El Criterio - 12

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y que la doctrina que las rechaza á todas sea verdadera?
Lo primero que las religiones establecen ó suponen, es la existencia de
Dios. ¿Existe Dios? ¿Existe algun Hacedor del universo? Levanta los ojos
al firmamento, tiéndelos por la faz de la tierra, mira lo que tú mismo
eres; y viendo por todas partes grandor y órden, dí, si te atreves: «el
acaso es quien ha hecho el mundo; el acaso me ha hecho á mí; el edificio
es admirable, pero no hay arquitecto; el mecanismo es asombroso, pero no
hay artífice; el órden existe sin ordenador, sin sabiduría para concebir
el plan, sin poder para ejecutarle.» Este raciocinio que tratándose de
los mas insignificantes artefactos, seria despreciable y hasta contrario
al sentido comun, ¿se podrá aplicar al universo? Lo que es insensato con
respecto á lo pequeño, ¿será cuerdo con relacion á lo grande?

§ IV.
No es posible que todas las religiones sean verdaderas.
Son muchas y muy varias las religiones que dominan en los diferentes
puntos de la tierra; ¿seria posible que todas fuesen verdaderas? El sí y
el no, con respecto á una misma cosa, no puede ser verdadero á un mismo
tiempo. Los judíos dicen que el Mesías no ha venido, los cristianos
afirman que sí; los musulmanes respetan á Mahoma como insigne profeta,
los cristianos le miran como solemne impostor; los católicos sostienen
que la Iglesia es infalible en puntos de dogma y de moral, los
protestantes lo niegan; la verdad no puede estar por ambas partes, unos
ú otros se engañan. Luego es un absurdo el decir que todas las
religiones son verdaderas.
Ademas, toda religion se dice bajada del cielo: la que lo sea, será la
verdadera, las restantes no serán otra cosa que ilusion ó impostura.

§ V.
Es imposible que todas las religiones sean igualmente agradables á Dios.
¿Es posible que todas las religiones sean igualmente agradables á Dios,
y que se dé igualmente por satisfecho con todo linaje de cultos? No. A
la verdad infinita no puede serle acepto el error, á la bondad infinita
no puede serle grato el mal: luego el afirmar que todas las religiones
son igualmente buenas, que con todos los cultos el hombre llena bien sus
deberes para con Dios, es blasfemar de la verdad y bondad del Criador.

§ VI.
Es imposible que todas las religiones sean una invencion humana.
¿No seria lícito pensar que no hay ninguna religion verdadera, que todas
son inventadas por el hombre? No. ¿Quién fué el inventor? El origen de
las religiones se pierde en la noche de los tiempos: allí donde hay
hombres, allí hay sacerdote, altar y culto. ¿Quién seria ese inventor,
cuyo nombre se habria olvidado, y cuya invencion se habria difundido por
toda la tierra, comunicándose á todas las generaciones? Si la invencion
tuvo lugar entre pueblos cultos, ¿cómo se logró que la adoptasen los
bárbaros y hasta los salvajes? Si nació entre bárbaros, ¿cómo no la
rechazaron las naciones cultas? Diréis que fué una necesidad social, y
que su orígen está en la misma cuna de la sociedad. Pero entónces se
puede preguntar, ¿quién conoció esta necesidad, quién discurrió los
medios de satisfacerla, quién excogitó un sistema tan á propósito para
enfrenar y regir á los hombres? y una vez hecho el descubrimiento,
¿quién tuvo en su mano todos los entendimientos y todos los corazones,
para comunicarles esas ideas y sentimientos que han hecho de la religion
una verdadera necesidad, y, por decirlo así, una segunda naturaleza?
Vemos á cada paso que los descubrimientos mas útiles, mas provechosos,
mas necesarios, permanecen limitados á esta ó aquella nacion, sin
extenderse á las otras durante mucho tiempo, y no propagándose sino con
suma lentitud á las mas inmediatas ó relacionadas; ¿cómo es que no haya
sucedido lo mismo en lo tocante á la religion? ¿cómo es que de la
invencion maravillosa hayan tenido conocimiento todos los pueblos de la
tierra, sea cual fuere su pais, lengua, costumbres, barbarie ó
civilizacion, grosería ó cultura?
Aquí no hay medio: ó la religion procede de una revelacion primitiva, ó
de una inspiracion de la naturaleza; en uno y otro caso hallamos su
orígen divino; si hay revelacion, Dios ha hablado al hombre, si no la
hay, Dios ha escrito la religion en el fondo de nuestra alma. Es
indudable que la religion no puede ser invencion humana, y que á pesar
de lo desfigurada y adulterada que la vemos en diferentes tiempos y
paises, se descubre en el fondo del corazon humano un sentimiento
descendido de lo alto: al traves de las monstruosidades que nos presenta
la historia, columbramos la huella de una revelacion primitiva.

