Cosas que fueron: Cuadros de costumbres - 10

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la tierra!--Y, si he de decirle á V. toda la verdad, llegó á tal punto
mi plétora de sávia, de amor y de entusiasmo, que me parecía que yo
mismo iba á cubrirme de hojas y á echar ramas como un alcornoque.--Ni
era yo solo el que se abandonaba así á las complacencias de su ser, á la
dicha de haber nacido, al orgullo de no haber muerto.--Una hermosa
extranjera, que en bailes y conciertos representa gloriosamente á su
remoto país, le decía la otra noche á un legislador, no sé si senador ó
diputado:--«¡Oh, qué sol el de Madrid! ¡No comprendo cómo pasan Vds. la
tarde en la triste atmósfera de una cámara, hablando de ruines intereses
humanos, de jurisprudencia ó de economía política, en vez de disfrutar
estos hermosos días, y ver un cielo tan infinito, y recibir los halagos
de un sol tan cariñoso!»--«¡Ah, señora!... (contestó el hombre de
Estado:) V. es del Norte y le da valor á eso: nosotros los españoles
hemos llegado á cansarnos de tanto sol, y hay días en que no sabemos qué
hacer con él!»--De aquí, Marquesa, concluyo yo que, si el sol se
exportara, seríamos la primera nación comercial de Europa...--Pero son
las ocho... Perdóneme V.: me voy al teatro.
--¿A cuál?
--Al Circo; á oir á Matilde Díez en _Amor de Madre_ y en _La Sociedad de
los trece_.
--Pues no tiene V. que correr. Hasta las nueve y media no empieza
Matilde. Antes dan una piececita...
--Según eso, Vizconde, V. ha estado ya en el Circo...
--Sí: fuí el sábado con el Barón.
--¿Y qué tal Matilde Díez?
* * * * *

SEXTA VISITA.
CUMPLEAÑOS DE LA MARQUESA.--UN PERIÓDICO REDACTADO POR
MUJERES.--EXCELENCIAS DEL «GIGOTE».--CONCIERTO EN CASA DE LA
CONDESA DEL MONTIJO.--MESA REVUELTA. VERDADERO VALOR DE 30.000.000
DE DUROS.--EL PROFETA EN SU TIERRA.
--¡Perdón, Marquesa, perdón!
--¡Quítese V. de mi vista!
--¡Marquesa, le juro á V...!
--Va V. á perjurar.--¡Cómo! Prometernos ir á la quinta y no parecer por
allí!... Quisiéramos saber qué poderosas razones le han asistido para
ello...
--Voy á decirlas.
--¡Que no hable!
--¡No hay palabra!
--¡Que se le juzgue sin formación de causa!...
--Pues bien: espero mi castigo.
--Ya lo lleva V. en el mismo pecado. Hemos pasado un día delicioso:
hemos bailado, cantado, jugado al tute... En fín, no nos hemos acordado
de V.
--¡Ah! Matilde... Ese es demasiado rigor.
--Pues hay más: Morón ha pronunciado un discurso; Güell y Renté ha
improvisado un coro; el Barón ha hecho juegos de manos; _Fernando Pérez_
ha recitado versos, y nosotras lo hemos coronado de violetas...
--¡Ah traidor! ¡Después de lo que ha dicho de _la Marquesa_ en su
_Revista_ de _El Estado_!
--¡Cómo! ¿Qué ha dicho?
--No puedo contarlo.--Vds. me han retirado el uso de la palabra.
--¡Ah! V. quiere indisponernos. ¡Pues sepa V. que _Fernando Pérez_ me
ama, á pesar de mis sesenta años!
--¿Cómo, Marquesa? ¿V. tiene sesenta años?
--¡Sesenta años de relój! Hoy los he cumplido...--Hasta aquí me he
estado quitando diez.
--¡Y los ha celebrado V. con un día de campo! ¡Qué magnanimidad!
