El Criterio - 01

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EL
CRITERIO.
POR
DON JAIME BALMES,
PRESBÍTERO.

Criterio es un medio para conocer
la verdad. La verdad en las cosas
es la realidad.
BALMES.

NUEVA EDICION.
PARIS.
Librería de A. Bouret y Morel, calle del Eperon, nº. 6.
1849.
[Nota de transcripción: en este texto electrónico, se ha mantenido
la ortografía y acentuación del texto impreso original, excepto en
algunos pocos casos en que claramente había errores tipográficos
que fueron corregidos.]


EL CRITERIO.

CAPÍTULO PRIMERO.
CONSIDERACIONES PRELIMINARES.

§ I.
En que consiste el pensar bien. Qué es la verdad.
El pensar bien consiste, ó en conocer la verdad, ó en dirigir el
entendimiento por el camino que conduce á ella. La verdad es la realidad
de las cosas. Cuando las conocemos como son en sí, alcanzamos la verdad;
de otra suerte, caemos en error. Conociendo que hay Dios conocemos una
verdad, porque realmente Dios existe; conociendo que la variedad de las
estaciones depende del sol, conocemos una verdad, porque en efecto es
así; conociendo que el respeto á los padres, la obediencia á las leyes,
la buena fe en los contratos, la fidelidad con los amigos, son virtudes,
conocemos la verdad; así como caeríamos en error, pensando que la
perfidia, la ingratitud, la injusticia, la destemplanza, son causas
buenas y laudables.
Si deseamos pensar bien, hemos de procurar conocer la verdad, es decir
la realidad de las cosas. ¿De qué sirve discurrir con sutileza, ó con
profundidad aparente, si el pensamiento no está conforme con la
realidad? Un sencillo labrador, un modesto artesano, que conocen bien
los objetos de su profesion, piensan y hablan mejor sobre ellos que un
presuntuoso filósofo que en encumbrados conceptos y altisonantes
palabras quiere darles lecciones sobre lo que no entiende.

§ II.
Diferentes modos de conocer la verdad.
A veces conocemos la verdad, pero de un modo grosero; la realidad no se
presenta á nuestros ojos tal como es, sino con alguna falta, añadidura ó
mudanza. Si desfila á cierta distancia una coluna de hombres, de tal
manera que veamos brillar los fusiles pero sin distinguir los trajes,
sabemos que hay gente armada, pero ignoramos si es de paisanos, de tropa
ó de algun otro cuerpo; el conocimiento es imperfecto, porque nos
_falta_ distinguir el uniforme para saber la pertenencia. Mas si por la
distancia ú otro motivo nos equivocamos, y les atribuimos una prenda de
vestuario que no llevan, el conocimiento será imperfecto, porque
añadiremos lo que en realidad no hay. Por fin, si tomamos una cosa por
otra, como por ejemplo, si creemos que son blancas unas vueltas que en
realidad son amarillas, _mudamos_ lo que hay, pues hacemos de ella una
cosa diferente.
Cuando conocemos perfectamente la verdad, nuestro entendimiento se
parece á un espejo en el cual vemos retratados con toda fidelidad los
objetos como son en sí; cuando caemos en error, se asemeja á uno de
aquellos vidrios de ilusion que nos presentan lo que realmente no
existe; pero cuando conocemos la verdad á medias, podria compararse á un
espejo mal azogado, ó colocado en tal disposicion que si bien nos
muestra objetos reales, sin embargo nos los ofrece demudados alterando
los tamaños y figuras.

