Don Quijote - 67
Total number of words is 5028
Total number of unique words is 1456
39.1 of words are in the 2000 most common words
51.6 of words are in the 5000 most common words
57.6 of words are in the 8000 most common words
le regalase mejor que en su casa, que no parece sino que se fue a mesa
puesta y a cama hecha. Allí vio él visiones hermosas y apacibles, y yo veré
aquí, a lo que creo, sapos y culebras. ¡Desdichado de mí, y en qué han
parado mis locuras y fantasías! De aquí sacarán mis huesos, cuando el cielo
sea servido que me descubran, mondos, blancos y raídos, y los de mi buen
rucio con ellos, por donde quizá se echará de ver quién somos, a lo menos
de los que tuvieren noticia que nunca Sancho Panza se apartó de su asno, ni
su asno de Sancho Panza. Otra vez digo: ¡miserables de nosotros, que no ha
querido nuestra corta suerte que muriésemos en nuestra patria y entre los
nuestros, donde ya que no hallara remedio nuestra desgracia, no faltara
quien dello se doliera, y en la hora última de nuestro pasamiento nos
cerrara los ojos! ¡Oh compañero y amigo mío, qué mal pago te he dado de tus
buenos servicios! Perdóname y pide a la fortuna, en el mejor modo que
supieres, que nos saque deste miserable trabajo en que estamos puestos los
dos; que yo prometo de ponerte una corona de laurel en la cabeza, que no
parezcas sino un laureado poeta, y de darte los piensos doblados.
Desta manera se lamentaba Sancho Panza, y su jumento le escuchaba sin
responderle palabra alguna: tal era el aprieto y angustia en que el pobre
se hallaba. Finalmente, habiendo pasado toda aquella noche en miserables
quejas y lamentaciones, vino el día, con cuya claridad y resplandor vio
Sancho que era imposible de toda imposibilidad salir de aquel pozo sin ser
ayudado, y comenzó a lamentarse y dar voces, por ver si alguno le oía; pero
todas sus voces eran dadas en desierto, pues por todos aquellos contornos
no había persona que pudiese escucharle, y entonces se acabó de dar por
muerto.
Estaba el rucio boca arriba, y Sancho Panza le acomodó de modo que le puso
en pie, que apenas se podía tener; y, sacando de las alforjas, que también
habían corrido la mesma fortuna de la caída, un pedazo de pan, lo dio a su
jumento, que no le supo mal, y díjole Sancho, como si lo entendiera:
— Todos los duelos con pan son buenos.
En esto, descubrió a un lado de la sima un agujero, capaz de caber por él
una persona, si se agobiaba y encogía. Acudió a él Sancho Panza, y,
agazapándose, se entró por él y vio que por de dentro era espacioso y
largo, y púdolo ver, porque por lo que se podía llamar techo entraba un
rayo de sol que lo descubría todo. Vio también que se dilataba y alargaba
por otra concavidad espaciosa; viendo lo cual, volvió a salir adonde estaba
el jumento, y con una piedra comenzó a desmoronar la tierra del agujero, de
modo que en poco espacio hizo lugar donde con facilidad pudiese entrar el
asno, como lo hizo; y, cogiéndole del cabestro, comenzó a caminar por
aquella gruta adelante, por ver si hallaba alguna salida por otra parte. A
veces iba a escuras, y a veces sin luz, pero ninguna vez sin miedo.
— ¡Válame Dios todopoderoso! —decía entre sí—. Esta que para mí es
desventura, mejor fuera para aventura de mi amo don Quijote. Él sí que
tuviera estas profundidades y mazmorras por jardines floridos y por
palacios de Galiana, y esperara salir de esta escuridad y estrecheza a
algún florido prado; pero yo, sin ventura, falto de consejo y menoscabado
de ánimo, a cada paso pienso que debajo de los pies de improviso se ha de
abrir otra sima más profunda que la otra, que acabe de tragarme. ¡Bien
vengas mal, si vienes solo!
Desta manera y con estos pensamientos le pareció que habría caminado poco
más de media legua, al cabo de la cual descubrió una confusa claridad, que
pareció ser ya de día, y que por alguna parte entraba, que daba indicio de
tener fin abierto aquel, para él, camino de la otra vida.
Aquí le deja Cide Hamete Benengeli, y vuelve a tratar de don Quijote,
que, alborozado y contento, esperaba el plazo de la batalla que había de
hacer con el robador de la honra de la hija de doña Rodríguez, a quien
pensaba enderezar el tuerto y desaguisado que malamente le tenían fecho.
Sucedió, pues, que, saliéndose una mañana a imponerse y ensayarse en lo que
había de hacer en el trance en que otro día pensaba verse, dando un repelón
o arremetida a Rocinante, llegó a poner los pies tan junto a una cueva,
que, a no tirarle fuertemente las riendas, fuera imposible no caer en ella.
En fin, le detuvo y no cayó, y, llegándose algo más cerca, sin apearse,
miró aquella hondura; y, estándola mirando, oyó grandes voces dentro; y,
escuchando atentamente, pudo percebir y entender que el que las daba decía:
— ¡Ah de arriba! ¿Hay algún cristiano que me escuche, o algún caballero
caritativo que se duela de un pecador enterrado en vida, o un desdichado
desgobernado gobernador?
Parecióle a don Quijote que oía la voz de Sancho Panza, de que quedó
suspenso y asombrado, y, levantando la voz todo lo que pudo, dijo:
— ¿Quién está allá bajo? ¿Quién se queja?
— ¿Quién puede estar aquí, o quién se ha de quejar —respondieron—, sino el
asendereado de Sancho Panza, gobernador, por sus pecados y por su mala
andanza, de la ínsula Barataria, escudero que fue del famoso caballero don
Quijote de la Mancha?
Oyendo lo cual don Quijote, se le dobló la admiración y se le acrecentó el
pasmo, viniéndosele al pensamiento que Sancho Panza debía de ser muerto, y
que estaba allí penando su alma, y llevado desta imaginación dijo:
— Conjúrote por todo aquello que puedo conjurarte como católico cristiano,
que me digas quién eres; y si eres alma en pena, dime qué quieres que haga
por ti; que, pues es mi profesión favorecer y acorrer a los necesitados
deste mundo, también lo seré para acorrer y ayudar a los menesterosos del
otro mundo, que no pueden ayudarse por sí propios.
— Desa manera —respondieron—, vuestra merced que me habla debe de ser mi
señor don Quijote de la Mancha, y aun en el órgano de la voz no es otro,
sin duda.
— Don Quijote soy —replicó don Quijote—, el que profeso socorrer y ayudar en
sus necesidades a los vivos y a los muertos. Por eso dime quién eres, que
me tienes atónito; porque si eres mi escudero Sancho Panza, y te has
muerto, como no te hayan llevado los diablos, y, por la misericordia de
Dios, estés en el purgatorio, sufragios tiene nuestra Santa Madre la
Iglesia Católica Romana bastantes a sacarte de las penas en que estás, y
yo, que lo solicitaré con ella, por mi parte, con cuanto mi hacienda
alcanzare; por eso, acaba de declararte y dime quién eres.
— ¡Voto a tal! —respondieron—, y por el nacimiento de quien vuesa merced
quisiere, juro, señor don Quijote de la Mancha, que yo soy su escudero
Sancho Panza, y que nunca me he muerto en todos los días de mi vida; sino
que, habiendo dejado mi gobierno por cosas y causas que es menester más
espacio para decirlas, anoche caí en esta sima donde yago, el rucio
conmigo, que no me dejará mentir, pues, por más señas, está aquí conmigo.
Y hay más: que no parece sino que el jumento entendió lo que Sancho dijo,
porque al momento comenzó a rebuznar, tan recio, que toda la cueva
retumbaba.
— ¡Famoso testigo! —dijo don Quijote—. El rebuzno conozco como si le
pariera, y tu voz oigo, Sancho mío. Espérame; iré al castillo del duque,
que está aquí cerca, y traeré quien te saque desta sima, donde tus pecados
te deben de haber puesto.
— Vaya vuesa merced —dijo Sancho—, y vuelva presto, por un solo Dios, que ya
no lo puedo llevar el estar aquí sepultado en vida, y me estoy muriendo de
miedo.
Dejóle don Quijote, y fue al castillo a contar a los duques el suceso de
Sancho Panza, de que no poco se maravillaron, aunque bien entendieron que
debía de haber caído por la correspondencia de aquella gruta que de tiempos
inmemoriales estaba allí hecha; pero no podían pensar cómo había dejado el
gobierno sin tener ellos aviso de su venida. Finalmente, como dicen,
llevaron sogas y maromas; y, a costa de mucha gente y de mucho trabajo,
sacaron al rucio y a Sancho Panza de aquellas tinieblas a la luz del sol.
