El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 06

Total number of words is 4825
Total number of unique words is 1896
30.3 of words are in the 2000 most common words
43.0 of words are in the 5000 most common words
50.4 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
no sabías que tus _síes_ y tus _noes_ no fueron nunca para mi
gloria y provecho? ¿No veías, no palpabas que los predicadores, en
sus latiguillos, echaban el latigazo de su lógica del lado de los
provechos particulares? ¡Si fuiste ya mi escudero y me vendiste,
vendiste a tu Madre...! No me arrepiento de haberte convertido
en un patán. No mereces estado mejor... ~(Derivando a un afable
humorismo.)~ Y ahora, mi ilustre gaznápiro, ya que la Madre tuya y de
todos no puede hacerte su escudero, no bajarás de esta eminencia sin
que saques de tan admirable perspectiva una lección o enseñanza. Por
esa parte a donde el sol se pone ves mi cuenca de Arlanza, hoy mal
poblada de árboles y de hombres, mísera y cansada tierra. Pues así
como la ves, pobrecita y escuálida, es la primera en mis idolatrías
de Madre; es mi epopeya; es creadora de mis potentes hombres; es la
que amamantó mis vigorosas voluntades. ~(En pie, de cara a Occidente,
con fogosa mirada, que fulgura en sus pupilas negras bajo la saliente
ceja, de aquilina forma.)~ Cuitado, ¿no ves Covarrubias y San Pedro
de Arlanza?
TARSIS.--No veo con mis ojos; veo con los tuyos y con tu grande
espíritu.
LA MADRE.--Diego Porcellos, Gonzalo Gustioz, Nuño Rasura, mi bravo y
generoso Fernán González, ya no sois más que polvo. Ni polvo sois ya;
pero aún dura y perdurará por siglos, en uno y otro mundo, la lengua
que en vuestros días y en vuestros labios empezó a remusgar, y al
fin quedó hecha, _sicut tuba_, trompeta de nuestra energía. Ya ves,
pobre Gil: por esa bocina de oro que aquellos gigantes nos dieron,
somos fuertes tú, yo y cuantos la poseemos; por ella somos iguales, y
el pobre y el rico, el plebeyo y el noble, nos hallamos en venturosa
fraternidad; por ella vivimos, quiero decir, que muertos todos
vosotros, yo viviré siempre, defendida por este divino aliento que
cierra el paso a la muerte... Y ahora, hijo mío, verás la enseñanza
que has de sacar de lo que acabo de decirte... Estas orejas mías
oyeron de la boca de mi Fernán González una sentencia que es la más
antigua que recuerdo de nuestra sabiduría popular. Contestando a unos
infanzones que dos veces le habían ofrecido vanamente su ayuda en la
guerra con los leoneses, por el partir de tierras, el Conde montó en
cólera, y allí, en Covarrubias, delante de doña Sancha, su esposa,
y de mí, les echó a la cara esta razón: «_Fechos son omes, palauras
son mulieres_,» refrán que ha repetido el vulgo en esta forma: «los
hechos son varones, las palabras son hembras.» Y yo te digo, Gil, que
cuando las palabras, o sean las féminas, no están bien fecundadas por
la voluntad, no son más que un ocioso ruido. Y aquí verás señalado
el vicio capital de los españoles de tu tiempo, a saber: que vivís
exclusivamente la vida del lenguaje, y siendo este tan hermoso,
os dormís sobre el deleite del grato sonido. Habláis demasiado,
prodigáis sin tasa el rico acento con que ocultáis la pobreza de
vuestras acciones. Sois muy lindas taravillas. Así, cuando la palabra
no tiene dentro la obra del varón, es hembra desdichada, horra y sin
fruto.
TARSIS.--Donosa es la lección, y he de aprovecharla en esta vida
trabajosa, que es, por lo que voy viendo, vida de pocas palabras.
LA MADRE.--Sigamos ahora.
TARSIS.--¿Hay más picos altos a que subir?
LA MADRE.--Los hay; mas ya es hora de que bajemos, que aún no estás
hecho a las cumbres eminentes, y tu natural te pide el arrastrarte
por lo bajo de la tierra, como criatura esclava de los estímulos de
hambre y sed. Agárrate del velo, y te llevaré por estas cañadas que
bajan hacia el Norte. Iremos a parar junto al nacimiento de mi río
Najerilla; traspasaremos la sierra de San Lorenzo, para caer en mi
San Millán de la Cogolla, lugar célebre en mis fastos de Historia y
Letras....