--¡Justo!--Gradúe V. ahora toda la extensión de su desaire.
--¡Oh! estoy desesperado... ¡Castíguenme ustedes, por compasión!
--¡Sí: que se le castigue! Obliguémosle á escribir en _La Epoca_ un
artículo en que proclame todo lo que convenga á nuestros intereses.
--¡Ah! señoras!... Respeten Vds. el ente moral _periódico_...
--¡No hay escape! Apunte V. en su cartera.--Primeramente...
--Primeramente (repitió Matilde), diga usted que todos los hombres son
unos necios...
--¡Señorita, respete V. las instituciones! ¡Yo no puedo decir eso!
--Diga V. que no nos gusta que lleven el pantalón tan ancho...
--Que, con crinolina y todo, valemos más que ellos...
--Que es una impertinencia eso de dejar de bailar tan luego como echan
bigote.
--Que es una majadería... un insulto... un desacato... una...
--Señoras: ¡Por lo más sagrado! ¿Cómo he de decir yo eso? ¡Perezca la
nación...; pero sálvense los principios!
--Diga V. que el _gigote_ de casa de Riquelme es la ambrosía del siglo
XIX...
--¡Que no vamos allí por Vds., sino por el _gigote_!
--Y dígalo de esta manera:
Máscara, para mí dulce y sabrosa
más que el «gigote» del festín ajeno...
--¡Ah! si estuviera aquí _Fernando Pérez_, pediría la palabra para
defender á una ausente!... Ya sabemos quien es esa máscara.
--¡No ha habido ofensa! Sólo ha habido alusión... Y, á propósito: diga
V. en _La Época_ que ya es tiempo de que acaben los _hombres necesarios_
en política y las _mujeres necesarias_ en amor...--¡No más ídolos! ¡No
más fetichismo! ¡No más señorita B. y señorita H.!
--¡Yo no puedo decir eso en un periódico ministerial!...
--Pues diga V. al Gobierno que ya es hora de desamortizar á las
mujeres...
--¡Cuidado con el fiscal, señoras!
--Que no queremos residir en _manos muertas_...
--Matilde, en nombre del concilio de Trento, le quito á V. la palabra.
--Que estamos cansadas de ser _bienes de propios_.
--Eso no es exacto. Yo sé de algunas que son _males de ajenos_.
--Que queremos que se nos devuelvan las _garantías constitucionales_.
--Señoras, la _constitución_ de Vds. no ofrece garantías...
--¡Ofrece algo más! Nosotras fuimos las primeras en ejercer el derecho
de insurrección.--Eva fué _vicalvarista_...
--¡Vds. van á lograr que denuncien á _La Época_!
--¡Abajo los hombres! ¡Guerra al sexo barbudo! ¡Muera el pantalón!
--¡Pedimos que las _elecciones_ se hagan con entera independencia!
--El mal está en Vds., que nunca _eligen_ al candidato _natural_.
--¡La culpa es de nuestros padres, que nos niegan el dote, siempre que
tratamos de hacer nuestro gusto!
--¡Pedimos que se rectifiquen las listas electorales, y que se nos dé
voto en Cortes!
--¡Que se nos haga á un mismo tiempo _electoras_ y _elegibles_, como lo
son Vds.!
--¡Que nos regalen _turrón_ á las pobres, á fín de que podamos casarnos
con quien nos parezca!
--¡Que se den á nuestro sexo tres carteras en cada combinación
ministerial!
--La de Estado, á fín de _oirlo_ todo...
--¡No! la de Gracia y Justicia, para _ver_.
--Mejor es la de Guerra, para _tocar_.
--Yo quiero la de Gobernación, para _oler_.
--Pues yo prefiero la de Hacienda, para _gustar_.
--Faltan dos sentidos para la de _Marina_ y la de _Fomento_.
--Decía bien _Fernando Pérez_ la otra noche: necesitamos más sentidos.