Viole un estudiante, y dijo:
— Desta manera habían de salir de sus gobiernos todos los malos
gobernadores, como sale este pecador del profundo del abismo: muerto de
hambre, descolorido, y sin blanca, a lo que yo creo.
Oyólo Sancho, y dijo:
— Ocho días o diez ha, hermano murmurador, que entré a gobernar la ínsula
que me dieron, en los cuales no me vi harto de pan siquiera un hora; en
ellos me han perseguido médicos, y enemigos me han brumado los güesos; ni
he tenido lugar de hacer cohechos, ni de cobrar derechos; y, siendo esto
así, como lo es, no merecía yo, a mi parecer, salir de esta manera; pero el
hombre pone y Dios dispone, y Dios sabe lo mejor y lo que le está bien a
cada uno; y cual el tiempo, tal el tiento; y nadie diga "desta agua no
beberé", que adonde se piensa que hay tocinos, no hay estacas; y Dios me
entiende, y basta, y no digo más, aunque pudiera.
— No te enojes, Sancho, ni recibas pesadumbre de lo que oyeres, que será
nunca acabar: ven tú con segura conciencia, y digan lo que dijeren; y es
querer atar las lenguas de los maldicientes lo mesmo que querer poner
puertas al campo. Si el gobernador sale rico de su gobierno, dicen dél que
ha sido un ladrón, y si sale pobre, que ha sido un para poco y un
mentecato.
— A buen seguro —respondió Sancho— que por esta vez antes me han de tener
por tonto que por ladrón.
En estas pláticas llegaron, rodeados de muchachos y de otra mucha gente, al
castillo, adonde en unos corredores estaban ya el duque y la duquesa
esperando a don Quijote y a Sancho, el cual no quiso subir a ver al duque
sin que primero no hubiese acomodado al rucio en la caballeriza, porque
decía que había pasado muy mala noche en la posada; y luego subió a ver a
sus señores, ante los cuales, puesto de rodillas, dijo:
— Yo, señores, porque lo quiso así vuestra grandeza, sin ningún merecimiento
mío, fui a gobernar vuestra ínsula Barataria, en la cual entré desnudo, y
desnudo me hallo: ni pierdo, ni gano. Si he gobernado bien o mal, testigos
he tenido delante, que dirán lo que quisieren. He declarado dudas,
sentenciado pleitos, siempre muerto de hambre, por haberlo querido así el
doctor Pedro Recio, natural de Tirteafuera, médico insulano y
gobernadoresco. Acometiéronnos enemigos de noche, y, habiéndonos puesto en
grande aprieto, dicen los de la ínsula que salieron libres y con vitoria
por el valor de mi brazo, que tal salud les dé Dios como ellos dicen
verdad. En resolución, en este tiempo yo he tanteado las cargas que trae
consigo, y las obligaciones, el gobernar, y he hallado por mi cuenta que no
las podrán llevar mis hombros, ni son peso de mis costillas, ni flechas de
mi aljaba; y así, antes que diese conmigo al través el gobierno, he querido
yo dar con el gobierno al través, y ayer de mañana dejé la ínsula como la
hallé: con las mismas calles, casas y tejados que tenía cuando entré en
ella. No he pedido prestado a nadie, ni metídome en granjerías; y, aunque
pensaba hacer algunas ordenanzas provechosas, no hice ninguna, temeroso que
no se habían de guardar: que es lo mesmo hacerlas que no hacerlas. Salí,
como digo, de la ínsula sin otro acompañamiento que el de mi rucio; caí en
una sima, víneme por ella adelante, hasta que, esta mañana, con la luz del
sol, vi la salida, pero no tan fácil que, a no depararme el cielo a mi
señor don Quijote, allí me quedara hasta la fin del mundo. Así que, mis
señores duque y duquesa, aquí está vuestro gobernador Sancho Panza, que ha
granjeado en solos diez días que ha tenido el gobierno a conocer que no se
le ha de dar nada por ser gobernador, no que de una ínsula, sino de todo el
mundo; y, con este presupuesto, besando a vuestras mercedes los pies,
imitando al juego de los muchachos, que dicen "Salta tú, y dámela tú", doy
un salto del gobierno, y me paso al servicio de mi señor don Quijote; que,
en fin, en él, aunque como el pan con sobresalto, hártome, a lo menos, y
para mí, como yo esté harto, eso me hace que sea de zanahorias que de
perdices.
Con esto dio fin a su larga plática Sancho, temiendo siempre don Quijote
que había de decir en ella millares de disparates; y, cuando le vio acabar
con tan pocos, dio en su corazón gracias al cielo, y el duque abrazó a
Sancho, y le dijo que le pesaba en el alma de que hubiese dejado tan presto
el gobierno; pero que él haría de suerte que se le diese en su estado otro
oficio de menos carga y de más provecho. Abrazóle la duquesa asimismo, y
mandó que le regalasen, porque daba señales de venir mal molido y peor
parado.
Capítulo LVI. De la descomunal y nunca vista batalla que pasó entre don
Quijote de la Mancha y el lacayo Tosilos, en la defensa de la hija de la
dueña doña Rodríguez
No quedaron arrepentidos los duques de la burla hecha a Sancho Panza del
gobierno que le dieron; y más, que aquel mismo día vino su mayordomo, y les
contó punto por punto, todas casi, las palabras y acciones que Sancho había
dicho y hecho en aquellos días, y finalmente les encareció el asalto de la
ínsula, y el miedo de Sancho, y su salida, de que no pequeño gusto
recibieron.
Después desto, cuenta la historia que se llegó el día de la batalla
aplazada, y, habiendo el duque una y muy muchas veces advertido a su lacayo
Tosilos cómo se había de avenir con don Quijote para vencerle sin matarle
ni herirle, ordenó que se quitasen los hierros a las lanzas, diciendo a don
Quijote que no permitía la cristiandad, de que él se preciaba, que aquella
batalla fuese con tanto riesgo y peligro de las vidas, y que se contentase
con que le daba campo franco en su tierra, puesto que iba contra el decreto
del Santo Concilio, que prohíbe los tales desafíos, y no quisiese llevar
por todo rigor aquel trance tan fuerte.
Don Quijote dijo que Su Excelencia dispusiese las cosas de aquel negocio
como más fuese servido; que él le obedecería en todo. Llegado, pues, el
temeroso día, y habiendo mandado el duque que delante de la plaza del
castillo se hiciese un espacioso cadahalso, donde estuviesen los jueces del
campo y las dueñas, madre y hija, demandantes, había acudido de todos los
lugares y aldeas circunvecinas infinita gente, a ver la novedad de aquella
batalla; que nunca otra tal no habían visto, ni oído decir en aquella
tierra los que vivían ni los que habían muerto.
El primero que entró en el campo y estacada fue el maestro de las
ceremonias, que tanteó el campo, y le paseó todo, porque en él no hubiese
algún engaño, ni cosa encubierta donde se tropezase y cayese; luego
entraron las dueñas y se sentaron en sus asientos, cubiertas con los mantos
hasta los ojos y aun hasta los pechos, con muestras de no pequeño
sentimiento. Presente don Quijote en la estacada, de allí a poco,
acompañado de muchas trompetas, asomó por una parte de la plaza, sobre un
poderoso caballo, hundiéndola toda, el grande lacayo Tosilos, calada la
visera y todo encambronado, con unas fuertes y lucientes armas. El caballo
mostraba ser frisón, ancho y de color tordillo; de cada mano y pie le
pendía una arroba de lana.
Venía el valeroso combatiente bien informado del duque su señor de cómo se
había de portar con el valeroso don Quijote de la Mancha, advertido que en
ninguna manera le matase, sino que procurase huir el primer encuentro por
escusar el peligro de su muerte, que estaba cierto si de lleno en lleno le
encontrase. Paseó la plaza, y, llegando donde las dueñas estaban, se puso
algún tanto a mirar a la que por esposo le pedía. Llamó el maese de campo a
don Quijote, que ya se había presentado en la plaza, y junto con Tosilos
habló a las dueñas, preguntándoles si consentían que volviese por su
derecho don Quijote de la Mancha. Ellas dijeron que sí, y que todo lo que
en aquel caso hiciese lo daban por bien hecho, por firme y por valedero.
Ya en este tiempo estaban el duque y la duquesa puestos en una galería que
caía sobre la estacada, toda la cual estaba coronada de infinita gente, que
esperaba ver el riguroso trance nunca visto. Fue condición de los
combatientes que si don Quijote vencía, su contrario se había de casar con
la hija de doña Rodríguez; y si él fuese vencido, quedaba libre su
contendor de la palabra que se le pedía, sin dar otra satisfación alguna.
