Cosas que fueron: Cuadros de costumbres - 07

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_Marzo_, por sus vigilias, su día de San José, sus sermones, sus novenas
y sus setenarios.
_Abril_, por su Semana Santa.
Y no paso adelante, pues que estamos en Abril y hoy es domingo de Ramos.
¡Ved! Los mismos carpinteros que ayer improvisaban un tablado sobre las
butacas de los Teatros para disponer aquellas mascaradas frenéticas de
toda una noche, que terminaban siempre con la consabida _galop
infernal_, arreglan hoy en las Iglesias los Monumentos del Jueves-Santo:
las mismas damas que diableaban hace un mes en el Teatro Real bajo un
antifaz de seda, ó mejor dicho, sin el antifaz que usan todo el año, se
preparan hoy á pedir limosna para los niños de la Inclusa en las puertas
de los templos: los tertulios de sus salones y de sus palcos, ó los
ginetes que en el Prado suelen acercarse á la portezuela de sus coches,
son invitados, no á una _soirée_, ni á una conferencia matinal en el
tocador, ni á un día de campo en Aranjuez, sino á San Luis, á San
Antonio de los Portugueses ó á Santo Tomás, á que contribuyan con un
pedacito de oro á dejar bien puesto el pabellón de las bellas
postulantes: los más empedernidos Lovelaces obedecerán el Jueves á tan
piadosa intimación, después de lo cual se plantarán en frente de las
iglesias á ver entrar y salir á las mujeres, lo mismo á las casadas que
á las solteras y á las viudas, pareciéndose en esto á aquel de quien se
dijo:
El señor don Juan de Robres,
con caridad sin igual,
hizo este santo hospital
y también hizo á los pobres.
_Item._--El paseo público se traslada el Jueves á la calle de Carretas,
y el Viernes á la calle Mayor.--Estos días no ruedan sobre los adoquines
de la corte más carruajes que las diligencias, las sillas-correos y los
carros de la limpieza. Los soldados llevan los fusiles _á la funerala_,
con la culata hacia arriba. En lugar de campanas, suenan _carracas_ en
las torres de las iglesias. Los tambores están destemplados... de
intento. La bandera nacional, izada á media asta sobre los edificios
públicos, pregona el duelo. Todo, pues, ha cambiado de forma, de sitio y
de hora; pero la gente es la misma, y mañana no se acordará de la
compunción religiosa de hoy, como hoy no se acuerda de las calaveradas
de ayer.
A los buenos católicos, que aún somos muchos en España, nos ofende este
aire frívolo de la Semana Santa de Madrid; pero, en cambio, como á
buenos patricios que somos también, nos llena de orgullo y de
satisfacción el irresistible garbo con que las madrileñas lucen estos
días por esas calles de Dios la nunca bien ponderada mantilla española.
¡La mantilla española!--¡He aquí la verdadera heroina de la Semana
Santa!
Yo admiro y amo el sombrero francés; pero no puedo menos de cantar las
excelencias y ventajas de la clásica mantilla, bandera nacional de
nuestras mujeres...
¡Y bandera _negra_, vive Dios..., hasta cuando es _blanca_! ¡Enseña de
una guerra sin cuartel! ¡Símbolo de amores á vida ó muerte!--¡Bandera
tan negra como los odios, como los celos, como las trenzas de pelo
regaladas á media noche y los demás enseres del guarda-ropa de las
pasiones meridionales! ¡Bandera tan negra como los ojos de las
mantenedoras y como la sangre de los que penan por su querer! ¡Bandera
negra que no arrancarán de los hombros de nuestras andaluzas todas las
_ladys_ y _demoisselles_ del _mapa-mundi_!
Pido, pues, que se coloque una mantilla nacional en la basílica de
Atocha.

III.
EL SÁBADO DE GLORIA.
_¡Alleluya!_ ¡Tiremos los trastos por la ventana!... ¡Llegó la hora de
tocar á gloria!
La semana anterior todo era silencio y tristeza... hasta cierto punto:
las campanas, los coches, los pianos, los organillos, las murgas, todos
los ruidos gozosos de la capital habían callado. Los teatros estaban
cerrados, las tertulias... ¡perdone usted por Dios! Ni un baile; ni un
concierto; ni un alma en el Prado; ni un carruaje en la
Castellana.--Nada, en fín, daba idea de la _gran vida_ de la corte.
