunda desolación_.) Sí; tengo frío, tengo miedo;
¡tengo una pesadumbre y unas ansias!...
IRENE
(_Llega despacio, con mucha timidez, vestida pobremente de negro y habla
con la voz contenida y cobarde_.) ¡Marcela!
MARCELA
(_Con un grito de espanto_.) ¡Ah!... ¿Qué?
IRENE
¿Te causo miedo?
MARCELA
¡Venías tan callando!... (_Dominándose entre brusca y medrosa_.) ¿Qué
quieres?
IRENE
No tengo trabajo ni qué comer... Sé que mañana segáis el alto de la
Coteruca, y venía a pedirte un jornal.
MARCELA
(_Sin mirarla_.) Se lo diré... a mi marido, y ya te avisaré...
IRENE
(_Que no ha entrado en el portal_.) Dios te lo pague... con razón dicen
que eres tan generosa... (_Vacilando_.) ¿Me dejas... dar un beso a los
niños?
MARCELA
(_Se yergue muy altiva, con un ímpetu bárbaro de crueldad, y apunta
hacia la cuna de Jesús, quedándose de pie junto a la de Serafín, con
orgulloso gesto_.) Sí; entra, entra; mira; acércate más: ese desgraciado
que no duerme ni llora... ¡ese es el jayón!... (IRENE _se acerca a la
cuna señalada, y arrodillándose reverente, se inclina con suprema
ternura a besar al niño. En la puerta del huerto aparece_ ANDRÉS _que
observa a las dos madres_.)
TELÓN.


ACTO SEGUNDO

La misma decoración. Han pasado nueve años, nieva y es
media tarde en el mes de febrero.

ESCENA PRIMERA
MARCELA, después LUISA
MARCELA
(_Con un chal obscuro atado a la cintura, se asoma al borde del portal
en atisbo impaciente de la borrasca, muy afligida_.) ¡Virgen Santa!...
Arrecia el temporal y Andrés no vuelve con los niños... ¡Buena locura
haberlos dejado ir!... ¿Qué será de ellos, Señor?
LUISA
(_Envuelta en un mantón, con abarcas, llega muy arrebujada, llamando
desde el camino_.) ¡Marcela!... ¿Dónde estás?
MARCELA
Aquí, ¿dónde quieres que esté? Clavada en esta linde, esperando que pase
la cellisca, pidiéndole a Dios que «aquellos» vuelvan sin mal ninguno.
LUISA
(_Desembarazándose un poco del chal_.) Ya sabía yo que estarías así, con
el alma en un hilo, hecha una calamidad... Por eso vine.
MARCELA
(_Agradecida_.) Hiciste bien.
LUISA
(_Mirándola con aire de reproche_.) No; si tú no vas a llegar a vieja:
¡lo digo yo!
MARCELA
(_Pesimista_.) ¡Poco me falta!
LUISA
(_Con indignación_.) Pues, hija, ¡te luciste! Vieja tú, a los treinta
años, con una salud como un roble; con esa cara; con ese pelo... ¿qué
diremos, entonces, las demás?
MARCELA
¡Ay Luisa, he sufrido tanto!...
LUISA
(_Animosa_.) Para todo da el tiempo.
MARCELA
¡Y lo que me espera!
LUISA
Mira, si te pones de pésame me vuelvo a mi casa.
MARCELA
(_Sentándose y poniéndole otra silla_.) ¡Si supieras lo que estoy
padeciendo!
LUISA
(_Sentándose_.) Pero criatura, atiéndete a razones: Andrés salió con los
muchachos ayer a media tarde.
MARCELA
Sí; estaba el día nublado y sereno.
LUISA
¡Ya lo sé!... Pensaban dar la vuelta hoy, tal como a estas horas.
MARCELA
Eso mismo.
LUISA
Y como nieva, y como en el invernal están asubio, con torta caliente y
leche abundante... ¡pues no vuelven hasta que mejore el tiempo!
MARCELA
(_Sin persuadirse_.) Es que Jesús está cada día peor... Yo creo que
tiene calentura: no come, no duerme... y tiemblo por él.
LUISA
¿No decís que el monte le prueba, y que el médico le manda subir?
