Cuentos y diálogos - 7

Total number of words is 4841
Total number of unique words is 1605
33.9 of words are in the 2000 most common words
47.5 of words are in the 5000 most common words
53.2 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
ASCLEPIGENIA.--Le amo y le adoro. Se me figura que él es la última
encarnación del maravilloso genio de Grecia. Amándole, se magnífica y
ensalza todo mi ser, hasta considerarme yo misma como la ciencia, la
poesía, la civilización griega personificada.
ATENAIS.--En efecto, Proclo es el príncipe de los filósofos. Tu padre
Plutarco y mi padre Leoncio, notable filósofo también, le veneraban como
superior a ellos. Comprendo, pues, que ames a Proclo.
ASCLEPIGENIA.--Una doncella tan sabia, educada con esmero en Atenas; una
poetisa tan inspirada como tú, en quien veo renacer, en edad temprana,
las altas prendas de Hipatia, no podía menos de comprender este amor mío
que descuella sobre mis otros amores.
ATENAIS.--Es un dolor que no pueda ser el único.
ASCLEPIGENIA.--La culpa, hasta cierto punto, la tiene el pícaro
misticismo. Por él nos separamos. Sin él hubiéramos vivido juntos,
hubiéramos sido humanamente amantes y esposos, y ni yo hubiera caído,
ni Proclo hubiera llegado a ser, con lamentable precocidad, y quedándose
pobre, un vejestorio tan incapaz, y tan feo.
ATENAIS.--Tu propósito era difícil. No extraño que no hayas podido
cumplirle. El temple de alma de la emperatriz Pulqueria es rarísimo.
ASCLEPIGENIA.--¿Qué temple de alma ni qué calabazas? Ella es emperatriz
y no necesita de un Crematurgo.
ATENAIS.--¿Tiene acaso algún Eumorfo?
ASCLEPIGENIA.--¡Vaya si le tiene! Nadie lo ignora, menos tú, que estás
en Babia, y Marciano, que hace la vista gorda.
ATENAIS.--¿Y quién es ese feliz mortal?
ASCLEPIGENIA.--El lindo y gracioso Paulino.
ATENAIS.--Pues no tiene mal gusto la santa.
(Aparece una sierva.)
SIERVA.--Señora, Crematurgo pide licencia para entrar.
ASCLEPIGENIA.--Que entre. (Vase la sierva.)
ATENAIS.--¿Me retiro?
ASCLEPIGENIA.--Retírate. (Vase Atenais.)

ESCENA X.
ASCLEPIGENIA, CREMATURGO, PROCLO Y EUMORFO. (Asclepigenia se pone de pié
para recibirlos.)

ASCLEPIGENIA.-¡Qué agradable sorpresa! ¿Qué significa venir los tres
juntos a mi casa?
CREMATURGO.--Envidiable frescura te concedió el cielo. ¿Cómo, al vernos
entrar juntos a los tres, no tiemblas, no te asustas, no te hundes
avergonzada en el centro de la tierra?
EUMORFO.--Eso mismo repito yo. ¿Cómo no te hundes en el centro de la
tierra?
CREMATURGO.--¡Inicua! Nos estabas engañando a todos.
EUMORFO.--Esto pasa de castaño oscuro. ¡Tres al mismo tiempo!
CREMATURGO.--¿Qué puedes alegar en tu defensa?
EUMORFO.--Con razón enmudeces.
ASCLEPIGENIA.--Yo no enmudezco ni con razón ni sin ella. A fin de
probaros que la razón no me falta, os contaré una parábola, si tenéis
calma para oírla.
CREMATURGO.--Cuenta.
EUMORFO.--Te escucho.
ASCLEPIGENIA. (A Proclo, que ha estado y sigue silencioso desde que
entró.) Y tú, ¿qué dices?
PROCLO.--Nada. Te escucho también.