Las noches eran eternas. Los madrileños se aburrían como provincianos.
Para ver á las muchachas, era necesario hacer lo que en tiempos de
Calderón; rondar á la puerta de las iglesias. ¡Y, cual si esto no fuese
bastante, el viento silbaba lúgubremente, y la lluvia se divertía, como
los pastores de la Arcadia, en hacer correr á las doncellas... con los
miriñaques al descubierto!--¡Qué días!
¡Y qué trasformación!
Las campanas estremecen el aire, y los coches se estremecen sobre el
escabroso piso de la gran capital.
Los carteleros vuelven á empapelar las esquinas con anuncios de teatro.
Los que por la mañana salen á negocios, oyen nuevamente las
interrumpidas lecciones de canto y piano que dan entre el chocolate y el
almuerzo las hijas de los que tienen dinero, ó las huérfanas de los que
se lo dejaron; y el transeunte, si es demasiado soltero, al escuchar un
aria mal cantada ó peor tocada, adivina, allende la vidriera (que alguna
fámula limpia tarareando el malagueño), á la señorita de la casa,
despeinada, mal envuelta en una bata y un mantón, fluctuando entre los
recuerdos de la pasada noche y los planes de batalla que piensa dar á la
tarde en el Prado, ó después en el teatro... Y el hombre de negocios
sigue su camino entre un aluvión de cocineras, que vuelven de la plaza
con las provisiones vedadas desde el Miércoles Santo; pues ya va á sonar
en las cocinas la hora de la resurrección de la _carne_...;--lo cual
sienten muchísimo los que gustan más del pescado!
Las recién llegadas golondrinas hienden el aire, rozando á veces los
adoquines con sus alas, en tanto que las lilas y las rosas abren sus
perfumerías en los jardines públicos y privados.
Los tenderos, los sastres y las modistas exhiben sus géneros
primaverales. Apáganse las chimeneas y las estufas. Desaparecen las
copas y los braseros. Y los manguitos, las capas y los abrigos de todas
clases quedan en situación de reemplazo hasta el año próximo, no sin
espolvorear antes sobre ellos alcanfor y pimienta quebrantada.
Los balcones empiezan á verdear. Las jaulas de pájaros permanecen en
ellos toda la noche, lo que produce deliciosos conciertos callejeros por
las madrugadas. En las plazas poco transitadas nace alguna yerba entre
el empedrado, y en el corazón de los que _ya no tienen corazón_ se
despierta no sé qué hambre de amor y de vida, de gloria y de felicidad
que hace dificultosa la respiración y largas las horas del anochecer...
Los cementerios merecen también las atenciones de Flora, y se ponen tan
lindos y perfumados estos días, que es un gusto pasarse allí la siesta
leyendo novelas de amores ó pensando en los medios de llegar á ser
excelentísimo señor.
¡Oh... sí! En todo se advierte que la naturaleza ha tocado también á
gloria. En la Carrera de San Jerónimo sacuden las alfombras del
Congreso, próximo ya á reanudar sus tareas. Las reuniones literarias,
tan de moda este año, vuelven á sus honestos recreos..., y dentro de
pocas semanas se prolongarán las sesiones del Prado hasta las once de la
noche...
¡Allí están ya las sillas, testigos de tantos duos en _mí mayor_,
esperando nuevas veladas cariñosas en que se desenlacen los dramas
sentimentales del pasado invierno!...
¡Oh Dios! ¡Todos los años lo mismo! Y, sin embargo, ningún año nos
perdona los consabidos doce meses de existencia.--Está visto: esos
pequeñuelos que juegan por las tardes en el _parterre_ del Retiro, en la
Fuente de Apolo y en la Plaza de Oriente, acabarán por quitarnos
nuestros papeles de galanes jóvenes, relegándonos al de barbas.

IV.
LA NUEVA PRIMAVERA.
Vuelvo á mi canción de siempre.
No hay bien ni mal que cien años dure; y en consecuencia de esto,
nuestro insigne Quintana ha bajado al sepulcro á los ochenta y cinco
años de haber nacido.--Hanle enterrado, y _pax Christi_.
España es un templo que se hunde. Hoy sopló el viento un poco fuerte, y
ha venido á tierra un arco, una torre, una columna..., lo que quiera que
haya sido Quintana. Los periódicos _religiosos_ han cogido el derrumbado
fragmento, y han apedreado con él á los liberales.--El sol ha seguido
dando vueltas como si tal cosa.
