El amigo Manso - 12

Total number of words is 4724
Total number of unique words is 1687
32.4 of words are in the 2000 most common words
45.9 of words are in the 5000 most common words
52.1 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
--Cosa nueva. Sabes que doña Cándida está encerrada con José María en
el despacho. Negocios...
--Pobre José; de ésta va á San Bernardino.
--Cállate, niño. Si está más rica... Si ha vendido unas tierras...
--¡Tierras!... Será la que se le pegue á la suela de los zapatos. Lica,
Lica, aquí hay algo... Voy á defender á José. Calígula es terrible; le
habrá embestido con mil mentiras, y como es tan generoso...
--No, déjalos... Pero chitito; aquí viene la de García Grande.
Era ella, sí; entró en el gabinete como recelosa, acomodándose algo
en el luengo bolsillo de su traje. ¡Ah! sin duda acariciaba su presa,
el pingüe esquilmo de sus últimas depredaciones. ¡Cómo revelaba su
mirar verdoso la feroz codicia calmada, la reciente satisfacción de un
rapaz apetito...! Nos miró con postiza dulzura, sentóse majestuosa, y
volviéndose á tocar el bolsillo, se dejó decir:
--Ya, ya negocié esas letras. ¡Es tan bueno José!... ¡Hola! ¿estás
ahí, sosón? Me han dicho que anoche estuviste medianillo. Parece que
se durmió el público en masa. Eso me han contado. El que parece que
estuvo admirable fué ese Peñilla... ese que es hijo de la carnicera tu
vecina... Vamos á otra cosa, Manolita; ¿sabe usted que tengo que darle
un disgusto?
--¿Á mí? ¿Qué?--exclamó mi pobre cuñada asustadísima.
--Hija, creo que tendré que llevarme á Irene. Ya ve usted... Estoy tan
sola y tan delicadita de salud... Luego mi posición ha variado tanto,
que verdaderamente no está bien que Irene... me parece á mí... sea
institutriz asalariada, teniendo una tía...
--Rica.
--Rica no; pero que tiene lo necesario para vivir cómodamente. ¿No cree
usted lo mismo? ¿No cree usted que debo llevarla conmigo para que me
acompañe, para que me cuide...?
--Claro...
--Es mi única familia; yo la he criado, ella será mi heredera... porque
estoy tan mal, tan mal, Manuela, créalo usted...
Soltó una lágrima pequeñita, que se disolvió en una arruga y no se supo
más de ella.
--Esto no quiere decir--prosiguió,--que yo me lleve á Irene de prisa y
corriendo; sería una cosa atroz. Puede estar aquí algunos días, para
que complete las lecciones... ó si quiere usted que se quede hasta que
se le encuentre sucesora... Eso usted y ella lo decidirán. Está tan
agradecida, que... ya, ya le costará algunas lágrimas salir de aquí.
Adora á las niñas.
Manuela estaba algo desorientada.
--¿Y el ama?--preguntó mi cínife demostrando vivísimo interés.--¿Siguen
los antojos y las...?
--¡Ah!--exclamó Manuela;--no me hable usted, doña Cándida...
Insoportable, insoportable. Es un demonio.
Dejélas hablando del ama, y corrí á donde me impelía mi ardiente
curiosidad. Estaba Irene dando la lección de Gramática, y la sorprendí
diciendo con voz dulcísima: _hubiérais_, _habríais_ y _hubiéseis amado_.
Mi ansiedad me quitaba el aliento, y apenas lo tuve para preguntarle:


XXX
«¿Con que se nos va usted?»

--Sí--me dijo en tono resuelto, mirándome de lleno, como si vaciara
(así me parecía) todo el contenido luminoso de sus ojos sobre mí.
--De veras. ¿Y cuándo?
--Hoy mismo. Lo que ha de ser...
--¡Qué pícara!... ¿Pero tiene usted algún motivo de descontento en la
casa?
--No diga usted tonterías. ¡Descontenta yo de la casa! Diga usted
agradecidísima.
--Entonces...
--Pero es preciso, amigo Manso. No se ha de estar toda la vida así. Y
si tengo que salir de la casa, ¿no vale más hacerlo de una vez? Cada
día que pase ha de serme más penoso... Pues nada, hago un esfuerzo,
tomo mi resolución...
--¡Es tremendo!...--exclamé hecho un tonto, y repitiendo su adjetivo
favorito.
