El árbol de la ciencia: novela - 14

Total number of words is 2496
Total number of unique words is 953
41.7 of words are in the 2000 most common words
51.6 of words are in the 5000 most common words
55.3 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
Andrés se encontraba tan bien, que sentía temores. ¿Podía durar esta
vida tranquila? ¿Habría llegado a fuerza de ensayos a una existencia,
no sólo soportable, sino agradable y sensata?
Su pesimismo le hacía pensar que la calma no iba a ser duradera.
--Algo va a venir el mejor día--pensaba--que va a descomponer este
bello equilibrio.
Muchas veces se le figuraba que en su vida había una ventana abierta a
un abismo. Asomándose a ella, el vértigo y el horror se apoderaban de
su alma.
Por cualquier cosa, con cualquier motivo, temía que este abismo se
abriera de nuevo a sus pies.
Para Andrés todos los allegados eran enemigos; realmente la suegra,
Niní, su marido, los vecinos, la portera, miraban el estado feliz del
matrimonio, como algo ofensivo para ellos.
--No hagas caso de lo que te digan--recomendaba Andrés a su mujer--.
Un estado de tranquilidad como el nuestro es una injuria para toda
esa gente que vive en una perpetua tragedia de celos, de envidias, de
tonterías. Ten en cuenta que han de querer envenenarnos.
--Lo tendré en cuenta--replicaba Lulú, que se burlaba de la grave
recomendación de su marido.
Niní, algunos domingos, por la tarde, invitaba a su hermana a ir al
teatro.
--¿Andrés, no quiere venir?--preguntaba Niní.
--No. Está trabajando.
--Tu marido es un erizo.
--Bueno; dejadle.
Al volver Lulú por la noche contaba a su marido lo que había visto.
Andrés hacía alguna reflexión filosófica que a Lulú le parecía muy
cómica, cenaban y después de cenar paseaban los dos un momento.
El verano, salían casi todos los días al anochecer. Al concluir
su trabajo, Andrés iba a buscar a Lulú a la tienda, dejaban en el
mostrador a la muchacha y se marchaban a corretear por el Canalillo o
la Dehesa de Amaniel.
Otras noches entraban en los cinematógrafos de Chamberí, y Andrés oía
entretenido los comentarios de Lulú, que tenían esa gracia madrileña
ingenua y despierta que no se parece en nada a las groserías estúpidas
y amaneradas de los especialistas en madrileñismo.
Lulú le producía a Andrés grandes sorpresas; jamás hubiera supuesto que
aquella muchacha, tan atrevida al parecer, fuera íntimamente de una
timidez tan completa.
Lulú tenía una idea absurda de su marido, lo consideraba como un
portento.
Una noche que se les hizo tarde, al volver del Canalillo, se
encontraron en un callejón sombrío, que hay cerca del abandonado
cementerio de la Patriarcal, con dos hombres de mal aspecto. Estaba
ya obscuro; un farol medio caído, sujeto en la tapia del camposanto,
iluminaba el camino, negro por el polvo del carbón y abierto entre dos
tapias. Uno de los hombres se les acercó a pedirles limosna de una
manera un tanto sospechosa. Andrés contestó que no tenía un cuarto y
sacó la llave de casa del bolsillo, que brilló como si fuera el cañón
de un revólver.
Los dos hombres no se atrevieron a atacarles, y Lulú y Andrés pudieron
llegar a la calle de San Bernardo sin el menor tropiezo.
--¿Has tenido miedo, Lulú?--le preguntó Andrés.
--Sí; pero no mucho. Como iba contigo...
--Qué espejismo--pensó él--, mi mujer cree que soy un Hércules.
Todos los conocidos de Lulú y de Andrés se maravillaban de la armonía
del matrimonio.
--Hemos llegado a querernos de verdad--decía Andrés--, porque no
teníamos interés en mentir.


III
EN PAZ

PASARON muchos meses y la paz del matrimonio no se turbó.
