Al primer vuelo - 17

Total number of words is 4932
Total number of unique words is 1494
37.6 of words are in the 2000 most common words
49.0 of words are in the 5000 most common words
54.2 of words are in the 8000 most common words
Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
que al fin revienta, ¡caray! y entonces, lo que pudo curarse con dos
cuartos de ungüento, es una carnicería... Y hay que huir de estos
extremos... eso es... mayormente cuando el asunto, bien mirado, bien
mirado, eso es, no vale la pena, como en el caso presente; sí, señor,
como en el caso presente. ¿De qué se trata en fin y remate?... Eso es,
¿de qué se trata? Pues, ¡caray! a todo echar, de una futesa... de una
muchachada, eso es... Que el señor don Alejandro se entera de ella... se
entera de ella, corriente... que se incomoda un poquito... eso es, y te
echa a ti, Leto, un rifirrafe, y otro rifirrafe a su hija... Pues
pongámoslo en lo más... y que haya rifirrafe: para mí igualmente,
¡caray!... y hasta para usted también, don Claudio... eso es, sí, señor,
un rifirrafe para cada uno... ¿Y qué?... Por más vueltas que le demos,
siempre saldrá en limpio, en limpio, eso es, lo que antes dije: una
muchachada... que servirá de gobierno para en adelante, y que se
acabarán esos recreos peligrosos para ella... ¡muy bien acabados, caray!
¡Ojalá tuviera yo influjo bastante para obligarte a ti a lo mismo! Eso
es... Pues ya está el señor don Alejandro desfogado y satisfecho, ya
estamos nosotros tranquilos, tranquilos y satisfechos igualmente, eso
es, y las cosas en su centro, y la paz restablecida en Peleches. Pues
pongámonos en el otro extremo, y que el señor don Alejandro comienza a
ver torres y montañas, ¡caray! y a sospechar de todos. Ese caballero no
merece, no merece, eso es, una mortificación tan grande por motivos tan
pequeños: tan pequeños, sí, señor, si somos buenos amigos suyos, buenos
amigos, ¡caray! ¿No le parece a usted, señor don Claudio?
--Al pie de la letra, señor don Adrián--respondió el comandante
rompiendo la interrumpida marcha--, y me permito aconsejar a Leto que si
la interesada no resuelve sus dudas en este mismo sentido, influya con
ella con todo su prestigio, para que lo haga así, por la cuenta que les
tiene; y a usted, Leto, en particular.
--¡Eso es, caray, sí, señor, eso es!
Y no se habló más del asunto, ni de otro tampoco en aquella ocasión,
entre los tres tertulianos de Peleches.


--XXI--
Al día siguiente

Durante las primeras horas de la alta noche, Nieves se despertó muchas
veces: aun dormida oía aquel borboteo de la mar relatando el suceso a
todo el mundo y reclamando la presa que le habían arrebatado de las
fauces; pero estaba en la flor de la vida, a la edad en que las heridas
no ahondan tanto como duelen; su quebranto físico era grande, porque el
batallar del día había sido de prueba; y al cabo, la rindió un sueño
reparador y tranquilo del que no despertó hasta bien entrada la mañana.
Pero el bendito de su padre no pegó el ojo en toda la santa noche. ¡Lo
que él se revolvió en aquella cama buscando posturas para ahuyentar las
quimeras que le desvelaban! ¡Los espacios que él recorrió con la
imaginación en tantas, tan largas y tan calladas horas! En ocasiones,
hasta se dolía de haber permitido tomar tan altos vuelos a «la loca de
su casa».
--No tanto, ¡canástoles! no tanto--se decía--, que tan malo es pasarse
como no llegar. Que hay algo, no tiene duda; pero ¿por qué hemos de
echar las corrientes hacia ese lado y no hacia otro? ¡La condenada
malicia humana que jamás se arrepiente ni se enmienda!... No estoy
conforme, no, señor, ni puedo estarlo. Hay que buscar por otra parte, y
con juicio, y con equidad... y con lógica...
