El buey suelto... Cuadros edificantes de la vida de un solterón - 11

Total number of words is 4904
Total number of unique words is 1645
33.2 of words are in the 2000 most common words
44.9 of words are in the 5000 most common words
51.4 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
la velocidad mayor que le es permitido, quisiera ser guardia civil ó
polizonte, para meter en la cárcel al escandaloso; mejor que esto,
rayo que le tendiera sin vida; y mucho mejor, huracán que le barriera
de allí sin dejar ni siquiera huellas del inicuo. Pero no es guardia
civil, ni rayo, ni huracán; es un desdichado que arrastra una cadena y
sufre azotes y bofetadas: aquello es una agonía sin el descanso de la
muerte.
Meteríase en un portal y hasta llamaría á la puerta de un vecino; pero
el perseguidor iría detrás y llamaría también, y el escándalo de la
calle se repetiría en las escaleras. ¡No tiene más recursos que llegar
á la suya cuanto antes, si es que la explosión de su paciencia no le
mata en el camino!
En tanto, continúa vociferando el otro:
--¿Qué ves en tu padre que te avergüence, don fanfarrias? ¿Qué afrentas
te hizo? ¿qué reales te pidió? ¿qué casa te ha quemado?... Artista soy,
sí, y á soflama y requilorio debieras tenerlo tú... ¡Pero soy insánime
de dinero, y eso te abichorna, similón pomposo!... Pues al tomar la
hija de mi corazón en consorcio oculto, ya lo sabías, ¡tunante!
Á esto, no sólo se detiene la gente y mira, sino que frunce el
entrecejo encarándose con Gedeón. Para que un andrajoso se atreva en
público con un señor de levita, motivos gordos debe de tener para ello.
Esto se lee en aquellas caras; y con esa lógica se han barrido las
calles con más de cuatro inocentes.
Gedeón no teme que las barran con su cogote, pero padece más que si tal
sucediera.
Arrastrando sus piernas, como se arrastran soñando que nos persigue un
toro, llega á columbrar su casa; pero aún le falta medir, paso á paso,
aquel sendero, adoquinado y reluciente para otros, para él espinoso y
áspero, y sobre el cual hormiguea la gente, que le conocerá de vista,
porque es la gente de su barrio.
Cierra los ojos y avanza en él cuanto le permiten sus dolores y su
desesperación.
El zapatero no calla, y la gente sigue mirándole. Parécele que son
verdes y amarillas y tornasoladas las caras de los transeuntes; que
las piedras echan chispas bajo sus pies, y que le ha invadido las
manos y el rostro un hormiguero que ya le asalta la boca, los oídos y
las narices. Tose, estornuda, se limpia el sudor con el pañuelo y da
fuertes golpes en la acera con el bastón, creyendo que así se oirán
menos los apostrofes y bufonadas del zapatero; pero sólo consigue poner
más en evidencia sus angustias.
Algunos de los que pasan se ríen de ellas; no faltan pilluelos que se
arriman al insolente y le aplauden para que diga más, y silban cuando
lo ha dicho. La indignación y la vergüenza, comprimidas hasta allí
por un heroico esfuerzo de la voluntad, van á estallar y á matarle;
las piernas se niegan á arrastrar aquel cuerpo tan derrengado por las
angustias del espíritu. No importa: preferible le parece morir de un
estampido, á vivir un instante más en semejante tortura.
Felizmente, el zapatero va quedándose rezagado á medida que Gedeón se
aproxima á su casa. Esto le envalentona un poco; y cuando al fin llega
al portal; cuando ya puede soltar todas las válvulas de sus pulmones
y todos los frenos de su lengua, sus nervios le parecen cables, y sus
manos, tenazas. Se siente capaz de convertir entre ellas en jigote al
mismo exterminador de los filisteos.
Desde el umbral de la puerta mira calle arriba, y ve al zapatero
detenido en ella y rodeado de granujas y holgazanes.
--¡Vamos, hombre!--le vocea trémulo y como si tratara de animarle con
una sonrisa que más parece gesto de agonizante,--¿por qué te quedas
ahí?... Ven acá... acércate y hablaremos.
--_¡Nequanquis!_--responde el zapatero, haciendo un ademán picaresco,
señal de que huele la madera desde allí.
