Doctor Sutilis (Cuentos) - 07

Total number of words is 4940
Total number of unique words is 1659
34.6 of words are in the 2000 most common words
46.0 of words are in the 5000 most common words
53.1 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
hambre sentía una ansia de chupar que estaba muy por encima de su
presupuesto, y tuvo que arrojarse á naufragar en una inmensa deuda
flotante de tabaco rizado. Era un préstamo de consumo que le hacían
gustosos sus admiradores, á los que prometía pagar con creces cuando
él fuera á Filipinas á arrancar la enseñanza pública de las garras
de los frailes y á arreglar la cuestión del tabaco. Don Ermeguncio
asistía al café de París después de comer (los demás), y asistía allí
porque economizaba medio real... á sus amigos. En cambio, _en papel_
les gastaba el oro y el moro. Pero ¡qué importaba, si sabía tanto y era
amigote de don Pedro y de don Juan, unos personajes que le tuteaban!
Uno de sus _estanqueros_, como él los llamaba en broma, le ofreció
cierta noche una canongía: una correspondencia _pagada_ para un
periódico de provincias. El periódico se llamaba _El Faro de Alfaro_.
Á pesar de la cacofonía del título y de lo cursi de la redacción,
Trascendencia aceptó los doce duros mensuales y la carta diaria sobre
política, ciencias, artes, agricultura, y especialmente todo lo
relativo á los intereses del país, tal como insultar á los diputados de
la provincia por su morosidad, etc., etc. Además había que hablar mucho
del Ateneo, de los estrenos y decir chistes, terminando siempre con _le
mot de la fin_, como los periódicos de París.
Muy de otro modo entendía Trascendencia la misión del corresponsal
concienzudo; pero hubo de transigir, y olvidando que llevaba dentro de
sí al autor de la oda á la influencia, y al juez de oposiciones, se
puso á escribir su primera carta al director de _El Faro de Alfaro_.
La primera dificultad con que tropezó fué que no sabía dónde estaba
Alfaro, ni si era puerto de mar, ignorancia muy común en filósofos y
literatos españoles. Su amigo, que era de allí, y por eso lo sabía, le
enteró de todo, y le dijo _además_ que á quien había que dar de firme
era al alcalde; porque llamarle bruto desde el pueblo no tenía gracia;
pero diciéndolo desde Madrid era cosa de que él mismo lo creyese. En
fin, don Ermeguncio empezó:--Señor director...
¿Pero qué le iba él á hablar á un director que pedía noticias frescas
de todo: de la Bolsa, del Congreso, y así discurriendo, hasta noticias
frescas del pescado fresco? Trascendencia no sabía nada de nada. Le
faltaba ropa decente para entrar donde se pescan las noticias; no
conocía á nadie, y si preguntaba algo, le engañaban de fijo.--Pero,
¿qué le importará á esta gente saber los chismes de Madrid? ¿No les
basta con los de su pueblo? ¡Cuánto mejor les estaría que yo les
hablase de los adelantos de la psicología, que ahora resulta ser puro
monismo (de esto hace años) y que les diese mi opinión acerca de la
religión de los animales, opinión que acabo de adquirir en la Revista
positiva!--Pero no había remedio; había que someterse á las exigencias
de la preocupación vulgar, y Trascendencia inventó un sistema: copiar
el _Diario de Avisos_, para la sección de intereses materiales, y _La
Correspondencia_ para la de intereses morales; pero lo que copiaba de
_La Correspondencia_ lo ponía en cuarentena, y con tan plausible motivo
dejaba á la juguetona musa de los chistes hacer de las suyas. ¡Qué tal
serían los chistes de Trascendencia que ni á él mismo le hacían bendita
la gracia! En cuanto á _le mot de la fin_ lo copiaba de _Charivari_ y
del _Fígaro_ alternativamente.
Otra gravísima dificultad para don Ermeguncio era que no sabía empezar
nunca á hablar de lo que debía. Que se habían descubierto unas carpetas
falsas; pues empezaba así la carta al _Faro de Alfaro_:
“Señor director: El hombre es un compuesto de alma y cuerpo; de aquí
que esté íntimamente ligado con la naturaleza y tenga necesidades
económicas; la esfera propia de la actividad económica en el Estado en
lo que se llama hacienda pública...” y por ahí adelante; cuando llegaba
á hablar de las carpetas, ya no cabía la carta en el periódico.