El siglo que viene, tal día como hoy, serán otros los soberanos de
Europa, y se habrán vuelto feas ¡muy feas! todas las muchachas bonitas
que hoy nos embelesan en los paseos y en los teatros. Pero yo siento más
que nada no haber de conocer las óperas nuevas que se cantarán en la
temporada cómica de 1958 á 1959.--¡Qué buenos coliseos habrá entonces!
¡Qué buenas compañías!--¿Cómo diablos se llamará la _prima donna_?--¡Ay!
ni áun viviendo tanto como Quintana conseguiré saberlo.--Lo más que yo
puedo vivir es hasta 1908.
Pero (hablando de otra cosa) sean ustedes francos, señores empresarios
del teatro nuevo: ¿creen Vds. que en el siglo que viene por ahora habrán
enjendrado ya las zarzuelas la _ópera nacional_?
--¡Qué nos importa! (dirán ustedes). ¡Nosotros ya habremos muerto!
--¡Ah! ¡ya!... Vds. son como esos forasteros que van vendiendo por los
cortijos filtros y brevajes que han de producir su efecto á los tres
días... El Dulcamara toma las de Villadiego con anticipación..., y á los
tres días no hay quien encuentre una ópera española para un remedio.
La muerte de Quintana ha coincidido con la llegada de la
Primavera.--Dícese que esta joven viene de la zona templada meridional,
donde ha residido durante nuestro otoño del año último.--Llega tan
hermosa y rozagante como si el tiempo no pasase por ella.
Aconsejo al Sr. Urríes que la ajuste en el Teatro Real, para bailar la
parte de la _Primavera_ en las _Vísperas Sicilianas_, pues la
_demoisselle_ que hoy quiere pasar por _Flora_ no nos convence á los
señores abonados.

V.
EL VERANO EN MADRID.--RECUERDOS DEL INVIERNO Y DE OTROS VERANOS.
Viernes 23 de Julio.
Hoy ha principiado la Canícula, lo cual equivale á decir que un perro
rabioso es desde hoy, mitológicamente hablando, Gobernador de los
cielos.--¡Bien se conoce en la tierra!
El verano en Madrid es horrible, desconsolador, _bochornoso_ en el doble
sentido de esta palabra.
Yo concibo el invierno en esta capital de la Mancha. Nada me importan
las pulmonías, ni los demás inconvenientes de la inclemencia del vecino
Guadarrama.--Abrígase uno lo mejor que puede; permanece en la cama
arropadito hasta que se pone el sol, esto es, hasta las tres de la
tarde; envuélvese en la capa ó abotónase el gaban, y échase á la calle
en busca de pajaritas de las nieves...
(Así llamo yo á todas las madrileñas, á causa del valor impertérrito con
que arrostran los cuatro y los seis grados bajo cero, con tal de lucir
en el Prado ó en el Retiro una capota nueva ó un manguito recien llegado
de París, cuando no las botas y hasta las medias.)
A las cinco sube uno por la calle de Alcalá, soplándose las puntas de
los dedos, en busca del café ó del Casino, donde le aguarda una compacta
y animada concurrencia que pregunta á cada momento:--¿Qué hay?
Y hay mucho.--Hay el baile que se espera, la cena de la noche anterior
en un baile de máscaras, las intrigas amorosas que sorprendieron los
desocupados, lo que ha pasado entre bastidores en el Congreso, la ópera
nueva, la _claque_ y la _contra-claque_, Fulano que ha llegado (porque
en este tiempo todos llegan, ninguno se va), lo que le pasa á Zutano, el
desafío en ciernes, el libro que acaba de publicarse, la reunión
literaria á que se asistió, la tertulia de la marquesa, las ostras que
recibió Farrugia, la bailarina que va á _debutar_, la quiebra de tal
banquero, la boda proyectada, el suicidio de vuestro amigo, la mozuela
de moda, los anuncios de guerra europea, la joven que se escapó con su
amante; el caudal que perengano ha dejado al morirse; la perdurable
crisis ministerial que resulta de tanta vida, de tanta animación; el
periódico que dice esto; la proclama que añade lo otro; la _Gaceta_ que
se calla; el diputado que anuncia: _¡Verán Vds. mañana!_...; el literato
que recita su última sátira _contra las instituciones_...--¡Oh! es una
vida magnífica...: vida febril, artificial, necia si quereis; pero que
mata las horas, ocupa la imaginación y distrae el hambre canina del
espíritu más soñador y melancólico.--A las ocho la fonda;--á las nueve
el teatro;--á las doce la tertulia, el té, la buena conversación en
torno de la chimenea;--á las dos el _tête á tête_ con la dueña de la
casa en que tenéis el privilegio de quedaros rezagado;--á las tres la
última vuelta por el Casino, el chocolate final, salpimentado con la
noticia fresca, con lo que mañana no traerán aún los periódicos, con lo
que se acaba de ver ú oir en Palacio, en el ministerio ó en el baile de
la embajada;--y, en fín, á las cuatro, á casa, á leer _La Época_, á
escribir dos ó tres cartas y á dormir el dulcísimo sueño del invierno.