--¡Con franqueza!
--Ya lo supongo, hijo mío... para eso soy tu padre; pero otro día
será... ¡Hemos de codearnos tantas veces en la calle!... Se conoce que
te gustó la platicación.
--¡Mucho!
--Pues la repetiremos, amado hijo, la repetiremos; que yo soy muy
agradecido... ¡Conque hasta la primera, hermosote!
--¡Hasta un rayo que te parta, inmundo zapatero!... ¡borracho
infame!... ¡holgazán inicuo!... ¡ladrón!
Y dicho esto, blandiendo el bastón y echando espumarajos por la boca,
vuélvese Gedeón rugiendo al ver que el zapatero se larga calle arriba,
y comienza á subir la escalera con tantas dificultades como deseos de
vencerlas.
Al llegar á la puerta de su habitación, se encuentra con el médico de
marras, que baja. Hace mucho que no se han visto.
--¡Feliz hallazgo!
--¡Calle!... ¡Mi buen Doctor!
--El mismo, amigo mío... Y ¿cómo va con esa vida?
--¡Tan guapamente!
--¡Cuánto lo celebro!... ¿Es decir, que se divierte usted mucho?
--¡Muchísimo, Doctor!... ¡No puede usted imaginárselo!
--Ni lo intento, amigo mío... Basta verle á usted la cara.
--¿Tan risueña la traigo?
--Como unas castañuelas.
--Yo soy así.
--De modo que va usted llenando aquel vacío...
--Hasta los bordes, Doctor.
--Luego no hay que temer vacilaciones ya, ni arrepentimientos...
--¡Eso, jamás!
--¡Bravo, amigo mío!... y adelante con la cruz, que poco debe de pesar
la de usted, según lo ufano que la lleva.
--Mucho que sí.
--Adiós, amigo mío.
--Agur, mi buen Doctor.
Y mientras éste continúa bajando, el otro se mete en casa, donde le
esperan Merto á la puerta y Adonis en el gabinete: el uno mirándole
torcido, y el otro barriendo el suelo con el rabo.
Sin fijarse en el uno ni en el otro, déjase caer en su poltrona; llama
á Regla, que se presenta hosca y desabrida; mándala que le prepare la
cama, unas unturas para la rodilla y una taza de tila; y mientras las
dos últimas órdenes se cumplen, vase desnudando poco á poco.
--¡Y dicen que _el buey suelto bien se lame_!--exclama después que
ha hecho en la mente un brevísimo resumen de sus tribulaciones de
soltero.--¡Lo que se lame son las ronchas de las palizas que le cuesta
su libertad!... ¡El tesón condenado me impedirá decirlo donde me oigan;
pero la verdad es, pese á quien pese, que no me viera en estos trances
ignominiosos y otro gallo me cantara, _si yo me hubiera casado á
tiempo_!
[Ilustración]


ÚLTIMA JORNADA


[Ilustración]
I
SALDO DE CUENTAS ATRASADAS

Por más que de algunos seres privilegiados se diga que por ellos no
pasan los años, los años pasan, sin que haya afeite ni fuerza de
voluntad que alcancen á borrar sus huellas. Ó el cuerpo ó el alma
han de gemir bajo su peso, si es que no gimen á la vez el uno y la
otra. Ocioso es que la materia, oronda y esponjada todavía, aspire á
los solaces de otros tiempos, si el espíritu que ha de estimularla
está seco y abatido; tan ocioso como que éste, retozón y bullanguero,
pretenda los deleites de la juventud si está preso y encogido en un
cuerpo caduco y achacoso.
Fuerte era el de Gedeón, y bien nutrido; holgado estaba y hecho á mimos
y regalos; defendióse contra el tiempo como gato uñas arriba; pero
lloviéronle pesadumbres; abatiósele el espíritu, y cayó vencida su
materia mal cebada, como tronco roído por gusanos.
Aquél á quien vimos hecho una furia, combatido por tantas
contrariedades en un solo día, está diez años después arrastrándose,
más bien que caminando, en el último tramo de la senda que le lleva á
las puertas de la eternidad.