Y se daba de nuevo a cavilar; pero por donde quiera que echara sus
cavilaciones, siempre, tenían el mismo paradero. Había tomado ya un
vicio su máquina de discurrir; y en cuanto se ponía en movimiento, un
poco más acá o un poco más allá, caía hacia el lado de siempre. Y este
vicio era una idea que se le había metido entre los cascos en fuerza de
indagar precedentes, amontonar supuestos y analizar indicios. No creía
haber descubierto el caso limpio y morondo; pero sí su progenie, su
parentesco. Comprobado este hallazgo, no era imposible encontrar lo que
buscaba y cuyo valor positivo no era otro, estaba bien seguro de ello,
que el misterio en que se lo envolvían. De todas suertes, existiera o
no, halláralo o no lo hallara, de los desbroces hechos ya en aquel
terreno había resultado una enseñanza para él, que no debía ser
olvidada: había pecado, estaba pecando de optimista en determinadas
cosas muy delicadas de por sí; y por grande que fuera su confianza en la
virtud de ciertos principios fisiológicos, eran mayores los riesgos que
se corrían en el caso actual, a la menor equivocación. Y en la duda,
abstenerse. Lo primero que había que hacer, era un cambio de costumbres
en su casa: más disciplina, más hogar, menos égloga. Bueno era el aire
puro y libre; pero no en tanta cantidad ni a todas horas; bueno el
ejercicio de las fuerzas físicas, buenas la holgura y la despreocupación
campestres; pero con discreción y sin menoscabo de otras leyes y de
otros respetos muy atendibles y muy racionales. Por suerte de don
Alejandro, aquel cambio de costumbres podía hacerse, se haría
forzosamente sin necesidad de que se traslucieran sus sospechas ni sus
arrepentimientos, ni se ofendieran pundonores ni delicadezas de nadie:
con la venida de su sobrino Nacho. Desde el momento en que Nacho se
alojara en Peleches, hasta por cortesía estaban obligados él (don
Alejandro Bermúdez) y su hija a acomodar sus costumbres a los gustos del
forastero, que de fijo los tendría muy diferentes de los que venían
privando allí. Por su cuenta, Nacho no tardaría una semana en llegar a
Peleches; de un momento a otro esperaba carta suya que se lo confirmara,
desde Madrid.
--Y en viniendo él--concluyó Bermúdez, volviéndose hacia el otro lado,
todo cambiará de aspecto y marchará como una seda por donde debe
marchar... Sí, señor, ¡canástoles! aunque el demonio se empeñe en otra
cosa, que no se empeñara, porque no hay razón de fuste para que se
empeñe.
Llegó el día, moviose la gente del solariego caserón, púsose a su faena
cada cual, apareció Nieves en escena a media mañana; y tan en su centro
acostumbrado, en tan completa serenidad, tan semejante a sí misma la
halló su padre, que sintió como remordimientos de haber caído en las
aprensiones que le tenían sin sosiego veinticuatro horas hacía. «¡Ah,
pícaras suspicacias!--se decía viéndola trajinar y revolverse tranquila,
descuidada y risueña.¡Condenadas flaquezas del meollo, que así
arrastráis por los suelos los más hidalgos propósitos y las esperanzas
mejor puestas!... Sin embargo--añadió por final de su _confiteor_--, no
se ha perdido todo en esta batalla innoble y deshonrosa para mí, puesto
que he sacado de ella una enseñanza que no se paga con dinero, ni con la
mala noche que me ha costado... Porque la enseñanza queda, ¡vaya si
queda, canástoles!... Porque lo que no ha sido, pudo, puede y podrá
ser».
Como esta evolución del ánimo de Bermúdez se le reflejó en la cara, y se
la tornó risueña y apacible, y fueron también risueñas y apacibles sus
palabras, Nieves renunció al propósito con que se había levantado de
revelarle el secreto, en la mejor forma que pudiera, si continuaba el
pobre hombre en las torturas de la víspera.
Todo iba, pues, a pedir del deseo en aquel día; y para que nada le
faltase a don Alejandro, hasta recibió carta de Nachito; de Nachito, que
anunciaba su salida de Madrid al día siguiente. Se detendría cuatro en
la capital; y enseguida, de un tirón, a Peleches. Sacó Bermúdez la
cuenta por los dedos, temblones de gusto... Era jueves... Al anochecer
del martes le tendría allí... ¡Canástoles, qué fortuna!... A Nieves con
la noticia...
Estaba en el saloncillo muy descuidada; se la espetó de golpe su padre,
y como un golpe en la espinilla la recibió.
A don Alejandro se le alargó la cara medio palmo.