--_¡Non bastan cinque!_
--El de _Fomento_ y el de _Marina_ pueden reducirse á uno solo...
--¡Se suspende esta discusión!
--Pues pasemos á otro asunto. Diga V. en _La Epoca_ que nosotras cuatro
somos las muchachas más bonitas de Madrid...
--Las más elegantes...
--Las más graciosas...
--¡Misericordia! Me sacarán los ojos las demás.
--Usted no lo dice por todas _las demás_: V. lo dice solamente por el
_Angel de la aureola_.
--¡Que se escriban esas palabras!--Yo no conozco á ningún angel.
--El _Angel de la aureola_ es una niña que lleva al rededor de la frente
un cerco de cabellos de oro, como la luna en el estío.--Son palabras de
V. en cierto folletín.
--_Lunaque nocturnos alta regebat equos._
--Seamos formales: de lo que debe V. hablar largamente en su artículo
es del concierto que hubo el jueves en casa de la condesa del Montijo.
--Eso es entrar en razón. ¡Diré todo lo que ustedes quieran, y todo me
parecerá poco!
--Pues bien: describa V. en primer lugar el aspecto fantástico de
aquella galería, en el instante supremo en que la señora de Prendergast
cantaba el aria de _Norma_. Dibújela V. tan hermosa y sublime como
estaba sobre el estrado que sostenía el piano: elogie V. su dulce y
melodiosa voz, su inspirada actitud, su exquisito sentimiento, y sobre
todo aquella expresiva fisonomía que tanto hablaba al corazón.--Las
paredes cubiertas de enredaderas, las columnas árabes, los agimeces, las
lámparas morunas, las flores, la brillante concurrencia, la hermosura y
elegancia de las _coristas_, la afinación y el gusto con que cantaron el
coro de la _Casta diva_ y el de la _Sonnámbula_, y, por último, lo bien
que acompañaron y dirigieron los Sres. Inzenga é Iradier, son cosas...,
digo personas..., digo...
--¡Bien por Matilde! ¡Eso se llama dirigir un periódico! Me ha dado V.
el artículo hecho.
--Además, puede añadir algunas pinceladas que retraten á sus beldades
favoritas..., la discreción de la una, la gracia de la otra, el talento
de ésta, la impenetrabilidad de aquella...
--¡No!... ¡no!... ¡nada de personalidades!
--¡Pues bien! hable V. entonces del baile que en aquel mismo edén se dió
el domingo.
--Eso es otra cosa.
--Amoneste V. á los actores del Teatro Francés para que se vistan mejor.
¡Todos parecen criados!
--Quéjese V. de que hace tres días que no tenemos ópera.
--Truene V. de camino contra la economía de gas que se advierte en el
teatro del señor Urríes; economía que no nos permite lucir nuestros
encantos...
--Anuncie V. el baile de máscaras que mañana se da en el Teatro Real á
beneficio de los pobres, y al cual vamos á asistir todas las damas
_inofensivas_ de la corte.
--Advierta V. al Sr. Salas, que en los Conciertos Religiosos de esta
Cuaresma no olvide el _Miserere_ de nuestro ilustre compatriota el
maestro Palacios, composición célebre en toda Europa y desconocida en
Madrid.
--Anuncie V. la llegada de la Guy-Stephan.
--Proteste V. contra ese empréstito de 30 millones de duros que piensan
votar los yankees para comprarnos la isla de Cuba. ¡Diga V. que si esa
cantidad se repartiera entre todos los actuales poseedores de la perla
de los mares, nos corresponderían dos napoleones por cabeza, y que aquí
no sabemos de ningún español que venda tan baratos á millón y medio de
hermanos suyos!
--Hable V. del _Circo Gallístico_, que tan animado está los domingos y
los jueves...
