Cañas y barro: Novela - 08

Total number of words is 4773
Total number of unique words is 1563
33.4 of words are in the 2000 most common words
47.9 of words are in the 5000 most common words
56.1 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
pastas viejas y duras almacenadas en los cristales del escaparate;
y pasaba de corro en corro, llenando vasos y deteniéndose con
frecuencia en el reparto para obsequiarse á sí mismo.
Iban bajando los agraciados con los otros primeros puestos, y echaban
su sombrero en alto, gritando: «¡Vítor! ¡Vítor!» Pero sólo acudían á
ellos su familia y sus amigos. Toda la atención era para Tonet, para
el número uno, que tan rumboso se mostraba.
Los pescadores abandonaban la escuela. Habían ya salido unas treinta
boletas; sólo quedaban los _redolíns_ malos, los que apenas daban
para comer, y la gente desocupaba el local, sin sentir interés por el
sorteo.
El tío _Paloma_ iba de grupo en grupo recibiendo felicitaciones. Por
primera vez se mostraba satisfecho de su nieto. ¡Je, je!... La suerte
es siempre de los pillos: ya lo decía su padre. Allí estaba él con
sus ochenta sorteos, sin conseguir nunca el uno, y llegaba el nieto
de correrla por tierras lejanas, y al primer año, la suerte. Pero en
fin... todo caía en la familia. Y se entusiasmaba pensando que iba á
ser durante un año el primer pescador de la Albufera.
Enternecido por la suerte, se aproximó á su hijo, grave y ensimismado
como de costumbre. ¡Tono, la fortuna había entrado en su barraca, y
había que aprovecharla! Ayudaría al pequeño, que no entendía mucho de
las cosas de pesca, y el negocio sería grande.
Pero el viejo quedó estupefacto al ver la frialdad con que contestaba
su hijo. Sí; aquel primer puesto era una suerte, poseyendo los útiles
necesarios para su explotación. Se necesitaban más de mil pesetas
sólo para las redes. ¿Tenían ellos ese dinero?...
El tío _Paloma_ sonrió. No faltaría quien lo prestase. Pero Tòni, al
oir hablar de préstamos, hizo un gesto doloroso. Debían mucho. No era
flojo tormento el que le hacían sufrir unos franceses establecidos
en Catarroja, que vendían caballerías á plazos y adelantaban
dinero á los labradores. Había tenido que solicitar su auxilio,
primeramente en los años de mala cosecha, ahora para impulsar un poco
el enterramiento de su laguna, y hasta en sueños veía á los tales
hombres, vestidos de pana, que chapurreaban amenazas y sacaban á cada
paso la terrible cartera, en la que inscribían los préstamos con su
complicada red de intereses. Ya tenía bastante. El hombre, cuando se
ve metido en una mala aventura, debe salvarse como pueda, sin buscar
otra. Le bastaban las deudas de agricultor, y no quería enredarse en
nuevos préstamos para la pesca. Su único deseo era sacar sus tierras
á flor de agua, sin entramparse más.
El barquero volvió la espalda al hijo. ¿Y aquella era su sangre?...
Prefería á Tonet con toda su pereza. Se iba con su nieto, y ya se
ingeniarían los dos para salir del paso. Al dueño de la _Sequiòta_
nunca le faltaba dinero.
Tonet, rodeado de amigos, agasajado por las mujeres, enorgullecido
por la húmeda mirada de Neleta fija en él, sintió que le llamaban
tocándole en un hombro.
Era _Cañamèl_, que parecía cobijarle con sus ojos cariñosos. Tenían
que hablar: por algo habían sido siempre buenos amigos, y la taberna
era como la casa de Tonet. No había que dejarlo para luego: los
negocios entre amigos se arreglan pronto. Y se apartaron algunos
pasos, seguidos por las curiosas miradas del gentío.
El tabernero abordó el asunto. Tonet no dispondría de lo necesario
para explotar el puesto que le había tocado en suerte. ¿No era
así?... Pues allí le tenia á él, un amigo verdadero, dispuesto á
ayudarle, á asociarse para el negocio común. Él lo proporcionaría
todo.
