Cañas y barro: Novela - 05

Total number of words is 4818
Total number of unique words is 1635
32.0 of words are in the 2000 most common words
47.0 of words are in the 5000 most common words
54.8 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
de la pobre iglesia, se encargaban igualmente de _Sangonera_, como de
un objeto indispensable para el culto. En el pueblo, sólo él sabía
ayudar una misa. Conservaba en su memoria todas las prendas guardadas
en la sacristía, con el número de desgarrones, remiendos y agujeros
de polilla, y solícito en todo y deseoso de agradar, no formulaba su
amo una orden que no estuviera cumplida al momento.
La consideración de que él era el único en el pueblo que no trabajaba
percha en mano ni pasaba las noches en medio de la Albufera,
causábale cierto orgullo, haciendo que mirase con altanería á los
demás.
Los domingos, al amanecer, él era quien abría la marcha con la cruz
en alto al frente del rosario de la Aurora. Hombres, mujeres y niños,
en dos largas filas, iban cantando con paso lento por la única calle
del pueblo, esparciéndose después por los ribazos y las barracas
aisladas para que la ceremonia fuese de más duración. En la penumbra
del amanecer brillaban los canales como láminas de sombrío acero,
coloreábanse de rojo las nubecillas por la parte del mar, y los
gorriones moriscos volaban en bandadas, surgiendo de las techumbres
de los viveros, contestando con sus piídos alegres de vagabundos
satisfechos de la vida y la libertad al canto triste y melancólico
de los fieles.
«¡Despierta, cristiano!...» cantaba el rosario á lo largo del pueblo;
y lo gracioso de la llamada era que todo el vecindario iba en la
procesión, y en las casas, vacías, sólo despertaban los perros con
sus ladridos y los gallos, que rasgaban la triste melopea con su
canto sonoro como un trompetazo saludando la nueva luz y la alegría
de un día más.
Tonet, al marchar en el rosario, miraba rabiosamente á su antiguo
camarada, al frente de todos como un general, enarbolando la cruz á
guisa de bandera. ¡Ah, ladrón! ¡Aquél había sabido arreglarse la vida
á su gusto!
Él, mientras tanto, vivía sometido á su padre, cada vez más grave y
poco comunicativo: bueno en el fondo, pero llegando hasta la crueldad
con los suyos en la tenaz pasión por el trabajo. Los tiempos eran
malos. Las tierras del Saler no daban dos buenas cosechas seguidas, y
la usura, á la que acudía el tío Tòni como auxiliar de sus empresas,
devoraba la mayor parte de sus esfuerzos. En la pesca, los _Palomas_
tenían siempre mala suerte, llevándose los peores sitios del lago en
los sorteos de la Comunidad. Además, la madre se consumía lentamente;
agonizaba, cual si la vida se derritiese dentro de ella como un
cirio, escapándose por la herida de sus trastornadas entrañas, sin
otra luz que el brillo enfermizo de los ojos.
La existencia era triste para Tonet. Ya no conmovía con sus diabluras
el Palmar; ya no le besaban las vecinas, declarándole el chico más
guapo del pueblo; ya no era el preferido entre sus compañeros, el
día del sorteo de los _redolíns_, para meter la mano en la bolsa de
cuero de la Comunidad y sacar las suertes. Ahora era un hombre. En
vez de hacer pesar en casa su voluntad de niño mimado, le mandaban á
él; era tan poca cosa como la _Borda_, y á la menor rebelión alzábase
amenazante la pesada mano del tío Tòni, mientras el abuelo aprobaba
con chillona risa, afirmando que así se cría derecha á la gente.
Cuando murió la madre pareció renacer el antiguo afecto entre el
abuelo y su hijo. El tío _Paloma_ lamentó la ausencia de aquel
ser dócil que sufría en silencio todas sus manías; sintió crearse
el vacío en torno de él y se agarró al hijo, poco obediente á su
voluntad, pero que jamás osaba contradecirle en su presencia.
Pescaron juntos, lo mismo que en otros tiempos; iban algún rato á
la taberna como camaradas, mientras en la barraca la pobre _Borda_
atendía á los quehaceres del hogar con la precocidad de las criaturas
desgraciadas.