§ III.
Variedad de ingenios.
El buen pensador procura ver en los objetos todo lo que hay, pero no mas
de lo que hay. Ciertos hombres tienen el talento de ver mucho en todo;
pero les cabe la desgracia de ver todo lo que no hay, y nada de lo que
hay. Una noticia, una ocurrencia cualquiera, les suministran abundante
materia para discurrir con profusion, formando, como suele decirse,
castillos en el aire. Estos suelen ser grandes proyectistas y
charlatanes.
Otros adolecen del defecto contrario; ven bien, pero poco; el objeto no
se les ofrece sino por un lado; si este desaparece, ya no ven nada.
Estos se inclinan á ser sentenciosos y aferrados en sus temas. Se
parecen á los que no han salido nunca de su país; fuera del horizonte á
que estan acostumbrados, se imaginan que no hay mas mundo.
Un entendimiento claro, capaz y exacto, abarca el objeto entero; le mira
por todos sus lados, en todas sus relaciones con lo que le rodea. La
conversacion y los escritos de estos hombres privilegiados se
distinguen por su claridad, precision y exactitud. En cada palabra
encontrais una idea, y esta idea veis que corresponde á la realidad de
las cosas. Os ilustran, os convencen, os dejan plenamente satisfecho;
decís con entero asentimiento: «si, es verdad, tiene razon.» Para
seguirlos en sus discursos no necesitais esforzaros; parece que andais
por un camino llano, y que el que habla solo se ocupa de haceros notar
con oportunidad los objetos que encontrais á vuestro paso. Si explican
una materia difícil y abstrusa, tambien os ahorran mucho tiempo y
fatiga. El sendero es tenebroso porque está en las entrañas de la
tierra, pero os precede un guia muy práctico; llevando en la mano una
antorcha que resplandece con vivísima luz.

§ IV.
La perfeccion de las profesiones depende de la perfeccion con que se
conocen los objetos de ellas.
El perfecto conocimiento de las cosas en el órden científico, forma los
verdaderos sabios; en el órden práctico, para el arreglo de la conducta
en los asuntos de la vida, forma los prudentes; en el manejo de los
negocios del estado, forma los grandes políticos; y en todas las
profesiones, es cada cual mas ó ménos aventajado, á proporcion del mayor
ó menor conocimiento de los objetos que trata ó maneja. Pero este
conocimiento ha de ser práctico, ha de abrazar tambien los pormenores de
la ejecucion, que son pequeñas verdades, por decirlo así, de las cuales
no se puede prescindir, si se quiere lograr el objeto. Estas pequeñas
verdades son muchas en todas las profesiones; bastando para convencerse
de ello, el oir á los que se ocupan aun en los oficios mas sencillos.
¿Cuál será pues el mejor agricultor? El que mejor conozca las calidades
de los terrenos, climas, simientes y plantas; el que sepa cuáles son los
mejores métodos é instrumentos de labranza, y que mejor acierte en la
oportunidad de emplearlos; en una palabra, el que conozca los medios mas
á propósito para hacer que la tierra produzca con poco coste, mucho,
pronto y bueno. El mejor agricultor será pues el que conozca mas
verdades relativas á la práctica de su profesion. ¿Cuál es el mejor
carpintero? El que mejor conoce la naturaleza y calidades de las
maderas, el modo particular de trabajarlas, y el arte de disponerlas del
modo mas adaptado al uso á que se destinan. Es decir, que el mejor
carpintero será aquel que sabe mas verdades sobre su arte. ¿Cuál será el
mejor comerciante? El que mejor conozca los géneros de su tráfico, los
puntos de donde es mas ventajoso traerlos, los medios mas á propósito
para conducirlos sin deterioro, con presteza y baratura, los mercados
mas convenientes para expenderlos con celeridad y ganancia: es decir
aquel que posea mas verdades sobre los objetos de comercio, el que
conozca mas á fondo la realidad de las cosas en que se ocupa.

§ V.
A todos interesa el pensar bien.
Échase pues de ver que el arte de pensar bien no interesa solamente á
los filósofos, sino tambien á las gentes mas sencillas. El
entendimiento es un don precioso que nos ha otorgado el Criador, es la
luz que se nos ha dado para guiarnos en nuestras acciones; y claro es
que uno de los primeros cuidados que debe ocupar al hombre es tener bien
arreglada esta luz. Si ella falta nos quedamos á oscuras, andamos á
tientas; y por este motivo es necesario no dejarla que se apague. No
debemos tener el entendimiento en inaccion, con peligro de que se ponga
obtuso y estúpido; y por otra parte, cuando nos proponemos ejercitarle y
avivarle, conviene que su luz sea buena para que no nos deslumbre, bien
dirigida para que no nos extravie.

