De Sobremesa; crónicas, Tercera Parte (de 5) - 9

Total number of words is 4635
Total number of unique words is 1647
33.5 of words are in the 2000 most common words
47.0 of words are in the 5000 most common words
54.5 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
es el mejor Segismundo que hemos visto, después del inolvidable Rafael
Calvo, el actor de nuestra juventud y de nuestros entusiasmos. Los
demás actores componen un excelente y armónico conjunto. La obra... no
es para morirse de risa; pero puede oirse todavía. Algunas de antes
de ayer están más viejas. En fin, que por mucho menos, pero muchísimo
menos, hemos leído sartas de elogios que siempre quisiéramos ver más
justificados que la parquedad de ellos en esta ocasión.
* * * * *
Nos extrañaba que las calles de Madrid estuvieran tan sucias. Ahora
nos extrañará verlas alguna vez medio limpias. Nos hemos enterado de
que, para poner remedio á la suciedad, cuenta el Ayuntamiento con 80
barrenderos... para todo Madrid. ¡Eso es lujo! ¡Vaya, que si no se
puede comer sopas en esas calles!... ¿Para cuándo esa subvención á la
capital? ¿Cuándo se convencerán los Gobiernos de que con calles limpias
y carreteras bien cuidadas y bonitos paseos, estaríamos tan á gusto,
aunque nos suprimieran las garantías constitucionales, que no son de
uso tan constante y necesario?
¡Estas calles de Madrid!... Créalo el Gobierno: hoy por hoy, es la
única oposición seria con que cuenta. Una vez arregladas y limpias
¡ríase el Sr. Canalejas de los quinquenios conservadores!


XLI

Cuenta Gracián en su _Criticón_--perdone _Azorín_ que me entre por sus
dominios--que, cuando españoles, portugueses, ingleses y holandeses
descubrían y se posesionaban de vastos territorios en el Nuevo Mundo,
acudió Francia en queja al supremo tribunal de la justicia divina,
lamentándose de haber sido olvidada en el reparto. Y el alto tribunal
contestó á la querella: «¿Y qué necesidad tienes, ¡oh, Francia! de unas
Indias? ¿No tienes ya bastantes Indias con España? Toda su riqueza y
la de sus Indias viene, al fin, á ser tuya; que los españoles te la
ofrecen gustosos, á cambio de tus baratijas.»
Aparte de que Francia no se halla hoy tan desprovista de territorios
coloniales, nuestra situación tributaria no ha cambiado mucho, y aun
somos unas ricas Indias para nuestra buena vecina y no tan buena
aliada. Hasta el premio «gordo» de Navidad aprendió el camino, y este
año se pasó á los franceses. ¡Hay para armar otro Dos de Mayo! Tal vez
más justificado que el otro, que, al fin, entre unos buenos millones
y unos infantes simples no hay comparación posible. ¡De salud sirvan!
_¡Bon profit, messieurs!_ Y á ver si alguna de nuestras Oteros de
exportación es la alcaldesa de Mostóles de esos milloncejos, y algún
_maquereau_ de casa, que también los exportamos excelentes, se encarga
de reintegrarnos, en todo ó en parte, de ese renegado premio. Pero ya
verán ustedes como lo único que nos llega, en compensación, es algún
artículo de costumbres españolas poniéndonos de vuelta y media por la
inmoralidad de nuestra lotería.
* * * * *
Nadie más obligado que los tradicionalistas á celebrar las fiestas
tradicionales, y así la minoría parlamentaria, representante de las
viejas ideas, no ha querido que se suspendieran las sesiones de Cortes
sin hacer la Pascua y sin dar su inocentada. La sesión permanente ha
tenido de una cosa y de otra. Por fortuna, los señores diputados son
gente de buen humor y se han divertido en la sesión nocturna más que
un hortera en baile de máscaras. Chirigotas, cuchipanda, amiguitas
en la tribuna; no han faltado más que las serpentinas. Y los de la
obstrucción, ¡Jesús, qué graciosos! De público, muy bien: todo el
de las últimas secciones de los _cines_. Con sesiones nocturnas
tan divertidas se acababa con la inmoralidad de esos espectáculos,
corruptores de la ancianidad y que tantas falsas alarmas pueden
producir en algunos apacibles tálamos. Los de fuera, que en este caso
es el público que paga, pensando, aunque la ley del «candado» sea muy
conveniente, que tal vez no fuera malo una ampliación aplicable á
ciertas agrupaciones y á algunos oradores.