Llegó la hora de cobrar. Giró, y la letra volvió protestada. _El Faro
de Alfaro_ había muerto. Los suscritores no querían un periódico que
no sabía más noticias de Madrid, sino que todo lo real es racional y
viceversa, según Hegel.
Trascendencia volvió los ojos al teatro. Era preciso regenerar la
decadente dramática y hacerse unos pantalones, porque los puestos se le
caían á pedazos. Al fin en el teatro se cobra.
Escribió un drama que se titulaba... _Prejuicios contra prejuicios._
El empresario del Español preguntó á don Ermeguncio:
--¿Qué significa esto? Querrá usted decir: “Perjuicios contra
perjuicios”, y aun así no se entiende muy bien.
--¡Dale! ¡Lo de siempre! No, señor; prejuicios contra prejuicios quiero
decir.
--Bueno, pues dígalo usted; pero no será en mi teatro donde se estrenen
esos prejuicios que usted dice, y que yo tengo por perjuicios para mí.
--Le cambiaré el título á la obra.
Y volvió con ella al teatro: ahora se llamaba _Antítesis de la vida_.
--Déjela usted ahí--dijo el empresario.
Y allí se pudrieron las antítesis. Don Ermeguncio de la Trascendencia,
que hasta entonces había creído que el mal es accidental en la vida y
debido sólo á nuestra finitud, comenzó á darse á todos los diablos del
infierno, aunque no los llamaba por su nombre, porque él no creía en la
demonología ni en la angelología. De lo que él estaba seguro era de que
había nacido con la suerte más perra del mundo.
--Indudablemente yo no soy de mi siglo. Feliz el señor Núñez de Arce
que es de su siglo, como dice en sus versos; yo no, yo no debía haber
nacido hasta que llegara la edad de la armonía. Uno de esos poetas que
persiguen el ideal, y de camino el turno pacífico, consiguen al cabo el
turno, aunque el ideal sea inasequible. Pero yo no consigo nada.
Ermeguncio hizo el último esfuerzo.
--Voy á escribir--se dijo--una obra inmortal de filosofía; se la llevo
á un editor, y si me la paga, como, y si no, que él se las arregle con
el fallo inapelable de la historia.
Y dicho y hecho. Comenzó á llenar pliegos y más pliegos de filosofía,
y cuando tuvo escritas dos mil páginas de investigaciones ascendentes
y otras dos mil de las descendentes, se presentó á un editor que á la
sazón publicaba _El latente pensante_, traducido al chino.
El editor era muy bruto. Esto no tiene nada de particular.
Siempre había tenido un criterio muy raro para las obras del ingenio
humano en siendo escritas. Él había sido maestro de escuela, y nadie le
sacaba de sus trece: el mejor escritor es el que mejor escribe. Esto
pensaba Sánchez el editor, aunque no se atrevía á decirlo, porque la
opinión general era muy distinta.
Don Ermeguncio le presentó sus resmas de filosofía ascendente y
descendente, y ya temía que Sánchez se las tirase á la cabeza, cuando
notó que el concienzudo editor abría los ojos y la boca, tan asombrado
como podía estarlo un partidario de Torío, que ya no esperaba ver una
gallarda letra bastardilla en lo que le quedaba de vida.
Sánchez dejó sobre la mesa la filosofía de ida y vuelta con el respeto
con que el sacerdote deja el copón en el sagrario, y abriendo los
brazos, cerrólos después que tuvo entre ellos, y le apretó á su gusto,
al autor insigne, al escritor de los escritores, al escritor de mejor
letra que había conocido.
--¡Esto es escribir, esto es escribir, y lo demás son
cuentos!--exclamó Sánchez; esto es Torío puro, Torío sin mezcla.
Usted conserva la buena tradición; usted es mi hombre. Esto no se
imprimirá como cualquier libro con letra de molde; esto se conservará
en litografía; esto debe pasar á la inmortalidad como monumento
caligráfico. Y usted, joven ilustre, flor y nata de los pendolistas, el
mejor escritor del mundo, usted tendrá casa y mesa, y dinero para el
bolsillo, y el oro y el moro, porque yo le tomo á usted á mí servicio;
usted será mi secretario, mejor dicho, mi escribiente.
