El Escuadrón del Brigante - 11

Total number of words is 4554
Total number of unique words is 1461
34.8 of words are in the 2000 most common words
47.6 of words are in the 5000 most common words
54.1 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
de barro, un sargento primero con veinte gendarmes que lograron escapar
de la matanza de Hontoria. Casi todos ellos eran de los exploradores
que habían marchado por las crestas del desfiladero.
Pocas horas después, á las seis ó siete de la misma mañana, el
comandante del cantón de Aranda se presentó en el monasterio con
doscientos soldados de infantería y cincuenta caballos. Le acompañaba
un cirujano de la ciudad, don Juan Perote.
Perote reconoció la herida del coronel; según dijo, no se podía extraer
la bala sin practicar una operación cruenta. Respecto á trasladar el
coronel á Aranda, de hacerlo, había que tomar grandes precauciones,
pues la herida se hallaba muy inflamada y el paciente tenía una
calentura terrible.
El comandante de Aranda determinó continuar en el monasterio un par de
días para dar tiempo de descanso á los dragones y gendarmes de Bremond
y ver si llegaba algún nuevo fugitivo de Hontoria.

DELANTE DEL MONASTERIO
Mientras tanto, nuestro escuadrón llegaba por la noche á Peñaranda.
Dejamos parte de la fuerza allí, y yo, con cincuenta hombres de los
más decididos, avancé por la cuesta de San Juan del Monte hasta
aproximarnos á la Vid.
El monasterio tenía en la obscuridad un aire fantástico.
Apenas se le divisaba oculto por una masa de altos y negros chopos.
Se adivinaba, más que se veía, el cauce del río como una barranca
hundida y los grupos de árboles de las orillas.
A la derecha del monasterio se columbraba la cabeza del puente. Arriba
en el cielo palpitaban las estrellas.
No me pareció prudente atacar el convento sin tener idea de sus medios
de defensa, y esperamos al amanecer.
Dormimos un rato y al alba estábamos de nuevo á caballo.
La mañana comenzó á sonreir en el cielo.
Se iba destacando entre la obscuridad y la bruma el poblado de la Vid,
una manzana de casas blancas unidas al convento.
Lara y yo, á pie, ocultándonos entre las matas, nos acercamos á un tiro
de fusil.
Con el anteojo pude ver la barricada del puente y los soldados llegados
de Aranda patrullando por los alrededores.
No éramos bastantes para atacar el monasterio, y, siguiendo las órdenes
del cura, atravesamos el Duero y nos instalamos en Quemada del Monte.
Preparamos el alojamiento, y yo di una vuelta al pueblo en compañía de
Lara.
--Amigo Lara--le dije cuando nos vimos solos--, ¿tú crees que podríamos
contar con nuestra gente?
--Según para qué.
--Para marcharnos hacia la Alcarria á reunirnos con el Empecinado.
--¿Dejando á Merino?
--Sí.
--Suponía que estabas tramando algo.
--Bien; ¿y qué opinas?
--Que no contamos con la gente para eso.
--Crees tú.
--Seguro. El Brigante mismo no lo hubiera podido conseguir. A nosotros
Merino nos molesta y á ti te repugna. A ellos les entusiasma.
--Bueno--contesté yo--; será así, pero te advierto que si Merino nos
deja dos ó tres días aquí, yo con la gente que quiera, hablándoles
claramente ó engañándolos, me voy hacia la Alcarria á juntarme con el
Empecinado.
--Yo voy contigo.
Hablamos al Tobalos. El Tobalos nos escuchó, miró al suelo y no dijo
nada.
--¿Usted vendría?--le pregunté.
--Sí, advirtiéndoselo antes á Merino.
--¿Y los demás?
--No sé.
No había que pedir más al laconismo de aquel hombre; pero se podía
comprender que él pensaba que los demás no querrían marchar hacia la
llanura dejando la sierra.
La mayoría de los guerrilleros sentían un localismo tan exagerado, que
consideraban que del Duero para abajo y del Ebro para arriba acababa
España.