--Mujer--la dijo plantado delante de ella, con la carta en una de las
manos, caídas al desgaire--, va ya picando en historia este delicado
particular. Si no son cuatro, no bajan de tres con ésta las veces que
has recibido las noticias de tu primo como el diablo la presencia de la
cruz; y ¡qué quieres que te diga?... me disgusta, me... vamos, que no me
parece bien, porque no es justo... en fin, ¡qué canástoles! que hasta me
desazona un poco...
También se desazonó un poquito Nieves con esta reprimenda de su padre, a
juzgar por el ceño que puso y otras señales que se le notaron; pero se
dominó pronto y respondió con entereza, aunque en calma:
--Es que das tú tanta importancia a eso que llamas delicado particular,
que todo te parece poco para él. A ti te entusiasma; pues a mí no: ya te
lo he dicho en otras ocasiones. Esto no es un pecado, papá. ¿Quieres que
reciba esas noticias dando brinquitos y batiendo las palmas? Pues te
engañaría si hiciera eso. ¿Me quieres hipocritilla y mentirosa, o me
quieres llana y a la buena de Dios? ¿Me has visto alguna vez más
entusiasmada que ahora con tu sobrino? Pues si me quieres sincera y
llana y nada hago ahora que, en rigor de verdad, pueda saberte a nuevo,
¿por qué te enfadas conmigo cuando no recibo esas noticias con la
alegría que tú?
--¡Si no me enfado, hija mía!--replicó don Alejandro dulcificando el
tono de sus palabras y la expresión de su semblante--, lo que se llama
propiamente enfadarme... ni siquiera te pido que te alborotes de
alegría; y me conformo con mucho menos: con que no te causen disgusto
estas noticias. Pues ni eso poco me concedes: ya ves que no puedes
concederme menos... y es natural, muy natural, que lo sienta; y
sintiéndolo, que te lo diga; lo cual no debe extrañarte, porque también
tú me querrás sincero antes que falso... ¿No es así, Nieves?... En este
supuesto, todavía tengo que decirte más, y te digo que es cierto que
nunca te vi entusiasmada con tu primo; pero que también es verdad que lo
de ese disgustillo de que te acabo de hablar, es cosa nueva en ti: desde
que estamos en Peleches.
--Como que antes de estar en Peleches nosotros no se había tratado de su
venida.
--¿De manera que vienes a confesarme explícitamente--dijo don Alejandro
volviendo a nublársele un poco la cara--, que te disgusta la venida de
tu primo?
--Precisamente la venida por sí sola, no, repuso Nieves sin amilanarse
con la consecuencia sacada de sus palabras por su padre.
--Pues ¿qué es lo que te disgusta entonces?--preguntó Bermúdez
seriamente interesado ya en la conversación.
Nieves, luchando con resolución contra ciertas dificultades fáciles de
presumir, que hallaba en la empresa en que se había empeñado, respondió,
jugueteando con la tijerita con que cortaba las hilachas del bordado en
que se entretenía:
--Me disgusta... o mejor dicho, no me gusta, algo que tiene que ver, o
que puede tenerlo, con la venida esa.
--Y ¿cuál es ese algo? Será cosa nueva también, como el disgusto.
--No por cierto.
--Y ¿cómo no te ha disgustado antes de ahora?
--Porque la veía más de lejos, y no me apuraba.
--Pues no te entiendo, hija mía.
Nieves pinchó con la tijera muchas veces el bordado, que ninguna culpa
tenía de sus apuros, y se calló; pero su padre no se satisfizo con tan
poco, y añadió a lo dicho:
--Si me hicieras el favor de explicarte... Porque el caso lo merece.
--¡Yo lo creo!--respondió Nieves sin titubear.
--Pues entonces...
--Quería yo decir--repuso ella algo a rastras--, que si esa venida no
fuera más que... venir por venir... vamos, una venida como otra
cualquiera...
--Ya estoy--observó don Alejandro rascándose la coronilla con un dedo--.
Pero eso es volver adonde estábamos antes... Lo que yo necesito es que
me expliques el algo especialísimo que trae consigo esa venida.
Aquí volvió Nieves a pinchar el bordado con la tijera, y además se puso
a balancear con la otra mano el bastidor que tenía sobre las rodillas.