§ VI.
Cómo se debe enseñar á pensar bien.
El arte de pensar bien no se aprende tanto con reglas como con modelos.
A los que se empeñan en enseñarle á fuerza de preceptos y de
observaciones analíticas, se los podria comparar con quien emplease un
método semejante para enseñar á los niños á hablar ó andar. No por esto
condeno todas las reglas; pero sí sostengo que deben darse con mas
parsimonia, con ménos pretensiones filosóficas, y sobre todo de una
manera sencilla, práctica: al lado de la regla el ejemplo. Un niño
pronuncia mal ciertas palabras; para corregirle ¿qué hacen sus padres ó
maestros? Las pronuncian ellos bien, y hacen que en seguida las
pronuncie el niño: «escucha bien como yo lo digo; á ver ahora tú; mira
no pongas los labios de esta manera, no hagas tanto esfuerzo con la
lengua» y otras cosas por este tenor. He aquí el precepto al lado del
ejemplo, la regla y el modo de practicarla[1].


CAPÍTULO II.
LA ATENCION.

Hay medios que nos conducen al conocimiento de la verdad, y obstáculos
que nos impiden llegar á él; enseñar á emplear los primeros, y á remover
los segundos, es el objeto del arte de pensar bien.

§ I.
Definicion de la atencion. Su necesidad.
La atencion es la aplicacion de la mente á un objeto. El primer medio
para pensar bien es atender bien. La segur no corta si no es aplicada al
árbol, la hoz no siega si no es aplicada al tallo. Algunas veces se le
ofrecen los objetos al espíritu sin que atienda; como sucede ver sin
mirar, y oir sin escuchar; pero el conocimiento que de esta suerte se
adquiere, es siempre lijero, superficial, á menudo inexacto, ó
totalmente errado. Sin la atencion estamos distraidos, nuestro espíritu
se halla, por decirlo así, en otra parte; y por lo mismo no ve aquello
que se le muestra. Es de la mayor importancia adquirir un hábito de
atender á lo que se estudia ó se hace; porque, si bien se observa, lo
que nos falta á menudo no es la capacidad para entender lo que vemos,
leemos ú oimos, sino la aplicacion del ánimo á aquello de que se trata.
Se nos refiere un suceso, pero escuchamos la narracion con atencion
floja, intercalando mil observaciones y preguntas, manoseando ó mirando
objetos que nos distraen; de lo que resulta que se nos escapan
circunstancias interesantes, que se nos pasan por alto cosas esenciales,
y que al tratar de contarle á otros, ó de meditarle nosotros mismos para
formar juicio, se nos presenta el hecho desfigurado, incompleto, y así
caemos en errores que no proceden de falta de capacidad, sino de no
haber prestado al narrador la atencion debida.

§ II.
Ventajas de la atencion é inconvenientes de su falta.
Un espíritu atento multiplica sus fuerzas de una manera increible;
aprovecha el tiempo atesorando siempre caudal de ideas; las percibe con
mas claridad y exactitud; y finalmente las recuerda con mas facilidad, á
causa de que con la continua atencion estas se van colocando
naturalmente en la cabeza de una manera ordenada.
Los que no atienden sino flojamente, pasean su entendimiento por
distintos lugares á un mismo tiempo; aquí reciben una impresion, allí
otra muy diferente, acumulan cien cosas inconexas que léjos de ayudarse
mutuamente para la aclaracion y retencion, se confunden, se embrollan y
se borran unas á otras. No hay lectura, no hay conversacion, no hay
espectáculo, por insignificantes que parezcan, que no nos puedan
instruir en algo. Con la atencion notamos las preciosidades y las
recogemos; con la distraccion dejamos quizá caer al suelo el oro y las
perlas como cosa baladí.