Partióles el maestro de las ceremonias el sol, y puso a los dos cada uno en
el puesto donde habían de estar. Sonaron los atambores, llenó el aire el
son de las trompetas, temblaba debajo de los pies la tierra; estaban
suspensos los corazones de la mirante turba, temiendo unos y esperando
otros el bueno o el mal suceso de aquel caso. Finalmente, don Quijote,
encomendándose de todo su corazón a Dios Nuestro Señor y a la señora
Dulcinea del Toboso, estaba aguardando que se le diese señal precisa de la
arremetida; empero, nuestro lacayo tenía diferentes pensamientos: no
pensaba él sino en lo que agora diré:
Parece ser que, cuando estuvo mirando a su enemiga, le pareció la más
hermosa mujer que había visto en toda su vida, y el niño ceguezuelo, a
quien suelen llamar de ordinario Amor por esas calles, no quiso perder la
ocasión que se le ofreció de triunfar de una alma lacayuna y ponerla en la
lista de sus trofeos; y así, llegándose a él bonitamente, sin que nadie le
viese, le envasó al pobre lacayo una flecha de dos varas por el lado
izquierdo, y le pasó el corazón de parte a parte; y púdolo hacer bien al
seguro, porque el Amor es invisible, y entra y sale por do quiere, sin que
nadie le pida cuenta de sus hechos.
Digo, pues, que, cuando dieron la señal de la arremetida, estaba nuestro
lacayo transportado, pensando en la hermosura de la que ya había hecho
señora de su libertad, y así, no atendió al son de la trompeta, como hizo
don Quijote, que, apenas la hubo oído, cuando arremetió, y, a todo el
correr que permitía Rocinante, partió contra su enemigo; y, viéndole partir
su buen escudero Sancho, dijo a grandes voces:
— ¡Dios te guíe, nata y flor de los andantes caballeros! ¡Dios te dé la
vitoria, pues llevas la razón de tu parte!
Y, aunque Tosilos vio venir contra sí a don Quijote, no se movió un paso de
su puesto; antes, con grandes voces, llamó al maese de campo, el cual
venido a ver lo que quería, le dijo:
— Señor, ¿esta batalla no se hace porque yo me case, o no me case, con
aquella señora?
— Así es —le fue respondido.
— Pues yo —dijo el lacayo— soy temeroso de mi conciencia, y pondríala en
gran cargo si pasase adelante en esta batalla; y así, digo que yo me doy
por vencido y que quiero casarme luego con aquella señora.
Quedó admirado el maese de campo de las razones de Tosilos; y, como era uno
de los sabidores de la máquina de aquel caso, no le supo responder palabra.
Detúvose don Quijote en la mitad de su carrera, viendo que su enemigo no
le acometía. El duque no sabía la ocasión porque no se pasaba adelante en
la batalla, pero el maese de campo le fue a declarar lo que Tosilos decía,
de lo que quedó suspenso y colérico en estremo.
En tanto que esto pasaba, Tosilos se llegó adonde doña Rodríguez estaba, y
dijo a grandes voces:
— Yo, señora, quiero casarme con vuestra hija, y no quiero alcanzar por
pleitos ni contiendas lo que puedo alcanzar por paz y sin peligro de la
muerte.
Oyó esto el valeroso don Quijote, y dijo:
— Pues esto así es, yo quedo libre y suelto de mi promesa: cásense en hora
buena, y, pues Dios Nuestro Señor se la dio, San Pedro se la bendiga.
El duque había bajado a la plaza del castillo, y, llegándose a Tosilos, le
dijo:
— ¿Es verdad, caballero, que os dais por vencido, y que, instigado de
vuestra temerosa conciencia, os queréis casar con esta doncella?
— Sí, señor —respondió Tosilos.
— Él hace muy bien —dijo a esta sazón Sancho Panza—, porque lo que has de
dar al mur, dalo al gato, y sacarte ha de cuidado.
Íbase Tosilos desenlazando la celada, y rogaba que apriesa le ayudasen,
porque le iban faltando los espíritus del aliento, y no podía verse
encerrado tanto tiempo en la estrecheza de aquel aposento. Quitáronsela
apriesa, y quedó descubierto y patente su rostro de lacayo. Viendo lo cual
doña Rodríguez y su hija, dando grandes voces, dijeron:
— ¡Éste es engaño, engaño es éste! ¡A Tosilos, el lacayo del duque mi señor,
nos han puesto en lugar de mi verdadero esposo! ¡Justicia de Dios y del
Rey, de tanta malicia, por no decir bellaquería!
— No vos acuitéis, señoras —dijo don Quijote—, que ni ésta es malicia ni es
bellaquería; y si la es, y no ha sido la causa el duque, sino los malos
encantadores que me persiguen, los cuales, invidiosos de que yo alcanzase
la gloria deste vencimiento, han convertido el rostro de vuestro esposo en
el de este que decís que es lacayo del duque. Tomad mi consejo, y, a pesar
de la malicia de mis enemigos, casaos con él, que sin duda es el mismo que
vos deseáis alcanzar por esposo.
El duque, que esto oyó, estuvo por romper en risa toda su cólera, y dijo:
— Son tan extraordinarias las cosas que suceden al señor don Quijote que
estoy por creer que este mi lacayo no lo es; pero usemos deste ardid y
maña: dilatemos el casamiento quince días, si quieren, y tengamos encerrado
a este personaje que nos tiene dudosos, en los cuales podría ser que
volviese a su prístina figura; que no ha de durar tanto el rancor que los
encantadores tienen al señor don Quijote, y más, yéndoles tan poco en usar
estos embelecos y transformaciones.
— ¡Oh señor! —dijo Sancho—, que ya tienen estos malandrines por uso y
costumbre de mudar las cosas, de unas en otras, que tocan a mi amo. Un
caballero que venció los días pasados, llamado el de los Espejos, le
volvieron en la figura del bachiller Sansón Carrasco, natural de nuestro
pueblo y grande amigo nuestro, y a mi señora Dulcinea del Toboso la han
vuelto en una rústica labradora; y así, imagino que este lacayo ha de morir
y vivir lacayo todos los días de su vida.
A lo que dijo la hija de Rodríguez:
— Séase quien fuere este que me pide por esposa, que yo se lo agradezco; que
más quiero ser mujer legítima de un lacayo que no amiga y burlada de un
caballero, puesto que el que a mí me burló no lo es.
En resolución, todos estos cuentos y sucesos pararon en que Tosilos se
recogiese, hasta ver en qué paraba su transformación; aclamaron todos la
vitoria por don Quijote, y los más quedaron tristes y melancólicos de ver
que no se habían hecho pedazos los tan esperados combatientes, bien así
como los mochachos quedan tristes cuando no sale el ahorcado que esperan,
porque le ha perdonado, o la parte, o la justicia. Fuese la gente,
volviéronse el duque y don Quijote al castillo, encerraron a Tosilos,
quedaron doña Rodríguez y su hija contentísimas de ver que, por una vía o
por otra, aquel caso había de parar en casamiento, y Tosilos no esperaba
menos.
Capítulo LVII. Que trata de cómo don Quijote se despidió del duque, y de lo
que le sucedió con la discreta y desenvuelta Altisidora, doncella de la
duquesa
Ya le pareció a don Quijote que era bien salir de tanta ociosidad como la
que en aquel castillo tenía; que se imaginaba ser grande la falta que su
persona hacía en dejarse estar encerrado y perezoso entre los infinitos
regalos y deleites que como a caballero andante aquellos señores le hacían,
y parecíale que había de dar cuenta estrecha al cielo de aquella ociosidad
y encerramiento; y así, pidió un día licencia a los duques para partirse.
Diéronsela, con muestras de que en gran manera les pesaba de que los
dejase. Dio la duquesa las cartas de su mujer a Sancho Panza, el cual lloró
con ellas, y dijo:
— ¿Quién pensara que esperanzas tan grandes como las que en el pecho de mi
mujer Teresa Panza engendraron las nuevas de mi gobierno habían de parar en
volverme yo agora a las arrastradas aventuras de mi amo don Quijote de la
Mancha? Con todo esto, me contento de ver que mi Teresa correspondió a ser
quien es, enviando las bellotas a la duquesa; que, a no habérselas enviado,
quedando yo pesaroso, me mostrara ella desagradecida. Lo que me consuela es
que esta dádiva no se le puede dar nombre de cohecho, porque ya tenía yo el
gobierno cuando ella las envió, y está puesto en razón que los que reciben
algún beneficio, aunque sea con niñerías, se muestren agradecidos. En
efecto, yo entré desnudo en el gobierno y salgo desnudo dél; y así, podré
decir con segura conciencia, que no es poco: "Desnudo nací, desnudo me
hallo: ni pierdo ni gano".
Esto pasaba entre sí Sancho el día de la partida; y, saliendo don Quijote,
habiéndose despedido la noche antes de los duques, una mañana se presentó
armado en la plaza del castillo. Mirábanle de los corredores toda la gente
del castillo, y asimismo los duques salieron a verle. Estaba Sancho sobre
su rucio, con sus alforjas, maleta y repuesto, contentísimo, porque el
mayordomo del duque, el que fue la Trifaldi, le había dado un bolsico con
docientos escudos de oro, para suplir los menesteres del camino, y esto aún
no lo sabía don Quijote.