ME LLAMA EL CURA
Por la noche supimos que el cura venía avanzando con el grueso de su
partida á Hontoria de Valdearados, y á la mañana siguiente me mandó un
recado para que me avistara con él.
Supuse yo si su objeto sería instalarse en Zazuar y en Fresnillo de
las Dueñas, con lo cual podía dejar dividida la guarnición francesa de
Aranda en dos partes: doscientos cincuenta hombres en el convento de la
Vid, aislados y sitiados, y trescientos en la ciudad. No era difícil,
seguramente, atacarlos sucesivamente y vencerlos.
En el caso de que se decidiera á esto, yo abandonaría mi proyecto de
deserción, al menos por entonces.
Me adelanté á Hontoria de Valdearados, dejando á Lara en el mando.
Merino no pensaba en sitiar la Vid ni Aranda; no se atrevía á un ataque
tan en grande.
--¿Tú qué harías si estuvieras en mi lugar?--me preguntó.
--Yo, sitiar el convento y atacarlo.
Merino no contestó, y luego, no sé si para intimidarme, me preguntó si
sería capaz de ir á Aranda y enterarme de si el pueblo nos secundaría.
Le dije que sí y marché disfrazado en el carro de un carbonero á esta
villa.
Iba dirigido á don Juan Antonio Moreno, administrador del convento de
Sancti-Spiritus, que vivía en la calle de la Miel, cerca de la plaza
del Trigo.
El carbonero me dijo que á don Juan Antonio y á don Lucas Moreno les
llamaban los franceses y los afrancesados los Brigantes.
Don Juan Antonio Moreno me recibió muy bien. El y su hermano don
Lucas eran los depositarios del Empecinado, y á ellos les enviaba el
guerrillero todas las sumas que recogía.
Hablamos mucho del Empecinado y de la política del tiempo.
Estuve muy bien tratado en los dos días que paré allí; luego, en el
mismo carro en donde había ido, salí de Aranda y volví á mi escuadrón.
Claro que mis informes no sirvieron de nada, porque el cura no había
pensado en atacar Aranda.


IX
EL PARTE DE ARANDA

Los franceses, mientras tanto, estaban inquietos. Al día siguiente de
llegar el comandante de Aranda á la Vid, á las diez de la noche recibió
un parte de su segundo, redactado así:
«Al comandante Bontemps.
Comandante: En este momento acabo de recibir aviso de la llegada
del cura Merino con una numerosa partida al pueblo de Hontoria
de Valdearados. Una avanzada de caballería enemiga se ha
estacionado en el lugar de Quemada, á tres cuartos de legua de
Aranda. Su objeto, indudablemente, es cortar la retirada á las
tropas de usted para cuando intenten volver á esta ciudad.
Prepárese usted en seguida para un posible sitio.
Por ahora no puedo enviar más fuerza.
Como sabe usted, aquí dispongo de trescientos hombres que no
me bastan. Tengo cien para defender el puente, la casa del
Ayuntamiento y el Juzgado. Estoy dispuesto á perder la vida
antes de que entren los brigantes en Aranda. No puedo tampoco
enviar víveres, porque la comunicación está cortada y no los
tengo. He pedido socorros.
El comandante interino del cantón de Aranda.--_Courtois._»