Su padre entonces, lleno ya de alarmante curiosidad, arrimó una silla a
la de su hija y se sentó pidiendo, casi por el amor de Dios, una
respuesta. Nieves le contestó, armándose de la mayor firmeza que pudo:
--Mira, papá, yo hablaría contigo de muy buena gana sobre ese asunto, y
muy despacio, porque lo merece bien, como tú has dicho; pero no me
atrevo, no sé... Soy una mozuela sin experiencia y sin arte... Tengo acá
mi modo de ver y mis ideas... pero nada más: en mis adentros y a solas,
me lo explico y lo siento bien; y si me pongo a explicártelo a ti, temo
decir lo que no debo y callarme lo que debiera decir... Es falta de
costumbre... y de valor. ¿No te parece esto muy natural?...
--Muy natural--confirmó su padre, que ya estaba en ascuas, arrimándose
más a ella--; muy natural y disculpable en una niña tan bien educada
como tú; pero como el punto es de importancia, de muchísima importancia,
y una de las cosas que con más empeño te he enseñado yo es a que te
acostumbres a ver en tu padre al mejor de tus amigos, espero que has de
vencer enseguida esos reparos, para que acabe yo de entenderte; y si lo
crees necesario, hasta te lo suplico... Conque ya te escucho, hija mía.
Habla, ¡habla por el amor de Dios!
Y habló de esta manera Nieves, con mayor frescura de la que ella se
había imaginado:
--Una vez, en Sevilla, te empeñaste en saber si me interesaba mucho o
poco la venida de Nacho a vivir con nosotros aquí. Fue unos días antes
de ponernos en camino. ¿Te acuerdas?
--Sí que me acuerdo: adelante.
--Pero me lo preguntaste de un modo tan particular, que me aturdí. Tú
tomaste aquel aturdimiento mío como mejor te pareció, y así quedaron las
cosas... ¿No es cierto, papá?
--Puede que lo sea... ¿Y qué más?
--Por algo que te dejaste decir entonces--continuó Nieves con voz
bastante insegura, pero con bien hecha resolución--, y otras señales que
yo conocía desde mucho tiempo atrás, sospeché que entre mi tía Lucrecia
y tú había... ciertos planes que tenían mucho que ver con la venida de
mi primo a España... Con franqueza, papá: ¿los había o no los había?
¿los hay o no los hay a la hora presente?
Respingó sobre la silla don Alejandro al sentirse acometido tan de golpe
y tan de lleno por aquella pregunta, y, después de unos instantes de
silencio, preguntó él, a su vez:
--Y si yo te dijera que los hay, ¿qué me responderías tú?
Sin vacilar respondió Nieves:
--Que esos planes tienen la culpa de que yo no me entusiasme con la
noticia que me has dado.
--¡Canástoles!--exclamó aquí Bermúdez, saltando otra vez sobre la
silla--. ¿así estamos ahora?
--¿Cuándo hemos estado de otro modo, papá?--repuso Nieves que por
momentos iba alentándose--: ¿cuándo me has oído cosa en contrario?
--Mujer, tanto como en contrario, no te diré; pero creerte enterada y
perfectamente consentida, eso sí.
--Enterada, pase; pero consentida, no, papá: registra bien la memoria.
--¡Canástoles! harto consiente quien se calla y deja hacer... Tanto más,
cuanto que llegué a creer que vosotros, por vuestra parte, estabais
proyectando lo mismo que nosotros.
--Pues ese ha sido tu error.
--Admitido; pero ¿por qué no me has sacado tú de él?
--Porque ni tiempo me diste para ello la única vez que hubiera venido al
caso, como viene ahora.
--Pero observo que ahora te apura, y antes no te apuraba. ¿Por qué así?
--Ya te lo he dicho: porque lo veo muy de cerca ya.
El pobre don Alejandro no cabía en la silla, de inquieto y de nervioso
que le ponía aquel desencanto que sufrían sus candorosas ilusiones.