ASCLEPIGENIA.--En el jardín de este palacio hay un rosal, que estaba
casi seco y perdido por hallarse en terreno estéril.--¿Qué necesita? me
dije yo al contemplarle.--Mantillo, me respondí. Es menester que de las
sustancias corrompidas que en el mantillo hay absorba el rosal la savia
vivificante que ha de dar lozanía, gala y primor a sus hojas y a sus
flores. Cubrí, pues, con mantillo las raíces y el pié del rosal, y el
rosal ha reverdecido y florecido como por encanto. La verdura de sus
hojas es brillante: sus rosas son divinas. Los pétalos de estas rosas
tienen el color encendido del alba: el centro parece cáliz de oro: en el
cáliz hay miel. ¿Qué ser delicado, elegante, ligero, bonito, en armonía
con la rosa, podrá tocar sus pétalos sin marchitarlos, y libar la miel
del cáliz con la correspondiente suavidad y finura?--Una aérea, pintada
y alegre mariposa, pensé yo. Y apenas lo hube pensado y deseado, acudió
la mariposa más gentil y juguetona que he visto en mi vida; y
revoloteando en torno de la rosa, se posó en su seno, sin ladear apenas
el flexible tallo, y libó la miel del cáliz de oro. Noté, sin embargo,
que esto no bastaba. De la rosa se desprendía exquisita fragancia, que
iba disipándose por el ambiente y que el céfiro esparcía en sus alas. En
la rosa había asimismo belleza extraordinaria, reflejo de la idea;
perfección de formas, que encierra puros pensamientos artísticos. Esto
sólo puede comprenderlo la inteligencia. Sólo el espíritu puede gozar de
todo esto. Es así que la mariposa no tiene inteligencia, ni espíritu, ni
siquiera olfato: luego al rosal le faltaba lo mejor. Sus prendas de más
valía quedaban sin fin y sin propósito. Entonces vi claro que, si el
mantillo y la mariposa eran indispensables para el rosal, eran más
indispensables aún mente elevada, espíritu y conciencia, que le
comprendiesen y admirasen. Aplicad ahora la parábola y reconoceréis mi
justificación. Yo soy el rosal; tú, Crematurgo, eres el mantillo; tú
Eumorfo, la mariposa; y Proclo es la nariz que aspira el aroma y la
mente que estima la beldad y goza dignamente de ella. ¿Qué culpa
adquiere el rosal de que nada sea completo en este bajo mundo? ¡Lástima
es que no se logren mantillo, mariposa, narices y mente en un ser solo!
Como el rosal requería todo esto y no se hallaba reunido, he tenido que
buscarlo por separado.
CREMATURGO.--Pues yo no me avengo. No quiero ser mantillo y nada más.
¡Adiós, ingrata! (Vase.)
EUMORFO.--Tampoco me resigno yo a ser una mariposa ininteligente, sobre
todo cuando por amor tuyo me había puesto ya a estudiar filosofía.
¡Adiós infame! (Vase.)

ESCENA XI.
ASCLEPIGENIA, PROCLO.
ASCLEPIGENIA.--Mantillo y mariposa me abandonan. ¿Me abandonarás tú
también, Proclo mío?
PROCLO.--Confieso que mi alma está destrozada. Tal vez haría yo bien en
huir de tu lado para siempre; pero hay una fuerza que me retiene cerca
de ti. En balde he querido espiritualizar, santificar la civilización
antigua, risueña y amante de la hermosura, pero liviana. No acierto, con
todo, a divorciarme de ella. Soy de ella. Soy tuyo sin remedio. El
vergonzoso y duro desengaño no mata el amor de mi corazón al derribar
todo el edificio filosófico que con tanto afán y arrogancia había yo
levantado. Se me figura que cae sobre mí el justo castigo de la
soberbia del espíritu. El espíritu se apartó con desdén de la
naturaleza; quiso elevarse por cima de la inteligencia y de la causa;
pugnó por ir más allá del ser mismo; aspiró a confundirse con el
principio inmutable de todo ser. La unión mística, de que tanto me he
envanecido, fue sin duda ilusión malsana. El principio indefinible del
ser, con el cual yo creía unirme, y del cual todo lo que se afirma es
negando, era el no ser: era la nada. Mi supuesta identificación con él
fue muerte egoísta. No fue la muerte generosa de aquel que, amando la
vida, sabe darla por el triunfo de una noble idea; por su patria; por la
felicidad del objeto amado. Mi prurito de perderme en el Uno,
absorbente, impersonal, que todo lo tiene en sí y nada tiene, es la más
monstruosa perversión del espíritu. Es no saber vivir y gozar en el seno
de este vario y bello Universo. Es crear un misticismo contrario al
amor. Mi misticismo reconcentra el alma: el amor la difunde. Apartado el
espíritu de la naturaleza, ¿qué se puede esperar sino lo que veo y
lamento ahora? O el delirio que toma la nada por el principio del ser, o
la vileza, el rebajamiento, la impura grosería y el brutal apetito de
goces materiales, triunfantes en la naturaleza, en la sociedad y en todo
pensamiento, cuando el espíritu los abandona. En cambio, ¿qué vale el
espíritu que se aparta del mundo real, creyendo adorar lo divino y
adorándose a sí propio? Ni para resistir los golpes del infortunio más
vulgar conserva brío suficiente. ¿Qué energía de voluntad me queda? Sólo
soy capaz de vil y cobarde resignación o de morirme aquí de pena, como
mujercilla nerviosa. ¡Qué vergüenza! No puedo más. ¡Ay de mí!