TARSIS. ~(Dejándose llevar como despeñado por insondables
precipicios.)~--Vamos a donde quieras. Ir contigo es mi gloria. Bien
sé que no lo merezco, y que de llevar contigo algún paje o escudero,
elegirías persona de más valía que este mísero Gil, rebajado, por su
falta de seso, de caballero a villano. Dime dónde habitas, y allí me
tendrás día y noche, ya sean tu vivienda los riscos más empinados o
las cavernas más hondas.
LA MADRE. ~(Bondadosa y jovial.)~--Muy entontecido estás, pobre Gil,
cuando no has comprendido aún que yo no tengo casa. Al revés lo
entenderás mejor: mía es toda vivienda cimentada en esta tierra, míos
son los palacios, mías las moradas humildes. No hay techo que no me
haya visto pasar bajo sus tejas o pizarras; no hay lugar que no haya
visto el paso de mi sombra por el suelo.
TARSIS.--Que frecuentas los palacios, ya lo pensaba yo antes de
oírte. En mi flaca memoria persiste la impresión de haberte visto
algunas noches en el salón de la Duquesa de Saldaña y en el de los
Condes de Fontibre. Tu rostro de soberana belleza y majestad no puede
confundirse con otro alguno. Vestías con suprema elegancia, y te
llamaban _Duquesa de Cervantes_ en una casa, _de Mío Cid_ en otra.
LA MADRE.--Así es. Con tales nombres me conociste; yo también te
conocía, y por cierto que me causaba risa tu imbecilidad, no mayor
que la de otros. Como no frecuentabas buhardillas ni cabañas, nunca
me viste entre gente mísera, agobiada de privaciones, o entre
tipos picarescos y maleantes. Mi sociedad es tan extensa y variada
como mis reinos, y no niego mi presencia a ninguno de los que se
dicen mis hijos, sean lo que fueren. A su lado me tienen nobles y
villanos, orgullosos y humildes, descreídos y fanáticos, monjas y
damas, pastores, soldados, frailes, viejos caducos y desarrapados
chiquillos... Cuanto en estos montes y en aquellas mesetas y en las
lejanas costas alienta, es mío; de todos soy, y a todos me debo...
Y ahora, buen Tarsis, sabrás que si tengo poder para llevarte con
vuelo de águila de una parte a otra de mi territorio, no está en
mis facultades el sostenerte días y días sin alimento. Subiremos
ahora esta otra sierra que llamo de San Lorenzo, y después de dar
un vistazo al santuario de Valvanera, te llevaré a que descanses en
mi San Millán, donde guardo el dulce recuerdo y las cenizas de mi
glorioso ermitaño y de mi primer gran poeta Gonzalo de Berceo, que
toma su apellido de un pueblecito que verás más allá... Agárrate
bien, y apresuremos el paso, que viene la noche.
TARSIS.--Ya viene... Por nuestra derecha, que a mi parecer es tierra
de Aragón, veo salir una luna redonda y clara, encendida de color,
y partida en dos por un celaje que parece alfanje. ~(Remóntase la
luna en su inflexible camino por el cielo; Gil y la Madre Encantadora
avanzan con ideal presteza por montes y valles; llegan a un caserío
humilde, apiñado a la sombra de un negro monasterio; se albergan en
rústico parador; cena Gil con arrieros; la Madre se sienta entre
mozas y viejas parleras; Gil se tumba sobre paja y sacos a la vera
de la Señora, y en el regazo de ella reclina la cabeza y duerme
con dulce sueño. Amanece; despierta el mozo.)~ ¡Qué dulce paz! He
dormido en tu regazo como un niño, y he soñado que vivimos en un
mundo patriarcal, habitado por seres inocentes que no viven más que
para compartir con amorosa equidad los frutos de la tierra...
LA MADRE. ~(Graciosa.)~--Hijo, te has anticipado a la Historia dando
un brinco de cien años o más, para caer en un porvenir que yo misma
no sé cómo ha de ser. Bien, Gil: así se pasa el rato agradablemente,
y del soñar a gusto, a nadie se ha de pedir cuenta. Hoy, por
desgracia, mis hijos viven más en sus querellas locas que en las
leyes de amor.