Algunos recelillos habían arraigado en su magín, tiempo hacía, de que el
asunto no caminara, por el lado de Nieves, al paso a que deseaba
llevarle él; pero aquellas repugnancias expuestas con tanta entereza y a
tales horas, rebasaban mucho de la línea de sus cálculos. Del montón de
reflexiones que le llenaron atropelladamente el cerebro, sacó estas
pocas, que le parecieron las más llanas y más propias del momento:
--Demos de barato, hija mía, que yo he estado viviendo en una
equivocación continua sobre ese particular, con el mejor y más honrado
propósito, y ten entendido que te quiero demasiado para que, con
cálculos o sin ellos, llegara yo nunca a desatender tus repugnancias en
asuntos de tanta entidad; porque una cosa es que lo que se cree útil y
conveniente y beneficioso para ti, se persiga y se acaricie, y otra muy
distinta la imposición forzosa de ello, que en mí no cabrá jamás; en
este supuesto, ¿qué mal hallas en la venida de ese pobre chico, ni a qué
te compromete, para que tanto la temas?
--La temo, papá--respondió Nieves al instante--, porque barrunto que
Nacho viene para algo más que conocernos, y porque le creo enterado por
su madre de esos propósitos vuestros que se conocen ya hasta en casa de
Rufita González... ¿No se lo has oído más de una vez? ¿Quién se lo ha
dicho sino tú tío, el padre de Nacho, o la tía Lucrecia... o Nacho
mismo? Porque para supuesto, me parece excesiva la matraca de esa simple
en cuanto me ve.
--¡Vete tú a saber!... ¿Te ha insinuado él algo a ti?
--Lo suficiente para darme otra prueba de que está bien enterado; y no
me ha hablado con mayor claridad, porque en ese punto siempre le he
tenido yo a raya. Pues bien: figúratele ya en Peleches con esas
intenciones y muy pagado de lo mucho que se le desea; y considérame a mí
con las manos atadas por los respetos que tengo que guardar a los
proyectos consentidos y ensalzados por ti. Con todo esto y lo pegajoso y
azucarado que él es, no hay remedio, papá: o tiene que darme a mí muy
malos ratos, o tengo que dárselos yo a él peores. De cualquier modo, la
cosa no es divertida.
--¡Canástoles!--saltó don Alejandro entonces--. Es que tú das por hecho
que ese chico ha de serte molesto y aborrecible; y ¿por qué no ha de
resultar todo lo contrario después que le trates?
--Porque es imposible eso,--respondió Nieves con un acento de convicción
tan absoluta, que dejó suspenso a su padre.
--¡Imposible!--replicó éste después de observar con gran fijeza a Nieves
que parecía algo pesarosa de su arranque--. Y ¿por qué ha de serlo? ¿Qué
motivos hay para que lo sea? Hasta ahora todo te parecía simpático en
él. La mayor tacha que le ponías era su lenguaje; y no porque te sonara
mal, sino por extrañarte el sonido. ¡Bien poca cosa tenías que tacharle!
Pues de ayer acá, todo ha cambiado en el pobre chico, como si para
mirarle te pusieran un velo negro delante de los ojos. ¿Es verdad esto?
¿sí o no? Respóndeme, hija mía, pero acordándote de que te has alabado
hace un momento de ser llana y a la buena de Dios.
--Otra exageración tuya, papá--dijo Nieves eludiendo la respuesta
terminante que se la pedía--. No es ese el caso.
--Corriente--añadió Bermúdez tomando nueva postura en la silla--.
Pasemos también por eso, y quédense las cosas donde y como tú quieres
ponerlas. Pero bueno o malo, blanco o negro, ya está tu primo llegando a
las puertas de Peleches: ¿qué hacemos con él? ¿se las cerramos? ¿le
dejamos entrar?
--Tampoco se trata de eso, papá: repáralo bien.
--¡Otra te pego! Pues ¿de qué se trata, hija mía?
--Se trata de responder a una pregunta que me hiciste al principio.
Querías saber por qué no me alegraba yo con la noticia que me diste, y
ya lo sabes. No se trata de otra cosa.
--Perdona, hija del alma--repuso Bermúdez con una sonrisilla muy
amarga--. Me has explicado, a tu modo, las repugnancias o disgusto, o lo
que sea, que te produce la noticia que te he dado; pero el por qué, la
causa generadora de todo ello, te has guardado muy bien de declarármela.
Algo vivo y muy sensible debió herir en los adentros de Nieves esta
salida de su padre, porque no halló reparo que ponerle ni serenidad
bastante para suplir con un ademán o un gesto la falta de una palabra.
