El Criterio - 04

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para poder comparar la invencion con los demas sistemas conocidos: el
maquinista sabia que las arcas no estaban vacías, tenia un interes en
que se formase alto concepto de la invencion; hay pues bastante peligro
de que el mérito sea exagerado, hasta podrá ser muy mediano, y quizas
nulo.
Una mujer de veracidad probada, pero de imaginacion ardiente y viva, y
ademas muy crédula en asuntos de carácter extraordinario y misterioso,
refiere con el tono de la mayor certeza y con el lenguaje y ademan de
una impresion reciente, que en la noche anterior ha oido en su casa un
ruido espantoso; que habiéndose levantado ha visto el resplandor de
algunas luces en partes del edificio en las que no habita nadie; y que
repetidas veces han resonado con toda claridad voces desconocidas, ya
cual gemidos de dolor, ya cual aullidos de desesperacion, ya cual
aterradoras amenazas. La testigo habrá sido engañada. Es probable que
estando profundamente dormida, algun gato que andaria ocupado en sus
ordinarias tareas de hurto ó caza, habrá derribado algun traste con
estrepitoso fracaso. La buena señora, que quizas conciliaria
dificilmente el sueño, agitada por espectros y fantasmas, dispierta al
retumbante ruido: levántase despavorida, corre presurosa de una á otra
parte; ve en los aposentos desiertos alguna luz, por la sencilla razon
de que nadie cuidó de cerrar las ventanas, y por ellas penetran los
rayos de la luna; por fin llegan á sus oidos las voces misteriosas que
no debieron de ser mas que los silbidos del viento, los crujidos de
alguna puerta mal segura, y tal vez el remoto maullo del malandrin que
salido por la buhardilla se va á trabar refriegas por la vecindad, sin
pensar que sus maldades tienen en congojosa cuita á su dueña y
bienhechora.
Asi discurriria un buen pensador, sin decidirse por esto á creer ó dejar
de creer, pero inclinándose algo mas á lo segundo que á lo primero;
cuando hé aquí que llega á la reunion el marido de la señora espantada.
Es hombre que frisa en los cincuenta, que ha tenido tiempo de perder el
miedo en largos años de carrera militar, no escasea de conocimientos, y
retirado ahora, vive entregado á sus negocios y á sus libros, dejando
que su mujer delire á mansalva. La vista de los circunstantes se dirige
naturalmente al recien llegado; y todos desean saber de su boca la
impresion que le causara la medrosa aventura. «En verdad, señores, dice,
que no sé qué diablos teníamos esta noche en casa. Ocupado en despachar
unos papeles que me corrian prisa, no me habia acostado todavía, cuando
hé aquí que á eso de las doce oigo un estrépito tal que me creí que la
casa se nos venia encima. Lo que es gato no podia ser, porque era
imposible que hiciese tal estrépito; y ademas esta mañana nada se ha
encontrado, ni dislocado, ni roto. Eso de las luces, yo no las he visto;
pero que resonaron unas voces tan tremebundas que casi casi me habrian
metido el miedo en el cuerpo, es positivo. Veremos si la zambra se
repite: yo me temo que se nos ha querido jugar una treta. Desearia
sorprender á los actores representando su papel.» Desde entónces la
cuestion cambia de aspecto; lo que ántes era improbable, ha pasado á ser
creible; el hecho será verdadero, solo falta aclarar su naturaleza.

§ III.
Exámen y aplicaciones de la segunda condicion.
Si conviene precaverse contra el engaño que inocentemente puede haber
sufrido el narrador, no importa ménos estar en guarda contra la falta de
veracidad. Para este efecto será bien informarse de la opinion que en
este punto disfruta la persona, y sobre todo examinar si alguna pasion ó
interes la impelen á mentir. ¿Qué caso puede hacerse de quien pinta
prodigiosos hechos de armas de los cuales espera grados, empleos y
condecoraciones? Está bien claro el partido que tomará el especulador,
si no está dominado por principios de rígida moral y caballerosa
delicadeza. Así, quien refiere acontecimientos en cuya verdad ó
apariencia tiene grande interes, es testigo sospechoso; prestarle
crédito sobre su palabra fuera proceder muy de lijero.