Repito que concibo esta vida en Madrid.--Pero ¡la vida del
verano!...--¡No volveré á pasar otro bajo la tutela de San Isidro,
mientras no traigan el Lozoya!
¡Qué calor! ¡qué polvo! ¡qué fetidez!--Ni un arbol, ni una flor, ni un
chorro de agua, ni un pájaro, ni la sombra de una peña..., nada que
solace los sentidos!--Los teatros, cerrados ó convertidos en baños
rusos, llenos de pretendientes, y dando las funciones sobrantes de la
temporada: los cafés..., desanimadísimos; como que se va á ellos á
refrescar y á descansar, no á agitarse y divertirse: las tertulias...,
suspensas: el Gobierno, aletargado; las mujeres de primera fuerza, en
Biarritz; las personas que más se aman y se necesitan, hablándose á tres
pasos de distancia, á fín de no derretirse mútuamente; el Prado,
hirviendo en un gentío que se queja del mal día que ha pasado y busca en
un paseo de trescientos metros frescura y espansión para diez mil
pulmones; el tabaco, que reseca; el vino, que estraga; la comida, que
sienta mal; el amor, que está vedado en _los meses sin r_; la cama, que
brinda con una vigilia espantosa; y no más baños que el río Manzanares ó
un pilón del tamaño de un ataud!...--Tal es el cuadro del estío
madrileño.--¡Oh! ¡Qué diferencia entre este verano y el verano que yo
pudiera pasar, si no fuera por lo que _no es_!
Cuando esta noche, sentado en el Prado, esperaba la llegada de una brisa
respirable, levanté los ojos al cielo; y, al verlo cuajado de estrellas,
recordé las noches pasadas en el campo, bajo los árboles, sin otra luz
que la de la luna, al lado de personas queridas, oyendo el rumor
melancólico del agua y respirando un ambiente cargado de esencias de
tomillo y de romero.
--¡Felices (dije) los que están así en este momento, descansando de la
campaña del invierno pasado, y disponiéndose para la del invierno
futuro!
Creí entonces oir dulces y apacibles pláticas, cantos divinos,
aprendidos de labios de la Gazzaniga ó de la Didié desde la butaca de un
teatro, y regalados suspiros de amor, nuncios de matrimonios
venideros...
Luego se trasladó mi imaginación á la orilla del mar..., y allí estaba
también la luna, rielando en las soñolientas olas, que murmuraban
bendiciones bajo las caricias del cielo.--Allí mis amigos, mis
contertulios, mis madrileñas del alma, se aprestaban á entrar en un bote
para dar un paseo veneciano.--Y oí la barcarola improvisada, y el golpe
de los remos, y el canto lejano del pescador, y el alerta de los
centinelas tendidos por el muelle, y el pito del carabinero de mar, que
corría por la costa, tomándolos por contrabandistas...
O bien me imaginé un baile improvisado en una Casa de Baños, donde todos
se desconocen, donde brotan tan súbitas y ardientes las simpatías; donde
cada cual es distinguido por su buena educación, por su gracia, por su
figura, por su caridad, por su elegancia, por todo menos por su nombre.