Estando, como queda dicho, mirándole todos, a deshora, entre las otras
dueñas y doncellas de la duquesa, que le miraban, alzó la voz la
desenvuelta y discreta Altisidora, y en son lastimero dijo:
-Escucha, mal caballero;
detén un poco las riendas;
no fatigues las ijadas
de tu mal regida bestia.
Mira, falso, que no huyas
de alguna serpiente fiera,
sino de una corderilla
que está muy lejos de oveja.
Tú has burlado, monstruo horrendo,
la más hermosa doncella
que Dïana vio en sus montes,
que Venus miró en sus selvas.
Cruel Vireno, fugitivo Eneas,
Barrabás te acompañe; allá te avengas.
Tú llevas, ¡llevar impío!,
en las garras de tus cerras
las entrañas de una humilde,
como enamorada, tierna.
Llévaste tres tocadores,
y unas ligas, de unas piernas
que al mármol puro se igualan
en lisas, blancas y negras.
Llévaste dos mil suspiros,
que, a ser de fuego, pudieran
abrasar a dos mil Troyas,
si dos mil Troyas hubiera.
Cruel Vireno, fugitivo Eneas,
Barrabás te acompañe; allá te avengas.
De ese Sancho, tu escudero,
las entrañas sean tan tercas
y tan duras, que no salga
de su encanto Dulcinea.
De la culpa que tú tienes
lleve la triste la pena;
que justos por pecadores
tal vez pagan en mi tierra.
Tus más finas aventuras
en desventuras se vuelvan,
en sueños tus pasatiempos,
en olvidos tus firmezas.
Cruel Vireno, fugitivo Eneas,
Barrabás te acompañe; allá te avengas.
Seas tenido por falso
desde Sevilla a Marchena,
desde Granada hasta Loja,
de Londres a Inglaterra.
Si jugares al reinado,
los cientos, o la primera,
los reyes huyan de ti;
ases ni sietes no veas.
Si te cortares los callos,
sangre las heridas viertan,
y quédente los raigones
si te sacares las muelas.
Cruel Vireno, fugitivo Eneas,
Barrabás te acompañe; allá te avengas.
En tanto que, de la suerte que se ha dicho, se quejaba la lastimada
Altisidora, la estuvo mirando don Quijote, y, sin responderla palabra,
volviendo el rostro a Sancho, le dijo:
— Por el siglo de tus pasados, Sancho mío, te conjuro que me digas una
verdad. Dime, ¿llevas por ventura los tres tocadores y las ligas que esta
enamorada doncella dice?
A lo que Sancho respondió:
— Los tres tocadores sí llevo; pero las ligas, como por los cerros de Úbeda.
Quedó la duquesa admirada de la desenvoltura de Altisidora, que, aunque la
tenía por atrevida, graciosa y desenvuelta, no en grado que se atreviera a
semejantes desenvolturas; y, como no estaba advertida desta burla, creció
más su admiración. El duque quiso reforzar el donaire, y dijo:
— No me parece bien, señor caballero, que, habiendo recebido en este mi
castillo el buen acogimiento que en él se os ha hecho, os hayáis atrevido a
llevaros tres tocadores, por lo menos, si por lo más las ligas de mi
doncella; indicios son de mal pecho y muestras que no corresponden a
vuestra fama. Volvedle las ligas; si no, yo os desafío a mortal batalla,
sin tener temor que malandrines encantadores me vuelvan ni muden el rostro,
como han hecho en el de Tosilos mi lacayo, el que entró con vos en batalla.
— No quiera Dios —respondió don Quijote— que yo desenvaine mi espada contra
vuestra ilustrísima persona, de quien tantas mercedes he recebido; los
tocadores volveré, porque dice Sancho que los tiene; las ligas es
puesta y a cama hecha. Allí vio él visiones hermosas y apacibles, y yo veré
aquí, a lo que creo, sapos y culebras. ¡Desdichado de mí, y en qué han
parado mis locuras y fantasías! De aquí sacarán mis huesos, cuando el cielo
sea servido que me descubran, mondos, blancos y raídos, y los de mi buen
rucio con ellos, por donde quizá se echará de ver quién somos, a lo menos
de los que tuvieren noticia que nunca Sancho Panza se apartó de su asno, ni
su asno de Sancho Panza. Otra vez digo: ¡miserables de nosotros, que no ha
querido nuestra corta suerte que muriésemos en nuestra patria y entre los
nuestros, donde ya que no hallara remedio nuestra desgracia, no faltara
quien dello se doliera, y en la hora última de nuestro pasamiento nos
cerrara los ojos! ¡Oh compañero y amigo mío, qué mal pago te he dado de tus
buenos servicios! Perdóname y pide a la fortuna, en el mejor modo que
supieres, que nos saque deste miserable trabajo en que estamos puestos los
dos; que yo prometo de ponerte una corona de laurel en la cabeza, que no
parezcas sino un laureado poeta, y de darte los piensos doblados.
Desta manera se lamentaba Sancho Panza, y su jumento le escuchaba sin
responderle palabra alguna: tal era el aprieto y angustia en que el pobre
se hallaba. Finalmente, habiendo pasado toda aquella noche en miserables
quejas y lamentaciones, vino el día, con cuya claridad y resplandor vio
Sancho que era imposible de toda imposibilidad salir de aquel pozo sin ser
ayudado, y comenzó a lamentarse y dar voces, por ver si alguno le oía; pero
todas sus voces eran dadas en desierto, pues por todos aquellos contornos
no había persona que pudiese escucharle, y entonces se acabó de dar por
muerto.
Estaba el rucio boca arriba, y Sancho Panza le acomodó de modo que le puso
en pie, que apenas se podía tener; y, sacando de las alforjas, que también
habían corrido la mesma fortuna de la caída, un pedazo de pan, lo dio a su
jumento, que no le supo mal, y díjole Sancho, como si lo entendiera:
— Todos los duelos con pan son buenos.
En esto, descubrió a un lado de la sima un agujero, capaz de caber por él
una persona, si se agobiaba y encogía. Acudió a él Sancho Panza, y,
agazapándose, se entró por él y vio que por de dentro era espacioso y
largo, y púdolo ver, porque por lo que se podía llamar techo entraba un
rayo de sol que lo descubría todo. Vio también que se dilataba y alargaba
por otra concavidad espaciosa; viendo lo cual, volvió a salir adonde estaba
el jumento, y con una piedra comenzó a desmoronar la tierra del agujero, de
modo que en poco espacio hizo lugar donde con facilidad pudiese entrar el
asno, como lo hizo; y, cogiéndole del cabestro, comenzó a caminar por
aquella gruta adelante, por ver si hallaba alguna salida por otra parte. A
veces iba a escuras, y a veces sin luz, pero ninguna vez sin miedo.
— ¡Válame Dios todopoderoso! —decía entre sí—. Esta que para mí es
desventura, mejor fuera para aventura de mi amo don Quijote. Él sí que
tuviera estas profundidades y mazmorras por jardines floridos y por
palacios de Galiana, y esperara salir de esta escuridad y estrecheza a
algún florido prado; pero yo, sin ventura, falto de consejo y menoscabado
de ánimo, a cada paso pienso que debajo de los pies de improviso se ha de
abrir otra sima más profunda que la otra, que acabe de tragarme. ¡Bien
vengas mal, si vienes solo!
Desta manera y con estos pensamientos le pareció que habría caminado poco
más de media legua, al cabo de la cual descubrió una confusa claridad, que
pareció ser ya de día, y que por alguna parte entraba, que daba indicio de
tener fin abierto aquel, para él, camino de la otra vida.
Aquí le deja Cide Hamete Benengeli, y vuelve a tratar de don Quijote,
que, alborozado y contento, esperaba el plazo de la batalla que había de
hacer con el robador de la honra de la hija de doña Rodríguez, a quien
pensaba enderezar el tuerto y desaguisado que malamente le tenían fecho.
Sucedió, pues, que, saliéndose una mañana a imponerse y ensayarse en lo que
había de hacer en el trance en que otro día pensaba verse, dando un repelón
o arremetida a Rocinante, llegó a poner los pies tan junto a una cueva,
que, a no tirarle fuertemente las riendas, fuera imposible no caer en ella.
En fin, le detuvo y no cayó, y, llegándose algo más cerca, sin apearse,
miró aquella hondura; y, estándola mirando, oyó grandes voces dentro; y,
escuchando atentamente, pudo percebir y entender que el que las daba decía:
— ¡Ah de arriba! ¿Hay algún cristiano que me escuche, o algún caballero
caritativo que se duela de un pecador enterrado en vida, o un desdichado
desgobernado gobernador?