Y como Tonet callase, no sabiendo qué contestar, el tabernero,
tomando su silencio por una negativa, volvió á la carga. ¿Eran
camaradas ó no? ¿Es que pensaba acudir como su padre á aquellos
extranjeros de Catarroja que se chupaban á los pobres? Él era un
amigo: hasta se consideraba casi un pariente, porque ¡qué demonio! no
podía olvidar que su mujer, su Neleta, se había criado en la barraca
de los _Palomas_, que muchas veces le habían dado allí de comer, y
que á Tonet lo quería ella como á un hermano.
El codicioso tabernero usaba con el mayor aplomo de estos recuerdos,
insistiendo sobre el cariño fraternal que su mujer sentía por el
joven.
Luego apeló á una resolución más heroica. Si dudaba de él, si no lo
quería por compañero, llamaría á Neleta para que le convenciese.
Seguramente que ella lograría atraerlo al buen camino. ¿Qué?... ¿la
llamaba?
Tonet, seducido por estas proposiciones, dudó antes de aceptarlas.
Temía las murmuraciones de la gente, pensaba en su padre, recordando
sus severos consejos. Miró en torno suyo, como si pudiera inspirarle
el aspecto de la gente, y vió á su abuelo que desde lejos le hacía
signos afirmativos con la cabeza.
El barquero adivinaba las palabras de _Cañamèl_. Justamente había
pensado en el rico tabernero para que fuese su auxiliar. Y animó á su
nieto con nuevos gestos. No debía negarse: aquel era el hombre que
necesitaban.
Decidióse Tonet, y el marido de Neleta, adivinando en sus ojos la
resolución, se apresuró á formular las condiciones. Él facilitaría
todo lo necesario y Tonet y su abuelo trabajarían: los productos á
partir. ¿Estaba conforme?...
Conforme. Los dos hombres se estrecharon la mano, y seguidos de
Neleta y el tío _Paloma_ marcharon hacia la taberna con el propósito
de comer juntos para solemnizar el trato.
Por la plaza circuló inmediatamente la noticia. ¡El _Cubano_ y
_Cañamèl_ se habían juntado para explotar la _Sequiòta_!
Á la _Samaruca_ hubo que llevársela de la plaza por orden del
alcalde. Escoltada por algunas mujeres, emprendió el camino de su
barraca, rugiendo como una poseída, llamando á gritos á su hermana,
que había muerto hacía años, afirmando á todo pulmón que _Cañamèl_
era un sinvergüenza, ya que por realizar un negocio no vacilaba en
meter en casa al amante de su mujer.


V

Cambió por completo la situación de Tonet en el establecimiento de
_Cañamèl_. Ya no era un parroquiano: era el socio, el compañero del
dueño de la casa, y penetraba en la taberna desafiando con altivo
gesto la murmuración de las enemigas de Neleta.
Si pasaba allí los días enteros, era para hablar de sus negocios.
Entrábase con gran confianza en las habitaciones interiores, y para
demostrar que estaba como en su casa, franqueaba el mostrador,
sentándose al lado de _Cañamèl_. Muchas veces, si éste y su mujer
andaban por dentro y algún parroquiano pedía algo, saltaba el
mostrador y con cómica gravedad, entre las risas de los amigos,
servía los géneros, remedando la voz y los ademanes del tío Paco.
El tabernero estaba satisfecho de su asociado. Un excelente muchacho,
según declaraba ante los concurrentes de la taberna cuando Tonet no
estaba presente; un buen amigo, que, si guardaba buena conducta y
era laborioso, iría lejos, muy lejos, contando con el apoyo de un
protector como él.
El tío _Paloma_ también frecuentaba la taberna más que antes. La
familia, después de borrascosas escenas por la noche en la soledad
de la barraca, se había dividido. El tío Tòni y la _Borda_ marchaban
á sus campos todas las mañanas á continuar la batalla con el lago,
pretendiendo ahogarlo bajo los capazos de tierra traídos de lejos
penosamente. Tonet y su abuelo iban á casa de _Cañamèl_ á hablar de
su próxima empresa.