* * * * *
A propósito de inmoralidad y de candados. Distinguidas señoras
pretenden que los Poderes públicos intervengan en la moralización
del teatro. ¡Ay, señoras mías! Y ¿quién tiene la culpa de eso que
ustedes llaman licencia y escándalo? Pues la educación que dan ustedes
á sus hijos. ¡Cómo!--exclamarán ustedes, indignadas.--¡Una educación
cristiana, en colegio de Padres religiosos! ¿A eso llama usted mala
educación? ¿Esa puede ser la causa de que una señora decente no pueda
siquiera leer los anuncios de la sección de espectáculos? Sí, señoras
mías, nobles y honestas damas: la Iglesia, que en otro tiempo tuvo
manga muy ancha con el Arte y era maestra y depositaria de buena
literatura, hoy más que nunca, asustadiza de la funesta manía de
pensar, no educa el gusto ni el sentimiento artístico de los jóvenes
encomendados á sus enseñanzas; anatematiza todo arte, toda literatura
que no sea de propaganda en favor de sus ideas, cada vez menos amplias,
más intransigentes. En sus clases de literatura se habla más del Padre
Coloma que de Cervantes; no se inspira afición y respeto, sino horror
y desconfianza á los nombres más ilustres y gloriosos. Mientras la
sujeción y la tutela de los maestros dura... menos mal: no leen á
Pérez Galdós; pero tampoco van á recrearse con una de esas empecatadas
obrillas de título equívoco y de inequívoco mal gusto. Pero al verse
libres, ¿qué tendrá mayor atracción para ellos? ¿Una obra de verdadero
arte, que no sabrán apreciar porque no les educaron el gusto para ello,
ó el espectáculo grosero, el de los chistes á su alcance, del que nadie
les apartó con energía porque una blanda absolución les tranquilizó
antes por este pecadillo que por la lectura de una obra enemiga?
¿Qué importa que la carne se turbe si no se turba el pensamiento? Lo
que los buenos Padres quieren son almas y pensamientos... lo demás
¿qué importa? Lo demás se lava y se plancha y queda como nuevo para
un matrimonio ventajoso, para un alto cargo y, sobre todo, para un
ejemplar testamento con especiales mandas y legados piadosos.
Hay una juventud incapaz de sentir emociones de arte, porque no la
educaron en el sentimiento de sus delicadezas. No os quejéis á los
Poderes públicos, señoras mías: tenéis los hijos que os merecéis,
y vuestros hijos tienen los espectáculos que se merecen. El Arte en
general, el teatro en particular, no son causa de nada; son el efecto
natural de muchas causas.
¡Ah! El año pasado tuve, con el concurso de otros autores, el costoso
capricho de iniciar un teatro para niños. No solicitamos licencia del
ordinario, ni pedimos el visto bueno de ninguna cofradía, porque no hay
conciencia, por enlodada que estuviera al roce de las miserias humanas,
que no sepa por sí misma, bien claramente, el respeto que se debe al
alma de un niño. Acudieron madres y niños de la clase media y de las
clases populares... A la sociedad elegante no tuve el gusto de verla
por allí. Sus automóviles y sus coches lujosos estaban á la puerta de
otros teatros de garrotín y desvergüenza. Se comprende que acudan á que
la autoridad les moralice el teatro los que no saben contenerse en su
curiosidad por las inmoralidades.