§ VII.
La revelacion es posible.
¿Es posible que Dios haya revelado algunas cosas al hombre? Sí. El que
nos ha dado la palabra no estará privado de ella; si nosotros poseemos
un medio de comunicarnos recíprocamente nuestros pensamientos y afectos,
Dios todopoderoso é infinitamente sabio, no carecerá seguramente de
medios para trasmitirnos lo que fuere de su agrado. Ha criado la
inteligencia, ¿y no podria ilustrarla?

§ VIII.
Solucion de una dificultad contra la revelacion.
Pero Dios, objetará el incrédulo, es demasiado grande para humillarse á
conversar con su criatura; mas entónces tambien deberíamos decir, que
Dios es demasiado grande para haberse ocupado en criarnos. Criándonos
nos sacó de la nada, revelándonos alguna verdad perfecciona su obra; ¿y
cuándo se ha visto que un artífice desmereciese por mejorar su
artefacto? Todos los conocimientos que tenemos nos vienen de Dios,
porque él es quien nos ha dado la facultad de conocer, y él es quien, ó
ha grabado en nuestro entendimiento las ideas, ó ha hecho que pudiéramos
adquirirlas por medios que todavía se nos ocultan. Si Dios nos ha
comunicado un cierto órden de ideas, sin que nada haya perdido de su
grandor, es un absurdo el decir que se rebajaria si nos trasmitiese
otros conocimientos por conducto distinto del de la naturaleza. Luego
la revelacion es posible; luego quien dudare de esta posibilidad, ha de
dudar al mismo tiempo de la omnipotencia, hasta de la existencia de
Dios.

§ IX.
Consecuencias de los párrafos anteriores.
Importa muchísimo el encontrar la verdad en materias de religion (§ 1 y
2); todas las religiones no pueden ser verdaderas (§ 4); si hubiese una
revelada por Dios, aquella seria la verdadera (§ 4); la religion no ha
podido ser invencion humana (§ 6). La revelacion es posible (§ 7); lo
que falta pues averiguar es, si esta revelacion existe y dónde se halla.