Trascendencia dudó entre matar á aquel hombre, incapaz de comprender su
sistema, ó aceptar la plaza que le ofrecía.
Y siendo filósofo de veras por la primera vez en su vida, dijo:
--Seré su escribiente de usted.
--Pero júreme usted conservar estos perfiles, estos rasgos, esta santa
y pura tradición de Torío...
--Lo juro.
Y Ermeguncio vivió feliz, cobró á toca teja, y no volvió á pasar
hambres ni filosofías.
Al fin había seguido la vocación.
Había nacido para escribiente.


NOVELA REALISTA

Apuntes de la cartera de un suicida:“--He venido á Z... á bañarme
y á resucitar la muerta poesía del corazón. He dado trece baños,
número fatal, y hoy me decido á quedarme en el agua. He cogido la
sábana como si fuera un sudario; el calzoncillo de punto me lo he
puesto como quien se viste la mortaja. Al pasar bajo el balcón del
célebre doctor Sarcófago le he visto apoyado sobre el antepecho.
Fumaba tranquilo, de bata, calzando babuchas tan holgadas y tan
poco cristianas como su conciencia. Eran babuchas berberiscas. El
doctor me ha saludado sonriente.--¡Corto, corto! gritaba, ya se lo
tengo á usted dicho.--Quería decir que el baño durase poco.--¿Baño de
impresión, no es eso?--Sí, de impresión.--Así será en efecto. ¡Un
baño de impresión!--Escribo en la casa de baños. Es decir, en la
capilla. ¡Acabo de fumar un cigarro del estanco y de leer un número
atrasado de _La Correspondencia_! El cielo está nublado, llueve, hace
frío, el agua está como dormida, en la sucia playa se abaten las olas
sobre montones de inmundicia. Parece esto un lavadero público. Todo
es triste, insignificante, sucio. Allí está don Restituto, con el
agua al cuello, aunque sólo le llega á las rodillas; pero su esposa
doña Paz está á su lado, mejor sobre sus costillas, y don Restituto,
mísero Atlante con 8.000 reales de sueldo, sufre en los hombros la
inmensa pesadumbre de su cara mitad. Una mitad leonina. ¿Y qué me
importa á mí esto? Nada. Y sin embargo, la presencia de doña Paz me
turba, y mi deseo de morir es más vehemente contemplando esta cópula
canónica y civil que se llama ante el mundo matrimonio, y en el
hogar es la explotación del hombre por el histérico. Doña Paz tiene
histérico, última _ratio_ de la machorra. ¡Machorra! Palabra grosera,
sarcástica, que el Diccionario autoriza. En Madrid don Restituto
es mi subalterno. Yo cobro algo más que él, soy su jefe. Y yo soy
soltero, ni fumo, ni bebo. Don Restituto bebería, fumaría, si tuviese
dinero y no tuviese á doña Paz. Mi subalterno y su esposa han venido
á baños conmigo por una de esas casualidades terribles de que está
la vida llena. Aburrido de Madrid, muerto de calor, soñando con la
poesía de mi juventud, me introduje en un coche de primera, olvidado
de todas las cosas prosaicas de la vida, con el anhelo del ideal. De
pronto abren la portezuela.--¡Está lleno!--estuve por gritar. Y era
verdad; estaba lleno el mundo, cuanto más el coche, de los fantasmas
de mis ilusiones. ¿Qué falta me hacía á mí un compañero de viaje que
probablemente tendría ese reloj del ferrocarril que se llama la Guía,
y que en España sólo sirve para convencerse de que ningún tren llega
á debido tiempo á ningún sitio? Un compañero de viaje que me daría
las buenas tardes y después me miraría sonriente como anuncio de una
amistad que allí mismo iba á empezar (porque la gente que viaja poco
cree en las amistades del viaje y las procura). Lo primero que apareció
fué una maleta de las que usaban nuestros abuelos para viajar á lomos
de un mal rocín. Después entró en el coche una escusa-baraja; luego
un serón, después dos cestas, después un jamón con camisa, esto es,
enfundado en lona blanca, á guisa de violín; después una manta de tal
longitud, que aún no había entrado toda cuando ya amenazaba romper
los cristales de la ventanilla de enfrente. Protesté enérgicamente,
librándome como pude de aquella agresión anónima. Aún ignoraba yo qué
clase de bárbaro hacía aquella invasión. Entonces oí una voz débil
que decía:--Dispensen ustedes, caballeros...--¡Vaya usted al diablo!