DISPOSICIONES DE BONTEMPS
El parte alarmó extraordinariamente á Bontemps. Temía ser cortado y
atacado en el monasterio. Al instante hizo fortificar el parapeto
mandado construir á su llegada por Bremond y formar otro en el extremo
del puente próximo al monasterio. Colocó cincuenta soldados de
infantería para defender estos dos puntos.
Suponía que, ayudados por los fuegos de las ventanas del convento,
podrían resistir largo tiempo en caso de asalto. Pocos hombres en este
sitio bastaban para contener á Merino si se presentaba.
Luego montó á caballo, corrió á Vadocondes con una escolta de diez
húsares, decomisó los carros que pudo y cerró también allí la cabeza
del puente.
Había hecho de antemano salir del monasterio cincuenta soldados de
infantería y mandado le siguieran.
Cuando llegaron éstos, la barricada del puente de Vadocondes se hallaba
concluída.
Volvió después Bontemps á la Vid y envió un pelotón de húsares y de
gendarmes á patrullar por el camino de legua y media que va del puente
de la Vid al de Vadocondes. Consideraba imposible el paso de los
españoles por El Duero; el río venía muy crecido por las lluvias.
Como todavía le quedaba gente disponible, ordenó á una partida de
húsares rondase San Juan del Monte, en observación del camino de
Aranda, por la derecha del río y las avenidas del monasterio.
Mientras tanto, Merino, poco decidido á probar fortuna, ó no queriendo
deslucir la jornada de Hontoria, después de alarmar los contornos nos
ordenó la vuelta á la sierra.
El comandante Bontemps, al pasar dos días y no verse atacado, exploró
él mismo el camino de Aranda y lo vió, con sorpresa, sin enemigos.
Temía una emboscada; pero como le iban faltando los víveres, decidió
partir al día siguiente con todas las tropas y con el coronel herido.
El abad don Pedro de Sanjuanena le prestó cincuenta hombres de las
granjas de Guma y de Zuzones, colonos del convento.
Remudándose á cortos trechos, llevarían al coronel herido hasta Aranda.
Bontemps pensaba marchar con toda la velocidad posible y recorrer en
cinco ó seis horas las tres leguas y media que hay desde la Vid á
Aranda de Duero.
Hechos los preparativos, al anochecer se retiraron los húsares de la
avanzada de San Juan del Monte y se unieron con los expedicionarios.
Colocaron en la camilla un jergón, dos colchones y varias almohadas,
para que el coronel Bremond fuese sentado. El comandante Bontemps envió
un propio á los soldados del puente de Vadocondes avisándoles que por
la noche se reuniría con ellos. El convoy se puso en marcha rápidamente.
Cincuenta húsares marchaban á vanguardia; después cien infantes; en
medio de ellos el coronel en su camilla, y á retaguardia los gendarmes
y dragones salvados del desastre de Hontoria.
El cirujano don Juan Perote iba á caballo al lado del herido.
Llegó la columna á Vadocondes y se le reunieron los cincuenta soldados
de infantería que guardaban el puente.
Aseguraron éstos no había novedad por los contornos; se dió un
refrigerio de pan y vino á los granjeros y á la tropa, y se dispuso
seguir adelante.
El comandante del convoy ordenó á un pelotón de húsares, al mando de un
sargento, se adelantara hasta Fresnillo de las Dueñas y se enteraran de
si el camino estaba libre.
Pronto volvieron dos jinetes á decir que no se advertía nada sospechoso.
Siguió el convoy á Fresnillo, y desde aquí mandó Bontemps un parte á
Courtois preguntándole si pasaba algo.
Courtois contestó diciendo: «No hay novedad en la villa; se ignora el
paradero de Merino; han desaparecido las avanzadas enemigas de Quemada
y Zazuar. Podéis avanzar».
En vista de estas noticias, continuó el convoy su marcha, y al amanecer
llegaban los franceses á las puertas de Aranda. Courtois les esperaba
en la cabeza del puente con parte de la guarnición.
Entraron las fuerzas en la villa, llevaron al herido á casa de don
Gabino Verdugo, una de las personas más importantes de la población, y
le subieron en la camilla al cuarto dispuesto para él.
Bremond mandó se repartiese su dinero entre los granjeros que le habían
llevado. Bontemps y los soldados fueron á sus respectivos cuarteles.
Al día siguiente el cirujano Perote, acompañado de un médico francés
de regimiento, visitó al coronel, sondaron entre los dos la herida y
extrajeron la bala.
Los facultativos aseguraron que antes de un mes el coronel se hallaría
completamente bien y podría montar á caballo.