En realidad, los únicos que hablaban de ésta eran el tabernero y
el tío _Paloma_. _Cañamèl_ se ensalzaba á sí mismo, alabando la
generosidad con que había aceptado el negocio. Exponía su capital
sin conocer el resultado de la pesca, y hacía este sacrificio
contentándose con la mitad del producto. No era como los prestamistas
extranjeros de tierra firme, que sólo daban el dinero con la
seguridad de buenas hipotecas y un interés crecido. Y todo su odio
contra los intrusos, la rivalidad feroz en el oficio de explotar
al prójimo, vibraba en sus palabras. ¿Quién era aquella gente que
poco á poco se apoderaba del país? Franceses venidos á la tierra
valenciana con los zapatos rotos y un traje de pana vieja pegado al
cuerpo. Gentes de una provincia de Francia cuyo nombre no recordaba,
pero que venían á ser poco más ó menos como los gallegos de su país.
Ni siquiera era propio el dinero que prestaban. En Francia, los
capitales producían escaso interés, y estos gabachos los tomaban en
su tierra al dos ó al tres por ciento para prestar el dinero á los
valencianos al quince ó al veinte, realizando un negocio magnífico.
Además, compraban caballerías al otro lado de los Pirineos, las
entraban tal vez de contrabando y las vendían á plazos á los
labradores, arreglando el negocio de modo que el comprador nunca
tenía la bestia por suya. Había pobre á quien costaba un jaco ruin
como si fuese el mismo caballo de Santiago. Un robo, tío _Paloma_;
despojo indigno de cristianos. Y _Cañamèl_ se encolerizaba hablando
de estas cosas con toda la indignación y la secreta envidia del
usurero que no osa, por cobardía, emplear los mismos procedimientos
de sus rivales.
El barquero aprobaba sus palabras. Por esto quería á los suyos
dedicados á la pesca, por esto se enfurecía al ver á su hijo
contrayendo deudas y más deudas, en su empeño de ser agricultor.
Los labradores pobres eran unos esclavos; rabiaban todo el año
trabajando, ¿y para quién era el producto? Toda su cosecha se la
llevaban los extranjeros: el francés que les presta el dinero y el
inglés que les vende el abono á crédito... ¡Vivir rabiando para
mantener á gente de fuera! No; mientras hubiese anguilas en el lago
podían las tierras cubrirse tranquilamente de juncos y aneas, con la
seguridad de que no sería él quién las roturase.
Mientras hablaban el barquero y _Cañamèl_, Tonet y Neleta, sentados
tras el mostrador, se miraban tranquilamente. Los parroquianos se
habían habituado á verlos horas y horas con los ojos fijos, como si
se devorasen; con una expresión en la mirada que no correspondía á
sus palabras, muchas veces insignificantes. Las comadres que llegaban
por aceite ó vino permanecían inmóviles frente á ellos, con los ojos
bajos y la expresión abobada, dejando que colasen las últimas gotas
del embudo en la botella, mientras aguzaban el oído para coger alguna
palabra de su conversación; pero ellos desafiaban este espionaje y
seguían hablando, como si se encontraran en un lugar desierto.
El tío _Paloma_, alarmado por tales intimidades, habló seriamente á
su nieto. ¿Pero era que había algo entre los dos, como afirmaban la
_Samaruca_ y otras malas lenguas del pueblo? ¡Ojo, Tonet! ¡Á más de
que esto sería indigno de la familia, les haría perder el negocio!
Pero el nieto, con la firmeza del que dice la verdad, se golpeaba el
pecho, protestando, y el abuelo se daba por convencido, aunque con
cierto recelo de que las amistades terminasen mal.
El reducido espacio detrás del mostrador era para Tonet un paraíso.
Recordaba con Neleta los tiempos de la infancia; le relataba
sus aventuras de allá lejos, y cuando callaban sentía una dulce
embriaguez (la misma de la noche en que se perdieron en la selva,
pero más intensa, más ardiente) con la proximidad de aquel cuerpo
cuyo calor parecía acariciarle á través de las ropas.