--¡Ay, Nieves!--la dijo Bermúdez entonces moviendo desalentado la
cabeza--: tampoco yo soy lo que fui en el modo de mirar ciertas cosas;
también tengo, de poco acá, mi correspondiente velo que me cambia los
colores. ¡Si supieras qué fantasmas veo algunas veces, y con qué
claridad en otras! Por de pronto, veo que no he vivido solamente en el
error que me citaste, sino en otros muchos; y voy temiendo que uno de
los mayores ha sido el de traerte aquí tan de prisa y con los fines con
que te traje.
--Pues si eso ha sido un error tuyo--saltó Nieves emocionada, nerviosa,
con la sinceridad de lo que decía bien reflejada en sus ojos--, a tiempo
estás de enmendarle. Volvámonos desde mañana, desde hoy, si es posible,
a Sevilla. Puede que hasta te lo agradezca yo mucho... Créeme, papá,
porque te lo digo de todo corazón...
--¡Eso es!--dijo Bermúdez casi aplanado ya--, huidos... ¡huidos,
Nieves!... ¿Y de qué... o de quién, hija mía? ¿Del pobre mejicanillo?
Tiene muy poca sombra ese para infundirte tanto miedo. Algún otro coco
habrá de mayor talla por ahí... sabe Dios en dónde. Pero ¿qué te importa
a ti que le haya o no le haya? dirás tú. Y con muchísima razón. A mí
¿qué me importa, ni qué motivos hay, ni quién soy yo para que me
importe?
El pobre don Alejandro se conmovía por momentos; y Nieves, que se lo
notaba en la voz, acabó de perder la poca serenidad que le quedaba, y
rompió a llorar de firme con la cara entre las manos. Acudió su padre a
consolarla, y ella entonces le echó los brazos al cuello.
--¡Pobre papá!--le decía entre besos y lágrimas--, tú no mereces que yo
te dé un mal rato... y sin causa ni motivo... porque no los hay... yo te
lo aseguro... Es que sucedió lo que temía... que no sé dar a esas cosas
serias su propio valor... cuando quiero explicarlas; y no hay más... Yo
no haré sino lo que a ti te agrade... ¿Te parece mucho dejarme libre la
voluntad en esos planes vuestros?... Pues ni eso te pediré. Y te juro
que nunca trataré de imponerte la mía, aunque me fuera en ello la vida
entera... ¡Qué más he de decirte? ¿Lo encuentras poco todavía... para
perdonarme... y para quererme como siempre me has querido? ¡Virgen
María!... ¡Papá del alma!... ¡Si tú supieras!...
Bermúdez no podía contestar a Nieves con palabras, porque no hallaba
medio de articular la más sencilla. Suplía esta deficiencia pasajera
apretando o aflojando los abrazos a su hija; y así se entendieron los
dos tan guapamente.
Por remate de la escena, que fue larga, logró decir con regular firmeza
don Alejandro mientras enjugaba las lágrimas de Nieves con el pañuelo.
--¡Ea, se acabó esto, canástoles! Y ahora, a su cuarto la niña para
refrescarse la cara, y sobre todo los ojos, que se nos han puesto como
dos puños... ¡Y unos ojos tan bonitos!... ¡Por vida de!... ¡Vaya,
vaya!... Se nos va a lo mejor el santo al cielo; se deja uno ir detrás a
lo tonto, y luego suceden estas cosas tan desagradables...
¡Canástoles!... ¡como si no hubiera tiempo de sobra en la vida para irse
diciendo los secretillos más guardados, poco a poco y cuando mejor nos
convenga! ¿No es así, hija del alma?... Conque a recogerse y refrescarse
un poquito.
Nieves, que estaba deseándolo, complació bien fácilmente a su padre; el
cual, al verse solo y al reconocer su herida, observó que con el final
de la reciente escena había desaparecido el clavo, pero dejando la punta
dentro.
Cerca del anochecer, llegó don Claudio Fuertes. Mandole pasar don
Alejandro a su gabinete, y allí se estuvieron encerrados los dos hasta
la hora de cenar; porque Nieves se acostó muy temprano; y con este
pretexto, despidió Catana desde la puerta, cumpliendo las órdenes de su
señor, a los dos Pérez cuando llamaron a ella a la hora acostumbrada de
todas las noches.