§ X.
Existencia de la revelacion.
¿Existe la revelacion? Por el pronto salta á los ojos un hecho que da
motivo á pensar que sí. Todos los pueblos de la tierra hablan de una
revelacion; y la humanidad no se concierta para tramar una impostura.
Esto prueba una tradicion primitiva, cuya noticia ha pasado de padres á
hijos, y que si bien ofuscada y adulterada, no ha podido borrarse de la
memoria de los hombres.
Se objetará que la imaginacion ha convertido en voces el ruido del
viento, y en apariciones misteriosas los fenómenos de la naturaleza; y
así el débil mortal se ha creido rodeado de seres desconocidos que le
dirigian la palabra, y le descubrian los arcanos de otros mundos. No
puede negarse que la objecion es especiosa; sin embargo no será difícil
manifestar, que es del todo insubsistente y fútil.
Es cierto que cuando el hombre tiene idea de la existencia de seres
desconocidos, y está convencido de que estos se ponen en relacion con
él, fácilmente se inclina á imaginar que ha oido acentos fatídicos, y se
han ofrecido á sus ojos espectros venidos del otro mundo. Mas no sucede,
ni puede suceder así, en no abrigando el hombre semejante conviccion, y
mucho ménos si ni aun llega á tener noticia de que existen dichos seres;
pues entónces no es dable conjeturar de dónde procederia una ilusion tan
extravagante. Si bien se observa, todas las creaciones de nuestra
fantasia, hasta las mas incoherentes y monstruosas, se forman de un
conjunto de imágenes de objetos que otras veces hemos visto; y que á la
sazon reunimos del modo que place á nuestro capricho, ó nos sugiere
nuestra cabeza enfermiza. Los castillos encantados de los libros de
caballería, con sus damas, enanos, salones, subterráneos, hechizos y
todas sus locuras, son un informe agregado de partes muy reales que la
imaginacion del escritor componia á su manera, sacando al fin un todo
que solo cabia en los sueños de un delirante. Lo propio sucede en lo
demas: la razon y la experiencia estan acordes en atestiguarnos este
fenómeno ideológico. Si suponemos pues que no se tiene idea alguna de
otra vida distinta de la presente, ni de otro mundo que el que está á
nuestra vista, ni de otros vivientes que los que moran con nosotros en
la tierra, el hombre fingirá gigantes, fieras monstruosas, y otras
extravagancias por este estilo; mas no seres invisibles, no revelaciones
de un cielo que no conoce, no dioses que le ilustren y dirijan. Ese
mundo nuevo, ideal, puramente fantástico, no le ocurrirá siquiera;
porque semejante ocurrencia no tendrá, por decirlo así, punto de
partida, carecerá de antecedentes que puedan motivarla. Y aun
suponiendo que este órden de ideas se hubiese ofrecido á algun
individuo, ¿cómo era posible que de ello participase la humanidad
entera? ¿Cuándo se habria visto semejante _contagio_ intelectual y
moral?
Sea lo que fuere del valor de estas reflexiones, pasemos á los hechos:
dejemos lo que haya podido ser, y examinemos lo que ha sido.

§ XI.
Pruebas históricas de la existencia de la revelacion.
Existe una sociedad que pretende ser la única depositaria é intérprete
de las revelaciones con que Dios se ha dignado favorecer al linaje
humano: esta pretension debe llamar la atencion del filósofo que se
proponga investigar la verdad.
¿Qué sociedad es esa? ¿Ha nacido de poco tiempo á esta parte? Cuenta
diez y ocho siglos de duracion, y estos siglos no los mira sino como un
período de su existencia; pues subiendo mas arriba, va explicando su no
interrumpida genealogía y se remonta hasta el principio del mundo. Que
lleva diez y ocho siglos de duracion, que su historia se enlaza con la
de un pueblo cuyo origen se pierde en la antigüedad mas remota, es tan
cierto como que han existido las repúblicas de Grecia y Roma.
¿Qué títulos presenta en apoyo de su doctrina? En primer lugar, está en
posesion de un libro, que es sin disputa el mas antiguo que se conoce, y
que ademas encierra la moral mas pura, un sistema de legislacion
admirable, y contiene una narracion de prodigios. Hasta ahora nadie ha
puesto en duda el mérito eminente de este libro; siendo esto tanto mas
de extrañar, cuanto una gran parte de él nos ha venido de manos de un
pueblo, cuya cultura no alcanzó ni con mucho á la de otros pueblos de la
antigüedad.
¿Ofrece la dicha sociedad algunos otros títulos que justifiquen sus
pretensiones? A mas de los muchos, á cual mas graves é imponentes, hé
aquí uno que por sí solo basta. Ella dice que se hizo la transicion de
la sociedad vieja á la nueva, del modo que estaba pronosticado en el
libro misterioso; que llegada la plenitud de los tiempos, apareció sobre
la tierra un Hombre-Dios, quien fué á la vez el cumplimiento de la ley
antigua, y el autor de la nueva; que todo lo antiguo era una sombra y
figura, que este Hombre-Dios fué la realidad; que él fundó la sociedad
que apellidamos Iglesia católica, le prometió su asistencia hasta la
consumacion de los siglos, selló su doctrina con su sangre, resucitó al
tercer dia de su crucifixion y muerte, subió á los cielos, envió al
Espíritu santo, y que al fin del mundo ha de venir á juzgar á los vivos
y á los muertos.
¿Es verdad que en este Hombre se cumpliesen las antiguas profecías? Es
innegable: leyendo algunas de ellas parece que uno está leyendo la
historia evangélica.
¿Dió algunas pruebas de la divinidad de su mision? Hizo milagros en
abundancia; y cuanto él profetizó, ó se ha cumplido exactamente, ó se va
cumpliendo con puntualidad asombrosa.
¿Cuál fué su vida? Sin tacha en su conducta; sin límite para hacer el
bien. Despreció las riquezas y el poder mundano, arrostró con serenidad
las privaciones, los insultos, los tormentos, y por fin una muerte
afrentosa.
¿Cuál es su doctrina? Sublime cual no cupiera jamas en mente humana; tan
pura en su moral, que le han hecho justicia sus mas violentos enemigos.
¿Qué cambio social produjo este Hombre? Recordad lo que era el mundo
romano, y ved lo que es el mundo actual; mirad lo que son los pueblos
donde no ha penetrado el cristianismo, y lo que son aquellos que han
estado siglos bajo su enseñanza, y la conservan todavía, aunque algunos
alterada y desfigurada.
¿De qué medios dispuso? No tenia dónde reclinar su cabeza. Envió á doce
hombres salidos de la ínfima clase del pueblo; se esparcieron por los
cuatro ángulos de la tierra, y la tierra los oyó y creyó.
Esta religion ¿ha pasado por el crisol de la desgracia? ¿No ha sufrido
contrariedad de ninguna clase? Ahí está la sangre de infinitos mártires,
ahí los escritos de numerosos filósofos que la han examinado, ahí los
muchos monumentos que atestiguan las tremendas luchas que ha sostenido
con los príncipes, con los sabios, con las pasiones, con los intereses,
con las preocupaciones, con todos cuantos elementos de resistencia
pueden combinarse sobre la tierra.
¿De qué medios se valieron los propagadores del cristianismo? De la
predicacion y del ejemplo confirmados por milagros. Estos milagros, la
crítica mas escrupulosa no puede rechazarlos; que si los rechaza, poco
importa, pues entónces confiesa el mayor de los milagros, que es la
conversion del mundo sin milagros.
El cristianismo ha contado entre sus hijos á los hombres mas
esclarecidos por su virtud y sabiduría; ningun pueblo antiguo ni moderno
se ha elevado á tan alto grado de civilizacion y cultura como los que le
han profesado; sobre ninguna religion se ha disputado ni escrito tanto
como sobre la cristiana; las bibliotecas estan llenas de obras maestras
de crítica y de filosofía debidas á hombres que sometieron humildemente
su entendimiento en obsequio de la fe; luego esa religion está á
cubierto de los ataques que se pueden dirigir contra las que han nacido
y prosperado entre pueblos groseros é ignorantes. Ella tiene pues todos
los caractéres de verdadera, de divina.