Por las noches, después de cenar con _Cañamèl_ y su mujer, Tonet
sacaba de su barraca un acordeón, único equipaje que con los
sombreros de jipijapa había traído de Cuba, y asombraba á todos los
de la taberna con las lánguidas habaneras que hacía ganguear al
instrumento. Cantaba guajiras de una poesía dulzona, en las que se
hablaba de auras, arpas y corazones tiernos como la guayaba; y el
acento meloso de cubano con que entonaba sus canciones hacía entornar
los ojos á Neleta, echando el cuerpo atrás como para desahogar su
pecho, estremecido por ardorosa opresión.
Al día siguiente de estas serenatas, Neleta, con los ojos húmedos,
seguía á Tonet en todas sus evoluciones por la taberna, de grupo en
grupo.
El _Cubano_ adivinaba esta emoción. Había soñado con él, ¿verdad? Lo
mismo le había ocurrido á Tonet en su barraca. Toda la noche viéndola
en la obscuridad, extendiendo sus manos como si realmente fuese á
tocarla. Y después de esta mutua confesión quedaban tranquilos;
seguros de una posesión moral de la que no se daban exacta cuenta;
ciertos de que al fin habían de ser uno del otro fatalmente, por más
obstáculos que se levantasen entre los dos.
En el pueblo no había que pensar en otra intimidad que las
conversaciones de la taberna. Todo el Palmar los rodeaba durante el
día, y _Cañamèl_, enfermizo y quejumbroso, no salía de casa. Algunas
veces, conmovido por un relámpago pasajero de actividad, el tabernero
silbaba á la _Centella_, una perra vieja de cabeza enorme, famosa
en todo el lago por su olfato, y metiéndola en su barquito iba á
los carrizales más próximos para tirar á las pollas de agua. Pero
á las pocas horas volvía tosiendo, quejándose de la humedad, con
las piernas hinchadas como un elefante, según él decía; y no cesaba
de gemir en un rincón, hasta que Neleta le hacía sorber algunas
tazas de líquidos calientes, anudándole en cabeza y cuello varios
pañuelos. Los ojos de Neleta iban hacia el _Cubano_ con una expresión
reveladora del desprecio que sentía por su marido.
Terminaba el verano y había que pensar seriamente en los preparativos
de la pesca. Los dueños de los otros _redolíns_ arreglaban ante
sus casas las grandes redes para cerrar las acequias. El tío
_Paloma_ estaba impaciente. Los artefactos que poseía _Cañamèl_,
restos de su pasada asociación con otros pescadores, no bastaban
para la _Sequiòta_. Había que comprar mucho hilo, dar trabajo á
muchas mujeres de las que tejían red, para explotar cumplidamente el
_redolí_.
Una noche cenaron en la taberna Tonet y su abuelo para tratar
seriamente del negocio. Había que comprar hilo del mejor, del que
se fabrica en la playa del Cabañal para los pescadores del mar.
El tío _Paloma_ iría á comprarlo, como conocedor experto, pero le
acompañaría el tabernero, que quería pagar directamente, temiendo ser
engañado si entregaba el dinero al viejo. Después, en la beatitud
de la digestión, _Cañamèl_ comenzó á sentirse aterrado por el viaje
del día siguiente. Había que levantarse al amanecer, sumiéndose en
la húmeda bruma desde el lecho caliente; atravesar el lago, ir por
tierra á Valencia, dirigirse después al Cabañal y luego desandar todo
el camino. Su corpachón, blanducho por la inmovilidad, se estremecía
ante el viaje. Aquel hombre, que había pasado gran parte de su vida
rodando por el mundo, tenía echadas tan profundas raíces en el barro
del Palmar, que se angustiaba pensando en un día de agitación.
El deseo de quietud le hizo modificar su propósito. Se quedaría al
cuidado del establecimiento y Neleta acompañaría al tío _Paloma_.
Nadie como las mujeres para regatear y comprar bien las cosas.
Á la mañana siguiente el barquero y la tabernera emprendieron el
viaje. Tonet iría á esperarles en el puerto de Catarroja á la caída
de la tarde, para cargar en su barca la provisión de hilo.
Aún estaba muy alto el sol cuando el _Cubano_ entró á toda vela por
el canal que penetraba en tierra firme con dirección á dicho pueblo.