Parecióle a don Quijote que oía la voz de Sancho Panza, de que quedó
suspenso y asombrado, y, levantando la voz todo lo que pudo, dijo:
— ¿Quién está allá bajo? ¿Quién se queja?
— ¿Quién puede estar aquí, o quién se ha de quejar —respondieron—, sino el
asendereado de Sancho Panza, gobernador, por sus pecados y por su mala
andanza, de la ínsula Barataria, escudero que fue del famoso caballero don
Quijote de la Mancha?
Oyendo lo cual don Quijote, se le dobló la admiración y se le acrecentó el
pasmo, viniéndosele al pensamiento que Sancho Panza debía de ser muerto, y
que estaba allí penando su alma, y llevado desta imaginación dijo:
— Conjúrote por todo aquello que puedo conjurarte como católico cristiano,
que me digas quién eres; y si eres alma en pena, dime qué quieres que haga
por ti; que, pues es mi profesión favorecer y acorrer a los necesitados
deste mundo, también lo seré para acorrer y ayudar a los menesterosos del
otro mundo, que no pueden ayudarse por sí propios.
— Desa manera —respondieron—, vuestra merced que me habla debe de ser mi
señor don Quijote de la Mancha, y aun en el órgano de la voz no es otro,
sin duda.
— Don Quijote soy —replicó don Quijote—, el que profeso socorrer y ayudar en
sus necesidades a los vivos y a los muertos. Por eso dime quién eres, que
me tienes atónito; porque si eres mi escudero Sancho Panza, y te has
muerto, como no te hayan llevado los diablos, y, por la misericordia de
Dios, estés en el purgatorio, sufragios tiene nuestra Santa Madre la
Iglesia Católica Romana bastantes a sacarte de las penas en que estás, y
yo, que lo solicitaré con ella, por mi parte, con cuanto mi hacienda
alcanzare; por eso, acaba de declararte y dime quién eres.
— ¡Voto a tal! —respondieron—, y por el nacimiento de quien vuesa merced
quisiere, juro, señor don Quijote de la Mancha, que yo soy su escudero
Sancho Panza, y que nunca me he muerto en todos los días de mi vida; sino
que, habiendo dejado mi gobierno por cosas y causas que es menester más
espacio para decirlas, anoche caí en esta sima donde yago, el rucio
conmigo, que no me dejará mentir, pues, por más señas, está aquí conmigo.
Y hay más: que no parece sino que el jumento entendió lo que Sancho dijo,
porque al momento comenzó a rebuznar, tan recio, que toda la cueva
retumbaba.
— ¡Famoso testigo! —dijo don Quijote—. El rebuzno conozco como si le
pariera, y tu voz oigo, Sancho mío. Espérame; iré al castillo del duque,
que está aquí cerca, y traeré quien te saque desta sima, donde tus pecados
te deben de haber puesto.
— Vaya vuesa merced —dijo Sancho—, y vuelva presto, por un solo Dios, que ya
no lo puedo llevar el estar aquí sepultado en vida, y me estoy muriendo de
miedo.
Dejóle don Quijote, y fue al castillo a contar a los duques el suceso de
Sancho Panza, de que no poco se maravillaron, aunque bien entendieron que
debía de haber caído por la correspondencia de aquella gruta que de tiempos
inmemoriales estaba allí hecha; pero no podían pensar cómo había dejado el
gobierno sin tener ellos aviso de su venida. Finalmente, como dicen,
llevaron sogas y maromas; y, a costa de mucha gente y de mucho trabajo,
sacaron al rucio y a Sancho Panza de aquellas tinieblas a la luz del sol.
Viole un estudiante, y dijo:
— Desta manera habían de salir de sus gobiernos todos los malos
gobernadores, como sale este pecador del profundo del abismo: muerto de
hambre, descolorido, y sin blanca, a lo que yo creo.
Oyólo Sancho, y dijo:
— Ocho días o diez ha, hermano murmurador, que entré a gobernar la ínsula
que me dieron, en los cuales no me vi harto de pan siquiera un hora; en
ellos me han perseguido médicos, y enemigos me han brumado los güesos; ni
he tenido lugar de hacer cohechos, ni de cobrar derechos; y, siendo esto
así, como lo es, no merecía yo, a mi parecer, salir de esta manera; pero el
hombre pone y Dios dispone, y Dios sabe lo mejor y lo que le está bien a
cada uno; y cual el tiempo, tal el tiento; y nadie diga "desta agua no
beberé", que adonde se piensa que hay tocinos, no hay estacas; y Dios me
entiende, y basta, y no digo más, aunque pudiera.
— No te enojes, Sancho, ni recibas pesadumbre de lo que oyeres, que será
nunca acabar: ven tú con segura conciencia, y digan lo que dijeren; y es
querer atar las lenguas de los maldicientes lo mesmo que querer poner
puertas al campo. Si el gobernador sale rico de su gobierno, dicen dél que
ha sido un ladrón, y si sale pobre, que ha sido un para poco y un
mentecato.
— A buen seguro —respondió Sancho— que por esta vez antes me han de tener
por tonto que por ladrón.
En estas pláticas llegaron, rodeados de muchachos y de otra mucha gente, al
castillo, adonde en unos corredores estaban ya el duque y la duquesa
esperando a don Quijote y a Sancho, el cual no quiso subir a ver al duque
sin que primero no hubiese acomodado al rucio en la caballeriza, porque
decía que había pasado muy mala noche en la posada; y luego subió a ver a
sus señores, ante los cuales, puesto de rodillas, dijo:
— Yo, señores, porque lo quiso así vuestra grandeza, sin ningún merecimiento
mío, fui a gobernar vuestra ínsula Barataria, en la cual entré desnudo, y
desnudo me hallo: ni pierdo, ni gano. Si he gobernado bien o mal, testigos
he tenido delante, que dirán lo que quisieren. He declarado dudas,
sentenciado pleitos, siempre muerto de hambre, por haberlo querido así el
doctor Pedro Recio, natural de Tirteafuera, médico insulano y
gobernadoresco. Acometiéronnos enemigos de noche, y, habiéndonos puesto en
grande aprieto, dicen los de la ínsula que salieron libres y con vitoria
por el valor de mi brazo, que tal salud les dé Dios como ellos dicen
verdad. En resolución, en este tiempo yo he tanteado las cargas que trae
consigo, y las obligaciones, el gobernar, y he hallado por mi cuenta que no
las podrán llevar mis hombros, ni son peso de mis costillas, ni flechas de
mi aljaba; y así, antes que diese conmigo al través el gobierno, he querido
yo dar con el gobierno al través, y ayer de mañana dejé la ínsula como la
hallé: con las mismas calles, casas y tejados que tenía cuando entré en
ella. No he pedido prestado a nadie, ni metídome en granjerías; y, aunque
pensaba hacer algunas ordenanzas provechosas, no hice ninguna, temeroso que
no se habían de guardar: que es lo mesmo hacerlas que no hacerlas. Salí,
como digo, de la ínsula sin otro acompañamiento que el de mi rucio; caí en
una sima, víneme por ella adelante, hasta que, esta mañana, con la luz del
sol, vi la salida, pero no tan fácil que, a no depararme el cielo a mi
señor don Quijote, allí me quedara hasta la fin del mundo. Así que, mis
señores duque y duquesa, aquí está vuestro gobernador Sancho Panza, que ha
granjeado en solos diez días que ha tenido el gobierno a conocer que no se
le ha de dar nada por ser gobernador, no que de una ínsula, sino de todo el
mundo; y, con este presupuesto, besando a vuestras mercedes los pies,
imitando al juego de los muchachos, que dicen "Salta tú, y dámela tú", doy
un salto del gobierno, y me paso al servicio de mi señor don Quijote; que,
en fin, en él, aunque como el pan con sobresalto, hártome, a lo menos, y
para mí, como yo esté harto, eso me hace que sea de zanahorias que de
perdices.
Con esto dio fin a su larga plática Sancho, temiendo siempre don Quijote
que había de decir en ella millares de disparates; y, cuando le vio acabar
con tan pocos, dio en su corazón gracias al cielo, y el duque abrazó a
Sancho, y le dijo que le pesaba en el alma de que hubiese dejado tan presto
el gobierno; pero que él haría de suerte que se le diese en su estado otro
oficio de menos carga y de más provecho. Abrazóle la duquesa asimismo, y
mandó que le regalasen, porque daba señales de venir mal molido y peor
parado.
Capítulo LVI. De la descomunal y nunca vista batalla que pasó entre don
Quijote de la Mancha y el lacayo Tosilos, en la defensa de la hija de la
dueña doña Rodríguez
No quedaron arrepentidos los duques de la burla hecha a Sancho Panza del
gobierno que le dieron; y más, que aquel mismo día vino su mayordomo, y les
contó punto por punto, todas casi, las palabras y acciones que Sancho había
dicho y hecho en aquellos días, y finalmente les encareció el asalto de la
ínsula, y el miedo de Sancho, y su salida, de que no pequeño gusto
recibieron.