--Describa V. el magnífico espectáculo que ofrecía la otra tarde _El
Ariel_, donde lo mejor de Madrid presenció la gran partida de pelota
entre Visimodu y los hermanos Pello.
--Y diga V. que Madrid entero... que toda España... ha soltado una
carcajada homérica al saber que los granadinos han silbado el _Cid_ de
Fernández y González, drama aplaudido en todos los teatros de la
Península, representado treinta noches en Madrid y elogiado por
trescientos periódicos. Haga V. notar que Granada es la patria de
Fernández y González, y que, por consiguiente, han sido sus amigos, sus
compañeros de la infancia, los que han protestado contra una gloria tan
legítima, contra un triunfo tan indisputable. Pregunte usted á aquel
público si se cree más literato y mejor crítico que los demás públicos
de España, ó si sólo tuvo presente aquella noche la frase de Jesucristo:
_nadie es profeta en su tierra_. Dígales V. que este rasgo de malignidad
lugareña, que esta calumnia de vecindad, que esta conjuración de
comadres es indigna de un pueblo culto,--así como propia de gentes
degradadas y ociosas, sin ambición ni porvenir, impotentes y nulas para
todo lo grande y generoso. Dé V. las gracias, en fín, á los periódicos
de aquella desventurada ciudad, por la nobleza con que se han alzado
contra semejante miseria y mezquino proceder, y añada V., por mi parte,
que muchos granadinos nobles é ilustrados me han escrito llenos de
vergüenza y de indignación, pidiendo que su voto conste con el de la
_minoría_.
--¡Gracias Vizconde; gracias por esos arranques de corazón!--Ahora, con
permiso de ustedes, me retiro á mi casa, á fín de poner en orden todos
los materiales que me han dado.--Beso las manos á las señoras, y que me
besen los piés los caballeros.--He aquí mi saludo y mi programa.
1859.



EL COMETA NUEVO.
(ENSAYO ASTRONÓMICO-POLÍTICO.)

Nihil _novum sub sole_...
Esto es una verdad, al menos para mí, y hoy sobre todo.
_¡Nada... Nada hay nuevo bajo el sol!..._
Créolo á puño cerrado por dos razones: primera, porque la noticia está
en latín (y sabido es que, así en sermones como en discursos académicos,
no hay argumento más convincente que un texto de los Santos Padres ó de
los filósofos de la antigüedad, máxime si el latín es tan enrevesado que
nadie lo comprenda); y segunda, porque hoy quisiera regalar á mis
lectores algunas noticias frescas sobre artes, literatura, tauromaquia,
prestidigitación ó pirotécnia, y nada nuevo ocurre en tales ramos.
Pero consolémonos de la certeza del dicho que encabeza estos renglones
con la certeza de este otro que yo acabo de inventar:
_Aliquid novum super solem._--_¡Sobre el sol, hay algo nuevo!_[4]
Este algo es un _cometa_.
¿Qué nos trae el recienvenido? ¿Cuál es su historia? ¿Qué se propone
hacer en las elevadas regiones por donde arrastra su luminoso apéndice?
He aquí lo que me propongo investigar de la mejor manera posible.
Empezaré declarando, con permiso del señor fiscal de imprenta, que á
nada mejor puede compararse la numerosa serie de cometas conocidos, que
á la serie no menos numerosa de Ministerios del reinado de Doña Isabel
II.
Reflexionemos.
Los cometas aparecen cuando menos se los espera: su marcha es tal, que
nadie sabe á punto fijo á dónde van ni de dónde vienen: hasta hace muy
poco tiempo, se ha dudado si describían ó no una órbita parecida á la de
los demás astros, y no ha faltado tampoco quien los considere simples
meteoros ó meteoros simples de nuestra atmósfera, sin importancia ni
influencia alguna. Pero, como todo se sabe al fín en este pícaro mundo,
la ciencia ha demostrado ya de una manera palmaria que toda la
originalidad de los cometas consiste en que, describiendo curvas de
idéntica naturaleza á la de todos los planetas inofensivos, tienden, con
una fuerza todavía incalculable, á prolongar todo lo posible la duración
de sus revoluciones...