(Proclo cae desmayado en la silla-larga.)
ASCLEPIGENIA.--¡Atenais! ¡Atenais! ¡Acude! ¡Oh desgracia! Acude; trae un
pomo de esencias. ¡Nos quedamos sin filosofía! Ya no hay filosofía
posible. Ya no hay más que ciencias positivas y prosaicas. Mi filósofo
se me muere. (Se inclina sobre él y le abraza con la mayor ternura.)
Huele mal; pero... ¡es tan sabio! ¡es tan bueno!

ESCENA XII.
DICHOS, ATESTAIS.
(Atenais ayuda a Asclepigenia a cuidar a Proclo, aplicando un pomo de
esencias a sus narices)
ATENAIS.--Cálmate. No es nada. Ya vuelve en sí.
ASCLEPIGENIA.--¡Buen susto me he llevado! ¡Pobrecito mío de mi alma!
¡Qué malo se me puso!
PROCLO. (Se levanta.)--Perdóname, amiga. Ha sido un momento de
debilidad. (Reparando en Atenais.) ¿Quién es esta gallarda doncella?
ASCLEPIGENIA.--Es Atenais, hija de Leoncio.
PROCLO.--¡La hija de mi docto e ilustre amigo!... ¡El cielo te bendiga,
Atenais!
ASCLEPIGENIA.--¿Me perdonas, Proclo?
PROCLO.--No hablemos más de lo pasado: olvidémoslo.
ASCLEPIGENIA.--¿Vivirás conmigo?
PROCLO.--No quiero ni puedo vivir ya sin ti. Tú serás el lucero que
ilumine con su luz apacible la melancólica tarde de mi existencia. Estas
blancas y suaves manos (las toma entre las suyas) cerrarán con amor mis
párpados cuando se junten para dormir el último sueño.
ASCLEPIGENIA.--Contigo no echaré de menos ni la riqueza, ni la hermosura
corporal... ¿Qué más hermosura, que más riqueza que el tesoro de tu
alma? Si es menester, viviremos en la mayor estrecheza. Algo se me
estropearán las manos de guisar y de remendarte la ropa. La elegancia,
el esmero, el perfume de aristocrática distinción se desvanecerán casi
por completo cuando vivamos míseramente. ¿Pero qué importa? ¿Yo poseeré
tu alma y tú la mía?
PROCLO.--No ha de ser así. No consentiré que se pierda o que se
deteriore ni una chispa, ni un átomo de toda esa beldad que te dio
naturaleza y que el arte ha completado y realzado. Yo ganaré riquezas
para ti. Para ti tendré hermosura corporal y juventud lozana.
ASCLEPIGENIA.--No te alucines, Proclo. La juventud que se fue, no vuelve
nunca. Venus Urania no te visitó sin motivo. En cuanto a la riqueza, doy
por cierto que no ganarás jamás un óbolo con toda tu filosofía, a no ser
que apeles al milagro.
PROCLO.--Pues bien; al milagro apelo. Ahora vas a ver quién yo soy.
¡Aquí te quiero, oh Teurgia! Para algo me has de servir. Hasta ahora,
Asclepigenia idolatrada, has poseído en Eumorfo y en Crematurgo
hermosura, juventud y riquezas, contingentes, limitadas y caducas. De
hoy en adelante vas a poseer la juventud, la hermosura y la riqueza, en
absoluto y para siempre. Guardad silencio religioso. Ya empieza el
conjuro.