Después desto, cuenta la historia que se llegó el día de la batalla
aplazada, y, habiendo el duque una y muy muchas veces advertido a su lacayo
Tosilos cómo se había de avenir con don Quijote para vencerle sin matarle
ni herirle, ordenó que se quitasen los hierros a las lanzas, diciendo a don
Quijote que no permitía la cristiandad, de que él se preciaba, que aquella
batalla fuese con tanto riesgo y peligro de las vidas, y que se contentase
con que le daba campo franco en su tierra, puesto que iba contra el decreto
del Santo Concilio, que prohíbe los tales desafíos, y no quisiese llevar
por todo rigor aquel trance tan fuerte.
Don Quijote dijo que Su Excelencia dispusiese las cosas de aquel negocio
como más fuese servido; que él le obedecería en todo. Llegado, pues, el
temeroso día, y habiendo mandado el duque que delante de la plaza del
castillo se hiciese un espacioso cadahalso, donde estuviesen los jueces del
campo y las dueñas, madre y hija, demandantes, había acudido de todos los
lugares y aldeas circunvecinas infinita gente, a ver la novedad de aquella
batalla; que nunca otra tal no habían visto, ni oído decir en aquella
tierra los que vivían ni los que habían muerto.
El primero que entró en el campo y estacada fue el maestro de las
ceremonias, que tanteó el campo, y le paseó todo, porque en él no hubiese
algún engaño, ni cosa encubierta donde se tropezase y cayese; luego
entraron las dueñas y se sentaron en sus asientos, cubiertas con los mantos
hasta los ojos y aun hasta los pechos, con muestras de no pequeño
sentimiento. Presente don Quijote en la estacada, de allí a poco,
acompañado de muchas trompetas, asomó por una parte de la plaza, sobre un
poderoso caballo, hundiéndola toda, el grande lacayo Tosilos, calada la
visera y todo encambronado, con unas fuertes y lucientes armas. El caballo
mostraba ser frisón, ancho y de color tordillo; de cada mano y pie le
pendía una arroba de lana.
Venía el valeroso combatiente bien informado del duque su señor de cómo se
había de portar con el valeroso don Quijote de la Mancha, advertido que en
ninguna manera le matase, sino que procurase huir el primer encuentro por
escusar el peligro de su muerte, que estaba cierto si de lleno en lleno le
encontrase. Paseó la plaza, y, llegando donde las dueñas estaban, se puso
algún tanto a mirar a la que por esposo le pedía. Llamó el maese de campo a
don Quijote, que ya se había presentado en la plaza, y junto con Tosilos
habló a las dueñas, preguntándoles si consentían que volviese por su
derecho don Quijote de la Mancha. Ellas dijeron que sí, y que todo lo que
en aquel caso hiciese lo daban por bien hecho, por firme y por valedero.
Ya en este tiempo estaban el duque y la duquesa puestos en una galería que
caía sobre la estacada, toda la cual estaba coronada de infinita gente, que
esperaba ver el riguroso trance nunca visto. Fue condición de los
combatientes que si don Quijote vencía, su contrario se había de casar con
la hija de doña Rodríguez; y si él fuese vencido, quedaba libre su
contendor de la palabra que se le pedía, sin dar otra satisfación alguna.
Partióles el maestro de las ceremonias el sol, y puso a los dos cada uno en
el puesto donde habían de estar. Sonaron los atambores, llenó el aire el
son de las trompetas, temblaba debajo de los pies la tierra; estaban
suspensos los corazones de la mirante turba, temiendo unos y esperando
otros el bueno o el mal suceso de aquel caso. Finalmente, don Quijote,
encomendándose de todo su corazón a Dios Nuestro Señor y a la señora
Dulcinea del Toboso, estaba aguardando que se le diese señal precisa de la
arremetida; empero, nuestro lacayo tenía diferentes pensamientos: no
pensaba él sino en lo que agora diré:
Parece ser que, cuando estuvo mirando a su enemiga, le pareció la más
hermosa mujer que había visto en toda su vida, y el niño ceguezuelo, a
quien suelen llamar de ordinario Amor por esas calles, no quiso perder la
ocasión que se le ofreció de triunfar de una alma lacayuna y ponerla en la
lista de sus trofeos; y así, llegándose a él bonitamente, sin que nadie le
viese, le envasó al pobre lacayo una flecha de dos varas por el lado
izquierdo, y le pasó el corazón de parte a parte; y púdolo hacer bien al
seguro, porque el Amor es invisible, y entra y sale por do quiere, sin que
nadie le pida cuenta de sus hechos.
Digo, pues, que, cuando dieron la señal de la arremetida, estaba nuestro
lacayo transportado, pensando en la hermosura de la que ya había hecho
señora de su libertad, y así, no atendió al son de la trompeta, como hizo
don Quijote, que, apenas la hubo oído, cuando arremetió, y, a todo el
correr que permitía Rocinante, partió contra su enemigo; y, viéndole partir
su buen escudero Sancho, dijo a grandes voces:
— ¡Dios te guíe, nata y flor de los andantes caballeros! ¡Dios te dé la
vitoria, pues llevas la razón de tu parte!
Y, aunque Tosilos vio venir contra sí a don Quijote, no se movió un paso de
su puesto; antes, con grandes voces, llamó al maese de campo, el cual
venido a ver lo que quería, le dijo:
— Señor, ¿esta batalla no se hace porque yo me case, o no me case, con
aquella señora?
— Así es —le fue respondido.
— Pues yo —dijo el lacayo— soy temeroso de mi conciencia, y pondríala en
gran cargo si pasase adelante en esta batalla; y así, digo que yo me doy
por vencido y que quiero casarme luego con aquella señora.
Quedó admirado el maese de campo de las razones de Tosilos; y, como era uno
de los sabidores de la máquina de aquel caso, no le supo responder palabra.
Detúvose don Quijote en la mitad de su carrera, viendo que su enemigo no
le acometía. El duque no sabía la ocasión porque no se pasaba adelante en
la batalla, pero el maese de campo le fue a declarar lo que Tosilos decía,
de lo que quedó suspenso y colérico en estremo.
En tanto que esto pasaba, Tosilos se llegó adonde doña Rodríguez estaba, y
dijo a grandes voces:
— Yo, señora, quiero casarme con vuestra hija, y no quiero alcanzar por
pleitos ni contiendas lo que puedo alcanzar por paz y sin peligro de la
muerte.
Oyó esto el valeroso don Quijote, y dijo:
— Pues esto así es, yo quedo libre y suelto de mi promesa: cásense en hora
buena, y, pues Dios Nuestro Señor se la dio, San Pedro se la bendiga.
El duque había bajado a la plaza del castillo, y, llegándose a Tosilos, le
dijo:
— ¿Es verdad, caballero, que os dais por vencido, y que, instigado de
vuestra temerosa conciencia, os queréis casar con esta doncella?
— Sí, señor —respondió Tosilos.
— Él hace muy bien —dijo a esta sazón Sancho Panza—, porque lo que has de
dar al mur, dalo al gato, y sacarte ha de cuidado.
Íbase Tosilos desenlazando la celada, y rogaba que apriesa le ayudasen,
porque le iban faltando los espíritus del aliento, y no podía verse
encerrado tanto tiempo en la estrecheza de aquel aposento. Quitáronsela
apriesa, y quedó descubierto y patente su rostro de lacayo. Viendo lo cual
doña Rodríguez y su hija, dando grandes voces, dijeron:
— ¡Éste es engaño, engaño es éste! ¡A Tosilos, el lacayo del duque mi señor,
nos han puesto en lugar de mi verdadero esposo! ¡Justicia de Dios y del
Rey, de tanta malicia, por no decir bellaquería!
— No vos acuitéis, señoras —dijo don Quijote—, que ni ésta es malicia ni es
bellaquería; y si la es, y no ha sido la causa el duque, sino los malos
encantadores que me persiguen, los cuales, invidiosos de que yo alcanzase
la gloria deste vencimiento, han convertido el rostro de vuestro esposo en
el de este que decís que es lacayo del duque. Tomad mi consejo, y, a pesar
de la malicia de mis enemigos, casaos con él, que sin duda es el mismo que
vos deseáis alcanzar por esposo.
El duque, que esto oyó, estuvo por romper en risa toda su cólera, y dijo:
— Son tan extraordinarias las cosas que suceden al señor don Quijote que
estoy por creer que este mi lacayo no lo es; pero usemos deste ardid y
maña: dilatemos el casamiento quince días, si quieren, y tengamos encerrado
a este personaje que nos tiene dudosos, en los cuales podría ser que
volviese a su prístina figura; que no ha de durar tanto el rancor que los
encantadores tienen al señor don Quijote, y más, yéndoles tan poco en usar
estos embelecos y transformaciones.