Cuando tratamos de calcular la probabilidad de un suceso que no sabemos
sino por el testimonio de otros, es preciso atender simultáneamente á
las dos condiciones explicadas: conocimiento y veracidad. Pero como en
muchos casos, á mas del testimonio, tenemos algunos datos para
conjeturar sobre la probabilidad de lo que se nos cuenta, es necesario
hacerlos entrar en combinacion, para decidirnos con ménos peligro de
errar. Por lo comun, hay muchas cosas á que atender, en lo cual
enseñarán mas los ejemplos que las reglas.
Un general da parte de una brillante victoria que acaba de conseguir; el
enemigo, por supuesto, era superior en fuerzas, ocupaba posiciones muy
ventajosas, pero ha sido arrollado en todas direcciones, y solo una
precipitada fuga le ha librado de dejar en manos del vencedor numerosos
prisioneros. La pérdida del general ha sido insignificante en
comparacion de la del enemigo; algunas compañías que llevadas de su
ardor se habian adelantado en demasía, viéronse envueltas por
cuadruplicadas fuerzas y tuvieron algunos momentos de conflicto; pero
merced á la bizarria de los jefes, y acertadas disposiciones del
general, pudiéronse replegar con el mayor órden sin mas resultado que
extraviarse un reducido número de soldados.
¿Qué concepto formaremos de la accion? Para que se vea cuánta
circunspeccion es necesaria si se desea acertar en los juicios, y con la
mira de ofrecer ejemplos que sirvan de norma en otros casos,
detallaremos las muchas circunstancias á que es preciso atender.
¿Es conocido el general? ¿Tiene reputacion de veraz y modesto, ó pasa
plaza de fanfarron? ¿Cuáles son sus dotes militares? ¿Qué subalternos le
auxilian? Sus tropas ¿gozan fama de valor y disciplina? ¿Se han
distinguido en otras acciones, ó estan desacreditadas por frecuentes
derrotas? ¿Con qué enemigo ha tenido que habérselas? ¿Cuál era el objeto
de la expedicion del general? ¿Lo ha conseguido ó no? En el parte hay
una cláusula que dice: «Sé de positivo que la plaza N puede todavia
sostenerse algunos dias. Así no he creido necesario precipitar las
operaciones, mayormente cuando la situacion del soldado, rendido de
hambre y fatiga, reclamaba imperiosamente algun descanso. El convoy
queda seguro en la ciudad M, adonde me he replegado, abandonando al
enemigo unas posiciones que me eran inútiles, y dejándole que se cebase
en una porcion de viveres que en el ardor de la refriega cayeron en su
poder, á causa de un desórden momentáneo que se debió al miedo de los
bagajeros.» El negocio presenta mal aspecto; á pesar de todos los
rodeos, se conoce que el vencedor ha perdido una parte del convoy, y no
ha podido pasar con lo restante.
¿Qué trofeos nos presenta en testimonio de su victoria? No ha cogido
prisioneros, y él confiesa algunos extraviados; aquellas compañías
demasiado adelantadas sufrieron algunos momentos de conflicto, y fueron
envueltas por fuerzas cuadruplicadas; todo esto significa que hubo en
aquella parte un «sálvese quien pueda» y que el enemigo no dejó de hacer
presa.
¿Cuáles son las noticias que vienen del lugar donde se ha replegado el
general? Es probable que las cartas serán tristes, y que traerán
descripciones aflictivas sobre el desórden en que entró la tropa, y la
disminucion del convoy.
¿Qué dicen los partidarios del enemigo? ¡Ah! esto acaba de aclarar el
misterio; se han echado las campanas á vuelo en el punto P, y han
entrado muchos prisioneros; los enemigos se han presentado orgullosos en
presencia de la plaza sitiada, cuyos apuros son cada dia mayores.
¿Qué está haciendo el general vencedor? Se mantiene en inaccion, y se
añade que ha pedido refuerzos; la brillante victoria habrá sido pues una
insigne derrota.

§ IV.
Una observacion sobre el interes en engañar.
Casos hay en que por interesado que parezca el narrador en faltar á la
verdad, no es probable que lo haya hecho, porque descubierta en breve la
mentira, sin recurso para paliarla, se convertiria contra él de una
manera ignominiosa.