§ XII.
Los protestantes y la Iglesia católica.
En los últimos siglos los cristianos se han dividido: unos han
permanecido adictos á la Iglesia católica, otros han conservado del
cristianismo lo que les ha parecido bien; y á consecuencia del principio
fundamental que han asentado, y que entrega la fe á discrecion de cada
creyente, se han fraccionado en innumerables sectas.
¿Dónde estará la verdad? Los fundadores de las nuevas sectas son de
ayer, la Iglesia católica señala la sucesion de sus pastores, que sube
hasta Jesucristo; ellos han enseñado diferentes doctrinas, y una misma
secta las ha variado repetidas veces, la Iglesia católica ha conservado
intacta la fe que le trasmitieron los apóstoles; la novedad y la
variedad se hallan pues en presencia de la antigüedad y de la unidad; el
fallo no puede ser dudoso.
Ademas, los católicos sostienen que fuera de la Iglesia no hay
salvacion, los protestantes afirman que los católicos tambien pueden
salvarse; y así ellos mismos reconocen que entre nosotros nada se cree
ni practica que pueda acarrearnos la condenacion eterna. Ellos en favor
de su salvacion no tienen sino su voto; nosotros en pro de la nuestra,
tenemos el suyo y el nuestro; aun cuando juzgáramos solamente por
motivos de prudencia humana, esta nos aconsejaria que no abandonásemos
la fe de nuestros padres.
En esta breve reseña se contiene el hilo del discurso de un católico que
conforme á lo que dice san Pedro, quiera estar preparado para dar cuenta
de su fe, y manifestar que ateniéndose á la católica, no se desvía de
las reglas de bien pensar. Ahora, añadiré algunas observaciones que
sirvan a prevenir peligros, en que zozobra con harta frecuencia la fe de
los incautos.