— ¡Oh señor! —dijo Sancho—, que ya tienen estos malandrines por uso y
costumbre de mudar las cosas, de unas en otras, que tocan a mi amo. Un
caballero que venció los días pasados, llamado el de los Espejos, le
volvieron en la figura del bachiller Sansón Carrasco, natural de nuestro
pueblo y grande amigo nuestro, y a mi señora Dulcinea del Toboso la han
vuelto en una rústica labradora; y así, imagino que este lacayo ha de morir
y vivir lacayo todos los días de su vida.
A lo que dijo la hija de Rodríguez:
— Séase quien fuere este que me pide por esposa, que yo se lo agradezco; que
más quiero ser mujer legítima de un lacayo que no amiga y burlada de un
caballero, puesto que el que a mí me burló no lo es.
En resolución, todos estos cuentos y sucesos pararon en que Tosilos se
recogiese, hasta ver en qué paraba su transformación; aclamaron todos la
vitoria por don Quijote, y los más quedaron tristes y melancólicos de ver
que no se habían hecho pedazos los tan esperados combatientes, bien así
como los mochachos quedan tristes cuando no sale el ahorcado que esperan,
porque le ha perdonado, o la parte, o la justicia. Fuese la gente,
volviéronse el duque y don Quijote al castillo, encerraron a Tosilos,
quedaron doña Rodríguez y su hija contentísimas de ver que, por una vía o
por otra, aquel caso había de parar en casamiento, y Tosilos no esperaba
menos.
Capítulo LVII. Que trata de cómo don Quijote se despidió del duque, y de lo
que le sucedió con la discreta y desenvuelta Altisidora, doncella de la
duquesa
Ya le pareció a don Quijote que era bien salir de tanta ociosidad como la
que en aquel castillo tenía; que se imaginaba ser grande la falta que su
persona hacía en dejarse estar encerrado y perezoso entre los infinitos
regalos y deleites que como a caballero andante aquellos señores le hacían,
y parecíale que había de dar cuenta estrecha al cielo de aquella ociosidad
y encerramiento; y así, pidió un día licencia a los duques para partirse.
Diéronsela, con muestras de que en gran manera les pesaba de que los
dejase. Dio la duquesa las cartas de su mujer a Sancho Panza, el cual lloró
con ellas, y dijo:
— ¿Quién pensara que esperanzas tan grandes como las que en el pecho de mi
mujer Teresa Panza engendraron las nuevas de mi gobierno habían de parar en
volverme yo agora a las arrastradas aventuras de mi amo don Quijote de la
Mancha? Con todo esto, me contento de ver que mi Teresa correspondió a ser
quien es, enviando las bellotas a la duquesa; que, a no habérselas enviado,
quedando yo pesaroso, me mostrara ella desagradecida. Lo que me consuela es
que esta dádiva no se le puede dar nombre de cohecho, porque ya tenía yo el
gobierno cuando ella las envió, y está puesto en razón que los que reciben
algún beneficio, aunque sea con niñerías, se muestren agradecidos. En
efecto, yo entré desnudo en el gobierno y salgo desnudo dél; y así, podré
decir con segura conciencia, que no es poco: "Desnudo nací, desnudo me
hallo: ni pierdo ni gano".
Esto pasaba entre sí Sancho el día de la partida; y, saliendo don Quijote,
habiéndose despedido la noche antes de los duques, una mañana se presentó
armado en la plaza del castillo. Mirábanle de los corredores toda la gente
del castillo, y asimismo los duques salieron a verle. Estaba Sancho sobre
su rucio, con sus alforjas, maleta y repuesto, contentísimo, porque el
mayordomo del duque, el que fue la Trifaldi, le había dado un bolsico con
docientos escudos de oro, para suplir los menesteres del camino, y esto aún
no lo sabía don Quijote.
Estando, como queda dicho, mirándole todos, a deshora, entre las otras
dueñas y doncellas de la duquesa, que le miraban, alzó la voz la
desenvuelta y discreta Altisidora, y en son lastimero dijo:
-Escucha, mal caballero;
detén un poco las riendas;
no fatigues las ijadas
de tu mal regida bestia.
Mira, falso, que no huyas
de alguna serpiente fiera,
sino de una corderilla
que está muy lejos de oveja.
Tú has burlado, monstruo horrendo,
la más hermosa doncella
que Dïana vio en sus montes,
que Venus miró en sus selvas.
Cruel Vireno, fugitivo Eneas,
Barrabás te acompañe; allá te avengas.
Tú llevas, ¡llevar impío!,
en las garras de tus cerras
las entrañas de una humilde,
como enamorada, tierna.
Llévaste tres tocadores,
y unas ligas, de unas piernas
que al mármol puro se igualan
en lisas, blancas y negras.
Llévaste dos mil suspiros,
que, a ser de fuego, pudieran
abrasar a dos mil Troyas,
si dos mil Troyas hubiera.
Cruel Vireno, fugitivo Eneas,
Barrabás te acompañe; allá te avengas.
De ese Sancho, tu escudero,
las entrañas sean tan tercas
y tan duras, que no salga
de su encanto Dulcinea.
De la culpa que tú tienes
lleve la triste la pena;
que justos por pecadores
tal vez pagan en mi tierra.
Tus más finas aventuras
en desventuras se vuelvan,
en sueños tus pasatiempos,
en olvidos tus firmezas.
Cruel Vireno, fugitivo Eneas,
Barrabás te acompañe; allá te avengas.
Seas tenido por falso
desde Sevilla a Marchena,
desde Granada hasta Loja,
de Londres a Inglaterra.
Si jugares al reinado,
los cientos, o la primera,
los reyes huyan de ti;
ases ni sietes no veas.
Si te cortares los callos,
sangre las heridas viertan,
y quédente los raigones
si te sacares las muelas.
Cruel Vireno, fugitivo Eneas,
Barrabás te acompañe; allá te avengas.
En tanto que, de la suerte que se ha dicho, se quejaba la lastimada
Altisidora, la estuvo mirando don Quijote, y, sin responderla palabra,
volviendo el rostro a Sancho, le dijo:
— Por el siglo de tus pasados, Sancho mío, te conjuro que me digas una
verdad. Dime, ¿llevas por ventura los tres tocadores y las ligas que esta
enamorada doncella dice?
A lo que Sancho respondió:
— Los tres tocadores sí llevo; pero las ligas, como por los cerros de Úbeda.
Quedó la duquesa admirada de la desenvoltura de Altisidora, que, aunque la
tenía por atrevida, graciosa y desenvuelta, no en grado que se atreviera a
semejantes desenvolturas; y, como no estaba advertida desta burla, creció
más su admiración. El duque quiso reforzar el donaire, y dijo:
— No me parece bien, señor caballero, que, habiendo recebido en este mi
castillo el buen acogimiento que en él se os ha hecho, os hayáis atrevido a
llevaros tres tocadores, por lo menos, si por lo más las ligas de mi
doncella; indicios son de mal pecho y muestras que no corresponden a
vuestra fama. Volvedle las ligas; si no, yo os desafío a mortal batalla,
sin tener temor que malandrines encantadores me vuelvan ni muden el rostro,
como han hecho en el de Tosilos mi lacayo, el que entró con vos en batalla.
