El Jayón: Drama en tres actos - 1

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OBRAS
DE CONCHA ESPINA

LA NIÑA DE LUZMELA (novela). Segunda edición.
DESPERTAR PARA MORIR (novela). Segunda edición.
AGUA DE NIEVE (novela). Segunda edición.
LA ESFINGE MARAGATA (novela). Segunda edición. Obra
premiada por la Real Academia Española.
LA ROSA DE LOS VIENTOS (novela). Segunda edición.
AL AMOR DE LAS ESTRELLAS (mujeres del _Quijote_).
RUECAS DE MARFIL (novela). Segunda edición.
EL JAYÓN (drama en tres actos).


EL JAYÓN


EL JAYÓN

DRAMA EN TRES ACTOS
ORIGINAL DE
CONCHA ESPINA

ESTRENADO EN EL TEATRO DE ESLAVA, DE MADRID,
EL DÍA 9 DE DICIEMBRE DE 1918.

MADRID
EDITORIAL PUEYO
Calle del Arenal, 6.
1919


Esta obra es propiedad de su autora, y nadie podrá, sin su
permiso, reimprimirla ni representarla en España ni en los
países con los cuales se hayan celebrado o se celebren
tratados internacionales de propiedad literaria.
La autora se reserva el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad de Autores
Españoles son los encargados exclusivamente de conceder o
negar el permiso de representación y del cobro de los derechos
de propiedad.
Queda hecho el depósito que marca la ley.

IMPRENTA HELÉNICA, PASAJE DE LA ALHAMBRA, 3, MADRID


AL INSIGNE DRAMATURGO DR. MAX NORDAU

_Amigo y maestro: Usted que ha tenido para esta obra, cuando apareció en
novela, singulares alabanzas; que la supo alentar hacia el teatro con
generosas profecías, y en público la quiso aplaudir con inolvidable
favor, me permite, ahora, encender en la portada de este libro, como una
lámpara gloriosa, un nombre universal: el claro nombre de usted._
_Al prender su lumbre refulgente sobre el obscuro don que aquí le
ofrezco, siento la mano un poco temblorosa, empañados los ojos con el
vaho del alma, torpe la pluma al peso del corazón._
_A usted, que tanto sabe de las humanas dolencias, de los ideales
sublimes, del arte y de la vida, estas páginas, niñas aún, le llevan, a
falta de otros encantos, los matices de una existencia ya saturada por
los vientos del mundo. Ellas nacieron en las cumbres, en la augusta paz
de los montes; bajaron a la calle en manos humildes, a merced de una
revista popular; subieron a la escena, empujadas por móviles distintos,
en una noche buena para mí, y hoy vienen a doblarse plácidamente, bajo
el nombre luminoso de usted, esperando nuevas andanzas._
_Conocen, pues, deleites de la robusta soledad; hervores de la multitud;
fiebres de la exaltación; contactos de las cosas turbias y malignas que
nos hacen huir. Y sobre todas las emociones, el alto gozo de este
homenaje lleno de admiración para el gran artista y de gratitud para el
noble amigo..._
_Que en la ausencia le sirvan a usted de afectuoso recuerdo español, si
no como rosas de cultivado jardín, como flores agrestes de mi huerto
montaraz..._
CONCHA ESPINA.
Madrid, 1.º de Enero de 1919.


AUTOCRÍTICA
Publicada en «La Tribuna».