MARCELA
Por eso subió; porque arriba duerme y come algo más, y Andrés le lleva a
menudo.
LUISA
(_Convencida_.) Pues habrá dormido y habrá cenado anoche.
MARCELA
¡Pero el frío le hace mucho daño!
LUISA
Tendrán buena lumbre. Además ha calentado un poco la tarde. Mira: ya me
sobra el mantón. (_Echándole para atrás sobre la silla_.) Todo eso que
ves (_Señalando hacia fuera)_ no va a durar ni veinticuatro horas. Va a
saltar el ábrego y a barrer la nevada en un periquete.
MARCELA
(_Que permanece ensimismada_.) ¡Ay, tú me animas!
LUISA
A eso he venido.
MARCELA
Pero no sabes...
LUISA
¿Qué es ello, di?: vamos a ver.
MARCELA
(_Con voz sorda_.) No... no.
LUISA
Bueno: pues no lo dices y en paz.
MARCELA
(_Pasándose las manos por la frente_.) ¡Dios mío! (_Para esconder su
pensamiento se levanta y vuelve a escrudiñar los horizontes_.) Cunde la
nieve; se rasan las veredas... todas las lejuras parecen una sola
mortaja... (LUISA _se asoma también a mirar_.) Oye, oye los frémitos del
aire, los clamores del agua en el fondo de la hoz...
LUISA
(_Le interrumpe_.) Sí, Marcela, sí; ya veo, ya oigo... Cuando hay un
temporal aquí, en el mes de febrero, suele suceder que cae la nieve; que
la tierra parece mismamente una difunta; que el viento muge igual que un
toro; que el río se pone ronco de dar voces...
MARCELA
Tú lo dices así porque no tienes un hijo en medio de la borrasca.
LUISA
¡Mujer, ni tú tampoco! El tu muchacho, valiente y robusto, que salta y
brinca lo mismo que un rebeco, está con su padre en la cabaña; no en
medio de la sierra...
MARCELA
(_Confusa_.) Pero Andrés se verá muy mal con el otro, enfermo...
LUISA
El otro... el otro...

ESCENA II
Dichas y REMEDIOS
REMEDIOS aparece en el camino con la falda por la cabeza, descubriendo
un refajo rojo. Lleva abarcas y una toquilla cruzada a la cintura.
REMEDIOS
¡Eh, Marcela, aquí estoy yo!
MARCELA
(_Asomándose a encontrarla_.) Pase, pase, tía Remedios.
LUISA
Venga con Dios.
REMEDIOS
(_Dejando caer el vestido_.) ¡Ah, tienes buena compaña! Pues, hijuca,
lleguéme acá pensando que estarías sola.
MARCELA
Se lo agradezco. (_Acerca otra silla para_ REMEDIOS _y las tres se
sientan_.)
REMEDIOS
Y a saber si habían venido los del invernal. (_Saca de una gran
faltriquera una media empezada y unos espejuelos que se pone y comienza
a tejer_.)
MARCELA
¡No fuera malo!
LUISA
Ya le digo yo, que vendrán así que escampe.
REMEDIOS
¡Eso es!... Y en el ínterin, no te apures, que buena cabaña tienen.
MARCELA
(_Sin tranquilizarse_.) ¿Y si les ha cogido fuera la nevisca, ya en el
retorno, es un suponer?
LUISA
(_Impaciente_.) ¿Y si llega el día del juicio final?
MARCELA
¡Ay, Dios mío!
REMEDIOS
(_Sacando de la faltriquera un mazo de algodón_.) Miray, y si no hacéis
nada, devanarme esta madeja.
LUISA
(_Cogiendo el mazo y desdoblándole_.) Venga; no nos ha de sobrar mucha
luz, por eso no traje labor.
MARCELA
Yo no puedo hacer nada: me sería imposible.
LUISA
(_Alargándole la madeja para que le ayude_.) ¿Ni tener aquí?
MARCELA
¡Ni eso!
LUISA
¡Válgame el Señor! (_Se levanta, cuelga la madeja en el respaldo de la
silla y se pone a devanar_.)