Los achaques le invaden por todas partes; lo que antes fué reúma
tolerable y catarro frecuente, es ya gota declarada y asma legítima;
gasta franelas en las piernas y en el pecho, y zapatones de paño en los
hinchados pies; los cambios atmosféricos le crucifican; por la noche la
tos le roba el sueño; y cada vez que tose parécele que la gota le cose
á puñaladas. Tiene mucha barriga, ancho pescuezo, grandes ojeras, y la
mirada triste, más que triste, angustiosa y desconsolada.
Sale muy poco de casa, y cuando el aire no apaga una cerilla, y no hace
frío ni calor, ni hay humedad en el suelo.
Da, con mucho trabajo, un par de vueltas en el paseo más solitario y
abrigado, ó solamente llega á la tienda de la esquina, donde se sienta
á oir, cuando no á insultar, á media docena de tipos, tertulianos
impertérritos de aquélla.
Ha perdido por completo la poca afabilidad que le distinguía de todos
sus _congéneres_. Ahora es taciturno, irritable, áspero y hasta
grosero en su trato con los demás.
Regla continúa cuidándole; pero desde que adquirió la certeza de que
no es ella sola la que impera en aquel montón de ruínas, falta en
sus cuidados el primor; cumple con su deber, pero no se afana como
antes por anticiparse á los deseos de su amo. Antes existía cierta
inteligencia misteriosa entre ambos, hasta el punto de decirse el
uno:--«Esta mujer nació cortada para servirme;» mientras pensaba la
otra:--«Parece este hombre nacido para mandarme.» Ahora es Gedeón, para
su criada, «un amo como todos,» y Regla, para Gedeón, «una criada como
las demás.»
Ya he dicho cuál es la causa de la tibieza de Regla: el desafecto de
Gedeón data de la pérdida de aquellos bríos bestiales que fueron su
único afán. Lo que es hijo de la carne, con la carne se va, como la luz
con la mecha consumida.
También en el cuerpo de Regla han hecho mella los años transcurridos
desde que no la vemos. Ya no tiene aquella morbidez de formas, ni
aquellos dientes tan blancos y tan completos, ni aquella mirada
insinuante con que la conocimos: dejó de ser _todavía joven_, y ha
entrado en la categoría de _mujer de edad_, aunque de las que templan
la pesadumbre de esta condición con el consuelo de _bien conservada_.
Adonis vive aún en el rincón de siempre; pero debajo de una manta,
encogido, jadeante y con un estertor perenne; el pelo se le cae á
mechones á cada vuelta que se da en la cama; y de aquel rabo ondulante
de profusas crines, sólo queda el núcleo escueto y encorvado, que ni
siquiera responde con un lento balanceo á las muestras de cariño que de
tarde en tarde le consagra Gedeón.
Aquel cuerpo entumecido y espirante, sólo con la presencia de Merto
reviviera, como cadáver galvanizado, aunque quizá para morir más
pronto. Porque Merto precipitó su vejez robándole el sosiego del
espíritu y martirizándole la carne durante lo más florido de la
juventud. Desde que el díscolo muchacho volvió á casa, se acabaron para
el infeliz ratonero los mendrugos sabrosos y los huesos regalados;
despierto de día, necesitábale para vigilar y huir de las asechanzas
del enemigo; durmiendo de noche, todo su sueño era un continuo varazo y
un incesante puntapié.
Es de saberse que á los pocos días de volver Merto al lado de su madre,
comenzó á hacer de las suyas, aunque no en la escala en que las hizo
el día de la gran batalla; pero es indudable que Adonis tenía para
él un atractivo irresistible, pues, contra todos sus propósitos, le
largaba un puntapié donde quiera que se hallaba con él, si su amo no le
veía. Ni los bofetones ni los castigos más duros de su madre bastaban á
detenerle en esos momentos.
Dos años pasó así; dos años durante los cuales martirizó al ratonero,
rompió mucha vajilla y descompuso setenta veces el reló del comedor,
é hizo cincuenta mil fechorías, aparte de las que no pudo su madre
ocultar á su amo.