Neleta era también como de la familia. Su madre ya no podía ir al
mercado de Valencia. La humedad de la Albufera parecía habérsele
filtrado hasta la médula de los huesos, paralizando su cuerpo, y la
pobre mujer permanecía inmóvil en su barraca, gimiendo á impulso de
los dolores de reumática, gritando como una condenada y sin poder
ganarse el sustento. Las compañeras del mercado la daban como limosna
algo de sus cestas, y la pequeña, cuando sentía hambre en su barraca,
corría á la de Tonet, ayudando á la _Borda_ en sus tareas con una
autoridad de niña mayor. El tío Tòni la acogía bien. Su generosidad
de luchador en continuo combate con la miseria le hacía ayudar á
todos los caídos.
Neleta se criaba en la barraca de su novio. Iba á ella en busca
del sustento, y sus relaciones con Tonet tomaban un carácter más
fraternal que amoroso.
El muchacho no se cuidaba mucho de su novia. Estaba seguro de ella.
¿Á quién podía querer? ¿Tenía derecho á fijarse en otro, después
que todo el pueblo los había reconocido como novios? Y tranquilo
por la posesión de Neleta, que crecía en la miseria como una flor
rara, contrastando su hermosura con la pobreza física de las otras
hijas del Palmar, no la atendía gran cosa, y la trataba con la misma
confianza que si ya fuesen esposos. Transcurrían á veces semanas
enteras sin que él la hablase.
Otras aficiones atraían á aquel hombrecito, que pasaba por ser el
mozo más bien plantado del Palmar. Enorgullecíale el prestigio de
valiente que había adquirido entre sus antiguos compañeros de juegos,
hombres ahora como él. Se había peleado con unos cuantos, saliendo
siempre vencedor. Percha en mano había descalabrado á algunos,
y una tarde corrió por los ribazos, con la _fitora_ de pescar,
á un barquero de Catarroja que gozaba fama de temible. El padre
torcía el gesto al conocer estas aventuras, pero el abuelo reía,
reconciliándose momentáneamente con su nieto. Lo que más alababa el
tío _Paloma_ era que el muchacho, en cierta ocasión, hubiera hecho
frente á los guardas de la Dehesa, llevándose por la brava un conejo
que acababa de matar. No era trabajador, pero tenía su sangre.
Aquel mocito, que aún no había cumplido los diez y ocho años y del
que se hablaba mucho en el pueblo, tenía su escenario favorito,
adonde corría apenas dejaba atracada en el canal la barca del padre ó
la del abuelo.
Era la taberna de _Cañamèl_, un establecimiento nuevo del que se
hacían lenguas en toda la Albufera. No estaba, como las otras
tabernillas, instalada en una barraca de techo bajo y ahumado,
sin más respiradero que la puerta. Tenía casa propia, un edificio
que entre las barracas de paja parecía portentoso, con paredes de
mampostería pintadas de azul, techo de tejas y dos puertas, una á
la única calle del pueblo y otra al canal. El espacio entre las
dos puertas estaba siempre lleno de cultivadores de arroz y de
pescadores, gente que bebía de pie frente al mostrador, contemplando
como hipnotizada las dos filas de rojos toneles, ó se sentaba en
los taburetes de cuerda, ante las mesillas de pino, siguiendo
interminables partidas de brisca y de truque.
El lujo de esta taberna enorgullecía á los parroquianos. Las paredes
estaban chapadas de azulejos de Manises hasta la altura de las
cabezas. Encima extendíanse por las paredes paisajes fantásticos,
verdes ó azules, con caballos como ratas y árboles más pequeños que
los hombres, y de las vigas pendían ristras de morcillas, alpargatas
de esparto y manojos de cuerdas amarillas y punzantes, que se
empleaban como jarcias en las grandes barcas del lago.
Todos admiraban á _Cañamèl_. ¡El dinero que tenía aquel gordo!...
Había sido guardia civil en Cuba y carabinero en España; después
vivió muchos años en Argelia: conocía algo de todos los oficios
y sabía tanto, ¡tanto! que, según expresión del tío _Paloma_, se
enteraba durante su sueño del lugar donde se acostaba cada peseta, y
al día siguiente corría á cogerla.