_El Jayón_ es un drama rústico, amargo, lo mismo que la vida, fatal como
un _karma_ que se cumple.
Se desarrolla entre pasiones desnudas, entre criaturas buenas, en un
medio primitivo, dentro del cual intervienen los elementos, con sus
voces y su poder misterioso, como un personaje más. No está hecho a la
medida de ningún actor; así los de Eslava, que lo desempeñan con patente
gallardía, pregonan la condición de su talento, dócil y flexible.
No es _El Jayón_ una obra regional, o por lo menos, es muy secundario su
regionalismo; la acción puede suceder en todos los rincones del mundo
donde el Amor y el Dolor vayan de la mano, como suelen ir; si yo la
sitúo en mi tierra de Cantabria, es porque de ella conozco, con más
entrañado sentimiento que de ninguna otra, el paisaje y las costumbres,
el lenguaje culto y señoril, modelo popular de buen castellano, con
todos sus ritmos y matices.
En este drama no trato de decir nada nuevo, de plantear problema alguno,
ni mucho menos de resolverle. Aspiro sólo a llevar a la escena un pedazo
palpitante de vida, un bloque de la cantera humana, labrado por mi
corazón. Para darle forma no me preocuparon ardides técnicos y me dejé
conducir por la emoción y la realidad, creyendo que este camino, si no
fácil y corto, es el único que logra llegar a un alto fin.
Cuanto a la incertidumbre que pueda causarme esta primera obra teatral,
confesaré que, teniendo yo del público un elevadísimo concepto y dándole
siempre lo mejor de mi alma en mi arte, espero su fallo con la serenidad
de quien, al ofrecer con pura intención su dádiva más noble, merece,
siquiera, un poco de gratitud...
Madrid, 8 de Diciembre de 1918.


REPARTO

PERSONAJES ACTORES
_Marcela_ (21 años) JOSEFINA MORER.
_Irene_ (22 » ) HERMINIA PEÑARANDA.
_Luisa_ (28 » ) ANA SIRIA.
_Remedios_ (50 » ) ANA MARÍA QUIJADA.
_Carmen_ (20 » ) JOAQUINA ALMARCHE.
_Flora_ (16 » ) ISABEL GARCÉS.
_Andrés_ (29 » ) FRANCISCO HERNÁNDEZ.
_Antonio_ (38 » ) RICARDO DE LA VEGA.
_Elías_ (30 » ) PABLO HIDALGO.
_Manuel_ (31 » ) ANDRÉS TOBÍAS.
_Cándido_ (19 » ) JUAN BERINGOLA.
_Serafín_ y _Jesús_. (Niños de la
misma edad que en el primer
acto aparecen en las cunas).
La escena en una aldea montaraz de Santander. Época actual.
Los trajes como los usa en el Norte la gente del pueblo, sin marcado
color regional que ya no existe. En el acto segundo, casi todos los
personajes llevan abarcas de madera a estilo del país. Los hombres usan
boina. Se habla el castellano correctamente, con escasas alteraciones,
según el texto y la realidad.


ACTO PRIMERO

Un portal rústico, sostenido por vigas, abierto al campo
en casa de ANDRÉS, sobre un paisaje agreste que descubre
la alta sierra y el hondo río. El techado ocupa la escena
por el lado derecho, de través. Al fondo corre la
empalizada de un huerto con portilla, y a la izquierda,
en terreno que lo mismo puede ser campo que corralada y
que linda con el camino vecinal, hay un pozo con brocal
alto, torno y cadena. A un extremo del portal dos
escanillas--las cunas pobres de la Montaña--donde duermen
los niños. Un banco, algunas sillas de madera, una cesta
de costura y los útiles de un pequeño taller de abarcas,
dan la impresión de que allí se vive al aire libre la
mayor parte del tiempo. Varias puertas comunican con el
interior del hogar. Es verano. La tarde empieza a caer.