§ XIII.
Errado método de algunos impugnadores de la religion.
En el exámen de las materias religiosas siguen muchos un camino errado.
Toman por objeto de sus investigaciones un dogma, y las dificultades
que contra él levantan, las creen suficientes para destruir la verdad de
la religion; ó al ménos para ponerla en duda. Esto es proceder de un
modo que atestigua cuán poco se ha meditado sobre el estado de la
cuestion.
En efecto: no se trata de saber si los dogmas estan al alcance de
nuestra inteligencia, ni si damos completa solucion á todas las
dificultades que contra este ó aquel puedan objetarse: la religion misma
es la primera en decirnos que estos dogmas no podemos comprenderlos con
la sola luz de la razon; que miéntras estamos en esta vida, es necesario
que nos resignemos á ver los secretos de Dios al traves de sombras y
enigmas, y por esto nos exige la fe. El decir pues, «yo no quiero creer
porque no comprendo,» es enunciar una contradiccion; si lo comprendieses
todo, claro es que no se te hablaria de fe. El argumentar contra la
religion, fundándose en la incomprensibilidad de sus dogmas, es hacerle
un cargo de una verdad que ella misma reconoce, que acepta, y sobre la
cual en cierto modo, hace estribar su edificio. Lo que se ha de examinar
es, si ella ofrece garantías de veracidad, y de que no se engaña en lo
que propone: asentado el principio de su infalibilidad, todo lo demas se
allana por sí mismo; pero si este nos falta, es imposible dar un paso
adelante. Cuando un viajero de cuya inteligencia y veracidad no podemos
dudar, nos refiere cosas que no comprendemos, ¿por ventura le negaremos
nuestra fe? No ciertamente. Luego una vez asegurados de que la Iglesia
no nos engaña, poco importa que su enseñanza sea superior á nuestra
inteligencia.
Ninguna verdad podria subsistir, si bastasen á hacernos dudar de ella
algunas dificultades que no alcanzásemos á desvanecer. De esto se
seguiria que un hombre de talento esparciria la incertidumbre sobre
todas las materias, cuando se encontrase con otros que no le igualasen
en capacidad; porque es bien sabido que en mediando esta diferencia, no
le es dado al inferior deshacerse de los lazos con que le enreda el que
le aventaja.
En las ciencias, en las artes, en los negocios comunes de la vida,
hallamos á cada paso dificultades que nos hacen incomprensible una cosa
de cuya existencia no nos es permitido dudar. Sucede á veces que la cosa
no comprendida nos parece rayar en lo imposible; mas si por otra parte
sabemos que existe, nos guardamos de declararla tal, y conservando la
conviccion de su existencia, recordamos el poco alcance de nuestro
entendimiento. Nada mas comun que oir: «No comprendo lo que ha contado
fulano; me parece imposible, pero en fin es hombre veraz y que sabe lo
que dice; si otro lo refiriera no lo creeria, pero ahora no pongo duda
en que la cosa es tal como él la afirma.»

§ XIV.
La mas alta filosofía acorde con la fe.
Imagínanse algunos que se acreditan de altos pensadores cuando no
quieren creer lo que no comprenden; y estos justifican el famoso dicho
de Bacon: «poca filosofía aparta de la religion, mucha filosofía conduce
á ella.» Y á la verdad, si se hubiesen internado en las profundidades
de las ciencias, conocieran que un denso velo encubre á nuestros ojos la
mayor parte de los objetos; que sabemos poquísimo de los secretos de la
naturaleza; que hasta de las cosas, en apariencia mas fáciles de
comprender, se nos ocultan por lo comun los principios constitutivos, su
esencia; conocieran que ignoramos lo que es este universo que nos
asombra, que ignoramos lo que es nuestro cuerpo, que ignoramos lo que es
nuestro espíritu; que nosotros somos un arcano á nuestros propios ojos,
y que hasta ahora todos los esfuerzos de la ciencia han sido impotentes
para explicar los fenómenos que constituyen nuestra vida, que nos hacen
sentir nuestra existencia; conocieran que el mas precioso fruto que se
recoge en las regiones filosóficas mas elevadas es una profunda
conviccion de nuestra debilidad é ignorancia. Entónces infirieran que
esa sobriedad en el saber, recomendada por la religion cristiana, esa
prudente desconfianza de las fuerzas de nuestro entendimiento, estan de
acuerdo con las lecciones de la mas alta filosofía; y que así el
catecismo nos hace llegar desde nuestra infancia al punto mas culminante
que señalara á la ciencia la sabiduría humana.