Si pensaba en Andalucía, oía la patética rondeña y la tristísima caña,
que con sus interminables cadencias traen á la imaginación los páramos
infinitos de los desiertos de Africa.--Si en Aragón ó Valencia, creía
escuchar la bulliciosa jota, enérgica, brusca y apasionada, como
aquellos pueblos indómitos, valientes y amantes de su clásica
tierra.--Si en Galicia ó las provincias Vascongadas, escuché aquella
inefable melodía de los pueblos montañeses, triste y alegre como la
alborada después de la tempestad; melodía que llora y ríe á un mismo
tiempo, y que es igual en Cantabria que en Suiza, en el Cáucaso que en
los Drofines.
Tal soñé por dos cuartos que me costó sentarme en una silla desvencijada
del Ayuntamiento.--Alamedas, campiñas, bosques, ríos, lagos, estanques,
parras pomposas y aristocráticos lechos de jazmines, todo pasó ante mi
vista en variada confusión, mientras que los chicos y las mujeres
gritaban en torno mío: _¡Agua, merengues y azucarillos, agua!--¡Fósforos
y cerillas!_

VI.
MÁS DELICIAS DE MADRID.--UN PASEO MATINAL.
Sábado 24 de Julio.
Esta mañana me levanté á las seis.
El sol, que había madrugado mucho más que yo, llevaba ya hora y cuarto
de trabajar en su oficina.
Hallé, pues, la tierra perfectamente caldeada, sin que esto sea decir
que se hubiese enfriado durante la noche anterior.
Fuí al Retiro en busca de frescura; pero aquellos raquíticos árboles no
llegaron á darme sombra. Me acerqué al estanque para recrear mis
calcinados ojos con la contemplación del agua, y el olor á peces muertos
me hizo retroceder más que á prisa.
--¡Basta por hoy de placeres del campo! me dije.
Y tomé el camino de mi casa.
_Como era tan temprano_, los barrenderos estaban haciendo de las suyas
en las calles y plazas de la capital.--En cambio, de trecho en trecho,
había sobre la acera un charco de agua infecta ó de otra cosa peor.
Era, cuando menos, que algún honrado vecino, para cumplir con la orden
del Ayuntamiento, que manda regar las calles dos veces al día _por
cabeza_, había vaciado allí una aljofaina de espuma de jabón, después de
hacer las abluciones matinales.
Las burras de la leche, que siempre me recuerdan el cuadro de la
_Caridad romana_, volvían al hogar doméstico, después de haber
restaurado pulmones y bronquios en los cuatro ángulos de la villa de
Felipe II (suponiendo que esta villa tenga la forma cuadrangular).
Montañesas, gallegas, asturianas y demás variedades del bello sexo
macizo, conferenciaban sobre economía culinaria en las avenidas de los
mercados.
Derribaba, en fín, por su parte casas viejas el gremio de albañiles, sin
consideración á la hora ni á las circunstancias de las calles, poblando
la atmósfera de nubes de polvo, portadoras á veces de granizos de un
tamaño más que regular.
Agréguense dos ó tres mil coches de alquiler que ya estaban en
movimiento; las tiendas nómades establecidas al paso del transeunte; los
carros de yeso y de ladrillo, andando como dicen que andan las tortugas;
los treinta grados de calor que ya marcaba el termómetro á la sombra;
los relojes, dando cada uno la hora que se le antojaba; el ruido de los
talleres; las tropas que, á lo mejor, se atravesaban en la embocadura
de una calle, obligándole á uno á presenciar el desfile..., y se formará
idea de las delicias de un amanecer de la corte, de una mañanita de
verano de esas que cantan los poetas sentimentales, de lo que es, por
último, la hora más soportable de las quince que permanece ahora el sol
en nuestro horizonte.

VII.
CARACTERES DE UN DOMINGO.--SOBRE LOS MARIANOS.--LA VIDA EN ABREVIATURA.
Domingo 25 de Julio.
Esta mañana abrí el _Calendario de Castilla la Nueva_, y leí estas
palabras:
«_25 de Julio._
_Domingo IX._
_Santiago, apóstol, patrón de España, y San Cristóbal, mártir._
_Sale el sol á las 4 y 50 minutos._--_Se pone á las 7 y 22._
_Luna llena á las 11 y 48 minutos de la noche en Acuario._--_Truenos._»
Todo ha resultado cierto. El programa del almanaquero se ha cumplido en
todas sus partes.