--Sí señor; me corto la coleta... de maestra,--replicó echándose á reir.
¿No revelaba su rostro una alegría loca? Ó así era, ó soy lo más
torpe del mundo para leer tus signos, alma humana. Aquella alegría
me desconcertó, porque habíamos llegado á un punto en que todo
desconcertaba, y sólo le dije:
--¿Hay proyectos?...
--Sí señor, tengo mis proyectillos... ¡y qué buenos! ¿Pues qué? Creía
usted que sólo los sabios tienen proyectos.
Las dos niñas, Isabel y Merceditas, nos miraban absortas, con sus
abiertos libros en las manos y abandonadas éstas sobre las rodillas.
Saboreaban quizás aquel descanso en la lección, y de seguro nos habrían
agradecido mucho que nos estuviéramos charlando todo el día.
--No, no, no.--Yo celebro que usted tenga proyectos y que deje esta
vida... Mucho hay que hablar sobre el particular... Pero siga usted la
lección, que después...
--¿Hablaremos?... sí señor; yo también deseo hablar con usted; pero es
tanto lo que hay que decir...
--Luego... aquí--dije, y en el momento que tal decía, me acordaba de la
solemnidad con que los actores suelen pronunciar aquellas palabras en
la escena.
De la manera más natural del mundo yo me volvía melodramático. Creo que
me puse pálido y que me temblaba la voz.
--Aquí no...--indicó ella respondiendo á mi turbación con la suya,
y mirando á los chicos y á la Gramática, como solicitada por la
conciencia de sus deberes pedagógicos.
Y el _aquí no_ salió de sus labios timbrado con un dulce tono de
precaución amorosa. Era el sutil instinto de prudencia, que ya en la
primera travesura femenina suele aparecer tan desarrollado como si el
uso de muchos años lo cultivara.
--Es verdad, aquí no--repetí.
Yo no tenía iniciativa. Ella la tenía toda, y me dijo:
--En mi casa, en mi nueva casa. ¿Pero no ha de ir usted á visitarnos?
--Mañana mismo.
--Poquito á poco. Ya le avisaré á usted.
--¿Pero será pronto?
--Creo que sí. Por ningún caso vaya usted antes de que yo le avise.
Y me dió sus señas escritas con lapiz en un papelito. Sentí susurro
de voces junto á la puerta, y los cuatro empezamos á conjugar con un
fervor...
Lica entró de muy mal talante. Oimos la voz de José María que se
alejaba, y comprendí que entre marido y mujer había chamusquina... Pero
mi hermano se fué á almorzar fuera, suspendiendo así las hostilidades,
y cuando almorzábamos Manuela y yo, ésta, muy alterada, me dijo:
--Ya se fué doña Cándida. ¡Qué cosa!... Nunca he visto en ella tanta
prisa para marcharse. Estaba deshecha. Con decirte que no ha querido
quedarse á almorzar... Esto no se comprende, el mundo se acaba. No sé
qué tengo, Máximo. Doña Cándida me ha dado que pensar hoy. Tenía tanta
prisa... Yo le preguntaba sobre su nueva casa, y me respondía mudando
la conversación y hablando de otras cosas. Vaya, vaya, como no salga
verdad lo que tú dices, y resulte que es una fantasiosa...
Yo me callé. No, no me callé; pero sólo dije:
--Pronto lo sabremos.
Y ella, taciturna, siguió almorzando entre suspiros, y yo, meditabundo,
apenas probé bocado.
José María volvió más tarde. Las ocupaciones que tenía en su despacho
parecían un pretexto para estar en la casa á cierta hora. Mostróse
complaciente conmigo y con Manuela; mas el artificio de su forzada
bondad, se descubría á la legua. Nos dijo que el tiempo estaba
magnífico, y enseñándonos billetes de invitación para no sé qué fiesta
de caridad que había en los Jardines del Retiro, nos animó á que
fuéramos. Manuela no quiso ir ni yo tampoco.
--¿Y tú no vas?--preguntó á su marido.
--Ya ves. Tengo que hacer aquí.