Los grandes laúdes venían de las eras cargados de arroz, y al pasar
por el canal, el agua que desplazaban con sus panzas formaba tras
la popa un oleaje amarillo, que invadía los ribazos y alteraba la
tranquilidad cristalina de las acequias afluentes.
Á un lado del canal estaban amarradas centenares de barcas; toda la
flota de los pescadores de Catarroja, odiados por el tío _Paloma_.
Eran ataúdes negros, de diversos tamaños y madera carcomida. Los
barquitos pequeños, llamados zapatos, sacaban fuera del agua sus
agudas puntas, y las grandes barcazas, los laúdes, capaces de cargar
cien sacos de arroz, hundían en la vegetación acuática sus anchos
vientres, formando sobre el horizonte un bosque de mástiles burdos,
sin desbastar y de punta roma, adornados con cordajes de esparto.
Entre esta flota y la ribera opuesta sólo quedaba libre un estrecho
espacio, por donde pasaban á la vela las embarcaciones, distribuyendo
con su proa golpes estremecedores y violentos encontronazos á las
barcas amarradas.
Tonet fondeó su embarcación frente á la taberna del puerto y echó pie
á tierra.
Vió enormes montones de paja de arroz, en los que picoteaban las
gallinas, dando al amarradero el aspecto de un corral. En la ribera
construían barquitos los carpinteros, y el eco de sus martillos se
perdía en la calma de la tarde. Las embarcaciones nuevas, de madera
amarilla recién cepillada, estaban sobre bancos, esperando la mano
de alquitrán con que las cubrían los calafates. En la puerta de la
taberna cosían dos mujeres. Más allá alzábase una choza de paja,
donde estaba el peso de la Comunidad de Catarroja. Una mujer con
una balanza formada por dos espuertas pesaba las anguilas y tencas
que desembarcaban los pescadores, y terminado el peso, arrojaba
una anguila en una gran cesta que conservaba á su lado. Era el
tributo voluntario de la gente de Catarroja. El producto de esta
sisa servía para costear la fiesta de su patrón San Pedro. Algunos
carros cargados de arroz se alejaban, chirriando, con dirección á los
grandes molinos.
Tonet, no sabiendo qué hacer, fué á meterse en la taberna, cuando oyó
que alguien le llamaba. Tras uno de los grandes pajares, asustando á
las gallinas que huían en desbandada, una mano le hacía señas para
que se aproximase.
El _Cubano_ fué allá y vió tendido, con el pecho al aire y los
brazos cruzados tras la cabeza á guisa de almohada, al vagabundo
_Sangonera_. Sus ojos estaban húmedos y amarillentos; sobre su cara,
cada vez más pálida y enjuta por el alcohol, aleteaban las moscas,
sin que él hiciera el más leve movimiento para espantarlas.
Tonet celebró este encuentro, que podía entretenerle durante su
espera. ¿Qué hacía allí?... Nada: pasaba el tiempo, hasta que llegase
la noche. Esperaba la hora de ir en busca de ciertos amigos de
Catarroja, que no le dejarían sin cenar; descansaba, y el descanso es
la mejor ocupación del hombre.
Había visto á Tonet desde su escondrijo y lo llamó, sin abandonar
por esto su magnífica posición. Su cuerpo se había acomodado
perfectamente en la paja, y no era caso de perder el molde...
Después explicó por qué estaba allí. Había comido en la taberna con
unos carreteros, excelentes personas, que le dieron unos mendrugos,
pasándole el porrón á cada bocado y riendo sus chuscadas. Pero el
tabernero, igual á todos los de su clase, apenas se fueron los
parroquianos le había puesto en la puerta, sabiendo que por propia
cuenta nada podía pedir. Y allí estaba matando al tiempo, que es el
enemigo del hombre... ¿Había amistad entre ellos ó no? ¿Era capaz de
convidarle á una copa?
El gesto afirmativo de Tonet pudo más que su pereza, y aunque con
cierta pena, se decidió á ponerse de pie. Bebieron en la taberna,
y después, lentamente, fueron á sentarse en un ribazo del puerto
resguardado por tablas negras.
Tonet no había visto á _Sangonera_ en muchos días, y el vagabundo le
contó sus penas.