§ III.
Cómo debe ser la atencion. Atolondrados y ensimismados.
Creerán algunos que semejante atencion fatiga mucho; pero se equivocan.
Cuando hablo de atencion no me refiero á aquella fijeza de espíritu con
que este se clava, por decirlo así, sobre los objetos; sino de una
aplicacion suave y reposada, que permite hacerse cargo de cada cosa,
dejándonos empero con la agilidad necesaria para pasar sin esfuerzo de
unas ocupaciones á otras. Esta atencion no es incompatible ni con la
misma diversion y recreo, pues es claro que el esparcimiento del ánimo
no consiste en no pensar, sino en no ocuparse de cosas trabajosas, y en
entregarse á otras mas llanas y lijeras. El sabio que interrumpe sus
estudios profundos saliendo á solazarse un rato con la amenidad de la
campiña, no se fatiga, ántes se distrae, cuando atiende al estado de las
mieses, á las faenas de los labradores, al murmullo de los arroyos, ó al
canto de las aves.
Tan léjos estoy de considerar la atencion como abstraccion severa y
continuada, que muy al contrario cuento en el número de los distraidos,
no solo á los atolondrados sino tambien á los ensimismados. Aquellos se
derraman por la parte de afuera, estos divagan por las tenebrosas
regiones de adentro; unos y otros carecen de la conveniente atencion,
que es la que se emplea en aquello de que se trata.
El hombre atento posee la ventaja de ser mas urbano y cortes; porque el
amor propio de los demas se siente lastimado, si notan que no atendemos
á lo que ellos dicen. Es bien notable que la urbanidad ó su falta, se
apelliden tambien atencion ó desatencion.

§ IV.
Las interrupciones.
Ademas son pocos los casos, aun en los estudios serios, que requieren
atencion tan profunda que no pueda interrumpirse sin grave daño. Ciertas
personas se quejan amargamente si una visita á deshora, ó un ruido
inesperado, les cortan, como suele decirse, el hilo del discurso: esas
cabezas se parecen á los daguerreótipos, en los cuales el menor
movimiento del objeto, ó la interposicion de otro extraño, bastan para
echar á perder el retrato ó paisaje. En algunas será tal vez un defecto
natural, en otras una afectacion vanidosa por hacerse del pensador, y en
no pocas falta de hábito de concentrarse. Como quiera, es preciso
acostumbrarse á tener la atencion fuerte y flexible á un mismo tiempo, y
procurar que la formacion de nuestros conceptos no se asemeje á la de
los cuadros daguerreotipados, sino de los comunes; si el pintor es
interrumpido, suspende sus tareas; y al volver á proseguirlas no
encuentra malbaratada su obra; si un cuerpo le hace importuna sombra, en
removiéndole, lo deja todo remediado[2].


CAPÍTULO III.
ELECCION DE CARRERA.

§ I.
Vago significado de la palabra Talento.
Cada cual ha de dedicarse á la profesion para la que se siente con mas
aptitud. Juzgo de mucha importancia esta regla; y abrigo la profunda
conviccion de que á su olvido se debe el que no hayan adelantado mucho
mas las ciencias y las artes. La palabra _talento_ expresa para algunos,
una capacidad absoluta; creyendo equivocadamente que quien está dotado
de felices disposiciones para una cosa lo estará igualmente para todas.
Nada mas falso; un hombre puede ser sobresaliente, extraordinario, de
una capacidad monstruosa para un ramo, y ser muy mediano y hasta negado
con respecto á otros. Napoleon y Descártes son dos genios; y sin embargo
en nada se parecen. El genio de la guerra no hubiera comprendido al
genio de la filosofía; y si hubiesen conversado un rato, es probable que
ambos habrian quedado poco satisfechos, Napoleon no le habria exceptuado
entre los que con aire desdeñoso apellidaba _ideólogos_.
Podria escribirse una obra de los talentos comparados, manifestando las
profundas diferencias que median aun entre los mas extraordinarios.
Pero la experiencia de cada dia nos manifesta esta verdad de una manera
palpable. Hombres oimos que discurren y obran sobre una materia con
acierto admirable; al paso que en otra se muestran muy vulgares, y hasta
torpes y desatentados. Pocos serán los que alcancen una capacidad igual
para todo; y tal vez pudiérase afirmar que nadie; pues la observacion
enseña que hay disposiciones que se embarazan, y se dañan
recíprocamente. Quien tiene el talento generalizador no es fácil que
posea el de la exactitud minuciosa; el poeta que vive de inspiraciones
bellas y sublimes, no se avendrá sin trabajo con la acompasada
regularidad de los estudios geométricos.