REMEDIOS
(_A_ LUISA.) Bien considero lo que padece esta infeliz, que el que tiene
un hijo solo, está siempre si le ve o no le ve.
LUISA
Yo, ¡como no tengo ninguno!
REMEDIOS
¡Y no estarás conforme!
LUISA
¡Qué remedio me queda!
MARCELA
¡Dichosa de ti!
REMEDIOS
(_Suspirando_.) ¡Ay, una sola he criado yo, de seis que tuve, y quisiera
meterla en un fanal!
LUISA
Tú, Marcela, no has pensado siempre como ahora.
MARCELA
Tienes razón.
LUISA
Esperaste a Serafín como si fuera el premio gordo.
MARCELA
Mucho más: hubiese dado media vida por él.
LUISA
Como tardaba en venir, toda te volvías ofertas y peregrinaciones...
REMEDIOS
¡No sabe una lo que pide!
MARCELA
(_Evocadora_.) Sí; me puse muchas veces en cruz a los pies de la Virgen
de la Esperanza, y fuí sola, cuando llenó la luna, a beber agua en la
fuente del argomal...
REMEDIOS
Dicen que tiene mucha virtud.
LUISA
(_Incrédula_.) Puede ser.
REMEDIOS
(_A_ LUISA.) ¿Tú no has hecho la prueba?
LUISA
No, señora; yo no.
MARCELA
(_Embargada en sus recuerdos_.) Una noche, la última que fuí, campaba la
luna, para mi cuenta, más grande y más luciente... Era por el mes de
mayo; estaban las árgomas en flor, olía todo el valle a madurez y un
malvís cantaba como un loco en el ansar... (_Ni_ LUISA _devana ni_
REMEDIOS _teje_.) Llegué a la fuente, me hinqué a beber en la misma boca
del manantío, y al levantarme vi una mujer a mi lado.
REMEDIOS
¡Te quedarías como lela!
LUISA
¿No sería tu sombra?
MARCELA
Una sombra muerta me pareció... pero estaba viva... Tenía los ojos del
color del bosque; los pasos, chitos; el habla, muda...
REMEDIOS
No digas más: ya sabemos quién era.
LUISA
¿Y qué hiciste?
MARCELA
Eché a correr sin buscar el sendero. El vestido se me enganchaba en las
púas de la ramazón, y pensaba yo que «la otra» corría detrás de mí; que
me quería detener, que me iba a matar... rodé por la tierra, volví a
levantarme...
REMEDIOS
Sólo de oirlo se me acorta el resuello, muchachas.
LUISA
Y se pone un ñudo en el corazón.
MARCELA
Pasaron nueve años, y tengo patente en el alma, como si fuera hoy,
aquella noche blanca de luna y de miedo, llena de flores amarillas, que
me tiraban de la ropa... (_Va anocheciendo. Se oyen pasos en el corral._
LUISA, _que sigue de pie, se asoma a ver quién llega, sin soltar el
ovillo que devana_.)
LUISA
Aquí viene Antonio.
REMEDIOS
(_A_ MARCELA, _volviendo a su labor_.) ¡No sé cómo lograste el hijo, con
el susto y la caída!
MARCELA
(_Aparte_.) ¡Lograrse! ¡Más se logró el de «ella»!

ESCENA III
Dichas y ANTONIO
ANTONIO con abarcas y tapabocas y un paraguas grande, de color, abierto.
LUISA
(_Esperando a su marido al borde del portal_.) ¿Venías a buscarme?
ANTONIO
No; vengo a preguntar por Andrés.
LUISA
No ha llegado.
MARCELA
(_Levantándose muy impaciente. Va al encuentro de_ ANTONIO.) ¿Sabes tú
algo de ellos?
ANTONIO
Ni una palabra. Pero oí decir que bajaban ahora dos pastores con el
serroján, y acerquéme por si habían traído algún mandado.
LUISA
No hemos visto a nadie. (_Vuelve a devanar_.)
MARCELA
¿Qué pastores dices?
ANTONIO
Manuel y Elías, de la cabaña de Cos.
LUISA
Y el serroján será Cándido, ¿eh?
ANTONIO
El mismo.
REMEDIOS
(_Sin dejar su calceta_.) ¡Diez años hace que espera subir hasta pastor!