Á ver, un empleado de la estación, el jefe, un civil, cualquier
cosa, ¡socorro!--El jefe acude.--Esto no puede ir con ustedes; no
es de uso personal ni necesario en el viaje.--Sí, señor, que es;
es decir, yo no necesito nada de eso, pero mi señora sí; ¡como
padece del histérico!--¡Histérico! exclamé, ¿entonces es usted don
Restituto?--¡Oh, mi querido jefe! gritó el subalterno al conocerme; y
me dió un abrazo, y sobrevino doña Paz; y como yo pasé por todo, el
jefe de la estación no se opuso, pues no había más viajeros, á que
entrasen en el coche los voluminosos artículos de primera necesidad
de la señora del histérico.--Si hubiese podido mandar á doña Paz á
un furgón yo hubiera sostenido mi derecho, pero admitida ella, lo de
menos era consentir los bultos, que al fin no tenían histérico.--¡Y
válgame Dios qué viaje! Entre marido y mujer me pusieron la bilis en
revolución. ¡Cuánta pusilanimidad en el esposo y en ella! ¡cuántas
abominaciones! Don Restituto tuvo que quitarle las botas, calzarle
las zapatillas, y porque no procuraba ocultar á mis ojos profanos los
tobillos de su cara mitad, doña Paz le riñó por lo bajo, con intención
de que yo lo oyera, y le dijo que aquella falta de pudor conyugal le
daba mala espina; porque indicaba poco amor ó excesiva confianza; ¡y si
no fuera que una es como es! Don Restituto aseguraba que yo era corto
de vista, pero doña Paz insistía en que yo había visto algo.--Juro á
Dios que no había visto nada. Llegó la noche; don Restituto dormía.
Doña Paz suspiraba. Con pretexto de que se mareaba yendo de espalda
á la máquina, se sentó junto á mí. Y el Señor me dejó caer en la
tentación. Doña Paz es fea, no es joven; pero quise probar aquella
virtud. La primer tentativa fué rechazada con un melindre. La segunda,
que iba á ser la última y acreditar para siempre la castidad de aquella
histérica dama ¡ay, la segunda tentativa fué un crimen frustrado!
Doña Paz, indignada quizás con el escaso pudor conyugal, como ella
decía, de aquel esposo, tomó cruel venganza. Hizo á su manera lo que
aquella reina de Frigia que compartió el trono con el sabio Gijes.
Pero yo, ni maté á don Restituto ni consumé lo que aún ignoro si se
podría consumar. Pero doña Paz no fué por eso menos infiel. ¡Ridícula y
terrible aventura!”
* * * * *
“Y yo había amado á lo Werther; yo había nacido para el ideal; pero
¡ay! como dicen en el Ateneo de Madrid, los ideales han muerto: ya
sólo quedan las mujeres histéricas para mí. No hay tormento comparable
á mi tormento; yo tengo la conciencia torturada por un crimen que me
dió el hastío por todo placer. Recuerdo con asco y con vergüenza una
aventura que arrojó el cieno de la deshonra sobre las canas de un buen
amigo. ¡Pobre don Restituto!... Ahora me llama el infeliz, me dice que
corra á bañarme á su lado. ¡Sugestiones de su mujer!--Voy á vengarme y
á vengarle; voy á dar á esa Mesalina de la calle de las Postas un buen
susto. Éste es mi plan. Nado junto á ella, la invito á un ensayo de
natación bajo mis auspicios; ella acepta de fijo; la llevo por la barba
adonde nos cubra, finjo un accidente, me voy al fondo, y ella... Yo no
soy responsable. Un muerto no responde de nada. Si perece no es mía la
culpa, ó si es mía, es una culpa que me honra. Por desgracia no faltará
quien acuda á tiempo para salvarla; ella sin saberlo, debe flotar
como el corcho. Á lo menos en todas las disputas domésticas siempre
ha quedado encima como el aceite.--Allá voy, don Restituto, corro á
salvarte, á librarte si puedo de tu doña Paz de tus pecados. Y además
te proporciono un ascenso. ¿Para qué quiero yo el destino? ¡Yo que
soñé con la gloria, me veo reducido á ser jefe de un don Restituto! Tú
serás el jefe en adelante, hombre probo, tú ascenderás, tú tendrás esos
cinco mil reales que faltan para que te llegue el agua al sal. Mañana
dirán de mí que tuve la cobardía de matarme, que cometí un crimen. No;
hice una obra de caridad, dí el ascenso inmediato á un funcionario
que cuenta veinticinco años de servicio y otros tantos años de hambre.