Andrés estaba desconocido. El método de vida, el no tener que sufrir
el sol, ni subir escaleras, ni ver miserias, le daba una impresión de
tranquilidad, de paz.
Explicándose como un filósofo, hubiera dicho que la sensación de
conjunto de su cuerpo, la _cenesthesia_ era en aquel momento pasiva,
tranquila, dulce. Su bienestar físico le preparaba para ese estado
de perfección y de equilibrio intelectual, que los epicúreos y los
estoicos griegos llamaron _ataraxia_, el paraíso del que no cree.
Aquel estado de serenidad le daba una gran lucidez y mucho método en
sus trabajos. Los estudios de síntesis que hizo para la revista médica
tuvieron gran éxito. El director le alentó para que siguiera por
aquel camino. No quería ya que tradujera, sino que hiciera trabajos
originales para todos los números.
Andrés y Lulú no tenían nunca la menor riña; se entendían muy bien.
Sólo en cuestiones de higiene y alimentación, ella no le hacía mucho
caso a su marido.
--Mira, no comas tanta ensalada--le decía él.
--¿Por qué? Si me gusta.
--Sí; pero no te conviene ese ácido. Eres artrítica como yo.
--¡Ah, tonterías!
--No son tonterías.
Andrés daba todo el dinero que ganaba a su mujer.
--A mí no me compres nada--le decía.
--Pero necesitas...
--Yo no. Si quieres comprar, compra algo para la casa o para ti.
Lulú seguía con la tiendecita; iba y venía del obrador a su casa, unas
veces de mantilla, otras con un sombrero pequeño.
Desde que se había casado estaba de mejor aspecto; como andaba más
al aire libre tenía un color sano. Además, su aire satírico se había
suavizado, y su expresión era más dulce.
Varias veces desde el balcón vió Hurtado que algún pollo o algún viejo
habían venido hasta casa, siguiendo a su mujer.
--Mira, Lulú le decía--, ten cuidado; te siguen.
--¿Sí?
--Sí; la verdad es que te estás poniendo muy guapa. Vas a hacerme
celoso.
--Sí, mucho. Tú ya sabes demasiado cómo yo te quiero--replicaba ella--.
Cuando estoy en la tienda, siempre estoy pensando: ¿Qué hará aquél?
--Deja la tienda.
--No, no. ¿Y si tuviéramos un hijo? Hay que ahorrar.
¡El hijo! Andrés no quería hablar, ni hacer la menor alusión a este
punto verdaderamente delicado; le producía una gran inquietud.
La religión y la moral vieja gravitan todavía sobre uno--se decía--; no
puede uno echar fuera completamente el hombre supersticioso que lleva
en la sangre la idea del pecado.
Muchas veces, al pensar en el porvenir, le entraba un gran terror;
sentía que aquella ventana sobre el abismo podía entreabrirse.
Con frecuencia, marido y mujer iban a visitar a Iturrioz, y éste
también a menudo pasaba un rato en el despacho de Andrés.
Un año, próximamente, después de casados, Lulú se puso algo enferma;
estaba distraída, melancólica, preocupada.
--¿Qué le pasa? ¿Qué tiene?--se preguntaba Andrés con inquietud.
Pasó aquella racha de tristeza, pero al poco tiempo volvió de nuevo con
más fuerza; los ojos de Lulú estaban velados, en su rostro se notaban
señales de haber llorado.
Andrés, preocupado, hacía esfuerzos para parecer distraído; pero llegó
un momento en que le fué imposible fingir que no se daba cuenta del
estado de su mujer.
Una noche le preguntó lo que le ocurría, y ella, abrazándose a su
cuello, le hizo tímidamente la confesión de lo que le pasaba.
Era lo que temía Andrés. La tristeza de no tener el hijo, la sospecha
de que su marido no quería tenerlo, hacía llorar a Lulú a lágrima viva,
con el corazón hinchado por la pena.
¿Qué actitud tomar ante un dolor semejante? ¿Cómo decir a aquella
mujer, que él se consideraba como un producto envenenado y podrido, que
no debía tener descendencia?