XLII

Si por bohemia se entiende independencia de nuestro espíritu, amplitud
de nuestra vida, nunca subordinada á un solo medio social; personalidad
tan enérgica que pueda comprender mil distintas personalidades, sin
que nuestra propia personalidad se pierda hasta desaparecer entre
todas ellas; simpatía por cuanto existe, sin resignación á que todo
siga existiendo lo mismo, si la bohemia es lucha y rebeldía y fuerza
y vida... cierto es su encanto. Pero si la bohemia es sólo necesidad
hecha vicio, que nunca de la necesidad se pudo hacer virtud; si es
limitación de nuestra vida á un solo medio miserable, desordenadamente
ordenado en la monotonía de vagar por los mismos lugares, entre las
mismas gentes; si es flojedad y desmayo y sumisión y abdicaciones y
miseria, en fin, espiritual y física, no habrá quien nos persuada de
sus encantos, ni en prosa, ni en verso, ni con música.
Si la realidad es pobreza y fealdad, no es de alma artista someterse
á ella. Los artistas están obligados á la lucha, á influir sobre la
realidad hasta transformarla, infundiendo en ella el espíritu de sus
ideales. Deber es del artista conquistar la riqueza. La vida sólo
será lo que debe ser cuando la riqueza sea de los poetas. La poesía
será entonces acción y vida y entonará sus estrofas en ciudades de
arte, limpias, sanas, alegres, risueñas; en jardines de encanto, en
monumentos de gloria, con bellas criaturas de selección espiritual y
física. No despreciéis la riqueza ¡oh, artistas!, que harto tiempo ha
sido de los bárbaros, muy satisfechos con que vosotros ponderéis los
encantos de la bohemia mientras ellos gozan de todo, sin compartir sus
goces más que con unos cuantos artistas domesticados, que se complacen
en enseñar á sus amigos para darse tono de protectores del Arte. Y
mientras vosotros no tengáis palacios, ni deis fiestas en ellos, ¿cómo
vais á convencer á nadie de que no son ellos los que no quieren
recibiros á vosotros, sino vosotros los que no os dignáis recibirlos á
ellos?
* * * * *
No recuerdo si lo soñé ó me lo contaron. Fué un escritor, muy discutido
en sus comienzos, que, por lo mismo, tuvo muchos admiradores: unos,
jóvenes animosos como él; otros... esos que hallan en lo infructuoso
de una labor combatida el mejor pretexto para no hacer ellos nada;
otros, los muchos fracasados, que pretenden justificar con el fracaso
de una obra ajena el fracaso de toda su obra. Todos estos admiradores
admiraban más al escritor cuanto más combatido era. Cuando, por
su trabajo y su constancia, llegó á tener verdadero público, los
admiradores se desilusionaron: ¡Cómo! ¿Es posible? ¿Le gusta al
público? ¡Qué indignidad! Es que ha caído en la bajeza de hacerle
concesiones; ya no es el mismo. Y los admiradores le increparon por
haberles hecho traición. Si era para todos, ya no podían ellos presumir
de superiores al admirarlo. Ya no tuvo admiradores fieles más que
en sus fracasos; cuando no hacía concesiones al público. Si alguna
vez, por descanso ó por capricho ó por necesidad, escribía una obra,
sin más pretensiones que la de ganar algún dinero, aunque en ella no
ofendiera gravemente su sentimiento del arte, los fieles admiradores
no podían consentirlo y eran los primeros en protestar iracundos: ¡Qué
indignidad! ¡Viene á buscar dinero! Y ellos, con sus protestas, eran
los primeros en impedir que tan natural propósito, y por tan inocente
medio, se lograra. Así, tuvo que resignarse á no tener dinero en su
vida, para satisfacción de sus admiradores. ¿Buscarlo por otros medios?
Menos aún; sus admiradores no lo consentirían: su deber era hacer
Arte, Arte puro... Cuando murió... los admiradores acordaron costearle
un monumento; se reunió poco dinero, y los admiradores acordaron que
aquello era una indignidad. Para hacer mal las cosas, más valía no
hacerlas. El monumento había de ser magnífico, ó no sería... Y no fué,
en efecto. Los admiradores velaban fielmente su gloria póstuma como la
velaron en vida.