La experiencia nos enseña que no hay que fiar de ciertas relaciones
militares que no pueden ser contradichas luego, con toda claridad y con
presencia de datos positivos, que produzcan completa evidencia. Las
mayores ó menores fuerzas del enemigo, el órden ó la dispersion con que
tal ó cual parte de su ejército emprendió la retirada, el número de
muertos ó heridos, lo mas ó ménos favorable de algunas posiciones
atendida la situacion de los combatientes, lo mas ó ménos intransitable
de los caminos, y otras cosas por este tenor, ¿cómo las puede aclarar
bien el público? Cada cual refiere las cosas á su modo, segun sus
noticias, intereses ó deseos; y los mismos que saben la verdad son
quizas los primeros en oscurecerla haciendo circular las mas insignes
falsedades. Los que llegan á desembarazarse del enredo, y á ver claro en
el negocio, ó callan, ó se hallan impugnados por mil y mil á quienes
importa sostener la ilusion; y la mancha que cae sobre los embaucadores
nunca es tan ignominiosa que no consienta algun disfraz. Pero suponed
que un general que está sitiando una plaza, y nada puede contra ella,
tiene la imprudencia de enviar un pomposo parte al gobierno,
anunciándole que la ha tomado por asalto y estan en su poder los restos
de la guarnicion que no han perecido en la refriega; á pocos dias sabrá
el gobierno, sabrá el público, sabrá el mismo ejército, que el general
ha mentido de una manera tan escandalosa; y la burla y la afrenta que
caerán sobre el impostor le harán pagar cara su gloria de momento.
De aquí es que en semejantes casos el buen sentido del público suele
preguntar si el parte es oficial: y si lo es, por mas que no haga caso
de las circunstancias con que se procura realzar el hecho, no obstante
presta crédito á la existencia de él. Hasta es de notar que cuando en
gravísimos apuros se miente de una manera escandalosa, con la mira de
alentar por algunas horas mas y dar lugar al tiempo, rara vez se inventa
un parte nombrando personas; se apela á las fórmulas de «sabemos de
positivo; un testigo de vista acaba de referirnos» y otras semejantes;
se suponen oficios recibidos que se imprimirán luego, se ordenan
regocijos públicos etc., pero siempre se suele dejar un camino abierto
para que la mentira no choque demasiado de frente con el buen sentido,
se tiene cuidado en no comprometer el nombre de personas determinadas;
en una palabra, hasta reinando la mayor desfachatez, se guardan siempre
algunas consideraciones á la conciencia pública.
Para dejar pues de prestar crédito á una relacion, no basta objetar que
el narrador está interesado en faltar á la verdad; es necesario
considerar si las circunstancias de la mentira son tan desgraciadas, que
poco despues haya de ser descubierta en toda su desnudez, sin que le
quede al engañador la excusa de que se habia equivocado ó le habian mal
informado. En estos casos, por poca que sea la categoría de la persona,
por poca estimacion de sí misma que se le pueda suponer, mayormente
cuando el asunto pasa en público, es prudente darle crédito, si de esto
no puede resultar ningun daño. Será dable salir engañado, pero la
probabilidad está en contra y en grado muy superior.

§ V.
Dificultades para alcanzar la verdad, en mediando mucha distancia de
lugar ó tiempo.
Si es tan difícil encontrar la verdad, cuando los sucesos son
contemporáneos, y se realizan en nuestro propio pais, ¿qué diremos de lo
que pasa á larga distancia de lugar ó tiempo, ó de uno y otro? ¿Cómo
será posible sacar en limpio la verdad de manos de viajeros ó
historiadores? Por mas desconsolador que sea, es preciso confesarlo,
quien haya observado de qué modo se abulta, y se exagera, y se
disminuye, y se desfigura, y se trastorna de arriba abajo lo mismo que
estamos viendo con nuestros ojos, ha de sentirse por necesidad muy
descorazonado al abrir un libro de historia ó de viajes, ó al leer los
periódicos, particularmente los extranjeros.