Viéndole éste incorregible, le metió en un colegio con el doble fin
de verse libre de sus travesuras y de sacar algún partido de él, si
era posible. Entonces volvió Adonis á dormir tranquilo y á vivir
descuidado. Pero ya venía tarde la bonanza, porque la tempestad
había durado mucho. El pobre animal había pasado lo mejor de su vida
sufriendo sus embates, y no había en su cuerpo un solo hueso que no
hubiera servido de yunque á aquel martillo implacable. Vióse cargado
de humores; acometióle una tristeza abrumadora; declaróse enfermo
crónico; metióse en la cama, en la que tiritaba de frío aun en el rigor
del verano, y llegó su desaliento hasta el punto de consentir que los
ratones se revolcaran encima de él impunemente. Entonces dispuso Gedeón
que se le cubriera con una manta, contra el parecer de Regla, que
pretendía tirarle á la calle con la barredura. Lo demás ya lo sabe el
lector.
Merto en el colegio, fué como toro en plaza; vió desde el primer día
un enemigo mortal en cada maestro y en cada vigilante; y comenzando
por mirarlos con recelo, acabó por embestirlos. Á los pocos meses fué
expulsado, no sin haber dejado señales indelebles de su barbarie hasta
en la cara del director, ni sin sacarlas él de las pulgas de maestros y
condiscípulos, en muchos parajes de su cuerpo.
Del colegio pasó á un taller de carpintería; de éste, á una fragua;
de la fragua, á una taberna, y, por último, á la cárcel. Porque ya en
esto era grandullón de diez y siete años, y lo que había empezado en
el colegio por cachetes y arañazos, acabó en la taberna por amagos de
navajadas y por sospechas vehementísimas de robo.
Lo que esto dió que hacer y que meditar y que decir á Gedeón, y al
dinero que le costó, excuso yo referirlo.
Cuando Merto se vió libre, al cabo de muchos meses de reclusión, halló
cerradas todas las puertas, incluso la de su madre; y, por no volverse
á la cárcel, arrimóse al primer perdido que encontró en la calle;
contóle su desamparo, aceptó su consejo, y vendióse por un puñado de
pesetas para soldado de Ultramar.
Por esta razón poderosísima no figura Merto _de cuerpo presente_ en el
inventario que hice más atrás de los personajes de la casa de Gedeón.
En cambio, en el que voy á hacer de los desengaños y las penas de éste
desde que le perdimos de vista en el cuadro anterior, puede figurar
como una de ellas la que se desprende del compendiadísimo relato que
precede de la vida y milagros del implacable enemigo de Adonis.
La sospecha adquirida en su encuentro con Herodes á la puerta de
Solita, continuó atormentándole mucho tiempo; y aunque ningún
testimonio nuevo volvió á robustecerla á sus ojos, el afán de
encontrarlos le llevaba á cada instante á las callejuelas de aquel
barrio, y hacíale ver en cada sombra y en cada bulto al odiado enemigo,
y obligábale á continuar el trato de la hija del remendón, con una
frecuencia tan opuesta á sus propósitos anteriores, como extraña á los
ojos de Solita; siendo de advertir, como prueba de la violencia de
sus celos, que no bastaba á resistirla el horror que le causaban sus
encuentros con el tío Judas, bastante repetidos, en el camino.
Para librarse de ellos sin escándalo, ideó, después del que
presenciamos en el cuadro anterior, de acuerdo con Solita, triplicar la
pensión que hasta allí había dado á su padre, á condición de que éste
no se le presentara jamás delante. Produjo buen resultado el acuerdo
durante algunos meses; pero creciendo las necesidades del zapatero á
medida que aumentaban los recursos, y calculando el sinvergüenza que
más se le daría cuanto mayor fuera su insistencia en perseguir á quien
lo daba, Gedeón volvió á ser asaltado en la calle muchas veces, tantas
como los aumentos que hizo á la pensión. Viendo que ésta subía como la
espuma, y conociendo la intención del zapatero, resolvióse á poner el
caso bajo la protección de las leyes; y el tío Judas fué encerrado en
la cárcel como vago.
Pero salió de ella, y volvió á las andadas, y tornó la justicia á
prenderle; y en este juego pasaron dos años, torturado Gedeón entre sus
celos, que le sacaban de casa, y el temor al zapatero, que le asustaba
en la calle; el odio que sentía hacia Solita, y el amor propio que cada
vez le arrimaba más á ella; el asco que le producía el remendón, y el
dinero que le costaba verse libre de él por algunas semanas; el reúma
y el catarro que iban desarrollándose en sus piernas y en su pecho,
como hiedra en pared vieja, y el zumbar en su cerebro, sin tregua ni
descanso, de aquella tempestad de desencantos y remordimientos, cada
día más deshecha.