No sé si lo soñé ó me lo contaron; pero siempre que recibo alguna carta
firmada por «Un admirador», me echo á temblar recordando la historia de
aquella víctima de sus admiradores. Todas las cartas así firmadas son
de alguien que pretende administrarnos la hacienda, la moral, el buen
humor, lo que ellos llaman nuestros prestigios, nuestra vida pública
y nuestra vida privada... No ¡por Dios!, señores; yo no quiero ser
admirado á todas horas ni en todos los actos de mi vida; que descanse
vuestra admiración y que me deje descansar. No me escriban ustedes
cartas; porque desde ahora no leeré ninguna que traiga por firma el
consabido «Un admirador» como no incluya un billete de 1.000 pesetas;
única prueba de verdadera admiración que me ofrece alguna garantía y
justa compensación del dinero que me habrán ustedes impedido ganar por
admirarme demasiado.
* * * * *
Cuando creemos haber hecho todo lo posible por remediar las mayores
miserias, siempre nos queda el desconsuelo de no haber remediado una:
la ingratitud. Los bienhechores deben contar con ella y compadecer
doblemente al ingrato. ¡Qué horrible debe ser la pobreza, cuando así
llega á entumecer el corazón!


XLIII

La regia munificencia ha dado una oportuna lección á la Real Academia
Española. Arbitro, administradora y dispensadora de premios, padece la
ilustre Corporación, como vieja tacaña, la manía de hacer comiditas
con las cantidades confiadas por gentes respetuosas de los prestigios
oficiales, á los buenos oficios y mejor voluntad, de la sabia y la
docta del esplendor, el brillo y la fijeza.
¡Dos mil pesetas para un solo escritor!--habrá pensado la vieja
rica.--¿Para qué necesita tanto dinero un hombre solo? Y ¡literato y
poeta! Para que se acostumbre mal ó lo eche en vicios, como adquisición
de libros, viajes ó cualquier otra perturbación de la inteligencia.
Nada, nada; con 1.000 pesetitas á cada uno, podemos hacer á dos
felices. Y mucho es que no han repartido la cantidad en bonos de
á peseta para dar un día feliz á toda la bohemia literaria. Bien
está que, entre los académicos, haya quien disfrute, por diferentes
conceptos y prebendas, pingües beneficios, sin pensar en repartir de
ellos; pero esos otros escritores de la calle... ¿para qué quieren
el dinero? El dinero embota el entendimiento; lo saben bien muchos
académicos. La necesidad sirve de espuela al ingenio; el dinero, tal
vez sólo de albarda.
Recuerda _Parmeno_ en el _Heraldo_ que los académicos están encargados
también de conceder algunos premios á las mejores obras dramáticas
escritas ó publicadas cada año, y que este premio no se ha concedido
desde muy larga fecha. ¿Por qué? La suspicacia de _Parmeno_ señala los
motivos probables. Fuera ridículo no recoger la alusión á mi persona,
por la modestia de no aceptar un adjetivo laudatorio. Pero yo creo
que _Parmeno_ está equivocado. Para optar á esos premios es condición
precisa que el autor, por sí mismo ó por otra persona, la presente y
someta al juicio de la Academia. Ni por mí, ni por persona autorizada
por mí, he presentado yo nunca una obra mía á ese concurso. Primero,
porque no tuve nunca la presunción de que una obra mía fuera la mejor
de las representadas en temporada alguna. Después, porque al día
siguiente de obtener el premio, la obra valdría lo mismo. Ya sabemos
que los premios oficiales, con muy buen acuerdo, han de atender sobre
todo á la ortodoxia de la obra. Esos premios han de ser siempre para
los poetas--como dijo Heine,--que no tienen de poetas más que el ser
virtuosos. Claro es que se puede ser virtuoso y ser buen poeta; pero
también se puede lo contrario; porque yo creo que la virtud del poeta
es... ser poeta. De otro modo, borraríamos de la lista á Cervantes,
á Lope, á Shakespeare, á Byron, á Shelley--dejo á otros, y no de los
peores,--todos gente poco disciplinada en su vida y en sus opiniones,
difíciles de encasillar en partidos políticos, que pueden hacer gloria
de su fama.