TARSIS. ~(Candoroso.)~--Pues de mí te digo que de caballero, lo mismo
que de villano, he mirado siempre a la paz y al amor. Enamorado fui y
enamorado soy, por paces. Déjame que te cuente... En Aldehuela tuve
devaneos y liviandades con el ama a quien servía, una tal _Usebia_...
Hablando con verdad, ella fue la que a mí me requirió antes que yo
a ella. No es hermosa propiamente, ni aseñorada; pero se abrasó de
afición a mí, y era de suyo harto pegadiza. Pecábamos, al volver
del mercado, por querencia suya irresistible, y hacíamos mal tercio
a la decencia por ser ella casada. Dolíase de su mal; mas no sabía
corregirlo. Al despedirme lloraba por mi ausencia, y por el agravio y
ornamento que poníamos a su marido.
LA MADRE.--Ya lo sabía, Gil. Más culpable es ella que tú. La ley
de encantamiento no te impone un absoluto despego de amor, y
el encastillarte en una ridícula virtud te pondría en violenta
discordancia con la libre naturaleza que te rodea. Es error creer que
el campo no brinda al hombre enamorado fáciles triunfos amorosos.
Solteras y casadas acogen con blandos arrumacos al mozarrón
forastero, y en aldeas y villas no faltan amas de cura, salidas de
madre y padre, con poco escrúpulo de la opinión.
TARSIS.--¡Que me place!... Debo decirte que mis amores con _Usebia_
fueron de puro pasatiempo. El amor mío verdadero y profundo es otro:
lo sentí cuando era caballero, y en mi alma lo conservo con todo su
ardor y pureza... Antes que me encantaras, hice la corte a una joven
americana llamada Cintia: empecé con idea de matrimonio, anteponiendo
al amor mi afán de riquezas. Rechazome ella, prefiriendo para marido
a un diplomático envarado, de estos que al vestirse por la mañana
se tragan el palo del molinillo. Me sacó de quicio el desaire, y
desairado amé a Cintia con pasión escondida, de las que la soledad
y el pensar continuo convierten en locura. Cuando me dábais los
primeros pases de ilusión para encantarme, vi a Cintia en un espejo.
Obra fue de las hechicerías del maldito Becerro y de las brujas de
sus hermanas... Hablamos la americanita y yo de un lado a otro del
cristal: me dijo que no se había casado con el diplomático; a mi
parecer me miraba con amor, y sus palabras destilaban ternura... Pues
bien, Madre: tú que todo lo sabes, dime si, en efecto, Cintia no se
ha casado, que bien podría ser todo una ruin burla de los invisibles
demonios que correteaban por aquella casa. Dime también si Cintia
está en España o se ha vuelto a América... Claro que si está en
América, nada podrás decirme.
LA MADRE.--Allá, como aquí, domino por mi aliento, _sicut tuba_; por
la vibración de mi lenguaje, que será el alma de medio mundo. Cuando
de allá me invocan, acudo al instante. Mi Colón me dejó una linda nao
milagrosa que me lleva y me trae en dos minutos... Por otra parte, ni
tú debes pedirme informes de esa familia, ni yo debo dártelos, pues
mientras permanezcas en estado villano, es necedad que pienses en
amores con damas principales... Y ya no más, hijo. Levántate. ~(De
la escarcela sacó unas bellotas que se trocaron en monedas; pagó el
gasto del mozo, y partieron.)~
TARSIS. ~(Ingenuo.)~--Ya podía la señora Madre darme de esas
bellotas, o decirme dónde está el árbol que las cría.
LA MADRE. ~(Con severidad afectuosa.)~--Espérate un poco, hijo: un
ratito hasta que fructifique la encina que tú mismo has de plantar;
otro ratito, hasta que maduren las bellotas... ~(Siguen platicando
del cómo y dónde plantará Gil la encina, y continúan andando en busca
del rebaño, que, según indica la Madre, estaba en Cameros. Llegan
de noche, guiados por el resplandor de una hoguera encendida por
los pastores, que han matado una oveja y se disponen alegremente a
comérsela.)~
TARSIS.--Allí están. Oigo la voz de Sancho, que suena en la espesura
de estos montes, _sicut tuba_. No puedo precisar el tiempo que ha
durado mi ausencia de los compañeros. ¿Han sido dos días, o tres?