Andrés intentó consolarla, explicarse... Era imposible. Lulú lloraba,
le abrazaba, le besaba con la cara llena de lágrimas.
--¡Sea lo que sea!--murmuró Andrés.
Al levantarse Andrés al día siguiente, ya no tenía la serenidad de
costumbre.
Dos meses más tarde, Lulú, con la mirada brillante, le confesó a Andrés
que debía estar embarazada.
El hecho no tenía duda. Ya Andrés vivía en una angustia continua. La
ventana que en su vida se abría a aquel abismo que le producía el
vértigo, estaba de nuevo de par en par.
El embarazo produjo en Lulú un cambio completo; de burlona y alegre, la
hizo triste y sentimental.
Andrés notaba que ya le quería de otra manera; tenía por él un cariño
celoso e irritado; ya no era aquella simpatía afectuosa y burlona tan
dulce; ahora era un amor animal. La naturaleza recobraba sus derechos.
Andrés, de ser un hombre lleno de talento y un poco _ideático_, había
pasado a ser su hombre. Ya en esto, Andrés veía el principio de la
tragedia. Ella quería que le acompañara, le diera el brazo, se sentía
celosa, suponía que miraba a las demás mujeres.
Cuando adelantó el embarazo, Andrés comprobó que el histerismo de su
mujer se acentuaba.
Ella sabía que estos desórdenes nerviosos tenían las mujeres
embarazadas, y no les daba importancia; pero él temblaba.
La madre de Lulú comenzó a frecuentar la casa, y como tenía mala
voluntad para Andrés, envenenaba todas las cuestiones.
Uno de los médicos que colaboraba en la revista, un hombre joven, fué
varias veces a ver a Lulú.
Según decía, se encontraba bien; sus manifestaciones histéricas no
tenían importancia, eran frecuentes en las embarazadas. El que se
encontraba cada vez peor era Andrés.
Su cerebro estaba en una tensión demasiado grande, y las emociones que
cualquiera podía sentir en la vida normal, a él le desequilibraban.
--Ande usted, salga usted--le decía el médico.
Pero fuera de casa ya no sabía qué hacer.
No podía dormir, y después de ensayar varios hipnóticos, se decidió a
tomar morfina. La angustia le mataba.
Los únicos momentos agradables de su vida eran cuando se ponía a
trabajar. Estaba haciendo un estudio sintético de las aminas, y
trabajaba con toda su fuerza para olvidarse de sus preocupaciones y
llegar a dar claridad a sus ideas.


IV
TENÍA ALGO DE PRECURSOR

CUANDO llegó el embarazo a su término, Lulú quedó con el vientre
excesivamente aumentado.
--A ver si tengo dos--decía ella riendo.
--No digas esas cosas--murmuraba Andrés exasperado y entristecido.
Cuando Lulú creyó que el momento se acercaba, Hurtado fué a llamar a un
médico joven, amigo suyo y de Iturrioz, que se dedicaba a partos.
Lulú estaba muy animada y muy valiente. El médico le había aconsejado
que anduviese, y a pesar de que los dolores le hacían encogerse y
apoyarse en los muebles, no cesaba de andar por la habitación.
Todo el día lo pasó así. El médico dijo que los primeros partos eran
siempre difíciles; pero Andrés comenzaba a sospechar que aquello no
tenía el aspecto de un parto normal.
Por la noche, las fuerzas de Lulú comenzaron a ceder. Andrés la
contemplaba con lágrimas en los ojos.
--Mi pobre Lulú, lo que estás sufriendo--la decía.
--No me importa el dolor--contestaba ella. ¡Si el niño viviera!
--Ya vivirá, ¡no tenga usted cuidado!--decía el médico.
--No, no; me da el corazón que no.
La noche fué terrible. Lulú estaba extenuada. Andrés, sentado en una
silla, la contemplaba estúpidamente. Ella, a veces, se acercaba a él.