LIBRO QUINTO
NUEVAS EMPRESAS


I
LA PARTIDA CRECE

Por aquella acción del Portillo de Hontoria Merino ascendió á
brigadier; otros pasaron de tenientes á capitanes y de capitanes á
comandantes.
Ni Lara ni yo ascendimos. El escuadrón del Brigante desapareció, y
nosotros fuimos incorporados al regimiento de caballería de Burgos.
Después de la célebre emboscada, Merino aumentó considerablemente en
calidad y en número sus tropas que organizaron los comandantes Blanco
y Angulo. El primero fué el jefe del regimiento de caballería de
Burgos, compuesto de ochocientas plazas, y el segundo, del regimiento
de infantería de Arlanza, con dos mil soldados. A fines de 1810, la
división de Merino era de cinco mil hombres.
En este mismo año tuvimos una acción desgraciada en el puente de
Almazán, donde murió uno de los hermanos de Merino, apodado el Majo.
Siete horas duró el combate. Nuestra partida estaba apoyada por el
segundo batallón de Numantinos, compuesto de reclutas, que se batieron
admirablemente.
Los franceses eran mil quinientos. Unas doscientas bajas, entre muertos
y heridos, nos costó aquella acción. Los Numantinos fueron los más
castigados.
Unos días más tarde, en unión de la partida de Salazar, nos apoderamos
de Covarrubias y tuvimos varias escaramuzas en Villalón y Santa María
del Monte.
En otoño de este año se apresaron cinco mil carneros que los franceses
enviaban á Aranda de Duero, y unos días después, en una venta cerca de
Burgos, se quemaron cuarenta carros de galletas que iban dirigidos al
ejército de Massena.
Al año siguiente, por la primavera, estuvimos á punto de pagar nuestra
emboscada de Hontoria del Pinar.
Había vuelto la guarnición francesa á ocupar Covarrubias, y Merino
pensó sorprenderla y pasarla á cuchillo, como había hecho el año
anterior.
Estábamos dos escuadrones de caballería en la sierra de Mamblas, con
unos quinientos á seiscientos caballos.
Merino envió cincuenta hombres del Jabalí á que se acercaran al pueblo
y avanzaran por el puente. Poco después salieron á su encuentro cien
infantes y cincuenta caballos de la guarnición francesa.
Merino, que creyó que los imperiales no tenían más fuerza que aquélla,
dispuso que sus quinientos hombres atacaran el pueblo. Efectivamente;
hicimos retroceder á los franceses y nos metimos en Covarrubias; pero
no habíamos hecho más que entrar, cuando nos vimos envueltos en una
lluvia de balas.
Hubo que salir más que al paso fuera del pueblo.
Llegamos en la retirada al puente, y allí pudimos defendernos un
momento, resistir el choque de los franceses y dar tiempo á que los
nuestros tomaran posiciones.
Los franceses nos atacaban con una furia terrible. Eran unos
seiscientos infantes y más de doscientos caballos.
Ya á campo abierto, la retirada nuestra se efectuó con gran orden, por
compañías y grupos, y al llegar al monte nos dimos por salvados.
En las tres horas de persecución que tuvimos perdimos poca gente para
lo que se hubiera podido calcular.
La partida se batió con una pericia y una serenidad asombrosas.
De Covarrubias, pasando por cerca de Santo Domingo de Silos,
llegamos de noche á Arauzo de Miel, donde nos detuvimos á descansar,
considerándonos seguros.
No habíamos hecho mas que repartirnos en las casas, disponer la guardia
y echarnos á dormir, cuando nos encontramos cercados por los franceses.
La ronda de caballería pudo distraer al enemigo algún tiempo; salimos
luego todos á romper el cerco, y ya fuera, se volvió á efectuar la
retirada por el monte y á obscuras, sin grandes quebrantos, hasta
penetrar en los pinares de Huerta del Rey y quedar en seguridad.
Este mismo año de 1811 peleamos juntamente con la partida de Borbón,
y después, en unión de la de Padilla, contra una columna francesa que
había salido de Segovia y á la que atacamos en Zamarramala.
Más tarde, la división de Merino, con cinco mil hombres, unida á las
partidas de Padilla y Borbón, que tenían mil cada una, formaron una
línea desde el Duero hasta Lerma, situándose Borbón en Roa, Padilla en
Gumiel de Izán, y el cura en Lerma.
En esto, en Marzo de 1812, los franceses cogieron prisioneros en Grado
á los que componían la Junta Superior de Burgos, los llevaron á Soria y
los fusilaron.
A la cabeza de los escuadrones franceses venía un comisario de policía
español afrancesado, llamado Moreno. Este fué el que preparó la
sorpresa donde se aprisionó á los españoles de la Junta.
El cura Merino determinó tomar terribles represalias, y ahorcó y luego
quemó ochenta franceses, veinte por cada español fusilado. Todo por la
mayor gloria de Dios.
Pasada esta racha de furia, Merino se dedicó á darse tono, á
echárselas de general y á hablar con las autoridades.
Lara y yo dependíamos directamente del coronel Blanco y apenas teníamos
que vernos con el cura.