LA MADRE.--En la vida pastoril no necesitas calendario ni reloj. El
tiempo es un vago discurso con somnolencia.
TARSIS.--¿Qué hora es?
LA MADRE.--El cielo te lo dirá. Mira la dirección del rabo de la Osa.
Mira el León que se esconde ya por Occidente. Por Oriente ha salido
Antares, la diabla iracunda, y tras ella Sagitario armado de flechas.
TARSIS.--Ya estamos entre ellos. Nos han visto y celebran tu
presencia con palmadas y vítores. El rabadán, los pastores y zagales,
llamados _Blas_, _Mingo_, _Rodrigacho_, prorrumpen en alegres
exclamaciones.
SANCHO.--¡Vítor la Madre!... _¡Hurriacá!_
MINGO.--Quédate, Madre, entre nos.
RODRIGACHO.--_¡Ijujú!_ Madre adorada. Buen gasajo aquí te damos.
BLAS.--Cata la Madre de Amor. Cata el Amor verdadero. ~(Rodean a
la Señora con brincos y algazara, y cantan en su loor un alegre
villancico.)~
SANCHO.--¡Vítor la Madre querida! -- Dime, pastor, por tu vida, --
¿qué es lo que tú le darás, -- y con qué la servirás?
RODRIGACHO.--Darele buenos anillos, -- cercillos, sartas de prata, --
buen zueco, buena zapata, -- cintas, bolsas y tejillos.
BLAS.--Y frutas de mil maneras -- le daré destas montañas, -- nueces,
bellotas, castañas, -- manzanas, priscos y peras. -- Dos mil yerbas
comederas, -- cornezuelos, botijinas, -- pies de burro, zapatinas --
y garbanzas y acederas.
MINGO.--Berros, hongos, turmas, jetas, -- anocejas, refrisones, --
gallicresta y arvejones, --florecicas y rosetas.
RODRIGACHO.--Y aun darele pajarillas, -- codornices y zorzales, --
jergueritos y pardales -- y patojas en costillas.
BLAS.--Pegas, tordos, tortolillas, -- cuervos, grajos y cornejas, --
las de las calzas bermejas. -- ¿Cómo no te maravillas? ~(La Madre se
muestra regocijada del obsequio, participa del festín de la oveja,
bebe del zaque, les saluda con gracioso ademán, y a la postre,
aclamada como al principio, desaparece.)~


X
De la blanda vida pastoril, pasa el caballero a vida más dura.

Bendito y descansado oficio era el de pastor, y así lo declaraba Gil
ante sus compañeros, con los cuales vivía en santa paz, sin que la
buena concordia se rompiese ni alterase por un sí ni por un no en
largos días. Conducir el ganado de una parte a otra dentro de términos
extensísimos, aprovechando estas hierbas y dejando descansar las otras;
dormir en el chozo o a su vera, según el tiempo; comer donde más les
placía migas, sopas, o el _frite_ de oveja o cordero; saber las horas
por el sol, y de noche por las estrellas; saber del mundo lo poco que
les llegaba, migajas del acaecer y del opinar traídas por el viento
de vagas voces, era en verdad la mejor vida para llegar a viejo.
Entretenían los pastores sus ocios refiriendo consejas, o narrando
cada cual su propia leyenda, no siempre sencilla ni tejida en telares
bucólicos. Los que habían servido al Rey contaban militares valentías,
y hazañas amorosas con niñeras y amas de cría.
Uno de ellos, Rodrigacho, que había sido monaguillo muy travieso,
contó su fuga de la iglesia y lugar de Cuérnagos, por haberle echado
pica-pica al cura cuando estaba sentadito en misa de tres oficiantes.
Tuvo que salir a espetaperros, huyendo de la paliza que quiso darle el
sacristán, y corrió tanto, decía, que en cada tranco que daba, un pie
perdía de vista al otro... En su medrosa carrera no paró hasta Vigo,
donde quiso embarcar para la Habana; pero no pudo colarse de _polisón_,
que era su ardiente anhelo, y al cabo de mil penalidades, sirviendo a
gente de mal vivir, se vino a tierra de Salamanca con unos hombres que
conducían dos toros padres venidos de Inglaterra. Arreglose con el amo
de estos entrando en los ejércitos de la ganadería, pues en los de Rey
no sirvió, por ser hijo único de viuda.