Aparentemente tenía ocupaciones. En el recibimiento y en la sala había
ración cumplida de pedigüeños de todas categorías; los unos empleados
cesantes, los otros pretendientes puros. Desde que mi hermano empezó
á figurar, las nubes de la empleomanía descargaban diariamente sobre
la casa abundosa lluvia de postulantes. Oficiales de intervención,
guardas de montes, empleados de consumos, innumerables tipos que habían
sido, que eran ó querían ser algo venían sin cesar en solicitud de
recomendación. Quién traía tarjeta de un amigo, quién carta, quién
se presentaba á sí mismo. José María, cuyo egoismo sabía burlar toda
clase de molestias siempre que no le impulsara á sobrellevarlas el amor
propio, se quitaba de encima casi siempre, con mucho garbo, la enojosa
nube de pretendientes, y salía dejándoles plantados en el recibimiento
ó mandándoles volver. Pero aquel día mi benéfico hermano quiso dar
indubitables pruebas de su interés por las clases desheredadas, y fué
recibiendo uno por uno á los sitiadores dando á todos esperanzas y
alentando su necesidad ó su ambición.
--Está bien: déme usted una nota... He dado la nota al ministro... Vea
usted lo que me contesta el director: me pide nota... Pero si olvidó
usted ayer darme la nota... Creo que nos equivocamos al redactar la
nota: de ahí viene que la Dirección... Lo mejor es que mande usted otra
nota... Ya he tomado nota, hombre, ya he tomado nota.
Y dando notas, y pidiendo notas, y ofreciéndolas y trasmitiéndolas se
pasó el muy ladino toda la tarde.
Entre tanto, Irene recogía sus cosas. Más de dos horas estuvo encerrada
en su cuarto. Sólo las niñas la acompañaban, ayudándola á empaquetar y
hacer diversos líos. Poco después ví su baul mundo en el pasillo atado
con cuerdas. Cuando se despidió de Manuela, las lágrimas humedecían su
rostro, y su nariz y carrillos estaban rojos. Las dos niñas, medrosas
de su propia pena, se habían refugiado en la clase, donde lloraban á
moco y baba.
--¡Qué tontería!... les dijo Irene corriendo á darles el último
beso.--Si vendré todos los días...
La despedida fué muy tierna; pero Manuela estaba algo atolondrada, y no
se había dejado vencer de la emoción lacrimosa. Serena despidió á la
que había sido institutriz de sus hijas, y la acompañó hasta la puerta.
En aquel momento José María salió de su despacho. Acabáronse todas las
ocupaciones y las notas todas como por encanto.
--¿Pero ya se va usted?--dijo muy gozoso.--Yo también salgo. La llevaré
á usted en mi coche.
--No señor, gracias, no, de ninguna manera--replicó Irene echando á
correr escalera abajo.--Ruperto va conmigo.
José María bajó tras ella. Manuela y yo nos acercamos á los cristales
del balcón del gabinete para ver...
En efecto, no pudiendo Irene evadir la galantería de mi hermano, entró
en el coche, seguida de José; y al punto vimos partir á escape la
berlina hacia la calle de San Mateo.
--¡Has visto, has visto...!--exclamó Lica clavando en mí sus ojos
llenos de ira, y corriendo á echarse en una mecedora.
--¿Qué? No formes juicios temerarios... Todavía...
--¿Qué todavía?... Esto es horrible... ¡Qué fresco! La lleva en su
coche... Por eso ha estado aquí toda la tarde... esperando... ¡Máximo,
qué afrenta, Jesús, qué infamia!... Si no lo hubiera visto... No te
chancees... ya... Estoy brava, soy una loba...
Meciéndose, expresaba con paroxismo de indolencia su dolor, como otras
lo expresan con violentas sacudidas.
--Yo me muero, yo no puedo vivir así--exclamó rompiendo en
llanto.--¿Máximo, qué te parece? en mi propia cara, delante de mí,
estas finezas... Eso es no tener vergüenza, y la _sinvergüencería_ no
la perdono.
--Pero mujer, si no tienes otro motivo que este... cálmate. Veremos lo
que pasa después...
--Bobo, yo adivino, y mis celos tienen mil ojos--me dijo meciéndose
tan fuerte que creí se volcaba la mecedora.--Nada sé positivo, y sin
embargo, algo hay, algo hay... Te dije que Irene me parecía muy buena.
¡Guasa! es que nos engañaba del modo más... Mira, yo he sorprendido
en ella... ¡Ay! yo soy tonta; pero sé conocer cuándo una mujer trae
enredos consigo, por mucho que lo disimule. Irene nos engaña á todos.