II
LA MUJER DE MARTINILLO

Una noticia que nos produjo á Lara y á mí gran efecto al llegar á
Hontoria fué la de que la mujer de Martinillo, al saber su viudedad,
había muerto.
La Teodosia acababa de tener una niña. Debilitada por el puerperio y
triste por estar separada de su marido, no se restablecía rápidamente.
Fermina la Navarra le había dicho que Martinillo estaba en la Vid.
La Teodosia se resignaba á no ver á su marido á su lado, cuando
entraron una mañana en su cuarto unas comadres, y por sus reservas y la
compasión que le manifestaron, comenzó la enferma á tener vehementes
sospechas de una desgracia.
La Teodosia pidió á gritos que le dijeran lo que pasaba, y al saber la
muerte de su marido le dió un síncope y quedó muerta.
Le avisaron á Fermina, y ésta, furiosa, no se contentó con menos que
con echar á latigazos de la casa á las dos viejas comadres que por su
estupidez habían producido aquella desgracia. A los guerrilleros todos
les pareció muy bien el arrebato de Fermina.
Fermina la Navarra, que era una buena mujer, á pesar de su barbarie y
de su crueldad con el enemigo, decidió adoptar á la niña, á quien se
bautizó y se llamó Teodosia, como su madre.
Fermina decidió llevar á la niña á una nodriza de Huerta del Rey,
y con frecuencia Lara y yo solíamos ir á ver á la chica, á quien
considerábamos como hija adoptiva...
Estuvimos casi completamente en paz unos meses, sin tener grandes
encuentros. La guerra de partidas se iba haciendo más regular á medida
que los núcleos crecían y se uniformaban.


III
EL DIRECTOR, DENUNCIADO

En esto supimos que el director había sido acusado en Burgos por los
franceses de espía de los guerrilleros y metido en la cárcel.
Al saber la noticia le dije á mi compañero Lara, y luego al coronel
Blanco, que creía no debíamos ver indiferentes la prisión del director.
Blanco habló á Merino, el cual no pareció muy alarmado; no le importaba
la cosa, ó consideraba imposible remediarla. Volví á insistir con el
coronel Blanco, y éste dijo:
--Si creen ustedes que pueden hacer algo por el director, yo les daré á
usted y á Lara licencia ilimitada para que vayan á Burgos, si quieren,
solos ó con los asistentes.
--Bueno, iremos--contesté yo.
--Pues, nada; cuenten ustedes con la licencia.
Como Ganisch y yo no conocíamos la gente de Burgos y podían hacernos
alguna pregunta comprometedora en el camino, cambiamos de escudero:
Lara fué con Ganisch, y yo con el asistente de mi amigo y antiguo
criado suyo, un tal García.
Quedamos de acuerdo en reunirnos en el camino entre Hortigüela y Cuevas.
Salimos. Los pueblos del trayecto se encontraban en un estado
lamentable. Por todas partes no se veían mas que ruinas, casas
incendiadas y abandonadas. Nadie trabajaba en el campo, y por las
callejuelas de las aldeas únicamente había viejos, mujeres y chicos
astrosos. Nos encontramos Lara y yo, como habíamos previsto, antes de
llegar á Cuevas, y entramos en Burgos. Fuimos á hospedarnos á casa de
un primo de Lara, y al día siguiente me dediqué yo á enterarme de lo
que había pasado con el director. Llegué á averiguar la génesis de su
acusación y prisión. Era ésta.