ESCENA PRIMERA
MARCELA Y ANDRÉS
Al levantarse el telón aparecen MARCELA cosiendo cerca de las cunas y
ANDRÉS labrando unas abarcas en medio del portal.
MARCELA
(_Suspirando_.) No acabas de estar alegre, no... Ni sabes disimular que
tienes siempre una pena. ¡Dime al menos cuál es!
ANDRÉS
Aprensiones tuyas. Te he repetido muchas veces que soy feliz, que no hay
hombre en el pueblo con más suerte que yo: tengo lucios ganados, buenas
cosechas, una mujer como tú...
MARCELA
(_Interrumpiéndole_.) Y un hijo que merece su nombre.
ANDRÉS
También...
MARCELA
Serafín está cada día más hermoso.
ANDRÉS
Se asemeja a ti.
MARCELA
(_Con prontitud_.) No; a mí no.
ANDRÉS
(_Sonriendo_.) Pues entonces ¿a quién?
MARCELA
(_Algo brusca_.) A ti, será...
ANDRÉS
(_Reflexivo_.) Es robusto como nosotros dos, y junto a ese pobre Jesús,
parece talmente un serafín.
MARCELA
(_Quejosa_.) ¿Te pesa?
ANDRÉS
¡Mujer, qué cosas se te ocurren!
MARCELA
¡Es que lo dices con una lástima!... Tú quieres más al jayón.
ANDRÉS
¡Marcela!
MARCELA
(_Ansiosa y dolida_.) No me lo niegues, Andrés... Si ya todo el pueblo
sabe de quién es el niño; si está corrupto por los alrededores...
ANDRÉS
(_Impaciente_.) Habíamos quedado en no hablar más de eso.
MARCELA
(_Decidida, con voz sorda_.) ¡Es tuyo y de Irene!
ANDRÉS
(_Se levanta bruscamente y ruedan algunos instrumentos del taller_.) ¡Te
prohibo que vuelvas a nombrar a esa infeliz!
MARCELA
(_Sollozando_.) ¡Ay, Andrés!... ¡La quieres, la quieres!... Ahora lo
comprendo mejor que nunca... El hijo «es vuestro»... ¡La quieres! Todo
lo que se decía era verdad.
ANDRÉS
(DESARMADO Y PESAROSO.) ¿Qué se dijo? Vamos a ver.
MARCELA
Lo que yo misma vi.
ANDRÉS
Pero ¿qué viste?
MARCELA
A ella la tuvo su madre escondida algún tiempo; contó que la muchacha
estaba en la ciudad, pero se murmuraron otras cosas... Y cuando nuestro
nene cumplía un mes... ¿te acuerdas?
ANDRÉS
Sí; una noche te desperté para decirte:--Escucha; parece que a la puerta
balita un corderín... Contestaste:--Es un niño que llora; abre: es un
jayón... ¡Habías acertado! Te le llevé a la cama y le diste cobijo...
MARCELA
No le había de dejar morir de frío y de hambre, como una hereje; pero al
ser de día quise llevarle a la inclusa y te opusiste.
ANDRÉS
(_Confuso_.) Después de haberle recogido...
MARCELA
La caridad de una hora no nos obligaba para toda la vida. Como no
atendías mis razones, empecé a sospechar.
ANDRÉS
¡Y los chismes de los vecinos!...
MARCELA
No, Andrés, no; que sin ver a nadie aquella mañana, porque llamé bribona
a la madre del niño abandonado, te pusiste furioso... (_Indignada y
celosa_.) ¡Saliste a defenderla!
ANDRÉS
Y ahora también. Aunque una moza tenga un desliz y pretenda ocultarle,
no me parece justo insultarla.
MARCELA
La verdad no es un insulto. La madre que abandona su criatura es...
ANDRÉS
(_Interrumpiéndola exaltado_.) ¡No lo digas!
MARCELA
¡Ay, Andrés!...
ANDRÉS
(_Conmovido_.) Si le pone a la puerta de una mujer tan buena como tú, no
es más que una desgraciada.
MARCELA
¡La sigues defendiendo!
ANDRÉS
A una sola como tú dices, no. A todas las que sufran el mismo penar.
MARCELA
¡Dios mío!... ¡Cómo te descubres! Ya quedo bien segura de que aquella
noche estabas despierto aguardando al jayón.
ANDRÉS
(_Volviendo a impacientarse_.) ¡Otra vez!...
MARCELA
Querías recogerle antes de que el frío le dañara... Te dolía su llanto
como si te clavasen un puñal... Sí, sí; es carne tuya y de esa...
ANDRÉS
(_Violento_.) ¡No la nombres!
MARCELA
(_Entre lágrimas_.) ¡Qué desdichada soy!
ANDRÉS
(_Compadecido y acercándose a ella_.) Porque te empeñas tú. Te dejas