(Profundo silencio. Proclo, agitando su báculo, traza en le aire
círculos y otras figuras mágicas, y murmura entre dientes palabras
ininteligibles. Óyese música celestial, lenta y sumisa. En el centro del
teatro se va cuajando una brillante y cándida nube, con arreboles de
carmín, oro y nácar.)
ASCLEPIGENIA Y ATENAIS.--¡Qué portento!
PROCLO.--Ocultos en esa nube tienes ya, a tus órdenes y para tu
servicio, en reemplazo de Eumorfo y de Crematurgo, al flechero Apolo, al
más elegante y bonito de los dioses, y al hijo de Jasión y de Céres, al
ciego Pluto, dispensador de las riquezas. ¿Quieres que salgan con
séquitos de musas, gracias, ninfas, y genios, o que salgan solos?
ASCLEPIGENIA.--Que salgan solos. Ya les iré pidiendo, en la sazón
conveniente, todo aquello que se me ocurra.
PROCLO.--¡Apareced, dioses!
(Se abre la nube, y salen de ella, con mucha luz de Bengala, Pluto,
cojo, ciego y alado, y Apolo, muy bizarro y airoso, con manto de
púrpura, corona de laurel y lira en mano.)
PROCLO.--¿Qué más tienes que pedir?
ASCLEPIGENIA.--Nada. Yo me contentaba con tu amor.
PROCLO.--Recapacita, sin embargo, si algo te falta.
ASCLEPIGENIA.--Si no me motejases de sobrado pedigüeña y exigente, aún
te pediría una cosa.
PROCLO.--¿Cuál?
ASCLEPIGENIA.--Que te laves.
PROCLO.--Me lavaré.
ATENAIS.--Ya eres dichosa. Posees ciencia, hermosura, juventud, riqueza
y hasta aseo. Yo, desvalida y menesterosa, lejos de envidiarte, me
regocijo.
PROCLO.--El cielo te premiará, generosa Atenais. Yo, que estoy ahora
inspirado, leo en el porvenir tu egregio destino. El joven Teodosio, a
quien educa muy bien su hermana Pulqueria, a fin de que brille en el
trono imperial, se casará contigo. Así serás emperatriz de Oriente.
Serás feliz y poderosa sin acudir a la magia; pero tendrás que hacerte
cristiana. Por último, para que nuestra gloria y nuestra felicidad sean
más estupendas y vividoras, después que pasen troce o catorce siglos,
contando desde el día de la fecha, aparecerá en la risueña y fértil
Bética, cuna de la dinastía reinante y patria de tu abuelo político el
Gran Teodosio y de otra infinidad de personas eminentísimas, cierto
escritor ingenioso y verídico, el cual ha de componer sobre los sucesos
de esta noche un diálogo, donde trate de competir con el divino Platón
en lo elevado y grave, y con el satírico Luciano en lo chistoso y
alegre.
ATENAIS.--Mucho me he de holgar si tus vaticinios se cumplen.
ASCLEPIGENIA.--Y yo también. Temo, sin embargo, que ese diálogo, que
Proclo anuncia, sea una extravagancia sin amenidad y sin viveza, donde
nosotros figuremos, no como seres reales, sino como personajes
alegóricos: donde Proclo y yo representemos la antigua poesía sensual y
corrompida y el antiguo saber agotado, desesperado y estéril, que para
seguir viviendo juntos se entregan a brujerías y supersticiones.
ATENAIS.--Si esa alegoría puede tener alguna aplicación cuando el
diálogo se escriba, tal vez interese el diálogo.
ASCLEPIGENIA.--Suceda lo que suceda, no debe importarnos mucho. Allá se
las haya el autor. Nosotros cinco, mortales y dioses, vámonos al
triclinio, donde tengo preparada una suculenta y bien condimentada cena.
MORTALES Y DIOSES.--Vámonos a cenar.


GOPA
DIÁLOGO FILOSÓFICO EN TRES CUADROS.

CUADRO I.
La escena es en la ciudad de Capilavastu: 593 años antes de Cristo.
Interior del magnífico palacio del Príncipe Sidarta. Es de noche. Cámara
del tálamo, iluminada por una lámpara de oro.
GOPA.--PRATYAPATI.
PRATYAPATI.--Los más vigilantes siervos del rey Sudonán rondan en torno
de este palacio. Las puertas de la ciudad están defendidas. No se irá.