El catálogo de los cometas conocidos comprende ya más de doscientos.--No
habrá habido menos Ministros en España desde 1833.--Parécense también á
los Ministros en que, cuando antiguamente aparecía ó desaparecía un
cometa nuevo, había en el mundo grande agitación y zozobra, ni más ni
menos que si se tratara de un Alvaro de Luna, de un Marqués de Villena,
de un Duque de Lerma, de un Rodrigo Calderón ó de un Príncipe de la Paz,
mientras que ahora nos hemos acostumbrado tanto á verlos entrar y salir,
y los conocemos tan perfectamente, gracias á los telescopios que nos
trajo la civilización, que ya no reparamos en su presencia, ni sabemos
muchas veces su nombre, ni creemos que puedan influir sobre nuestro
globo sub-lunar.--Verdad es que en estos últimos tiempos han menudeado
de una manera lamentable... ¡Sólo por los años de 46 y 47 hubo hasta
ocho en doce meses..., lo cual aconteció también en punto á crisis
ministeriales españolas!...
Mucho pudiera extenderme en este paralelo inocentísimo entre cometas y
Ministerios; pero me parece más oportuno elevarme á otras
consideraciones, no sin hacer notar que los cometas, por inflexible ley
de su marcha, son los cuerpos que más se aproximan al sol, y que, cuando
están en su perihelio, desaparecen de pronto ante el rey de los astros,
no se sabe si derretidos ó absorbidos por él...
Sabido es que hay cometas _barbatos_, _caudatos_ y _crinitos_, según que
su apéndice afecta la forma de unas barbas, de una cola ó de una melena,
y que la cola llega á tener á veces tal extensión, que ocupa la mitad
del horizonte sensible. El famoso de 1689 traía el rabo medio enroscado
en forma de sable ó de cimitarra turca, geroglífico que asustó á los más
valientes; pero al cabo se vió que todo era ilusión óptica, lo cual me
recuerda á ciertos tiranos de teatro casero, que hoy beben el agua de
extranjeros ríos. El escrupuloso observador Babinet asegura que la
materia de que se componen tan tremebundas colas es cien veces más sutil
que el aire atmosférico, y que, por tanto, aunque en su desatentada
carrera alcanzara la cola de un cometa á nuestro globo, sólo produciría
un malestar tan ligero como el ocasionado por el último manifiesto del
Duque de la Victoria.
Bueno será advertir que hay cometas _periódicos_, como hay periódicos
que sólo pudieran servir para hacer _cometas_. Llámanse
_cometas-periódicos_ los que reaparecen después de un determinado número
de años. Uno de ellos es el de Carlos V, que tanto dió que pensar á
aquel célebre emperador, y que hasta se dice lo indujo á dejar el cetro
por el rosario. Su vuelta estaba anunciada para estos tiempos, y muchos
imaginaron al principio que era el mismo que hoy luce en nuestro
horizonte... Pero yo creo que España no ha vuelto todavía á merecer
visitas tan importantes.
Como quiera que sea, el viajero que nos ocupa no habrá venido á humo de
pajas... ¡Algo nos anuncia ó aconseja! ¡Algo nos promete, ó con algo nos
conmina!
¿Vendrá á predecirnos una guerra con el Riff?--¡Quiéralo Dios!--En tal
caso, transigiría yo con él, no en odio á los Moros, sino porque creo
que no debemos tenerlos tan olvidados...
¿Nos presagiará una guerra con Méjico?--¡Ojalá también!--La lucha entre
hermanos es preferible á la indiferencia.--La guerra puede acabar en
reconciliación. La indiferencia termina siempre en desprecio y olvido.
¡Ello dirá!...--Tentémonos la ropa por si acaso.