LAS SOSPECHAS DE BREMOND
Ocho días después de la llegada del coronel Bremond á Aranda de Duero,
el prefecto de la provincia de Burgos por el rey José, don Domingo
Blanco de Salcedo, fué llamado á presencia del general conde de
Dorsenne.
--Mi querido don Domingo--le dijo Dorsenne--, he recibido un pliego del
coronel Bremond, comandante de la columna de caballería que ha sido
aniquilada en la sierra de Soria por el cura Merino.
--¿Se ha salvado el coronel?
--Sí, se ha salvado. Bremond me dice que tiene vehementes sospechas
de que un señor don Fernando, en cuya casa estuvo de huésped, y que
vive en la calle de la Calera, en unión del administrador de rentas de
Barbadillo del Mercado y de su mujer, están de acuerdo con Merino.
--¿Es posible?--preguntó con sorpresa Salcedo.
--El coronel Bremond declara, bajo palabra de honor, que estas personas
le indujeron con sus informes á apresurar la malhadada expedición que
tantas vidas francesas ha costado.
--¿Y este coronel sigue así las indicaciones de cualquiera?--preguntó
Blanco de Salcedo.
--Sí; realmente es una torpeza suya el confesarlo. Bremond no brilla
por su inteligencia. Yo no quiero cometer una arbitrariedad. ¿Usted qué
opina como prefecto y como abogado?
--Yo, por ahora, mi general, no puedo tener opinión. La acusación es
demasiado vaga para tenerla en cuenta.
--¿No cree usted que valdría la pena de llamar al acusado y de
interrogarle?
--¿Prendiéndole?
--Sí.
--No me parece prudente. Yo, en su caso, escribiría al coronel
diciéndole que puntualizara los cargos. No vayan á tomar esa prisión
como una venganza por la derrota sufrida por la columna. Ese don
Fernando es persona bien relacionada en Burgos, y si se le prendiera
sólo por sospechas, habría un escándalo en el pueblo, cosa que no
conviene.
Dorsenne se dió por convencido; recomendó á Blanco de Salcedo que no
dijera nada á nadie, y escribió á Bremond pidiéndole más datos. Como
don Fernando era persona de respetabilidad y de arraigo en el pueblo,
Dorsenne quiso mostrarse lleno de cordura y de moderación, porque por
mucho menos que lo atribuído al director solía fusilar ó colgar por el
cuello ó por los pulgares á los sospechosos, según su capricho.
Dorsenne sabía que había llegado hasta los ministros del rey José la
noticia de sus crueldades, y quería tener un motivo inapelable para
castigar al director.
A la carta del conde, Bremond, poco amigo de explicarse por escrito,
contestó diciendo que en cuanto se restableciera iría á Burgos y daría
los informes minuciosos y categóricos que necesitaba el general.

EL PREFECTO DE BURGOS
El mismo día en que el conde de Dorsenne escribía á Bremond, el
prefecto Blanco de Salcedo citaba al director en la catedral, y en
la obscuridad, detrás de una columna, le contaba lo ocurrido y le
recomendaba tomase sus medidas.
Don Domingo Blanco de Salcedo, á pesar de su cargo en el gobierno de
José, se sentía patriota.
Don Domingo era, antes de la guerra, abogado en Palencia; luego, por no
poder vivir con la abogacía en aquellas circunstancias calamitosas, no
tener fortuna y sí mucha familia, aceptó la prefectura de Burgos.
Blanco de Salcedo era una excelente persona, muy querido por españoles
y franceses. El general Thiebault, el más inteligente de los generales
de Napoleón que había pasado por Burgos, le estimaba mucho.
Blanco de Salcedo se alegraba íntimamente de los triunfos de los
españoles y sentía sus derrotas; pero no traicionaba al gobierno que le
daba de comer.
Claro que, si podía favorecer individualmente á los españoles, lo hacía.