§ II.
Instinto que nos indica la carrera que mejor se nos adapta.
El Criador, que distribuye á los hombres las facultades en diferentes
grados, les comunica un instinto precioso que les muestra su destino: la
inclinacion muy duradera y constante hácia una ocupacion, es indicio
bastante seguro de que nacimos con aptitud para ella; así como el desvío
y repugnancia que no puede superarse con facilidad, es señal de que el
Autor de la naturaleza no nos ha dotado de felices disposiciones para
aquello que nos desagrada. Los alimentos que nos convienen se adaptan
bien á un paladar y olfato, no viciados por malos hábitos ó alterados
por enfermedad; y el sabor y olor ingratos nos advierten cuáles son los
manjares y bebidas que por su corrupcion ú otras calidades, podrian
dañarmos. Dios no ha tenido ménos cuidado del alma que del cuerpo.
Los padres, los maestros, los directores de los establecimientos de
educacion y enseñanza, deben fijar mucho la atencion en este punto, para
precaver la pérdida de un talento, que bien empleado, podria dar los mas
preciosos frutos, y evitar que no se le haga consumir en una tarea para
la cual no ha nacido.
El mismo interesado ha de ocuparse tambien en este exámen; el niño de
doce años tiene por lo comun reflexion bastante para notar á qué se
siente inclinado, qué es lo que le cuesta ménos trabajo, cuáles son los
estudios en que adelanta con mas facilidad, cuáles las faenas en que
experimenta mas ingenio y destreza.

§ III.
Experimento para discernir el talento peculiar de cada niño.
Seria muy conveniente que se ofreciesen á la vista de los niños objetos
muy variados, conduciéndolos á visitar establecimientos donde la
disposicion particular de cada uno pudiese ser excitada con la presencia
de lo que mejor se le adapta. Entónces, dejándolos abandonados á sus
instintos, un observador inteligente formaria desde luego diferentes
clasificaciones. Exponed la máquina de un reloj á la vista de una
reunion de niños de diez á doce años, y es bien seguro que si entre
ellos hay alguno de genio mecánico muy aventajado, se dará á conocer
desde luego por la curiosidad de examinar, por la discrecion de las
preguntas, y la facilidad en comprender la construccion que está
contemplando. Leedles un trozo poético, y si hay entre ellos algun
Garcilaso, Lope de Vega, Ercilla, Calderon ó Melendez, veréis chispear
sus ojos, conoceréis que su corazon late, que su mente se agita, que su
fantasía se inflama bajo una impresion que él mismo no comprende.
Cuidado con trocar los papeles: de dos niños extraordinarios es muy
posible que formeis dos hombres muy comunes. La golondrina y el águila
se distinguen por la fuerza y lijereza de sus alas; y sin embargo jamas
el águila pudiera volar á la manera de la golondrina, ni esta imitar á
la reina de las aves.
El _tentate diu quid ferre recusent, quid valeant humeri_, que Horacio
inculca á los escritores, puede igualmente aplicarse á cuantos tratan de
escoger una profesion cualquiera[3].


CAPÍTULO IV.
CUESTIONES DE POSIBILIDAD.

§ I.
Una clasificacion de los actos de nuestro entendimiento, y de las
cuestiones que se le pueden ofrecer.
Para mayor claridad, dividiré los actos de nuestro entendimiento en dos
clases: especulativos y prácticos. Llamo especulativos los que se
limitan á conocer; y prácticos los que nos dirigen para obrar.
Cuando tratamos simplemente de conocer alguna cosa, se nos pueden
ofrecer las cuestiones siguientes: 1ª. si es posible ó no; 2ª. si existe
ó no; 3ª. cuál es su naturaleza, cuáles sus propiedades y relaciones.
Las reglas que se den para resolver con acierto dichas tres cuestiones,
comprenden todo lo tocante á la especulativa.
Si nos proponemos obrar, es claro que intentamos siempre conseguir algun
fin; de lo cual nacen las cuestiones siguientes: 1ª. cuál es el fin; 2ª.
cuál es el mejor medio para alcanzarle.
Ruego encarecidamente al lector que fije la atencion sobre las
divisiones que preceden, y procure retenerlas en la memoria; pues ademas
de facilitarle la inteligencia de lo que voy á decir, le servirá
muchísimo para proceder con método en todos sus pensamientos.