MARCELA
(_Siempre muy preocupada_.) ¿Y a qué vienen?
ANTONIO
A buscar harina para la borona por si se cierra el tiempo a nevar.
MARCELA
(_A_ LUISA.) ¿Lo ves?
LUISA
(_A su marido_.) Está empeñada en que va a durar la tormenta hasta el
verano.
ANTONIO
Pues yo barrunto que será cuestión de pocas horas; ahí ves tú.
LUISA
(_A_ MARCELA.) ¡Claro, mujer!
MARCELA
Entonces, ¿por qué bajan con una tarde así?
ANTONIO
Porque se equivocaron, si a mano viene... En el monte se hacen las horas
siglos y parecen los temporales el cuento de nunca acabar.
MARCELA
¿Habrán pasado por Bustarredondo?
ANTONIO
Camino derecho no lo es...
MARCELA
(_Con recelo_.) ¿No dijiste que podrían traerme alguna razón?
ANTONIO
¡Como poder...!
LUISA
(_A_ ANTONIO.) ¡No la metas en confusiones!
ANTONIO
Es que podían. En la sierra todo está cercano, al respetive... Si se
enciende una fogata en el tu invernal (_A_ MARCELA_)_ los otros
invernales se dan por entendidos y los pastores se ponen al habla; se
ayudan, si lo han menester...
MARCELA
(_Que escucha recelosa_.) Yo voy a hablar con esos hombres.
REMEDIOS
¡Ay, qué súpita eres!
LUISA
Pero, ¿qué te van a decir?
ANTONIO
Si es por eso, iré yo.
MARCELA
(_Resuelta_.) No; yo misma. Voy de un pronto y vuelvo a escape.
ANTONIO
Y, ¿adónde?
LUISA
¡Eso digo!
MARCELA
Adonde estén.
REMEDIOS
¿Vas a buscarlos por todo el lugar?
ANTONIO
Habrán ido cada uno a su casa o, juntos, a la taberna.
LUISA
(_A_ REMEDIOS.) Cándido puede ser que esté con Flora, tía Remedios, que,
por lo visto, la corteja de viuda también.
REMEDIOS
¡Dióle por ahí...!
MARCELA
(_Coge el mantón de_ LUISA.) Me voy; llevo tu chal.
LUISA
(_A su marido_.) Anda, hombre; vete tú.
ANTONIO
(_Deteniendo a_ MARCELA.) Voy ahora mismo.
MARCELA
Es que me quedo más conforme si los hablo yo.
ANTONIO
Te los traigo aquí.
LUISA
Muy bien.
REMEDIOS
¡Así se hace!
MARCELA
(_Cediendo_.) ¿Y no tardarás?
ANTONIO
De la que los tope doy la vuelta.
MARCELA
Bueno, pues anda, sí... (ANTONIO _recoge el paraguas y sale_.)

ESCENA IV
Dichas menos ANTONIO
REMEDIOS
(_Acomodando sus gafas y su labor en la faltriquera_.) Y yo, muchachas,
voy a dejaros; porque cavilo que ese mozón igual se me cuela donde la
hija, y se quedó sola.
MARCELA
Además se está haciendo tarde para usted.
LUISA
(_Devanando las últimas vueltas de la madeja_.) Sí; que van los caminos
muy malos. Ya está el ovillo hecho.
REMEDIOS
(_Coge la mano que le ofrece_ MARCELA _para levantarse_.) ¡Aúpa!... ¡Ay,
hija, estoy muy torpe! (_Se cubre otra vez la cabeza con la falda,
ayudada por_ MARCELA.)
LUISA
¿Conque el bueno de Cándido sigue pretendiendo a Flora?
REMEDIOS
No sé qué te diga, mujer. Es como si hubiera nacido de suyo con esa
condición; serroján y cortejo de la mi muchacha: de ahí no sale...
Pasaron los años, ella se cansó de esperar y casóse con otro. Ahora
enviuda, con dos rapaces, y ya le tienes ahí.
MARCELA
Se conoce que la quiere.
REMEDIOS
¿Sabrálo él...?
LUISA
(_A_ REMEDIOS, _dándole el ovillo_.) Tenga.