Ha sido _25 de Julio_.--De esto no tengo duda, á fuer de partidario de
la Corrección gregoriana. Los rusos, los griegos, los musulmanes, los
chinos, los israelitas y muchos otros pueblos llevan la cuenta de
diferente modo...; pero el resultado es el mismo. Si Julio siguiera
siendo todavía el quinto mes del año, como lo era en la antigua Roma, no
por eso tendríamos hoy dos meses menos de existencia. Y si los hombres
decidieran que este año fuera de cuarenta mil días, los niños que
nacieron ayer estarían canos, calvos y sin dientes antes de fín de año.
Tampoco tengo duda de que hoy ha sido _domingo_.
Voy á dar mis razones.
Los mercaderes del cuarto bajo de mi casa cerraron la tienda á la una de
la tarde. En seguida los ví dirigirse, hechos unos brazos de mar, á casa
de sus novias ó archi-novias..., con hambre de una semana. Después me
los encontré en el Prado fumando magníficos coraceros. Luego irían á
tomarse su par de sorbetes al café del Iris, y acaso, acaso, se
atreverían á dar una vuelta por el Circo..., á fuer de amantes de la
Ópera española.
¡Oh, buenas gentes! ¡Cómo envidio su metódica existencia! ¡Qué felices
han sido hoy durante esas diez horas de asueto! En cuanto á mí, los
criados me dijeron _bon jour_ á las tres de la tarde, en uso de su
derecho: mi sobrinillo vino á pedirme el medio duro semanal: por la
mañana estuve en misa, y á la tarde á comer con Doña Torcuata: todo lo
cual, unido á que los jornaleros se han puesto hoy camisa limpia, me
demuestra que el almanaque no se ha equivocado por esta vez.
También ha sido _Domingo IX_.--Esto quiere decir que van nueve
_Dominicas_ después de _Pentecostés_, y que faltan diez y siete para el
_Domingo I de Adviento_, que significa _domingo I próximo á la venida
del Mesías_. Después hay cuatro domingos que llevan esta denominación...
¡y año fuera!
¡Como quier que se tome, el tiempo anda lo mismo! Sin embargo, el
Cómputo Eclesiástico me parece más bello y consolador que ningún otro.
Hay en sus periódicas fiestas algo parecido á lo que dije de las
periódicas dichas de los mercaderes. Las costumbres son la vida del
hombre y de la sociedad: sin ellas, el mundo se viene abajo.
Por lo que respecta á ser _día de Santiago, patrón de España_, y _de San
Cristóbal, mártir_, me habían convencido de ello dos circunstancias:
primera, la verbena de anoche: segunda, el aguador, que se presentó muy
tarde, más cargado de vino que de agua, diciendo que hoy era su día. ¡Y
no acabó de decir esto el buen Cristóbal, cuando se le cayó la cuba que
llevaba á cuestas; lo cual me pareció indigno de su nombre!
Que _el sol salió y se puso_ á las horas precitadas... ¡lo creo!--¡Así
no hubiera salido!
Y, en fín, lo del _plenilunio_, yo mismo lo estoy viendo mientras
escribo.
Y ¡qué hermoso está el astro del amor!
¡Quiera Dios que no olvide su compromiso con _Acuario_, de regalarnos
una buena tormenta!
Lunes 26.
_Santa Ana, madre de Nuestra Señora._
Indudablemente ha sido lunes, pues que no he recibido esta mañana más
periódicos que la GACETA y el DIARIO.
Por ser día de Santa Ana, he meditado largamente en un asunto que trae
dividida la opinión en _estos Reinos_. Hay provincias de España en que
los Marianos celebran hoy sus días, y hay otras en que los celebran el
día del Dulce Nombre de Nuestra Señora.
Esto es un mal, ya que no desde el punto de vista artístico y poético,
desde el punto de vista administrativo.--Mientras no haya uniformidad en
las costumbres del pueblo español, los gobiernos trabajarán inútilmente
por hacerlo rico y poderoso.
Dígolo, porque la misma diversidad de miras é intereses que hay en punto
á _Marianos_, nótase en otras muchas cosas, siquiera sean menos
importantes. El vasco conserva sus fueros. Andalucía necesita el libre
cambio, mientras que Cataluña lo rechaza. En Valencia no se habla el
castellano, ni en el Principado, ni en las Provincias Vascongadas, ni en
Galicia. Madrid está infestado de escépticos, mientras Aragón y otros
reinos hierven en fanáticos. Nuestras provincias septentrionales claman
por descentralización administrativa, y la merecen; mientras que los
meridionales no tendrían ni agua que beber si no fuera por la
centralización. En un lado llevan los españoles zaragüelles, en otro
calzón bombacho, aquí pañuelo en la cabeza, allá sombrero de catite...