Don Adrián sorprendido y Leto atolondrado, bajaron hasta muy cerca de la
botica sin decirse una palabra. Allí fue donde el boticario padre
enderezó estas pocas al farmacéutico hijo:
--Verdaderamente es raro, ¡caray! sí, señor... es raro. Ni siquiera de
cumplido, hombre: «pasen ustedes un momento... avisaré a don
Alejandro...» para hacerle el homenaje de amigos... eso es... Pues nada,
Leto... portazo, ¡caray! ¿Se habrá sabido aquello? ¿Habremos caído en
desgracia?... Si es de cuidado lo de ella... por lo mismo; y si no lo
es, igualmente... Vamos, que no hallo razón para el... llamémosle
desaire, eso es, inmerecido... Y no me duele por desaire, no, señor: me
duele como síntoma, como síntoma de un enojo... eso es, del señor don
Alejandro... ¡Caray! con lo que yo le estimo y le... ¿Lo ves tú de otro
modo, Leto?
--Falta saber--dijo éste--, si a don Claudio le ha pasado lo mismo que a
nosotros; y eso lo sabré mañana, si no lo averiguo esta misma noche.
--Me parece bien pensado, hijo; muy bien pensado... eso es.
--Y si resulta que no ha habido portazo para él, démonos usted y yo por
muertos en Peleches.
--¡Caray, caray!


--XXII--
Un incidente grave

En buen grado de tensión estaban las impaciencias de Leto para dejadas
así hasta el día siguiente, sin el riesgo de un estallido! En cuanto
entró en la botica le dijo a su padre:
--Me voy a buscar a don Claudio.
Y se fue. Le buscó en el Casino: no estaba allí. En su casa: tampoco.
Anduvo por los sitios en que solía vérsele paseando algunas veces: ni la
menor huella de él.
--Pues está en Peleches sin remedio--se dijo consternado--. Mi desgracia
es indudable.
Enderezó los pasos hacia la botica; y al entrar en la plazuela, vio,
entre las sombras del fondo, junto a la desembocadura de la Costanilla,
un bulto negro que se movía hacia él.
--Es la silueta de don Claudio,--pensó dirigiéndose a su encuentro.
Lo era efectivamente. Se reconocieron; y dijo al instante Leto:
--He andado buscándole a usted por todo Villavieja.
--Y yo venía dudando--dijo a su vez el comandante--, si colarme ahora en
la botica para hablar con usted delante de don Adrián, o dejarle recado
para que se viera conmigo en mi casa.
--¿Luego tiene usted algo grave que decirme?--observó Leto casi afónico
y temblándole todas las entrañas.
--Tanto como grave--repuso Fuertes--, no; pero algo que les conviene
saber a ustedes por más de un concepto, sí.
--«A ustedes»--pensó el mozo repitiendo con cierta fruición estas
palabras de don Claudio--. Luego no va conmigo solo el cuento; y no
yendo conmigo solamente, puede ser otro cuento distinto del que tanto
miedo me da. A salir de dudas--. Pues hágame usted el favor--dijo a su
amigo, lo bastante bajo para que no lo oyera nadie más que él--, de
referirnos lo que haya, sea malo o pésimo, pues bueno, ni casi regular,
no lo espero; porque desde el portazo que se nos dio esta noche en
Peleches, estamos mi padre y yo que no nos llega la camisa al cuerpo...
--Lo presumía--respondió Fuertes--, y por eso no me ha chocado oírle a
usted decir que anduvo buscándome por toda la villa... Porque yo estaba
dentro cuando ustedes llegaron, y sabía lo que había de suceder, si
llegaban, desde un rato antes por haber oído el recado que dio don
Alejandro a Catana... Situaciones que el demonio prepara y no puede uno
remediar. Al caso.
Y comenzó a referir a Leto lo que afirmó ser «lo único» que él sabía.
Según el relato aquél, Nieves y su padre habían tenido una escena un
poco desagradable con motivo de la próxima llegada del mejicanillo.
Discordancias radicales en el modo de estimar cada uno de los dos aquel
suceso. A Nieves, nerviosa y algo trasmudada desde el tremendo de la
antevíspera, que continuaba ignorando su padre, se le habían escapado
ciertas franquezas que cayeron sobre las suspicacias de don Alejandro
como la pólvora sobre el fuego. Porque don Alejandro andaba muy suspicaz
desde aquel día, como le constaba a Leto muy bien. Se había dado en él
un caso que no dejaba de ser frecuente: el de hallar algo en que no
pensaba, buscando otra cosa muy distinta; y lo que había encontrado sin
buscarlo, era el fuego en que habían caído las franquezas de su hija; o
si lo quería más claro Leto, las franquezas de Nieves le demostraron, no
solamente que su hallazgo no era ilusorio ni soñado, sino que el mal
estaba ya hecho y con hondas raíces en la víctima. Bermúdez no había
llegado con sus sospechas más que hasta el arranque del camino que
conducía a ese mal: no era difícil presumir el efecto que le habría
causado el descubrimiento, teniendo, como tenía, sus cálculos hechos y
You have read 1 text from Spanish literature.