En el Palmar nunca se había bebido vino como el suyo. Todo era de
lo mejor en aquella casa. El amo recibía bien á los parroquianos y
arañaba en los precios de un modo razonable.
_Cañamèl_ no era del Palmar, ni siquiera valenciano. Era de muy
lejos, de allá donde hablan en castellano. En su juventud había
estado en la Albufera de carabinero, casándose con una muchacha del
Palmar, pobre y fea. Después de una vida accidentada, al reunir
algunos cuartos, había venido á establecerse en el pueblo de su
mujer, cediendo á los deseos de ésta. La pobre estaba enferma y
revelaba poca vida: parecía gastada por aquellos viajes que la hacían
soñar con su tranquilo rincón del lago.
Los demás taberneros del pueblo vociferaban contra _Cañamèl_ al ver
cómo se apoderaba de los parroquianos. ¡Ah, grandísimo tunante! ¡Por
algo daba tan barato el vino bueno! Lo que menos le interesaba era la
taberna: en otra parte estaba su negocio, y por algo había venido de
tan lejos á establecerse allí. Pero _Cañamèl_, al enterarse de tales
palabras, sonreía bondadosamente. ¡Al fin todos habían de vivir!
Los más íntimos de _Cañamèl_ sabían que no eran infundadas estas
murmuraciones. La taberna le importaba poco. Su principal negocio era
por la noche, después de cerrarla: por algo había sido carabinero
y recorrido las playas. Todos los meses caían fardos en la costa,
rodando en la arena á impulsos de un enjambre de bultos negros que
los levantaban en alto, llevándolos á través de la Dehesa hasta
las orillas del lago. Allí, las barcas grandes, los _laúdes_ de la
Albufera, que podían cargar hasta cien sacos de arroz, se abarrotaban
con los fardos de tabaco, emprendiendo lentamente la marcha en la
obscuridad hacia tierra firme... Y al día siguiente, ni visto ni oído.
Escogía la tropa para estas expediciones entre los más audaces que
concurrían á su taberna. Tonet, á pesar de sus pocos años, fué
agraciado dos ó tres veces con la confianza de _Cañamèl_, por ser
muchacho valiente y reservado. En este trabajo nocturno podía ganarse
un hombre de bien dos ó tres duros, que después dejaba otra vez en
manos de _Cañamèl_ bebiendo en su taberna. Y todavía los infelices,
comentando al día siguiente los azares de una expedición de la que
eran ellos los principales protagonistas, se decían admirados: «¡Pero
qué agallas tiene ese _Cañamèl_!... ¡Con qué atrevimiento se expone á
que le metan mano!...»
Las cosas marchaban bien. En la playa todos eran ciegos, gracias á la
buena maña del tabernero. Sus antiguos amigos de Argel le enviaban
con puntualidad los cargamentos, y el negocio rodaba tan suavemente,
que _Cañamèl_, á pesar de que correspondía con extraordinaria
generosidad al silencio de los que podían perjudicarle, prosperaba á
toda prisa. Al año de estar en el Palmar ya había comprado tierras de
arroz y tenía en el piso alto de la taberna su talego de plata para
sacar de apuros á los que solicitaban préstamos.
Su respetabilidad crecía rápidamente. Al principio le habían dado el
apodo de _Cañamèl_ por el acento suave y dulzón con que se expresaba
en un valenciano trabajoso. Después, al verle rico, la gente, sin
olvidar el apodo, le llamaba Paco, pues, según declaraba su mujer,
así le llamaban en su país, y él se enfurecía sordamente si le
apelaban Quico, como á los otros Franciscos del pueblo.