Nada tenía que hacer en el Palmar. Neleta la de _Cañamèl_, una
orgullosa que olvidaba su origen, le había despedido de la taberna
con el pretexto de que ensuciaba los taburetes y los azulejos del
zócalo con el barro de sus ropas. En las otras tabernas todo era
miseria: no acudía un bebedor capaz de pagar una copa, y él se veía
forzado á salir del Palmar, á correr el lago, como en otros tiempos
lo hacía su padre; á pasar de pueblo en pueblo, siempre en busca de
generosos amigos.
Tonet, que con su pereza tanto había disgustado á su familia, se
atrevió á darle consejos. ¿Por qué no trabajaba?...
_Sangonera_ hizo un gesto de asombro. ¡También él!... ¡También el
_Cubano_ se permitía repetir los mismos consejos de los viejos del
Palmar! ¿Le gustaba á él mucho el trabajo? ¿Por qué no estaba con
su padre enterrando los campos, en vez de pasarse el día en casa de
_Cañamèl_, al lado de Neleta, repantigado como un señor y bebiendo de
lo más fino?...
El _Cubano_ sonreía, no sabiendo qué contestar, y admiraba la lógica
del ebrio al repeler sus consejos.
El vagabundo parecía enternecido por la copa que le había pagado
Tonet. La calma del puerto, interrumpida á ratos por el martilleo de
los calafates y el cloquear de las gallinas, excitaba su locuacidad,
impulsándolo á las confidencias.
No, Tonet; él no podía trabajar; él no trabajaría aunque le
obligasen. El trabajo era obra del diablo: una desobediencia á Dios;
el más grave de los pecados. Sólo las almas corrompidas, los que
no podían conformarse con su pobreza, los que vivían roídos por el
deseo de atesorar, aunque fuese miseria, pensando á todas horas en
el mañana, podían entregarse al trabajo, convirtiéndose de hombres
en bestias. Él había reflexionado mucho; sabía más de lo que se
imaginaba el _Cubano_, y no quería perder su alma entregándose al
trabajo regular y monótono para tener una casa y una familia y
asegurar el pan del día siguiente. Esto equivalía á dudar de la
misericordia de Dios, que no abandona nunca á sus criaturas; y él,
ante todo, era cristiano.
Reía Tonet escuchando estas palabras, considerándolas como
divagaciones de la embriaguez, y daba con el codo á su harapiento
compañero. ¡Si esperaba otra copa por sus tonterías, sufriría un
desengaño! Lo que le ocurría á él era que odiaba el trabajo. Lo mismo
les pasaba á los otros, pero unos más y otros menos, todos encorvaban
el lomo, aunque fuese á regañadientes.
_Sangonera_ vagaba su vista por la superficie del canal, teñida de
púrpura con la última luz de la tarde. Su pensamiento parecía volar
lejos: hablaba lentamente, con cierto misticismo que contrastaba con
su hálito aguardentoso.
Tonet era un ignorante, como todos los del Palmar. Lo declaraba él,
con la valentía de la embriaguez, sin miedo á que su amigo, que tenía
vivo el genio, lo arrojase de un empellón en el canal. ¿No declaraba
que todos torcían la espina á regañadientes? ¿Y qué demostraba esto
sino que el trabajo es algo contrario á la Naturaleza y á la dignidad
del hombre?... Él sabía más de lo que se figuraban en el Palmar: más
que muchos de los vicarios á los que sirvió como un esclavo. Por eso
había reñido para siempre con ellos. Poseía la verdad, y no podía
vivir con los ciegos de espíritu. Mientras Tonet andaba por aquellas
tierras del otro lado del mar, metido en batallas, leía él los
libros de los curas y pasaba las tardes á la puerta del presbiterio
reflexionando sobre las abiertas páginas, en el silencio de un pueblo
cuyo vecindario huía al lago. Había aprendido de memoria casi todo el
Nuevo Testamento, y aún parecía estremecerse recordando la impresión
que le produjo el sermón de la Montaña la primera vez que lo leyó.