_Ut nunquam cœlo spectatam impune cometam._
¡Oh! sí... ¡Mucho ojo!
¡Y, entre tanto, no irritemos al cielo con abominaciones!
¡Traduzcamos del francés lo puramente preciso, y procurando que sea
bueno!
¡Legalidad en las elecciones!
¡Nada de zarzuelas!
¡Protección á las artes y á la literatura!...--¡Esto último sobre todo!
Si tal hacéis, el cometa no se meterá con el globo terráqueo, é irá á
descargar sus iras contra cualquier otro mundo más inmoral que el
nuestro.



Á UNA MÁSCARA.

Hace en este momento veinte y cuatro horas que te acercaste á mí en el
baile de máscaras del Teatro Real, y me dijiste, cogiéndome una mano:
--¡Júralo!
--¡Lo juro!--te respondí desesperadamente, por lo mismo que no sabía de
qué diablos se trataba.
--Acabas de jurarme (proseguiste diciendo) referirme en un periódico
todas tus aventuras de esta noche.
--¡Lo he jurado!--repliqué yo con cierta solemnidad.
--¡Si así lo hicieres, Dios te lo premie, y si no, te lo
demande!--añadiste lúgubremente, levantando los ojos al techo y
perdiéndote entre la muchedumbre.
Voy, pues, á cumplirte mi juramento.
Pero, antes, oye otra cosa.
Son las tres de la noche. En esta tu casa reina un silencio tan
profundo, que se oiría cenar á un gusano metido en una calavera.
¡No te asustes, amiga máscara; que la calavera en que estoy pensando
perteneció á una mujer inofensiva!
Mis ojos se hallan fijos en la pantalla de la lámpara que hace las veces
del sol sobre mi mesa.
En esa pantalla se ve la figura de una princesa china...--¡Es la única
mujer en quien, por la presente, puedo fijar los ojos!
Nadie sabe que estoy despierto... ¡Nadie!
¡Ah! ¿por qué nací soltero?--Yo hubiera querido nacer casado.
¡Pero casarse uno mismo!...
Quizás me equivoco, y no nací soltero, sino viudo.--¡Ay! ¡guardo allá en
el alma tales memorias de no sé qué felicidades perdidas!... ¡Llevo en
el corazón, desde que me conozco, tal sombra de luto, que ennegrece
todas mis esperanzas!...--¿Habré yo vivido otra vez?
De cualquier manera, si yo tuviera esposa, ella sabría que te estoy
escribiendo á media noche, á pesar de no conocerte, y la pobre tendría
celos, lo cual fuera para mí preferible á esta soledad que me consume...
Pero paso á decirte mis aventuras de anoche.
Anoche se me acercó otra máscara antes que tú, y me preguntó:
--¿Me conoces?
--No te conozco (le respondí); pero, en cambio, tú tampoco te conoces.
--¡Que yo no me conozco! (exclamó la encubierta).--Yo me llamo _Juana_.
--Eso te figuras tú, porque han dado en llamártelo.
--Te repito que soy _Juana_.
--Bien; pero _Juana_ es un nombre compuesto de cinco letras: resulta,
pues, que tú eres un pedazo de alfabeto.
--¡Y, además, una mujer!--añadió la máscara con cierta valentía muy
graciosa.
--¡Todavía no has dicho nada! (repliqué yo).--Una _mujer_ es muchas
cosas distintas, cuya esencia nadie conoce. Llámase _mujer_ á cinco ó
seis arrobas de carne y huesos (tú tendrás cinco y media, que es lo
clásico); á una partida de bautismo, si se trata de quien, como tú,
lleva un nombre cristiano; á una camisa, unas medias, unas botas, un
corsé, un miriñaque, unas enaguas y un vestido, suponiendo que no use
más cosas postizas; á un mueble en casa de su esposo, si es casada; al
retrato de una futura esposa, si es soltera; á un espectáculo para sus
amigas, si las tiene, y, en fín, á otras muchas cosas que no quiero
citar...--¡Te aconsejo, pues, que averigües quién eres, qué haces en el
mundo, y qué es el mundo!