En uno de ellos quiso lanzarse á la calle antes que la visitara el
sol, porque durante la noche no había podido conseguir un instante de
reposo. Judas, borracho como un cuero, le había _acompañado_ á casa por
la tarde, y la medida de su sufrimiento se colmó. Acostóse sin cenar,
y la cama le pareció un tormento. La tos le ahogaba, y el recuerdo del
infame descamisado, poniéndole nervioso, se la estimulaba. En cuanto
vió un rayo de luz penetrar por la vidriera del balcón, vistióse y se
lanzó á la calle á respirar el aire libre.
Al extremo de ella había un grupo de cuatro personas que contemplaban
un bulto tendido en el suelo. Acercóse á contemplarle también. Aquel
bulto era el cadáver de Judas. ¡Jamás le pareció la muerte más
justiciera, ni la calle más ancha, ni el aire más puro!
--Es un borracho--le dijo un hombre de los del grupo,--que dormía á la
intemperie la mayor parte del año. Sin duda el frío de la noche le ha
matado.
--Ó la justicia de Dios,--contestó Gedeón disimulando mal su alegría,
continuando su paseo y complaciéndose con pueril afán en irse por los
sitios que más frecuentaba el zapatero cuando le perseguía.
Un año después de este suceso, hallóse con el Doctor en la calle.
--Me alegro mucho de encontrarle á usted--díjole éste--tan á tiempo y
tan á mano. Seis meses hace que no nos vemos.
--En efecto--respondió Gedeón.--¿Y por qué dice usted que me halla muy
á tiempo?
--Porque mañana quizá sea tarde para proponerle á usted lo que voy á
proponerle ahora.
--Pues usted dirá, Doctor.
--Quiero que suba usted conmigo á ver á un enfermo en esa casa de
enfrente.
--¡Yo! ¿Por ventura soy médico sin saberlo?
--¿Y por precisión han de ser médicos cuantos hombres visiten á un
enfermo?
--Es que no atino...
--Ya atinará usted después. ¡Vamos arriba!
Colgóse el Doctor de su brazo sin hacer caso de sus protestas, é
introdújole en el portal de enfrente. Llegaron al tercer piso; abrió
el Doctor la puerta sin llamar; atravesaron el vestíbulo y luégo un
pasadizo, todo á media luz, silencioso y mal barrido, y entraron en un
gabinete contiguo á la sala. Abrió el Doctor un postigo de la vidriera
del balcón, y á la luz que se derramó por la estancia vió Gedeón en
el fondo de ella un lecho, á cuya cabecera estaba sentado uno de esos
ángeles de la caridad que la religión católica ha hecho brotar del
polvo de la tierra con el nombre de _Siervas de María_.
--¿Qué tal, hermana?--preguntóla el Doctor.
--Muy postrado desde anoche,--respondió la Sierva.
Acercóse el médico al lecho, é hizo señas á Gedeón para que se acercara
también. Gedeón, que estaba tiritando desde que entró en la estancia
y vió aquel cuadro lúgubre, porque su alma no estaba acostumbrada á
semejantes impresiones, obedeció fascinado y se aproximó al lecho.
Bajo sus ropas se notaba el bulto de una persona, y sobre las almohadas
se veía una cabeza, cuya cara, vuelta á la pared, tenía la mitad, hacia
el cuello, cubierta con vendajes. Sus ojos entreabiertos lanzaban una
mirada yerta y vidriosa, que iba á clavarse en un Crucifijo colocado de
intento en la pared. Diríase que aquel cuerpo no respiraba, si no se
vieran los movimientos de la ropa marcando las anhelantes inspiraciones
de su pecho.
--Mírele usted bien,--dijo el Doctor á Gedeón.
Este buscó, á los pies de la cama, un punto desde el cual pudiera
ver lo que verse podía de la cara del enfermo; pero no le conoció:
parecióle aquella cara la de todos los cadáveres que él había visto.
El Doctor, en tanto, hacía algunas experiencias para cerciorarse del
estado mental del paciente.
--Es ya un tronco--dijo.--Que no tarden en administrarle el último
Sacramento.