Creyó que se rompía una nube ante sus ojos. Había comprendido de
pronto por qué su voluntad se rebelaba ante el trabajo embrutecedor
y penoso. Era la carne, era el pecado quien hacía vivir á los
hombres abrumados como bestias para la satisfacción de sus apetitos
terrenales. El alma protestaba de su servidumbre, diciendo al hombre:
«No trabajes», esparciendo por los músculos la dulce embriaguez de la
pereza, como un adelanto de la felicidad que á los buenos aguarda en
el cielo.
--_Ascolta, Tonet, ascolta_--decía _Sangonera_ á su amigo con acento
solemne.
Y recordaba desordenadamente sus lecturas evangélicas; los preceptos
que habían quedado impresos en su memoria. No había que preguntarse
con angustia por la comida y el vestido, porque, como decía Jesús,
las aves del cielo no siembran ni siegan, y á pesar de esto, comen;
ni los lirios del campo necesitan hilar para vestirse, pues los viste
la bondad del Señor. Él era criatura de Dios y á Él se confiaba. No
quería insultar al Señor trabajando, como si dudase de la bondad
divina que había de socorrerle. Solamente los gentiles, ó lo que es
lo mismo, las gentes del Palmar que se guardaban el dinero de la
pesca sin convidar á nadie, eran capaces de afanarse por el ahorro,
dudando siempre del mañana.
Él quería ser como los pájaros del lago, como las flores que crecían
en los carrizales, vago, inactivo y sin otro recurso que la divina
Providencia. En su miseria, nunca dudaba del mañana. «Le basta al día
su propio afán.» Ya le traería el día siguiente su disgusto. Por el
momento, le bastaba la amargura del día presente: la miseria, que le
proporcionaba su intento de conservarse puro, sin la menor mancha de
trabajo y de terrenal ambición en un mundo donde todos se disputaban
á golpes la vida, molestando y sacrificando cada cual al vecino para
robarle un poco de bienestar.
Tonet seguía riendo de estas palabras del borracho, dichas
con exaltación creciente. Admiraba sus ideas con tono zumbón,
proponiéndole abandonar el lago para meterse en un convento, donde
no tendría que batallar con la miseria. Pero _Sangonera_ protestaba
indignado.
Había reñido con el vicario, saliendo del presbiterio para siempre,
porque le repugnaba ver en sus antiguos amos un espíritu contrario al
de los libros que leían. Eran iguales á los demás: vivían atenaceados
por el deseo de la peseta ajena, pensando en la comida y el vestido,
quejándose del decaimiento de la piedad cuando no entraba dinero en
casa, con la zozobra en el mañana, dudando de la bondad de Dios, que
no abandona á sus criaturas.
Él tenía fe y vivía con lo que le daban ó con lo que encontraba á
mano. Ninguna noche le faltaba un puñado de paja donde acostarse, ni
sentía hambre hasta el punto de desfallecer. El Señor, al ponerle en
el lago, había colocado á su alcance todos los recursos de la vida
para que fuese ejemplo de un verdadero creyente.
Tonet se burlaba de _Sangonera_. Ya que era tan puro, ¿por qué
se emborrachaba? ¿Le mandaba Dios ir de taberna en taberna para
correr después los ribazos casi á gatas, con el tambaleo de la
embriaguez?... Pero el vagabundo no perdía su solemne gravedad. Su
embriaguez á nadie causaba daño, y el vino era cosa santa: por algo
sirve en el diario sacrificio á la Divinidad. El mundo era hermoso,
pero visto á través de un vaso de vino parecía más sonriente, de
colores más vivos, y se admiraba con mayor vehemencia á su poderoso
autor.
Cada uno tiene sus diversiones. Él no encontraba mejor placer que
contemplar la hermosura de la Albufera. Otros adoraban el dinero, y
él lloraba algunas veces admirando una puesta del sol, sus fuegos
descompuestos por la humedad del aire, aquella hora del crepúsculo,
que era en el lago más misteriosa y bella que tierra adentro. La
hermosura del paisaje se le metía en el alma, y si la contemplaba
al través de varios vasos de vino, suspiraba de ternura como un
chiquillo. Lo repetía: cada cual gozaba á su modo. _Cañamèl_,
por ejemplo, apilando onzas: él contemplando la Albufera con tal
arrobamiento, que dentro de la cabeza le saltaban unas coplas más
hermosas que las que se cantaban en las tabernas, y estaba convencido
de que, á ser como los señores de la ciudad que escriben en los
papeles, sabría decir cosas muy notables en medio de su embriaguez.