llevar por cuentos de comadres como si no valieras más que todas ellas
juntas... (_Acariciándole el pelo y separándole las manos con que se
cubre la cara_.) ¡Vamos, no llores!... ¿Qué motivos tienes para
sospechar de mí?... Di la verdad.
MARCELA
(_Con deseos de que la consuelen_.) Sí que los tengo. Fuiste novio suyo;
os ibais a casar cuando fuiste a mi pueblo y me conociste a mí... ella
dicen que... te quiere todavía...
ANDRÉS
(_Incrédulo_.) Dicen... dicen...
MARCELA
No se le ha conocido otro rondador...
ANDRÉS
Y eso, ¿qué?
MARCELA
(_Vacilando_.) El niño se parece a ti.
ANDRÉS
(_Irónico_.) ¿En lo derecho?
MARCELA
(_Con amargura_.) ¡No te burles!
ANDRÉS
¡Pero si una pizca de crío a los ocho meses no se parece a nadie!
MARCELA
(_Con cierto despecho_.) ¿No decías antes que Serafín?...
ANDRÉS
Le comparo contigo porque es fuerte y galán, mientras que el otro
pobre, contrahecho y enfermizo...
MARCELA
(_En desconsolada actitud_.) Sí; ¡es una compasión!...
ANDRÉS
(_La mira en silencio. Coloca junto a ella el taburete donde antes
trabajaba y se sienta muy pensativo. Sale al cabo de su meditación_.)
¡Qué buena eres!... ¡Cuando cavilo que te hago llorar, alguna vez, como
ahora, por ser yo torpe y brusco!
MARCELA
(_Conmovida_.) Calla, calla...
ANDRÉS
(_Buscándole las manos y los ojos_.) ¡Perdóname, Marcela!... No hay en
el mundo otra criatura tan santa y generosa como tú... Creíste que ese
niño era mío; desconfiaste de mí... y le diste la sangre y el calor; le
aselaste en tu pecho como a un pajaruco sin nidal...
MARCELA
(_Muy turbada_.) ¡Calla, por Dios, Andrés!
ANDRÉS
(_Vehemente_.) Por lo que haces, a la vera de lo que dudas, ¡bendita
seas!
MARCELA
(_Bajo inexplicable confusión_.) ¡No me hables así!
ANDRÉS
Más mereces tú, y yo soy hombre de poca labia... Hoy tengo que decirte
para toda la vida: es cierto que quise a esa mujer... pero te quise a ti
más y la dejé por ti. Nada tengo que ver con ella. Si la encuentro me
voy por otro camino. No la hablo nunca; no la miro jamás... ¿Qué otra
cosa me pides?
MARCELA
(_Siempre atribulada_.) ¡Ay, ni yo misma lo sé!
ANDRÉS
Y en lo tocante al nene, no me puedes decir que te obligo a guardarle,
porque le tienes tanta ley como yo... Le estás criando como a tu propio
hijo; pusiste juntas las escanillas en tu alcoba; los confundes a los
dos en un mismo desvelo y tanta lástima sientes por Jesús...
MARCELA
(_Ansiosa_.) ¿Qué?
ANDRÉS
Como si le hubieras echado al mundo.
MARCELA
(_Bajando los ojos muy confusa_.) ¡Pobre chiquitín!
ANDRÉS
Si te afligen sus cuitas, ¿por qué te pasma que le compadezca yo?
MARCELA
¡Me haces unas preguntas!...
ANDRÉS
(_Triunfante_.) ¿Quieres que le llevemos al hospicio?
MARCELA
(_Con pánico_.) ¡Qué atrocidad!
ANDRÉS
(_Muy cariñoso_.) ¿Qué puedo hacer para verte contenta?
MARCELA
Estarlo tú.
ANDRÉS
¡Si lo estoy!
MARCELA
No; eso no, Andrés... Llevas siempre una arruga aquí (_Tocándole en la
frente_.), un tajo que se te hunde hasta el mismo corazón...
ANDRÉS
(_Bromista_.) ¡Pues no has dicho tú poco!
MARCELA
Digo la verdad... Y en la mirada una pesadumbre que no la sabes
esconder.
ANDRÉS
Tienes, tienes explique... (_Se levanta y va recogiendo las herramientas
caídas_.)
MARCELA
No he ido a la escuela tanto como tú, no entiendo de finuras ni de
sabidurías; pero en las cosas del sentir...
ANDRÉS
Para eso no hace falta aprender... (_Quedan un momento silenciosos_.)
MARCELA
(_Mirando hacia el camino_.) Ahí vienen Carmen y Flora.
ANDRÉS
Y Cándido detrás. (_Acabó de ordenar el taller y se dirige al pozo para
llenar una regadera grande que habrá junto al brocal_.)