La vida se ha hecho para los Restitutos que esperan veinticinco años
un ascenso y se ligan con indisoluble vínculo al histérico semoviente.
Sí, ¡doña Paz es la mujer probable! Ella también habrá tenido sus
quince, aunque parece mentira. Quién sabe si mi Carlota, que era como
una sílfide, que andaba de manera que sus pasos parecían aleteos de
ángel--frase que se me ocurrió escribir en aquel soneto que no se
me ocurrió enviarle--¡quién sabe si ella también... tendrá á estas
horas bajo sus uñas un don Restituto, si ella también habrá padecido
ó padecerá histérico!--¡Ay, la mujer que no muere con la tisis
interesante de la juventud, llega á ser fatalmente doña Paz!--Allá voy,
allá voy, don Restituto--Él me llama á la muerte; sí, él puede hacerlo,
él es mi víctima, aunque lo ignora; allá voy, sí, laven las ondas del
océano la afrenta de tu honor.”
Así terminan estos apuntes, que con notoria imprudencia dejó en el
bolsillo de la levita el incauto criminal.
* * * * *
En el libro de cuentas “para huso de Doña Paz Cordero de Cabra” se lee
al folio 20 lo que sigue: Manteca 12 uebos 20 Haceyte 6, y más abajo:
“Yo lamaba, si le hamaba, perro el no lo savia, una muger como yo no
puede dar á entender su hamor sin desonrrarse y desonrrar á su manido.
Yo á los quinze años le havia bisto y hamado, el no se havia figado
en mi, porque hestaba enamorrado de Carrlota y de sus Ilusiones sovre
todo: erra Pueta, soñador, anvicionava bolar muy alto, y yo no podia
yamar su Hatenzion. Uió de nuestro puevlo, perro mi hamor se quedó
conmijo, cada dia herra mayor, mas triste, perro grande como nunca. No
bolbi a hoir ablar del, perro aqui en el corracon su Recuerrdo bibia,
bibia heterrno. Mi madre se morria desesperrada por degarme sola y
pobre, restituto era goben, vueno y mamava y le dy mi mano sin hamor,
como pude hir al ospizio. En este matrimonio no ice mas que Enjorrdar
y Enjorrdar y hazquirir un genio muy malo, caprichoso, antogadizo,
por culpa de mi tristeza hintima y de la pubreza de Elespiritu de mi
hesposo; otro hesposo que no fuerra mi hesposo, uvierra echo de Mi una
muger, él, restituto izo una sultana, una fierra, disimulada, cruel,
mala, mala si. Muchos años pasarron y bolbi a Ver a mi Hamor, herra el
Gefe de restituto en la oficina. ¡No se acordava de mi! ¡Como si nunca
me uvierra bisto y yo que le Beia todos los dias ha todas orras en mi
Halma! Perro no le dige nada, como si tampozo le conociera. Me beia
pocas beces, restituto le querria mucho y procurraba traherle a casa
cuanto podia; yo uia del, Perro en el tren, de noche, cuando yo sentia
cerca del todo el Fuego de la Gubentuz, enloquezida por su presenzia y
por no sé que haromas que benian del campo que atrabesaba el Trren y
asta creo que por suspiros que vajaban de las estrrellas que briyaban
Tanto, no pude menos de hacercarme a El y suspirar y El me cogio la
mano y me ablo de Hamor y de Su Hamor y Aquella Noche de Gran Pecado,
fue la única Feliz de Mi Bida. Que Lo Sepa el Mundo Entero. Despues no
bolbio a ablarme; uia de mi en los vaños, se conoze que fuí parra El un
pasatiempo nada más. Por eso Me Mato. Que Lo Sepa el Mundo Entero y mi
marrido, adios restituto.”