REMEDIOS
Dios te lo pague. (_Le mete en la faltriquera_.) Y tú, hijuca (_A_
MARCELA_)_, no te apures; que ni al hombre ni al hijo tuyo les puede
suceder ningún percance. Son fuertes y sanotes; conque, si alguno lo
pasa mal, será el jayón...
MARCELA
(_Sin poderse contener_.) ¡No le llame usted así!
REMEDIOS
Al fin y al cabo nada te toca, y un ser tan ruino poco vale...
MARCELA
(_Aparte_.) ¡Dios de mi alma!
REMEDIOS
Tú bastante sufriste por causa «de otros»... que tienen muchas culpas
que pagar.
MARCELA
(_Abstraída, desesperada_.) ¡Culpas...! ¡culpas...!
REMEDIOS
Vaya, adiós.
LUISA
Adiós, y tenga cuidado dónde pisa. (_Va con ella hasta el corral._
MARCELA _se deja caer en una silla y se cubre la cara con las manos_.)
REMEDIOS
(_Alejándose despacio_.) Sí; que la nieve resbala mucho.
LUISA
¡Ahinque bien las abarcas...!

ESCENA V
LUISA y MARCELA
LUISA
(_Vuelve al portal y queda muy sorprendida ante la actitud de_ MARCELA.)
Pero, ¿vas a llorar ahora?
MARCELA
(_Con desolación_.) ¿Tú sabes lo que me ha dicho esa mujer?
LUISA
Nada nuevo.
MARCELA
(_Exaltada_.) Nada nuevo, ¿verdad?
LUISA
¡Claro que no!
MARCELA
(_Con impulso irrefrenable_.) Aquel hijo que aguardé tres años, de
rodillas a la vera del altar y de la fuente, aquel hijo que había de
servir de orgullo a Andrés y me iba a vengar para siempre de «la
otra»... es Jesús, ¿sabes?... Es Jesús, el niño maltrecho y ruin, ese
que vale poco, ese a quien llamáis con desdeño el jayón...
LUISA
(_Con asombro inmenso_.) Pero... ¿qué dices?
MARCELA
(_Delirante lanzada a la confidencia como en un vértigo_.) Que los
cambié en la cuna, que sentí el bochorno de confesar por mío al
jorobado, al que mira todo el mundo con burlas o con lástima, y mentí...
los troqué... ¡Soy una criminal!
LUISA
¿Te has vuelto loca?
MARCELA
No, Luisa; estoy en mi sana razón.
LUISA
(_Sentándose al lado de_ MARCELA.) Pero... ¿cómo pudiste?...
MARCELA
Yo sola conocí la desgracia de mi criatura. Tenían los niños tres meses
cada uno; eran como dos mellizos de semejantes y únicamente yo los
diferenciaba, cuando un día palpé en el pecho de Serafín las costillas
viciosas, los huesos retorcidos... Nublé de espanto.
LUISA
¿Y, entonces?
MARCELA
Llamé al médico. Le examinó con señales de compadecerse mucho, y sin
decir el mal que tenía, va y me pregunta:--Este niño, ¿cuál es? Yo
conocí que le iba a sentenciar para siempre, y como la comedianta que
representa una mentira, salté y repuse:--Este es el jayón.
LUISA
¡Te creyó a pies juntos!
MARCELA
Igual que al Evangelio. Aun quiso echarme flores tratándome de generosa
y buena porque criaba yo misma al infeliz... Y le sentenció a padecer
doblado y enfermo, toda la vida...
LUISA
¡Vaya un trance!
MARCELA
(_Con desesperada tristeza_.) Desde aquella hora, Serafín, el pobre hijo
de mi alma, se llamó Jesús, y ya solo fué mío en las entrañas obscuras
de mi corazón...
LUISA
¡Te creímos todos!
MARCELA
Y el primero Andrés... Así empezó mi castigo... Tuve que cuidar al niño
ajeno como si fuera el mío, y esconder para el otro el amor y la
misericordia...
LUISA
No lo escondiste mucho...
MARCELA
¡Por eso me creisteis llena de virtudes y me ensalzasteis más!
LUISA
¡Dabas un ejemplo tan noble!