Al morir su mujer, pobre compañera de la época de infortunio, su
hermana menor, una pescadora fea, viuda y de carácter dominante,
pretendió acampar en la taberna con carácter de dueña, escoltada
por todos los de la familia. Halagaban á _Cañamèl_ con los cuidados
que inspira un pariente rico, hablándole de lo difícil que era para
un hombre solo seguir al frente de la taberna. ¡Allí faltaba una
mujer! Pero _Cañamèl_, que había odiado siempre á la cuñada por
su mala lengua y temblaba ante la posibilidad de que aspirase á
ocupar el puesto aún caliente de su hermana, la puso en la puerta,
desafiando sus protestas escandalosas. Al cuidado del establecimiento
le bastaban dos viejas, viudas de pescadores, que guisaban los _all
y pebres_ para los aficionados que venían de Valencia, y limpiaban
aquel mostrador en el que gastaba sus codos todo el pueblo.
_Cañamèl_, al verse libre, hablaba contra el matrimonio. Un hombre de
su fortuna sólo podía casarse por conveniencia con alguna que tuviese
más dinero que él. Y por las noches reía oyendo al tío _Paloma_, que
era elocuente cuando hablaba de las mujeres.
El viejo barquero declaraba que el hombre debía ser como los
_buxqueròts_ del lago, que cantan alegremente mientras están en
libertad, y cuando los meten en una jaula prefieren morir antes que
verse encerrados.
Todas sus comparaciones se las facilitaban los pájaros de la
Albufera. ¡Las hembras!... ¡Mala peste! Eran los seres más ingratos
y olvidadizos de la creación. No había más que ver á los pobres
_collvèrts_ del lago. Vuelan siempre en compañía de la hembra, y
no saben ir sin ella ni á buscar la comida. Dispara el cazador. Si
cae muerta la hembra, el pobre macho, en vez de escapar, vuela y
vuela en torno del sitio donde pereció su compañera, hasta que el
tirador acaba también con él. Pero si cae el pobre macho, la hembra
sigue volando tan fresca, sin volver la cabeza, como si nada hubiese
pasado, y al notar la falta del acompañante se busca otro... ¡Cristo!
Así son todas las hembras, lo mismo las que llevan plumas que las que
visten zagalejos.
Tonet pasaba las noches jugando al truque en la taberna y ansiaba la
llegada del domingo para estar allí todo el día. Le gustaba la vida
de inmovilidad, con el porrón al alcance de la mano, manejando los
mugrientos naipes sobre la manta que cubría la mesilla y apuntando
con pequeños guijarros ó granos de maíz, que representaban el valor
de las apuestas. ¡Lástima que no fuese rico como _Cañamèl_, para
proporcionarse siempre esta vida de señor! Rabiaba al pensar que al
día siguiente tendría que fatigarse en la barca, y tan creciente era
su pasión por la pereza, que _Cañamèl_ ya no le buscaba para los
trabajos nocturnos, al ver con qué mal gesto cargaba los fardos y
cómo disputaba con los compañeros de trabajo para evitarse fatigas.
Sólo mostraba actividad y sacudía su somnolencia de perezoso ante una
diversión próxima. En la gran fiesta del Palmar en honor del Niño
Jesús, el tercer día de Navidad, Tonet se distinguía entre todos los
mozos del lago. Cuando en la víspera llegaba la música de Catarroja
en una gran barca, los jóvenes se metían en el agua del canal,
pugnando por quién avanzaba más y cogía el bombo. Era un honor, que
hacía pavonearse altivo ante las muchachas, apoderarse del enorme
instrumento y cargárselo á la espalda, paseándolo por el pueblo.
Tonet se metía hasta el pecho en el agua, fría como hielo líquido;
disputaba á puñetazos la delantera á los más audaces y se agarraba á
la borda de la barca, haciendo suya la voluminosa caja.
Después, en los tres días de fiestas, venían las diversiones
tormentosas, que las más de las veces acababan á palos. El baile
en la plaza á la luz de teas resinosas, donde obligaba á Neleta
á permanecer sentada, pues por algo era su novia, mientras él
bailaba con otras menos guapas, pero mejor vestidas: y las noches
de _albaes_, serenatas de la gente joven que iba hasta el amanecer
de puerta en puerta cantando coplas, escoltada por un pellejo de
vino para tomar fuerzas y acompañando cada canción con una salva de
relinchos y otra de tiros.