Quien vive en el mismo tiempo y pais de los acontecimientos tiene
muchos medios para evitar el error: ó ve las cosas por sí mismo, ó lee y
oye muy diferentes relaciones que puede comparar entre sí; y como está
en datos sobre los antecedentes de las personas y de las cosas, como
trata continuamente con hombres de opuestos intereses y opiniones, como
sigue de cerca el curso de la totalidad de los sucesos, no le es
imposible á fuerza de trabajos y discrecion el aclarar en algunos puntos
la verdad. Pero ¿qué será del desgraciado lector que mora allá en
lejanos paises, y quizas á larga distancia de siglos, y no tiene otro
guia que el periódico ú obra que por casualidad encuentra en un gabinete
de lectura, ó en una biblioteca, ó que habrá adquirido por haber visto
recomendados en alguna parte aquellos escritos, ú oido elogios de quien
presumia entenderlo?
Tres son los conductos por los cuales solemos adquirir conocimiento de
lo que pasa en tiempos y lugares distantes: los periódicos, las
relaciones de los viajeros, y las historias. Diré cuatro palabras sobre
cada uno de ellos[8].


CAPÍTULO IX.
LOS PERIÓDICOS.

§ I.
Una ilusion.
Creen algunos que con respecto á los paises donde está en vigor la
libertad de imprenta, no es muy difícil encontrar la verdad, porque
teniendo todo linaje de intereses y opiniones algun periódico que les
sirve de órgano, los unos desvanecen los errores de los otros, brotando
del cotejo la luz de la verdad. «Entre todos lo saben todo y lo dicen
todo; no se necesita mas que paciencia en leer, cuidado en comparar,
tino en discernir y prudencia en juzgar.» Así discurren algunos. Yo creo
que esto es pura ilusion: y lo primero que asiento es que ni con
respecto á las personas ni las cosas, los periódicos no lo dicen todo,
ni con mucho, ni aun aquello que saben bien los redactores, hasta en los
paises mas libres.

§ II.
Los periódicos no lo dicen todo sobre las personas.
Estamos presenciando á cada paso que los partidarios de lo que se llama
una notabilidad, la ensalzan con destemplados elogios; miéntras sus
adversarios le regalan á manos llenas los dictados de ignorante,
estúpido, inhumano, sanguinario, tigre, traidor, monstruo, y otras
lindezas por este estilo. El saber, los talentos, la honradez, la
amabilidad, la generosidad y otras cualidades que le atribuían al héroe
los escritores de su devocion, quedan en verdad algo ajadas con los
cumplimientos de sus enemigos; pero al fin, ¿qué sacais en limpio de
esta baraunda? ¿Qué pensará el extranjero que ha de decidirse por uno de
los extremos, ó adoptar un justo medio á manera de árbitro arbitrador?
El resultado es andar á tientas, y verse precisado ó á suspender el
juicio ó á caer en crasos errores. La carrera pública del hombre en
cuestion no siempre está señalada por actos bien caracterizados; y
ademas lo que haya en ellos de bueno ó malo, no siempre es bien claro si
debe atribuirse á él ó á sus subalternos.
Lo curioso es que á veces entre tanta contienda, la opinion pública en
ciertos círculos, y quizas en todo el pais, está fijada sobre el
personaje, de suerte que no parece sino que se miente de comun acuerdo.
En efecto, hablad con los hombres que no carecen de noticias, quizas con
los mismos que le han declarado mas cruda guerra; «lo que es talento,
oiréis, nadie se lo niega; sabe mucho y no tiene malas intenciones; pero
qué quiere V.?.... se ha metido en eso, y es preciso desbancarle; yo soy
el primero en respetarle como á persona privada; y ojalá que nos
hubiese escuchado á nosotros; nos hubiera servido mucho, y habria
representado un papel brillante. «¿Veis á ese otro tan honrado, tan
inteligente, tan activo y enérgico, que al decir de ciertos periódicos,
él y solo él, puede apartar la patria del borde del abismo? Escuchad á
los que le conocen de cerca, y tal vez á sus mas ardientes defensores.»