Es menester que no se vaya. Sin él ¿qué será de nosotras? Con igual
vehemencia le amamos, aunque de manera distinta. Yo le amo como si fuera
mi hijo. Cuando, a poco de darle vida, murió BU madre Maya Devi, por
encargo suyo quedó Sidarta a mi cuidado. No quisieron los dioses que
ella viviese, para que no padeciera lo que nosotras padecemos hoy.
GOPA.--Inmenso dolor nos agobia. ¿Por qué anubla su hermosa frente
irremediable tristeza? ¿Por qué desea abandonarnos? ¿Qué falta, qué
mengua encuentra en mí? Yo le hubiera preferido a los dioses, como
Damayanti prefirió a Nal. Mi ventura se cifra en obedecerle con humildad
y en ser toda suya. ¡Ingrato! Su corazón insaciable no logra aquietarse
en mi amor. Su noble cabeza jamás reposa tranquila sobre mi seno. Ya no
me ama. Me juzga indigna de su cariño.
PRATYAPATI.--No te atormentes, ¡oh Gopa! Sidarta te ama. Para él eres tú
el ser predilecto entre todos los seres. Pero de amor nace su pena. Amor
es su martirio. Amor le devora, creando en su alma una piedad infinita,
que no consiente ni deleite, ni goce, ni paz tan sólo. Todos los males
de la vida pesan sobre su corazón, que abarca en su afecto la vida de
los tres mundos. Amor, primogénito de la naturaleza, por una fatal
expansión de su esencia divina, dio ser a cuanto vive; y con la vida
nacieron el dolor, la pobreza, la enfermedad y la muerte. Se diría que
Sidarta es la encarnación, el avatar de Amor, que llora y lamenta haber
creado la vida; que padece en sí cuanto todo ser que tiene vida padece,
y que anhela retrotraer la vida a la nada para que el padecimiento
acabe.
GOPA.--Efímera es la vida: el padecimiento que de ella nace debe de
serlo también.
PRATYAPATI.--No, Gopa; la vida no tiene término. La muerte es cambio, no
fin. Arrastrados en la perpetua corriente, mudamos de forma, pero no de
esencia, la cual renace o reaparece siempre para el dolor. En este
sentido, los dioses, los asuras y los hombres son igualmente inmortales.
GOPA.--¿Y no hay ningún dichoso?
PRATYAPATI.--Ninguno. La infelicidad es la primera condición de la vida.
GOPA.--¿Y por qué Amor creó la vida, y la infelicidad con ella?
PRATYAPATI.--Porque Amor no fue libre. Como del sol brotan los rayos,
como el agua mana de la fuente, así de Amor brotó y manó la vida. Sólo
movido de compasión sublime, en virtud de un esfuerzo superior a lo
humano y a lo divino, recogiéndose en sí con abstracción portentosa,
logrará Amor recoger también en sí la vida y darle quietud eterna.
GOPA.--Veo que piensas como Sidarta. Aplaudes, sin duda, su propósito,
que yo no comprendo.
PRATYAPATI.--Hasta cierto punto pienso como él; pero su propósito es
audaz, me parece irrealizable, y por audaz e irrealizable no le aplaudo.
Si él estuviese llamado, como cree, a ser el libertador de los hombres,
yo vería y haría con gusto cuantos sacrificios hay que hacer para
lograrlo.
GOPA.--¡Oh Pratyapati! ¡Cuán encontrados sentimientos son los nuestros!
Si tú le amas como madre, yo, como esposa, como mujer enamorada le amo.
Este modo de amar es menos fuerte, por lo común, que el amor de madre.
En el amor de madre hay mucho que nace de las entrañas y que allí se
arraiga. Por eso, no ya las mujeres, sino las mismas fieras aman a sus
hijuelos. La mujer enamorada de un hombre, cuando sólo le ama con el
amor de las entrañas, no le ama más que le ama su madre; pero cuando le
ama también con el amor del espíritu, le ama mil y mil veces más que la
madre más amorosa; le idolatra; le mira como a un dios; tiene fe en él;
le cree capaz de todo lo grande y de todo lo bueno; piensa que de la
voluntad de él, que es ley para ella, han de nacer el milagro, el bien y
la bienaventuranza para todos. No sé, no comprendo el propósito de
Sidarta; pero sé y comprendo que será bueno su propósito, y que le
logrará, si quiere. Si para que le logre he de hacer yo el mayor
sacrificio, pronta estoy a hacerle.