¡Es una hipócrita!


XXXI
¡Es una hipócrita!

Esto caía sobre mi mente como recio martillazo sobre el yunque, y hacía
vibrar mi sér todo.
--Pero Lica, cálmate, razona...
--Yo no calculo, tonto; yo siento, yo adivino, yo soy mujer.
--¿Qué has visto?
--Pues últimamente Irene daba muy mal las lecciones. Iba para atrás
como los cangrejos. Lo enseñaba todo al revés... Una tarde... Ahora doy
más importancia á estas cosas... la pillé leyendo una carta. Cuando
entré la guardó precipitadamente. Tenía los ojos encendidos... Luego
este afán de ir á casa de su tía... ¡Qué fresco! Voy comprendiendo que
también la tía es buena lámpara...
--¡Leía una carta! Pero esa carta, ¿por qué había de ser de tu marido?
--Yo no sé... la ví de lejos, un momento... Fué como un relámpago... No
ví las letras; pero mira tú, me parecía ver aquellas _pes_ y aquellas
_haches_ tan particulares que hace José María... Esa chica, esa...
No, no, aquí hay algo, aquí hay algo. Esta noche hablaré clarito á mi
marido. Me voy para Cuba. Si él quiere mantener queridas, y arruinarse,
y tirar el pan de mis hijos, yo soy madre, yo me voy á mi tierra, yo
me ahogo en esta tierra, yo no quiero que la gente se ría de mí, y que
con mi dinero echen fantasía las bribonas... ¡Mamá, mamá!
Y á punto que aparecía doña Jesusa, pesada y jadeante, Lica, la buena y
pacífica Manuela cayó en un paroxismo de ira y celos tan violento, que
allá nos vimos y nos deseamos para hacerla entrar en caja. Después de
llorar abundantemente en brazos de su madre, la cual daba cada gemido
que partía el corazón, perdió el conocimiento, y disparados sus nervios
empezó una zambra tal de convulsiones y estirar de brazos y encoger de
piernas, que no podíamos sujetarla. Tan sólo el ama con su poderosa
fuerza pudo domeñar los insubordinados músculos de la infeliz esposa, y
al fin se tranquilizó ésta, y le administramos, por fin de fiesta, una
taza de tila.
--Nos iremos, niña de mi alma--le decía doña Jesusa,--nos iremos para
nuestra tierra, donde no hay estos _zambeques_.
Toda la tarde y parte de la noche tuve que estar allí, acompañándola.
Cuando me retiré, José María no había venido aún. Pero á la mañana
siguiente, cuando fuí, después de la clase, á ver si ocurría un nuevo
desastre, encontré á Manuela muy sosegada. Su marido había entrado
tarde, y al verla tan afligida, le había dado explicaciones que
debieran de ser muy satisfactorias, porque la infeliz estaba bastante
desagraviada y casi alegre. Era la criatura más impresionable del
mundo, y cedía con tal ímpetu á las sensaciones del último instante,
que por nada se enardecía, y por menos que nada se desenojaba. El
furor y el regocijo se sucedían en ella llevados por una palabra, como
lucecillas que con un soplo se apagan. Su credulidad era más fuerte
siempre que su suspicacia, y así no comprendo cómo el bruto de José
María no acertaba á tenerla siempre contenta. Aquel día lo consiguió,
porque en los momentos críticos de la vida sabía el futuro marqués
emplear algún tacto, ó más bien marrullería. Él también estaba festivo,
y cuando hablamos del asunto peligroso, me dijo:
--Parece que todos sois tontos en esta casa. Porque se me haya antojado
decir dos bromas á Irene y la llevara ayer tarde en mi coche, se ha
de entender... Sois verdaderamente una calamidad; y tú, sabio, hombre
profundo, analizador del corazón humano, ¿crees que si hubiera malicia
en esto, había de manifestarla yo tan á las claras?
--No, si yo no creo nada. Lo que de cierto haya, al fin se ha de saber,
porque ninguna cosa mala se libra hoy del correctivo de la publicidad,
correctivo ligero ciertamente, y para algunos ilusorio; pero que tiene
su valor, á falta de otros... Ya que de esto hablamos, ¿no podrías
darme alguna luz en un asunto que me ha llenado de confusión? ¿No
podrías decirme de dónde le ha venido á doña Cándida esa fortunilla que
le permite poner casa y darse lustre?...