ESCENA II
Dichos, CARMEN, FLORA y CÁNDIDO
CARMEN y FLORA llevan, debajo del brazo y en la mano, botijos de barro
al uso del país. CÁNDIDO, en mangas de camisa, con el dalle al hombro y
la colodra en la cintura, llega detrás de las mozas.
CARMEN Y FLORA
Buenas tardes. (_Posan los botijos en la piedra que con ese objeto hay
cerca del pozo_.)
MARCELA
Muy buenas.
ANDRÉS
Hola, muchachas.
CÁNDIDO
(_Sin acercarse del todo_.) A la paz de Dios.
ANDRÉS
(_Alusivo_.) ¡Hombre, qué milagro tú por aquí!
CARMEN
(_Con malicia_.) Un milagro patente... ¡Como que él y Flora no se
encuentran nunca!
FLORA
No mucho.
MARCELA
(_A_ CÁNDIDO.) Llégate, Cándido. (_Está recogiendo la costura y las
muchachas se le acercan_.)
CARMEN
(_Adelantándose hacia las cunas_.) Yo voy a ver los crios. (_Observando
a uno y a otro_.) ¡Si están despiertos! (_Las tres mujeres se reúnen
junto a los niños hablando en voz baja_.)
ANDRÉS
(_A_ CÁNDIDO.) Vamos, no te quedes ahí como un hito. (_Con la regadera
llena hace ademán de dirigirse al huerto_.)
CÁNDIDO
(_Aproximándose_.) Pues, yo venía al tanto de la siega: que si voy para
ti mañana al prao de la Coteruca.
ANDRÉS
Sí, hombre, cuento contigo.
CÁNDIDO
Se estima.
FLORA
(_Que atiende a lo que hablan los dos hombres se acerca a ellos_.) Y
nosotras, Andrés, ¿iremos por la tarde a eslombillar? (_Se pone a sacar
agua_.)
ANDRÉS
Si «tiran» el prao por la mañana podéis ir.
CÁNDIDO
Escajudo es; pero... ¡madrugando bien d'ello!...
ANDRÉS
A todos los segadores de la cuadrilla os cunde la labor... y si con el
alba salís...
CÁNDIDO
(_Dándose importancia_.) Se saldrá. (_Andrés entra en el huerto_.)
CÁNDIDO
(_A_ FLORA _indeciso_.) Conque, ¿os aguardo ahí alante?
FLORA
Bueno...
CÁNDIDO
(_A las otras mujeres_.) Vaya, condiós.
MARCELA y CARMEN
Adiós. (FLORA _sigue sacando agua y llenando los botijos_.)
MARCELA
(_A_ CARMEN. _Hablando de los niños_.) Tienen buena pasta, que si no me
darían mucha guerra... El uno porque está sano y rollizo llora poco...
el otro apenas tiene resuello para llorar.
CARMEN
En santas manos cayó el inocente... ¡Mira que ser un infeliz jayón y
salir jiboso además!
MARCELA
(_Suspirante_.) ¡Pobre criatura!
CARMEN
¡No tan pobre que dió contigo!
FLORA
(_Termina su labor y se acerca a las otras mujeres secándose las manos
con el delantal_.) Sí, Marcela, no es por alabarte, pero lo que estás
haciendo con ese chiquillo es como para ponerlo en los libros de misa.
MARCELA
(_Azorada_.) ¡Por Dios!
CARMEN
(_Ponderativa_.) ¡Ahí es nada...! Recoger al hijo de otra mujer que le
abandona a la santimperie, y criarle como si fuera de las propias
entrañas, y quererle más, según se le ve endeble y cativo, hecho un
pingajo... ¡ahí es nada!
FLORA
(_Con calor a_ MARCELA.) ¡Eso no lo hace nadie más que tú!...
MARCELA
¡Si lo contáis así!... No hay que aumentar... Le hemos tomado ley y en
vez de un hijo tenemos dos...
CARMEN
(_Intencionada_.) Ya, ya... ¡dos hijos!... razón llevas.
FLORA
(_En el mismo tono_.) Para disimular y sufrir eres la única.
MARCELA
(_Pesarosa_.) ¡Ay, no me habléis de ello! (ANDRÉS _vuelve con la
regadera vacía a buscar más agua_.)
FLORA
¿Vamos, Carmen?
CARMEN
Sí, vamos. (_Se dirigen a coger los botijos_.)
ANDRÉS
(_A_ FLORA.) Ahí te esperan, muchacha.
FLORA
Deja que esperen.
CARMEN
Hay algunos que no tienen otro oficio.
FLORA
(_Sentida_.) ¡Vaya, mujer!
FLORA Y CARMEN
(_Despidiéndose_.) Hasta luego.
MARCELA Y ANDRÉS
Adiós.