Pero transcurrida esta corta temporada, Tonet volvía á aburrirse
en su vida de trabajo, sin otro horizonte que el lago. Se escapaba
á veces, despreciando la cólera de su padre, y desembarcaba en el
puerto de Catarroja, recorriendo los pueblos de la tierra firme,
donde tenía amigos de la época de la siega. Otras veces tomaba
el camino por el Saler, y llegaba á Valencia con el propósito de
quedarse en la ciudad, hasta que el hambre le empujaba de nuevo á
la barraca de su padre. Había visto de cerca la existencia de los
que viven sin trabajar y abominaba de su mala suerte, que le hacía
permanecer como un anfibio en un país de cañas y barro, donde el
hombre, desde pequeño, tiene que encerrarse en una barquichuela,
eterno ataúd sin el cual no puede moverse.
El hambre de placeres se despertaba en él, rabiosa y dominadora.
Jugaba en la taberna hasta que _Cañamèl_ lo ponía en la puerta á
media noche; había probado todos los líquidos que se beben en la
Albufera, incluso la absenta pura que traen los cazadores de la
ciudad para mezclarla con el agua hedionda del lago, y más de una
noche, al tenderse en su camastro de la barraca, los ojos del padre
le habían seguido con expresión severa, percibiendo su paso inseguro
y su respiración jadeante de alcoholizado. El abuelo protestaba con
palabras de indignación. Santo y bueno que le gustase el vino; al fin
vivían eternamente sobre el agua, y el buen barquero debe conservar
la panza caliente... ¿Pero bebidas _compuestas_?... ¡Así empezó el
viejo _Sangonera_!
Tonet olvidaba todos sus afectos. Golpeaba á la _Borda_, tratándola
como á una bestia sumisa, y apenas si prestaba atención á Neleta,
acogiendo sus palabras con bufidos de impaciencia. Si obedecía á su
padre era de un modo tan forzado, que el gran trabajador palidecía,
moviendo sus manazas poderosas como si fuese á despedazarle. El
muchacho despreciaba á todo el pueblo, viendo en él un rebaño
miserable, nacido para el hambre y la fatiga, de cuyas filas debía
salir á cualquier precio. Los que tornaban orgullosos de la pesca,
mostrando los cestones de anguilas y tencas, le hacían sonreir. Al
pasar frente á la casa del vicario veía á _Sangonera_ que, dedicado
ahora á la lectura, pasaba las horas sentado en la puerta leyendo
libros religiosos y disfrazando su gesto de pillo con una expresión
compungida. ¡Imbécil! ¿qué le importarían aquellos libracos que le
prestaban los vicarios?...
Quería vivir, gozar de un golpe todas las dulzuras de la existencia.
Se imaginaba que cuantos habitaban al otro lado del lago, en los
pueblos ricos ó en la ciudad grande y ruidosa, le robaban una parte
de los placeres que le correspondía por indiscutible derecho.
En la época de la siega del arroz, cuando miles de hombres llegaban
á la Albufera de todos los extremos de la provincia, atraídos por
los grandes jornales que ofrecían los propietarios faltos de brazos,
Tonet se reconciliaba momentáneamente con la vida en aquel rincón del
mundo. Veía caras nuevas, hacía amigos, encontraba una rara alegría
en estos vagabundos, que, con la hoz en la mano y el saco de ropa á
la espalda, iban de un punto á otro trabajando mientras lucía el sol,
para emborracharse así que llegaba la noche.
Le gustaba esta gente de existencia accidentada y le entretenían
sus relatos, más interesantes que los cuentos murmurados junto á la
lumbre. Unos habían estado en América, y olvidando su miseria en
los remotos países, hablaban de éstos como de un paraíso donde todos
nadaban en oro. Otros contaban sus largas estancias en la Argelia
salvaje, en los mismos límites del Desierto, donde se habían ocultado
mucho tiempo por un navajazo dado en su pueblo ó un robo que les
_acumulaban_ los enemigos. Y Tonet, al oirles, creía percibir en el
vientecillo putrefacto de la Albufera el perfume exótico de aquellos
países maravillosos, y en el brillo de los azulejos de la taberna
veía sus portentosas riquezas.