--Tú también estás sufriendo. ¡Pobre!--Y le acariciaba la frente y le
pasaba la mano por la cara.
Andrés, presa de una impaciencia mortal, consultaba al médico a cada
momento; no podía ser aquello un parto normal; debía de existir alguna
dificultad; la estrechez de la pelvis, algo.
--Si para la madrugada esto no marcha--dijo el médico--veremos qué se
hace.
De pronto, el médico llamó a Hurtado.
--¿Qué pasa?--preguntó éste.
--Prepare usted los fórceps inmediatamente:
--¿Qué ha ocurrido?
--La procidencia del cordón umbilical. El cordón está comprimido.
Por muy rápidamente que el médico introdujo las dos láminas del fórceps
e hizo la extracción, el niño salió muerto.
Acababa de morir en aquel instante.
--¿Vive?--preguntó Lulú con ansiedad.
Al ver que no le respondían, comprendió que estaba muerto, y cayó
desmayada. Recobró pronto el sentido. No se había verificado aún el
alumbramiento. La situación de Lulú era grave; la matriz había quedado
sin tonicidad y no arrojaba la placenta.
El médico dejó a Lulú que descansara. La madre quiso ver el niño
muerto. Andrés, al tomar el cuerpecito sobre una sábana doblada, sintió
una impresión de dolor agudísimo, y se le llenaron los ojos de lágrimas.
Lulú comenzó a llorar amargamente.
--Bueno, bueno--dijo el médico--, basta; ahora hay que tener energía.
Intentó provocar la expulsión de la placenta, por la comprensión, pero
no lo pudo conseguir. Sin duda estaba adherida. Tuvo que extraerla con
la mano. Inmediatamente después, dió a la parturiente una inyección de
ergotina, pero no pudo evitar que Lulú tuviera una hemorragia abundante.
Lulú quedó en un estado de debilidad grande; su organismo no
reaccionaba con la necesaria fuerza.
Durante dos días estuvo en este estado de depresión. Tenía la seguridad
de que se iba a morir.
--Si siento morirme--le decía a Andrés--es por ti. ¿Qué vas a hacer tú,
pobrecito, sin mí?--y le acariciaba la cara.
Otras veces era el niño lo que la preocupaba y decía:
--Mi pobre hijo. Tan fuerte como era. ¿Por qué se habrá muerto, Dios
mío?
Andrés la miraba con los ojos secos.
En la mañana del tercer día, Lulú murió. Andrés salió de la alcoba
extenuado. Estaban en la casa doña Leonarda y Niní con su marido. Ella
parecía ya una jamona; él un chulo viejo lleno de alhajas. Andrés entró
en el cuartucho donde dormía, se puso una inyección de morfina, y quedó
sumido en un sueño profundo.
Se despertó a media noche y saltó de la cama. Se acercó al cadáver de
Lulú, estuvo contemplando a la muerta largo rato y la besó en la frente
varias veces.
Había quedado blanca, como si fuera de mármol, con un aspecto de
serenidad y de indiferencia, que a Andrés le sorprendió.
Estaba absorto en su contemplación cuando oyó que en el gabinete
hablaban. Reconoció la voz de Iturrioz, y la del médico; había otra
voz, pero para él era desconocida.
Hablaban los tres confidencialmente.
--Para mí--decía la voz desconocida--esos reconocimientos continuos
que se hacen en los partos, son perjudiciales. Yo no conozco este
caso, pero ¿quién sabe? quizá esta mujer, en el campo, sin asistencia
ninguna, se hubiera salvado. La naturaleza tiene recursos que nosotros
no conocemos.
--Yo no digo que no--contestó el médico que había asistido a Lulú--; es
muy posible.
--¡Es lástima!--exclamó Iturrioz--¡Este muchacho ahora, marchaba tan
bien!
Andrés, al oir lo que decían, sintió que se le traspasaba el alma.
Rápidamente, volvió a su cuarto y se encerró en él.