El artista que campa por sus respetos no espera nunca protección
oficial. Con ese no pueden atarse dos cuartos de cominos--piensa el
dispensador de mercedes.--Los cintajos y las distinciones son para el
sometido. ¿Fulano?--dicen.--Sí, gran talento. ¡Si sentara la cabeza!
Fulano tal vez sienta la cabeza, y aquel día quizás deja de tener
talento, que el talento no es para sentado.
Cuenta Plutarco, de no sé qué general griego ó romano, quien, viendo
combatir con furioso denuedo á uno de sus soldados, acercósele al
terminar de la batalla y, admirado de su valor, quiso informarse
de quién era. Supo entonces que aquel valiente era el hombre más
desgraciado del mundo, por carecer de todo, y, que tan desesperada era
su vida, que sólo buscaba la muerte. Concedióle el general riqueza y
galardones, dióle mando y honores; y en otra batalla, á pocos días,
vió cómo, en cobarde fuga, arrojaba las armas y corría á esconderse
en lugar seguro. Acudió el general á reprenderle por su cobardía, y
él entonces: ¿Qué te admira?--le dijo.--Ayer estaba desesperado; nada
tenía que perder, nada me importaba la vida... Hoy soy feliz, soy
rico... La muerte me asusta.
Y es que todo combatiente, soldado ó poeta, bien está sin premio. El
valor y la inteligencia han de ser indomables, y las golosinas son
grandes domesticadoras.
* * * * *
A despecho de los verdaderos aficionados á la buena música, el
intérprete se sobrepondrá siempre á la obra, y S. M. el Divo se alzará
sobre Wagner en alas de Pussini. Mejor dicho, Puccini se alzará sobre
Wagner en alas del divo. Ni estos falsos dioses tendrán nunca su
ocaso, mientras vayan unidos, ni el Ocaso hallará nunca sus dioses
mientras divas y divos prefieran la gloria personal á la pura gloria de
someterse á no brillar como astros teatrales.
¿Por qué esa afición de los grandes actores y de los grandes cantantes
á las malas comedias y á las malas óperas? ¿Es que su vanidad queda más
satisfecha no consintiendo que la obra se sobreponga al intérprete?
¿No será posible hallar un gran artista que se resigne á interpretar
verdadero arte? Mientras Wagner padece su ocaso, el tenor Anselmi
impone á la admiración la _Tosca_ y _Romeo y Julieta_. Las abonadas
sueñan con Mario Cavaradossi, con Romeo, con Des Grieux. Algunas sueñan
con que Anselmi cante el dúo de los besos de _El conde de Luxemburgo_.
Pueden pedirle que lo cante en la noche de su beneficio. El beneficio
del tenor, naturalmente.
* * * * *
Una historieta que refiere un periódico francés. Un padre acaudalado
satisfacía con esplendidez todos los gastos de su primogénito; pero
sorprendíale que, sobre la cantidad entregada mensualmente, el mozo le
pidiera siempre un importante suplemento.
--¿No lo tienes todo pagado? ¿Qué significa esto?
--Esto significa, papá, que hay gastos... gastos, en fin, cuya
justificación no debo detallarte, aunque tú debes comprenderla.
--Sí, lo comprendo; pero mira, para saber á qué atenerme, me pides lo
que necesitas y, para justificarlo, me dices: «Gastos de caza, tanto»,
y no hay más que hablar.
--Convenido.
La partida quedó desde luego asentada en esta forma mensualmente. El
respeto quedaba á salvo.
Con gran sorpresa observó el padre que la partida dejó de figurar en
cuenta durante dos ó tres meses.
--Vaya--pensó.--¿Dónde cazará ahora mi hijo, que no me cuesta nada?
Pero cuál no sería su desencanto al leer, al cabo de cierto tiempo,
esta nota de gastos suplementarios: «Al armero, 2.000 pesetas».