* * * * *
El corresponsal del _Hipódromo_ escribió á su perfumada revista lo
siguiente:
“Hemos tenido también nosotros en Z... nuestro drama, tragedia mejor
dicho. Gracias á esto, hay algo de qué hablar. El señor X... conocido
en Madrid por su afable trato en los círculos más distinguidos, ha
sido el héroe. En traje de baño, si traje se puede llamar á unos
sencillísimos calzoncillos de punto, salió á la playa y entró mar
adentro con rumbo á la eternidad. La señora de V..., esposa de un
modesto empleado se bañaba con su marido, y al pasar cerca de ella
el señor X... indicado, le dió un sonoro beso en la frente, así como
suena, y lanzando una carcajada histérica cayó en las olas sin sentido.
El señor V... acudió en vano á salvar á la no muy casta esposa; con
la fuerza del paroxismo la robusta dama sujetaba al nada atlético
esposo, y en tanto las amargas olas, con esa fría impasibilidad de
la naturaleza, arrastraban á la infortunada pareja. Ambos hubieran
perecido á no estar cerca el señor X... que pudo sacar á la arena al
señor V... donde le dejó antes que volviera en sí. El señor X... se
echó otra vez al agua; los circunstantes, gente toda de Madrid, le
dejaron hacer: creyeron que esta vez iba á salvar á la dama... pero se
le vió desaparecer entre las amargas olas, y ni la señora de V... ni el
señor X... volvieron á la arenosa playa, hasta que la marea trajo horas
después dos cadáveres.”
* * * * *
Cuando leyó don Restituto la confesión de su esposa en el libro de
cuentas, exclamó: ¡Yo te perdono! Después meditó y dijo:
--Y á él también le perdono. ¡Al fin le debo la vida! Si no es por él
me ahogo en el mar ó... en mi cara esposa.


LA PERFECTA CASADA

Don Autónomo, que celebraba sus días en Septiembre, pues en ese mes
“cae” San Autónomo, y que lo diga la _Leyenda de Oro_; don Autónomo
Parcerisa acaba de comer _opíparamente_ rodeado de su esposa é hijos,
muy satisfecho, alegres todos, felices. No había familia más dichosa
en el mundo. Vivían en una _mediocritas si no áurea_, por lo menos de
plata sobredorada, la cual les permitía en los días que repicaban en
gordo tirar la casa por la ventana, en forma de símbolo, por supuesto;
es decir, sin pagar una _onza_ en el gasto extraordinario, que lo demás
quedaba muy guardado en la caja de caudales, en el Banco y en las arcas
de la Equitativa, donde don Autónomo se había asegurado.
Serafina era un serafín; mujer más angelical no la había: era la
perfecta casada de Fray Luis, pero á la moderna, con costumbres algo
menos devotas, pues si no, hoy ya no hubiera sido la perfecta casada.
Nada de gazmoñería, virtud expansiva, alegre; sacrificio constante de
su egoísmo al interés de su marido é hijos, pero sin que se conociera
esfuerzo alguno, con divina gracia. Parecía una mujer como todas y era
la mejor de todas.
No hacía valer su fidelidad (y era guapísima y muy codiciada) como
un mérito: esta pretensión le hubiera parecido ya una especie de
adulterio. Así como á nadie se le ocurre en una sociedad de personas
distinguidas, nobles, ricas, finísimas, que uno de aquellos duques,
ó generales, ó ministros, se va á llevar un candelabro de plata, por
ejemplo, y nadie piensa en el robo posible, pero una posibilidad
_infinitesimal_, por decirlo así, tampoco se le pasó jamás por las
mientes á Serafina ser infiel á su Autónomo por pensamiento, de palabra
ú obra.
Y como no había manera de reprenderle por nada, de reñirle, jamás le
había reprendido; nunca habían reñido. Estaba íntegra la vajilla é
íntegra la paz conyugal.
De todo lo cual llegó, á fuerza de años, á sacar en consecuencia
Autónomo que así no se podía seguir, que había que acabar de cualquier
manera.
En esto pensaba precisamente aquel día de su santo, después de los
postres, cuando ya los niños se iban despidiendo del padre porque los
reclamaba el lecho.
Todos se acostaban sin protestar, y eso que estaban seguros de que su
madre no les hubiera negado permiso para velar un ratito. Ellos lo
deseaban... pero no, ¿para qué? La mamá les tenía demostrado que era
cosa nociva, y además, la hubieran disgustado, aunque ella no lo dejara
ver: nada, nada, á la cama.