--Debe de llegar dentro de un instante el sacerdote con ese
objeto,--respondió la hermana.
Dispuso el médico lo que juzgó de su deber; y, despidiéndose de la
Sierva, salió de la habitación después de invitar á su amigo á que
hiciera otro tanto.
Nada podía ordenar á Gedeón que más le complaciera. Se sofocaba en
aquella atmósfera infecta, y le atormentaba la contemplación de tan
triste espectáculo.
Cuando los dos estuvieron en la calle, dijo el médico:
--Eso que usted ha visto en el lecho, fué un hombre egoísta. Jamás
latió su corazón á impulsos de un sentimiento honrado, ni su lengua se
movió más que para difamar al género humano. «Esposa» é «hijos» eran,
en su concepto, la expresión condensada de todas las esclavitudes, de
todas las ignominias y de todos los estorbos. Resuelto á vivir sin
ellos y para sí propio, maldijo de la familia y huyó de todo cuanto se
le parecía, como se huye de la peste. Mientras fué robusto, tuvo quien
le complaciera, porque pagaba con largueza sus caprichos; pero un día
le atacó una enfermedad tan grave como repugnante, y sus sirvientes le
abandonaron después de saquearle la casa. En ella hubiera muerto como
tigre en su caverna, si la caridad de Dios no anduviera por la tierra
detrás del egoísmo de los hombres.
--¿Y qué enfermedad le acometió?--preguntó al médico Gedeón, presa de
un sobresalto que pudiera creerse supersticioso, si lo que de nuestro
personaje sabemos no nos permitiera creer que bien podía temblar de
miedo.
--Un cáncer en la lengua,--respondió el médico.
--¿Y eso le mata?
--«Por do más pecado había.»
--¡Casualidad extraña!
--¡Ó providencial castigo!
--¿Lo cree usted así?
--Yo nunca dudo, amigo mío, de la justicia divina.
--¿Y tan abandonado dice usted que se ha visto?
--De todos menos de Dios. Ya vió usted un ángel á la cabecera de su
cama cuidando de su cuerpo; pues otro, en forma de sacerdote, cuida de
su alma.
--¡Buena estaría su alma también!
--Sin noción alguna de su destino dentro de aquel cuerpo miserable.
--¿Y tan á obscuras seguirá hasta que de su cárcel se desprenda?
--No tal, amigo mío. El alma volvió á la luz, y el egoísta empedernido
empleó las últimas palabras que pudo pronunciar su lengua para jurar
ante Dios que aceptaba su soledad y sus tormentos como castigo justo de
su pecado. Después acá, lo que no ha podido decir su boca en testimonio
de su conversión, lo han dicho sus ojos, que, mientras han estado
abiertos, no se han separado un instante de aquel Crucifijo que usted
vió colgado en la pared.
--Más vale así, Doctor. Pero todavía no me ha dicho usted por qué tuvo
empeño en que yo visitara á ese enfermo.
--Túvele suponiendo que se alegraría usted de despedirse de él
antes de que se muera; porque, sin un milagro de Dios, se muere hoy
indefectiblemente.
--¿Y qué puede importarme á mí la muerte de ese desgraciado?
--Siempre interesa la marcha de un amigo á un viaje tan largo.
--¡De un amigo!
--Por de usted le tuve siempre.
--¿Quién es, entonces? ¿Cómo se llama?
--Ignoro su nombre verdadero: la gente le conocía con el de _Herodes_.
--¡Santa Bárbara!
[Ilustración]


[Ilustración]
II
CONTINUACIÓN DEL ANTERIOR

Dos días bastaron á Gedeón para salir del aturdimiento que le
produjeron la visita que hizo á su amigo espirante, y la noticia que
le dió de su muerte el Doctor aquella misma noche. ¡Herodes! el hombre
que más le había empujado á él hacia el abismo en que se hallaba; el
azote del hogar, la sátira de la familia, el prototipo de los _bueyes
sueltos_, espirando en brazos de la caridad, abandonado de los hombres,
devorado su cuerpo por un cáncer y su alma por los remordimientos! ¡Qué
lección para él si desde muy atrás no se hallara convencido de que ese
es el fin lógico y merecido de cuantos se colocan, por su propio gusto,
fuera de la ley!