XLIV

Un niño, por travesura ó por desgracia, cae en la fuente de una
plaza pública y muere ahogado, bajo muy poca agua, en presencia de
numerosos curiosos y de dos agentes de la autoridad, representación,
no por modesta menos respetable, del Estado tutelar y protector. Sobre
los dos infelices guardas han caído todo el rigor de los superiores
y todas las recriminaciones de la opinión. El señor presidente
del Consejo dijo muy bien que no debieran ser sólo los guardias
los castigados. Pero aunque para el Código penal sean delitos las
omisiones tanto como las acciones, ¿qué medio hay en la ley para
hacer efectiva la responsabilidad de una multitud indiferente? Y si
miramos á nuestra conciencia, ¿no hallaremos en la impune omisión de
los curiosos, lo mismo que en la punible de los guardias, síntomas
de un estado de conciencia social del que todos participamos? ¡Era
tan poca el agua! El niño, sin duda, podría levantarse y salir por
sí solo. Tal vez si alguien se hubiera precipitado á socorrerle los
curiosos se hubieran reído al verle chapotear en el agua; el regocijo
hubiera subido de punto si era uno de los guardias. ¡Qué escena de
película cinematográfica! ¡Estamos tan hechos á reímos de los agentes
de la autoridad en sainetes y revistas llenas de gracia! Como el
salvamento se hubiera logrado á poca costa, ¡cuánto nos hubiéramos
burlado del salvador, si hubiera pretendido hacer valer su pobre
hazaña! ¡Salvamento de náufragos en el pilón de una fuente! Chistes,
caricaturas, ingenio... Las tragedias son así: necesitan un final
trágico para que parezcan tragedias. Cuando se empieza á morir, hay
que morirse; de otro modo, ¿quién cree que era tanto el peligro? No
culpemos demasiado á los espectadores y á los guardias, más temerosos
del ridículo que de un remojón insignificante, ¡Los pantalones de
la autoridad enfangados! ¡El uniforme prestigioso chorreando! ¿No
tendremos todos en nuestra vida alguna culpable omisión de que
acusarnos? ¿No habremos dejado también que alguna criatura, tal vez
indiferente, tal vez querida, se haya ahogado ante nosotros, en muy
poca agua, sin que nuestra mano se tendiera protectora, sin que
diéramos el paso que corre á sostener, sin que de nuestros labios
saliera la palabra precisa de compasión ó de esperanza? Agua ó llanto
¡parecían tan poco! Cuando el agua ó el llanto ahogaron, ya era tarde.
El heroísmo pide grandes empresas: mares embravecidos, batallas,
dolores trágicos. Ante el peligro de la fuente, ¿no es ridículo el
gesto heroico? ¡El agua era tan poca! ¡Las fuerzas del niño eran menos!
¿Cuántas almas de niño no habremos dejado así ahogar, en muy poca agua,
por no afrontar el heroísmo del ridículo? ¡Si diéramos siempre el paso
que debemos dar! ¡Si dijéramos siempre la palabra que debemos decir!
* * * * *
La Academia de la Poesía se dispone á festejar el centenario de
Cervantes, sin olvidar el de Shakespeare; pues tampoco los ingleses,
según noticias, se olvidarán de nuestro manco, que no lo era para poder
muy bien andar de mano con su contemporáneo glorioso. Aquí no puede
decirse que baza mayor quita menor, y nunca estuvo tan en su punto lo
de «región de los iguales».
Si atendemos al calendario parecerá que se toma con tiempo y que, del
1911 al 16, hay días sobrados. Pero el tiempo español, entre lo perdido
y lo matado, y lo que se echa á perder y á morir, entre discusiones y
discurseos, pasa sin enterarnos. La Academia cuenta con el apoyo de
los Gobiernos. Digo de los Gobiernos, porque de aquí al 1916--perdone
el Sr. Canalejas la desconfianza, que no es por él precisamente--¡sabe
Dios cuántos Gobiernos se habrán sucedido! Es de esperar, no obstante,
que todos se muestren por igual bien dispuestos á celebrar con todo
esplendor y esplendidez tan señalada fecha. No es cosa de que se haga
cuestión política, ni de que unos pretendan ensalzar á Cervantes por
reaccionario y otros por liberal, y unos miren á Shakespeare como
católico romano y otros le consideren como protestante. Nos gobiernen
para entonces el Sr. Maura ó el Sr. Canalejas, creemos que, honras
fúnebres más ó menos, con sermón del Padre Calpena ó del obispo de Sión
ó del Padre Maestre ó del doctor Zacarías, lo demás todo será como
esté proyectado, sin que haya un Sr. Rodríguez Sampedro que procure
escatimar gasto alguno.