MARCELA
Sí; ¡mintiendo...! Andrés me mira como a las efigies de los santos...
(_Con infinita amargura_.) sin conseguir «olvidarla»... Por bien
agradecido huye de Irene y quisiera tratar al hijo sano con todas las
finuras, creyendo que me premia... A veces le registra los ojos con
afán... (_Clavando mucho la mirada_.) así... así... como un loco... Es
que los tiene lo mismo que su madre, verdes, tristes, pungidos de penas
y de brasas... ¿te has fijado?
LUISA
En que son muy hermosos; pero en la semejanza no... ¡Cómo se me iba a
ocurrir...!
MARCELA
Pues el padre los teme y los busca sin saber por qué... Debe pensar que
engendró en mí un hijo lleno de la pasión de la otra, dueño de aquellos
ojos y de aquella mirada... En tanto se me oculta para consolar al
enfermo imaginando que es el de «ella» y que me duele ese cariño.
LUISA
Por desgraciado le prefiere.
MARCELA
¡Y también porque en él la sigue queriendo todavía!...
LUISA
Tú discurres demasiado. Al cabo del tiempo, Andrés no se acuerda de
Irene, que está, la pobre, acabada, consumida...
MARCELA
(_Con sombría expresión_.) ¡No; que le quedan los ojos!
LUISA
¿Querías que estuviese ciega?
MARCELA
(_Misteriosa_.) Pero los tiene llenos de lumbre, llenos de esperanza...
le viven, allá en la hondura, unos secretos que Andrés no puede olvidar.
LUISA
(_Fascinada_.) ¿Y tú los descubriste?
MARCELA
No, no... parecen cosa de brujería...
LUISA
(_Con la misma inquietud_.) ¡Cosa de sortilegio!
MARCELA
Es como si otras almas que sufrieron de amores y de olvidos se asomaran
al semblante de esa mujer, para rogar clemencia.
LUISA
(_Levantándose y sacudiendo la obsesión_.) La mitad de lo que hablas es
porque la compadeces y porque...
MARCELA
(_Interrumpiendo_.) Sí, dilo, dilo: porque tengo remordimientos...
LUISA
¡Mujer!
MARCELA
(_Atendiendo a rumores del camino_.) Se oyen pasos: viene gente.
LUISA
(_Asomándose al corral_.) ¡Si ya es de noche!
MARCELA
(_Observando también_.) Y ha dejado de nevar.
LUISA
Sin duda Antonio vuelve con los pastores.
MARCELA
(_Estrechando las manos de su amiga_.) ¡Guárdame el secreto, por Dios!
LUISA
Descuida, mujer.
MARCELA
¡Nadie en el mundo lo sabe más que tú! (_Llega_ ANTONIO _con los
pastores_.)

ESCENA VI
Dichas, ANTONIO, ELÍAS y MANUEL.
Los dos últimos llevan zajones a estilo del país, cayados y abarcas.
ANTONIO
(_A_ MARCELA.) Aquí tienes a éstos.
ELÍAS
Buenas noches.
MANUEL
Dios os guarde.
MARCELA
Ya disimularéis el incomodo...
ELÍAS
¡Bah! ¡Siendo cosa tuya y de Andrés!
MANUEL
¡Lástima fuera!
MARCELA
¿Y el serroján?
ANTONIO
Está en casa de Flora y dijo, dice: Dile que no puedo ir.
LUISA
¡Qué zoquete!... Pero no os quedéis al raso. (_Viéndoles a la orilla
del portal_.) Adelante. Voy a encender luz.
MANUEL
(_A_ LUISA.) Déjalo: se ve bastante así.
MARCELA
No, no; os vais a sentar. Ahora sacaré un farol. (_Entran bajo el
techado y se sientan todos menos las mujeres_.)
LUISA
Yo entro por él. (_A su marido_.) Alúmbrame tú.
ANTONIO
Voy. (_Sin levantarse enciende la mecha con mucha calma._ LUISA _aguarda
de pie_.)
MARCELA
(_A los pastores_.) Conque no pasasteis por Bustarredondo ¿verdad?
(_Sentándose_.)
ELÍAS
No.