Next - Al primer vuelo - 18
  • Parts
  • Al primer vuelo - 01
    Total number of words is 4999
    Total number of unique words is 1599
    34.9 of words are in the 2000 most common words
    46.1 of words are in the 5000 most common words
    52.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 02
    Total number of words is 5052
    Total number of unique words is 1618
    36.9 of words are in the 2000 most common words
    49.0 of words are in the 5000 most common words
    55.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 03
    Total number of words is 5030
    Total number of unique words is 1618
    34.2 of words are in the 2000 most common words
    46.6 of words are in the 5000 most common words
    53.5 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 04
    Total number of words is 5061
    Total number of unique words is 1585
    35.4 of words are in the 2000 most common words
    47.0 of words are in the 5000 most common words
    52.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 05
    Total number of words is 4883
    Total number of unique words is 1483
    36.9 of words are in the 2000 most common words
    49.6 of words are in the 5000 most common words
    55.8 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 06
    Total number of words is 4898
    Total number of unique words is 1656
    35.6 of words are in the 2000 most common words
    46.4 of words are in the 5000 most common words
    52.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 07
    Total number of words is 5034
    Total number of unique words is 1488
    37.3 of words are in the 2000 most common words
    49.4 of words are in the 5000 most common words
    55.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 08
    Total number of words is 4991
    Total number of unique words is 1539
    36.2 of words are in the 2000 most common words
    48.8 of words are in the 5000 most common words
    54.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 09
    Total number of words is 4846
    Total number of unique words is 1576
    33.5 of words are in the 2000 most common words
    44.4 of words are in the 5000 most common words
    50.9 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 10
    Total number of words is 5019
    Total number of unique words is 1612
    36.5 of words are in the 2000 most common words
    48.8 of words are in the 5000 most common words
    54.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 11
    Total number of words is 4968
    Total number of unique words is 1532
    36.3 of words are in the 2000 most common words
    48.0 of words are in the 5000 most common words
    53.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 12
    Total number of words is 5054
    Total number of unique words is 1554
    37.5 of words are in the 2000 most common words
    50.1 of words are in the 5000 most common words
    56.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 13
    Total number of words is 5085
    Total number of unique words is 1586
    36.4 of words are in the 2000 most common words
    48.0 of words are in the 5000 most common words
    54.6 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 14
    Total number of words is 4823
    Total number of unique words is 1536
    35.4 of words are in the 2000 most common words
    47.8 of words are in the 5000 most common words
    53.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 15
    Total number of words is 4956
    Total number of unique words is 1539
    36.8 of words are in the 2000 most common words
    49.4 of words are in the 5000 most common words
    55.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 16
    Total number of words is 4907
    Total number of unique words is 1468
    36.7 of words are in the 2000 most common words
    48.3 of words are in the 5000 most common words
    52.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 17
    Total number of words is 4932
    Total number of unique words is 1494
    37.6 of words are in the 2000 most common words
    49.0 of words are in the 5000 most common words
    54.2 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 18
    Total number of words is 4899
    Total number of unique words is 1501
    35.6 of words are in the 2000 most common words
    47.7 of words are in the 5000 most common words
    53.1 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 19
    Total number of words is 4870
    Total number of unique words is 1572
    35.0 of words are in the 2000 most common words
    46.5 of words are in the 5000 most common words
    53.0 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 20
    Total number of words is 4893
    Total number of unique words is 1566
    37.9 of words are in the 2000 most common words
    48.6 of words are in the 5000 most common words
    54.4 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.
  • Al primer vuelo - 21
    Total number of words is 1636
    Total number of unique words is 658
    47.0 of words are in the 2000 most common words
    58.4 of words are in the 5000 most common words
    62.7 of words are in the 8000 most common words
    Each bar represents the percentage of words per 1000 most common words.