OTRO DENUNCIADOR
Al mes de esta entrevista celebrada en la catedral llegó á Burgos un
abogado de la villa de Cenicero, don Tomás de la Barra.
El tal individuo, venía de Sevilla, donde había estado trabajando
en las oficinas de la Junta Central en el despacho de los asuntos
políticos de Castilla la Vieja.
Don Tomás, hasta entonces, se manifestó buen patriota, persona
inteligente y discreta. Era, además, hombre de toda confianza de don
Martín Garay.
En esta época, la Junta Central comenzaba á perder crédito; se la
acusaba de grandes fracasos, y á sus individuos de traidores á la
patria y de dilapidadores de los fondos públicos.
Al frente del movimiento contra la Junta Central se colocaron Montijo,
Eguía, la Romana y tanta mala fama tenían los _centrales_, que la
Regencia decidió prender á muchos, y mandó registrar sus maletas á
otros.
Debió de haber en aquella maniobra una conjuración reaccionaria en
contra de la Junta Central, probablemente, porque ésta se manifestaba
muy dada á las reformas.
El abogado don Tomás tenía, sin duda, grandes motivos de queja y de
venganza contra la Regencia que sustituyó en el mando á la Junta
Central, porque abandonó Sevilla y comenzó á sentir por los patriotas
un odio profundo.
Don Tomás, con intenciones aviesas, inmediatamente que llegó á Burgos
se presentó al conde de Dorsenne.
--Mi general--le dijo--, he sabido que su excelencia está haciendo
indagaciones para averiguar el origen del desastre de la columna
francesa enviada á Hontoria.
--Cierto. ¿Usted sabe algo de eso?
--Sí.
--¿Cómo ha podido usted enterarse y adquirir datos, si yo no me he
podido enterar?--preguntó el conde.
--Por una razón fácil de comprender.
--¿Y es?
--Que he sido empleado en la secretaría de la Junta Central de Sevilla
y encargado del despacho de los asuntos políticos de Castilla la Vieja.
--¿De verdad?
--Sí, señor.
--Siéntese usted. Ahora cuénteme usted lo que sepa de ese asunto.
El abogado don Tomás explicó al general cómo recibían en Sevilla las
comunicaciones de don Fernando el director; añadió que éste era el
verdadero organizador de las guerrillas, y que todas las principales
operaciones llevadas á cabo por Merino habían sido preparadas desde
Burgos.
--¿Usted tendría inconveniente en ponerme esos datos en un escrito con
su firma?--preguntó Dorsenne.
--Ninguno.
--Lo malo es que nos van á faltar pruebas terminantes. Las
declaraciones de Bremond son indicios; las de usted serían terribles si
hubiera algo que las comprobara.
--Yo creo que si se registran los papeles de don Fernando se han de
encontrar pruebas.
--Pues se registrarán. ¿Usted es abogado?
--Sí, mi general.
--¿No tiene usted destino por ahora?
--Ninguno, mi general.
--¿Qué clase de destino querría usted?
--Yo, en la judicatura... ó en la hacienda de su majestad católica José
Napoleón.
--Está bien. Se le tendrá á usted en cuenta, y si los hechos se
comprueban, se le dará un buen premio.

LA PRISIÓN DEL DIRECTOR
El mismo día el abogado llevó la delación escrita y firmada, é
inmediatamente el conde de Dorsenne mandó que un pelotón de gendarmes,
en unión de tres oficiales y de un comisario de policía español, fueran
á la calle de la Calera, á casa de don Fernando García y Zamora, á
arrestarle.
Después de arrestado é incomunicado en un cuarto de su casa, los
oficiales y el comisario de policía sellaron todos los papeles,
quedando los gendarmes custodiando al preso.
Al día siguiente se presentó en la casa, con los oficiales y el
comisario de policía, un auditor de guerra y un farmacéutico militar.
Levantaron los sellos y comenzaron el examen de los papeles,
sometiéndolos á la acción del calor y de reactivos químicos por si
alguno se hallaba escrito con tinta simpática.
Como había cartas cuyas palabras se prestaban á diversas
interpretaciones, el auditor ordenó separarlas para que figuraran en el
proceso.
Luego hicieron entrar al director en un coche que esperaba á la puerta
y, echadas las persianas y escoltado por el pelotón de gendarmes, le
condujeron á la cárcel pública, encerrándolo en un cuarto con dos
guardias á la vista.
Pocos días después el conde de Dorsenne envió una columna de mil
infantes y de doscientos caballos á Barbadillo del Mercado. Llevaban
la orden de prender al administrador de Rentas y á su mujer, cosa que
no pudieron realizar; pero, en cambio, se vengaron de la derrota de
Hontoria, saqueando, violando, matando y pegando fuego á todo lo que
vieron por delante.