ESCENA III
MARCELA y ANDRÉS
MARCELA
(_Sale del portal hacia su marido que se dirige al pozo_.) Oye, Andrés,
¿no estás disgustado conmigo?
ANDRÉS
(_Complaciente y triste_.) No, Marcela, no.
MARCELA
(_Afanosa_.) ¿Me quieres mucho?
ANDRÉS
¡Haga Dios que algún día te lo pueda probar!
(_Vacila un momento, luego habla como si tomase una determinación_.) Y,
dime, si se puede saber: ¿por qué hoy, así tan de súpito, saliste con
esa cuestión que al cabo de los meses no habíamos mentado... ni falta
que le hacía?
MARCELA
Porque ahora «ella»... (_Con timidez_.) bien sabes quién te digo, desde
que volvió al pueblo al fallecer su madre, se acerca mucho por aquí. No
se conforma con mirarnos desde su ventana, la que da al camino por el
lado de allá (_Señalando detrás de la casa_.) enfrente de la mía, sino
que ronda estos brañales... y me hacen temblar sus ojos que relucen como
dos luciérnagas, tan hondos, tan tristes...
ANDRÉS
(_Inquieto_.) ¿Y qué más?
MARCELA
Pasa por ahí (_Indicando los alrededores_.) como una sombra, casi
siempre al oscurecer, sin decir ni «buenas tardes».
ANDRÉS
¡Si no sois amigas!
MARCELA
Algo lo fuimos. Cuando me trajiste a la aldea, de recién casada, me
amigué con todas las mozas, pero «ella» siempre huída, como una res que
la persiguen, no se dejó tratar. Al cabo del tiempo desaparecióse y...
no la he vuelto a ver hasta el otro día...
ANDRÉS
(_Tratando de parecer indiferente_.) ¿Qué pasó?
MARCELA
Dejé a los nenes solos un instante para coger un poco de hierbabuena, y
al volver del huerto la encontré aquí, entre las dos cunas, muy
descolorida, muy asombrada. Di un grito, creyendo que era una aparición.
Ella dió otro, como si la despertasen de un sueño... Quedóse muy cobarde
y dijo:--Pasaba por aquí... y entré a mirar los niños. (ANDRÉS _oye el
relato muy absorto, con la cabeza baja_.) Conque, yo, fuí y le dije:
«Mira lo que quieras.» Y me metí adentro; pero volví en seguida,
temerosa no sé de qué.
ANDRÉS
(_Con voz sorda_.) ¿Y ella?
MARCELA
Se había marchado lo mismo que un fantasma... Desde entonces me cela
como si quisiera hablarme. Y yo tengo mucho miedo a sus ojos verdes
igual que el río del ansar; a su cara sin colores; a su voz llena de
agruras...
ANDRÉS
¿Sólo por eso te acuerdas hoy de tus sospechas, y sufres, y me haces
sufrir? (_Hace un movimiento para volver a su tarea_.)
MARCELA
(_Siguiéndole_.) Es que te encuentro más preocupado que nunca, más
pesaroso... Según «ella» quiere acercarse a mí, parece que te me alejas
tú... y pierdo la razón.
ANDRÉS
Pues no receles nada que te nuble; no llames a las penas ni hagas caso
de sombras y fantasmas.
MARCELA
(_Con deseos de retenerle_.) ¿Adónde vas?
ANDRÉS
A seguir regando el plantío que hice ayer.
MARCELA
(_Insinuante_.) ¿Y voy a verte un poco más gozoso?
ANDRÉS
(_Condescendiente_.) ¡Pero, hija mía!
MARCELA
¡Casi nunca te ríes ni te alegras!
ANDRÉS
Se me habrá pegado a la cara la neblina del monte, la tristeza del
país... ¡Yo no lo puedo remediar!
MARCELA
No siempre está nublado... ¡mira, mira qué sol!
ANDRÉS
(_Melancólico_.) ¡Sí; ya traspone!
MARCELA
(_Apoyada en el hombro de su marido, contemplando con él el horizonte
crepuscular_.) Mira cómo se hunde en la mies.
ANDRÉS
Parece un ascua.
MARCELA
Parece, talmente, la hostia cuando relumbra en el viril...