No faltaban en la majada horas de aburrimiento, que Blas y Sancho
sorteaban labrando cucharas de boj. Casados y solteros no tenían las
mismas añoranzas de la hembra lejana. Sancho, que dejó a su pastora en
Micereses, la echaba muy de menos; Rodrigacho, que tenía su _Filis_
en Pocilgas, partido de Alba de Tormes, habría querido tenerla a mayor
distancia; Mingo, que _hablaba_ con una viuda de Cantimpalos, apenas
se acordaba de ella, y Blas solía cambiar de _Galatea_ en el ir y
venir de la trashumancia. Cuando a Gil le tocaba bajar por víveres a
Torrecilla de Cameros, ponía en juego todas sus artes de seducción para
proporcionarse una conquistilla. A pesar de las prisas de recadista,
estuvo a punto de lograr sus deseos, capturando a una moza garrida que
cuidaba cabras a media legua del pueblo. Naturalmente, la cortedad del
tiempo no le permitía rematar su aventura. Diéranle más desahogo, y a
la majada se llevaría la pastora y sus cabras. Contando sus apuros a
Blas, el muy socarrón le decía: _Amor fino y buena mesa, no quieren
priesa_.
Con sus lentas horas y su apartamiento del mundo, la vida pastoril era
para Tarsis la más grata forma de encantamiento. Pero de súbito se
torció el destino del caballero hacia una situación desconocida. La
causa de esto fue que el ganado pasó de la propiedad de los Gaytanes a
la de los Gaitines, establecidos en Soria y Cameros. Ya se lo maliciaba
Sancho. Nunca pudo explicarse trashumancia de tal extensión en estos
tiempos sino por venta o cambalache. En efecto: Gaytanes y Gaitines
hicieron escritura, por la que estos vendían a los otros tierras con
que querían redondear su latifundio, y aquellos entregaron a los
cameranos sus ovejas, y a más una suma en metálico. El administrador,
que subió al monte a notificar el cambio de propietario, propuso
a Sancho quedarse de rabadán; pero no quiso aceptar y se fue a
Micereses. Blas y Rodrigacho desfilaron también; Mingo se quedó, y a
Gil se le llevaron a Torrecilla por expreso encargo del nuevo dueño,
que ofrecía darle colocación más activa y de más lucido jornal.
Entraba, pues, Gil en otra etapa villanesca. La transformación empezaba
por el cambio de costumbres y ropa. Regaló montera y zahones a Mingo;
conservó su calzón de estezado y alguna otra prenda pastoril. Con lo
que se llevaba compuso su hatillo bien asegurado en un pellejo con
fuertes correas, y echándoselo al hombro partió para Torrecilla. El
administrador de los Gaitines no le detuvo más que el tiempo preciso
para un corto descanso, comer, comprar zapatones, tabaco y un par de
camisas, y le expidió, en compañía de dos hombres, al lugar de su
nueva colocación. Al llegar a Logroño se les facturó en ferrocarril
a la estación de Alfaro, desde donde irían a su destino en carros o
caballerías. En el trayecto de tren acabó Gil de enterarse del trabajo
en que había de emplear su encantada personalidad. Era la explotación
de una cantera próxima a la villa de Ágreda. Los señores Gaitines,
contratistas de un camino real entre dicha villa y Tarazona, habían
establecido la extracción de piedra en la falda de un monte, de los
que sirven de estribo y contrafuerte al excelso Moncayo. Uno de los
acompañantes de Gil iba de listero, el otro de barrenador. Por ambos
supo Gil que ganaría jornal de once reales. Del tren partieron en mulos
hasta Grávalos, donde descansaron medio día, y al siguiente dieron con
sus molidos cuerpos en la ibérica _Ilurci_, que los romanos llamaron
_Græcuris_, nombre que, pasando como canto rodado por bocas de godos,
árabes y cristianos, vino a ser _Ágreda_.