Pero había en la muerte de Herodes un lado asaz risueño para Gedeón; y
por este lado se apresuró á considerarla: el pavoroso problema de sus
celos estaba resuelto ya del mejor modo posible: el fantasma que le
quitaba el sueño, ya no existía.
Pensando así, en el acto se sintió capaz de no volver á acercarse á
Solita. ¡Hasta se atrevió á soñar en nuevas aventuras, para borrar por
completo de su memoria el recuerdo de aquella infeliz que tanto le
había hecho padecer en su vanidad y en su soberbia!
Pero bien pronto, asomándose su razón al cristal del espejo, supo
decirle:--¿Adónde vas, iluso, con esa panza grosera, y esa calva
refulgente, y esa sobarba con pliegues, y ese reúma que te balda, y esa
tos que te ahoga? ¿Quién ha de escuchar tus ternezas, que no las tome á
risa, ni quién podrá aceptarlas que no tosa más que tú?
¡Olvidar á Solita cuando estaba amarrado á su recuerdo con una cadena
más!
¡Pensar en nuevos amoríos cuando no puede ya con los calzones, y las
penas y los desengaños le han hecho renegar de todo su pasado!
El único bien que le produjo la muerte de Herodes fué el poder vivir
menos intranquilo con respecto á Solita. Entera confianza no la tuvo
jamás en ella, y hasta me atrevo á creer que, no por otra razón, cuando
él se vió con las piernas entumecidas por la gota, llevó á Solita á
vivir al centro de la población, y no muy lejos de su casa. Disculpaba
Gedeón esta medida diciendo que, pues había pasado Solita fuera de la
ciudad tantos años, y muerto su padre que, vivo, hubiera publicado lo
contrario, bien podía aparecer en ella como viuda forastera. Yo tengo
para mí que trataba de ponerla al alcance de su corto andar.
El hecho es que así la puso, y que á duras penas la visitaba una vez
cada mes, de noche y con grandes precauciones.
En cada una de estas visitas la entregaba el dinero necesario para
sus gastos, y para _lo demás_ que andaba por el mundo y era causa de
que cada entrevista terminara con un escándalo, exigiendo la una y
resistiendo el otro.
--¡Déjame siquiera acercarme á tu casa cuando tú no puedas llegar á la
mía!--clamaba ella después de pintarle los riesgos en que la ponía el
método á que la sujetaba él.
--¡Nunca!--respondía Gedeón inexorable.
--¿Y qué _hemos_ de comer cuando tus achaques no te dejen salir de la
cama?
--¡Moríos de hambre! ¡Ojalá fuera mañana!
--¡Fiera! ¡Maldita sea la hora en que te conocí!
--¡Eso digo yo todos los días del momento en que te hallé á mi paso!
--¿Quién es la infame que te obliga á ser tan bárbaro?
--¡Mi corazón que te detesta!
Así, ó por el estilo, concluían las entrevistas amorosas de Gedeón y de
Solita.
Ya para entonces había ésta perdido hasta las huellas de lo que fué
en mejores tiempos. Lacia, escurrida, angulosa, desdentada, á medio
encanecer y medio calva, no podía hallarse una figura menos á propósito
que la suya para mover á un hombre, del temple que había tenido Gedeón,
á cumplir con los deberes que á cada instante arrojaba ella á la cara
del solterón atribulado.
Sin el recelo de que algún perdido de buen estómago se regodeara con lo
que á él le costaba tanto dinero, ni aun la visita mensual la dedicara,
y mucho menos rondara su casa, como la rondaba algunas veces, con el
pretexto de darse un paseo por las calles.
De ese modo iban corriendo los años para Gedeón desde la muerte de
Herodes.
Más de dos habían pasado sin que viera, ni de lejos, á Anás y á Caifás,
y uno bien cumplido desde que supo que habían andado á bastonazos en
medio de la Plaza Mayor, cuando la casualidad le puso delante de Caifás.
Parecióle éste muy envejecido, triste y caído de cerviz.
Saludáronse como dos mastines, más bien gruñendo que hablando; y
maquinalmente llegó Gedeón á preguntar á su viejo camarada por Anás.
--¡No me hables de ese cerdo!--exclamó trémulo de ira Caifás.