* * * * *
Por la mañana, a la hora del entierro, los que estaban en la casa,
comenzaron a preguntarse qué hacía Andrés.
--No me choca nada que no se levante--dijo el médico--porque toma
morfina.
--¿De veras?--preguntó Iturrioz.
--Sí.
--Vamos a despertarle entonces--dijo Iturrioz.
Entraron en el cuarto. Tendido en la cama, muy pálido, con los labios
blancos, estaba Andrés.
--¡Está muerto!--exclamó Iturrioz.
Sobre la mesilla de noche se veía una copa y un frasco de aconitina
cristalizada de Duquesnel.
Andrés se había envenenado. Sin duda, la rapidez de la intoxicación no
le produjo convulsiones ni vómitos.
La muerte había sobrevenido por parálisis inmediata del corazón.
--¡Ha muerto sin dolor--murmuró Iturrioz--. Este muchacho no tenía
fuerza para vivir. Era un epicúreo, un aristócrata, aunque él no lo
creía.
--Pero había en él algo de precursor--murmuró el otro médico.

FIN
You have read 1 text from Spanish literature.
  • Parts
  • El árbol de la ciencia: novela - 01
    Total number of words is 4485
    Total number of unique words is 1513
    36.5 of words are in the 2000 most common words
    49.0 of words are in the 5000 most common words
    55.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El árbol de la ciencia: novela - 02
    Total number of words is 4717
    Total number of unique words is 1551
    35.9 of words are in the 2000 most common words
    48.5 of words are in the 5000 most common words
    54.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El árbol de la ciencia: novela - 03
    Total number of words is 4633
    Total number of unique words is 1551
    35.2 of words are in the 2000 most common words
    47.2 of words are in the 5000 most common words
    52.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El árbol de la ciencia: novela - 04
    Total number of words is 4613
    Total number of unique words is 1473
    37.3 of words are in the 2000 most common words
    49.9 of words are in the 5000 most common words
    55.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El árbol de la ciencia: novela - 05
    Total number of words is 4760
    Total number of unique words is 1538
    34.9 of words are in the 2000 most common words
    47.5 of words are in the 5000 most common words
    52.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El árbol de la ciencia: novela - 06
    Total number of words is 4756
    Total number of unique words is 1631
    33.5 of words are in the 2000 most common words
    46.5 of words are in the 5000 most common words
    54.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El árbol de la ciencia: novela - 07
    Total number of words is 4604
    Total number of unique words is 1498
    38.9 of words are in the 2000 most common words
    51.0 of words are in the 5000 most common words
    56.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El árbol de la ciencia: novela - 08
    Total number of words is 4674
    Total number of unique words is 1530
    35.3 of words are in the 2000 most common words
    46.5 of words are in the 5000 most common words
    51.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El árbol de la ciencia: novela - 09
    Total number of words is 4677
    Total number of unique words is 1566
    35.7 of words are in the 2000 most common words
    47.4 of words are in the 5000 most common words
    53.5 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El árbol de la ciencia: novela - 10
    Total number of words is 4616
    Total number of unique words is 1585
    32.5 of words are in the 2000 most common words
    45.3 of words are in the 5000 most common words
    51.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El árbol de la ciencia: novela - 11
    Total number of words is 4674
    Total number of unique words is 1470
    37.0 of words are in the 2000 most common words
    48.3 of words are in the 5000 most common words
    54.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El árbol de la ciencia: novela - 12
    Total number of words is 4696
    Total number of unique words is 1409
    37.8 of words are in the 2000 most common words
    49.0 of words are in the 5000 most common words
    54.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El árbol de la ciencia: novela - 13
    Total number of words is 4669
    Total number of unique words is 1506
    39.0 of words are in the 2000 most common words
    51.5 of words are in the 5000 most common words
    56.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El árbol de la ciencia: novela - 14
    Total number of words is 2496
    Total number of unique words is 953
    41.7 of words are in the 2000 most common words
    51.6 of words are in the 5000 most common words
    55.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.