PRATYAPATI.--¡Oh desventurada y débil mujer! ¿Qué mísera resignación es
la tuya? Tú sola puedes detener al Príncipe con la deleitosa cadena de
tu afecto; mas la veneración que el Príncipe te inspira te excita hasta
a romper esa cadena. La violencia no bastará a retenerle; pero si tus
blancos y suaves brazos le cautivan, ¿cómo te apartará de sí para ir a
donde sueña que su vocación le está llamando? El Rey pone en ti su
esperanza. No la defraudes. Reten a Sidarta con el hechizo de tu amor y
de tu hermosura. No le dejes partir.... Siento pasos. Sidarta viene. No
quiero que me halle aquí. Animo, ¡oh Gopa!
(Se va Pratyapati.)
GOPA.--Animo.... para detenerle no me falta; no le necesito. Para
dejarle partir he menester de todo mi valor.
(Entra el Príncipe.)
SIDARTA (abrazando a Gopa)--¡Esposa mía!
GOPA.--Dime la verdad. ¿Me amas aún?
SIDARTA.--Te amo más que nunca.
GOPA.--¿Por qué, entonces, estás inquieto, triste y como desesperado?
¿Por qué no se aquieta en mí tu voluntad?
SIDARTA.--Si no te amase, mi voluntad no se aquietaría en ti, porque
buscaría más alto objeto de su amor. Amándote, no se aquieta tampoco,
porque teme perderte. En breve plazo nos separará el destino, y
renaceremos bajo nuevas formas para no volver acaso a encontrarnos
jamás. Y no nos separaremos en la plenitud de la hermosura y de la
fuerza, jóvenes y robustos aún, sino tal vez marchitos por la vejez y
sobrecargados de disgustos y enfermedades. Esto hará que el afecto que
hoy nos tenemos se trueque en desvío y en horror, o dé origen a una
piedad dolorosa. Pero aunque tú y yo ¡oh hija de Dandapani! lográsemos
revestirnos de juventud perpetua y disfrutar perenne salud, viviendo
unidos y enamorados siempre, nunca seríamos felices, como no fuésemos
egoístas. El dolor de cuanto respira, el padecer de cuanto alienta, la
muerte de cuanto vive y el espantoso espectáculo de la miseria humana
acibararían nuestra ventura, o nos harían indignos de gozarla por la
dureza de nuestros pechos sin compasión y por la sequedad de nuestros
ojos sin lágrimas.
GOPA.--Tus razones son tan poderosas para mí, que no sé cómo responder
a ellas. Si algún engaño contienen, no seré yo quien te saque del
engaño; caeré en él contigo. Es cierto: lo sé por experiencia propia: no
hay dicha cumplida. Ni cuando tú, violentando la dulce modestia de tu
condición y prestándote al capricho de mi padre, te presentaste a
competir con mis pretendientes, y en la lucha, en la carrera, en
disparar flechas y en esgrimir las demás armas, los venciste; ni cuando
me revelaste que me amabas; ni cuando toda yo fui tuya; ni cuando sentí
en mi seno agitarse viva tu imagen; ni cuando alimenté a nuestro hijo
con la leche de mis pechos; ni cuando, sentado en mi regazo, aquel claro
descendiente de Gotama respondió por vez primera a mi sonrisa con su
sonrisa y atinó a pronunciar tu nombre y el mío; nunca dejaron de
acibarar mi contento el temor de perder el bien que le causaba y la
consideración de que nuestro contento y nuestro bien eran privilegio
odioso, eran contravención de la ley que condenó a los hombres a general
infortunio. Pero dime; si me amas, ¿nuestro infortunio no será mayor
separándonos? ¿Por qué, pues, me huyes? Afirman que nos quieres
abandonar a todos. ¿Qué propósito llevas? Porque el dolor sea general y
necesario, ¿hemos de acrecentarle por nuestra voluntad, como lo
acrecentarás si nos abandonas?
SIDARTA.--Bien sabes, hermosa nieta de Iksvacú, que por mi voluntad no
se ha derramado jamás una sola lágrima. ¿Cómo había yo de darte
voluntariamente el pesar más pequeño? Jamás me apartaría yo de tu lado,
si esto me fuera lícito; pero no debo ocultártelo por más tiempo: un
deber imperioso me impulsa a ir lejos de ti.