¡Así no se regularizarán nunca la industria y el comercio! Los Congresos
serán siempre de mil colores, y no acertarán á entenderse; pues cada
diputado hablará el dialecto de su provincia, y querrá las leyes á
medida de sus costumbres; en lo cual tendrá muchísima razón.
Lo propio digo de las horas de comer. Hácese necesario que todos los
madrileños comamos á una misma hora, si no se quiere que el hombre
activo (suponiendo que haya alguno en España) que tenga que ver á
veinticuatro españoles á diferentes horas (á este á las doce, á aquel á
las dos, á uno á las cuatro, á otro á las nueve), los encuentre á todos
con la boca llena.
Y si no, reflexionemos:
A la _una_ de la madrugada cena, de vuelta del teatro, el que comió á
las seis de la tarde.
A las _dos_, tómase en los cafés _chocolate á última hora_.--Esta es la
frase.
A las _tres_, están llenas de gastrónomos y gentes de buen humor todas
las fondas llamadas _colmados_, _andaluces_ y _montañeses_.
A las _cuatro_, cenan los jugadores del Casino.
A las _cinco_, están las buñolerías atestadas de trasnochadores.
A las _seis_, toma chocolate todo el que madruga.
A las _siete_, echan el aguardiente las cocineras que van á la compra.
A las _ocho_, almuerzan los españoles rancios, el clero y los que han
cazado por la mañanita con la fresca.
A las _nueve_, los chicos que van á la escuela y á los colegios, muchos
abogados y procuradores y todos los que comen á las tres.
A las _diez_, los que comen á las cuatro.
A las _once_, los que comen á las cinco.
A las _doce_, los que comen á las seis y bajan al Prado á las siete.
A la _una_ de la tarde, los que comen á las siete después de haber
echado una siesta.
A las _dos_, los que comen á las ocho, que son muchos, principiando por
mi persona.
Pues volvamos la oración por pasiva.
A las _tres_, comen los que almorzaron á las nueve.
A las _cuatro_, los que almorzaron á las diez.
A las _cinco_, los que almorzaron á las once.
A las _seis_, los que han de cenar á las doce.
A las _siete_, los que cenarán á la una.
A las _ocho_, comen los que almorzaron á las dos, meriendan los que
comieron á las tres y cenan los que comieron á la una.
A las _nueve_, se come y se cena.
A las _diez_, cenan los que comieron á las cuatro.
A las _once_, todos los que piensan madrugar.
Y á las _doce_, se sirve el té con pastas en la mayor parte de las casas
montadas á la moderna.
¡Tal es la anarquía que reina en la villa y corte!
Lo repito: la nacionalidad española no existe todavía, ni puede existir
si no se remedian estos males.--Desde Isabel la Católica hasta de
presente, no se ha dado ningún paso en pro de la unidad nacional. Cuando
todos los Marianos reciban felicitaciones el 26 de Julio, tendremos
mucho adelantado para conquistar á Gibraltar, unirnos con Portugal,
absorber la república de Andorra, civilizar el imperio marroquí y
castigar á los que rondan la Isla de Cuba.--En tanto no llega ese
dichoso día de Santa Ana, nuestras Españas y nuestras Indias serán lo
que hasta aquí: diez y seis millones de caballeros particulares que
toman el sol ó el fresco, pensando en qué es peor: si el _himno de
Riego_, ó el programa de Bravo Murillo.--Ahora: como poeta y como
artista (ya lo he indicado), alégrome en el alma de que el tiránico
nivel del siglo XIX no haya pasado todavía sobre la pintoresca variedad
de nuestras provincias.
Dije ayer que la luna había entrado en Acuario, y que el almanaque
anunciaba truenos.--La profecía se ha cumplido admirablemente. ¡Loor á
nuestros astrónomos!--Esta tarde hemos tenido una magnífica tormenta con
aguacero, truenos y rayos.
Uno de estos ha caido sobre la iglesia de San Cayetano, incendiando toda
la cúpula...--¡El demonio son los rayos!

Martes 27.
Tomé chocolate,--me levanté,--me lavé,--medio me vestí,--leí los
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