MANUEL
No es camino ni menos pensarlo.
MARCELA
¡Tengo una inquietud!... Quería saber si es muy recio allá arriba el
temporal.
MANUEL
Pues... no sé qué decirte. (ANTONIO _alumbra a su mujer y entran en la
casa_.)
MARCELA
¡Ay, Dios mío; será tremendo!
ELÍAS
De todas suertes ya pasó lo peor.
MARCELA
(_Ansiosa_.) ¿Si?
MANUEL
¡Toma! Como que saltó el ábrego ¿no le oyes bufar? (_Se oye un trueno
sordo_.)
MARCELA
(_Escuchando_.) Me parece que lo que oigo es un trueno.
ELÍAS
Eso mismo es.
MARCELA
Entonces vuelve la tormenta.
MANUEL
Al contrario, se va hacia la costa.
ELÍAS
El viento la sorbe. (_Luce un relámpago_.)
MARCELA
(_Se santigua_.) ¡Virgen santa!
MANUEL
Todo ese aparato es música celestial.
MARCELA
¿Y en el monte cayó mucha nieve?
ELÍAS
¡Bastante!
MARCELA
¿Como cuanta?
MANUEL
Era nevasca, ¿sabes? de esa que cae en torbellinos y le ciega a uno.
MARCELA
¡Eso temía yo!
ELÍAS
Fué esta mañana; de repente: mostróse el cielo gacho y turbio y empezó
una cellisca que tenía que ver.
MARCELA
¡Ay, Señor! (_Se levanta y se acerca a la puerta por donde entraron_
LUISA _y_ ANTONIO.) ¡Luisa!
LUISA
(_Desde dentro_.) Allá vamos.
MARCELA
Trae un jarro de vino; haz el favor: ya sabes dónde está. (_Volviendo a
sentarse_.) ¡Yo no vivo de incertidumbre!
MANUEL
¡Pero si ya está desnevando!
ELÍAS
¡Y que va por la posta!
MARCELA
(_Bajo su preocupación_.) ¿De modo que esta mañana hubo remolinos y
ventisca?
MANUEL
¡Con fuerza!
MARCELA
¿A qué hora empezó?
ELÍAS
Sobre eso de las diez.
MARCELA
¿Y duró mucho?
ELÍAS
Hasta media tarde. Así que me amainó bajamos nosotros para acá. Ya
rodaba la nube contra la llanura y en los pliegues del monte remanecía
el ábrego.
MARCELA
En el valle escampó bien anochecido; ahora poco. (_Salen_ ANTONIO _y_
LUISA_. Él lleva en la mano, encendido, un farol pequeño, de cuatro
vidrios, uno de los cuales gira para servir de puerta._ LUISA _lleva una
jarra de loza con ramos de colores y un solo vaso_.)
LUISA
Aquí tenéis.
MARCELA
Sentaros. (_A_ LUISA.) Anda, sirve tú, ¿quieres? (_Se sienta_ ANTONIO.)
LUISA
Ahora mismo. (_Escancia y ofrece vino blanco a los pastores y luego a su
marido. Beben mientras sigue la conversación; lían cigarrillos en hojas
de maíz y los encienden en la mecha del farol, descolgándole del clavo
donde_ ANTONIO _le habrá puesto en una viga próxima. Durante la escena,
hasta el final del acto, se siguen sucediendo algunos truenos y
relámpagos de la tormenta ya lejana_.)
MARCELA
Estarán cubiertos los caminos allá arriba, ¿eh?
MANUEL
¡Hazte cargo!
MARCELA
¿Y será fácil perderse?
MANUEL
A todo nevar, sí.
ANTONIO
Porque le envuelven a uno el viento y los copos, y se nubla el sentido.
ELÍAS
Hasta puede uno ahogarse, si se tercia.
LUISA
(_Con censura_.) ¡Tan grave lo ponéis!
MARCELA
(_A_ LUISA.) ¿Ves cómo yo tengo razón en afligirme?
ANTONIO
Dicen estos que no.
MANUEL
¡Quiá!
ELÍAS
Andrés no sale con los muchachos de la cabaña hoy.
MARCELA
Pero, ¿si salió antes que empezara a nevar?
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