A corta distancia de la villa, y casi tocando al trazado del camino
real, estaba la cantera, llaga enorme abierta en el costado de una
dura montaña, dejando ver la tierra como sangre y las piedras como
desmenuzados huesos. Desde lejos se veía la inmensa herida, y el
espectador se condolía del desdichado monte, imaginándolo víctima de
una bárbara labor quirúrgica, levantada en gran parte su hermosísima
piel verde, deshecha por el hierro su carne, y todo en pedazos mil, y
todo cayendo y rodando en piltrafas sanguinolentas como los despojos de
un anfiteatro... Pero cuando el espectador se acercaba, ya no sentía
lástima del monte, sino de los que en él trabajaban, bajo un sol
ardiente, gateando en el áspero declive. Los unos taladraban la peña
con poderosas barras, los otros recogían los pedazos dispersos por la
explosión, despeñándolos por la pendiente, hasta que los peones los
partían y cargaban las carretas. Era un trabajo de gigantes: algunos,
desnudos de medio cuerpo arriba, mostraban admirables torsos y brazos
de atletas formidables; otros, agobiados de fatiga, se doblaban por la
cintura, contenían el gemido para poner toda su alma en el esfuerzo,
sacado a tirones angustiosos de las más hondas flaquezas.
Entró Gil en el trabajo de la cantera con cierto brío, estimulado
por la ganancia, por la emulación, por algo de grandioso que veía
en aquel luchar al aire libre con lo más duro que existe: la roca.
Noble era el arado; mas la barra y su manejo agrandaban y hermoseaban
la humana figura. Desplegó, pues, sin tasa en los primeros días su
vigor muscular, y aparentaba despreciar la fatiga. Toda su admiración
era para Cristóbal, con quien había venido de Torrecilla, trabajador
incansable, no desprovisto de cierta elegancia en los acompasados
movimientos con que taladraba la piedra, sosteniendo el ritmo. Atizaba
más fuerte a medida que el agujero iba más hondo. La piedra caldeada
por el hierro, a este entregaba su seno endurecido por los siglos.
Marchaban los trabajos con regularidad intensa, inflexible. El capataz,
hombre muy serio, envarado de autoridad, no permitía distracciones,
ni descansitos, ni palabras ociosas. Llamábase José Mantecón, y ponía
gran empeño en mostrar un genio absolutamente contrario a su apellido.
Cuando llegaba el momento de los tiros, gozaban todos de un corto
descanso. Se cargaban los barrenos, se encendía la mecha que había de
prender el cartucho, y a correr la gente para ponerse al resguardo de
la explosión. Diseminados alegremente, cada cual elegía el burladero
que estimaba más seguro. El estruendo de la terrestre artillería, la
conmoción del suelo, el humo, el volar de los cantos, traían un momento
de alborozo. Los pedazos de piedra caían como proyectiles perdidos,
mostrando en sus caras interiores, calientes, la virginidad de la roca.
En esta función de los disparos, permitía el capataz a los trabajadores
el recreo de un cigarrito, golosina de holganza que les alentaba para
volver al trabajo de barrenar, descantillar, y al arrastre y carga
en los carros. Gil no desmayaba, y se mantenía siempre en el término
estricto de sus obligaciones. Un día, por ausencia de Cristóbal, que
faltó por enfermedad, dio un par de barrenos no inferiores a los del
maestro. Con frase áspera, el capataz declaró bueno el trabajo, sin
ablandarse a prometer ascenso. El sol ardiente de aquel día, bastante a
derretir el apellido de Mantecón, hizo más duro su carácter.
Los sábados cobraban puntualmente, mitad en plata, mitad en calderilla;
los domingos, después de trabajar medio día, se iba cada cual a su
descanso o esparcimiento. Gil vivía con otros en un parador abandonado,
cercano al pueblo; dormían en el suelo sobre improvisados lechos de
paja y mantas. Mujerona feísima, mas no puerca ni haragana, regía
la casa. Regañando a toda hora, era diligente, gobernosa, y a los
trabajadores servía muy a punto sus comidas y cenas. Los días festivos,
Gil se lavaba y acicalaba, y presumiendo de guapo se ponía su calzón
estezado, su blusa limpia, su faja negra, y con la boina ladeada, el
cigarrito en la boca, pañuelo en la faja, en el bolsillo del pantalón
los dineros que sonaban al andar, se iba al sitio de recreo del pueblo,
un extenso prado que llaman _la Dehesa_. Dábanle amenidad una umbrosa
alameda por la parte próxima al río Queiles, y en la cercanía del
monte, encinas, álamos y tilos en grupos, a cuya sombra manaba una
riquísima fuente. _La Dehesa_ era la gran atracción de Gil los domingos
por la tarde. Allí acudían las muchachas del pueblo, y armaban bailes
tremendos, con brincos o _agarraos_, conversaciones vivas, carcajadas y
chillidos, bullanga de música, ya por lo serrano, ya por lo aragonés.