GOPA.--¿No te alucina, no te extravía ese deber?
SIDARTA.--No es posible que me alucine. Mi resolución no ha sido súbita,
sino nacida de largas y profundas meditaciones. Yo quiero y puedo
libertar a los hombres de la miseria, del dolor y de todos los males:
mostrarles el camino de la redención, redimiéndome yo mismo. Mi
inteligencia, abstrayéndose de todo, desdeñando los deleites ilusorios
con que nos brinda el Universo, en la contemplación de sí propia, en el
éxtasis, irá poco a poco alcanzando la suprema sabiduría, elevándose por
cima de los dioses y de los asuras, adquiriendo un poder mágico que
rompa la ley fatal del encadenamiento de las causas; y, por último,
llegada al colmo de su brío, realizada toda la virtud de su esencia, se
extinguirá para siempre, como se extingue la llama cuando da al mundo
toda la luz y todo el calor que están en ella latentes. Mi vida será así
ejemplo y dechado para los que aspiren, como yo, a salir de la esfera
tempestuosa de la vida y de las mudanzas sin fin, y busquen la paz
eterna. Obra fatal de Amor, efusión de su esencia divina fue este
Universo tan lleno de dolor. Sean obra reflexiva de Amor el
aniquilamiento, el silencio y el reposo que nos salven del tumulto y de
la guerra. Limitación y mengua son el fundamento de nuestra vida como
individuos. Rompamos el límite, completemos el ser para que no tenga
mengua alguna, y entonces nuestra existencia sin límites, y entera, sin
mengua ni falta, será como si no fuese.
GOPA.--El fin a que caminamos es para los ojos de mi mente tenebroso
como el abismo. Como en el abismo, hay en él algo que me seduce y que me
atrae. No penetro, sin embargo, lo que puede ser este fin; pero los
móviles que a él te llevan son generosos, admirables, dignos de tu alma.
Sidarta mío, aun cuando fuese errada la dirección que llevas, es tan
noble el impulso que por ella te ha lanzado, que, lo presiento con
orgullo, las generaciones futuras por siglos y siglos habrán de
bendecirte y ensalzarte como al más glorioso de los hombres. Mil tribus,
naciones y pueblos seguirán tus huellas y aprenderán tu doctrina. Por mi
amor de esposa, por el amor que tengo a nuestro hijo, quisiera oponerme
a tu empresa y retenerte a mi lado; pero el amor de tu gloria, que
reflejará en mí y en tu hijo, me mueve a no impedir tu partida, aunque
el impedirla estuviera a mi alcance. Ve, pero llévame contigo. Déjame
primero compartir tus trabajos y después tu triunfo.
SIDARTA.--No puede ser. Debo partir solo.
GOPA.--Mi corazón se deshace de dolor; pero me resigno devotamente. ¿Y
cuándo, bien mío, ha de ser tu partida?
SIDARTA.--En el instante, ¡oh hermosa nieta de Iksvacú! Estamos en la
mitad de la noche. Mira al claro cielo. ¿Ves aquella luz que brilla en
Oriente? Es mi estrella, que se levanta para iluminarme y guiarme.
Chandac, mi escudero, tiene enjaezados los caballos. Los que guardan la
puerta oriental de Capilavastu, por donde ya asoma mi estrella, están
ganados y me dejarán partir. Queda en paz, ¡oh Gopa!
GOPA.--¡Oh señor del alma mía! Tu esclava gemirá abandonada por ti
mientras viviere. Si no lo repugnas, ya que no a la mujer querida,
concede el último favor a la madre de tu hijo. Sella mi rostro con tus
labios.
(Sidarta besa a Gopa en silencio. Gopa le estrecha en sus brazos y le
besa también. Sidarta se desprende de ella con suavidad y huye. No bien
Sidarta desaparece, Gopa cae desmayada.)

CUADRO II.
Sigue la escena en la ciudad de Capilavastu: 593 años antes de Cristo.
Es de día. La misma cámara del tálamo.
GOPA y PRATYAPATI.
PRATYAPATI.--Quiero decírtelo, aunque sea dura contigo. No; tú no le
amas, ya que estaba en tu mano detenerle y le dejaste partir.
GOPA.--Él es mi señor; yo, su sierva. No estaba en mi mano detenerle. Su
voluntad es firme y superior a todos mis halagos; pero, aun pudiendo yo
detenerle, no le hubiera detenido.