--Buenas noches, papá.
--Santas y buenas, hijos míos, santas y buenas.
Y seguía pensando don Autónomo: “Vea usted. Ahora me iría yo de muy
buena gana á jugar un tresillito al casino. Siempre pierdo, es verdad,
pero ¿y qué? No es mucho y me divierto. Pero no voy, imposible. Si
anuncio que salgo ésta se reirá lo mismo absolutamente que si le digo
‘Me voy á la cama’, que es lo que á ella le gusta, porque sabe que me
conviene madrugar, para el estómago y para los negocios... ¿Quién le da
un disgusto _callado_ sin grandes remordimientos? Pero... la verdad es
que hoy... día de mi santo...”
Sin embargo, decidió tener un rasgo de energía que no hacía falta, y
poniéndose en pie exclamó:
--Ea, chica, dame... la palmatoria, que me voy á la cama.
Y se acostó, se acostó como los niños.
Y en cuanto se vió entre las sábanas se sintió como en presidio, como
en el cepo, y echaba pestes contra sí mismo, pues contra su mujer no
había por qué.
--¡Voy á saltar de la cama! ¡Salto! ¿Quién me lo impide?
Y no saltaba por eso mismo, porque era su derecho, porque nadie lo
impedía; y su mujercita le hubiera acercado la ropa muy contenta, y le
hubiera alumbrado hasta la calle, sonriente.
Se quedó dormido protestando contra la excesiva virtud de su esposa,
que por ser una santa le obligaba á él, para no tener terribles
remordimientos, á ser, por lo menos, el _beato_ Autónomo.
Y pasaban días y días, y siempre así.
En fin, llegó á encontrarse con todos sus vicios extirpados, incapaz
de la menor calaverada, que hubiera sido terrible ingratitud para
con aquella _santa familia_ en que él mismo se veía con su aureola
resplandeciente.
--Pero, señor, si yo no iba para santo; si esto es á la fuerza. ¡Esto
no es la perfecta casada, esto es la _pluscuamperfecta_!
Y poco á poco le creció la manía hasta el punto de aborrecer, á su
manera, á aquella mujer, á quien adoraría de rodillas, y por no
disgustar á la cual estaba él ganando el cielo.
Y de una en otra, vino á parar en comprar una maquinilla manual de
imprimir, y se encerraba en su casa, imprimiendo en tarjetas, volantes,
besalamanos, etc., las mismas palabras, pocas. Y después, de noche,
los llevaba al correo y estaba cinco minutos echando papel por la boca
abierta del león, pasmado de tanta correspondencia.
Había comprado el libro de las cien mil señas y había dirigido á todos
los periódicos del mundo, ó á muchos por lo menos, á las agencias,
á los abogados, obispos, diputados, cónsules, jueces, alcaldes,
banqueros, etc., etc., la misma noticia, que los importaba igualmente á
todos: nada.
El juez de guardia, que la recibió también, fué el único que hizo caso
de ella. Decía así el volante que recibió: “Me mato por no aguantar á
mi mujer.”
Y en efecto, Autónomo se suicidó de veras.
Por más que se hizo, no se pudo ocultar la terrible catástrofe á
Serafina; y lo peor fué que, por la inmensa publicidad que el suicida
había dado á la noticia, tardó muy poco en llegar á conocimiento de
la santa esposa la causa del suicidio. ¡Su marido se mataba por no
aguantarla á ella!
El buen sentido hizo que el público en masa, conocidas las cualidades
de la virtuosa señora, declarase que aquel hombre se había vuelto
loco de pura felicidad doméstica. Sólo así se explicaba el absurdo de
_matarse por no aguantar á la perfecta casada_.
Sin embargo, cierto solterón empedernido amigo del difunto, decía:
--Á la muerte de Autónomo no se le ha sacado toda la filosofía que
tiene. No estaba loco. Lo que ha hecho es dejarnos ejemplo con su
muerte. La filosofía de ese suicidio es ésta: “Me mato por no aguantar
á mi mujer.” Pero su mujer es la mejor del mundo. Luego... la mejor de
las mujeres es inaguantable. ¡Lo que serán las otras! ¡Y lo que será el
matrimonio!