--Efectivamente... No me acordaba de que habíais tenido un disgusto:
perdona la distracción.
--¡Si no me lo quitan entonces de las manos!...
--Más vale que te le quitaran.
--¡Yo digo que no, porque debí matarle allí!
--¿Tan grave fué el motivo de la riña?
--Gravísimo. Disputamos primeramente sobre si eran mejor las cintas que
los botones para sujetar los calzoncillos encima de las medias...
--¡Por eso nada más?
--Y por lo otro, Gedeón; por lo otro que teníamos en el cuerpo desde
muy atrás. Lo de los calzoncillos fué la mecha que prendió la pólvora.
--Entonces no digo nada.
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - El buey suelto... Cuadros edificantes de la vida de un solterón - 12
  • Parts
  • El buey suelto... Cuadros edificantes de la vida de un solterón - 01
    Total number of words is 4786
    Total number of unique words is 1696
    35.2 of words are in the 2000 most common words
    47.5 of words are in the 5000 most common words
    54.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El buey suelto... Cuadros edificantes de la vida de un solterón - 02
    Total number of words is 4941
    Total number of unique words is 1755
    34.0 of words are in the 2000 most common words
    47.2 of words are in the 5000 most common words
    54.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El buey suelto... Cuadros edificantes de la vida de un solterón - 03
    Total number of words is 4960
    Total number of unique words is 1578
    35.2 of words are in the 2000 most common words
    47.5 of words are in the 5000 most common words
    53.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El buey suelto... Cuadros edificantes de la vida de un solterón - 04
    Total number of words is 4871
    Total number of unique words is 1595
    36.6 of words are in the 2000 most common words
    48.2 of words are in the 5000 most common words
    54.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El buey suelto... Cuadros edificantes de la vida de un solterón - 05
    Total number of words is 4932
    Total number of unique words is 1647
    33.4 of words are in the 2000 most common words
    47.6 of words are in the 5000 most common words
    54.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El buey suelto... Cuadros edificantes de la vida de un solterón - 06
    Total number of words is 4860
    Total number of unique words is 1609
    36.9 of words are in the 2000 most common words
    49.9 of words are in the 5000 most common words
    56.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El buey suelto... Cuadros edificantes de la vida de un solterón - 07
    Total number of words is 4862
    Total number of unique words is 1599
    36.0 of words are in the 2000 most common words
    50.3 of words are in the 5000 most common words
    56.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El buey suelto... Cuadros edificantes de la vida de un solterón - 08
    Total number of words is 5008
    Total number of unique words is 1548
    33.8 of words are in the 2000 most common words
    48.0 of words are in the 5000 most common words
    54.5 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El buey suelto... Cuadros edificantes de la vida de un solterón - 09
    Total number of words is 4923
    Total number of unique words is 1459
    34.5 of words are in the 2000 most common words
    47.3 of words are in the 5000 most common words
    51.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El buey suelto... Cuadros edificantes de la vida de un solterón - 10
    Total number of words is 4952
    Total number of unique words is 1562
    33.9 of words are in the 2000 most common words
    47.5 of words are in the 5000 most common words
    53.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El buey suelto... Cuadros edificantes de la vida de un solterón - 11
    Total number of words is 4904
    Total number of unique words is 1645
    33.2 of words are in the 2000 most common words
    44.9 of words are in the 5000 most common words
    51.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El buey suelto... Cuadros edificantes de la vida de un solterón - 12
    Total number of words is 5002
    Total number of unique words is 1624
    37.9 of words are in the 2000 most common words
    51.1 of words are in the 5000 most common words
    57.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El buey suelto... Cuadros edificantes de la vida de un solterón - 13
    Total number of words is 4837
    Total number of unique words is 1643
    34.2 of words are in the 2000 most common words
    47.2 of words are in the 5000 most common words
    53.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El buey suelto... Cuadros edificantes de la vida de un solterón - 14
    Total number of words is 4735
    Total number of unique words is 1537
    36.0 of words are in the 2000 most common words
    48.4 of words are in the 5000 most common words
    54.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El buey suelto... Cuadros edificantes de la vida de un solterón - 15
    Total number of words is 4471
    Total number of unique words is 1531
    35.6 of words are in the 2000 most common words
    48.9 of words are in the 5000 most common words
    56.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.