Desde luego ha de procurarse que el festejo sea de todos y para todos.
Bien están los actos académicos, las ceremonias oficiales; pero sol,
aire y plaza pública, sobre todo. Cabalgatas espléndidas, en que tomen
parte nobleza, Ejército, artistas, sin temor al pícaro ridículo del
disfraz ni de la exhibición. Representaciones callejeras de algunos
entremeses de Cervantes, representación entre las frondas de la
Moncloa ó de Aranjuez de alguna comedia de Shakespeare: _El sueño de
una noche de verano_ ó _Como gustéis_. ¡Tanto puede hacerse con buen
gusto y con arte! Debe pensarse que, cuanto mejor sea todo ello, será
más productivo. En estas cosas la tacañería es lo más ruinoso. ¡A
fantasear, poetas! Y sea la primera fantasía ver cómo se saca el dinero
á los que lo tienen. No os detengáis ante ningún ditirambo adulador.
Cervantes y Shakespeare eran los que eran y, ¡ay!, también adularon á
los poderosos.


XLV

Los primeros pantalones femeninos, en su aspecto callejero y visible,
han tenido un ruidoso fracaso; pero los modistos y modistas franceses,
como si obedecieran á un alto mandato de la Divinidad, insisten en
que nada podrá oponerse al triunfo definitivo de los calzones. Peores
principios tuvieron otras modas, al fin universalmente aceptadas.
Los primeros miriñaques, los primeros sombreros de copa, no lograron
mejor éxito en sus comienzos. No podrá decirse que esta moda es señal
de los tiempos modernos, ni uso impuesto por la vida en los pueblos
civilizados; pues más que un avance hacia lo porvenir, trae á nuestra
imaginación el recuerdo de Turquía y de Marruecos, y, ya más cerca
de nosotros, la evocación teatral de _La conquista de Madrid_ y
_El tributo de las cien doncellas_, memorias de los buenos tiempos
zarzueleros, que no son ¡ay! para rejuvenecer á nadie.
Todo será que la vista se acostumbre. La caricatura y el teatro,
pretendiendo ridiculizar la nueva moda, serán sus mejores
propagandistas. Después las pastorales de algunos obispos y las
predicaciones anatematizadoras, acabarán por decidir el éxito. En
cuanto las mujeres crean que la moda es invención del demonio, no
dudarán en aceptarla, seguras de que el demonio es muy inteligente en
tentaciones.
En realidad, la moda nada tiene de impúdica. El aire y la lluvia
pierden su imperio sobre ella; acabaron los graciosos efectos de falda
recogida. Es una moda que, por su nombre, pantalones, promete más
que cumple. Es más; que ha de dejar muchas promesas incumplidas, por
dificultades de tiempo y de ocasión. A no ser, por lo que tiene de
ley la moda, que pueda también decirse de ella: «Hecha la ley, hecha
la trampa». Pero, hasta ahora, la trampa no parece por ninguna parte.
Los modelos lucidos hasta hoy son de tanta seguridad como una caja
de caudales. Quizás sea ésta la más clara señal de su modernidad. O
acaso estén próximos los días, pronosticados por San Pablo, en que
los hombres se subirán á los árboles por huir de las mujeres; y si
ellas dan en trepar para perseguirlos, claro está que el pantalón es
necesario.