Este Autónomo es el redentor de los célibes.


EL FILÓSOFO Y LA “VENGADORA”
(CORRESPONDENCIA)

I
Amigo mío: aunque vivo lejos del mundanal ruido, no dejo de enterarme
por los periódicos de los sucesos públicos más interesantes, en
particular de los que atañen á la vida literaria contemporánea, que
sabes cuánto me llama la atención, por el gran valor social que
atribuyo á sus manifestaciones. Pues bien: he leído el monólogo de
Teresa, la _vengadora_ de Sellés, y he visto que al público no le ha
parecido inverosímil que una mujer de esa clase, de esa _vida_, sepa
hablar tan bien y pensar tan profundamente. El buen éxito de la Teresa
de Sellés me anima á publicar, por tu conducto, si aceptas el encargo,
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - Doctor Sutilis (Cuentos) - 08
  • Parts
  • Doctor Sutilis (Cuentos) - 01
    Total number of words is 4340
    Total number of unique words is 1558
    36.4 of words are in the 2000 most common words
    49.6 of words are in the 5000 most common words
    56.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Doctor Sutilis (Cuentos) - 02
    Total number of words is 4946
    Total number of unique words is 1689
    34.7 of words are in the 2000 most common words
    48.4 of words are in the 5000 most common words
    55.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Doctor Sutilis (Cuentos) - 03
    Total number of words is 4804
    Total number of unique words is 1681
    34.7 of words are in the 2000 most common words
    47.4 of words are in the 5000 most common words
    54.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Doctor Sutilis (Cuentos) - 04
    Total number of words is 4735
    Total number of unique words is 1518
    35.2 of words are in the 2000 most common words
    47.5 of words are in the 5000 most common words
    54.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Doctor Sutilis (Cuentos) - 05
    Total number of words is 4966
    Total number of unique words is 1671
    35.1 of words are in the 2000 most common words
    49.8 of words are in the 5000 most common words
    56.5 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Doctor Sutilis (Cuentos) - 06
    Total number of words is 4693
    Total number of unique words is 1556
    36.6 of words are in the 2000 most common words
    50.3 of words are in the 5000 most common words
    55.5 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Doctor Sutilis (Cuentos) - 07
    Total number of words is 4940
    Total number of unique words is 1659
    34.6 of words are in the 2000 most common words
    46.0 of words are in the 5000 most common words
    53.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Doctor Sutilis (Cuentos) - 08
    Total number of words is 4883
    Total number of unique words is 1527
    36.5 of words are in the 2000 most common words
    51.1 of words are in the 5000 most common words
    57.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Doctor Sutilis (Cuentos) - 09
    Total number of words is 4221
    Total number of unique words is 1377
    40.4 of words are in the 2000 most common words
    53.9 of words are in the 5000 most common words
    59.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Doctor Sutilis (Cuentos) - 10
    Total number of words is 4218
    Total number of unique words is 1464
    36.5 of words are in the 2000 most common words
    49.0 of words are in the 5000 most common words
    55.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Doctor Sutilis (Cuentos) - 11
    Total number of words is 4508
    Total number of unique words is 1512
    35.8 of words are in the 2000 most common words
    48.3 of words are in the 5000 most common words
    53.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Doctor Sutilis (Cuentos) - 12
    Total number of words is 4784
    Total number of unique words is 1643
    33.8 of words are in the 2000 most common words
    46.1 of words are in the 5000 most common words
    53.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Doctor Sutilis (Cuentos) - 13
    Total number of words is 4721
    Total number of unique words is 1559
    38.7 of words are in the 2000 most common words
    51.8 of words are in the 5000 most common words
    57.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Doctor Sutilis (Cuentos) - 14
    Total number of words is 4801
    Total number of unique words is 1595
    37.5 of words are in the 2000 most common words
    50.3 of words are in the 5000 most common words
    56.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Doctor Sutilis (Cuentos) - 15
    Total number of words is 4772
    Total number of unique words is 1616
    36.4 of words are in the 2000 most common words
    49.1 of words are in the 5000 most common words
    56.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Doctor Sutilis (Cuentos) - 16
    Total number of words is 2239
    Total number of unique words is 947
    38.3 of words are in the 2000 most common words
    51.1 of words are in the 5000 most common words
    59.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.