IV
EL JUICIO

Conocidos estos detalles, Lara y yo nos pusimos en campaña y
proyectamos una serie de planes para libertar al director.
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - El Escuadrón del Brigante - 12
  • Parts
  • El Escuadrón del Brigante - 01
    Total number of words is 4447
    Total number of unique words is 1587
    35.7 of words are in the 2000 most common words
    48.5 of words are in the 5000 most common words
    54.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El Escuadrón del Brigante - 02
    Total number of words is 4634
    Total number of unique words is 1557
    35.9 of words are in the 2000 most common words
    48.1 of words are in the 5000 most common words
    53.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El Escuadrón del Brigante - 03
    Total number of words is 4555
    Total number of unique words is 1562
    36.4 of words are in the 2000 most common words
    48.8 of words are in the 5000 most common words
    54.5 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El Escuadrón del Brigante - 04
    Total number of words is 4696
    Total number of unique words is 1565
    35.0 of words are in the 2000 most common words
    49.4 of words are in the 5000 most common words
    56.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El Escuadrón del Brigante - 05
    Total number of words is 4623
    Total number of unique words is 1591
    33.7 of words are in the 2000 most common words
    48.0 of words are in the 5000 most common words
    56.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El Escuadrón del Brigante - 06
    Total number of words is 4745
    Total number of unique words is 1585
    36.3 of words are in the 2000 most common words
    50.0 of words are in the 5000 most common words
    56.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El Escuadrón del Brigante - 07
    Total number of words is 4600
    Total number of unique words is 1558
    32.1 of words are in the 2000 most common words
    43.6 of words are in the 5000 most common words
    51.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El Escuadrón del Brigante - 08
    Total number of words is 4564
    Total number of unique words is 1521
    35.8 of words are in the 2000 most common words
    49.4 of words are in the 5000 most common words
    55.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El Escuadrón del Brigante - 09
    Total number of words is 4477
    Total number of unique words is 1431
    33.5 of words are in the 2000 most common words
    46.1 of words are in the 5000 most common words
    52.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El Escuadrón del Brigante - 10
    Total number of words is 4536
    Total number of unique words is 1543
    34.2 of words are in the 2000 most common words
    46.9 of words are in the 5000 most common words
    53.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El Escuadrón del Brigante - 11
    Total number of words is 4554
    Total number of unique words is 1461
    34.8 of words are in the 2000 most common words
    47.6 of words are in the 5000 most common words
    54.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El Escuadrón del Brigante - 12
    Total number of words is 4618
    Total number of unique words is 1529
    34.2 of words are in the 2000 most common words
    46.8 of words are in the 5000 most common words
    53.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El Escuadrón del Brigante - 13
    Total number of words is 4669
    Total number of unique words is 1557
    34.5 of words are in the 2000 most common words
    46.3 of words are in the 5000 most common words
    52.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El Escuadrón del Brigante - 14
    Total number of words is 4653
    Total number of unique words is 1499
    36.8 of words are in the 2000 most common words
    50.0 of words are in the 5000 most common words
    55.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El Escuadrón del Brigante - 15
    Total number of words is 4708
    Total number of unique words is 1596
    33.0 of words are in the 2000 most common words
    46.9 of words are in the 5000 most common words
    53.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El Escuadrón del Brigante - 16
    Total number of words is 1927
    Total number of unique words is 816
    40.3 of words are in the 2000 most common words
    52.7 of words are in the 5000 most common words
    58.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.