Mozas había muy lindas, de silvestre ingenuidad las unas, otras ladinas
y escamonas, en guardia siempre contra el hombre, fortificada su
honestidad por la espesura de sus refajos.
Gil no paraba en toda la tarde de atontar al mujerío con su charla
donosa, bailoteando jotas y seguidillas hasta más no poder. En ninguna
sociedad de las que conoció en su vida de caballero se había divertido
tanto. Era su compañero inseparable otro mozo de la cantera, guapín,
despierto, medio aragonés y medio navarro, llamado Juan Ablitas, el
cual galleaba y se ponía moños por haber traído a su redil a una
jovenzuela graciosa, sobrina de un cura, que desde el primer día
de conocimiento en _la Dehesa_ le hizo entrega de su albedrío. La
chiquilla se escapaba por las noches al encuentro del galán, y a más de
obsequiarle con favores de amor, le regalaba _bodigos_ de los que su
tío el buen párroco copiosamente recogía. Son bodigos los panecillos de
flor que se llevan a la iglesia, y cual ofrenda se añaden a los cirios
en el sufragio por los difuntos. Volvía por la noche Juan junto a su
amigo, y dándole un panecillo, con hinchada fatuidad le decía:
--Toma, Gil, uno de los bodigos que me ha traído _la mía_, y confiésame
que conquista como esta no la has hecho tú, ni la harás en tu
pindonguera vida.
Comía Gil el panecillo, y no se cuidaba de abatir la petulancia del
tenorio agredense don Juan Ablitas. Sucedió que a los pocos días de
esto supieron los amigos, por una de las mozas, que el cura olfateó
la sustracción de los panes, y cogiendo a la muchacha, sobrina o
lo que fuera, con pellizcos y pescozones la puso en la apretura de
vomitar sus pecados, y a lo último echó el más feo de todos, que
fue dar los bodigos a un _chico de la cantera_. Desde aquella hora
nefanda, Juan y Gil no volvieron a ver el pelo a la moza, y en esto,
llegado el domingo, Ablitas, escupiendo por el colmillo y apretándose
la faja, dijo que no pensaba ir a _la Dehesa_, ni estaba en vena de
divertirse... Para que se viese que era un hombre, se plantaría en la
iglesia mayor del pueblo, o en sus inmediaciones, hasta encontrarse con
el cura y darle cuatro _morrás_ como para él solo...
No trató Gil de disuadir al tenorio retador, y se fue solo al paseo.
Vio grupos de chicas; pero al llegarse a ellas, un estímulo fisiológico
le llevó hacia la parte del monte, donde a la sombra de unas encinas y
al arrimo de peñas musgosas, secreteaba consejas el chorrillo de una
fuente. Como a veinte pasos del agua vio que de la fuente venía una
gallarda moza con un cántaro lleno cogido por el asa. Cuando llegaron
uno frente a otro, Gil lanzó una grande exclamación y extendió el
brazo en ademán de detener a la joven aguadora. Y esta paró en firme,
mirándole a él con enojo de que un desconocido le cortara el paso.
--Cintia, Cintia --dijo Tarsis--, no te me escapas ahora.
--Quite allá... Déjeme. No le conozco.
--¿Me negarás que eres Cintia? ¿Crees que puedo yo olvidar o confundir
tus ojos divinos; tu boca, tan linda risueña como enojada, y esa
frente de diosa, y esos cabellos partidos en dos bandas, y esa color de
albura quebrada, y ese aire de reina, y ese...?
--Anda; está loco el hombre. Déjeme seguir.
--Un momento. Me negarás que eres Cintia; pero no me impedirás que te
adore.
--¡Ya escampa!... Me llama _Cinta_, y mi nombre es Pascuala... Ea, si
viene de burlas, sepa que no las aguanto.