--Hombre, qué sé yo. Aquí me trajo unas letras á descontar... Le dí
el dinero. No es gran cosa; una miseria. Sólo que ella pondera mucho,
ya sabes, y cuenta las pesetas por duros, para gastarlas después
como céntimos. Si he de decirte de dónde provenían las letras,
verdaderamente no lo sé. Tierras vendidas, ó no sé si unos censos...
en fin, no lo sé, ni me importa. Supongo que la casa que ha puesto será
algún cuartito alto con cuatro pingos... ¡Pobre señora!... Vamos, ¿y
qué dices de la sesión de ayer? ¡Si vieras! salió el ministro con las
manos en la cabeza, y el centro izquierdo quedó fundido con el ángulo
derecho... ¿Te has enterado de las declaraciones de Cimarra? Nosotros...
--No me he enterado de nada.
--Y en el correo de pasado mañana debe venir mi acta. Si tú no fueras
una calamidad, podrías aceptar los ofrecimientos que me ha hecho el
ministro.
--Hombre, déjame en paz... Volviendo á doña Cándida...
--Déjame tú en paz con doña Cándida.
Conocí que no era de su agrado aquel tema, y _tomé nota_.
--¡Ah!... aquí tienes los periódicos que se ocupan de la velada...
Mira, éste te llama _concienzudo_, que es el adjetivo que se aplica á
los actores medianos. Aquél te pone en las nubes. Váyase lo uno por
lo otro. Con respecto á Peña, están divididos los pareceres: todos
convienen en que tiene una gran palabra, pero hay quien dice que si
se exprime lo que dijo, no sale una gota de sustancia. ¿Quieres que
te diga mi opinión? Pues el tal Peña me parece un papagayo. ¡Lo que
vale aquí la oratoria brillante y esa facultad española de decir
cosas bonitas que no significan nada práctico! Ya hablan de presentar
diputado á Peñita y dispensarle la edad... Como si no tuviéramos aquí
hombres graves, hombres encanecidos... Te lo digo con franqueza... me
revienta ese niño y su manera de hablar... Lo que es en el púlpito no
tendría igual para hacer llorar á las viejas... pero en un Congreso...
¡Hombre, por amor de Dios! Es verdaderamente lamentable que se hagan
reputaciones así. Después de todo, ¿qué dijo? Las Cruzadas, Cristóbal
Colón, las Hermanas de la Caridad con sus tocas blancas... ¡Por amor de
Dios, hombre! yo creo que concluiremos por hablar en verso, del verso
se pasará á la música, y, por fin, las sesiones de nuestras Cámaras
serán verdaderas óperas... Vete al Congreso de los Estados Unidos, oye
y observa cómo se tratan allí las cuestiones. Hay orador que parece
un borracho haciendo cuentas. Y sin embargo, ve á ver los resultados
prácticos... Es verdaderamente asombroso. Nada, nada, estos oradores de
aquí, estas eminencias de veinte años, estos trovadores parlamentarios
me atacan los nervios. Y lo que es el tal Peñita me revienta. Yo le
pondría á picar piedra en una carretera, para que aprendiera á ser
hombre práctico. Y desde luego á todo aquel que me hablase de ideales
humanos, de evoluciones, de palingenesia, le mandaría á descargar
sacos al muelle de la Habana, ó á arrancar mineral en Río Tinto para
que adquiriera un par de ideas sobre el trabajo humano. ¡Por amor
de Dios, hombre, no digas que no! Háganme autócrata, dénme mañana
un poder arbitrario y facultades para hacer y deshacer á mi gusto.
Pues mi primera disposición sería crear un presidio de oradorcitos,
filósofos, poetas, novelistas y demás calamidades, con la cual dejaría
verdaderamente limpia y boyante la sociedad.
--¡José!--exclamé con efusión humorística y hasta con
entusiasmo,--eres el mayor bruto que conozco.
--Y tú la octava plaga de Egipto.
--Y tú la burra de Balaam.
Parecíame que se amoscaba... Pues yo también.
--Pues todos en presidio, veríais qué bien quedaba esto.
--Sí, la nación sería un pesebre.
--Eso... lo veríamos. Yo hablaría...
--Y dirías _mu_...
--Hombre, la vanidad, la suficiencia, el _tupé_ de estos señores sabios
es verdaderamente insoportable. Ellos no hacen nada, ellos no sirven
para nada; son un rebaño de idiotas...