Que es un infeliz, ya lo sabemos; pero al fin es el hombre que nos
conviene, y de álguien nos hemos de valer. Se le acusa de impuros
manejos; esto ¿quién lo ignora? en el banco A tiene puestos tales
fondos, y ahora va á hacer otro tanto en el banco B. En verdad que roba
de una manera demasiado escandalosa, pero mire V., esto es ya tan
comun...., y ademas, cuando le acusan nuestros adversarios, no es
menester que uno le deje en las astas del toro. ¿No sabe V. la historia
de ese hombre? pues yo le voy á contar á V. su vida y milagros ...» Y
se os refieren sus aventuras, sus altos y bajos, y sus maldades ó
miserias, ó necedades, y desde entónces ya no padeceis ilusiones, y
juzgais en adelante con seguridad y acierto.
Estas proporciones no las disfrutan por lo comun los extranjeros, ni los
nacionales que se contentan con la lectura de los periódicos, y así
creyendo que la comparacion de los de opuestas opiniones les aclara
suficientemente la verdad, se forman los mas equivocados conceptos sobre
los hombres y las cosas.
El temor de ser denunciados, de indisponerse con determinadas personas,
el respeto debido á la vida privada, el decoro propio, y otros motivos
semejantes, impiden á menudo á los periódicos el descender á ciertos
pormenores, y referir anécdoctas que retratan al vivo al personaje á
quien atacan; sucediendo á veces que con la misma exageracion de los
cargos, la destemplanza de las invectivas, y la crueldad de las sátiras,
no le hacen ni con mucho el daño que se le podria hacer con la sencilla
y sosegada exposicion de algunos hechos particulares.
Los escritores distinguen casi siempre entre el hombre privado y el
hombre público; esto es muy bueno en la mayor parte de los casos, porque
de otra suerte la polémica periodística, ya demasiado agria y
descompuesta, se convirtiera bien pronto en un lodazal donde se
revolvieran inmundicias intolerables; pero esto no quita que la vida
privada de un hombre no sirva muy bien para conjeturar sobre su conducta
en los destinos públicos. Quien en el trato ordinario no respeta la
hacienda ajena, ¿creeis que procederá con pureza cuando maneje el erario
de la nacion? El hombre de mala fe, sin convicciones de ninguna clase,
sin religion, sin moral, ¿creeis que será consecuente en los principios
políticos que aparenta profesar, y que en sus palabras y promesas puede
descansar tranquilo el gobierno que se vale de sus servicios? El
epicúreo por sistema, que en su pueblo insultaba sin pudor el decoro
público, siendo mal marido y mal padre, ¿creeis que renunciará a su
libertinaje cuando se vea elevado á la magistratura, y que de su
corrupcion y procacidad nada tendrán que temer la inocencia y la fortuna
de los buenos, nada que esperar la insolencia y la injusticia de los
malos? Y nada de esto dicen los periódicos, nada pueden decir, aunque
les conste á los escritores sin ningun género de duda.

§ III.
Los periódicos no lo dicen todo sobre las cosas.
Hasta en política, no es verdad que los periódicos lo digan todo. ¿Quién
ignora cuánto distan por lo comun las opiniones que se manifiestan en
amistosa conversacion de lo que se expresa por escrito? Cuando se
escribe en público hay siempre algunas formalidades que cubrir, y muchas
consideraciones que guardar; no pocos dicen lo contrario de lo que
piensan; y hasta los mas rígidos en materia de veracidad se hallan á
veces precisados ya que no á decir lo que no piensan, al ménos á decir
mucho ménos de lo que piensan. Conviene no olvidar estas advertencias,
si se quiere saber algo mas en politica de lo que anda por ese mundo
como moneda falsa de muchos reconocida, pero recíprocamente aceptada,
sin que por esto se equivoquen los inteligentes sobre su peso y ley.[9]


CAPÍTULO X.
RELACIONES DE VIAJES.

§ I.
Dos partes muy diferentes en las relaciones de viajes.