Esta amistad con los vagabundos se estrechaba, hasta el punto de que,
al terminar la siega y cobrar ellos sus jornales, los acompañaba
Tonet en una orgía brutal á través de todas las poblaciones
inmediatas al lago; carrera loca de taberna en taberna, de _albaes_
por la noche ante ciertas ventanas, que terminaba con una pelea
general cuando, escaseando el dinero, parecía el vino más agrio y se
disputaba por quién era el obligado á pagar.
Una de estas expediciones fué famosa en la Albufera. Duró más de
una semana, y en todo este tiempo el tío Tòni no vió á su hijo en
el Palmar. Se supo que la banda de alborotadores iba como una fiera
suelta por la parte de la Ribera, que en Sollana apalearon á un
guarda y en Sueca habían sido descalabrados dos de la cuadrilla
en una pelea de taberna. La Guardia civil iba al alcance de esta
expedición de locos.
Una noche avisaron al tío Tòni que su hijo acababa de aparecer en
casa de _Cañamèl_ con las ropas sucias de barro, como si hubiese
caído en una acequia, brillándole aún en los ojos la borrachera de
siete días. El sombrío trabajador fué allá, silencioso como siempre,
con un ligero bufido que movía sus labios como si se pegasen uno á
otro.
Su hijo bebía en el centro de la taberna con la sed del ebrio,
rodeado de un público atento, al que hacía reir con el relato de las
barrabasadas cometidas en esta expedición de recreo.
De un revés el tío Tòni le rompió el porrón que llevaba á su boca,
abatiéndole la cabeza sobre un hombro. Tonet, anonadado por el golpe
y viendo á su padre frente á él, se encogió por unos momentos; pero
después, brillando en sus ojos una luz turbia é impura que daba
miedo, se lanzó contra él, gritando que nadie le pegaba impunemente,
ni aun su mismo padre.
Pero no era fácil rebelarse contra aquel hombretón grave y
silencioso, firme como el deber, y que llevaba en sus brazos la
energía de más de treinta años de continua batalla con la miseria.
Sin despegar los labios contuvo á la fierecilla, que pretendía
morderle, con una bofetada que le hizo tambalearse, y casi al mismo
tiempo, con el empuje de uno de sus pies lo envió contra el muro,
haciéndole caer de bruces en la mesilla de unos jugadores.
La gente se abalanzó sobre el padre, temiendo que en su cólera de
atleta silencioso aporrease á todos los concurrentes de la taberna.
Cuando se restableció la calma y soltaron al tío Tòni, su hijo
ya no estaba allí. Había huído levantando los brazos en actitud
desesperada... ¡Le habían pegado!... ¡á él, que tan temido era!... ¡y
en presencia de todo el Palmar!...
Transcurrieron algunos días sin que se tuvieran noticias de Tonet.
Poco á poco se supo algo por la gente que iba al mercado de Valencia.
Estaba en el cuartel de Monte-Olivete, y muy pronto se embarcaría
para Cuba. Había sentado plaza. Al huir desesperado hacia la ciudad,
se había detenido en las tabernas inmediatas al cuartel donde estaba
el banderín de enganche para Ultramar. La gente que pululaba por
allí, voluntarios en espera de embarque y reclutadores astutos, le
habían decidido á tal resolución.
El tío Tòni en el primer momento quiso protestar. El muchacho no
tenía aún veinte años; se había cometido una ilegalidad. Además,
era su hijo, su único hijo. Pero el abuelo le hizo desistir con
su habitual dureza. Era lo mejor que podía hacer su nieto. Crecía
torcido: ¡que corriese mundo y que sufriera! ¡ya se encargarían de
enderezarlo! Y si moría, un vago menos: al fin, todos, más pronto ó
más tarde, habían de morir.
El muchacho partió sin protesta. La _Borda_ fué la única que,
escapándose de la barraca, se presentó en Monte-Olivete y le despidió
llorando, después de entregarle toda su ropa y los cuartos de que
pudo apoderarse sin que se enterara el tío Tòni. Á Neleta ni una
palabra: el novio parecía haberla olvidado.