PRATYAPATI.--¿Por qué? ¿Acaso crees en su doctrina?
GOPA.--Yo creo en el impulso magnánimo que le mueve, y esto me basta:
creo en su dulce compasión por todos los seres; en su amor a los
hombres, a quienes mira como a hermanos, sin distinción de castas; y en
su deseo vehemente de enseñarles el camino de la virtud y de la paz.
Sólo no creo en una cosa de las más esenciales que él afirma; y si de
esto dudo, o más bien, si esto niego, es por lo mucho que le amo. ¿Cómo
he de creer yo en nuestra incurable miseria, en nuestro inconsolable
dolor, y en que la actividad de la mente es don funesto, cuando, en el
colmo de mi amargura, abandonada por él para siempre, todavía vale más
el recuerdo de la dicha alcanzada y de la honra obtenida en ser suya que
todo el pesar del abandono en que me deja? ¿Cómo he de creer que la vida
es un mal, cuando veo y columbro la suya, que ha de ser fuente de tantos
bienes? ¿Cómo he de apreciar en poco la vida, cuando el precio infinito
de la vida de él bastará para el rescate del linaje humano? ¿Cómo he de
llamarme infeliz y no bienhadada, si el fruto de su amor vive en nuestro
hijo, si la gloria de su nombre me circundará de fulgores inmortales, y
si el recuerdo de que ha sido mío, de que le he tenido a mis plantas,
idolatrándome, embelesado en la contemplación de mi belleza, a par que
lisonjea mi orgullo, es inagotable manantial de consuelo para mi alma?
PRATYAPATY.--No es hondo el dolor que tan fácilmente halla consuelo. No:
tú no le amas.
GOPA.--Quien no ama ni entiende de amor eres tú, Pratyapati. Porque le
amo, en el mismo dolor hallo consuelo, y no sólo consuelo, sino deleite
y gloria. Y mientras el dolor es más intenso, es la dulzura más grata.
Padecer por él, llorar por él, verse condenada por él a soledad horrible
y a viudez prematura, es sacrificio santo que hago en aras de su amor y
que encierra una virtud beatificante. Tú estás más prendada de su
doctrina que de su persona. Yo adoro su persona, y en parte desecho su
doctrina. Por amor suyo la desecho. No es funesto don la luz de mi
inteligencia, ya que alumbra su imagen; no es funesto don mi memoria
inmortal, ya que su recuerdo vive en ella. Abomino del reposo, de la
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - Cuentos y diálogos - 8
  • Parts
  • Cuentos y diálogos - 1
    Total number of words is 4880
    Total number of unique words is 1686
    33.5 of words are in the 2000 most common words
    45.6 of words are in the 5000 most common words
    52.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cuentos y diálogos - 2
    Total number of words is 4797
    Total number of unique words is 1620
    35.8 of words are in the 2000 most common words
    48.1 of words are in the 5000 most common words
    54.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cuentos y diálogos - 3
    Total number of words is 4839
    Total number of unique words is 1776
    32.0 of words are in the 2000 most common words
    45.5 of words are in the 5000 most common words
    51.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cuentos y diálogos - 4
    Total number of words is 4813
    Total number of unique words is 1757
    32.9 of words are in the 2000 most common words
    46.8 of words are in the 5000 most common words
    53.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cuentos y diálogos - 5
    Total number of words is 4869
    Total number of unique words is 1760
    32.8 of words are in the 2000 most common words
    45.4 of words are in the 5000 most common words
    51.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cuentos y diálogos - 6
    Total number of words is 4736
    Total number of unique words is 1679
    33.7 of words are in the 2000 most common words
    46.9 of words are in the 5000 most common words
    54.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cuentos y diálogos - 7
    Total number of words is 4841
    Total number of unique words is 1605
    33.9 of words are in the 2000 most common words
    47.5 of words are in the 5000 most common words
    53.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cuentos y diálogos - 8
    Total number of words is 4781
    Total number of unique words is 1680
    34.2 of words are in the 2000 most common words
    47.5 of words are in the 5000 most common words
    53.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cuentos y diálogos - 9
    Total number of words is 320
    Total number of unique words is 202
    45.0 of words are in the 2000 most common words
    56.7 of words are in the 5000 most common words
    63.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.