— No quiera Dios —respondió don Quijote— que yo desenvaine mi espada contra
vuestra ilustrísima persona, de quien tantas mercedes he recebido; los
tocadores volveré, porque dice Sancho que los tiene; las ligas es
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - Don Quijote - 68
- Parts
- Don Quijote - 01Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 4878Total number of unique words is 131737.1 of words are in the 2000 most common words49.1 of words are in the 5000 most common words55.2 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 02Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 4965Total number of unique words is 169034.3 of words are in the 2000 most common words46.6 of words are in the 5000 most common words51.7 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 03Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5066Total number of unique words is 144439.2 of words are in the 2000 most common words49.7 of words are in the 5000 most common words55.4 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 04Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5079Total number of unique words is 141338.2 of words are in the 2000 most common words50.9 of words are in the 5000 most common words57.1 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 05Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5046Total number of unique words is 144039.7 of words are in the 2000 most common words52.1 of words are in the 5000 most common words58.9 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 06Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5065Total number of unique words is 155037.8 of words are in the 2000 most common words50.6 of words are in the 5000 most common words57.1 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 07Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5090Total number of unique words is 147939.7 of words are in the 2000 most common words51.9 of words are in the 5000 most common words58.0 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 08Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5035Total number of unique words is 157837.1 of words are in the 2000 most common words51.7 of words are in the 5000 most common words58.0 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 09Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5078Total number of unique words is 150839.9 of words are in the 2000 most common words52.7 of words are in the 5000 most common words58.8 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 10Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5055Total number of unique words is 145537.7 of words are in the 2000 most common words49.6 of words are in the 5000 most common words55.7 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 11Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5021Total number of unique words is 147638.0 of words are in the 2000 most common words50.1 of words are in the 5000 most common words56.1 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 12Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5166Total number of unique words is 140040.7 of words are in the 2000 most common words53.5 of words are in the 5000 most common words60.2 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 13Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5152Total number of unique words is 143940.4 of words are in the 2000 most common words52.1 of words are in the 5000 most common words57.5 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 14Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5089Total number of unique words is 146637.1 of words are in the 2000 most common words50.8 of words are in the 5000 most common words56.7 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 15Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5137Total number of unique words is 148838.0 of words are in the 2000 most common words50.9 of words are in the 5000 most common words56.9 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 16Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5174Total number of unique words is 148138.3 of words are in the 2000 most common words51.0 of words are in the 5000 most common words58.1 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 17Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5219Total number of unique words is 137138.6 of words are in the 2000 most common words51.2 of words are in the 5000 most common words56.9 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 18Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5128Total number of unique words is 152239.1 of words are in the 2000 most common words53.1 of words are in the 5000 most common words59.9 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 19Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5192Total number of unique words is 144639.9 of words are in the 2000 most common words53.5 of words are in the 5000 most common words60.3 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 20Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5184Total number of unique words is 143539.5 of words are in the 2000 most common words51.9 of words are in the 5000 most common words58.4 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 21Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5121Total number of unique words is 139539.4 of words are in the 2000 most common words51.5 of words are in the 5000 most common words56.0 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 22Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5124Total number of unique words is 141741.0 of words are in the 2000 most common words53.3 of words are in the 5000 most common words58.8 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 23Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5279Total number of unique words is 140039.9 of words are in the 2000 most common words54.2 of words are in the 5000 most common words60.3 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 24Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5170Total number of unique words is 141442.1 of words are in the 2000 most common words56.2 of words are in the 5000 most common words62.7 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 25Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5153Total number of unique words is 143040.9 of words are in the 2000 most common words54.7 of words are in the 5000 most common words60.8 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 26Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5131Total number of unique words is 138440.4 of words are in the 2000 most common words53.2 of words are in the 5000 most common words59.2 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 27Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5154Total number of unique words is 143640.5 of words are in the 2000 most common words53.5 of words are in the 5000 most common words59.4 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 28Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5153Total number of unique words is 149738.3 of words are in the 2000 most common words52.1 of words are in the 5000 most common words58.4 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 29Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5263Total number of unique words is 132340.4 of words are in the 2000 most common words51.6 of words are in the 5000 most common words56.3 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 30Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5143Total number of unique words is 139538.1 of words are in the 2000 most common words49.0 of words are in the 5000 most common words54.0 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 31Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5149Total number of unique words is 139541.3 of words are in the 2000 most common words52.8 of words are in the 5000 most common words58.8 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 32Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5160Total number of unique words is 136840.2 of words are in the 2000 most common words52.1 of words are in the 5000 most common words57.9 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 33Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5123Total number of unique words is 137038.4 of words are in the 2000 most common words51.3 of words are in the 5000 most common words56.8 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 34Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5069Total number of unique words is 153838.6 of words are in the 2000 most common words50.9 of words are in the 5000 most common words57.0 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 35Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5011Total number of unique words is 148636.9 of words are in the 2000 most common words50.3 of words are in the 5000 most common words56.2 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 36Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5082Total number of unique words is 159038.6 of words are in the 2000 most common words51.9 of words are in the 5000 most common words57.7 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 37Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 4925Total number of unique words is 160537.0 of words are in the 2000 most common words49.2 of words are in the 5000 most common words55.9 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 38Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5083Total number of unique words is 153937.5 of words are in the 2000 most common words49.4 of words are in the 5000 most common words55.7 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 39Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 4926Total number of unique words is 145536.8 of words are in the 2000 most common words49.3 of words are in the 5000 most common words55.4 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 40Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5150Total number of unique words is 149537.2 of words are in the 2000 most common words48.9 of words are in the 5000 most common words54.7 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 41Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5101Total number of unique words is 149437.8 of words are in the 2000 most common words51.7 of words are in the 5000 most common words57.7 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 42Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5026Total number of unique words is 146439.7 of words are in the 2000 most common words53.0 of words are in the 5000 most common words58.8 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 43Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5020Total number of unique words is 148037.8 of words are in the 2000 most common words50.0 of words are in the 5000 most common words56.7 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 44Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5012Total number of unique words is 150839.3 of words are in the 2000 most common words53.2 of words are in the 5000 most common words58.6 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 45Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5052Total number of unique words is 141037.8 of words are in the 2000 most common words50.0 of words are in the 5000 most common words56.2 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 46Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5112Total number of unique words is 146936.6 of words are in the 2000 most common words48.9 of words are in the 5000 most common words53.9 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 47Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5063Total number of unique words is 144938.8 of words are in the 2000 most common words52.7 of words are in the 5000 most common words58.1 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 48Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5028Total number of unique words is 157736.1 of words are in the 2000 most common words49.8 of words are in the 5000 most common words56.6 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 49Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5044Total number of unique words is 156235.3 of words are in the 2000 most common words49.5 of words are in the 5000 most common words55.2 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 50Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 4996Total number of unique words is 148938.0 of words are in the 2000 most common words51.1 of words are in the 5000 most common words56.8 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 51Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5179Total number of unique words is 143839.1 of words are in the 2000 most common words51.9 of words are in the 5000 most common words56.4 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 52Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5017Total number of unique words is 151637.8 of words are in the 2000 most common words51.3 of words are in the 5000 most common words56.8 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 53Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5114Total number of unique words is 154738.4 of words are in the 2000 most common words50.4 of words are in the 5000 most common words56.6 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 54Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5045Total number of unique words is 136839.5 of words are in the 2000 most common words51.0 of words are in the 5000 most common words56.2 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 55Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5107Total number of unique words is 145837.4 of words are in the 2000 most common words50.6 of words are in the 5000 most common words55.7 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 56Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5197Total number of unique words is 146838.4 of words are in the 2000 most common words51.1 of words are in the 5000 most common words56.6 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 57Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5078Total number of unique words is 152437.1 of words are in the 2000 most common words50.4 of words are in the 5000 most common words55.8 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 58Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 4963Total number of unique words is 159636.8 of words are in the 2000 most common words49.1 of words are in the 5000 most common words54.7 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 59Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5093Total number of unique words is 144737.4 of words are in the 2000 most common words49.0 of words are in the 5000 most common words54.3 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 60Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5142Total number of unique words is 152936.5 of words are in the 2000 most common words50.1 of words are in the 5000 most common words56.5 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 61Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5072Total number of unique words is 152636.9 of words are in the 2000 most common words49.4 of words are in the 5000 most common words55.9 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 62Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5058Total number of unique words is 149437.5 of words are in the 2000 most common words50.9 of words are in the 5000 most common words55.9 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 63Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5147Total number of unique words is 149239.1 of words are in the 2000 most common words52.2 of words are in the 5000 most common words57.1 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 64Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5161Total number of unique words is 136540.9 of words are in the 2000 most common words50.9 of words are in the 5000 most common words56.0 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 65Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5181Total number of unique words is 152637.6 of words are in the 2000 most common words51.1 of words are in the 5000 most common words56.9 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 66Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5060Total number of unique words is 157137.5 of words are in the 2000 most common words51.3 of words are in the 5000 most common words57.3 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 67Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5028Total number of unique words is 145639.1 of words are in the 2000 most common words51.6 of words are in the 5000 most common words57.6 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 68Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 4968Total number of unique words is 156138.7 of words are in the 2000 most common words52.0 of words are in the 5000 most common words58.7 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 69Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5002Total number of unique words is 148738.9 of words are in the 2000 most common words51.2 of words are in the 5000 most common words57.3 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 70Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 4947Total number of unique words is 152137.7 of words are in the 2000 most common words50.9 of words are in the 5000 most common words56.6 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 71Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5007Total number of unique words is 141439.6 of words are in the 2000 most common words51.9 of words are in the 5000 most common words57.9 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 72Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5086Total number of unique words is 141838.9 of words are in the 2000 most common words51.8 of words are in the 5000 most common words58.2 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 73Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5029Total number of unique words is 155538.0 of words are in the 2000 most common words50.5 of words are in the 5000 most common words56.1 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 74Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5029Total number of unique words is 149638.2 of words are in the 2000 most common words50.4 of words are in the 5000 most common words56.9 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 75Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 5040Total number of unique words is 144537.0 of words are in the 2000 most common words49.2 of words are in the 5000 most common words54.7 of words are in the 8000 most common words
- Don Quijote - 76Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.Total number of words is 2328Total number of unique words is 84046.8 of words are in the 2000 most common words58.2 of words are in the 5000 most common words63.3 of words are in the 8000 most common words