Creo que ya irás formando idea de lo mucho que me divertí anoche en el
baile.
--¿Qué buscas aquí?--me preguntó otra máscara.
--¡Lo busco todo!--le contesté.
--¡Pues búscate á tí mismo!--replicó quien quiera que fuese.
Y desapareció como tú y como la otra máscara.
--¡Que me busque á mí mismo!...--balbuceé medio triste y medio alegre.
Y entonces recordé esta verdad, que me dijo mi padre hace muchos años:
--En el mundo no hay más que el _yo_ de cada hombre. Cada hombre es el
mundo. El primer meridiano se hallará siempre donde quiera que tú estés.
El universo es un espectáculo dispuesto para tí, aunque cada uno de los
demás hombres te considere á tí mismo como parte de _su_ espectáculo. ¡Y
es que cada cual lleva en su alma el infinito!
--_¡Búscate á tí mismo, y lo encontrarás todo!_--me había venido á decir
la última máscara.
Encerréme entonces en mi propio pensamiento, y no pude encontrarme á mí
mismo.
--¿Qué buscas aquí?--volvieron á preguntarme gentes que adivinan mi amor
á lo absoluto.
--No busco nada,--les respondí ya tranquilamente.
Y aquí terminan mis aventuras de anoche.
Entretanto, había yo dejado de considerar aquella fiesta como una broma.
Por el contrario: pensaba ya en que las máscaras son cosa muy seria, tan
seria cuando menos como las demás que hay en el mundo.
Y, en efecto, las máscaras tienen su razón de ser: no son una necedad ni
una locura: son un goce natural, aunque terrible; racional, aunque
espantoso.--Voy á probártelo.
Tú habrás pensado alguna vez en el profundo horror que causan á la
sociedad los anónimos y los pasquines, y habrás reparado en que estas
armas, tan alevosas como tremendas, apenas se usan en el combate de los
más ruines resentimientos. ¡No parece sino que se ha estipulado de
antemano no apelar nunca á estos golpes mortales, como se excluye la
estocada en ciertos duelos! Y es, realmente, que un maravilloso instinto
de conservación advierte á los más desalmados, que el anónimo, y sobre
todo el pasquín, acabarían por disolver la sociedad humana.--¡Figúrate,
por ejemplo, lo que pasaría en Madrid si mil ó dos mil personas se
dedicasen á escribir anónimos á todos los maridos engañados, á todas
las mujeres vendidas, á todos los que tienen amigos falsos, á cuantos
son objeto de murmuraciones, á los jefes de quienes se burlan los
subalternos, á los robados por personas de quienes no sospechan, y á
todos los que viven de ilusiones ó bañándose en las aguas del
olvido!--Pues añade el pasquín... ¡Imagínate el cinismo, la
desvergüenza, el desenfreno que produciría esta murmuración á gritos, y
el escándalo, los divorcios, los desagravios, los castigos, los
desquites, los horrores que llevaría al seno de las familias!--¡Espanta
el pensar en ello!
Ahora bien: como la privación es causa del apetito, la sociedad ha
querido disfrutar el bárbaro placer de verse disuelta tres ó cuatro días
cada año, y ha inventado las máscaras.
Merced á esta invención, durante las Carnestolendas, puede violarse ese
tratado tácito de los individuos, mucho más sagrado que el derecho de
gentes.--Porque no lo olvides: cada máscara que va á los bailes es un
anónimo: cada una que vocea en el Prado es un pasquín; y el Carnaval en
conjunto es un simulacro de la ruina, de la disolución de la
sociedad.--Leyes, respetos, sexos, clases, nombres, fisonomías, todo se
ve anulado, negado, derogado, escarnecido, en esa espantosa y general
revolución dirigida por Momo.