--Mátame si quieres; pero yo digo y sostengo que eres Cintia. Si no me
conoces, te diré que soy Tarsis...
La hermosa joven, cuyas incomparables facciones correspondían a la
forma encomiástica con que el mozo las había descrito, le miró con
fijeza y seriedad.
--Qué --dijo Tarsis prontamente--, ¿haces memoria?... ¿buscas mi
fisonomía en tus recuerdos?... ¡Ah, Cintia! tú estás encantada como yo,
y aún te encuentras en ese estado crepuscular de la memoria que vuelve,
que quiere volver...
--Le miro a usted --dijo ella un tanto compadecida y temerosa--, porque
me parece que está usted loco... y los locos me dan miedo... Vaya...
Con Dios.
--Un instante, Cintia. Tengo una sed horrible... ¿Serás tan cruel que
no me des un poco de agua?
Sin decir nada, la lindísima mujer alzó el cántaro y lo inclinó sobre
su brazo izquierdo para que el sediento bebiese.
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 07
  • Parts
  • El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 01
    Total number of words is 4707
    Total number of unique words is 1842
    31.0 of words are in the 2000 most common words
    42.9 of words are in the 5000 most common words
    48.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 02
    Total number of words is 4692
    Total number of unique words is 1853
    32.4 of words are in the 2000 most common words
    44.7 of words are in the 5000 most common words
    50.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 03
    Total number of words is 4833
    Total number of unique words is 1886
    32.6 of words are in the 2000 most common words
    45.4 of words are in the 5000 most common words
    51.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 04
    Total number of words is 4949
    Total number of unique words is 1860
    31.3 of words are in the 2000 most common words
    42.8 of words are in the 5000 most common words
    49.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 05
    Total number of words is 4782
    Total number of unique words is 1877
    32.6 of words are in the 2000 most common words
    44.5 of words are in the 5000 most common words
    51.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 06
    Total number of words is 4825
    Total number of unique words is 1896
    30.3 of words are in the 2000 most common words
    43.0 of words are in the 5000 most common words
    50.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 07
    Total number of words is 4891
    Total number of unique words is 1726
    34.2 of words are in the 2000 most common words
    47.1 of words are in the 5000 most common words
    52.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 08
    Total number of words is 4895
    Total number of unique words is 1836
    31.3 of words are in the 2000 most common words
    42.9 of words are in the 5000 most common words
    49.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 09
    Total number of words is 4668
    Total number of unique words is 1764
    33.3 of words are in the 2000 most common words
    45.8 of words are in the 5000 most common words
    51.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 10
    Total number of words is 4846
    Total number of unique words is 1839
    32.0 of words are in the 2000 most common words
    45.1 of words are in the 5000 most common words
    51.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 11
    Total number of words is 4782
    Total number of unique words is 1834
    32.2 of words are in the 2000 most common words
    43.8 of words are in the 5000 most common words
    50.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 12
    Total number of words is 4989
    Total number of unique words is 1827
    32.0 of words are in the 2000 most common words
    43.1 of words are in the 5000 most common words
    49.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 13
    Total number of words is 4825
    Total number of unique words is 1856
    28.7 of words are in the 2000 most common words
    40.7 of words are in the 5000 most common words
    47.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 14
    Total number of words is 4882
    Total number of unique words is 1809
    31.9 of words are in the 2000 most common words
    43.2 of words are in the 5000 most common words
    49.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 15
    Total number of words is 4905
    Total number of unique words is 1745
    33.4 of words are in the 2000 most common words
    45.0 of words are in the 5000 most common words
    50.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 16
    Total number of words is 4799
    Total number of unique words is 1844
    30.6 of words are in the 2000 most common words
    42.4 of words are in the 5000 most common words
    49.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 17
    Total number of words is 4803
    Total number of unique words is 1870
    30.8 of words are in the 2000 most common words
    44.5 of words are in the 5000 most common words
    51.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 18
    Total number of words is 4801
    Total number of unique words is 1836
    32.3 of words are in the 2000 most common words
    44.5 of words are in the 5000 most common words
    50.5 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El caballero encantado (cuento real... inverosí­mil) - 19
    Total number of words is 1640
    Total number of unique words is 792
    37.0 of words are in the 2000 most common words
    48.0 of words are in the 5000 most common words
    54.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.