En esta clase de escritos deben distinguirse dos partes: las
descripciones de objetos que ha visto, ó escenas que ha presenciado el
viajero; y las demas noticias y observaciones de que llena su obra. Por
lo tocante á lo primero, conviene recordar lo que se ha dicho sobre la
veracidad; añadiéndose dos advertencias: 1ª. que la desconfianza de la
fidelidad de los cuadros debe guardar alguna proporcion con la distancia
del lugar de la escena, por aquello de: luengas tierras, luengas
mentiras; 2ª. que los viajeros corren riesgo de exagerar, desfigurar, y
hasta fingir, haciendo formar ideas muy equivocadas sobre el pais que
describen, por el vanidoso prurito de hacerse interesantes, y de darse
importancia, contando peregrinas aventuras.
En cuanto á las demas noticias y observaciones, no es dable reducir á
reglas fijas el modo de distinguir la verdad del error; mayormente
siendo imposible esta tarea en muchísimos casos. Pero será bien
presentar reflexiones que llenen de algun modo el vacío de las reglas,
inspirando prudente desconfianza y manteniendo en guarda á los
inexpertos é incautos.

§ II.
Orígen y formacion de algunas relaciones de viajes.
¿Cómo se hacen la mayor parte de los viajes? Pasando no mas que por los
lugares mas famosos, deteniéndose algun tanto en los puntos principales,
y atravesando el pais intermedio tan rápidamente como es posible; pues á
ello instigan tres causas poderosas: ahorrar tiempo, economizar dinero,
y disminuir la molestia. Si el pais es culto, con buenos caminos, con
canales, rios y costas de pronta navegacion, el viajero salta de una
capital á otra disparándose como una flecha; dormitando con el
mecimiento del coche ó de la nave, y asomando la cabeza por la
portezuela para recrearse con la vista de algun bello paisaje, ó
paseándose sobre cubierta contemplando las orillas del rio cuya
corriente le arrebata. Resulta de ahí que todo el pais intermedio queda
completamente desconocido, en cuanto concierne á ideas, religion, usos y
costumbres. Algo ve sobre la calidad del terreno y los trajes de los
moradores, porque ambos objetos se le ofrecen á los ojos; pero hasta en
estas cosas si el viajero no es cauto, y pretende hablar en general,
podrá dar á sus lectores las noticias mas falsas y extravagantes. Si de
aquí á algunos años logramos navegar por el Ebro desde Zaragoza á
Tortosa, el viajero que pintase el terreno y los trajes de Aragon y
Cataluña, ateniéndose á lo que hubiese visto en la ribera del rio, por
cierto que les proporcionaria á sus lectores copia disparatada.
Ahora reflexione el aficionado á relaciones de viajes, el caso que debe
hacer de las detalladas noticias sobre un pais de muchos millares de
leguas cuadradas descrito por un viajero que le ha observado de la
susodicha manera. «El que lo ha visto de cerca lo dice, así será sin
asomo de duda:» de esta suerte hablas, ó crédulo lector, pensando que en
recoger aquellas noticias ha puesto tu guia gran trabajo y cuidado; pues
yo te diré lo que podria muy bien haber sucedido, y otra vez no te
dejarás engañar con tanta facilidad.
Llegado el viajero á la capital, tal vez con escaso conocimiento de la
lengua, y quizas con ninguno, habrá andado atolondrado y confuso algunos
dias, en el laberinto de calles y plazas, desplegando á menudo el plano
de la ciudad, preguntando á cada esquina, y saliendo del paso del mejor
modo posible, para encontrar la oficina de pasaportes, la casa de la
embajada, y los sugetos para quienes lleva carta de recomendacion. Este
tiempo no es muy á propósito para observar; y si á ratos toma coche,
para librarse de cansancio y evitar extravío, tanto peor para los
apuntes de su cartera: todo desfila á sus ojos con mucha rapidez como en
linterna mágica las ilusiones de los cuadros; recogerá muy gratas
sensaciones, pero no muchas noticias. Viene en seguida la visita de los
principales edificios, monumentos, bellezas y preciosidades cuyo índice
encuentra en la _guia_; y ó la capital no ha de ser de las mayores, ó se
le han pasado muchos dias en la expresada tarea. La estacion se
adelanta, es preciso todavía visitar otras ciudades, acudir á los baños,
presenciar tal ó cual escena en un punto lejano, el viajero ha de tomar
la posta, y correr á ejecutar en otra parte lo que acaba de practicar
allí. A los pocos meses de su partida del suelo natal, está ya de
vuelta, y ordena durante el invierno sus apuntes, y en la primavera se
halla de venta un abultado tomo sobre el viaje. Agricultura, artes,
comercio, ciencia, política, ideas populares, religion, usos,
costumbres, carácter, todo lo ha observado de cerca el afortunado
viajero; en su libro se halla la estadística universal del pais; creedle
sobre su palabra y podréis ahorraros el trabajo de salir de vuestro
gabinete, sin que ignoreis los mas pequeños y delicados pormenores.