Y se amoscaba más.
--Pero la vanidad del ignorante,--dije yo,--además de insoportable es
desastrosa, porque funda y perfecciona la escuela de la vulgaridad.
--Pues mira como estamos, gobernados por tanto sabio.
--Mira como estamos, gobernados por tanto necio.
--No señor.
Se puso pálido.
--Pues sí señor.
Me puse rojo.
--Eres lo más...
--Y tú...
Trémulo de ira salió, cerrando la puerta con tan furioso golpe, que
retembló toda la casa. Y cuando nos vimos luego, evitaba el dirigirme
la palabra, y estaba muy serio conmigo. Por mi parte, no conservaba de
aquella disputa pueril más que la desazón que su recuerdo me producía,
unida á un poquillo de remordimiento. Deploraba que por cuatro
tonterías se hubiera alterado la buena armonía y comunicación fraternal
que entre los dos debía existir siempre, y si hubiera sorprendido en él
la más ligera inclinación á olvidar la reyerta, me habría apresurado
á celebrar cordiales y duraderas paces. Pero José estaba torvo,
cejijunto, y al pasar junto á mí, no se dignaba mirarme.


XXXII
Entre mí hermano y yo fluctuaba una nube.

¿Saldría de ella el rayo? Mi propósito era evitarlo á todo trance.
Hablé de esto con Lica, que en el breve espacio de un día había vuelto
á caer en sus inquietudes y tristezas. La reconciliación matrimonial
había sido de tan menguados efectos, que no tardó el espectro de la
discordia en anularla pronto, erigiéndose él mismo sobre el altar
del destronado Himeneo. Durante todo el día que siguió á aquel de
la trivial disputa, acompañé á mi hermana política, escuchando con
paciencia sus quejas que eran interminables... Sí; ya no la engañaría
más, ya iba aprendiendo ella las picardías. Ya no volvería á embaucarla
con cuatro palabras y dos cariñitos... Por fuerza había algo en la vida
de su esposo que le sacaba de quicio. José no era el José de otros
tiempos.
Con estas jeremiadas entreteníamos las horas de la tarde y de la noche,
que eran largas y tristes, porque Lica había suprimido la reunión,
y no recibía á nadie. José María no se presentaba en la casa sino
breves momentos, porque había recibido su acta, la había presentado al
Congreso, había jurado, le habían elegido presidente de la comisión de
melazas, y el buen representante del país consagrado en cuerpo y alma
á los sagrados deberes del padrazgo parlamentario y político, no tenía
tiempo para nada. En esto trascurrieron cuatro días, que fueron para
mí pesados y fastidiosos, porque Irene no me había dado el prometido
aviso ó venia para ir á su casa; y yo con mi delicada escrupulosidad,
no quería infringir de ningún modo una indicación que me parecía
mandato. Me pasaba la mayor parte del día acompañando á la olvidada y
digna esposa de José María, la cual, entre las salmodias de su agravio,
aprovechaba mi constante presencia en la casa para inclinarme á ser
su pariente, casándome con su hermana. ¡Proyecto tan bondadoso como
infecundo! Reconociendo yo como el primero las excelentes cualidades de
Mercedes, no sentía ni la más ligera inclinación amorosa hacia ella,
y además se me figuraba que yo le hacía muy poca gracia para marido y
menos para novio.
Rompían, por cierto muy desagradablemente, la monotonía de nuestros
coloquios los malos ratos que nos daba el ama con su bestial codicia,
sus fierezas y el peligro constante en que estaba Maximín de quedarse
en ayunas. Yo maldecía á las nodrizas, y hubiera dado no sé qué por
poder hacer justicia en aquella, más animal que cuantas nos envían
montes encartados y pasiegos, de todos los desafueros que cometen las
de su infame oficio. Lica y yo temíamos una desgracia, y en efecto, el
golpe vino hallándonos desprevenidos para recibirle.
Me disponía á salir una mañana para ir á clase, cuando se me presenta
Ruperto sofocadísimo.
--Niña Lica que vaya usted pronto allá. El ama de cría se ha marchado
hace un rato. El niño no tiene de qué mamar...
--¿No lo dije?... Esto sí que es bueno... ¿Y el señorito José María,
qué hace?