§ XV.
Quien abandona la religion católica no sabe dónde refugiarse.
Hemos seguido el camino que puede conducir á la religión católica;
echemos una ojeada sobre el que se presenta, si nos apartamos de ella.
Al abandonar la fe de la Iglesia, ¿dónde nos refugiamos? Si en el
protestantismo, ¿en cuál de sus sectas? ¿Qué motivos de preferencia nos
ofrece la una sobre la otra? Discernirlo será imposible; abrazar á
ciegas una cualquiera nos lo será todavía mas; y por otra parte, esto
equivaldría á no profesar ninguna. Si en el filosofismo, ¿qué es el
filosofismo incrédulo? Es una negacion de todo, las tinieblas, la
desesperacion. ¿Andaremos en busca de otras religiones? Ciertamente que
ni el islamismo, ni la idolatría, no nos contarán entre sus adeptos.
Abandonar pues la religion católica, será abjurarlas todas; será tomar
el partido de vivir sin ninguna; dejar que corran los años; que nuestra
vida se acerque á su término fatal, sin guia para lo presente, sin luz
para el porvenir; será taparse los ojos, bajar la cabeza, y arrojarse á
un abismo sin fondo.
La religion católica nos ofrece cuantas garantías de verdad podemos
desear. Ella ademas nos impone una ley suave, pero recta, justa,
benéfica; cumpliéndola nos asemejamos á los ángeles, nos acercamos á la
belleza ideal que para la humanidad puede excogitar la mas elevada
poesía. Ella nos consuela en nuestros infortunios, y cierra nuestros
ojos en paz; se nos presenta tanto mas verdadera y cierta, cuanto mas
nos aproximamos al sepulcro. Ah! la bondadosa Providencia habrá colocado
al borde de la tumba aquellas santas inspiraciones, como heraldos que
nos avisarán de que íbamos á pisar los umbrales de la eternidad!....


CAPÍTULO XXII.
EL ENTENDIMIENTO PRÁCTICO.

§ I.
Una clasificacion de acciones.
Los actos prácticos del entendimiento son los que nos dirigen para
obrar: lo que envuelve dos cuestiones: cuál es el fin que nos
proponemos, y cuál es el mejor medio para alcanzarle.
Nuestras acciones pueden ejercerse, ó sobre los objetos de la naturaleza
sometidos á la ley de necesidad, y aquí se comprenden todas las artes; ó
sobre lo que cae bajo el libre albedrío, y esto comprende el arreglo de
nuestra conducta con respecto á nosotros mismos y á los demas; abarcando
la moral, la urbanidad, la administracion doméstica, y la política.
Lo dicho hasta aquí sobre el modo de pensar en todas materias, me ahorra
el trabajo de extenderme sobre estos puntos, porque quien se haya
penetrado de las reglas y observaciones precedentes no ignorará cómo
debe proponerse un fin, ni cómo ha de encontrar los medios mas adaptados
para alcanzarle. No obstante, creo que no será inútil añadir algunas
reflexiones que sin salir de los límites fijados por el género de esta
obra, suministren luz para guiarse cada cual en sus diferentes
operaciones.