Las máscaras retrotraen las costumbres al estado salvaje. Las
convenciones humanas, las verdades legales, los principios que
constituyen la vida común de los pueblos, se convierten en objeto de
mofa y de ludibrio. Los hombres más graves gozan en establecer y
confirmar con sus hechos estas asoladoras conclusiones: «¡Todo es
mentira y vanidad en el mundo; todo farsa y locura! Nosotros, los que
hoy nos entregamos al placer de burlarnos de nuestras costumbres, de
nuestras categorías, de nuestras diferencias y variedades sociales, de
nuestros estatutos, de nuestras vestimentas, de nuestros tratamientos,
de todas las reglas de la vida, somos los mismos que mañana, metidos
otra vez en el molde social, daremos por resultado códigos y catecismos,
patíbulos y guerras, suicidios y apoteosis...»
Siento, querida máscara, que el estado de mi salud no me permita
continuar...--Tengo mucho sueño.
Madrid 1859.



BOCANADA DE HUMO.
Á MI AMIGO DON RICARDO ALZUGARAY Y YANGUAS.
A mal dar, tomar tabaco.
(_Refrán de nuestra tierra._)

Muy lejos estoy y he estado siempre de creer que nuestros sentidos
corporales sean cinco: _ver_, _oir_, _oler_, _gustar_ y _tocar_.
Yo creo, por el contrario, que son muchos más y muchos menos: es decir,
yo creo que sólo tenemos un sentido--el tacto,--del cual son órganos ó
agentes, no sólo los cinco que trae el padre Ripalda, sino otros
innumerables que no cita en su catecismo.
Ahora bien; estos agentes del tacto--encargados de trasmitir al cerebelo
partes telegráficos de cuanto ocurre en el mundo, mediante esos alambres
eléctricos que hemos llamado nervios en nuestro afan de poner nombres á
todas las cosas, por desconocidas que nos sean;--estas diversas maneras
de tocar ó de ser tocados, digo, no se reducen, como pretenden algunos
rutinarios fisiólogos, al oido, al paladar, á la vista y al olfato.
Comprendo que tal cosa se dijera cuando sólo se conocían siete planetas
y siete metales, cuatro Partes del mundo y cuatro elementos; pero
repetirlo hoy, en pleno siglo XIX, sería un absurdo tan grande como
echarse á buscar al Preste Juan de las Indias.
Lo repito: nuestros sentidos corporales, ó sea nuestros sentidos
secundarios, son hoy muchos, son innumerables...--¡Cada día se descubre
uno nuevo!
¡Y esto sin contar con el magnetismo, que prescinde de todos, que los
domina, que los avasalla, que los anula completamente!
Reconozco, sin embargo, que los hay _interiores_ y _exteriores_, y que
los _exteriores_ son cinco, como dice el padre Ripalda...
Pero los _interiores_... ¿por qué olvidarse de los _interiores_ al hacer
la cuenta de nuestros sentidos corporales?
No os hablaré de algunos que por sabidos se callan...--¡Líbreme Dios!
Ni del _sexto sentido_, ó _sentido de la belleza_, que estéticos y
fisiólogos admiten ya--más ó menos desarrollado, eso sí!--en nuestra
raza bípeda y sin plumas, y el cual sirve para apreciar las maravillas
del Arte y de la Naturaleza...
Ni del sentido de las cosquillas ó de la risa,--muy digno de atención y
hasta de estudio...
Ni del sentido barométrico, que hace subir y bajar el mercurio de
nuestro _spleen_, según el estado de la atmósfera...
Ni del _gran sentido_, que crea las simpatías súbitas y las antipatías
inmotivadas...
Ni del _proto-sentido_, ó sentido del presentimiento, que nos avisa
siempre, con veinte y cuatro horas de anticipación, las desgracias que
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