§ II.
Ideas de posibilidad é imposibilidad. Sus clasificaciones.
_Posibilidad._ La idea expresada por esta palabra es correlativa de la
de _imposibilidad_, pues que la una envuelve necesariamente la negacion
de la otra.
Las palabras posibilidad é imposibilidad, expresan ideas muy diferentes,
segun se refieren á las cosas en sí, ó á la potencia de una causa que
las pueda producir. Sin embargo, estas ideas tienen relaciones muy
intimas, como veremos luego. Cuando se consideran la posibilidad ó
imposibilidad, solo con respecto á un ser, prescindiendo de toda causa,
se las llama intrínsecas; y cuando se atiende á una causa, se las
denomina extrínsecas. A pesar de la aparente sencillez y claridad de
esta division, observaré que no es dable formar concepto cabal de lo
que significa, hasta haber descendido á las diferentes clasificaciones
que expondré en los párrafos siguientes.
A primera vista se podrá extrañar que se explique primero la
imposibilidad que la posibilidad; pero reflexionando un poco, se nota
que este método es muy lógico. La palabra _imposibilidad_, aunque suena
como negativa, expresa no obstante muchas veces una idea que á nuestro
entendimiento se le presenta como positiva: esto es, la repugnancia
entre los objetos, una especie de exclusion, de oposicion, de lucha, por
decirlo así: por manera que en desapareciendo esta repugnancia,
concebimos ya la posibilidad. De aquí nacen las expresiones de «esto es
muy posible, pues nada se _opone_ á ello;» «es posible, pues no se ve
ninguna _repugnancia_.» Como quiera, en sabiendo lo que es
imposibilidad, se sabe lo que es la posibilidad, y vice-versa.
Algunos distinguen tres clases de imposibilidad: _metafísica_, _física_
y _moral_. Yo adoptaré esta division, pero añadiendo un miembro, que
será la _imposibilidad de sentido comun_. En su lugar se verá la razon
en que me fundo. Tambien advertiré, que tal vez seria mejor llamar
imposibilidad _absoluta_ á la metafísica; _natural_ á la física; y
_ordinaria_ á la moral.

§ III.
En qué consiste la imposibilidad metafísica ó absoluta.
La _imposibilidad metafísica ó absoluta_, es la que se funda en la misma
esencia de las cosas, ó en otros términos, es absolutamente imposible
aquello que, si existiese, traeria el absurdo de que una cosa seria y no
seria á un mismo tiempo. Un círculo triangular es un imposible absoluto,
porque fuera círculo y no círculo, triángulo y no triángulo. Cinco igual
á siete, es imposible absoluto, porque el cinco seria cinco y no cinco,
y el siete seria siete y no siete. Un vicio virtuoso es un imposible
absoluto, porque el vicio fuera y no fuera vicio á un mismo tiempo.

§ IV.
La imposibilidad absoluta y la omnipotencia divina.
Lo que es absolutamente imposible no puede existir en ninguna suposicion
imaginable; pues, ni aun cuando decimos que Dios es todopoderoso,
entendemos que pueda hacer absurdos. Que el mundo exista y no exista á
un mismo tiempo, que Dios sea y no sea, que la blasfemia sea un acto
laudable, y otros delirios por este tenor, es claro que no caen bajo la
accion de la omnipotencia; y, como observa muy sabiamente santo Tomas,
mas bien debiera decirse que estas cosas no pueden ser hechas, que no
que Dios no puede hacerlas. De esto se sigue que la imposibilidad
intrínseca absoluta, trae consigo la imposibilidad extrínseca tambien
absoluta: esto es, que ninguna causa puede producir lo que de suyo es
imposible absolutamente.