--Mi amo no fué esta noche á casa. El lacayo ha salido á buscarle... Mi
ama que vaya usted pronto... para que le busque otra _criandera_...
--Yo... ¿y dónde la busco yo?... ¡pero vamos allá!... ¿Y la señorita
Manuela qué hace?
--Llorar. Le están dando al nene leche con una botella. Pero el nene no
hace más que rabiar.
--Bueno, bueno... Ahora busque usted un ama...
Bajaba la escalera, cuando una muchacha que subía me dió una carta.
¡Fuerzas de la Naturaleza! Era de Irene. Rasgué, abrí, desdoblé, leí,
tembloroso como la débil caña sobre la cual se desata el huracán.
«Venga usted hoy mismo, amigo Manso. Si usted no viene, no se lo
perdonará nunca su amiga...--_Irene._»
La escritura era indecisa, como hecha precipitadamente por mano
impulsada del miedo y del peligro...
¡Dios misericordioso! ¡Tantas cosas sobre un triste mortal en un solo
momento! Buscar ama, ir al socorro de Irene... porque indudablemente
había que socorrerla... ¿contra quién? Había peligro... ¿de qué?
--¿Qué tiene usted, Mansito?--me dijo doña Javiera que volvía de misa.
--Pues poca cosa... Figúrese usted, señora... Buscar un ama... volar al
socorro...
--¿Hay fuego?...
--No, señora; no hay más sino que el ama...
--¿El ama del niño de su hermano? No hay peste como esas mujeres. Yo,
mire usted, aunque estaba muy delicada, no quise dejar de criar á mi
Manolo. Y los médicos me decían que por ningún caso. Y mi marido me
reñía. Pues bien saludable ha salido mi hijo, y yo... ya usted ve.
--Usted no sabría de alguna...
--Veremos, veremos; voy á echarme á la calle... Y á propósito, amigo
Manso, ¿ha visto usted á Manuel anoche?
--¿Qué he de ver, señora?
--Esta es la hora que no ha venido á casa. Creo que tuvieron cena en
Fornos... ¡Ay qué chico! ¡Pero qué afanado está usted!... Pobre D.
Máximo, ¡que sin comerlo ni beberlo!... Aprenda, aprenda usted para
cuando sea padre.
--Señora, si usted tuviera la bondad de buscarme por ahí una de esas
bestias feroces que llaman amas de cría...
--Sí, voy á ello... Espere usted: la vecina me dijo que conocía...
Ya, sí... es una chica primeriza, criada de servir, que se desgració.
Estaba en casa de un concejal que hace la estadística de nacidos...
hombre viudo, y que debía tener interés en que se aumentara la
población... Voy allá... Creo que tiene la gran leche; es morenota,
fresconaza... un poco ladrona. También sé de una muy sílfide, una
traviatona que bailaba en Capellanes, casada; pero que no vive con su
marido. En fin, más gallina que las gallinas. Sabe muchos cantares para
dormir á los niños, y tiene aires de persona fina... Pues no me quito
la mantilla y echo á correr. Vaya usted por otro lado. No deje usted de
ir á la Concepción Jerónima, á casa de Matías, donde van á parar todas
las burras de leche que vienen á buscar cría. Es aquello, según dicen,
una fábrica de amas y un almacén de ganado. Ea, hombre, no se quede
usted lelo, coja usted _La Correspondencia_ y lea los anuncios. _Ama
para casa de los padres._ ¿Ve usted? Váyase pronto al Gobierno Civil
donde está el reconocimiento... Si encuentra usted alguna, no se fie
de apariencias: llévese un médico. Escójala cerril, fea y hombruna...
Pechos negros y largos. Mucho cuidado con las bonitas, que suelen ser
las peores... No dejen de examinar la leche, y fíjense en la buena
dentadura. Yo voy por otro lado; avisaré lo que encuentre. Abur.
Dióme esperanzas la solicitud de aquella buena señora. Y yo, ¿á dónde
acudiría primero? No había que vacilar y corrí á casa de Manuela,
pensando en Irene, en su carta garabateada á prisa, y no cesaba de ver
la trémula mano trazando los renglones, y me figuraba á la maestra
amenazada de no sé qué fieros vestiglos. Y en tanto mis alumnos se
quedaban sin clase aquel día, que me tocaba explicar _El interior
contenido del Bien_.