Transcurrieron dos años sin que el muchacho diese señales de
vida. Un día llegó una carta para el padre, encabezada con frases
dramáticas, de un sentimentalismo falso, en la cual Tonet solicitaba
su perdón, hablando luego de su nueva existencia. Era guardia civil
en Guantánamo y no lo pasaba mal. Se notaba en su estilo cierto
aplomo petulante, como de hombre que corría los campos con un arma
al hombro é inspiraba temor y respeto. Su salud era magnífica. Ni
una ligera enfermedad desde que desembarcó. La gente de la Albufera
soportaba perfectamente el clima de la isla. El que se criaba en
aquella laguna, bebiendo su agua de barro, podía ir sin miedo á todas
partes; estaba aclimatado.
Después surgió la guerra. En la barraca del tío Tòni temblaba la
_Borda_, llorando por los rincones cuando llegaban al Palmar confusas
noticias de los combates que ocurrían allá lejos. En el pueblo dos
mujeres llevaban luto. Se marchaban los muchachos al entrar en
quinta, entre llantos desesperados, como si sus familias no los
hubieran de ver más.
Pero las cartas de Tonet eran tranquilizadoras y revelaban gran
confianza. Ahora era cabo en una guerrilla montada y parecía
muy contento de su existencia. Él mismo se describía con gran
minuciosidad, vestido de rayadillo, con un gran jipijapa, medias
botas de charol, el machete golpeándole el muslo, la carabina mauser
cruzada en la espalda y la canana repleta de cartuchos. No había
cuidado; aquella vida era la suya: buena paga, mucho movimiento y la
gran libertad que proporciona el peligro. «¡Venga guerra!», decía
alegremente en sus cartas. Y adivinábase á larga distancia el soldado
fanfarrón, satisfecho de su oficio, encantado de sufrir fatigas,
hambre y sed, á cambio de librarse del trabajo monótono y vulgar,
de vivir fuera de las leyes de los tiempos normales, de matar sin
miedo á castigo y considerar como suyo todo cuanto ve, imponiendo su
voluntad al amparo de las duras exigencias de la guerra.
Neleta se enteraba de tarde en tarde de las aventuras de su novio. Su
madre había muerto. Ella vivía ahora en la barraca de una tía suya, y
para ganarse el pan servía de criada en casa de _Cañamèl_ los días en
que llegaban parroquianos extraordinarios y eran muchas las _paellas_.
Se presentaba en la barraca de los _Palomas_ preguntando á la _Borda_
si había carta y escuchaba su lectura con los ojos bajos, apretando
los labios como para concentrar más su atención. Parecía haberse
enfriado su afecto por Tonet desde aquella fuga, en la que no tuvo
para la novia el más leve recuerdo. Le brillaban los ojos y sonreía,
murmurando _grasies_ cuando al final de las cartas la nombraba el
guerrillero enviándole sus recuerdos; pero no mostraba ningún deseo
por que el muchacho regresase, ni se entusiasmaba cuando hacía
castillos en el aire, asegurando que aún volvería al Palmar con
galones de oficial.
Otras cosas preocupaban á Neleta. Se había convertido en la muchacha
más guapa de la Albufera. Era pequeña, pero sus cabellos, de un
rubio claro, crecían tan abundantes, que formaban sobre su cabeza un
casco de ese oro antiguo descolorido por el tiempo. Tenía la piel
blanca, de una nitidez transparente, surcada de venillas; una piel
jamás vista en las mujeres del Palmar, cuya epidermis escamosa y de
metálico reflejo ofrecía lejana semejanza con la de las tencas del
lago. Sus ojos eran pequeños, de un verde blanquecino, brillantes,
como dos gotas del ajenjo que bebían los cazadores de Valencia.
Cada vez frecuentaba más la casa de _Cañamèl_.
Ya no prestaba su ayuda en circunstancias extraordinarias. Pasaba
todo el día en la taberna, limpiándola, despachando copas tras el
mostrador, vigilando el hogar donde burbujeaban las sartenes, y
al llegar la noche marchaba ostentosamente hacia la barraca de su
tía, escoltada por ésta, llamando la atención de todos, para que
se enterasen bien las parientas hostiles de _Cañamèl_, las cuales
comenzaban á murmurar si Neleta veía salir el sol al lado de su amo.