Después de un largo silencio, _Sangonera_, aguijoneado por su
locuacidad, se oponía á sí mismo objeciones para rebatirlas
inmediatamente. Se le diría, como cierto vicario del Palmar, que el
hombre estaba condenado á ganar el pan con el sudor de su rostro,
después del primer pecado: mas para esto había venido Jesús al mundo,
para redimirlo de la primitiva falta, volviendo la Humanidad á la
vida paradisíaca, limpia de todo trabajo. Pero ¡ay! los pecadores,
aguijoneados por la soberbia, no habían hecho caso de sus palabras:
cada uno quería vivir con mayores comodidades que los demás; había
pobres y ricos, en vez de ser todos hombres: los que desoían al Señor
trabajaban mucho, muchísimo, pero la Humanidad era infeliz y se
fabricaba el infierno en el mundo. Le decían á él que si la gente no
trabajase se viviría mal. Conforme; serían menos en el mundo, pero
los que quedasen permanecerían felices y sin cuidados, subsistiendo
de la inagotable misericordia de Dios... Y esto forzosamente había
de ocurrir: el mundo no sería siempre igual. Jesús había de volver,
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - Cañas y barro: Novela - 09
  • Parts
  • Cañas y barro: Novela - 01
    Total number of words is 4566
    Total number of unique words is 1639
    27.7 of words are in the 2000 most common words
    40.0 of words are in the 5000 most common words
    48.5 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 02
    Total number of words is 4795
    Total number of unique words is 1626
    31.5 of words are in the 2000 most common words
    45.6 of words are in the 5000 most common words
    54.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 03
    Total number of words is 4897
    Total number of unique words is 1596
    31.0 of words are in the 2000 most common words
    46.0 of words are in the 5000 most common words
    52.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 04
    Total number of words is 4713
    Total number of unique words is 1628
    30.0 of words are in the 2000 most common words
    45.1 of words are in the 5000 most common words
    54.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 05
    Total number of words is 4818
    Total number of unique words is 1635
    32.0 of words are in the 2000 most common words
    47.0 of words are in the 5000 most common words
    54.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 06
    Total number of words is 4799
    Total number of unique words is 1573
    32.6 of words are in the 2000 most common words
    48.3 of words are in the 5000 most common words
    56.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 07
    Total number of words is 4805
    Total number of unique words is 1539
    35.2 of words are in the 2000 most common words
    48.0 of words are in the 5000 most common words
    55.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 08
    Total number of words is 4773
    Total number of unique words is 1563
    33.4 of words are in the 2000 most common words
    47.9 of words are in the 5000 most common words
    56.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 09
    Total number of words is 4799
    Total number of unique words is 1619
    31.4 of words are in the 2000 most common words
    46.6 of words are in the 5000 most common words
    54.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 10
    Total number of words is 4706
    Total number of unique words is 1576
    31.7 of words are in the 2000 most common words
    45.5 of words are in the 5000 most common words
    53.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 11
    Total number of words is 4800
    Total number of unique words is 1551
    34.6 of words are in the 2000 most common words
    46.9 of words are in the 5000 most common words
    55.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 12
    Total number of words is 4721
    Total number of unique words is 1526
    33.9 of words are in the 2000 most common words
    47.5 of words are in the 5000 most common words
    54.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 13
    Total number of words is 4693
    Total number of unique words is 1647
    31.4 of words are in the 2000 most common words
    45.6 of words are in the 5000 most common words
    53.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 14
    Total number of words is 4733
    Total number of unique words is 1560
    32.8 of words are in the 2000 most common words
    46.2 of words are in the 5000 most common words
    53.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 15
    Total number of words is 4662
    Total number of unique words is 1570
    32.0 of words are in the 2000 most common words
    45.2 of words are in the 5000 most common words
    51.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 16
    Total number of words is 4271
    Total number of unique words is 1427
    32.2 of words are in the 2000 most common words
    46.6 of words are in the 5000 most common words
    53.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.