ESCENA IV
Dichos y REMEDIOS, luego LUISA.
ANDRÉS vuelve a llenar su regadera.
REMEDIOS
(_Viene por el camino, llamando_.) ¡Flora... Flora!
MARCELA
(_Volviéndose al portal_.) Fuése con Carmen, tía Remedios.
REMEDIOS
¡Si en juntándose las dos es el acabóse!... Pues a casa no ha llegado.
ANDRÉS
(_A_ REMEDIOS.) Déjela que se esparza, mujer.
REMEDIOS
No; que las mozas están muy bien arrecogidas. (ANDRÉS _vuelve a entrar
en el huerto_.) ¡Ay Marcela, con el aquel de que tu agua es la mejor no
te dejamos vivir!
MARCELA
Al contrario, me gusta ver aquí a la mocedad.
REMEDIOS
(_Acercándose misteriosa_.) Sí, hijuca, sí; más te valen esas visitas
que no otras.
MARCELA
(_Con inquietud_.) ¿Cuáles dice usted?
REMEDIOS
(_Mirando hacia el camino y en voz baja_.) Por estos andurriales pena
Irene igual que un ánima.
MARCELA
(_Disimulando su zozobra_.) ¡Como vive ahí detrás!
REMEDIOS
Pero ronda por aquí delante.
MARCELA
¿Ahora mismo?
REMEDIOS
Veníame a la zaga y se me oscureció no sé por dónde... Paéz que pisa en
el aire: no le suenan los pasos ni siquiera el respiro: ¡Jesús qué
mujer! (_Curiosa y confidencial_.) ¿Sabías que estuvo para casarse con
el tu marido?
MARCELA
(_Algo brusca_.) Sí, señora: y a pesar de saberlo... quise a Andrés...
REMEDIOS
Por ti la dejó.
MARCELA
Y por su gusto.
REMEDIOS
(_Cada vez más insinuante_.) ¡Ay, los primeros amores, dicen que suelen
retoñar!
MARCELA
(_Dolida y orgullosa_.) ¡Qué le vamos a hacer!
LUISA
(_Desde el camino, llamando_.) ¡Marcela!
MARCELA
(_Asomándose fuera del portal_.) Pasa, Luisa.
LUISA
(_Entrando_.) Buenas tardes, tía Remedios.
REMEDIOS
Buenas te las dé Dios y quedaros con Él, que yo me marcho; no venía más
que a buscar a la muchacha.
LUISA
(_A_ REMEDIOS.) Ahí la encontré con el serroján ¡mucho platican!...
REMEDIOS
¡Bah, cosas del mocerío!... ¿Quién hace caso d'ello?
MARCELA
(_Que aparece muy preocupada_.) Es verdad.
REMEDIOS
Conque adiós. (_Sale despacio_.)
LUISA
Adiós.
MARCELA
Que le vaya bien.
LUISA
Quería que me prestases el mandil de color de rosa para hacer uno igual.
MARCELA
Sí, mujer.
LUISA
(_Reparando en la preocupación de_ MARCELA _que se ha sentado en una