Los sastres también pretenden, por su parte, dar algún golpe de
efecto en la indumentaria masculina. Unos vuelven los ojos al año 30,
otros reniegan de toda tradición y abren concursos entre dibujantes
para hallar algo nuevo. Pero lo nuevo no parece; es casi seguro que
volveremos á las modas del año 30; por lo menos, en los trajes de
sociedad. Para los trajines de la vida diaria, el automóvil, la caza,
el aeroplano, impondrán la moda con sus necesidades. Seremos de un
siglo por el día y de otro por la noche. ¿No es así toda la vida
moderna? ¿En quién de nosotros no vive, no piensa, no se agita la vida
de cien generaciones futuras, que nos dice sin cesar: «¡Adelante,
adelante!»? ¿Sobre quién no pesa la muerte de otras tantas generaciones
pasadas, que nos dicen: «¿Por qué luchar, por qué inquietarse?» Por
fortuna, la acción contradice á cada paso á nuestro pensamiento y
nuestro pensamiento es constante contradicción de nuestras acciones.
* * * * *
El doctor Decref ha informado, con gran conocimiento de causa, en
la Sociedad de Higiene, sobre la higiene en el teatro. Si grandes
deficiencias puede advertirse en los teatros mejor acondicionados, en
la parte destinada al público, que, al fin, es el que paga y puede
gritar, aunque no grite lo que debiera, ¿qué no será en la parte
destinada á los artistas y dependencias, que nada pagan y si gritaran
no cobrarían? De éstos principalmente se ha cuidado el doctor Decref en
su información, y bien pueden estarle agradecidos los interesados.
Ahora que, si la intención es buena, nunca la mala práctica puede
oponerse con mayor razón á la generosa teoría. Los teatros por dentro
son lugares en que toda infección debe tener su natural microbio; pero
sin duda los que, por necesidad ó por gusto, pasamos lo mejor de
nuestra vida en ellos, hemos logrado, por el mismo procedimiento, la
inmunidad que logró Mitridates contra los venenos.
Casos de longevidad extraordinaria, muy frecuentes entre los actores
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - De Sobremesa; crónicas, Tercera Parte (de 5) - 10
  • Parts
  • De Sobremesa; crónicas, Tercera Parte (de 5) - 1
    Total number of words is 4557
    Total number of unique words is 1609
    33.3 of words are in the 2000 most common words
    45.9 of words are in the 5000 most common words
    53.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • De Sobremesa; crónicas, Tercera Parte (de 5) - 2
    Total number of words is 4562
    Total number of unique words is 1590
    33.8 of words are in the 2000 most common words
    46.5 of words are in the 5000 most common words
    53.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • De Sobremesa; crónicas, Tercera Parte (de 5) - 3
    Total number of words is 4573
    Total number of unique words is 1551
    32.6 of words are in the 2000 most common words
    46.1 of words are in the 5000 most common words
    53.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • De Sobremesa; crónicas, Tercera Parte (de 5) - 4
    Total number of words is 4562
    Total number of unique words is 1677
    31.9 of words are in the 2000 most common words
    45.5 of words are in the 5000 most common words
    51.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • De Sobremesa; crónicas, Tercera Parte (de 5) - 5
    Total number of words is 4522
    Total number of unique words is 1672
    33.0 of words are in the 2000 most common words
    44.8 of words are in the 5000 most common words
    52.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • De Sobremesa; crónicas, Tercera Parte (de 5) - 6
    Total number of words is 4700
    Total number of unique words is 1609
    34.4 of words are in the 2000 most common words
    48.8 of words are in the 5000 most common words
    56.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • De Sobremesa; crónicas, Tercera Parte (de 5) - 7
    Total number of words is 4690
    Total number of unique words is 1639
    32.5 of words are in the 2000 most common words
    44.5 of words are in the 5000 most common words
    52.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • De Sobremesa; crónicas, Tercera Parte (de 5) - 8
    Total number of words is 4700
    Total number of unique words is 1593
    34.2 of words are in the 2000 most common words
    47.0 of words are in the 5000 most common words
    54.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • De Sobremesa; crónicas, Tercera Parte (de 5) - 9
    Total number of words is 4635
    Total number of unique words is 1647
    33.5 of words are in the 2000 most common words
    47.0 of words are in the 5000 most common words
    54.5 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • De Sobremesa; crónicas, Tercera Parte (de 5) - 10
    Total number of words is 229
    Total number of unique words is 138
    54.9 of words are in the 2000 most common words
    61.3 of words are in the 5000 most common words
    62.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.