§ V.
La imposibilidad absoluta, y los dogmas.
Para afirmar que una cosa es absolutamente imposible es preciso que
tengamos ideas muy claras de los extremos que se repugnan; de otra
manera hay riesgo de apellidar absurdo lo que en realidad no lo es. Hago
esta advertencia para hacer notar la sinrazon de los que condenan
algunos misterios de nuestra fe, declarándolos absolutamente imposibles.
El dogma de la Trinidad y el de la Encarnacion son ciertamente
incomprensibles al débil hombre; pero no son absurdos. ¿Cómo es posible
un Dios trino, una naturaleza y tres personas distintas entre sí,
idénticas con la naturaleza? Yo no lo sé; pero no tengo derecho á
inferir que esto sea contradictorio. ¿Comprendo por ventura lo que es
esta naturaleza, lo que son esas personas de que se me habla? No: luego
cuando quiero juzgar si lo que de ellas se dice es imposible ó no, fallo
sobre objetos desconocidos. ¿Qué sabemos nosotros de los arcanos de la
divinidad? El Eterno ha pronunciado algunas palabras misteriosas para
ejercitar nuestra obediencia, y humillar nuestro orgullo; pero no ha
querido levantar el denso velo que separa esta vida mortal del océano de
verdad y de luz.

§ VI.
Idea de la imposibilidad fisica ó natural.
La _imposibilidad fisica ó natural_, consiste en que un hecho esté fuera
de las leyes de la naturaleza. Es naturalmente imposible que una piedra
soltada en el aire no caiga al suelo, que el agua abandonada á sí misma
no se ponga al nivel, que un cuerpo sumergido en un fluido de menor
gravedad no se hunda, que los astros se paren en su carrera; porque las
leyes de la naturaleza prescriben lo contrario. Dios, que ha
establecido estas leyes, puede suspenderlas; el hombre no. Lo que es
_naturalmente_ imposible, lo es para la criatura, no para Dios.

§ VII.
Modo de juzgar de la imposibilidad natural.
¿Cuándo podremos afirmar que un hecho es imposible naturalmente? En
estando seguros de que existe una ley que se opone á la realizacion de
este hecho, y que dicha oposicion no está destruida ó neutralizada por
otra ley natural. Es ley de la naturaleza que el cuerpo del hombre, como
mas pesado que el aire, caiga al suelo en faltándole el apoyo; pero hay
otra ley por la cual un conjunto de cuerpos unidos entre sí, que sea
específicamente ménos grave que aquel en que se sumerge, se sostenga y
hasta se levante, aun cuando alguno de ellos sea mas grave que el
fluido; luego unido el cuerpo humano á un globo aerostático dispuesto
con el arte conveniente, podrá remontarse por los aires, y este fenómeno
estará muy arreglado á las leyes de la naturaleza. La pequeñez de
ciertos insectos no permite que su imágen se pinte en nuestra retina de
una manera sensible; pero las leyes á que está sometida la luz hacen que
por medio de un vidrio se pueda modificar la direccion de sus rayos de
la manera conveniente, para que salidos de un objeto muy pequeño se
hallen desparramados al llegar á la retina, y formen allí una imágen de
gran tamaño; y así no será naturalmente imposible que con la ayuda del
microscopio, lo imperceptible á la simple vista se nos presente con
dimensiones grandes.
Por estas consideraciones es preciso andar con mucho tiento en declarar
un fenómeno por imposible naturalmente. Conviene no olvidar: 1.º que la
naturaleza es muy poderosa; 2.º que nos es muy desconocida: dos verdades
que deben inspirarnos gran circunspeccion cuando se trate de fallar en
materias de esta clase. Si á un hombre del siglo XV se le hubiese dicho
que en lo venidero se recorreria en una hora la distancia de doce
leguas, y esto sin ayuda de caballos ni animales de ninguna especie,
habria mirado el hecho como naturalmente imposible; y sin embargo los
viajeros que andan por los caminos de hierro, saben muy bien que van
llevados con aquella velocidad por medio de agentes puramente naturales.
¿Quién sabe lo que se descubrirá en los tiempos futuros, y el aspecto
que presentará el mundo de aquí á diez siglos? Seamos en hora buena
cautos en creer la existencia de fenómenos extraños, y no nos
abandonemos con demasiada lijereza á sueños de oro; pero guardémonos de
calificar de naturalmente imposible lo que un descubrimiento pudiera
mostrar muy realizable; no demos livianamente fe á exageradas esperanzas
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