§ II.
Dificultad de proponerse el debido fin.
No hablo aquí del fin último: este es la felicidad en la otra vida, y á
él nos conduce la religion. Trato únicamente de los secundarios; como
alcanzar la conveniente posicion en la sociedad, llevar á buen término
un negocio, salir airosamente de una situacion difícil, granjearse la
amistad de una persona, guardarse de los tiros de un adversario,
deshacer una intriga que nos amenaza, construir un artefacto que
acredite, plantear un sistema de política, de hacienda ó administracion,
derribar alguna institucion que se crea dañosa y otras cosas semejantes.
A primera vista parece que siempre que el hombre obra debe de tener
presente el fin que se propone, y no como quiera, sino de un modo bien
claro, determinado, fijo. Sin embargo, la observacion enseña que no es
así; y que son muchos, muchísimos, aun entre los activos y enérgicos,
los que andan poco ménos que al acaso.
Sucede mil veces que atribuimos á los hombres mas plan del que han
tenido. En viéndolos ocupar posicion muy elevada, sea por su reputacion,
sea por las funciones que ejercen, nos inclinamos naturalmente á
suponerles en todo un objeto fijo, con premeditacion detenida, con vasta
combinacion en los designios, con larga prevision de los obstáculos, con
sagaz conocimiento de la verdadera naturaleza del fin, y de sus
relaciones con los medios que a él conduzcan. Oh! y cuánto engaño! El
hombre en todas las condiciones sociales, en todas las circunstancias de
la vida, es siempre hombre, es decir una cosa muy pequeña. Poco
conocedor de sí mismo, sin formarse por lo comun ideas bastante claras,
ni de la cualidad ni del alcance de sus fuerzas, creyéndose á veces mas
poderoso, á veces mas débil de lo que es en realidad, encuéntrase con
mucha frecuencia dudoso, perplejo, sin saber ni adónde va, ni adónde ha
de ir. Ademas, para él es á menudo un misterio qué es lo que le
conviene; por manera que las dudas sobre sus fuerzas se aumentan con las
dudas sobre su interes propio.

§ III.
Exámen del proverbio: cada cual es hijo de sus obras.
No es verdad lo que suele decirse de que el interes particular sea una
guia segura, y que con respecto á él, raras veces el hombre se
equivoque. En esto como en todo lo demas, andamos inciertos, y en prueba
de ello tenemos la triste experiencia de que tantas y tantas veces nos
labramos nuestro infortunio.
Lo que sí no admite duda es, que así por lo tocante á la dicha como á la
desgracia, se verifica el proverbio de que el hombre es hijo de sus
obras. En el mundo físico como en el moral, la casualidad no significa
nada. Es cierto que en la instabilidad de las cosas humanas, ocurren con
frecuencia sucesos imprevistos que desbaratan los planes mejor
concertados, que no dejan recoger el fruto de atinadas combinaciones y
pesadas fatigas, y que por el contrario favorecen á otros que, atendido
lo que habian puesto de su parte, estaban léjos de merecerlo; pero
tampoco cabe duda en que esto no es tan comun como vulgarmente se dice y
se cree. El trato de la sociedad, acompañado de la conveniente
observacion, rectifica muchos juicios que se habian formado lijeramente
sobre las causas de la buena ó mala fortuna que cabe á diferentes
personas.
¿Cuál es el desgraciado, que lo sea por su culpa, si nos atenemos á lo
que nos dice él? ninguno, ó casi ninguno. Y no obstante, si nos es dable
conocer á fondo su índole, su carácter, sus costumbres, su modo de ver
las cosas, su sistema en el manejo de los negocios, su trato, su
conversacion, sus modales, sus relaciones de amistad ó de familia, raro
será que no descubramos muchas de las causas, si no todas, de las que
contribuyeron á hacerle infeliz.
Las equivocaciones sobre esta materia suelen nacer de que se fija la
atencion en un solo suceso que ha decidido de la suerte de la persona,
sin reflexionar que aquel suceso, ó estaba ya preparado por muchos
otros, ó que solo ha podido tener tan funesta influencia á causa de la
situacion particular en que se hallaba en la persona, por sus errores,
defectos ó faltas.
La suerte próspera ó adversa, rarísima vez depende de una causa sola;
complícanse por lo comun varias, y de órden muy diverso; pero como no es
fácil seguir el hilo de los acontecimientos al traves de semejante
complicacion, se señala como causa principal, ó única, lo que quizas no
es otra cosa que un suceso determinante, ó una simple ocasion.

§ IV.
El aborrecido.
¿Veis á ese hombre á quién miran con desvío ó indiferencia sus antiguos
amigos, á quien profesan odio sus allegados, y que no encuentra en la
sociedad quien se interese por él? Si oís la explicacion en que él
señala las causas, estas no son otras que la injusticia de los hombres,
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