silla de través y apoya los brazos en el respaldo_.) Pero, oye, ¿qué te
pasa?
MARCELA
(_Suspirante_.) Lo de siempre.
LUISA
¿Está peor Jesusín?
MARCELA
Lo mismo sigue.
LUISA
Tan ruinuco ¿verdad?... Para el primer ahijado que tuve me lucí.
MARCELA
Lleva nombre de mártir.
LUISA
¡Vaya, y de rey!
MARCELA
¡Si su mal tuviera remedio!
LUISA
Claro que no le tiene: nunca habrás visto un jiboso... que se le quite
la jiba...
MARCELA
Ya lo sé: no me lo asegures.
LUISA
(_Algo extrañada_.) ¡Cuidado Marcela que te duele el jayón!
MARCELA
(_Se levanta suspirando_.) Hay que tener caridad.
LUISA
Harto hiciste por él: bien puedes decir que te debe la vida.
MARCELA
¡Una vida que vale tan poco!
LUISA
¿Y qué culpa tienes tú?
MARCELA
¡Que va a ser un tormento!
LUISA
¡Dale! ¡Si lo tomas así! ¡Mira que tienes una cara de angustia!
MARCELA
(_Queriendo justificarse_.) No es por eso, mujer.
LUISA
¿Pues qué, sigue el tu hombre con la melancolía?
MARCELA
Y otra cosa además.
LUISA
Chismes y cuentos, de seguro. Desde que Irene volvió al pueblo te están
mortificando entre unos y otros.
MARCELA
Si es ella misma que...
LUISA
¿Ella?
MARCELA
Sí; me ronda la casa, me persigue...
LUISA
(_Incrédula_.) Tú ves visiones.
MARCELA
No; que la tía Remedios la sorprendió ahora poco, ahí cerca...
LUISA
Pero el camino es de todo el mundo. Irene es vecina tuya.
MARCELA
Ya te dije que la encontré la otra tarde entre las escanillas.
LUISA
No importa... Sentiría un poco de curiosidad... Debes ponerte en su
caso...
MARCELA
(_Muy alterada_.) Le tengo miedo.
LUISA
¿Miedo?
MARCELA
Sí.
LUISA
¿Piensas que va robarte el hijo?
MARCELA
¡Qué sé yo!
LUISA
¡Vamos, no estás en tus cabales!... Ya ves tú, a mí esa moza me da mucha
lástima: tiene cara de hambre; está muy pobre, sola en el mundo, sin un
consuelo, sin un arrimo... ¡y tan cerca de la dicha tuya!... ¡Su madre
dicen que se murió de pena al ver a la hija deshonrada!
MARCELA
(_Muy conmovida_.) ¡No me lo mientes, no!
LUISA
A ti ya, ¿qué daño te puede hacer?
MARCELA
¡Bastante me hizo!... Estoy segura de que Andrés no la olvida, de que la
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