¿Cómo ha podido adquirir tanta copia de noticias? Un Argos no bastara
para ver y notar tanto en tan breve tiempo; y ademas, ¿cómo habrá
sabido lo que pasaba allí donde no ha estado, es decir, á centenares
de leguas á derecha é izquierda de la carretera, canal ó rio por
donde viajaba? Hélo aquí. Cuando al dar los primeros rayos del sol
á la portezuela del coche, se habrá dispertado, y bostezando, y
desperezándose habrá echado una ojeada sobre el pais, que no se
parece ya á lo que era el de anoche, cruzando y arreglando las
piernas con el caballero de enfrente, habrá trabado quizas la siguiente
conversacion.--V. conoce el pais este?--Un poco.--El pueblo aquel cómo
se llama?--Si mal no me acuerdo es N.--Los principales productos del
pais?--N.--¿La industria?--N.--Carácter?--Flemático como el
postillon.--Riqueza?--Como judios.
Entre tanto llega el coche al parador, el de las respuestas se marcha
quizas sin despedirse; y sus informes que se ignoran de quién sean,
figurarán cual datos positivos entre los apuntes del observador, que
tendrá la humorada de afirmar que cuenta lo que ha visto.
Pero como estos recursos no son suficientes y dejarian muy incompleta la
descripcion, recogerá cuídadosamente los trajes extraños, los edificios
irregulares, las danzas grotescas que se le hayan ofrecido al paso, y
héos aquí un cuadro de costumbres generales que nada dejará que desear.
Sin embargo, aun hay otra mina que explotará el viajero, y de donde
sacará tal vez el principal tesoro. En los periódicos y en las _guias_,
encontrará en crecido número las noticias que ha menester para formar su
estadística; y con los datos que de allí saque, puestos en órden
diferente, intercalando alguna cosa de lo que ha visto ú oido ó
conjeturado, resultará un todo que se hará circular como fruto de los
trabajos investigadores del viajero, y en sustancia no será mas en su
mayor parte, que cuentos de un cualquiera, y traducciones y plagios de
periódicos y obras.
Para que no se extrañe la severidad con que trato á los autores de
_viajes_, sin que por esto me proponga rebajar el mérito donde quiera
que se halle, bastará recordar las necedades y disparates que han
publicado algunos extranjeros que han viajado por España. Lo que á
nosotros nos ha sucedido puede muy bien acontecer á otros pueblos;
saliendo bien ó mal parados, aplaudidos con exageracion, ó criticados
con injusticia, segun el humor, las ideas, y otras cualidades del lijero
pintor que se empeñaba en sacar copia de originales que no habia visto.

§ III.
Modo de estudiar un pais.
La razon y la experiencia enseñan, que para formar cabal concepto de una
pequeña comarca, y poderla describir tal como es, bajo el aspecto
material y moral, es necesario estar familiarizado con la lengua, pasar
allí larga temporada, abundar de relaciones, estar en trato continuo sin
cansarse de preguntar y observar. No creo que haya otro medio de
adquirir noticias exactas y formar acertado juicio; lo demas es andarse
en generalidades, y llenarse la cabeza de errores é inexactitudes. Hasta
que se estudien los paises de esta manera, hasta que se forme de esta
suerte su estadística material y moral, no serán bien conocidos. Estarán
pintados en los libros como en los mapas muy pequeños que nos ofrecen á
la vista dilatadas regiones: todo está cubierto de nombres, y de
círculos, y de crucecitas, y de cordilleras de montañas y de corrientes
de rios; pero medid con el compas las distancias, y andaos por el mundo
sin otra regla; á menudo creeréis estar muy cerca de una ciudad, de un
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