Encontré á Manuela desesperada. Con mi ahijado sobre las rodillas,
rodeada de su madre y hermana, era la figura más lastimosa y patética
de aquel cuadro de desolación. Maximín chillaba como un becerro; Lica
se empeñaba en que chupara de la redoma; apartaba él con furiosos
ademanes aquella cosa fría y desapacible, y en tanto, las tres
aturdidas mujeres invocaban á todos los santos de la Corte celestial.
Se habían mandado recados á varias casas amigas para que diesen noticia
de alguna nodriza, pero ¡ay! la familia confiaba principalmente en mí,
en mi rara bondad y en mi corazón humanitario.


XXXIII
¡Dichoso corazón humanitario!

Eras un adminículo de universal aplicación, maquinilla puesta al
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - El amigo Manso - 13
  • Parts
  • El amigo Manso - 01
    Total number of words is 4820
    Total number of unique words is 1857
    32.4 of words are in the 2000 most common words
    45.8 of words are in the 5000 most common words
    53.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El amigo Manso - 02
    Total number of words is 4859
    Total number of unique words is 1817
    33.5 of words are in the 2000 most common words
    46.0 of words are in the 5000 most common words
    54.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El amigo Manso - 03
    Total number of words is 4818
    Total number of unique words is 1741
    34.3 of words are in the 2000 most common words
    46.3 of words are in the 5000 most common words
    53.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El amigo Manso - 04
    Total number of words is 4837
    Total number of unique words is 1811
    30.8 of words are in the 2000 most common words
    44.0 of words are in the 5000 most common words
    50.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El amigo Manso - 05
    Total number of words is 4862
    Total number of unique words is 1781
    31.9 of words are in the 2000 most common words
    45.5 of words are in the 5000 most common words
    52.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El amigo Manso - 06
    Total number of words is 4888
    Total number of unique words is 1836
    32.9 of words are in the 2000 most common words
    46.1 of words are in the 5000 most common words
    53.5 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El amigo Manso - 07
    Total number of words is 4777
    Total number of unique words is 1775
    34.3 of words are in the 2000 most common words
    46.3 of words are in the 5000 most common words
    52.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El amigo Manso - 08
    Total number of words is 4777
    Total number of unique words is 1736
    32.8 of words are in the 2000 most common words
    44.9 of words are in the 5000 most common words
    50.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El amigo Manso - 09
    Total number of words is 4857
    Total number of unique words is 1742
    33.4 of words are in the 2000 most common words
    46.4 of words are in the 5000 most common words
    52.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El amigo Manso - 10
    Total number of words is 4760
    Total number of unique words is 1739
    32.9 of words are in the 2000 most common words
    45.5 of words are in the 5000 most common words
    52.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El amigo Manso - 11
    Total number of words is 4768
    Total number of unique words is 1736
    31.7 of words are in the 2000 most common words
    44.0 of words are in the 5000 most common words
    50.5 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El amigo Manso - 12
    Total number of words is 4724
    Total number of unique words is 1687
    32.4 of words are in the 2000 most common words
    45.9 of words are in the 5000 most common words
    52.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El amigo Manso - 13
    Total number of words is 4732
    Total number of unique words is 1745
    33.4 of words are in the 2000 most common words
    46.6 of words are in the 5000 most common words
    52.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El amigo Manso - 14
    Total number of words is 4743
    Total number of unique words is 1674
    33.9 of words are in the 2000 most common words
    47.0 of words are in the 5000 most common words
    52.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El amigo Manso - 15
    Total number of words is 4739
    Total number of unique words is 1737
    34.0 of words are in the 2000 most common words
    47.3 of words are in the 5000 most common words
    53.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El amigo Manso - 16
    Total number of words is 4850
    Total number of unique words is 1697
    34.2 of words are in the 2000 most common words
    47.3 of words are in the 5000 most common words
    53.5 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El amigo Manso - 17
    Total number of words is 4825
    Total number of unique words is 1641
    35.6 of words are in the 2000 most common words
    48.8 of words are in the 5000 most common words
    54.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El amigo Manso - 18
    Total number of words is 4838
    Total number of unique words is 1703
    35.7 of words are in the 2000 most common words
    46.6 of words are in the 5000 most common words
    52.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • El amigo Manso - 19
    Total number of words is 4376
    Total number of unique words is 1588
    34.6 of words are in the 2000 most common words
    48.5 of words are in the 5000 most common words
    55.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.