_Cañamèl_ no podía pasar sin ella. El viudo, que hasta entonces había
vivido tranquilo con sus viejas criadas, despreciando públicamente á
las mujeres, era incapaz de resistir el contacto de aquella criatura
maliciosa que le rozaba con gracia felina. El pobre _Cañamèl_
sentíase inflamado por los ojos verdosos de aquella gatita, que
apenas le veía en calma procuraba hacérsela perder con encontronazos
hábiles que marcaban sus encantos ocultos. Sus palabras y miradas
sublevaban en el maduro tabernero una castidad de varios años. Los
parroquianos le veían unas veces con arañazos en la cara; otras
con alguna contusión junto á los ojos, y reían ante las excusas
que confusamente formulaba el tabernero. ¡Bien sabía defenderse la
muchacha de los irresistibles arranques de _Cañamèl_! ¡Lo inflamaba
con los ojos para aplacarlo con las uñas! Á veces, en los cuartos
interiores de la taberna, rodaban con estrépito los muebles,
temblaban los tabiques con furiosos empujones, y los bebedores reían
maliciosamente... ¡_Cañamèl_ que intentaba acariciar á su gata! ¡De
seguro que saldría al mostrador con un nuevo arañazo!...
Esta lucha había de tener fin. Neleta era demasiado firme para no
rendir á aquel panzudo, que temblaba ante sus amenazas de no volver
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - Cañas y barro: Novela - 06
  • Parts
  • Cañas y barro: Novela - 01
    Total number of words is 4566
    Total number of unique words is 1639
    27.7 of words are in the 2000 most common words
    40.0 of words are in the 5000 most common words
    48.5 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 02
    Total number of words is 4795
    Total number of unique words is 1626
    31.5 of words are in the 2000 most common words
    45.6 of words are in the 5000 most common words
    54.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 03
    Total number of words is 4897
    Total number of unique words is 1596
    31.0 of words are in the 2000 most common words
    46.0 of words are in the 5000 most common words
    52.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 04
    Total number of words is 4713
    Total number of unique words is 1628
    30.0 of words are in the 2000 most common words
    45.1 of words are in the 5000 most common words
    54.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 05
    Total number of words is 4818
    Total number of unique words is 1635
    32.0 of words are in the 2000 most common words
    47.0 of words are in the 5000 most common words
    54.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 06
    Total number of words is 4799
    Total number of unique words is 1573
    32.6 of words are in the 2000 most common words
    48.3 of words are in the 5000 most common words
    56.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 07
    Total number of words is 4805
    Total number of unique words is 1539
    35.2 of words are in the 2000 most common words
    48.0 of words are in the 5000 most common words
    55.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 08
    Total number of words is 4773
    Total number of unique words is 1563
    33.4 of words are in the 2000 most common words
    47.9 of words are in the 5000 most common words
    56.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 09
    Total number of words is 4799
    Total number of unique words is 1619
    31.4 of words are in the 2000 most common words
    46.6 of words are in the 5000 most common words
    54.3 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 10
    Total number of words is 4706
    Total number of unique words is 1576
    31.7 of words are in the 2000 most common words
    45.5 of words are in the 5000 most common words
    53.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 11
    Total number of words is 4800
    Total number of unique words is 1551
    34.6 of words are in the 2000 most common words
    46.9 of words are in the 5000 most common words
    55.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 12
    Total number of words is 4721
    Total number of unique words is 1526
    33.9 of words are in the 2000 most common words
    47.5 of words are in the 5000 most common words
    54.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 13
    Total number of words is 4693
    Total number of unique words is 1647
    31.4 of words are in the 2000 most common words
    45.6 of words are in the 5000 most common words
    53.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 14
    Total number of words is 4733
    Total number of unique words is 1560
    32.8 of words are in the 2000 most common words
    46.2 of words are in the 5000 most common words
    53.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 15
    Total number of words is 4662
    Total number of unique words is 1570
    32.0 of words are in the 2000 most common words
    45.2 of words are in the 5000 most common words
    51.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Cañas y barro: Novela - 16
    Total number of words is 4271
    Total number of unique words is 1427
    32.2 of words are in the 2000 most common words
    46.6 of words are in the 5000 most common words
    53.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.